Cuando una bruja joven le cuenta a Elena que un grupo de humanos está secuestrando seres sobrenaturales, Elena ignora la advertencia. Vamos, obviamente todo el mundo sabe que no existe nada parecido a las brujas. Simplemente el pensamiento de otros “sobrenaturales”, bueno, Elena no tenía el menor interés en explayarse demasiado en el asunto.

Muy pronto, sin embargo, se ve enfrentada a la verdad de su mundo, cuando es secuestrada y lanzada a un bloque de celdas lleno de brujas, hechiceros, medio-demonios, y otro werewolf. Tal y como Elena pronto descubre, tratar con sus compañeros de cautiverio es el menor de sus problemas.

En esa prisión, el verdadero monstruo es el que lleva las llaves…

Kelley Amstrong

Secuestrada

Segundo Libro Serie “Mujeres de Otro Mundo”

Traducción: Ania

PRÓLOGO

Odiaba el bosque. Odiaba sus pozos eternos de humedad y oscuridad. Odiaba el enredo interminable de árboles y arbustos. Odiaba su olor a vegetación muerta y decadente, animales muertos, todo muerto, incluso las criaturas vivas que sin cesar perseguían su siguiente comida, un fracaso antes de deslizarse por la lenta pendiente de la muerte. Pronto su cuerpo sería uno más apestando en el maloliente aire, tal vez sepultado, tal vez abandonado por los que comen carroña, su muerte posponiendo la de ellos por otro día. Moriría. Sabía que, no con la intención decidida del suicida o la desesperación sin esperanzas del condenado, pero sí con la aceptación simple de un hombre que sabe que está solo a horas del paso de este mundo al siguiente. Aquí en este apestoso, oscuro y húmedo infierno, moriría.

En realidad, no buscaba la muerte. Si pudiera, la evitaría. Pero no podía. Lo había intentado, planeando su fuga durante días, conservando su energía, obligándose a comer, a dormir. Entonces se había escapado, realmente, sorprendiéndose a sí mismo. Nunca había creído que en verdad funcionara. Por supuesto, realmente no había funcionado, sólo había parecido hacerlo, como un espejismo que brilla en el desierto, sólo que el oasis no se había vuelto arena y sol, sino humedad y oscuridad. Había evitado la prisión para encontrarse en el bosque. Todavía con esperanza, había corrido. Y corrido. E ido a ninguna parte. Ellos venían ahora. Cazándolo.

Podía oír el aullido de un sabueso, rápido sobre su rastro. Debía haber modos de engañarlo, pero él no tenía la menor idea de cómo. Nacido y criado en la ciudad, sabía evitar que lo detectaran allí, como hacerse invisible a vista de todos, como efectuar una aparición tan mediocre que la gente podía mirarlo fijamente y no ver a nadie. Sabía cómo saludar a los vecinos en su edificio de apartamentos, los ojos bajos, un breve asentimiento, ninguna palabra, y si alguien preguntaba acerca de los inquilinos del 412, nadie sabría realmente quién vivía allí. ¿Era una pareja mayor? ¿Una familia joven? ¿Una muchacha ciega? Nunca grosero o lo bastante amistoso como para llamar la atención, desapareciendo en un mar de gente demasiado absorta en sus propias vidas como para notar la suya. Allí él era un maestro de la invisibilidad. ¿Pero aquí, en el bosque? No había puesto el pie en uno desde que tenía diez años, cuando sus padres finalmente perdieron las esperanzas de alguna vez hacer de él un amante de la naturaleza y lo dejaron quedarse con su abuela mientras sus hermanos iban de excursión y acampaban. Estaba perdido aquí. Completamente perdido. El sabueso lo encontraría y los cazadores lo matarían.

– No me ayudarás, ¿verdad? – dijo, diciendo las palabras en su mente.

Durante un largo momento, Qiona no contestó. Él podía sentirla, el espíritu que lo guiaba, en la esquina trasera de su mente, el lugar más apartado en que alguna vez había estado desde que ella se había dado a conocer por primera vez cuando él era un niño demasiado joven para como para hablar.

– ¿Quieres que lo haga? – preguntó ella finalmente.

– Tú no quieres. Incluso si yo lo deseo. Ésto es lo que tú quieres. Para que me una a ti. No detendrás esto.

El sabueso comenzó a cantar, alegría supurando de su voz en la melodía a medida que se acercaba a su objetivo. Alguien gritó.

Qiona suspiró, el sonido revoloteó como una brisa por su mente-. ¿Qué quieres que haga?

– ¿Qué camino va hacia afuera? – preguntó él.

Más silencio. Más gritos.

– Ese camino – dijo ella.

Él sabía qué camino quería decir ella, aunque no pudiera verla. Un ayami tenía presencia y sustancia, pero no forma, una idea imposible de explicar a alguien que no era un chamán y tan fácil para un chamán como entender el concepto agua o cielo.

Girando a la izquierda, se echó a correr. Las ramas azotaban su rostro, su pecho desnudo y sus brazos, dejando verdugones como las marcas de un látigo. E igualmente autoinfligidos, pensó. Parte de él quería detenerse. Rendirse. Aceptar. Pero no podía. No estaba listo para rendir su vida aún. Los simples placeres humanos todavía tenían demasiado encanto: panqueques ingleses con mantequilla y mermelada de fresa en el Café Talbot, en el balcón del segundo piso, en la mesa más apartada a la izquierda, el sol en sus antebrazos, una andrajosa novela de misterio en una mano, una taza de café en la otro, gente gritando, riendo en la atareada calle de abajo. Cosas tontas, Qiona podía olerlo. Ella estaba celosa, por supuesto, cuando era algo que ella no podía compartir, nada que lo mantuviera ligado a su cuerpo. Él quería unirse a ella, pero no todavía. No justo ahora. De modo que corrió.

– Deja de correr – dijo Qiona.

Él la ignoró.

– Reduce la velocidad – dijo ella-. Simplemente pasea.

Él la ignoró.

Ella se retiró, su cólera un fuego destellante en su cerebro, brillante y ardiente, entonces se redujo, esperando a llamear otra vez. Él había dejado de oír al sabueso, pero sólo porque la sangre le palpitaba con demasiada fuerza. Sus pulmones ardían. Cada aliento lo atravesaba como un chorro de lava, como tragando fuego. Lo ignoró. Era fácil. Ignoraba la mayor parte de las necesidades de su cuerpo, desde el hambre hasta el sexo pasando por el dolor. Su cuerpo era sólo un vehículo, un medio para transmitir cosas como mermelada de fresa, risa, y luz del sol a su alma. Ahora, luego de una vida de ignorar su cuerpo, le pedía que lo salvara y éste no sabía cómo hacerlo. Desde detrás le llegó el ladrido del sabueso. ¿Se oía más alto ahora? ¿Más cerca?

– Sube a un árbol – dijo Qiona.

– No es al perro al que tengo miedo. Es a los hombres.

– Reduce la velocidad entonces. Date la vuelta. Confúndelos. Estás dejando un rastro directo. Reduce la velocidad.

No podía. El final del bosque estaba cerca. Tenía que estarlo. Su única posibilidad era llegar allí antes de que el perro lo atrapara. Ignorando el dolor, convocó cada vestigio restante de la fuerza y salió disparado.

– ¡Reduce la velocidad! – gritó Qiona-. Observa.

Su pie izquierdo golpeó un pequeño montículo, pero se adaptó, alzando su pie derecho para mantener el equilibrio. Aún así, su pie derecho bajó en el aire vacío. Mientras se lanzaba hacia adelante, vio la hondonada que se encontraba más abajo, en el fondo de un pequeño barranco erosionado por décadas del correr del agua. Se lanzó por el borde, convulsionándose en el aire, tratando de imaginar cómo aterrizar sin herirse, pero nuevamente no sabía cómo hacerlo. Cuando golpeó contra la grava del fondo, oyó al sabueso. Oyó su canción triunfal tan fuerte que sus tímpanos amenazaron con partirse en dos. Encogiéndose con gran esfuerzo para lograr levantarse, vio tres cabezas caninas por sobre el borde del barranco, un sabueso, dos enorme perros guardianes. El sabueso levantó su cabeza y ladró. Los otros dos hicieron una pausa por sólo un segundo, luego saltaron.

– ¡Sal! -gritó Qiona-. ¡Sal ahora!

¡No! No estaba listo para marcharse. Resistió el impulso de lanzar su alma fuera de su cuerpo, abrazándose a sí mismo como si eso lo protegiera de hacerlo. Vio las partes privadas de los perros cuando se lanzaron volando por sobre el acantilado. Uno aterrizó encima de él, quitándole el último y pasmado hilo de aliento. Los dientes se hundieron en su antebrazo. Sintió cómo se lo dislocaba con fuerza tremendo. Entonces él se elevó. Qiona lo arrastraba de su cuerpo, lejos del sufrimiento que la muerte causaba.

– No mires atrás -dijo ella.

Por supuesto, lo hizo. Tenía que saber. Cuando miró hacia abajo, vio a los perros. El sabueso estaba todavía en lo alto del barranco, aullando y esperando a los hombres. Los otros dos perros no esperaban. Desgarraban su cuerpo en una explosión de sangre y carne.

– No -gimió-. No.

Qiona lo consoló con susurros y besos, intentando con ellos apartar su mirada de lo que ocurría. Hubiera querido ahorrarle el dolor, pero no podía. Él lo sentía cuando miraba hacia abajo, a los perros que destruían su cuerpo, no sintiendo exactamente el dolor de sus dientes horadándolo, pero sí la agonía de la pérdida increíble y la pena. Todo había terminado. Absolutamente.

– Si no me hubiera puesto a pasear -dijo él-. Si hubiera corrido más rápido…

Qiona lo giró entonces, de modo que pudiera mirar a través del bosque. Los árboles se extendían a lo lejos, terminando en un camino que se veían tan lejos que los coches parecían insectos avanzando lentamente por la tierra. Echó un vistazo nuevamente a su cuerpo, una destrozada confusión de sangre y huesos. Los hombres caminaban por el bosque. Él los ignoró. Ya no tenían la menor importancia. Nada la tenía. Se dio la vuelta hacia Qiona y le permitió llevárselo.

***

– Muerto -dijo Tucker a Matasumi mientras caminaba hacia el bloque de celdas de la estación de guardia. Sacudió el barro del bosque de sus botas-. Los perros lo atraparon antes de que nosotros lo hiciéramos.

– Te dije que lo quería vivo.

– Y yo te dije que necesitábamos más sabuesos. Los Rottweilers son para cuidar, no para cazar. Un sabueso esperaríá al cazador. Un rottie asesina. No saben hacer otra cosa – Tucker se sacó las botas y las puso en la estera, perfectamente alineadas con la pared, con los cordones metidos dentro. Luego tomó un par idéntico pero limpio y se las puso-. No puedes ver que esto realmente importa. El tipo estaba medio muerto de todos modos. Débil. Inútil.

– Era un chamán – dijo Matasumi-. Los chamanes no tienen que ser atletas Olímpicos. Toda su energía está en su mente.

Tucker resopló-. Y eso no le fue de mucha utilidad contra aquellos perros, déjame decirte. No dejaron ni un pedazo de él más grande que mi puño.

Mientras Matasumi se giraba, alguien abrió de golpe la puerta y lo golpeó en la barbilla.

– Gritos – dijo Winsloe con una amplia sonrisa-. Lo lamento, chicos. Estas malditas cosas necesitan ventanas.

Bauer pasó por delante de él-. ¿Dónde está el chamán?

– Él no pudo… sobrevivir – dijo Matasumi.

– Los perros – añadió Tucker.

Bauer sacudió su cabeza y siguió andando. Un guardia agarró la puerta, sosteniéndola abierta mientras ella la traspasaba. Winsloe y el guardia pasaron después de ella. Matasumi cerró la marcha. Tucker se quedó en la estación de guardia, probablemente para buscar y disciplinar a quienquiera que fuese que hubiera permitido la fuga del chamán, aunque los demás no se molestaran en preguntarlo. Tales detalles estaban por debajo de ellos. Por eso habían contratado a Tucker.

La siguiente puerta era de acero grueso con una manija alargada. Bauer hizo una pausa delante de una pequeña cámara. Una cámara escaneó su retina. Una de las dos luces encima de la puerta destelló verde. Otro rojo permaneció en rojo hasta que ella agarró la manija y el sensor comprobó sus huellas dactilares. Cuando la segunda luz cambió a verde, ella abrió la puerta y entró a zancadas. El guardia la siguió. Mientras Winsloe avanzaba, Matasumi extendió la mano para alcanzar su brazo, pero falló. Las alarmas chillaron. Las luces destellaron. El sonido de media docena de botas con clavos de acero resonó desde el distante corredor. Matasumi tomó a toda prisa la radio receptos de la mesa.

– Por favor llámelos de vuelta – dijo Matasumi-. Es sólo el Sr. Winsloe. Otra vez.

– Sí, señor – la voz de Tucker chisporroteó por la radio-. Tal vez podrías recordarle al Sr. Winsloe que cada escaneo de retina y de huellas dactilares autorizará el paso de sólo un empleado y un segundo tras él.

Ambos sabían que Winsloe no necesitaba que le recordaran ninguna cosa, ya que él había diseñado el sistema. Matasumi apretó el botón de desconexión de la radio. Winsloe sólo sonrió ampliamente.

– Lo lamento, muchacho – dijo Winsloe-. Sólo probaba los sensores.

Dio un paso atrás hacia el escáner de retina. Después de que el ordenador lo reconoció, la primera luz giró verde. Luego agarró la manija, la segunda luz destelló verde, y la puerta se abrió. Matasumi podría haber pasado sin el escaneo, tal como el guardia lo había hecho, pero dejó que la puerta se cerrara y siguió el procedimiento apropiado. La entrada de un segundo se había pensado para permitir el paso de cautivos de una sección del edificio a otra, a una tasa de sólo un cautivo por miembro del personal. No estaba pensada para permitir que dos miembros del personal entraran juntos. Matasumi recordaría a Tucker que hablara a sus guardias acerca de esto. Todo ellos estaban todos autorizados para pasar por estas puertas y deberían hacerlo correctamente, no tomando atajos.

Una vez pasada la puerta de seguridad, el pasillo interior se parecía a un pasillo de hotel, cada lado bordeado de cuartos amueblados con una cama de matrimonio, una pequeña mesa, dos sillas, y una puerta que conducía a un cuarto de baño. No eran alojamientos de lujo en cualquier caso, pero simples y limpios, como la mejor opción del espectro para un viajero consciente de su presupuesto, aun cuando los inquilinos de estos cuartos no hicieran muchos viajes. Estas puertas sólo se abrían desde el exterior.

La pared entre los cuartos y el pasillo era de un cristal especialmente diseñado más duradero que barras de acero – y mucho más agradable para mirar. Desde el vestíbulo, un observador podía estudiar a los inquilinos como ratas de laboratorio, y en realidad esa era la idea. La puerta a cada cuarto era también de cristal por lo que la vista del observador no se obstruía. Incluso la pared de cada cuarto de baño era de Plexiglas claro. Las trasparentes paredes del cuarto de baño eran una renovación reciente, no porque los observadores habían decidido que querían estudiar las prácticas de eliminación de sus sujetos, sino porque habían encontrado que cuando las cuatro paredes de los cuartos de baño eran opacas, algunos sujetos pasaban días enteros allí para evitar el constante escrutinio.

La pared de cristal exterior era actualmente cristal en un solo sentido. Habían debatido esto, cristal en un sentido contra en dos sentidos. Bauer había permitido que Matasumi tomara la decisión final, y él había enviado a sus ayudantes de investigación a que se apresuran después de cada tratado de psicología que encontraron acerca de los efectos de la observación continuada. Luego de reunir pruebas, había decidido que el cristal en un solo sentido sería menos intrusivo. Al quitarles a los observadores su visual, agitarían los sujetos con menor probabilidad. Se había equivocado. Al menos con el cristal en doble sentido los sujetos sabían cuando estaban siendo observados. Con el de un solo sentido, sabían que estaban siendo mirados – ninguno era lo bastante ingenuo como para confundir el espejo de la pared con decoración – pero no sabían cuando, por lo que se encontraban en alarma perpetua, lo cual tenía un efecto desgraciadamente indiscutible en su estado físico y mental.

El grupo pasó las cuatro celdas ocupadas. Un sujeto hacía girar su silla hacia la pared trasera y se sentó inmóvil, no haciendo caso de las revistas, los libros, la televisión, la radio, todo lo que había sido proporcionado para su diversión. Se sentaba dándole la espalda al cristal en un sentido y no hacía nada. El sujeto en cuestión llevaba en el edificio casi un mes. Otro inquilino había llegado sólo esta mañana. Ella también se sentaba en su silla, pero dándole la cara al cristal de un sentido, fulminándolo con la mirada. Desafiante… por ahora. Eso no duraría.

Tess, un ayudante de investigación Matasumi había traído al proyecto, estaba de pie frente a la celda de la inquilina desafiante, realizando anotaciones en su libreta. Ella alzó la vista y saludó con la cabeza cuando ellos pasaron.

– ¿Algo? – preguntó Bauer.

Tess echó un vistazo a Matasumi, desviando su respuesta hacia él-.No todavía.

– ¿Por qué ella no puede o no quiere? -preguntó Bauer.

Otro vistazo hacia Matasumi-. Parece… Yo diría…

– ¿Bien?

Tess inhaló-. Su actitud sugiere que si ella pudiera hacer más, lo haría.

– No puede, entonces – dijo Winsloe-. Necesitamos a una bruja de Aquelarre. Por qué nos molestamos con esta.

Bauer interrumpió-. Nos molestamos porque se supone que es muy poderosa.

– Según Katzen -dijo Winsloe-. Si tú lo crees. Yo no lo hago. Hechicero o no, el tipo está lleno de mierda. Se supone que él nos ayuda a agarrar a estos monstruos. En vez de eso, todo lo que hace es decirnos donde mirar, luego toma asiento mientras nuestros tipos aceptan todos los riesgos. ¿Para qué? ¿Ésto? – Él enterró un dedo en el cautivo-. Nuestra segunda bruja inútil. Si seguimos escuchando a Katzen, vamos a dejar pasar algunos verdaderos hallazgos.

– ¿Como vampiros y werewolves ¨? – Los labios de Bauer se torcieron en una pequeña sonrisa-. Todavía estás disgustado porque Katzen dice que no existen.

– Vampiros y werewolves -refunfuñó Matasumi-. Estamos en medio de quitar el seguro a una energía mental inimaginable, a verdadera magia. Tenemos el potencial de acceso a hechiceros, nigromantes, chamanes, brujas, cada clase concebible de portadores y acumuladores de magia… y él quiere criaturas que chupan sangre y aúllan a la luna. Conducimos una investigación científica seria aquí, no perseguimos locos.

Winsloe dio una paso hasta ponerse en frente de Matasumi, seis altísimas pulgadas sobre él-. No, chico, tú conduces una investigación científica seria aquí. Sondra busca su santo grial. Y respecto a mí, estoy en ello por diversión. Pero también financio este pequeño proyecto, de modo que si digo que quiero cazar un werewolf, harías mejor en encontrarme uno para cazar.

– Si quieres cazar a un werewolf, entonces sugeriría que pusieras uno de aquellos videojuegos tuyos, porque no podemos proporcionar lo que no existe.

– Ah, encontraremos algo para que Ty cace -dijo Bauer-. Si no podemos encontrar uno de sus monstruos, haremos que Katzen convoque algo apropiadamente demoníaco.

– ¿Un demonio? – dijo Winsloe-. Ahora esto se está poniendo aún mejor.

– Estoy seguro que podría serlo – murmuró Bauer y empujó la puerta de la antigua celda del chamán.

DEMONÍACO

– Por favor dime que no crees en esta basura – dijo una voz al lado de mi hombro.

Miré a mi compañero de asiento. En la mitad de los cuarenta años, traje formal, laptop, una pálida línea alrededor de su dedo anular desde donde había removido su anillo de boda. Toque agradable. Muy discreto.

– No deberías leer una mierda así -dijo él, mostrando un destello del pastel con café que comía-. Eso pudrirá tu cerebro.

Asentí con la cabeza, sonreí cortésmente, y esperé que se marchara, al menos tan lejos como pudiera en un avión volando a varios miles pies. Entonces volví a la lectura de las páginas que había impreso desde el sitio web believe.com.

– ¿Realmente dice werewolves? – dijo mi compañero de asiento-. ¿Algo así como colmillos y piel? ¿Michael Landon? ¿I Was a Teenage Werewolf ¨?

– ¿Michael…?

– Uh, una vieja película. Antes de mi época. Vídeo, tú sabes.

Otro asentimiento políticamente correcto. Otro no tan políticamente correcto intento de volver a mi trabajo.

– ¿Es verdadera? -preguntó mi compañero de asiento-. ¿Alguien está vendiendo información acerca de werewolves? ¿Werewolves? ¿Qué tipo de gente compraría una mierda así?

– Yo lo haría.

Él se detuvo, su dedo apuntando a mis papeles, luchando para convencerse de que alguien podría creer en werewolves y no ser un completo loco, al menos no si ese alguien era joven, femenina, y estaría en el asiento contiguo durante otra hora. Decidí ayudar.

– Por cierto -dije, poniendo mi mejor acento de rubia sin aliento-. Los Werewolves están cerca. Los vampiros arribaron cinco minutos antes. Gótico, puf. Yo y mis amigos, lo intentamos una vez, pero cuando teñí mi pelo negro, se puso verde.

– Eso es, uh.

– ¡Verde! ¿Puedes creerlo? ¿Y la ropa que querían que nos pusiéramos? Totalmente increíble. Así pues, Chase dijo, ¿y qué hay acerca de los werewolves? Él oyó acerca de este grupo en Miami, entonces les hablamos y ellos dijeron que los vampiros ya no estaban. Los Werewolves eran la nueva sensación. Chase y yo fuimos a verlos, y tenían estos trajes, piel y dientes y esa basura, y nosotros nos pusimos esas cosas, hicimos reventar las píldoras y rápidamente éramos werewolves.

– ¿Uh, realmente? – dijo él, sus ojos lanzándose a buscar una ruta de escape-. Bien, estoy seguro.

– Podíamos correr y saltar y aullar, y salimos a cazar, y uno de los tipos agarró un conejo, y, bueno, sé que esto parece extraño, pero teníamos tanta hambre y el olor de la sangre.

– Podrías perdonarme – interrumpió el hombre-. Tengo que usar los servicios.

– Seguro. Te ves un poco verde. Probablemente mareado. Mi amigo Tabby tiene ese mal. Espero que te sientas mejor, porque yo iba a preguntarte si querías venir conmigo esta noche. El grupo de werewolfs estará en Pittsburgh. Habrá un Gran Aullido esta noche. Me encontraré con Chase allí. Él es algo así como mi novio, tú sabes, y es realmente adorable. Creo que te gustaría.

El hombre masculló algo y se movió en el pasillo más rápido de lo que uno pensaría posible para un tipo que parecía no haber excedido la velocidad de paseo desde la escuela secundaria.

– Espera a que te cuente sobre el Gran Aullido – lo llamé-. Son tan espectaculares.

Diez minutos más tarde, todavía no volvía. Maldita vergüenza. Ese mareo podía ser un verdadero hijo de puta.

Volví a mi lectura; believe.com era un sitio web que vendía información sobre lo paranormal, un eBay sobrenatural. Era atemorizante que tales cosas existieran. Incluso más atemorizante era que ellos pudiesen obtener ganancias; believe.com dedicaba una categoría entera a subastar pedazos de ruinas de una nave espacial que, en la última cuenta, tenía 320 artículos a la venta. Werewolves no alcanzaba a tener su propia clasificación. Estaban incluidos en “Zombis, Werewolves, y Otros Fenómenos Demoníacos Diversos”. ¿Fenómenos demoníacos diversos? Los Demonios no tenían nada que ver con el tipo. Yo no era Demonio. Bien, tal vez expulsar a un desdichado tipo de su asiento en el avión no era exactamente agradable, pero seguramente no era demoníaco. Un fenómeno demoníaco diverso lo habría empujado por la escotilla de escape. Yo apenas había estado tentada hacerlo.

Sí, yo era una werewolf, lo había sido desde que tenía veinte años, hace casi doce. A diferencia de mí, la mayor parte de los werewolves nacen werewolves, aunque no puedan cambiar forma hasta que alcanzan la adultez. El gen que pasa de padre a hijas-hijos no sirve para las mujeres. El único camino para que una mujer se convierta en werewolf es ser mordida por un hombre lobo y sobrevivir. Eso es raro, no la parte de la mordida, sino la parte de la supervivencia. Yo había vivido principalmente porque fui recogida por la Manada – que es exactamente lo que suena: una estructura social basada en una manada de lobos, con un Alfa, que protegía el territorio, y claramente definía reglas, cuya regla número uno era que no matamos humanos a menos que sea absolutamente necesario. Si queremos conseguir vitaminas, vamoss a la tienda de comida rápida más cercana – como cualquier persona corriente. Los que no son parte de una manada de werewolves, a quienes llamamos perros mestizos, comen humanos porque no se molestan en luchar contra el impulso de cazar y matar, y los humanos son el objetivo más abundante. Las Manadas de lobos cazan ciervos y conejos. Sí, yo había matado y comido a Bambi y Thumper. A veces me preguntaba si la gente no consideraría eso ni siquiera demasiado espantoso, en un mundo donde un perro lanzado de un coche atrae más atención de los medios de comunicación que niños asesinados. Pero me desvío.

Como parte de la Manada, vivía con el Alfa, Jeremy Danvers, y Clayton Danvers, su hijo adoptivo/guardaespaldas/segundo al mando, quién era también mi socio/amante/amargura de mi existencia… Pero esto se está complicando. De vuelta al punto. Como todos los demás en la Manada, yo tenía responsabilidades. Uno de mis trabajos era supervisar la Internet en busca de signos de algún perro mestizo que estuviera llamando la atención. El lugar que vigilaba era believe.com, aunque raramente encontraba algo que mereciera más que una desdeñosa leída. En febrero pasado había perseguido algo en Georgia, no tanto porque el problema mereciera alarmas mayores, sino porque el Estado de Nueva York había estado en medio de una tormenta de nieve de una semana y cualquier lugar al sur de las Carolinas sonaba a cielo.

El mensaje que leía ahora era diferente. Tenía alarmas resonando con tanta fuerza que después de que lo hube leído el martes, había dejado un mensaje para el vendedor inmediatamente, y había concertado una reunión con él en Pittsburgh para el viernes, esperando tres días únicamente porque no quería parecer demasiado impaciente.

El mensaje decía: “Werewolves. Información valiosa para vender. Sólo verdaderos creyentes. Dos personas sin hogar asesinadas en Phoenix en 1993-94. Al principio creídas matanzas de perros. Gargantas rasgadas. Cuerpos parcialmente comidos. Una huella canina de gran tamaño encontrada cerca del segundo cuerpo. Todas las demás huellas borradas (¿perros muy prolijos?). Un zoólogo identificó la huella como la de un lobo muy grande. La policía investigó los zoológicos locales y concluyó que el zoólogo estaba equivocado. La tercera víctima fue una prostituta. Su compañera de habitación dijo que ella tuvo una invitación para toda la noche. Encontrada muerta tres días más tarde. El mismo patrón de las matanzas anteriores. La compañera de habitación condujo a la policía al hotel usado por la víctima. Se encontraron pruebas de sangre limpias en la habitación. Policía poco dispuesto a cambiar foco a asesino humano. Decididamente la tercera víctima fue asesinada por un tipo que siguió el patrón de las matanzas anteriores (¿Un perro copión?). El caso permanece abierto. Todos los detalles en registro público. Revisar el Arizona Republic para verificar. El vendedor tiene más. Los medios de comunicación son bienvenidos.

Una historia fascinante. Y completamente verdadera. Jeremy era responsable de comprobar el periódico buscando matanzas y otras actividades potencialmente werewolf. En el Arizona Republic él había encontrado el artículo que describía la segunda matanza. La primera no había salido en los periódicos porque una persona sin hogar muerta no era noticia. Yo había ido a investigar, llegando demasiado tarde para ayudar a la tercera víctima, pero a tiempo para asegurar que no habría una cuarta. El perro mestizo culpable estaba sepultado bajo seis pies de arena de desierto. La Manada no era amable con asesinos de hombres.

No habíamos estado preocupados por la investigación de la policía. En mi experiencia, los detectives de homicidios son un grupo brillante, bastante listo como para saber que no hay tal cosa como werewolves. Si encontraran cuerpos con evidencias caninas, verían una matanza ocasionada por perros. Si encontraran cuerpos con evidencias humanas, verían la matanza de un psicópata. Si encontraran cuerpos tanto con evidencias humanas como con caninas, verían a un psicópata con un perro o un asesinato terminado por un perro. Nunca, ninguna vez, habían visto un cuerpo parcialmente comido, con huellas de patas, y piel de perro y dicho, "¡Mi Dios, tenemos a un werewolf!" Incluso los tipos raros que creían en werewolves no veían tales asesinatos como matanzas de werewolfs. Estaban demasiado ocupados buscando bestias enloquecidas, medio humanas que aúllan a la luna llena, bebés robados de sus cunas, y huellas dejadas al azar que misteriosamente cambian de patas a pies. De modo que cuando leí algo como esto, tuve que preocuparme del resto de la información que el tipo vendía.

La parte de “los medios de comunicación son bienvenidos” me preocupó también. Casi todos los mensajes en believe.com terminaban con “los medios de comunicación no necesitan informarse". Aunque los vendedores fingieran que la advertencia era supuestamente para desalentar a los periodistas de los periódicos populares que destrozarían sus historias, realmente estaban preocupados de que un reportero legítimo los pudiera sacar a la luz y humillarlos. Cuando iba a investigar tales reclamaciones, usaba el aspecto de ser un miembro de una sociedad paranormal. Esta vez, ya que el vendedor no tenía ningún problema con los medios, pretendí ser una periodista, lo que no era en su mayor parte una exageración, ya que era mi profesión, aunque mi trabajo típico fueran artículos a medio tiempo acerca de los políticos canadienses, lo cual evidentemente nunca incluía ninguna mención de fenómenos demoníacos, aunque eso pudiera explicar la subida de los neo-conservadores.

***

Una vez en Pittsburgh, agarré un taxi, me registré en un hotel, dejé mis maletas y me dirigí a la reunión. Se suponía que me encontraría a la vendedora, Sra. Winterbourne, – afuera de un lugar llamado Té para Dos. Era exactamente lo que parecía, una tienda cursi que se vendía té pasado el medio día y almuerzos ligeros. El exterior era de ladrillos blanquecinos adornados con rosa pálido y azul. Filas de antiguas teteras se alineaban en los alféizares. Dentro había diminutas mesas bistró con telas de lino blancas y sillas del hierro forjado. Entonces, después de todo este trabajo para hacer el lugar tan repugnantemente dulce como era posible, alguien había pegado un pedazo de cartón marcado a mano en la ventana delantera informando a los transeúntes que la tienda también vendía café, café exprés, latte, y “otras bebidas a base de café."

La Sra. Winterbourne había prometido encontrarme delante de la tienda a las tres treinta. Llegué a las tres treinta y cinco, eché una ojeada dentro, y no encontré nadie esperando, entonces salí otra vez. Perder el tiempo delante de un salón de té no es como hacerlo en una cafetería. Después de unos cinco minutos, la gente dentro comenzó a mirarme fijamente. Un camarero salió y preguntó si podía "ayudarme." La aseguré que esperaba a alguien, en caso de que me confundiera con un vagabundo solicitando bollos de sobras.

A las cuatro, una mujer joven se acercó. Cuando me di vuelta, ella sonrió. No era muy alta, medio pie más pequeña que mis cinco pies con diez. Probablemente a principios de sus veinte años. Pelo castaño rizado, facciones regulares, y ojos verdes, el tipo de mujer joven más a menudo descripta como “agradable”, aquella cómoda descripción significaba que no era una belleza pero no había nada que la condujera al reino de la fealdad. Llevaba puestos lentes de sol, un sombrero de ala ancha, y un vestido que dejaba entrever la clase de figura que los hombres amaban y las mujeres odiaban, las curvas llenas tan calumniadas en un mundo de Jenny Craig [1] y Slim-Fast

– ¿Elena? -preguntó, su voz un contralto profundo-. Elena… ¿Andrews?

– Uh-si – dije-. ¿Sra. Winterbourne?

Ella sonrió-. Una de ellas. Soy Paige. Mi tía llegará dentro de poco. Llegó temprano.

– No – dije, devolviendo una sonrisa de alto voltaje-. Usted llega tarde.

Ella parpadeó, asombrada por mi descortesía-. ¿No se suponía que nos encontraríamos a las cuatro treinta?

– Tres treinta.

– Estaba segura.

Tiré la impresión de nuestra correspondencia por e-mail de mi bolsillo.

– Ah -dijo, después de un vistazo rápido-. Tres treinta. Lo siento tanto. Debo haberlo apuntado incorrectamente. Me alegro de haber llegado brevemente más temprano entonces. Debería llamar mi tía y decirle.

Cuando tomó un teléfono celular de su bolso, di un paso lejos para permitirle intimidad, aunque con mis sentidos auditivos aumentados podría haber oído la conversación murmurada a cien pies de distancia. A través del teléfono, oí a una mujer vieja suspirar. Prometió reunirse con nosotras cuanto antes y luego le hizo una ¿advertencia? a su sobrina para que no comenzara sin ella.

– Bien -dijo Paige, apagando el teléfono-. Mis disculpas otra vez, Sra. Andrews. ¿Puedo llamarle Elena?

– Por favor. ¿Deberíamos esperar dentro?

– Realmente, este es un mal lugar para algo como esto. La tía Ruth y yo tomamos café aquí esta mañana. La comida es grandiosa, pero es demasiado tranquilo. Se pueden oír conversaciones desde a través de la sala. Supongo que deberíamos haberlo imaginado, pero no somos muy experimentadas en esta clase de cosas.

– ¿No?

Ella se rió, una sonrisita ronca-. Supongo que oyes mucho de esto. La gente no quiere confesar que está inmersa en esta clase de situaciones. Estamos en ello. No lo negaré. Pero este es nuestra primera… ¿cómo lo llamarías? ¿Venta? De todos modos, ya que el salón de té resultó ser una mala opción, teníamos un menú pedido y los tomaremos en nuestro hotel. Mantendremos la reunión allí.

– ¿Hotel? – Yo había pensado que ella vivía en Pittsburgh. Los vendedores por lo general arreglaban reuniones en su ciudad natal.

– Es unos bloques más allá. Un paseo fácil. Intimidad garantizada.

Grandes campanas de advertencia se oían. Cualquier mujer, hasta una tan desafiada en su feminidad como yo, sabía que no era la mejor opción ir al cuarto de hotel de un extraño. Parecía una película de horror dónde la heroína va sola a la casa abandonada después de que todos sus amigos fenecen de muertes horribles y la audiencia sentada grita, “¡No vayas, perra estúpida! Bien, yo era la única gritando, “¡Continúa, pero atrapa al Uzi!". Caminar de cabeza al peligro era una cosa; caminar desarmada era otra. Afortunadamente para mí, estaba armada con la fuerza de Supergirl. Y si eso no sirviera como truco, mi acto de Clark Kent venía con colmillos y garras. Un vistazo a esta mujer, de apenas cinco pies con dos, casi una década menor que yo, me dijo que no tenía nada por qué preocuparme. Por supuesto, tenía que simular preocupación. Era lo esperado.

– Umm, de acuerdo -dije, echando un vistazo por sobre mi hombro-. Yo preferiría un lugar público. No quisiera ofender…

– No tiene importancia -dijo ella-. Pero todo mi material está en el hotel. Nos detenemos brevemente allí, y si todavía no te sientes cómoda, podemos agarrar mis cosas, encontrarnos con mi tía, e ir a otra parte. ¿Está bien?

– Supongo -dije, y la seguí calle abajo.

El hotel era uno de esos viejos lugares con un enorme vestíbulo clasificado como sala de baile, arañas de cristal como lámparas, y operadores de ascensores vestidos como organilleros. La habitación de Paige estaba en el cuarto piso, la segunda a la izquierda del ascensor. Abrió la puerta y la mantuvo abierta para mí. Vacilé.

– Podría pegar algo bajo la puerta para mantenerla abierta – dijo ella.

Su cara era toda abierta inocencia, pero no se me escapó el tono burlón de su voz, tal vez porque yo era mucho más alta y en mejor estado físico. Incluso sin la fuerza werewolf, podría vencerla en una lucha. De todos modos, eso no quería decir que no hubiese algún tipejo con una pistola semiautomática detrás de la puerta. Todos los músculos del mundo no podrían detener una bala a la cabeza.

Eché un vistazo alrededor y di un paso dentro. Ella tomó una libreta de papel de la mesa y la sostuvo, haciendo gestos hacia la puerta que se cerraba.

– No será necesario -dije.

– El teléfono está aquí mismo -Ella levantó al receptor de modo que yo pudiera oír el tono de marcado-. ¿Quisieras que te lo acerque? Estoy bastante segura de que en Pittsburg funciona el servicio novecientos once.

Perfecto. Ahora se estaba burlando de mí. Pequeña y estúpida imbécil. Probablemente una de esas cabezas llenas de aire que aparcaban en subterráneos desiertos por la noche y se jactaban de su coraje. La impulsividad de la juventud, pensé, con la madurez de alguien casi dos años pasados en su treintena.

Cuando no contesté, Paige dijo algo sobre hacer té y desapareció en la habitación contigua a la suite. Yo estaba en la sala de estar, que tenía una pequeña mesa, dos sillas, un sofá, un sillón reclinable y una televisión. Una puerta parcialmente abierta conducía al dormitorio. A través de ella, pude ver maletas rayadas apoyadas contra la pared lateral y varios vestidos colgados en un estante. Frente a la puerta principal había tres pares de zapatos, todos femeninos. Ninguna señal de un ocupante masculino. Hasta ahora las Winterbournes parecían ser honestas. No era que yo realmente esperase que algún tipo con una semiautomática saltara desde detrás de la puerta. Yo era suspicaz por naturaleza. Ser un werewolf te hace eso.

Cuando me senté a la mesa, vi los platos del salón de té. Emparedados, galletas, y pastas. Podría haber devorado tres platos como esos de un bocado. Otra cosa de werewolf. Como la mayoría de los animales, pasamos una gran parte de nuestras vidas atrapados en las tres fuerzas de la supervivencia básica: comer, luchar, y… reproducirse. La parte de alimento era una necesidad. Quemamos calorías como leña en un incendio, sin un abastecimiento constante, nuestra energía quedaba en nada. Tenía que tener cuidado cuando comía delante de humanos. No era justo. Los tipos pueden tragarse tres Big Macs y nadie pestañearía. Yo obtenía miradas extrañas si terminaba dos.

– Entonces, respecto a esa información que vendes -dije cuando Paige volvió-. ¿Es tan buena como la del caso de Phoenix, ¿verdad?

– Mejor -dijo ella, poniendo la bandeja del té sobre la mesa-. Es la prueba de que los werewolves existen.

– ¿Tú crees en werewolves?

– ¿Tú no?

– Creo en todo lo que permita vender revistas.

– ¿Entonces no crees en werewolves? -Sus labios se torcieron en una desagradable media sonrisa.

– No quiero ofender, pero ese no es mi tema. Escribo historias. Las vendo a revistas. La gente como tú las compra. El noventa por ciento de los lectores no lo cree. Es una fantasía inocua.

– Mejor mantenerlo en ese ámbito, ¿verdad? Fantasía inocua. Si uno comienza a creer en werewolves, entonces tienes que admitir la posibilidad de otras cosas, como brujas y hechiceros y chamanes. Por no mencionar a vampiros y fantasmas. Entonces habría demonios, y ese es un nido de gusanos que no quieres abrir.

Más perfecto aún. Ahora definitivamente se estaba burlando de mí. ¿Acaso alguien pegó un gran cartel en mi espalda que dice “Búrlense de mí”? Tal vez estaba tomando todo esto de manera más personal de lo necesario. Mírenlo desde su punto de vista. Como una creyente, ella probablemente consideraba a los incrédulos de la misma forma en que éstos la consideraban a ella, como una patética ignorante. Y aquí estaba yo, lista para comprar información para perpetrar un mito en el que no creía, vendiendo mi integridad por el alquiler del próximo mes. Una puta periodística. ¿No merecía unas pocas burlas por esto?

– ¿Dónde está la información? -pregunté, tan cortésmente como pude.

Ella extendió la mano hacia la mesa del costado, donde había una carpeta. Durante un momento, ella la hojeó, con los labios apretados. Entonces tomó una hoja y la puso entre nosotros. Era una fotografía de la cabeza y los hombros de un hombre de mediana edad, asiático, una nariz chata y una boca hosca suavizada por unos ojos parecidos a los de un gamo.

– ¿Lo reconoces?

– No lo creo -dije-. Pero es una cara bastante ordinaria.

– ¿Y éste? No es tan ordinario.

La siguiente foto era de un hombre en primeros años de la treintena. Llevaba su cabello rojo oscuro atado en una larga cola de caballo, una clase de moda que no usaría nadie por sobre los veinticinco años. Como la mayor parte de los tipos que continuaban con su estilo de peinado del pasado, parecía ser compensado por una frente cuya línea de cabello ya había retrocedido más que la Bahía de Fundy [2] con la marea baja. Su cara era blanda, alguna vez de rasgos casi hermosos que se desvanecieron tan rápido como su pelo.

– Ahora, a él lo reconozco -dije.

– ¿Sí?

– Por supuesto. Vamos. Tendría que vivir en el Tíbet para no reconocerlo. Infiernos, hasta los periodistas en el Tíbet leen Time y Newsweek. Él ha sido cubierto por la prensa, qué, ¿cinco veces en el año pasado? Ty Winsloe. Millonario y un extraordinario adicto a los ordenadores.

– ¿Entonces nunca lo has conocido personalmente?

– ¿Yo? Ya me gustaría. No importa cuantas entrevistas otorgue, un Ty Winsloe exclusivo podría ser un salto enorme en la carrera de una reportera sin nombre como yo.

Ella frunció el ceño, como si yo hubiera contestado la pregunta incorrecta. En vez de decir algo, ella hizo aletear ambas fotografías delante de mí y esperó.

– De acuerdo, me rindo -dije-. ¿Qué tiene que ver esto con las prueba de los werewolves? Por favor, por favor, por favor no me digas que estos tipos son werewolves. ¿Ese es tu juego? ¿Pongo una historia decente en la web, atraigo a algún periodista estúpido aquí, y armo una historia enorme sobre millonarios werewolves?

– Ty Winsloe no es un werewolf, Elena. Si él lo fuera, tú lo sabrías.

– ¿Como…? -Sacudí la cabeza-. Tal vez hay alguna confusión aquí. Como te dije en mi e-mail, esta es mi primera historia de wereolves. Si hay expertos en el campo, es un pensamiento atemorizante, pero no soy uno de ellos.

– Tú no estás aquí para escribir una historia, Elena. Eres una periodista, pero no esa clase.

– Ah -dije-. Entonces, dime ¿Por qué estoy yo aquí?

– Para proteger a tu manada.

Parpadeé. Las palabras se atascaron en mi garganta. Mientras el silencio se extendía durante tres pesados segundos, luché para llenarlo-. ¿Mi… mi qué?

– Tu manada. Los demás. Otros werewolves.

– Ah, entonces yo soy un – forcé una sonrisa amable- un werewolf.

Mi corazón latía con un ruido sordo tan fuerte que yo podía oírlo. Esto nunca me había pasado antes. Había generado sospechas, pero sólo preguntas generales sobre mi comportamiento del estilo, “¿Qué hacías en el bosque después del anochecer?”, nunca algo que me acusaba de ser un werewolf. En el mundo normal, la gente normal no iba por ahí acusando a otra gente de ser werewolf. Hubo una persona, una sola persona de había estado muy cerca, que realmente me vio cambiar de forma, se convenció de que había estado alucinando.

– Elena Antonov Michaels -dijo Paige, -Antonov que es el apellido de soltera de tu madre. Nacida el 22 de septiembre de 1968. Ambos padres muertos en un accidente de coche en 1974. Criada en numerosas familias adoptivas en Ontario. Asistió a la Universidad de Toronto. Abandonó en su tercer año. Volvió varios años más tarde para completar una licenciatura en periodismo. ¿Razón del abandono? Una mordida. De un amante. Clayton Danvers. Sin segundo nombre. Nacido el 15 de enero de 1962-

No oí el resto. La sangre palpitaba en mis oídos. El suelo se balanceó bajo mí. Agarré el borde de la mesa para estabilizarme y luché para mantenerme encima de mis pies. Los labios de Paige se movían. No oía lo que decía. No me importaba.

Algo me lanzó de espaldas hacia atrás, sobre la silla. Había una cadena de presión alrededor mis piernas como si alguien las atara. Me sacudí, pero no podía mantenerme de pie. Miré hacia abajo, y no vi nada que me retuviera.

Paige estaba de pie. Me afirmaba contra la silla. Mis piernas no se desplazaban. El pánico se filtró en mi pecho. La empujé hacia atrás. Esto era una broma. Una simple broma.

– Lo que sea que estés haciendo -dije-. Yo sugeriría que lo detuvieras. Voy a contar hasta tres.

– No trates de amenazar…

– Uno.

– … me, Elena. Puedo hacer…

– Dos.

– … mucho más que afirmar…

– Tres.

– …te a esa silla.

Estrellé ambos puños hasta el final de la mesa y la envié volando por el aire. Cuando la presión en mis piernas desapareció, salté a través del espacio ahora vacío entre nosotras y cerré de golpe a Paige contra la pared. Ella comenzó a decir algo. La agarré por el cuello, deteniendo las palabras en su garganta.

– Bueno, parece que llegué justo a tiempo -dijo una voz detrás de nosotras.

Miré por sobre mi hombro para ver a una mujer caminar hacia el cuarto. Tenía al menos setenta años, pequeña y rechoncha, con pelo blanco, un vestido de flores, y un collar de perlas a juego, y un par de pendientes, la imagen perfecta de una abuela de TV de la década de 1950.

– Soy Ruth, la tía abuela de Paige -dijo ella, con tanta serenidad como si yo estuviera disfrutando del té con su sobrina en vez de estrangularla-. ¿Tratando de manejar los asuntos por tu propia cuenta otra vez, Paige? Ahora mira lo que has hecho. Esas contusiones tardarán semanas en desvanecerse y no trajimos ningún sweater cuello de cisne.

Solté mi apretón alrededor del cuello de Paige y luché para dar una respuesta conveniente. No se me ocurrió nada. ¿Qué podría decir? ¿Exigir una explicación? Demasiado peligroso, implicaba que yo tenía algo que esconder. Mejor era actuar como si la acusación de Paige fuera una locura y yo tuviera que salir corriendo de este infierno. Una vez lejos de la situación, podría calcular mi siguiente movimiento. Lancé a Paige la mirada cautelosa de una persona que está tratando con alguien de cordura limitada y di un paso hacia la puerta.

– Por favor no lo hagas -Ruth puso una mano en mi brazo, firme pero no reteniendo-. Debemos hablar contigo, Elena. Quizás puedo manejarme mejor con esto.

Al oír eso, Paige enrojeció y miró lejos. Solté mi brazo del apretón de Ruth y di otro paso hacia la puerta.

– Por favor no lo hagas, Elena. Puedo retenerte, pero prefiero no recurrir a eso.

Embestí la puerta y agarré la manija con ambas manos. Ruth dijo algo. Mis manos se congelaron. Las quité de la manija, pero no quedaban libres. Traté de girar la manija. Mis dedos no respondían.

– Este es el modo en que el conjuro debería trabajar -dijo Ruth, su voz y cara irradiando la calma de un profesor enseñando a un niño recalcitrante-. No se romperá hasta que yo dé la orden.

Dijo unas palabras. Mis manos quedaron libres, dejándome desequilibrada. Cuando tropecé hacia atrás, Ruth puso una mano para estabilizarme. Me recuperé y me alejé con rapidez.

– Por favor quédate -dijo ella-. Los conjuros para inmovilizar tienen su utilidad, pero no son demasiado civilizados.

– ¿Conjuros inmovilizadores? -dije, flexionando mis manos todavía entumecidas.

– Brujería -dijo Ruth-. Pero estoy segura que ya te habías imaginado eso. Si quieres creerlo es un asunto totalmente distinto. Empecemos por el principio, ¿De acuerdo? Soy Ruth Winterbourne. Esa impetuosa mujer joven detrás de ti es mi sobrina Paige. Tenemos que hablarte.

HOCUS-POCUS [3]

Quise correr. Lanzarme a través de la puerta, abierta, correr y no parar hasta que Ruth y Paige Winterbourne quedaran atrás, no sólo fuera de mi vista, sino fuera de mi cabeza también. Quise correr hasta que mis piernas dolieran y mis pulmones estallaran y no pudiese pensar solamente en nada más que detenerme, incapaz de gastar la energía de un momento intentando entender lo que había pasado. No era la respuesta más madura. Lo reconozco. Pero era el tipo de respuesta en la que soy buena. Correr. Lo había estado haciendo toda mi vida. Incluso cuando no corría, cuando clavaba los talones y encaraba mis miedos, siempre había una parte de mí corriendo tan rápido como podía.

Sabía lo que tenía que hacer. Quedarme y resolver esto, negar los dichos de Paige y descubrir cuánto sabían estas mujeres. Si Paige simplemente hubiera dicho que sabía que yo era un hombre lobo, como intentando molestarme con eso, podría haberlo manejado. Pero cuando ella recitó mi biografía, aun cuando ésta fuera accesible a través de los archivos públicos, la violación que eso significaba era algo más personal. Entonces, sacar a la luz mi historia con Clay tan normalmente como si estuviera recitando mi fecha de nacimiento, bueno, cada fibra de mi ser gritó para que corriera, saliera de allí, pusiera algo de distancia, que tratara con esto más tarde. Sólo la demostración de poder de Ruth me impidió correr. Esto también me dio un momento para detenerme y pensar.

¿Quería volver con Jeremy y decir que dos extrañas me habían acusado de ser un hombre lobo y yo me había escapado? Oh, él no estaría enojado. Él entendería. Eso era mucho peor. No quería que él entendiera por qué yo había escapado. Quería que él estuviera orgulloso de mí. Sí, lo sé, soy demasiado vieja para buscar la aprobación de una figura paterna sustituta, pero así es la cosa. Después de que Clay me mordiera, Jeremy me había cuidado, poniendo su vida en suspenso para mantenerse a mi lado. Cada vez que emprendía una de estas investigaciones, yo estaba demostrando a Jeremy que él no había cometido un error, que probaba mi valor para la Manada, devolviendo sus esfuerzos multiplicados por diez. ¿Ahora, enfrentada por primera vez con la exposición inminente, iba a volver a Nueva York y decir, "Lo lamento, Jer, pero no pude tratar con ello"? No en esta vida. Si yo corriera, seguiría corriendo. Todo por lo que había trabajado tan duramente durante el último año, obligándome a aceptar mi vida en Stonehaven, con la Manada, con Clay, se vería lanzado a cualquier parte, y yo volvería a ser tan miserable y miedosa como lo había sido hace dieciocho meses.

De modo que me quedé. Ruth y yo convinimos un acuerdo. Yo la escucharía hasta el final, no admitiendo nada. Si yo quisiera, podría tratar su historia como las divagaciones de una anciana senil y fingir que me quedaba allí sólo para ser cortés.

Nos sentamos a la mesa, Paige en el lado opuesto, con la silla retirada. No había dicho una palabra desde que su tía llegara.

– ¿Crees en brujas? -preguntó Ruth cuando me sirvió una taza de té.

– ¿Wicca [4]? -dije con cuidado.

– No. Brujas. Brujas hereditarias. Como werewolves hereditarios.

Ella levantó una mano cuando comencé a protestar.

– No estoy pidiendo que admitas nada, ¿recuerdas? Estás siendo indulgente con una vieja dama. Bueno, si no lo crees, o no lo hacías, en brujas, entonces tengo que asumir que no crees en nada más fantástico. De acuerdo, sigamos. Voy a comenzar desde el principio. Finjamos que existen las brujas y… otras cosas. Finjamos, también, que estos seres, les llamaremos razas, saben la una sobre la otra y se reúnen periódicamente para distribuir información y trabajar con la exposición potencial. Ahora, en cierta ocasión, los werewolves fueron parte de esta colaboración…

Abrí la boca, pero Ruth otra vez levantó su mano.

– De acuerdo -dijo Ruth-. No necesitas una lección de historia. No vinimos aquí para esto. Tal como Paige debería haber dicho, vinimos para advertirte. ¿Alcanzó a llegar a esa parte?

– Le mostré las fotos -dijo Paige-. No llegamos a la explicación.

– Permíteme entonces. Estos hombres-humanos han estado dándonos algunos problemas. Bastantes problemas. Confrontaciones, acusaciones, secuestros. Parecería que saben más de lo que deberían.

– ¿Esos dos? -dije, señalando la carpeta-. ¿Ty Winsloe? ¿Secuestro de brujas? Me estás tomando el pelo. Esto no tiene sentido.

– ¿Qué otra cosa? -dijo Ruth con una ligera sonrisa-. Hubo un tiempo en que todos tuvimos que preocuparnos por las hogueras y los Grandes Inquisidores. Ahora tenemos a malvados magnates de la computación. No entraré en detalles, en parte porque sospecho que no te quedarás mucho tiempo para escuchar y en parte porque espero que una pequeña curiosidad pueda traer a tu manada a nuestra reunión.

– Yo realmente…

– Ellos saben sobre los werewolves y los buscan, tal como buscan al resto de nosotros.

Me incliné hacia atrás en mi silla y miré de Ruth a Paige. Ruth me miró, sus ojos verdes brillantes y agudos. Paige pretendió mirarme, pero esos mismos ojos verdes, en ella estaban cubiertos y distantes, mirándome, pero no viéndome.

– Sabe cómo suena esto, ¿verdad? -dije-. Finjamos que soy una werewolf. Ustedes dos me atraen aquí con alguna historia de mierda y me dicen que son brujas. No sólo brujas, sino parte de alguna clase de Naciones Unidas sobrenaturales. Como delegadas de estas Naciones Unidas, ustedes han decidido ponerse en contacto conmigo con esta historia acerca de imbéciles y demoníacos adictos a la computación…

– No son demoníacos -dijo Ruth-. Como dije, son humanos.

– Ustedes realmente toman este asunto en serio, ¿verdad?

– Es serio -dijo Paige, su mirada congelada-. Tal vez cometimos un error eligiéndote…

– Y acerca de esto. ¿Por qué me eligieron? ¿O pusieron esa historia en Internet y asumieron que sólo un werewolf contestaría? Digamos que esta conspiración existe y hay tipos por ahí buscando werewolves. ¿Qué debe detenerlos de responder a su anuncio?

– Realmente recibimos muchas respuestas -dijo Ruth-. Pero esperábamos la tuya.

– ¿La mía?

– Hace algunos años, nuestro consejo tuvo una disputa con un hombre lobo. No uno de tu manada. Un callejero. Hemos guardado información de él, por si alguna vez tuviéramos que ponernos en contacto con los werewolves. Cuando este problema comenzó, lo encontramos y… lo persuadimos para que compartiera algo de información con nosotros. Él sabía sobre tu paquete, quién lo conducía, quienes pertenecían al grupo, donde vivían. Además, él sabía todo sobre ti y tu historia. Siendo la única werewolf femenina, parece que has obtenido un status legendario entre los de tu raza.

Ella sonrió. Le devolví una mirada completamente en blanco.

Ruth continuó, -Él sabía que buscabas información de werewolves reales, observando y buscando su mal comportamiento. Qué interesante. Nosotras hacemos lo mismo, supervisamos a brujas que han dejado el Aquelarre. Entonces, decidimos tratar de ponernos en contacto contigo antes que intentar el contacto directo.

– ¿Por qué yo?

– Tú eres la parte de la manada. También, siendo la única hembra, parecías una… mejor opción de contacto. Quizás más fácil para hablar que tus homólogos machos.

En otras palabras, ¿más crédula? ¿O una menor probabilidad de responder a la amenaza con violencia? Si realmente hubieran querido eso, deberían haber ido directamente a la cima. Jeremy era el más equilibrado entre nosotros. Era, también, el de mente más abierta. Él habría sido la mejor opción para esta reunión. ¿No habría tenido más sentido, de todos modos, llevar sus preocupaciones directamente al Alfa? A menos que, por la razón que fuera, no quisieran hacer eso.

– Todavía es raro como suena todo esto -dije-. Olvida cómo y por qué me eligieron. Me traen aquí, dicen algunas líneas de Película clase B del estilo, “sabemos quién eres tú”. Lo lamento, pero estoy buscando la cámara escondida. Digamos, creo en todo este juego. ¿Por qué, si estas Naciones Unidas no incluyen a los werewolves, querrían, de repente, ponerse en contacto con ellos ahora? Si ustedes son brujas, deben haber escapado de los chicos malos antes.

– Arriesgamos la exposición al mundo tan a menudo como lo haces tú -dijo Ruth-. Pero siempre era una raza a la vez. Esto es diferente. Esto nos implica a todos, que es por lo que debemos unirnos.

– Uno para todos y todos para uno -refunfuñé.

– Esto no es una broma -dijo Paige.

– Todavía no crees en nosotras, ¿verdad? – preguntó Ruth-. Ni siquiera en la parte de brujas, a pesar de nuestra pequeña demostración.

– Podríamos hacer una más grande -dijo Paige-. Digamos, algo así como cerrar tu boca. Permanentemente.

– Paige -advirtió Ruth-. Perdona la exuberancia juvenil de mi sobrina. Si quisieras, sin embargo, yo podría, ciertamente, hacer una mejor demostración. Nada tan poco civilizado como una un hechizo para retener, por supuesto.

– No, gracias -dije.

– ¿Por qué? -preguntó Paige-. ¿Por qué no crees? ¿O porque no quieres hacerlo?

– Hice lo que dije que haría. Me quedé. Escuché. Ahora me marcho.

Cuando estuve de pie, Ruth tocó mi brazo -Al menos di a tu líder lo que hemos dicho. Nos reunimos en dos días. Los delegados de las razas principales deberán hablar allí del problema. Nos gustaría que tu manada se uniera a nosotros. Aquí está mi tarjeta.

Me dio una tarjeta de visita. Casi esperé ver “Ruth Winterbourne, Hechizos y Pociones.” En cambio, era una tarjeta para “Diseños Winterbourne, Indumentaria de Encargo para Mujeres.” La dirección adjunta estaba en Massachusetts, decepcionante que no fuera Salem.

– Sí -dijo Ruth con una sonrisa-. Es una verdadera tarjeta de visita para un verdadero negocio. No dejan mucho dinero los maleficios en estos días.

– No…

– Pónlo en tu bolsillo y fingiremos que vas a tirarlo una vez que esté fuera de vista. Si llamas, usa mi número de teléfono celular. Nos dirigimos directamente de aquí a la reunión en Vermont. No sería demasiado lejos para conducir desde Nueva York si decides ir. Espero que lo hagas.

Mascullé algo evasivo, metí en el bolsillo la tarjeta, y me marché.

***

Más tarde, pasé algo de tiempo pensando en brujas con teorías de conspiración multimillonarias. El pensamiento de otros seres “sobrenaturales” me intrigaba, aunque yo lo encontrara difícil de creer. De acuerdo, escepticismo de alguien que cotidianamente se transformaba en un lobo puede parecer algo hipócrita, pero no podía evitarlo. Había sido un werewolf durante casi seis meses antes creer que efectivamente existían. Había cambiado formas, había visto a Jeremy cambiar, y aún así no lograba convencerme de que era verdadero. Mecanismos severos de negación. Tal vez era más fácil creer que los werewolves eran una aberración antigua de la naturaleza, de la forma en que algunas personas, yo misma incluida, creen que el universo contiene sólo un planeta poblado. El pensamiento de zombis y vampiros vagando por la tierra era demasiado extraño. Pero Ruth no había mencionado zombis o vampiros. Sólo había dicho brujas y… otras cosas. Yo podría creer en brujas. La idea de que algunas personas podrían controlar las energías de la tierra era mucho más fácil de aceptar que la idea que, supongamos, algunas personas pudiesen transformarse en lobos.

***

Cuando llegué a mi cuarto del hotel, el teléfono sonaba. Me quedé parada en la entrada, contemplando la posibilidad de una media vuelta rápida, luego me resigné a contestar. Además, podía no ser quién esperaba.

– ¡¿Qué demonios haces en Pittsburgh?! -rugió antes de que yo alcanzara a poner el receptor en mi oído. Busqué el botón de volumen del teléfono, pero no pude encontrarlo, y consideré “accidentalmente” golpear el aparato.

– Es agradable tener noticias tuyas, también, Clayton. Mi vuelo estuvo bien, gracias. ¿Cómo está Detroit?

– Más caliente que el Hades -refunfuñó él, su voz cansina del Sur resucitó cuando su voz dejó caer los decibelios hasta un nivel de no-romper-tímpanos-. Huele peor, también. ¿Por qué no me llamaste y dijiste que ibas a Pittsburgh?

– Porque habrías insistido en encontrarme aquí. No necesito…

– Demasiado tarde. Ya estoy haciendo las maletas.

– No necesito tu ayuda, y no necesito tu protección.

– ¿Y mi compañía, querida? Supongo que no necesitas eso tampoco.

– Dale un descanso. Sólo te marchaste ayer, y me reuniré contigo el lunes.

– Entonces puedo ahorrarte dos vuelos. Conduciré esta noche, y cuando hayas terminado allí, puedo traerte de vuelta a Detroit.

– No.

– Sólo trato de ser…

– Controlador, posesivo, sobreprotector.

– Te echo de menos.

– Buen intento. La respuesta todavía es no. Puedo manejar esto.

– ¿Qué exactamente estás manejando?

– Mañana te cuento -dije-. Después que hable con Jeremy.

– ¿Algo bueno?

– Tal vez.

– ¿Divertido? -preguntó.

– Definitivamente, posibilidades de caos.

– Vamos. Cuéntame.

– Más tarde.

– Bromista -gruñó.

– ¿Quieres oír la broma? -pregunté.

– Seguro, si me quieres en Pittsburgh en una hora.

– Es un viaje de seis horas.

– ¿Quieres apostar?

Continuamos así por un rato, cuarenta y cinco minutos, realmente. Antes de que termináramos conversación, Clay había consentido, de mala gana, en no seguirme a Pittsburgh. Tengo que confesar que desde habíamos estado juntos de nuevo, él realmente había estado trabajando en ser menos controlador, posesivo, y sobreprotector. No era que él se fuera y me dejara conducir una vida semi autónoma. Teníamos dormitorios separados, pero para lo que servía. Él todavía esperaba que yo estuviera con él las veinticuatro horas del día. Incluso lo de tener dormitorios separados era una broma. Tener mi propio cuarto sólo significaba que tenía un lugar para almacenar mis cosas. Dondequiera que yo durmiera, Clay dormía.

Como parte de mis propios esfuerzos para salvar la relación, tenía que admitir que esta cosa de andar juntos era la parte de la naturaleza de Clay. Mordido siendo un niño, había olvidado alguna vez haber sido el humano, y nada en sus experiencias posteriores lo había convencido de estarse perdiendo algo. Era más lobo que el humano. Acerca de la cosa de tener que estar juntos a toda hora, Clay sostendría que nunca verías a un lobo decir a su compañero que tenía que “alejarse por un tiempo” o que necesitase “algo de espacio personal.” Ellos forman uniones de por vida que parecían funcionar bien sólo después de una penosa terapia de parejas.

Clay y yo habíamos estado juntos casi doce años. Bueno, “juntos” era una leve exageración. Habíamos comenzado a salir hacía doce años, luego ocurrió lo de la mordida. Después de diez años de rebotar de acá para allá, me había quebrado y me había confesado que lo amaba y no podía vivir sin él, toda esa cosa romántica de los Harlequines. De todos modos, nuestra relación era difícilmente de la clase que algún Harlequín permitiría. Clay y yo éramos juntos como el fuego y calor intenso de la gasolina, increíbles fuegos artificiales, y, de vez en cuando, destrucción devastadora. Me había costado comprender que así era como éramos. No era una relación tranquila, estable, nunca lo sería, y, francamente, ninguno de nosotros quería eso. La domesticidad dichosa era para otra gente. Que nos den fuegos artificiales y explosiones, tanto de la variedad positiva como de la negativa, y éramos tan dichosos como podíamos serlo.

***

No pude dormir esa noche.

Yacía en la cama, contemplando el techo, rechazando la inquietud que me impedía cerrar los ojos.

Primero, estaba la cuestión de las brujas. ¿Eran brujas o no? De una u otra manera, no confiaba en sus motivos. Demasiado de lo que habían dicho no tenía sentido. Debería haber llamado a Jeremy tan pronto como había dejado el hotel. Él no iba a estar feliz cuando averiguara que yo había esperado un día entero para contarle. Al menos dos personas sabían que yo era un werewolf y yo no se lo había dicho ni a Clay ni a Jeremy. ¿Dónde infiernos estaba mi cabeza? ¿Debería llamar Jeremy ahora? Eran las 2:45 de la mañana. Mi vuelo salía a las 8:00. Esto podía esperar. ¿O no? ¿Debía?

Fui a dar una vuelta para aclarar mi cabeza. Trotar, quiero decir. Cambiar a lobo y correr por Pittsburgh podía ser divertido, pero no era, definitivamente, la clase de excitación que necesitaba. Me puse pantalones cortos y una camiseta, dejé mi cuarto del hotel, y seguí un laberinto de callejones hacia una zona industrial desierta. Las ciudades grandes no eran el lugar para trotar de noche. Cualquiera que viera a una mujer joven corriendo por Pittsburgh a las 3:00 de la mañana buscaría al tipo que la perseguía.

Había trotado aproximadamente un cuarto milla cuando comprendí que alguien me seguía. No era una gran sorpresa. Como dije, las mujeres jóvenes que hacen footing por la noche llaman la atención, por lo general a tipos de la clase incorrecta. Seguramente si algún tipo brincara sobre mí, podría cerrarlo de golpe contra la pared de ladrillo más cercana y habría un violador potencial menos en el mundo. Pero eso significaba un cuerpo que limpiar en una ciudad extraña. No sólo eso, pero no podía hacerlo. Puedo hablar sobre hacerlo, pero no soy del tipo que lo haga. Incluso si algún atracador me disparara un arma y tuviera que matarlo, lo lamentaría. Me preguntaría si acaso había reaccionado de manera exagerada, si tal vez este fuera la primera ofensa del tipo y un buen susto lo habría puesto en vereda, si acaso él tenía una esposa y niños en casa y sólo quería unos dólares para comida. Mejor evitar entrar en una situación donde tal acción podría ser necesaria. Los lobos salvajes sobrevivían evitando la confrontación con los humanos. Los werewolves listos hacían lo mismo.

Cuando oí pasos suaves corriendo cerca, primero me aseguré que no era una coincidencia. Giré en las tres calles siguientes y di vueltas alrededor de donde había estado. Los pasos siguieron. Después me puse a favor del viento y comprobé el olor, por si fuera otro werewolf. Como la única werewolf femenina en un país con docenas de machos, era considerada un trofeo. El hecho de que mi amante era el werewolf más temido y odiado por los alrededores sólo se añadía a mi valor. Si los callejeros no querían follarme, querían joder a Clay y la posibilidad para hacer ambas cosas al mismo tiempo era más de lo que algunos podían resistir. Aunque no sabía de ningún callejero en el área de Pittsburgh, ellos eran un grupo nómada y mis expedientes estaban siempre retrasados.

Mi perseguidor no era un callejero. Los werewolves tienen un olor subyacente distinto y este tipo no lo tenía. Era un hombre. Además de eso, su olor no me entregaba mucho para seguir. No usaba loción para después de afeitar. Un poco de olor de cuerpo, como si su desodorante hubiera alcanzado su límite de tiempo. Por otra parte, era limpio. Muy limpio. No esperaba esto de un violador o atracador. Sí, sé que no todos los degenerados son vagabundos desaliñados, sin afeitar. La mayoría no lo es. Pero tampoco son, por lo general, fanáticos de la higiene. Mi curiosidad se despertó, y decidí conseguir una mirada a mi cazador.

Todavía impaciente por evitar la confrontación, intenté obtener una mirada desde lejos. Para encontrarlo, me detuve en medio de la calle vacía, me incliné, y até de nuevo mis zapatos. Entonces refunfuñé bajo mi aliento, maldiciéndolos por haberse deshecho, y los rehice. Hacia el tercer nudo, el tipo-cazador se detuvo, probablemente maldiciéndome por detenerme en el medio de la calle en vez de en alguna esquina sombreada y agradable. Se inclinó en su esquina, ocultándose lejos del aspecto borroso de movimiento que todavía había en la otra calle. Se escondía en el nicho de un edificio a mi izquierda.

Enderezándome, me lancé a hacer flexiones con el tendón de la corva. A mitad de camino de hacer el segundo grupo de flexiones, me eché a correr. Corriendo a todo lo que podía, me metí en el callejón junto al edificio donde mi cazador se escondía. Cuando él corrió después de mí, yo estaba detrás del edificio adyacente. Me paré en una entrada trasera y escudriñé los alrededores. Unos metros a mi izquierda, vi lo que quería. Algo oscuro y parecido a un misil. Media docena de botellas de cerveza estaba dispersada alrededor de la puerta. Agarrando la más cercana, la lancé por el callejón trasero. Se estrelló en algún lugar detrás del siguiente edificio. Por suerte, mi cazador no era sordo. Cuando alcanzo el final del callejón del lado, dio vuelta hacia ruido y se dirigió en aquella dirección, alejándose de mí.

Manteniéndome en las sombras, miré al hombre cuando se alejó. 1.80 o 1.85 de alto. Peso medio. Vestido con pantalones oscuros y chaqueta. Una especie de sombrero. ¿Gorra de béisbol? Él redujo la marcha, hizo una pausa, observando el entorno. Entonces él se puso boca abajo sobre el suelo y se arrastró lentamente, con la cabeza moviéndose de un lado al otro, como un francotirador que se arrastra por la selva. Algo pendía de su mano. Un arma. Un arma grande. Bien, Elena. Estás siendo acechada a través de Pittsburgh por un veterano de Vietnam armado. Esto es lo que conseguí por mirar Pelotón con Clay la semana pasada. El tipo probablemente llevaba una botella de Turquía Salvaje.

Pegándome cerca de la pared, yo deslicé hacia mi cazador. La luz de una ampolleta desnuda destellaba sobre lo que él sostenía en la mano. Definitivamente un arma. Entrecerré los ojos para conseguir una mejor vista de su equipo. Llevaba puesto un pantalón militar negro. De acuerdo, ya basta de flashbacks de Pelotón. Los pantalones militares no venían en negro, al menos no creía que lo hicieran. El tipo llevaba puestos pantalones holgados negros, una chaqueta igualmente holgada, una gorra oscura, y botas oscuras y gruesas.

Se detuvo. Me aplasté contra la pared y esperé. Tirando de su gorra con una mano, rascó su cabeza con la otra. En el silencio de la noche, sus uñas rasparon su pelo corto. Pelo muy corto. Como corte militar. Manteniendo su gorra lejos, tomó algo de su bolsillo, chasqueó su muñeca, y lo levantó a su oído.

– ¿Ella salió del camino? -murmuró por la radio. Asumí que era una radio porque no lo vi apretar ningún número de teléfono-. Sí… no. Ella debió haberme visto. Se asustó y corrió. Me pilló con la guardia baja… sí… no, no. No noté eso. No es difícil perder un lobo aquí fuera.

¿Lobo? ¿Dijo él lobo?

Realmente, este no era mi día.

HOUDINI

– No -dijo mi cazador por su radio – ¿Qué?… Sí. Probablemente. ¿Vas a controlar a Tucker?… Nah, caminaré. Dile a Pierce que se devuelva… ¿Sí? Bien, no es tan lejos… Mándalos en pareja.

Guardó la radio en su bolsillo. Luego levantó su arma e hizo algo para volverla más pequeña, dobló el barril o desatornilló algo. Hey, soy canadiense. No conozco las armas de la calle. De alguna manera hizo que el arma quedara de la mitad de su tamaño, levantó la chaqueta, y la puso en una pistolera.

Seguí al tipo-cazador por la calle. Allí se encontró con un segundo hombre, también vestido con un traje entero estilo ladrón/gótico. Ambos se quitaron sus gorras y las metieron en una mochila plegable. Luego se desabrocharon las chaquetas, intentando verse tan normal como era posible sin revelar las armas. Se dirigieron hacia el este. Los seguí.

Por la tercera vuelta, ya sabía donde iban. Estábamos todavía a una media milla de distancia, pero ya lo sabía. Tal como esperaba, caminaron tres bloques, doblaron a la izquierda, caminaron una calle recta, avanzaron frente a tres bloques más, y terminaron delante del hotel donde yo me había reunido con las Winterbournes esa tarde. De modo que mi preocupación por hombres armados escondidos en el cuarto de hotel de las Winterbournes no había sido tan paranoide después de todo. Sólo que en vez de tener sus cohortes lanzándose sobre mí allí, habían esperado a ir tras de mí bajo la cubierta de la noche.

Esperé a que los hombres se metieran directamente en el vestíbulo delantero. Cuando no lo hicieron me sorprendí, y luego comprendí que dos tipos vestidos de negro caminando por el vestíbulo de un hotel caro a las 4:00 de la mañana harían enarcarse unas cuantas cejas… y algunas alarmas. Invitados o no, tomaban la ruta trasera. Rodearon hasta llegar a una puerta lateral. Mi cazador se apoyó contra la pared, bloqueando mi visión, mientras su amigo tocaba el llamador. Pasaron dos minutos. Entonces la puerta se abrió y se deslizaron dentro. Conté hasta veinte y fui tras ellos.

Los dos hombres tomaron la escalera. Subieron al cuarto piso, abrieron la puerta de salida, y miraron detenidamente. Después de unos momentos de discusión, el compañero de mi cazador se deslizó hacia el pasillo, abandonando al tipo-cazador en el hueco de la escalera.

Ahora, tenía un dilema. Desde mi ventajosa posición debajo del cazador, no podía ver nada, no a él y ciertamente no a su compañero, aunque la puerta estaba abierta. Tenía sólo una opción. Cuando yo había entrado con Paige, había notado un segundo juego de escaleras al lado opuesto del vestíbulo. Podría salir al tercer piso, encontrar la escalera alterna, subir al quinto, y dar la vuelta por atrás de la escalera. Desde los escalones de encima, sería capaz de ver. Aún más, el cazador probablemente esperaría algún peligro desde abajo, alguien subiendo desde el nivel inferior. Por otra parte, el plan también significaba que yo sería incapaz de oír y oler durante al menos unos minutos. ¿Era mejor quedarse desde dónde podía usar esos dos sentidos? Mientras más esperaba, más arriesgado sería al marcharse. Me arrastré por la escalera hacia el tercer piso.

Rodear no era un problema. Las salidas estaban marcadas a cada final del pasillo. Volví al primer hueco de la escalera, me quité los zapatos, me deslicé por la puerta del quinto piso, y bajé la escalera hasta que estuve media docena de pasos de aterrizar sobre el cuarto suelo, donde el tipo-cazador esperaba. Deslizando mis zapatos de vuelta, me puse en cuclillas para mirar detenidamente a través del pasamano. Perfecto. Ahora tenía el sonido, el olor, y la vista. El compañero de mi cazador estaba frente al cuarto 406. Las Winterbournes. Estaba en cuclillas frente a la puerta, eligiendo algunos instrumentos de para abrir cerraduras. De modo que no habían sido invitados. Tal vez las Winterbournes había estado diciendo la verdad sobre estar en peligro. Al menos, diciendo a la verdad sobre ellas estando en peligro. ¿Y yo? Bien, yo no habría estado en Pittsburgh si no fuera por ellas, ¿verdad? De alguna manera dudaba de que estos milicianos hubiesen estado acechándome esta noche si yo me hubiera quedado en casa. Si las Winterbournes eran cómplices en esto, todavía podría culparlas de ello. Cuestión afortunada, porque definitivamente quería culparlas de algo.

El tipo-cazador se balanceó desde sus talones a los dedos del pie, refunfuñando por lo bajo. En el pasillo, su compañero limpiaba su cara sudorosa en su hombro. Se paró, se estiró, y se puso en cuclillas otra vez. Varias veces intentó mover la manija, luego se giraba hacia su compañero y sacudía la cabeza. Finalmente mi cazador lo llamó que volviera. Yo subí rápidamente tres escalones, quedando fuera de visión. Entraron en el hueco de la escalera y cerraron la puerta.

– No vayas -dijo el tipo de la cerradura-. No lo consigo. Estoy seguro que hice reventar la cerradura, pero no se abre.

– ¿Cerrojo muerto?

El tipo de la cerradura sacudió la cabeza-.Comprobé el lugar esta mañana. Cerraduras y claves pasadas de moda.

– Llama a Tucker. Vi un teléfono público afuera. Línea de tierra. Esperaré aquí.

El tipo de la cerradura trotó hacia abajo por la escalera. Cuando la puerta de la primera planta se balanceó y cerró detrás de él, oí otra puerta que se abría, en el cuarto piso. El tipo-cazador abrió la salida para mirar el pasillo. De pronto hizo ruido profundo con la garganta, una sonrisita sofocada. Bajé unos pocos escalones, me puse en cuclillas otra vez, y miré la rendija de la puerta.

Paige Winterbourne estaba de pie en el pasillo, con los brazos cruzados a través del pecho, vestida con una blusa camisera de seda verde y un abrigo en combinación. Frunciendo el ceño, contempló el pasillo. Entonces se detuvo y contempló la salida donde nos escondíamos. Aunque la puerta estuviera abierta sólo un par de pulgadas, debió haber visto la luz o la sombra a través de ella. Cuando miró, el tipo-cazador vaciló, sosteniendo la manija, lista apara cerrarla. Si ella hubiera vuelto a su cuarto para llamar a seguridad, él se habría escapado. Pero no lo hizo. Estrechó los ojos y avanzó hacia nosotros. Otro cliché de película de horror. ¿Cuándo la estúpida e ingenua chica oye un golpe en la noche, se retira a un lugar seguro y telefonea por ayuda? Por supuesto que no. Tiene que ver lo que hay detrás de esa puerta abierta. Todo lo que Paige necesitaba ahora era perder el negligé, entonces podría correr desnuda y gritar pro el pasillo cuando abriera del todo la puerta y encontrara al asesino que estaba al acecho detrás.

El tipo-cazador rompió el guión. En vez de esperar a que Paige abriera la puerta, sacó su arma. Luego empujó y abrió la puerta otro poco y levantó el arma hasta la rendija de la puerta. El año pasado, yo había visto a una mujer inocente asesinada a tiros por mi culpa. Si Paige era inocente o no era una materia de debate, pero dudaba que mereciera ser asesinada en un vestíbulo de hotel. Salté sobre el pasamano y aterricé detrás del hombre. Él se cayó hacia adelante. Agarré su cabeza y giré su cuello. La más simple, suave, y limpia forma de matanza.

Mientras el dejaba caer el rostro primero hacia el suelo, alcé la vista para ver Paige sostener la puerta abierta y mirar fijamente.

– Monta guardia -dije-. ¿Está abierto tu cuarto?

– ¿Mi…? Umm, sí.

Levanté al muerto sobre mi hombro y pasé por delante de ella hacia el pasillo-.Dije que montaras guardia. Él no estaba solo.

– Donde estás ah, espera. ¿Mi cuarto? No puedes ponerlo… -Ella se detuvo-. Llévalo a la suite al lado de la nuestra. Está vacía.

– Tanto mejor.

– Puedo abrir la puerta con un hechizo -dijo ella.

Se apuró por vestíbulo, pasando junto a mí, murmurando palabras en un idioma extranjero. Mientras ella hablaba, cubrí mi mano con mi camiseta, la alcé, y rompí la manija del cuarto vacío.

– Vuelve corriendo y trae el arma -dije-. Luego despierta a tu tía y tráela aquí.

Paige vaciló, como una reacción refleja contra aceptar órdenes. Pareció pensar mejor acerca de discutir e hizo una pausa sólo un segundo antes de trotar ligeramente hacia el hueco de la escalera. Arrastré al muerto al cuarto de baño, cerré la puerta, y comprobé sus bolsillos buscando una ID. Nada. Ver la radio en su bolsillo me recordó que había un segundo hombre armado, y Paige y su tía se tomaban su tiempo evacuando su cuarto.

Abrí la puerta de cuarto de baño cuando ellas entraban en el cuarto vacante. Paige todavía llevaba puesta su blusa camisera y el abrigo. La bata larga de Ruth cubría su ropa de dormir. Ambas llevaban un cambio de ropa y sus bolsos, y Paige tenía el arma.

– Buena idea -dije-. ¿Están todas sus ID allí?

– No tiene sentido abandonar cualquier pista si logran forzar la entrada -dijo Paige-. Si tenemos que hacerlo, podemos dejar el resto de las cosas atrás.

– Paige me dijo lo que pasó -dijo Ruth-. Estamos muy agradecidas. También muy impresionadas. Tienes unos reflejos excelentes.

– Clases de defensa personal -dije.

– ¿Todavía no admites la cosa werewolf? -preguntó Paige.

Caminé hacia el cuarto de baño y sostuve la puerta abierta-. ¿Alguna de ustedes había este tipo antes? No toquen nada. Los policías quitarán el polvo buscando huellas.

– ¿Policías? -repitió Paige.

– Sí, policías. ¿Quiénes crees que manejarán la investigación del asesinato? ¿La seguridad del hotel?

– ¿Asesinato? ¿Quieres decir que él está muerto?

– No. Descansa cómodamente -dije-. La gente siempre duerme mejor con sus cabezas en un ángulo de noventa grados. Parece cómodo, ¿verdad?

– No hay necesidad del sarcasmo -dijo Paige fuertemente-. Tal vez tú estás acostumbrada a transportar cadáveres, pero yo no.

– Una vida segura. ¿Se supone que eres una bruja y nunca has tenido que matar a nadie?

La voz de Paige se apretó aún más-.Usamos métodos alternos de defensa.

– ¿Como qué? ¿Hacer hechizos para que sus atacantes tengan pensamientos felices? ¿Convertir sus armas en flores? ¿Paz y amor por todos?

– Yo habría usado un hechizo para atraparlo -dijo Paige-. Mantener al tipo vivo para luego interrogarlo. Wow. Esa es una idea novedosa. Si no lo hubieras matado, tal vez podríamos haber hablado con él.

– Oh, eso es cierto. Los hechizos para atrapar ultraeficientes de Paige. Te diré algo. La próxima vez que vea a un tipo apuntarte con un arma, te dejaré hacer las cosas a tu manera. Comienza tu invocación y ve si puedes terminar antes de que él te mate a tiros. ¿Es un trato?

Paige levantó el arma, la abrió, quitó un dardo de tranquilizante, y lo sostuvo -Nadie quería matarme.

– ¿Está seguro de eso? -preguntó una voz masculina.

Paige y yo brincamos. Incluso Ruth alzó la vista, asustada. En la esquina del dormitorio había un hombre vestido con el mismo traje negro que el muerto en el suelo. Era de altura y peso medios, con pelo castaño, pero no corto al estilo militar. Sólo un rasgo distinguible, una cicatriz fina que recorría desde la frente hasta la nariz me aseguraba que nunca había visto a este hombre antes. Eché un vistazo hacia la puerta del pasillo. Todavía estaba cerrada y con llave. La muda de ropa de Paige estaba colgada de ella. Entonces, ¿Cómo había entrado este tipo?

– Me alegra oír que no habrías matado al pobre Mark -dijo el hombre, sentándose en el borde de la cama, estirando las piernas y cruzando los tobillos-. Muy deportivo de tu parte. Supongo que lo que se dice de las brujas es verdadero. Tan desinteresadas, tan preocupadas por otros, tan increíblemente ingenuas.

Caminé hacia él.

– ¡No lo hagas! -silbó Paige.

– ¿Esta es el werewolf? -El hombre giró sus sucios ojos marrones hacia mí, en un vistazo lleno de satisfacción -. Mejor de lo que esperé. ¿Así pues, vienes, chica-lobo? ¿O tienes cosas físicas que hacer? -su sonrisa satisfecha se ensanchó.

Eché un vistazo a Paige y Ruth.

– Oh, ellas vienen también -dijo el hombre-. Pero no estoy preocupado por ellas. Sólo brujas, tú sabes. Harán lo que les digan que hagan.

Paige hizo ruido con su garganta, pero Ruth puso una mano refrenándola en su brazo.

– De modo que, ¿Nos secuestras? -Pregunté.

El hombre bostezó-. Eso parece, ¿verdad?

– ¿Qué significa esto para ti? -preguntó Paige.

– ¿Veamos? -El hombre me miró-. Esto son brujas para ti. Me hacen sentir culpable. Apelan a mi lado más amable, más suave. Lo cual podría funcionar, si yo tuviera uno, claro.

– ¿Entonces trabajas para Ty Winsloe? -dije.

– Oh, vamos, señoras. Y tanto como me gustaría charlar acerca de mis motivaciones y las posibilidades de los Yanquees en la Serie Mundial…

Embestí contra él, saltando los cinco pies entre nosotros. Mis manos sobresalieron, listas para agarrarlo por el pecho y volcarlo hacia atrás. Pero no lo hicieron. En cambio, golpeé el aire vacío y caí en la cama, enroscándome rápidamente y girándome antes del contraataque. Pero no vino. Giré para ver al hombre apoyarse en la puerta del dormitorio, con la misma expresión aburrida en su cara.

– ¿Es lo mejor que puedes hacer? -suspiró-. Gran desilusión.

Avancé hacia él, lentamente, con los ojos fijos en él. Cuando estuve lo bastante cerca para oír el latido de su corazón, me detuve. Él sonrió abiertamente otra vez y sus ojos chispearon con anticipación infantil, como un niño impaciente por comenzar un juego. Su garganta palpitó, palabras moviéndose hacia su boca. Antes de que él pudiera decir algo, balanceé mi pie derecho, enganché sus piernas, y tiré. Él cayó hacia atrás. Entonces desapareció, por un segundo cayéndose hacia atrás como un ladrillo, y al siguiente – no estaba allí. Simplemente no estaba.

– Inteligente -dijo él desde algún sitio detrás de mí.

Giré para verlo de pie en el cuarto de baño por junto al cadáver.

– Eres buena en esto-dijo él, una sonrisa iluminando sus ojos-. Me encantaría darte otra oportunidad, pero mis compatriotas ya están en camino. No puedo dejarles encontrarme jugando con el enemigo. No lo entenderían. Humanos.

Él se inclinó para coger el arma con el tranquilizante que Paige había dejado caer. Los labios de Ruth se movieron. El hombre se detuvo a mitad de alcanzarla, sus brazos podrían haberse flexionado y tocado el metal. Pero su mano no se movió.

– ¡Avancen! -dijo Ruth, tomando su monedero desde el suelo-. Esto no durará.

Paige corrió a través del cuarto, agarró mi brazo, y me arrastró hacia la puerta. Me sacudí y me volví hacia el hombre. Él estaba inmovilizado. No importaba si no durara. No necesitaba mucho tiempo. Avancé hacia él. Paige agarró mi brazo otra vez.

– ¡No hay tiempo! -dijo-. Él podría romperlo en cualquier segundo.

– Vete -dije.

– No -dijo Ruth.

Juntas me empujaron hacia puerta. Resistí, pero estaban claro que no irían a ninguna parte sin mí, y yo no tenía ningún interés en arriesgar la vida de nadie, incluida la mía. De modo que corrí hacía la escalera. Ellas me siguieron.

Habíamos bajado casi dos tramos de escaleras cuando oí sonido de pasos subiendo al fondo. Giré y empujé a Paige hacia atrás. Mientras corríamos a la salida del tercer piso, alguien gritó desde abajo. El sonido de pasos se volvió un rápido latido cuando se dirigieron hacia arriba tras nosotras.

Pasé por delante de Ruth y Paige y las conduje por el pasillo hacia la escalera de enfrente. Nuestros perseguidores estaban ya en el tercer piso cuando nos escapamos por la otra puerta. Hacia abajo por las escaleras. La salida de emergencia de la primera planta. Las alarmas resonaron.

Paige se dio vuelta hacia el norte. Agarré su brazo y la tiré hacia atrás.

– Esa es la calle -siseé, empujándola delante de mí cuando nos dirigimos al sur.

– Ellos no nos matarán a tiros delante de la gente -dijo detrás de mí.

– ¿Quieres apostar? ¿Cuánta gente crees que habrá ahí a las cuatro treinta de la mañana?

– Sólo corre -dijo Ruth-. Por favor.

Las alarmas parecieron alentar a los hombres. Tal vez alguien los detuvo. Yo no lo sabía y no me preocupaba. Todo lo que importaba era que corrimos hasta el final sur del callejón, giramos al Oeste, y estábamos a mitad de camino ese callejón antes de que pudiera oír a nuestros perseguidores saliendo del hotel, ladrando órdenes. El callejón Oeste se acabó. Nuestras opciones eran: el sur a un callejón sin salida o el norte hacia la calle. Con Ruth y Paige vestidas con camisones de noche, no estaba segura de que correr en dirección a la posible seguridad de la calle era una buena idea. Pero “el callejón sin salida” tenía una apariencia realmente siniestra. Entonces giré al norte y seguí corriendo. Realmente, “correr” era una exageración. Llámenlo un trote rápido. Mientras Paige lograba mantenerse a mi lado, obligar a su tía ya entrada en años a correr a mi paso normal habría sido tanto una sentencia de muerte como abandonarla allí.

Al salir a la calle, topamos con un callejón estrecho que iba hacia el Oeste y viré por él. Los hombres estaban rodeando ahora la esquina norte, su respiración pesada como el aullido de sabuesos tras nuestros talones. Me alegré de que Ruth y Paige no pudiesen oírlo. Delante, un contenedor de basura bloqueaba la ruta Oeste. Podía ver una vuelta al sur y supuse que había una vuelta hacia el norte también. No había. Peor aún, la bifurcación hacia el sur terminaba en una pared de 3 metros.

– Sobre el contenedor -susurré-. Brincaré y las levantaré.

Ruth sacudió la cabeza -Allí abajo -respiró con dificultad, señalando al sur.

– Pero no hay…

– Esconderse -dijo.

Bizqueé hacia el callejón oscuro. No había ninguna cubierta allí, aparte de sombras. Me di vuelta hacia Ruth para decirle, pero vi su cara. Estaba carmesí, su pecho elevándose, cada respiración la hacía estremecerse. No podía ir más lejos.

Asintiendo con la cabeza, las conduje hacia el callejón del sur e hice señas para que nos quedáramos de pie contra la pared Oeste, donde las sombras eran más profundas. Puse a Ruth, con su camisón de noche amarillo pálido, en el lugar más alejado, cubierta por Paige y pro mí. Eso no ayudaría. Ellos nos verían. Un vistazo por este callejón y estaríamos atrapadas. Todo que yo podía hacer ahora era prepararme para confrontarlos.

Apenas nos habíamos colocado en las sombras cuando tres hombres hicieron un alto delante del contenedor. Uno era el tipo de la cerradura, el otro era el Houdini del cuarto del hotel, y el tercero era otro clon de estilo militar.

– No te muevas -susurró Paige, tocando mi brazo.

No creí que eso ayudara, pero si las hacía sentirse mejor, me quedaría quieta hasta fuéramos descubiertas. Los hombres miraron el contenedor, luego echaron un vistazo hacia el callejón del sur, demasiado rápido para vernos. El tipo de la cerradura caminó desde un lado del contenedor al otro.

– Bloqueado -dijo-. No hay otro camino aparte de saltar.

– ¿Con una señora vieja? -dijo el tipo nuevo-. De ninguna manera.

El Houdini se apoyó contra la pared de ladrillo del norte, tomó un cigarrillo de su bolsillo, y prendió una cerilla La llama iluminó su rostro durante un segundo, luego chisporroteó en la oscuridad. Chupó una calada mientras los dos tipos militares discutían sobre la probabilidad de que hubiésemos escalado el contenedor. ¡Hola! Estábamos a 6 metros de distancia, a casi plena vista. Pero nadie dijo que los militares eran reclutados por sus cerebros. Además, mientras más miraba a estos tipos, más dudaba de que actuaran bajo los auspicios de cualquier ala de la milicia estadounidense. Entonces, ¿Qué era ellos? ¿Militares jubilados tal vez? Más probablemente militares descartados. O esos grupos de milicia que aparecen con frecuencia alarmante en los noticiarios americanos. No importaba. Brillantes, no eran.

Cuando me volvía hacia Houdini, él me miró directamente. Sabía exactamente donde estábamos. ¿Por qué no se lo decía a sus compañeros? Porque quería que sudáramos. La extensión del juego del gato y el ratón. Levantó el cigarrillo e inhaló. La ascua roja brilló en la noche, luego cayó, parpadeando en la oscuridad antes de tocar la tierra en una cascada de chispas. Cuando caminó hacia el callejón del sur, me tensé y contuve el aliento. Sus ojos exploraron el callejón, sobre nosotras pero no en nosotras. Tierno. Fingía no poder vernos. Tranquilizarnos con un sentido falso de seguridad. Bastardo sádico. Contuve mi aliento y me preparé para el ataque.

REUNIÓN

Houdini caminó hasta quedar a menos de un pie de mí, miró la pared de enfrente, luego giró su mirada hacia donde estaba yo. Aquí esta vamos. Se tomaba su agradable tiempo, pretendiendo no verme. Entonces, de pronto, encontraría mis ojos y bingo, disfrutaría con el miedo que esperaba ver allí. Apreté los dientes mientras su cabeza se giraba hacia la mía. Pero su mirada se siguió moviendo, directamente sobre mi cara, sus ojos no parpadeaban. Gruñó. Un músculo bajo su cicatriz hizo un espasmo. Se dio vuelta hacia la pared al final del callejón y alzó la vista. Entonces desapareció. Un crujido de papel hizo erupción al otro lado de la pared. Una maldición. Entonces estuvo de vuelta, caminando a zancadas hacia los imbéciles militares.

– Basura quieta al otro lado de la pared -dijo-. No tomaron ese camino. Sobre el contenedor o ustedes, chico, dieron una vuelta incorrecta. Comprobaré al otro lado del contenedor, pero apuesto por esto último. Humanos.

Sus compañeros comenzaron a refunfuñar, pero Houdini había desaparecido ya. Un minuto más tarde volvió.

– Charcos -dijo-. Sin pistas mojadas que conduzcan a ellas. Lo jodieron.

El tipo de la cerradura lo fulminó con la mirada-. ¿Si eres tan gran rastreador, por qué no tomaste la delantera?

– No es mi trabajo -dijo Houdini, caminando al este por el callejón-. Soy un operativo especial.

– Así es -dijo el tipo de la cerradura detrás de él-. Tienes súper poderes. Entonces deberías haber sido capaz de lanzarte en un destello hacia la salida de hotel antes de que se escaparan. Oh, lo lamento. Lo olvidé. No tienes ese poder, ¿verdad?

Houdini no se dio la vuelta, sólo extendió su dedo medio en el aire y siguió andando. El tipo de la cerradura echó un vistazo al contenedor otra vez, luego miró detenidamente el callejón del sur. A menos que fuera ciego de noche, debería habernos visto. Pero no lo hizo. Bufó algo al tercer hombre y salieron después de Houdini.

Cuando estaban fuera del alcance del oído, Ruth se inclinó hacia mí y susurró -Hechizo de Cobertura. Lo habría mencionado, pero no había el tiempo.

Escuché los pasos retirándose, esperando hasta que se hubieran ido, luego me giré hacia ella -Funcionó, pero no creo que tengas algo un poco más inhabilitante en ese bolso de bromas, por si vuelven.

Ruth se rió entre dientes -Lo lamento. Nuestra magia está diseñada para la defensa, no la ofensiva.

– Tenemos algunos encantamientos agresivos -dijo Paige-. Pero llevan tiempo para prepararse.

La boca de Ruth se apretó-.No los usamos. No es nuestra forma de hacer las cosas.

Recordé lo que Houdini dijo sobre las brujas. Personalmente, prefiero detener a mis atacantes permanentemente, pero las brujas parecían tener una filosofía diferente.

Pensando en Houdini, tuve que preguntar, -¿Qué era ese tipo?

– Medio demonio con capacidades de teletransportación -dijo Paige-. En un rango limitado, probablemente no más de 2 a 5 metros. Descendiente de un demonio menor, de ahí la energía diluida. Mi conjetura es que es lo mejor que Winsloe y su hatajo tiene. Es por eso que quieren especimenes mejores.

– ¿Especimenes? -dije.

– Lo explicaremos en la reunión -dijo Ruth-. Ahora mismo tenemos que encontrar algún lugar seguro.

– Puedo meternos en el contenedor -dije-. Es sucio, pero más seguro que volver al hotel.

Ruth asintió con la cabeza y nos apresuramos por el callejón. Saltar al contenedor no era la ruta más agradable, pero era bastante fácil. Un salto de tres metros no era nada para un werewolf. Tampoco el subir a dos mujeres de talla media. El hedor era lo peor de todo, lo suficiente para hacerme perder el apetito, lo cual era una hazaña en sí mismo. Nos bajamos por el otro lado sin oír ningún sonido desde el otro callejón. Nuestros perseguidores se habían ido.

Una vez fuera del contenedor, seguí mi nariz hacia una tienda de rosquillas abierta durante toda la noche. Logramos movernos sigilosamente por el aparcamiento y escabullirnos en los servicios sin llamar la atención. Compré café y rosquillas y los llevé a los servicios donde Paige y Ruth se limpiaban. Mientras ellas comieron, me moví sigilosamente por la puerta con el cartel “sólo empleados” y asalté los armarios de ropa del personal. No estaba segura de lo que encontraría, pero algo tenía que ser mejor que los camisones de noche, de modo que agarré lo que encontré y lo llevé al cuarto de baño. Estuvimos de acuerdo en que era el momento para separarnos.

– Ten cuidado -dijo Ruth cuando me dispuse a marcharme-. Mira sobre tu espalda y ve directamente al aeropuerto. Te veremos en la reunión.

Vacilé, no queriendo dar la impresión de que por juntarme con ellas esa tarde, yo estaba lista para unirme a su reunión, pero Ruth había dado vuelta ya y había comenzado a dirigirse a Paige. Entonces murmuré mis adioses y me marché.

***

Volví a mi hotel y dije al recepcionista que había ido a hacer un poco de jogging mañanero y había dejado mi llave de tarjeta arriba. Me escoltó hasta mi cuarto, lo abrió, y esperó mientras pretendía buscar la llave de tarjeta, aunque, realmente, estaba comprobando si había invitados escondidos. Una vez que se marchó, agarré mis cosas, salí, tomé un taxi al aeropuerto, y llamé a Jeremy.

***

Cuando hablé con Jeremy, mi cerebro estaba agotado. Mientras había estado corriendo y preocupándome por el escape, no había tenido tiempo de pensar acerca de lo que veía. Ahora tenía demasiado tiempo, y mi mente tomó plena ventaja de eso. Brujas y hechizos para retener. Demonios que se teletransportan y hombres de milicia armados. Pistolas con tranquilizantes y proyectos de secuestro. ¿Dónde habían quedado los viejos y buenos días cuándo todo de lo que tenía que preocuparme era algunos callejeros enloquecidos? Werewolves, esos sí podía manejarlos. ¿Pero esto? ¿Qué demonios era esto?

Le conté entrecortadamente toda la historia a Jeremy en un aluvión precipitado y semi coherente de palabras, agradecida de que había encontrado una cabina telefónica privada y no tenía que preocuparme acerca de lo que decía. Jeremy esperó hasta que hube terminado, hizo una pausa para asegurarse de que no diría más, y luego -Eso no suena bien.

Tuve que reírme. Cuando lo hice, sentí que la tensión de mi cuello y hombros se liberaba, y me relajé por primera vez ese día. Típico de Jeremy. Maestro de las declaraciones incompletas. Yo podría haberle dicho que una cabeza nuclear se había escapado de Rusia y se dirigía hacia Nueva York y él habría dicho la misma cosa, con el mismo tono tranquilo y sereno.

– Y no -dije- no he estado bebiendo o ingiriendo narcóticos ilegales.

Él se rió entre dientes -Te creo. ¿Dónde estás ahora?

– En el aeropuerto.

– Bueno. No vueles a Syracuse. Compra un boleto a Buffalo y ten cuidado con espectadores curiosos. Te encontraré en el aeropuerto.

***

Cuando mi avión aterrizó, me había relajado lo suficiente para sentirme bastante tonta acerca de llamar a Jeremy al borde del pánico y hacerlo conducir casi tres horas a Buffalo. Debía haber una explicación lógica, no sobrenatural, para lo que había visto la noche anterior. No sabía cual podría ser, pero estaba segura que esto existía.

Cuando la muchedumbre de pasajeros que desembarcaban me condujo al área de espera, observé las cabezas buscando a Jeremy y lo descubrí inmediatamente. Con 1, 87 metros de estatura, Jeremy podía no ser el tipo más alto en el lugar, pero, por lo general, tenía unos cuantos centímetros más que sus vecinos, lo bastante altos para mí como para vislumbrar unos ojos negros enmarcados por un par de cejas negras y arqueadas y unas mechas a las que les hacía falta un buen corte. Cuando él se dignó dejarme cortar su pelo por última vez, había notado los primeros hilos de blanco. No era sorprendente, considerando que Jeremy tenía cincuenta y dos años. Envejecíamos lento, Jeremy parecía, como mucho, en la mitad de la treintena, y, probablemente, menos todavía, si no fuera por el poco color gris, pero lo embromaba despiadadamente. Con Jeremy, valía la pena aprovecharse de cualquier defecto. No tenía suficientes de ellos.

Cuando finalmente él me vio, sus labios se curvaron en la más desnuda de las sonrisas, entonces saludó con la cabeza y esperó que me acercara. Típico.

– De acuerdo -dije cuando llegué a su lado-. Dime que reaccioné de manera exagerada.

Él tomó mi bolso-.Ciertamente no. Mucho mejor que no hacer caso de ello y, digamos, no llamarme tan pronto como encontraste a esas mujeres.

– Lo lamento.

Él desestimó la disculpa-.Estamos en ellos ahora. Nos dirigimos directamente a Vermont. He empaquetado nuestros bolsos. No parece sabio volver a Stonehaven hasta que sepamos más sobre esta amenaza.

– ¿Entonces vamos a la reunión?

– No tenemos muchas opciones. Estas bru-mujeres parecen tener todas las respuestas.

– ¿Entonces conseguiremos información de ellas, no nos uniremos a ellas?

Jeremy se rió entre dientes-.Pareces aliviada. No te preocupes, Elena. La Manada no necesita ninguna ayuda externa.

– Traté de llamar a Clay desde el aeropuerto, pero no estaba. Dejé un mensaje diciéndole que necesitábamos hablar con él. ¿Debería tratar de contactarlo ahora?

– Él vio tu mensaje y llamó a casa. Le expliqué lo que pasó. Creo que es mejor si no se nos une para esta reunión. En cierta medida, dudo que tuviera su mejor comportamiento.

– Puedo verlo ahora. Meterse a la fuerza en la reunión, exigir respuestas, y amenazar con lanzar a alguien por la ventana más cercana si las respuestas no vienen lo suficientemente rápido. Y sería su mejor comportamiento.

– Exactamente. No es el tipo de entrada que tenía en mente. De modo que minimicé el peligro y le dije que tú y yo podríamos manejarlo. Lo mantendré al día, y si las cosas se ponen difíciles, él puede unirse a nosotros.

– ¿Y que pasa con Nick y Antonio? Estarán en Europa durante otras dos semanas.

– Tres -dijo-. Telefoneé y le dije a Tonio que estuviera alerta. Si los necesitamos, los llamaremos. Por otra parte, aún si esta amenaza es verdadera, Europa puede ser el mejor lugar para ellos. Fuera de peligro.

– Entonces sólo somos dos de nosotros.

Otra sonrisita-.Estoy seguro de que sobreviviremos.

***

Pasamos la noche en una casita de campo que Jeremy había alquilado en Vermont. A pesar de la temporada repleta, había logrado encontrar un lugar donde los invitados originales habían anulado su reservación en el último momento. No sólo era en una región aislada, arbolada, sino que superaba lo “conveniente” y los alrededores eran perfectos, un chalet a la orilla de un lago lejos del tráfico de los veraneantes. Yo habría tenido suerte de lograr conseguirnos reservaciones en un motel de carretera de poca calidad. Confiaba en Jeremy para encontrar el Edén en menos de un día.

La reunión se llevaba a cabo en Sparta, Vermont. Ya en la carretera, Jeremy había llamado el número de celular de Ruth y le había dicho que llegaríamos el lunes, aunque la reunión comenzara el domingo. Realmente, planeamos llegar el domingo, pero él imaginó que la mentira podría ayudarnos. Si estuviéramos metiéndonos en una trampa, llegando antes, los tomaríamos con la guardia baja.

A medida que las horas empujaban a Pittsburgh lejos en mi memoria, mi escepticismo iba volviendo. ¿Qué había visto realmente? Nada que una buena compañía teatral de magos o ilusionistas no pudiese montar. ¿Hechizos de Cobertura y demonios teletransportándose? De acuerdo. A la luz del día, tales cosas parecían ridículas. Fantasmas de noche y nervios. Era mucho más probable que, en efecto, nos estuviéramos metiendo en una trampa, una trampa inteligente, pero muy humana. Al menos, estábamos a punto de encontrar algunas personas seriamente engañadas.

***

La mañana siguiente, cuando condujimos por la carretera de la montaña, podía ver Sparta delante, recostado en el valle, una iglesia blanca solitaria en la ladera, su cruz envuelta en nubes o niebla de la tarde. Casas de madera a los costados, todos los colores del arco iris, sobresalían de la vegetación de agosto. Criaderos y graneros rojos alegraban los espacios esculpidos por el páramo. Casitas de campo rosadas bordeaban un lago al sur. Era un cuadro perfecto… desde la distancia. Mientras más cerca conducías, más se notaban los signos de decaimiento. Las casas alegremente coloreadas pedían a gritos una mano de pintura o una recubierta de vinilo. Las fundaciones del granero se derrumbaban en pilas de piedras que apenas sostenían la estructura encima. Las cercas oxidadas y los postes podridos permitían fugarse a las vacas a los pastos vecinos. Las casitas de campo de la orilla del lago no parecían bastante grandes para contener una cama de matrimonio, mucho menos un cuarto de baño. En el borde de ciudad pasamos un signo “Bienvenidos a Sparta, población, 600 habitantes”. El cementerio, cruzando el camino, tenía más personas que el pueblo por sí mismo. Una ciudad agonizante, sostenida por una fuente decadente de turismo, un lugar de campamento masivo fuera de los límites de pueblo, atestado por remolques y casas rodantes y ninguna tienda de campaña a la vista.

El centro de la ciudad estaba lleno de turistas, unos de camping, otros probablemente de casitas de campo cercanas. No era que el centro de Sparta fuera alguna clase de Meca para los compradores. Había una gasolinera Exxon, una restaurante chino, La Casa China de Wang, Cortes y Rizos de Lynn, la tienda general para Comerciantes de Yankee, con la jactancia de tener videojuegos y helados de crema, y la cafetería siempre presente, llamada, en este caso, simplemente Joe. Por lo que podía ver, había sólo tres calles en Sparta, la carretera que cruzaba de lado a lado, la calle Baker hacia el Oeste y New Moon hacia el este. Las dos calles laterales estaban recorridas por casas que se diferenciaban sólo por sus colores, que iban desde el azul bebé al violeta profundo para terminar en verde lima. A pesar de la abundancia de tierra abierta más allá de la ciudad, los céspedes eran apenas lo bastante grandes como para permitir el uso de una cortacésped. Las flores estaban en dos variedades: caléndula y begonia. Coronas colgaban de las puertas principales, y letreros que proclamaban “Los Millers: John, Beth, Arenosa, Lori, y Duke. ¡Bienvenidos Todos!”

– Extraño que hayan escogido una ciudad tan pequeña para su reunión -dije.

– Quizás -dijo Jeremy-, pero ¿Cuántas de esas personas que andan dando vueltas por aquí crees que viven aquí actualmente?

Vi su punto. Ambos lados de la carretera estaban atestados con camionetas y mini furgonetas. Familias paseaban por la calle, lamiendo cucuruchos de helado y bebiendo a sorbos sodas diet. Los forasteros probablemente superaban en número diez a uno a los residentes. Unos cuantos más no serían notados.

– Ooops, nos pasamos -dije-. La señal para el Centro Comunitario está justo atrás. Lo siento.

Jeremy entró en un aparcamiento, esperó que una brigada de cochecitos de bebé pasara, y luego giró la camioneta y se devolvió. El Centro Comunitario estaba al final de Baker, una buena media milla más allá de la última casa de la calle. Jeremy redujo la marcha para mirar hacia la Casa, luego siguió unos metros más y dobló por una calle sin salida. Encontramos un camino que conducía hacia al Centro Comunitario a través de los bosques. Discutimos acerca de tomarlo, pero nos decidimos en contra. Mientras eso podría habernos dado una posibilidad para movernos sigilosamente y mirar alrededor, corríamos también el riesgo de que alguien de la reunión escogiera ese momento para caminar al aire libre y nos pescara fisgoneando entre los árboles. No era exactamente una entrada solemne.

Tomando el camino, nos acercamos con cuidado. Cuando nos llegamos al final, contemplé el aparcamiento y conté cuatro vehículos: dos coches de alquiler medianos, un Jeep con placa de California, y un Accord con placa de Massachusetts.

– Veo que las brujas condujeron -dije, gesticulando hacia el Accord-. Un tanto para los hechizos de teletransportación y las escobas mágicas. Y mira a este lugar. Es el Centro Comunitario. Vamos a una reunión de razas sobrenaturales en un Centro Comunitario. En un hermoso día de verano, y ni siquiera un trueno de fondo. ¿No podían haber encontrado una gran casa Victoriana en algún sitio?

– El mausoleo del cementerio estaba reservado. Si alzas la vista a la esquina izquierda bajo el alero, creo que veo una telaraña.

– Eso es una cinta. Una cinta rosada. De una recepción de boda.

– Bueno, estoy seguro que encontrarás algunas telarañas dentro.

– Seguro, justo al lado de la mesa de bocadillos de las Damas de Compañía.

Jeremy se inclinó para leer la lista puesta en una nota detrás de una vitrina trizada.

– ¿Bajo qué nombre estamos reservados? -Pregunté-. ¿Conferencia de estilo de vida alternativo New Age?

– No, el Taller de Tecnología Corporativo.

– Grandioso. Brujas sin escobas, teletransportación, hechizos, o imaginaciones. ¿Qué es lo siguiente? Si hay vampiros allí, probablemente beben el sustituto de plasma sanguíneo artificial. Esterilizado, por supuesto.

– Si hay vampiros, estarían en sus criptas ahora mismo. Estamos a plena luz del día.

– Entonces, en ese caso, puedo concluir lógicamente que los vampiros no existen, ¿verdad? Si lo hicieran, estarían en la reunión. Y si viniesen a la reunión, esta se habría realizado por la noche. Ergo, una reunión de día significa que no hay vampiros. Bonus.

– ¿No eres una admiradora de los vampiros?

– No es eso. Piensa en ello. Brujas, hechiceros, magos, lo que sea… son la liga menor. Si tales cosas existieran, no serían más que humanos dotados. Los Werewolves son la liga principal. Ningún juego de manos mágico puede exceder nuestra gran broma. Agrega fuerza sobrehumana, sentidos preternaturales, y una actitud realmente repugnante…

– Habla por ti.

– Exceptuando la presente compañía. El punto es que las brujas no tienen nada de nosotros. ¿Pero vampiros? Los vampiros podrían ser más poderosos. Ellos ciertamente consiguen la mejor prensa. Yo podría ir a esa reunión y averiguar que no soy la cosa más mala en la sala.

– Tal vez no, pero todavía serás la cosa más mala viva en la sala.

Sonreí abiertamente-.La parte de lo no muerto. No había pensado en eso.

– La clasificación apropiada es la clave. Ahora, entremos.

Jeremy empujó la puerta. Esta no se desplazó.

– Cerrado con llave -dijo.

Hizo una pausa un momento, como si considera si había que llamar, pero yo sabía que no lo haría. El Alfa de los werewolves no esperaba confesar ser admitido en ninguna reunión de seres sobrenaturales. Jeremy golpeó la puerta, pero ésta no se rompió, ni siquiera tembló.

– Supongo que los poderes están obligados a fallar una vez que llegas a cierta edad -dije-. Permíteme.

Jeremy se apartó con una mueca burlona. Agarré la manija, la subí y bajé con fuerza suficiente como para que la puerta hubiese volado de sus goznes. No se movió.

– Oh -dije.

– Oh, en efecto. Quizás podrías resollar y resoplar y derribar la puerta.

Una imagen de Pittsburgh me vino a la memoria. El tipo de la cerradura que se quejaba de no poder abrir la puerta de habitación de hotel de las Winterbournes.

– Un hechizo -dije-. Han puesto un hechizo. Supongo que tendremos que llamar.

– Sé mi invitada.

Era embarazoso. Werewolves golpeando la puerta. ¿A dónde estaba yendo el mundo? De todos modos, no teníamos ninguna opción. Llamé y unos momentos más tarde, Paige contestó.

Sus ojos se ensancharon cuando abrió la puerta-.Llegan antes.

– ¿Es un problema? -preguntó Jeremy, su voz pura seda.

Paige le echó un vistazo, vaciló, luego sacudió la cabeza -No, por supuesto no. Entren y conozcan a todos.

PRESENTACIONES

Cuando Paige nos condujo por el pasillo, pudimos ver la sala principal delante. Había cuatro personas en sillas plegables alrededor de una mesa de madera plegable, el tipo del mobiliario que se puede encontrar en sótanos de iglesia por todos lados. Al mirar a los cuatro, me sentí aliviada, o quizás ligeramente decepcionado, al notar una completa ausencia de cascos hendidos y apéndices de cuerpo antiestéticos. Los cuatro se veían como si realmente pudiesen haber estado en una conferencia, una conferencia casual en pleno verano en una casita de campo.

Ruth estaba sentada al lado de una silla vacía. Como Paige, llevaba puesto un vestido solero. Frente a ella, había una mujer en la mitad de la cuarentena, delgada con el pelo castaño rojizo corto. Al lado de ella, había un hombre joven de amplios hombros, de rostro infantil, y pelo marrón claro con reflejos rubios. A su izquierda, un hombre a fines de los cincuenta, corpulento y grisáceo. Parecía aborigen, probablemente esquimal, su rostro liso, una máscara de calma meditativa. De modo que, ¿Esta era una reunión de los seres sobrenaturales más poderosos de Norteamérica? Oh, por favor. Un director de casting podría haber encontrado un hatajo de personajes más probable el domingo por la noche en la televisión.

Al otro lado del cuarto estaba la mesa de bocadillos de las Damas de Compañía. Bueno, no exactamente, pero bastante cerca. La única que faltaba era la matrona de pelo azul que repartía golosinas y protegía la caja de recaudaciones. Había una mesa con una caja de café, un pote de margarina con polvo blanco que, probablemente, era leche en polvo más que cocaína, una pirámide de tazas Styrofoam [5], una de ellas llena de cubos de azúcar, y un plato de rosquillas espolvoreadas. En la pared de atrás, un letrero escrito a mano recordaba a los presentes que el café y las rosquillas valían un cuarto cada una, seguido de una línea roja que aclaraba que eso significaba cincuenta centavos tanto por una rosquilla como por un café, no un cuarto por los dos juntos. Realmente esperaba que la gente del Centro Comunitario fuera la responsable de las golosinas y el letrero. De otra manera… bueno, no quería considerar la alternativa. Sólo digamos si alguien pasaba por la habitación con el plato para poner el dinero de las cuotas de membresía, yo me iba de allí.

Al lado de la mesa había una libreta y, en la página superior, la agenda del día. No les engaño. Tenían una agenda del día, no sólo una lista de temas, sino una lista llena que comenzaba con saludos y refrigerio a las 10:00, discusión a las 10:30, mesa redonda a las 11:45, seguido del almuerzo de 12:15 a 1:15. Eché un vistazo por encima de mi hombro para ver a Jeremy leer la lista, mis labios moviéndose nerviosamente.

– Al menos son organizados -murmuró él, demasiado bajo como para que Paige pudiera oír.

Todos se giraron cuando entramos. Ruth se puso de pie, todas las expresiones reajustándose en una sonrisa de bienvenida cuando intentó esconder su sorpresa.

– Hola -dijo-. Creí que no venían hasta el lunes.

– Nuestros proyectos para el fin de semana fracasaron.

– ¿Oh? Oh, bueno, sí. Entren entonces. Todos, este es Jeremy… Jeremy Danvers, el… líder… ¿Espero que esté bien, líder?… de la…

– Jeremy está bien -terminó él-. Ésta es Elena.

El hombre joven con pelo rubio sonrió abiertamente-. ¿Los infames Werewolves? Gracioso, no parecen werewolves. Nada de cejas conectadas, nada de palmas peludas. Maldición. Otro mito que se va al diablo. Y pensé que todos los werewolves eran machos. Esa definitivamente no es un chico.

– Movimiento de liberación femenina -dije-. Estamos en todas partes ahora.

La sonrisa del hombre joven se ensanchó -¿Nada es sagrado?

– Elena es la única werewolf femenina -dijo Paige cuando caminó hacia la silla vacía-. Los werewolves se hacen de dos formas, heredando los genes o siendo mordido. La mayor parte de los werewolves son hereditarios, ya que pocas personas mordidas por un werewolf sobreviven. Como los genes pasan sólo se heredan por línea masculina, las werewolves femeninas son muy raras.

El hombre joven puso los ojos en blanco -Lo que sigue en Discovery Channel, un examen a fondo de los werewolves y el feminismo por Paige Winterbourne.

– Vete al diablo, Adam.

– No me apresures.

– Ignórenlos, por favor -dijo Ruth-. Adam y Paige se conocen desde niños. A veces sospecho que no han crecido mucho en los años intermedios. Ahora, presentaciones. Ésta al lado mío es Paige y el hombre joven es Adam, en caso de que no haya sido perfectamente obvio. Nuestra generación más joven. El pobre hombre atrapado entre los dos es Kenneth.

El hombre de mediana edad parpadeó, como si volviera a la tierra. Nos miró y dirigió una sonrisa confusa.

– Al otro lado de Adam está Cassandra.

La sonrisa de la mujer de cabello castaño rojizo no alcanzó sus ojos, que nos estudiaban con interés, pero poca emoción.

– Esto no es lo que ustedes realmente quieren saber, ¿verdad? -dijo Adam-. Al menos, esa no es la parte buena, no quiénes somos, sino qué somos, ¿verdad? Aunque probablemente sea mejor explicar las dos partes por separado o esto terminará por sonar como una presentación de AA [6] con el maldito. “Hola, mi nombre es Adam y soy un medio demonio.”

– ¿Medio…? -dije.

– Exactamente lo que suena. El humano de Mamá. La encarnación viva del mal absoluto de Papá. Por suerte, obtuve mi apariencia del lado de Mamá. Mi padre no exactamente material para GQ [7]. No me pregunten lo que mi madre pensaba. Obviamente demasiado tequila esa noche.

– Los demonios toman forma humana para violar o seducir mujeres humanas -dijo Paige-. Los medio demonios siempre tienen aspecto humano. Heredan otras cualidades de sus padres. Cada uno tiene poderes diferentes, según el tipo de demonio que los engendró.

– Los X-Men del bajo mundo-dijo Adam-. Ahora que Paige ha resumido con tanto esmero mi bigrafía, aquí está la historia del resto. Paige y Ruth, brujas, pero ustedes ya lo sabían. Cass, vampiro. Ken, chamán. ¿Saben lo que es un chamán?

– Sí -dijo Jeremy.

– Entonces eso es todo. Las razas sobrenaturales principales, todas en un lugar, como un Refugio de Satán.

– Adam, por favor -dijo Ruth. Se volvió hacia nosotros-. A Adam le gusta bromear, pero puedo asegurarles, no somos malos, ni Discípulos de Satán, ni nada por el estilo.

– Sólo gente normal -dijo Adam-. Con algunas sutilezas.

Eché un vistazo a Adam. Entonces, este era un medio demonio. Uh-huh. Nunca había oído de medio demonios antes de Pittsburgh, pero estaba segura de que si tales cosas existieran, no se deberían parecer a este tipo. Cualquier representación de demonios que yo había visto alguna vez, tenía absolutamente claros varios puntos: tenían cascos hendidos, pezuñas, cuernos, y colas. Lógicamente, entonces, un medio demonio debería tener al menos la piel mala. No debería ser un muchacho con cara de niño, tan americano que parecía como los tipos que saludan a los visitantes en Disney World. Tal vez esa era la idea. Tal vez se suponía que los medio demonios debían parecer encantadores e inofensivos. Sería mucho más fácil tentar a mortales hacia el mal sin pezuñas y cuernos arruinando la importantísima primera impresión. Quizás bajo aquel exterior de ojos muy abiertos estaba al acecho un alma de pura maldad.

– Sillas -dijo Adam, poniéndose de pie-. Ustedes, chicos, necesitan sillas. Esperad. Estaré de vuelta de un salto.

Tal vez, profundamente escondida, estaba la fuente del mal. Muy profundamente escondida.

Luego, estaba Cassandra. ¿Un vampiro? ¿A quién engañaba? Se parecía tanto a una sanguijuela no muerta como yo a un monstruo medio lobo. Está bien, mala analogía. El punto era que Cassandra no podía ser un vampiro. No era sólo su aspecto. Vamos, ella se parecía menos a un demonio que duerme en una cripta que a una ejecutiva de Wall Street, la clase de mujer cuyos vestidos de diseñador, manicura perfecta, y maquillaje casi impecable eran una trampa a la espera de saltar sobre alguien que confundiera el envoltorio con un signo de blandura interior. Pero el problema era más profundo que esto. Mucho más profundo. Primero, no había colmillos, nada de colmillos de gran tamaño. Segundo, estaba sentada en un cuarto con luz del sol entrando por las ventanas. Tercero, no había forma en el infierno de que pudieran convencerme de que cualquier mujer pudiese peinar su cabello y aplicar su maquillaje tan bien si no podía ver su reflejo en un espejo. Ni siquiera con un espejo de tres caras, puedo poner mi pelo en un moño sin dejar mechas que se me escapan en todas direcciones.

Jeremy debe haber estado pensando la misma cosa porque comenzó diciendo, -Antes de que comencemos, tenemos que aclarar una cosa. No quiero sonar suspicaz pero…

– No pidas disculpas -dijo Cassandra-. Debes ser suspicaz.

Jeremy asintió con la cabeza -Aunque Adam con tanto esmero los clasificara a cada uno, verán, podríamos necesitar más… pruebas concretas.

Dije -Para ponerlo sin rodeos, ¿cómo sabemos que ustedes son lo que dicen ser? Dices que eres un vampiro, pero…

– Todos saben que los vampiros no existen -dijo Cassandra.

– Es un poco difícil de tragar -dije-. Vampiros, brujas, chamanes, demonios.

– ¿Te escuchas a ti misma? -dijo Paige-. ¿No crees en lo sobrenatural? ¡Eres un werewolf!

– Un presunto werewolf.

Paige puso los ojos en blanco -Aquí vamos otra vez. Todavía no crees que seamos brujas, ¿verdad? incluso después que hicimos múltiples hechizos para salvar tu vida…

– ¿Salvar mi vida? -Chisporroteé-. Tú eras la que paseaba por un vestíbulo de hotel en camisón de noche, demasiado impaciente por ver al chico malo que fisgoneaba desde detrás de la puerta número uno.

Adam se rió. Paige le lanzó una mirada destellante.

– Bueno -dije-, voy a fingir que creo en vampiros y brujas. ¿Cómo sé que realmente lo son? ¿Saben cuántos wackos andan por ahí creyendo que son vampiros? Confíen en mí, no quieres saberlo. Los mantendría despiertos toda la noche.

– Los he visto -dijo Cassandra-. Barra de labios negra, esmalte de uñas negro, absolutamente, cero sentido de estética. ¿De dónde sacaron la idea de que los vampiros son daltónicos? -Ella levantó su lapicera y me la ofreció-. Puedes apuñalarme con esto. Sólo que no en el corazón, por favor.

– Demasiado sucio -dije.

Ella se echó hacia atrás en la silla, sus ojos sobre mí como si nadie más estuviera en el cuarto. Yo podía sentir la curiosidad en su mirada fija mientras se movía a través de mi rostro, estudiándome. Sus labios se curvaron en una sonrisa, aún más fría, pero ahora teñida de un interés amistoso.

– Podría morderte -dijo ella.

– Yo podría morderte de vuelta.

La sonrisa tocó sus ojos color de avellana -Interesante pensamiento. ¿Qué crees que pasaría? ¿Un híbrido de vampiro/werewolf? ¿O no tendría ningún efecto? Intrigante idea, pero poco práctica en este momento. Podríamos comparar colmillos.

– Definitivamente, una cosa de chicos.

Ella se rió -Exactamente.

– Tal vez podrías explicarme entonces -dije-. Si eres un vampiro…-.Miré la luz del sol que entraba por la ventana.

– ¿Por qué no exploto en una nube de polvo? A menudo me lo he preguntado. Como Adam diría, “Maldición, otro mito que se fue al diablo”. Estoy completamente feliz de que este en particular no sea verdadero. Una eternidad sin vacaciones en las playas del Caribe sería más de lo que podría manejar. Fue mucho más desalentador cuando descubrí que no podía volar. Pero en cuanto a una demostración, tal vez esta sirva.

Cassandra puso su mano izquierda en la mesa, levantó la lapicera, y lo enterró en su palma extendida, más o menos 2 centímetros en su mano. Ruth se estremeció y miró lejos. Cassandra examinó el daño con frío detalle, como si hubiera apuñalado el tablero.

– Un pobre trabajo -dijo ella-. A diferencia de los werewolves, no tenemos una súper fuerza. Esto es el mejor que yo pueda hacer, pero debería demostrar mi punto.

Tiró la lapicera, luego levantó su palma para dejarme examinar. El pinchazo estaba tan limpio como un agujero hecho con una uña en un pedazo de cera. Cuando miré, los bordes de la herida se estaban juntando, la carne reconstituyéndose. Dentro de un minuto, su piel estaría lisa e intachable.

– Nada dolor, nada sangre, ningún alboroto -dijo ella-. ¿Lo suficientemente bueno?

– Sí -dijo Jeremy-. Gracias.

– ¿Mi turno? -dijo Paige-. ¿Qué puedo hacer para convencerte, Elena? ¿Conjurar un demonio?

– ¡Paige! -Los ojos de Ruth se ensancharon alarmados. Rápidamente se giró hacia nosotros-. Déjenme asegurarles que no conjuramos demonios. Además de encantamientos de autodefensa simples, las brujas practican sólo magia benévola.

– Y que no hace ningún daño, es lo que quiere decir -murmuró Cassandra.

Ruth susurró algo a Paige, quién asintió con la cabeza, se encogió de hombros, puso los ojos en blanco, claramente adoptando la defensa popular de los jóvenes: “Estúpidos, sólo estaba bromeando.” ¿Habría estado bromeado? No acerca de conjurar un demonio, ¿sino acerca de ser capaz de hacerlo? Ruth dijo que sólo practicaban la llamada magia blanca. ¿Era eso todo lo que podrían hacer? ¿O todo lo que debían hacer? O, tal vez ¿Cierta aprendiza de bruja, no era demasiado feliz con su papel predefinido como descendiente directo de la Buena Bruja del Norte? Hmmm.

– Es suficiente de demostraciones -dijo Jeremy-. Ahora mismo, me gustaría saber más sobre esos hombres que acecharon a Elena.

– Oí sobre eso -dijo Adam, sonriendo abiertamente hacia mí-. La primera baja de guerra. Buen trabajo. Me siento envidioso.

– Deberías estarlo -dijo Paige.

Ruth les echó un vistazo a los dos con una mirada el 90 por ciento de afecto exasperado y el otro 10 por ciento de suave advertencia. Se callaron tan rápidamente como si hubieran recibido un azote en la lengua. Ruth hizo una pausa, como asegurándose de que iban a estar tranquilos, luego comenzó su historia.

AGENDA

Cinco semanas atrás, un chamán había sido secuestrado y se había puesto en contacto con Kenneth vía proyección astral -fuera eso lo que fuera. Cuando se puso en contacto con Kenneth, él estaba malherido. Un chamán nunca era físicamente lo bastante fuerte para empezar, por lo que no costaba mucho dañar a uno, o algo parecido, según lo Ruth explicó. Debido a su débil condición, su comunicación fue entrecortada y a veces incoherente. De lo que Kenneth pudo distinguir, el chamán había sido secuestrado por dos hombres y llevado a un recinto a dos días conduciendo desde su hogar en Virginia. Allí, otros dos hombres lo habían interrogado acerca de sus poderes y habilidades. En los primeros días de su cautiverio, el chamán había tenido la fuerza suficiente para proyectarse astralmente a través del recinto por la noche, buscando pistas sobre quién lo había capturado y por qué. Había aprendido los nombres de los dos hombres que lo habían interrogado, Lawrence Matasumi y Tyrone Winsloe. El nombre de Winsloe no significaba nada para el chamán o para Kenneth. Por lo visto los acontecimientos actuales no estaban demasiado arriba en la escala de prioridades del chamán.

Mientras este chamán se había proyectado astralmente, había encontrado que no era el único ser sobrenatural que estaba en el recinto. Sus captores tenían un medio demonio capaz de teletransportarse, que probablemente era Houdini, entre su personal. También había oído que un hechicero les asistía, aunque nunca vio al hombre. En cuanto a los otros cautivos, cuando se proyectó astralmente por primera vez, encontró una bruja, dos medio demonios, y un sacerdote Vudú. Entonces la bruja desapareció y se dio cuenta de que otra, una bruja más fuerte había sido señalada como blanco para que tomara su lugar.

Era todo lo que chamán sabía. Había prometido ponerse en contacto con Kenneth nuevamente al día siguiente, pero nunca lo hizo. Cuando Kenneth comunicó la información a Ruth, Paige reconoció el nombre de Winsloe y usó Internet para detectar a Lawrence Matasumi, un renombrado investigador de parapsicología.

– ¿Han tenido algo de suerte encontrando a esos hombres? -preguntó Jeremy cuando Ruth terminó.

– ¿Encontrarlos? -dijo Adam-. Infiernos, no. Imaginamos que nos esconderíamos y rezaríamos para que ellos no nos encontraran.

– Realmente, hemos estado debatiendo acerca de ese asunto -dijo Ruth, no haciendo caso o no oyendo el sarcasmo de Adam.

– ¿Lo hemos hecho? -dijo Adam-. Pensé que estaba decidido. Reactivos, no proactivos. Esa es nuestra forma de ser. Bueno, es la forma de las brujas, y desde que ellas conducen estas reuniones…

– ¿Por qué, Adam -dijo Paige, -estás expresando interés en un papel de mayor mando? ¿Más responsabilidades?

Él sólo sonrió abiertamente-.Deshecha el pensamiento. Yo sólo decía que, como nuestros estimados líderes, las brujas generalmente toman tales decisiones estratégicas, y han decidido que busquemos forma de escondernos.

– Tenemos que discutir el asunto más adelante -dijo Cassandra-. Esta es una situación nueva para nosotros. Nunca hemos tenido que preocuparnos de descubrir a aquellos que nos amenazan. Si alguien piensa que ellos tienen prueba de vampiros, no estarán interesados en explorar las intrincaciones de nuestras vidas. Calculan cuanto dinero obtendrán escribiendo un libro. Descubrirlos no es un problema. Agitan enormes banderas rojas diciendo, “Encuéntrenme, por favor” encuéntrenme y háganme rico.

– Pero con estos tipos es diferente -dije-. Entonces, amenaza diferente, respuesta diferente, ¿verdad? Ellos se esconden, entonces ustedes tienen que encontrarlos.

– ¿Y qué? -preguntó Paige-. ¿Pedirles que dejen de acosarnos?

Jeremy miró a Ruth-.Si encontramos la amenaza, la eliminamos. Esa es nuestra forma de hacer las cosas.

– Me apunto -dijo Adam.

– Vamos a tomar medidas -dijo Ruth-. Ya sabes, Adam, aunque nuestra idea de acción puede no ser igual a la tuya. Esta es una amenaza seria, y no me siento tranquila, ni siquiera reunidos aquí para discutirlo. No importa cuán cuidadosos hayamos sido en preparar esta reunión, tenemos siete seres sobrenaturales en un sólo lugar, cada uno de los cuales esos hombres estarían felices de coleccionar.

– ¿Eso es lo que hacen? -preguntó Jeremy-. ¿Coleccionar?

– No tenemos claros sus motivos -dijo Ruth-. No era algo que Roger, el chamán secuestrado, fue capaz de determinar. Por lo que observó, sabemos que nos estudian, tratando de encontrar la raíz de nuestros poderes.

– Entonces podrían encontrar un modo de usarlos para sí mismos -dijo Paige.

Ruth frunció el ceño-.No estamos seguros de eso. No me gusta sacar conclusiones apresuradas, pero sí, que parece ser una motivación viable. La presencia de Lawrence Matasumi en su equipo sugeriría fuertes intereses científicos.

– Y la presencia de Ty Winsloe significa que alguien espera cobrar en efectivo -dijo Paige-. Winsloe no es ningún filántropo. El tipo no cruzaría la calle para salvar a una señora vieja a menos que ella le dejara su herencia por su molestia.

Un pequeño ceño fruncido por parte de Ruth-.Quizás. El punto es, sin embargo, que ellos parecen querer controlar nuestros poderes. Para ganancia personal o en nombre de la ciencia, no importa.

– No pueden conseguir mis poderes -dijo Adam-. Son estrictamente hereditarios.

– ¿Estás seguro de eso? -dijo Paige-. Tal vez si ellos te despedazan, órgano por órgano, podrían encontrar en tu estructura física, exactamente lo que te da esos poderes. Por supuesto, si lo encuentran o no, no te importarían mucho, ya que estarías en un montón de pequeñas bolsas de autopsia.

– Una agradable perspectiva, Paige -dijo Adam.

– El punto es -dijo Ruth-, que no sabemos lo que pueden conseguir de nosotros. Algunas cosas, como encantamientos menores, pueden ser aprendidas. En cuanto a convertirse en un werewolf o en un vampiro, es un asunto escalofriantemente simple. ¿Y si estos hombres comenzaban a vender la capacidad de convertirse en werewolf?

– No creo que vendan mucho -refunfuñé.

– Estoy segura de que mucha gente vería las ventajas de poseer una fuerza sobrehumana – dijo Ruth.

– Por no mencionar la prolongada juventud – añadió Paige-. Tendrías cientos de idiotas alineados por eso. La última alternativa a cirugía plástica: Conviértase en un werewolf.

– El punto es -dijo Ruth, otra vez-, que teniendo la capacidad para hacer esas cosas, libremente, o no tan libremente, distribuyen esos poderes, estos hombres podrían trastornar el equilibrio ecológico. La gente moriría. La especie humana estaría en peligro, amenazada por la peor clase de excesos, dictadores inmortales, tiranos que lancen hechizos, asesinos múltiples que podrían tomar la forma de lobos…

– Estás allí, haces eso -murmuré bastante bajo para que sólo Jeremy pudiese oír. Una sonrisa chispeó en sus ojos, pero mantuvo su cara impasible.

– Tenemos que pensar más allá de nosotros -dijo Ruth.

– ¿Nosotros? -preguntó Cassandra-. Sé que así es como te sientes, Ruth, pero yo no estoy tan terriblemente preocupada por proteger a la especie humana de la autodestrucción. Me preocupa lo que esta amenaza significa para . Si me dices que esos hombres quieren secuestrarme, esa es una razón bastante buena para mí para tomar esto en serio. La pregunta es, ¿Qué vamos a hacer sobre ello?

Ciertamente, esa era la pregunta. Y pasamos las siete horas siguientes hablando de ello, enviando a Adam y a Paige a buscar el almuerzo a las 13:00 y apenas detuvimos el debate el tiempo suficiente para comer.

Así pues, ¿Cuál era el plan de Ruth? Bien, el paso uno era que cada delegado notificara a sus compañeros monstruos. ¿Parece simple y lógico, verdad? Por supuesto, Jeremy notificaría al resto de la Manada. Él nunca soñaría con hacer otra cosa. Ahora que él comprendía el grado del peligro, diría a Clay que se reuniera con nosotros en seguida. Hecho eso, sólo tendría que hacer otra llamada telefónica. Dos muertes en una escaramuza el año pasado con los callejeros, nos habían reducido a una manada de cinco. Además de Clay, Jeremy, y yo, estaban sólo Antonio Sorrentino y su hijo, Nick. Siempre había una media docena y algo más de callejeros tratando de ser admitidos en la Manada, y con nuestro número disminuido, Jeremy estaba considerando a dos o tres, pero no tenía ninguna prisa en tomar una decisión, de modo que, por el momento, sólo éramos cinco. Dos fáciles llamadas telefónicas. Pero eso no era lo que las brujas querían. Querían que nosotros notificáramos a los callejeros. ¿Decirles qué? Como Jeremy explicó, los callejeros eran nómadas. El territorio era para la Manada. Sólo un callejero tenía territorio, y era un arreglo especial. Entonces Ruth quería que nosotros notificáramos a ese callejero en particular y le dejáramos ponerse en contacto con los demás. Bueno. Seguro. Podía verlo ahora. Yo llamaría a Karl Marsten, le pediría que le dijera un mensaje a sus “compañeros callejeros” y él se reiría hasta que se le reventara la tripa. Todavía se reiría cuando me colgara el teléfono.

Ruth no entendía la forma en que las cosas funcionaban. Como nosotros, las brujas tenían un pequeño grupo central, que llamaban el Aquelarre. Más brujas vivían fuera del Aquelarre que dentro de él, tal como la Manada y los callejeros. Las brujas exteriores eran consideradas una clase inferior, tal como los callejeros. Pero, a diferencia de nosotros, las brujas no admitían que las otras eran inferiores. Oh, no. Según Ruth, las brujas exteriores eran pobres almas perdidas necesitadas de protección y conversión. Me recordaba uno de los primeros misioneros cristiano hablando acerca de los Indios Americanos, y noté que Paige se retorcía mientras su tía hablaba. En todo caso, a diferencia de los misioneros, Ruth no quería que estas brujas exteriores se unieran a su, digámoslo así, “iglesia”, es decir, su Aquelarre. Oh, no. Sólo querían que vivieran buenas y apropiadas vidas ellas solas. El Aquelarre era especial.

Si pensáramos en que la posibilidad de notificar a los werewolves existía, informar a los vampiros y a los medio demonios eran casi imposible. Cassandra sabía dónde encontrar a una docena de parejas vivas de (¿Debería decir existentes?) vampiros, pero no tenía ningún interés cero en avisarle a nadie y dejó claro que ella no perdería su tiempo en una tarea tan ridícula. Dejemos que los demás cuiden de sí mismos. Respecto a los medio demonios, había, aparentemente, más de cien sólo en Norteamérica, cerca del 50 por ciento de ellos, y si se los notificaba, incluso podrían solicitarle empleo al enemigo.

Ahora, por supuesto Ruth no quería que nos pusiéramos en contacto cada uno de los miembros de nuestra raza, pero esperaba que notificáramos al menos a unos cuantos y les pusiéramos en alerta. Era algo que nadie, excepto Kenneth, quería hacer. Jeremy, Cassandra, y Adam reconocían que era una pérdida de tiempo. Después de unas horas argumentando el punto, lo abandonaron y pasaron al punto dos.

Todos convinieron en el punto dos: Aprender más sobre el enemigo. Como hacerlo era otro asunto, pero todos convinieron en el principio. Teníamos que saber más. ¿Y el punto tres? No pregunten por el punto tres. El grupo se dividió entre brujas y chamanes que querían encontrar un modo de desalentar o desacreditar a nuestros antagonistas, y los werewolves y los medios demonios que querían eliminarlos. Cassandra no se interesaba demasiado ni en una ni en otra forma, mientras esta gente se marchara y la dejara en paz.

A las siete PM todavía hablábamos. Todos estábamos cansados y un poco hartos. Cuándo Ruth sugirió que pidiéramos la comida, la respuesta fue un resonante ¡No! Necesitábamos un descanso. Conduciríamos hasta Kingston para comer, luego volveríamos a la reunión. Tal como Ruth había dicho con anterioridad, nuestra reunión era peligrosa por sí misma. Todos queríamos decidir un curso de acción ese día y salir lo más rápido posible de Sparta.

Cuando la reunión se disolvió para comer, todos, excepto Paige, caminaron en masa hacia el aparcamiento. Tal vez tenía que arreglar sus notas. O quizás ella era el equipo de limpieza. Cuando salimos, Kenneth y Cassandra se dirigían por separado a los coches de alquiler. Jeremy y yo íbamos a la camioneta cuando Ruth lo llamó. Jeremy me hizo señas hacia la camioneta y volvió a zancadas hacia a Ruth.

– ¿Hatajo de asustadizos, ¿¡eh!? -dijo una voz a mi izquierda.

Me giré para ver a Adam trotando a mi lado.

Sonrió abiertamente – Entonces ¿Cuál era la parte más atemorizante? ¿La agenda del día? ¿Las rosquillas espolvoreadas?

– Por favor dime que las brujas no cobran un cuarto de dólar por el café y las rosquillas.

– No, no, no. No viste el letrero. Son cincuenta centavos por un café y por una rosquilla. Un cuarto cada uno. Seriamente, sin embargo, eso es parte de los menesteres del Centro Comunitario. Pero la agenda y la lista de puntos eran definitivamente cosa de Ruth. Un tipo que solía ser delegado me dijo, hace años, que las brujas tenían una declaración de su misión y un código de conducta para estas reuniones. Creía que estaba bromeando, pero nunca había estado seguro.

– Entonces ellas siempre son tan… ¿formales?

Adam se rió -Formales. Es una buena palabra para describir a las brujas. Bueno, tal vez no a Paige, pero seguramente sí a Ruth y al resto de ellas. Terriblemente formales. Este es un asunto importante, maldita sea -Puso los ojos en blanco-. Todo el mundo tiene que tener una afición, y la de las brujas, es organizar estas reuniones. Oye, ¿es cierto que le dejaste a Paige esas contusiones alrededor del cuello?

– Fue un malentendido.

Él sonrió abiertamente -Apostaría. También apostaría a que se lo merecía. Paige puede ser una enorme molestia, pero también puede ser mucha diversión. Tiene que tener cuidado en qué lado de ella aterrizas -Echó un vistazo hacia atrás a Jeremy y Ruth-. ¿Crees que tu líder puede llevar a estos tipos a tomar medidas?

– Si él no puede, lo haremos nosotros mismos. No estamos acostumbrados a aceptar órdenes de otros.

– Mi gente tampoco. Es por eso que los necesitamos en estas reuniones. Un líder fuerte, no pasivo.

– ¿Un líder macho?

Adam levantó ambas manos para rechazarme -No dije esto. No es una cosa de género. Es una cosa de raza. Las brujas y los chamanes no se parecen a nosotros. ¿Y los vampiros? Bueno, ellos no parecen a nadie, que es exactamente como les gusta ser. Cass puede patear un trasero si lo desea. No es superfuerte o algo así, pero como ella dijo, la cuestión de regenerarse es realmente práctica en una lucha. El tipo te pega un tiro, sólo sigues andando y le quitas el arma. Muy agradable.

– ¿Son inmortales?

– Nah. No exactamente, de todos modos. Pueden regenerarse, viven cientos de años, y son malditamente difíciles de matar. Lo bastante cerca de la inmortalidad para mí.

Antes de que pudiera preguntar algo más, Paige se unió a nosotros.

– Voy contigo -le dijo a Adam-. Kenneth se ofreció a llevar a Ruth. Yo iría, pero a la velocidad él conduce, me desmayaría del hambre antes de que llegáramos al restaurante -Me echó un vistazo-. ¿Quieres venir con nosotros?

Estuve a punto de declinar cuando Jeremy me llamó, ahorrándome el problema de darles una excusa cortés. Dije que los vería en el restaurante y troté hacia Jeremy.

QUEMADA

Habíamos decidido comer en un restaurante italiano. Mala elección. Aunque fueran casi las ocho, el lugar estaba atestado. Esta parte de Vermont no tenía demasiadas ofertas en buena comida, o al menos, eso parecía si a alguien, dentro de un radio de cincuenta millas, no le gustaban las hamburguesas. No había ninguna esperanza de conseguir una mesa para siete, por lo que consentimos en separarnos. Cuando el mesero nos encontró una mesa para seis y una mesa para dos, Cassandra ofreció quedarse en la mesa pequeña. Al principio, pensé que quería comer sola, lo cual no me habría sorprendido, pero en vez de eso, ella me invitó a unirme a ella. No fui la única sobresaltada por ello. Paige me contempló como si intentara imaginar lo que podría estar poseyendo a Cassandra para escogerme como su compañera de comedor. Creo que ella habría estado menos sorprendida si Cassandra me hubiese invitado a ser la comida. Incluso Kenneth parpadeó, lo cual parecía un signo seguro de que una invitación a comer de Cassandra no era un acontecimiento común. Confieso que me sentí halagada. Cassandra no parecía el tipo que necesitara, mucho menos quisiera, compañía.

Cassandra y yo nos sentamos apartadas de los demás, en el patio. Me pregunté si comería la comida. Pidió el pollo parmigiana y vino blanco. Mientras bebía el vino, sólo le dio unas pocas mordidas al pollo, luego movió el alimento alrededor de su plato para hacerlo ver como si hubiese comido más. Tal vez comería más tarde. Realmente no quería pensar en ellos. La delicadeza culinaria puede parecer absurda a alguien que come conejo crudo, pero había una diferencia entre lo que me parecía como lobo y lo que me parecía como humano. Tan bueno como el sabor los ciervos recientemente asesinados después cazarlos, no me gustaba pensarla comiendo mariscos.

– Tienes curiosidad -dijo Cassandra después de que nuestras comidas llegaron-. Pero no haces preguntas. Extraño para ser periodista.

– ¿Cuánto habían dicho Ruth y Paige a los demás acerca de mí?

– Depende del tipo de periodista -dije-. Trabajo en política y cuestiones sociales. Asuntos estrictamente de la vida pública. Tengo que escarbar poca suciedad de naturaleza personal.

– De modo que evitas las preguntas personales. Probablemente porque no quieres a nadie devolviéndote tales preguntas. Si tienes curiosidad, puedes preguntar. No me opongo.

– De acuerdo -dije… y no pregunté nada.

Después de unos minutos de silencio, decidí que realmente debería preguntar algo. No sólo algo, sino una gran pregunta. Después de todo, me estaba saltando la pregunta a la cara, desde la comida apenas tocada de Cassandra.

Gesticulé hacia su plato-.Supongo que el pollo no es de tu agrado.

– Sólidos en general. Puedo comer algunos mordiscos, pero más que eso me provoca un caso repugnante de indigestión.

Ella esperó, con su rostro inexpresivo, pero una sonrisa brillando en sus ojos.

– No tiene sentido preguntarlo, ¿verdad? -Dije, bebiendo a sorbos mi vino-. Preguntar si los vampiros, ya sabes, sería como preguntar si werewolves cambian en lobos. Es el sello de la especie.

– Realmente, en mi caso, estarías confundida. Ya sé, ya sé, has leído tantas historias. Pero no son exactamente verdaderas. Es más, enfatizo enérgicamente que no duermo en un ataúd -hizo una pausa, luego arqueó las cejas-. Oh, ¿no era eso lo que querías decir?

– Quería decir, obviamente si bebías… -gesticulé hacia mi copa.

– ¿Borgoña? Prefiero el blanco. Sí, puedo beber vino. Gracias al cielo por los pequeños favores concedidos. Son sólo los sólidos los que me provocan problemas. Déjame echarte una mano, Elena. Creo que la palabra que buscas es “sangre”.

– Eso es. Se me iba de la mente.

Ella se rió, una risa ronca que asustó al mesero que salía por la puerta al patio. Pedimos más vino, luego esperamos hasta que se hubiera marchado.

– Entonces, ¿Qué haces por estos días? -dije-. ¿Entregas a domicilio del banco de sangre?

– Que atemorizante, no.

– ¿Un trato especial con el carnicero?

– La FDA lo desaprobaría probablemente. Tristemente, estamos atrapados, tenemos que conseguir nuestra comida de la forma antigua.

– Ah.

– Ah, en efecto -dijo ella con otra carcajada-. Sí, lo bebo directamente de la fuente. Con algunas reglas, sin embargo. Nada de niños. Nadie bajo la treintena. Lo hace más deportivo.

– ¿Mencioné que tengo veintiocho años?

– Eso no es lo que oí -Sonrió abiertamente-. No tienes necesidad de preocuparte. Los dictados de cortesía dicen que nunca chupamos la sangre vital de alguien a quien hemos sido formalmente presentados.

Cortó unos pedazos del pollo y los movió alrededor de su plato-.Para ser sincera, lo he intentado con sangre animal y bancos de sangre. Pero no funciona. Vivir con eso es como subsistir a pan y agua. Existimos, pero apenas. Algunos todavía lo hacen. Soy demasiado egoísta. Si estoy viva, quiero estar completamente viva. La única disculpa que puedo dar consiste en que trato de elegir a aquellos que dan la bienvenida a la muerte, los viejos, los enfermos, los suicidas. Me engaño, por supuesto. Puedo decir que un hombre quiere morir, pero no tengo ningún modo de saber si está a punto de subir un edificio veinte pisos o está temporalmente deprimido por un corazón roto. La vida sería tanto más simple si perdiéramos nuestras almas cuando nacemos de nuevo, si perdiéramos la capacidad de sentir, discernir lo bueno de lo malo. Pero supongo por eso es que ellos lo llaman una maldición. Todavía sabemos.

– Pero no tienes elección.

– Oh, siempre hay una opción. Suicidio. Algunos lo hacen. La mayoría lo considera, pero la voluntad para sobrevivir es, al final, demasiado fuerte. Si eso significa la elección entre la muerte de ellos y la mía, maldito sea el altruismo. Es el lema del realmente fuerte. O del increíblemente egoísta.

Nos quedamos quieras un momento, luego ella dijo – ¿Supongo entonces, que los werewolves no son caníbales?

– Quieres decir si comemos humanos, o a otros werewolves, lo cual sería, en sentido estricto, canibalismo.

– ¿Tú no te consideras humana?

– En grado relativo. Yo misma, todavía pienso en medio-humano, medio-lobo. Cla…, otros no lo hacen. Consideran a los werewolves como una especie aparte. No estoy evitando la pregunta. Los lobos de la Manada tienen prohibido comer humanos. No lo haríamos, de todos modos. No tiene sentido. Comer humanos no serviría a ningún otro objetivo aparte de saciar un hambre que puede ser fácilmente satisfecha por un ciervo.

– ¿Es fácil entonces?

– Lo desearía. Lamentablemente, no es sólo el hambre. Está el instinto de cazar, y, tengo que admitirlo, los humanos lo satisfacen mucho mejor que cualquier animal.

Los ojos de Cassandra brillaron-.El Juego más Peligroso.

El pensamiento me golpeó entonces, cuán extraño debía ser hablar de esto con otra mujer. Me lo sacudí y continué, -El problema es, que es difícil cazar sin matar. Es posible, pero peligroso, arriesgando la posibilidad que no serás capaz de detenerte antes de matar. Los werewolves que no pertenecen a manadas cazan, asesinan, y comen humanos. La tentación es demasiado grande, y el la mayoría no está interesada en controlar sus impulsos.

El mesero salió para tomar nuestra orden de postre. Estuve a punto de pasar, tal como generalmente hacía cuando cenaba con otras mujeres, luego comprendí que no importaba. Cassandra no se preocuparía si me comía tres pedazos del pastel. Entonces pedí tiramisú y un café. Cassandra secundó el café. Cuando el mesero se dio vuelta para marcharse, Cassandra extendió la mano y agarró su muñeca.

– Descafeinado -dijo ella.

Mientras hablaba, mantuvo su mano en la muñeca de él, el pulgar presionado sobre su pulso. El mesero era joven de apostura latina, grandes ojos oscuros y suave piel verde oliva. ¿Se daba cuenta de que ella sostenía su brazo demasiado tiempo? No tenía posibilidad. Mientras ella lo llamaba de vuelta y cambiaba su orden, mantuvo sus ojos en él, como él fuera la cosa más fascinante en el lugar. Y parecía un ratón encantado por una cobra. Si ella le hubiera pedido que fuera al callejón trasero con ella, habría tropezado con sus pies para obedecer. Cuando finalmente liberó su brazo, él parpadeó, entonces algo como desilusión cruzó su cara. Prometió apresurarse con el café y volvió al comedor.

– A veces casi no puedo resistir -dijo Cassandra después de que se hubo ido-. Incluso cuando no tengo hambre. La intoxicación del poder. Una adicción repugnante, ¿no crees?

– Es… tentador.

Cassandra se rió-.No tienes que fingir conmigo, Elena. El poder es una cosa gloriosa, sobre todo para mujeres. Pasé cuarenta y seis años como una mujer humana en el siglo diecisiete en Europa. Habría matado por una posibilidad de tener poder -Sus labios se torcieron en una sonrisa perversa-. Pero supongo que la tuve, ¿verdad? Las opciones uno las crea -Se inclinó hacia atrás y me estudió, luego sonrió otra vez-. Creo que tú y yo podríamos llevarnos perfectamente bien, algo raro para mí, encontrar una cazadora que no es otro vampiro ensimismado.

Nuestro cafés y mi postre llegaron entonces. Pregunté a Cassandra lo que era vivir por tanto tiempo como ella lo había hecho, y ella me regaló historias durante el resto de la comida.

Después de la comida, Adam repitió la oferta de Paige de unirnos a ellos en el camino de vuelta al Centro Comunitario. Nuevamente, estuve a punto de declinar, pero esta vez Jeremy lo oyó por casualidad e insistió en ir, probablemente esperando que los dos delegados más jóvenes hablaran más libremente sin sus mayores alrededor. Por su parte, prometió seguirnos en la camioneta Explorer.

***

A diferencia de Jeremy, Adam no había encontrado estacionamiento en la pequeña parte detrás del restaurante, de modo que nosotros tres nos alejamos de los demás y nos dirigimos a una calle lateral. Delante, al otro lado del camino, vi el viejo Jeep que estaba en el aparcamiento del Centro Comunitario, el con la matrícula de California.

– ¿Tuyo? -pregunté a Adam.

– Desafortunadamente.

– Está algo usado.

– Bastante usado. En un Jeep, muy, muy utilizado. Creo que sacudí dos amortiguadores esta vez. Superar el límite de velocidad es casi imposible. ¿Y adelantar? Olvídalo. Es más fácil conducir bajo el límite inferior del tráfico. La próxima vez, ahorraré mis peniques para poder viajar en avión.

– Dices eso cada vez -dijo Paige-. Robert te compraría un boleto de avión cualquier día, pero siempre te niegas. Amas conducir ese pedazo de mierda.

– El calor se está llevando el romance. Una vez más-¡mierda!

Alcé la vista para ver un Yukon estacionado un punto adelante del Jeep de Adam. El espacio era apenas grande para encajar un compacto. La enorme camioneta anduvo marcha atrás hasta que estuvo a centímetros del parachoques delantero del Jeep. Otro coche estaba aparcado a menos de un pie de la parte trasera del Jeep.

– ¡Hey! -llamó Adam mientras trotaba hacia el Yukon-. ¡Espere!

Una mujer de cuarenta y algo en le asiento del pasajero se dio vuelta y miró a Adam con rostro inexpresivo.

– Estoy pegado detrás de ustedes -dijo él, dirigiéndole una amplia sonrisa-. ¿Podría avanzar un segundo? Saldré de allí y tendrá montones de espacio.

La ventana de pasajeros estaba abajo, pero la mujer no contestó. Miró el asiento del conductor. No intercambiaron palabras. La puerta del conductor se abrió y un hombre con camisa de golf salió. Su esposa hizo lo mismo.

– ¡Hey! -llamó Adam-. ¿Me oyeron? Me han encajonado. Si puede avanzar un poco, estaré fuera de allí en un salto.

El hombre hizo clic en su control remoto. La alarma pió. Su esposa se puso a su lado y se dirigieron hacia el restaurante.

– Asnos -refunfuñó Paige-. Poseen un gasoducto de cincuenta mil dólares y creen poseer toda la maldita carretera.

– Hablaré con ellos -dije-. Tal vez él escuchará a una mujer.

– No lo hagas -Ella agarró mi brazo-. Alcanzaremos a los demás y volveremos por el Jeep más tarde.

– Sólo voy a hablar con ellos.

Ella echó un vistazo a Adam, que miraba a la pareja-.No es por ti que estoy preocupada.

El hombre se giró ahora, sus labios curvándose cuando le lanzó un insulto Adam.

– ¿Qué ha dicho? -gritó Adam.

– Oh, mierda -murmuró Paige.

El hombre volvió la espalda a Adam.

– ¿Qué ha dicho? -gritó Adam.

Mientras Adam gritaba al hombre, tomé la decisión, en una fracción de segundo, de interferir. Tratábamos de mantener un bajo perfil y no podíamos permitirnos llamar la atención con una reyerta que podría implicar a la policía. Adam debería haber sabido esto, pero supongo que incluso los hombres jóvenes más tranquilos pueden estar sujetos a oleadas de testosterona.

Cuando di vuelta para ir tras Adam, Paige agarró mi brazo.

– Espera -dijo-. No hagas…

Me la quité de encima y comencé a correr, no haciendo caso de sus gritos de advertencia y de sus pasos siguiéndome. Cuando me acerqué a Adam, olí fuego. No de humo de cigarro o un tizón o azufre, sino el olor subyacente al fuego mismo. No haciendo caso de ello, agarré la muñeca de Adam y lo hice girar.

– Olvídalo -dije cuando él se giró-. Jeremy puede llevarnos…

Adam me afrontó ahora, y supe de donde venía el olor a fuego. Sus ojos brillaban carmesíes. El blanco era un rojo luminiscente, centelleando con una rabia sin fin.

– Aleja tus manos de mí -retumbó él.

No había rastro de la voz de Adam en las palabras, ningún signo de él en su cara. El calor emanaba de su cuerpo en oleadas. Era como estar demasiado cerca de una hoguera. El sudor saltó de mis poros. Alejé mi rostro del calor, aún sosteniendo su muñeca. Él me agarró, una mano en cada antebrazo. Algo chisporroteó. Lo oí primero, y tuve un segundo para preguntarme qué era, luego estuve cagada por el dolor que atravesaba mis brazos. Él me soltó y tropecé hacia atrás. Verdugones rojos se elevaron de inmediatamente en mis antebrazos.

Paige me agarró, estabilizándome. La empujé lejos y me volví hacia Adam. Caminaba a zancadas hacia un callejón vacío.

– Él está bien -dijo Paige-. Se pondrá bajo control ahora.

La camioneta Explorer dobló la esquina. Agité mis brazos hacia Jeremy para que se detuviera y abrí la puerta de pasajeros antes de que los de la otra camioneta llegaran. Cuando brinqué dentro, la mirada fija de Jeremy fue a mis brazos quemados y su boca se apretó, pero no dijo nada. Esperó hasta estuve dentro, luego apretó el acelerador.

DISECCIÓN

Mientras Jeremy conducía, le expliqué lo que había pasado. Una vez fuera de la ciudad, Jeremy se detuvo en una gasolinera, aparcó delante de la cabina telefónica, y salió. Unos minutos más tarde volvió y tomó la carretera de regreso.

– ¿Ruth? -pregunté.

– Le dije que no volveríamos a la reunión esta noche. Oyó lo que pasó. Estaba muy compungida. Preguntó si vendríamos si se reunieran otra vez mañana. Le dije que no lo sabía, por lo que ella quiere que la vuelva a llamar esta noche y nos enteremos de lo que ellos decidan.

– ¿Lo harás?

– Probablemente. Mi primera prioridad es proteger a la Manada. Para hacer eso, tendríamos que unirnos a esta gente temporalmente, mientras investigan esta amenaza. Tienen recursos que nosotros no. Durante la cena hablamos de esa proyección astral que realizan los chamanes, y suena como un instrumento inestimable para aprender más acerca de estos hombres que encontraste en Pittsburgh. Aparte de eso, no tengo ninguna intención de quedarme para ayudarles. Nosotros luchamos nuestras propias batallas.

En el silencio que siguió, reflexioné acerca nuestro día, en las cosas aplastantes que habíamos descubierto. Aplastantes para mí, al menos. Jeremy no sólo no parecía desconcertado, sino que tampoco sorprendido por todo esto. Yo podría atribuirlo a su ecuanimidad habitual, pero su respuesta a todo parecía demasiado calmada, incluso para él.

– Tú lo sabías -dije-. Sabías que había otras… cosas ahí afuera. Además de nosotros.

– Había oído rumores. Cuando era un niño. Largas noches, después de una Reunión, de vez en cuando, se hablaba de la posibilidad de que existieran otras criaturas, vampiros, hechiceros, y otros por el estilo. Alguien recordaba a un tío que una vez había conocido a un ser con extraños poderes, esa clase de cosas. Muchos humanos discuten sobre la existencia de aliens y fantasmas. Algunos lo creían. La mayoría no.

– ¿Tú lo hacías?

– Parecía improbable que fuéramos las únicas criaturas legendarias con base real -Condujo en silencio durante un momento, luego continuó-. Una vez, poco antes de su muerte, mi abuelo me dijo que su abuelo decía haberse sentado en un consejo de lo que Ruth llamaría “seres sobrenaturales”. Mi abuelo sospechaba que la historia podría haber sido simplemente la imaginación confusas de un anciano, pero creyó que debía contármelo. Si fuera cierto, si otras criaturas existieran, entonces alguien en la Manada debía ser consciente de la posibilidad.

– ¿No deberían todos los miembros de la Manada haber sido conscientes de la posibilidad? -dije-. Sin ofender, Jer, pero yo realmente habría apreciado una advertencia.

– Para ser sincero, el pensamiento nunca cruzó por mi mente. Nunca traté de descubrir si la historia de mi abuelo era verdadera o no. El punto parecía discutible. No tengo ningún interés en otros seres, y estaremos seguros si ellos se interesan por nosotros. Sí, supongo que alguno de ustedes podría cruzarse con uno de ellos por casualidad, pero, considerando, los pocos de nosotros que existen, y cuán pocos son ellos, las posibilidades de no sólo encontrarlos sino que reconocerlos también parecían infinitesimales. Ciertamente, esto nunca había pasado antes, no en mi vida o la de mi abuelo. Ahora parece que estas brujas han sido conscientes de nosotros durante mucho tiempo. Nunca consideré esa posibilidad.

– ¿Admites que cometiste un error?

Sus labios se movieron nerviosamente al elevarse en una sonrisa desnuda -Admito haber cometido un descuido. Sólo sería un error si hubiera considerado la posibilidad y hubiese decidido ignorarla.

– Pero si werewolves fueron parte realmente de este consejo en algún tiempo, ¿Por qué no está en el Legado? -dije, en relación al libro de la historia de la Manada.

– No lo sé. Si, tal como Ruth dijo, los werewolves se alejaron del consejo, podrían haber decidido borrar esa parte de su historia para el Legado.

– Quizás por una buena razón -dije, rozando las yemas de mis dedos sobre mis brazos quemados.

Jeremy me echó un vistazo y asintió con la cabeza -Quizás.

***

En la cabaña, Jeremy lavó y vendó mis quemaduras, luego preguntó si estaba lista para irme la cama o si quería quedarme más tiempo despierta.

– ¿Te quedarás levantado? -pregunté.

– Si tú lo haces.

– Si te quedas levantado, lo haría, pero si estás cansado…

– ¿Estás can…? -Jeremy se detuvo. Una pequeña sonrisa revoloteó por sus labios y supe lo que pensaba. Podíamos continuar así toda la noche, ninguno de nosotros deseaba expresar una opinión que pudiese incomodar al otro. Con Clay o Nick o Antonio, decía mis deseos y opiniones sin vacilar. La supervivencia del más fuerte. Con Jeremy, su cortesía inefable resucitaba mi educación, y una simple elección podía evolucionar en un interminable “después de ti”, “No, insisto, después de que ti”. Si Clay estuviera aquí, él decidiría por nosotros antes de la segunda ronda del baile. Sin él, estábamos solos en esto.

– Voy a quedarme un rato despierta -dije.

– Te haré compañía.

– No tienes que hacerlo.

– Lo sé. Nos sentaremos a la mesa. Sal, y conseguiré un bocado.

Salí. Minutos después, Jeremy me siguió con dos vasos de la leche y una bolsa de galletas.

– Nada más mejor para embotar el dolor -dijo, dándome la leche-. Tendrás que conformarte con la comodidad simple.

Jeremy se sentó a mi lado. Miramos fijamente el agua unos minutos, el crujido de las galletas resonaba en el silencio. El humo de una fogata se deslizaba por sobre el lago.

– Deberíamos encender un fuego -dije.

– No hay fósforos.

– Maldición. ¿Dónde está Adam cuando se lo necesita?

Jeremy esbozó una media sonrisa-.Tendremos una hoguera para ti en Stonehaven. Habrá golosinas de merengue blando también. Si sólo logro recordar como tallar un palo asador.

– ¿Sabes cómo?

Él se rió entre dientes -Difícil de creer, ¿verdad? Sí, fui a un par de campamentos de niño. Dominic solía alquilar una casita de campo cada verano, sacaba a Tonio y sus hermanos de la ciudad, y los llevaba de vuelta a la naturaleza. Me llevaban con ellos.

Cuando Jeremy se quedó en silencio, luché por pensar en un modo de mantenerlo hablando. Jeremy no hablaba de su infancia. Nunca. Había oído algunos rumores de los demás, acerca de no había sido la juventud más idílica, pero Jeremy se mantenía completamente mudo al respecto. Ahora que había trizado esa ventana, no quería dejarle que la cerrarse otra vez tan fácilmente.

– ¿Dónde ibas? -pregunté.

– No muy lejos. Vermont, New Hampshire.

– ¿Era divertido?

Otra media sonrisa-.Mucho. No me interesaba la parte de retornar a la naturaleza. Stonehaven tiene todo eso. Pero eso me permitía a mí y a Tonio jugar como niños verdaderos, jugar con otros niños. Por supuesto, conocíamos a otros niños en la escuela. Pero siempre fuimos a una escuela privada. Como Alfa, Dominic obligaba a hacerlo a los hijos de la Manada. Si sus padres no podían económicamente permitirse el enviarles, él lo pagaba. Estricto control ambiental. A casa durante los fines de semana y las vacaciones, interacción mínima con humanos. Durante las vacaciones, sin embargo, podíamos soltarnos, siempre que usáramos nombres falsos y todo eso.

– ¿Tenían que usar nombres falsos? ¿Qué edad tenías?

– Joven. Tonio era el más viejo, por supuesto. Pero yo era el que inventaba nuestras historias. Era divertido, realmente, inventar una nueva identidad cada verano. Un año fuimos baja nobleza en visita desde Inglaterra. Nuestros acentos eran atroces. Otro año fuimos integrantes de la Mafia. A Tonio le encantaba. Le daba una posibilidad de practicar su italiano y hacer temblar a los matones locales.

– Puedo imaginarlo.

– Mucha diversión, hasta que los niños comenzaran a ofrecernos su dinero de helados. Tonio dibujó la línea allí. La integridad por sobre todo, aun si eso significara perder el alimento suplementario. Discutíamos si había que confesar que la toda la cuestión era una estafa cuando Malcolm llegó y me llevó de vuelta a Stonehaven. Temprano como siempre.

Malcolm había sido el padre de Jeremy, aunque yo nunca había oído a Jeremy llamarlo por otra cosa que no fuera su nombre.

– ¿Él te extrañaba? -pregunté.

Jeremy se rió. No su sonrisita habitual o su media sonrisa, sino un grito de risa que me asustó tanto que casi dejé caer mi galleta.

– No -dijo, recomponiéndose-. Malcolm ciertamente no me echaba de menos. Él lo hacía cada verano, se detenía brevemente para ver lo que yo hacía. Si me divertía, lo cual siempre hacía, él decidía que era el momento para regresar a casa.

No supe que decir a esto, de modo que no dije nada.

Jeremy continuó-.Después de unos años, comencé a manipularlo. Tan pronto como Malcolm llegaba, tenía un ataque masivo de nostalgia. Me tornaba desesperadamente miserable. Moría por marcharme. Entonces, por supuesto, él me hacía quedarme el resto del verano. Sorrentinos también ayudaban con la representación. Sabían lo que significaba para mí estar en casa -Esbozó una media sonrisa sardónica-. Tú, Clayton, y yo. Tres compañeros de vivienda, todos con una infancia putrefacta. ¿Cuáles son las posibilidades?

– Clay tuvo una buena infancia.

– Excluyendo la pequeña parte de ser convertido en un hombre lobo a la edad de cinco años y pasar los siguientes años escondiéndose en los pantanos, comiendo ratas y bebiendo.

– Quise decir después de eso. Después de que lo rescataras. Él siempre ha dicho que tuvo una buena infancia en Stonehaven.

– ¿Cuándo no estaba siendo expulsado de la escuela por diseccionar el conejillo de indias de la clase?

– Ya estaba muerto.

Jeremy se rió entre dientes -Todavía puedo oírlo diciendo eso. Más de treinta años después y todavía puedo oírlo perfectamente. La primera reunión de Manada de Clay. Traté de fingir que todo estaba bien, no avisé a nadie sobre la expulsión. Y de pronto, Daniel rugió y lo anunció a toda la Manada. “Expulsaron a Clayton de la escuela por diseccionar un conejillo de indias”. Clay lloró en la sala, caminó hacia Daniel, con los ojos llameando- tenían la misma edad, pero Clay era por lo menos una cabeza más pequeño, y gritó, “¡Ya estaba muerto!”

– Lo cual explicaba todo.

– Absolutamente -Jeremy sonrió y sacudió la cabeza-. Entre el animal doméstico partido en dos y el fiasco del animal de juguete, tuve que preguntarme si estaba hecho para la paternidad sustituta.

– ¿Animales de juguete?

– ¿Clay no te ha contado eso? -Jeremy vació su cristal, tomó el mío, y se puso de pie.

Agarré su pierna -Cuéntame.

– Cuando vuelva.

Gemí y esperé. Y esperé. Lo tomaba demasiado mucho tiempo verter esa leche. El juego de todo el asunto era el efecto.

– Animales de juguete -dije, cuando finalmente volvió.

– Bueno. Clay tenía problemas con los otros niños en la escuela. Supongo que sabías eso.

Asentí con la cabeza -Él no se integraba y no lo intentó. Pequeño para su edad. Antisocial. El acento sólo lo hacía peor. Le pregunté sobre eso cuando lo conocí. Me dijo que había vivido en Nueva York durante veinte años, pero sonaba como si acabara de bajarse del tren de Luisiana. Decía que cuando era un niño, otros niños se burlaban de su acento. Entonces lo mantuvo. La lógica perversa de Clay.

– Algo que lo pusiera aparte. Entonces, después del desastre con el conejillo de indias, le enseñé en casa hasta septiembre siguiente, luego lo envié a una escuela diferente y le pedí al principal notificarme de cualquier problema de conducta. Juro que pasé tres tardes por semana en reuniones con el profesor. La mayor parte eran pequeñas cosas, pero un día el profesor dijo que Clay tenía problemas en los recreos. Los otros niños se quejaban que él los seguía, los miraba, esa clase de cosas.

– Los acechaba -dije-. Buscando debilidades.

– Exactamente. Ahora, no me preocupaba que hiciera algo. Yo era muy estricto en aquel punto. No devorar compañeros de clase -Jeremy puso los ojos en blanco-. Otros padres advierten a sus niños que no le hablen a extraños. Yo tenía que advertir al mío que no se los comiera. De todos modos, este profesor dijo que Clay no mostraba interés en juegos de recreo normales, como jugar con juguetes. Juguetes. Sabía que se me olvidaba algo. Clay era el niño más poco infantil que yo había encontrado alguna vez, entonces tendía a olvidar que debería hacer cosas infantiles. Después de la reunión, conduje directamente a la juguetería y compré bolsas de juguetes. Él los ignoró todos… todos excepto un juego de animales plásticos, vacas, caballos, ovejas, ciervos, camellos, etcétera. Los llevaba a su cuarto y permanecía allí durante horas. Me alabé a mí mismo por mi gran perspicacia, suponiendo que le gustaban los animales porque sentía algún parentesco con ellos. Entonces encontré el libro.

Jeremy hizo una pausa.

– ¿Qué libro? -pregunté, porque sabía que era lo que se suponía que debía hacer.

– La Guía de Gibson de Anatomía Animal. Lo había robado de la biblioteca escolar y sobado un montón de páginas. Luego eché una mirada más de cerca a los juguetes plásticos. Estaban todos marcados con X rojas estratégicamente colocadas.

– Identificando los órganos vitales -dije-. Para cazar.

– Exactamente.

– ¿Entonces qué hiciste?

– Le dio una larga conferencia acerca de robar y le hice devolver el libro inmediatamente.

Eché mi cabeza hacia atrás y me reí. Jeremy descansó su mano alrededor de mi cintura, un gesto raro de proximidad de la cual disfruté mientras era posible.

– ¿Qué opinas de una carrera? -preguntó después de un momento-. Podríamos correr para descargar un poco de tensión.

Yo estaba cansada, pero nunca se lo habría dicho. Los Werewolves preferían correr con otros, instinto de manada. Como en tantas otras cosas, Jeremy era diferente. Prefería la soledad cuando Cambiaba. A veces se unía a nosotros en una Manada de caza, pero raramente iba por una carrera con un compañero. Así que, cuando lo ofreció, yo podría haber estado lista para desmayarme de agotamiento y no me habría negado.

Caminamos hacia los bosques, tomando el camino hasta que estuvimos bastante adentro para encontrar lugares para nuestro Cambio. Habíamos avanzado aproximadamente un metro cuando Jeremy se dio vuelta para mirar fijamente por sobre mi hombro.

– ¿Qué? -Pregunté.

– Faros de coche reduciendo la marcha en lo alto de la calle -murmuró.

La calzada se inclinaba abruptamente desde la carretera a la casita de campo, dejando los coches en la cima, de modo que lo podíamos ver era el brillo de las luces con binoculares. Mientras esperábamos, las luces desaparecieron y el estruendo del motor murió. Una puerta de coche se abrió y cerró. Los pasos caminaron por el borde de la colina. Una piedra sonó debajo de un zapato, golpeteando. Una pausa. Alguien escuchando una respuesta al ruido. Entonces el susurro de la hierba larga contra las piernas de alguien. Una luz tenue encima de nosotros, un movimiento sin forma. Entonces se movió hacia sur, con el viento a favor. Intencionadamente. Un árbol crujió a nuestra derecha. Brinqué. Sólo el viento.

Jeremy miraba, escuchaba, olía, sólo el endurecimiento de su quijada traicionaba su tensión. Lo miré, pero él no me miró de vuelta. Mirada demasiado ocupada. Y esperando. El sonido de ramitas quebradas debajo de los pies. Silencio otra vez. Alguien gritó a través del lago. Brinqué otra vez. Entonces, una roca cayó por la ladera a mi derecha. Cuando di vuelta, vislumbré una mancha borrosa de movimiento a mi izquierda. Mala dirección. Mierda. Demasiado tarde. La mancha borrosa estaba sobre mí, golpeando mis piernas. Las manos me agarraron mientras caía, lanzándome de espaldas y fijando mis brazos a mis costados. Golpeé la tierra con mi atacante sobre mí.

VISITAS

– ¿Me extrañaste? -preguntó Clay, sonriéndome abiertamente.

Me levanté, lanzándolo por sobre mi cabeza, hacia una pila de leña. La madera cayó sobre él, dejándolo sin aliento.

– Creo que no -respiró con dificultad, y, de alguna forma, todavía sonriendo abiertamente.

– ¿Puedo matarlo? -le pregunté a Jeremy-. Por favor.

– Mutila, pero no mates. Todavía podríamos necesitarlo -Jeremy le ofreció a Clay una mano y lo puso de pie con un poco más de fuerza de la necesaria-. Me alegro de ver que recibiste mi mensaje, pero no creí que estarías aquí tan rápido. ¿Tuviste algún problema por tener que alejarte de tu curso?

No, Clay no era un estudiante en la Universidad de Michigan. Era profesor. Bueno, no realmente profesor. Quiero decir, no permanentemente. Era un antropólogo investigador, que de vez en cuando hacía alguna serie de conferencias cortas, no porque le gustara, ya que a Clay no le gustaba hacer nada que implicara contacto con humanos, pero, debido al extraño robo de ideas en el mundo de los académicos, las relaciones interpersonales eran un mal necesario para mantener su red de contactos y, por ende, su carrera. La mayor parte de las personas que habían conocido a Clay, oyendo sus clases, decían algo a así como “Pensaba que se necesitaba un PhD para hacer esto”. Claramente la visión de Clay y un grado de doctorado no iban juntos. Sí, él tenía uno, puedo atestiguarlo, habiendo visto el diploma en el fondo de su cajón de calcetines. Cualquiera que conociera a Clay, sin embargo, podía ser perdonado por el error. Él no hablaba como alguien que tuviera un grado tan avanzado. Y ciertamente no se veía como un PhD. Clay era una esas personas detestables, dotadas tanto con inteligencia al nivel de un genio y por una apariencia magnífica. Ojos azules, rizos rubios oscuros, y un rostro severo sacado directamente de una revista. Combínalo con un cuerpo poderoso y tienes un paquete que no pasa desapercibido en medio de una convención de Chippendales. Él lo odiaba. Clay habría estado feliz de despertarse una mañana y encontrarse transformado en la clase de tipo que llamaba la atención de manera persistente sólo cuando su bragueta estaba abajo. Yo, por otra parte, criatura superficial que soy, no estaría tan contenta.

Clay dijo a Jeremy que su serie de conferencias había sido parte de un curso interino, entonces no había tenido ningún problema en devolvérsela al profesor regular y renegociar su parte para el final de la sesión. Mientras explicaba esto, practiqué mi tercera clase de habilidades matemáticas.

– Dejaste un mensaje a Clay desde mi teléfono celular, y que, supuestamente el recibió en Detroit, ¿verdad? -pregunté.

Jeremy asintió con la cabeza.

– ¿Y cuándo dejaste ese mensaje?

– Antes de cenar. Después de que fueras a sentarte con Cassandra usé el teléfono público en el vestíbulo.

– Uh-huh. Hace aproximadamente cuatro horas, entonces. Así que, asumiendo que Clay tomó la ruta más corta desde Detroit, a través de Ontario, hacia Quebec y luego hacia acá, serían más de seiscientas millas. Un Porsche que viaja a, supongamos, noventa millas por hora, sin paradas o retardos, le tomaría al menos siete horas para hacer el viaje. ¿Alguien ve un problema con estas cuentas?

– Yo no estaba realmente en Detroit cuando Jer llamó -dijo Clay.

– Uh-huh.

– Yo estaba un poco… más cerca.

– ¿Cómo de cerca?

– Ummm, digamos… Vermont.

– ¡Tú, disimulado hijo de puta! ¿Has estado todo el tiempo aquí, verdad? ¿Qué hiciste, seguirnos todo el tiempo?

– Estaba protegiéndote.

Resistí el impulso de plantar con fuerza mi pie en la tierra. No era el modo más maduro de lanzar un argumento, pero a veces la frustración hacía volar la madurez a cualquier parte. Clay me hacía esto. Me conformé con una sacudida de tierra.

– No necesito protección -dije-. ¿En cuántas peleas he estado? Demasiadas para contar, y no me han matado aún, ¿verdad?

– Oh, una muy buena lógica. ¿Tengo que esperar hasta que alguien lo haga, querida? ¿Entonces me permitirás protegerte? ¿Proteger tu tumba tal vez?

– Te ordené que te quedaras en Detroit, Clayton -dijo Jeremy.

– Tú dijiste que no necesitaba venir -dijo Clay-. No que no podía.

– Sabías lo que quería decir -dijo Jeremy-. Hablaremos de esto más tarde. Volvamos a la casita de campo ahora y te rellenaremos con algo que no sepas aún.

Nos dirigimos hacia la cabaña. Cuando estuvimos a punto de salir de los bosques, Jeremy se detuvo y levantó una mano, haciéndonos callar.

– ¿Alquilaste una camioneta? -susurró a Clay.

– Nah, una pequeña caja de mierda. Me imaginé que el Boxster podía ser un poco visible por estos lados. ¿Por qué? -siguió la mirada fija de Jeremy-. Ese no es el mío.

Miré hacia la cima de la colina para ver una furgoneta aparcada al final del camino.

– ¿Qué hora es? -preguntó Clay.

– Demasiado tarde para pasear -dije-. Demasiado temprano para cazar o pescar.

– Yo diría que tenemos la compañía -dijo Jeremy-. Yo vigilaré. Ustedes dos rodeen la casita de campo y saluden a nuestros invitados.

Clay y yo nos arrastramos para salir del bosque. El lado sur de la cabaña estaba oscuro y tranquilo. Mientras escuchaba, capté el crujido de hojas secas desde el lado norte. Agité la mano hacia Clay para que tomara el lado del lago mientras me deslizaba a través del camino.

En el lado del norte de la casita de campo encontré mi mina, un hombre solo vigilando. Me arrastré por los árboles hasta que estuve al lado del hombre. Tenía, probablemente, cincuenta años, pero con el físico y el porte de un hombre de la mitad de esa edad. Su postura era muy erguida, ojos entrenados mirando la calzada, no oscilaban. Un profesional. Militar jubilado, posiblemente, considerando el corte y la ropa tan tiesa por el almidón que sospechaba llevaba él como ropa interior. Sostenía su arma a su derecha, inclinada pero tensa, listo para quitar el seguro y hacer fuego como un juguete de acción. ¿De dónde sacaba Winsloe sus reclutas? ¡Soldado de Fortuna! Con la forma en que los tipos se veían, pareció que se había comprado un maldito ejército entero.

Clay salió del bosque, por detrás del pistolero. Captó mi mirada a través de los árboles. Asentí con la cabeza y me puse en cuclillas. Mientras él avanzaba, algún gamberro borracho gritó a través del lago. El vigilante giró alrededor, pero Clay ya estaba en mitad del vuelo. Salté y golpeé el arma de la mano del hombre mientras Clay lo agarraba alrededor del cuello. Un chasquido. Luego, silencio.

Clay bajó al muerto a tierra. Abrí la cámara del arma. Las balas en su interior brillaban demasiado alegremente para ser plomo. Se los mostré a Clay mientas él arrastraba el cuerpo hacia los bosques.

– Balas de plata -susurré-. No es el equipo estándar para un Oficinista.

Clay asintió.

– ¿Adelante o atrás? -pregunté.

– Escoge tú.

Me dirigí hacia la puerta principal. Tenía una rendija abierta. Mientras me deslizaba a lo largo de la pared, se oía música pop silenciada cuando detrás de la cabaña Clay rompió la cerradura trasera. Cuando estuve lo suficientemente cerca para ver por la grieta de la puerta principal, hice una pausa. Nada de luz, sonido, o movimiento venían desde dentro. Con el dedo del pie, abrí un poco más la puerta. Todavía nada. Me puse en cuclillas y me arrastré, quedándome abajo para no llamar la atención de nadie- o atrapar una bala disparada ciegamente a nivel de pecho.

Las puertas de enfrente y trasera estaban la una frente a la otra, conectadas por un pasillo común, por lo que, tan pronto cuando me moví sigilosamente hacia adentro, vi a Clay. Él levantó sus cejas. ¿Oyes algo? Negué con la cabeza. Caminamos por el cuarto principal, y él señaló hacia arriba y articuló “luz”. Miré hacia la escalera. Arriba, una luz vacilaba, como una linterna móvil. Clay gesticuló desde mí hacia él, luego señaló hacia arriba otra vez. Ambos íbamos. Él encabezaba.

Tres cuartos de camino hacia arriba, un crujido. Era inevitable, ¿verdad? Creo que los carpinteros lo hacen a propósito, hacer al menos un escalón chirriante, así nadie puede pasar hacia arriba o hacia abajo sin ser detectado. Nos congelamos y escuchamos. Silencio. Clay avanzó al siguiente escalón, se detuvo, y se inclinó hacia adelante, echando una ojeada al pasillo superior. Sacudió la cabeza. Nada. Después de un momento de pausa, subió los tres últimos escalones. Se dirigió hacia el dormitorio trasero, de donde venía la luz. Me quedé de pie en lo alto de la escalera, pegada a la pared más lejana, vigilando el dormitorio delantero, los escalones, y a Clay sobre todo.

– Mierda -susurró.

Me di vuelta. Jeremy había estado usando el dormitorio trasero. Él o uno de los intrusos se habían marchado dejando la luz de noche encendida. Delante de ello, un abanico de pedestal giraba a baja velocidad, láminas que bloqueaban intermitentemente la ampolleta, dando la impresión de una luz vacilante. Mientras sacudía mi cabeza, se oyeron pasos en el nivel principal. La escotilla al sótano se cerró.

– Eso es -dijo la voz de un hombre-. Ellos no están aquí.

– Entonces esperaremos -dijo el otro-. Trae a Brant y nos vamos de aquí.

Pasos en el pórtico delantero-.Brant se ha ido.

– Probablemente a orinar. Que maldita maravillosa vigilancia. Ve a encender la camioneta, entonces. Él lo calculará.

Clay susurró -Los atajaré en la espalda. Toma el frente. Llévalos a los bosques. Lejos de su camioneta y de Jeremy.

Me apresuré hacia la escalera, esperando que Clay me siguiera. Debería haberlo sabido mejor. ¿Por qué bajar la escalera cuándo había una salida más dramática a mano? De todos modos, no era puro teatro. La salida de Clay realmente impidió a los dos hombres de oírme salir corriendo de la casa. Estaba saliendo por la puerta delantera cuando la ventana del cuarto de baño del segundo piso se rompió. Una lluvia de cristales cayó encima de los hombres. Cuando alzaron la vista, Clay cayó a la tierra delante de ellos.

– ¿Van a algún lado? -dijo él.

Antes de que ninguno de los hombres pudiera reaccionar, Clay le dio una patada a la pistola del hombre de la izquierda. El hombre de la derecha se giró, me vio, levantó su arma, y disparó. Me escabullí, pero algo pinchó mi muslo. Un dardo de tranquilizante. Clay se había dado cuenta de qué hombre tenía el arma más peligrosa y lo desarmó, dejando al tipo del arma de tranquilizante para el segundo round.

El primer hombre esquivó la siguiente patada de Clay y se lanzó hacia el bosque. Clay lo siguió. El otro hombre se quedó mirándome, con el arma de tranquilizante lista. Arranqué el dardo de mi pierna y corrí. Sus ojos se ensancharon como si hubiera esperado que yo me tambaleara y cayera a tierra. Obviamente alguien que creía que necesitaba balas de plata para matar a un werewolf tampoco sabía que necesitaría cantidad para el tamaño de un elefante de sedante para lograr desmayar a uno. Cuando apuntó otra vez, me lancé a sus piernas, lo agarré y lo empujé, derribándolo conmigo. El arma cayó a un lado. Su mano voló, no hacia mí, sino hacia la izquierda, extendiendo la mano a través de la tierra. Mierda. La otra arma. La verdadera.

Rodé de lado y golpeé el arma fuera de su alcance. Él se puso de rodillas, levantó el puño, luego hizo una pausa. Los tipos hacían esto. Parecía una regla de patio de recreo arraigada. Los muchachos no golpeaban a las chicas. Nunca. Por lo general sólo vacilaban un momento antes de comprender que había excepciones a toda regla. De todos modos, me dio el tiempo para esquivarlo, lo cual hice. Lancé mi puño hacia su tripa. Él se dobló, aún de rodillas. Agarré su pelo y golpeé su rostro en tierra. Él se recuperó rápido, sin embargo. Demasiado rápido como para dejarme romper su cuello. Su mirada fue directamente hacia el arma. Cuando él embestía hacia adelante, la tomé, balanceé mi brazo hacia atrás y la impulsé hacia su corazón. Sus ojos se ampliaron, y miró hacia abajo, al arma que sobresalía de su pecho, tocó el chorrito de sangre que se filtraba de la herida, frunció el ceño confuso, se tambaleó una vez sobre sus pies, luego se cayó hacia atrás.

Clay salió del bosque, miró al hombre e inclinó su cabeza.

– Hey, querida -dijo-. Eso es hacer trampa. Los werewolves no usan armas.

– Lo sé. Estoy tan avergonzada.

Él rió-. ¿Cómo te sentiste después de ese dardo?

– Ni siquiera bostezo.

– Muy bien, porque se nos escapó uno. El tipo se metió en la niebla. Se imaginó que yo volvería y vería si tú necesitabas ayuda antes de darle caza. No estará lejos.

– Cambiemos, entonces -dijo Jeremy, acercándose desde detrás de nosotros-. Es seguro. ¿Están bien tus brazos, Elena?

Me saqué las vendas, haciendo una mueca mientras lo hacía. Nos curamos rápido, pero el proceso de todas maneras llevaba más que unas horas.

– Estaré bien -dije.

– Bueno. Vayan, entonces. Cuidaré de estos dos.

Clay y yo nos movimos para encontrar sitios donde Cambiar.

***

Después de doce años, yo tenía una especie de fórmula para el Cambio, un simple juego de pasos que seguía para impedirme el pensar en el dolor que vendría. Primer paso: Encontrar un claro en el bosque, preferentemente bien lejos de todos los demás, ya que ninguna mujer, frívola o no, quería ser vista en medio de un Cambio. Segundo paso: Sacarse la ropa y doblarla con esmero – este era el plan, aunque de alguna manera mis ropas siempre terminaban colgando al revés desde las ramas de un árbol. Tercer paso: Ponerse en posición, a gatas, la cabeza entre los hombros, músculos relajados. Cuarto paso: Concentrarse. Quinto paso: Intentar no gritar.

Cuando hube terminado mi Cambio, descansé, luego me puse de pie y me estiré. Adoraba estirarme como lobo, explorando las diferencias en mi estructura, la nueva forma en que mis músculos interactuaban. Comencé en las patas, enterrando mis uñas en el suelo y empujando contra la tierra con las cuatro patas. Luego arqueé mi espalda, oyendo una o dos vértebras hacer un sonido extraño, disfrutando de la ausencia total de cualquier rigidez de espalda o de cuello, de los pequeños dolores y contracturas que la gente bípeda aprende a aceptar. Moví el espinazo, levantando mi cola sobre la espalda, luego dejándola caer y balanceándola de un lado a otro, sintiendo cómo susurraban los pelos contra la cara interna de mis piernas. Finalmente, la cabeza. Hice girar mis orejas y busqué, al menos, un nuevo sonido, tal vez un pájaro a una milla de distancia o un escarabajo haciendo su madriguera en la tierra a mi lado. Jugué al mismo juego con mi nariz, oliendo y encontrando algo nuevo, abono de vaca a una distancia de cinco millas lejos o rosas que florecen en el jardín de una casita de campo. No podía hacer lo mismo con mis ojos. Si algo sucedía al respecto, era que mi vista era peor como lobo, pero parpadeé y miré alrededor, orientando mi visión nocturna. No veía en blanco y negro, como la mayor parte de los animales, sino en una paleta desteñida de colores. Finalmente, eché atrás mis labios en un gruñido fingido y sacudí la cabeza. Allí. Extensiones listas. Tiempo de trabajar.

DIVERSIONES

Desde que Clay lo había dejado, el hombre había recorrido un buen trecho. Había corrido al menos tres kilómetros, todos en el mismo radio de medio kilómetro, dando vueltas y zigzagueando sin parar. Algunas personas no tienen ningún sentido de orientación. Trágico, la verdad.

Clay lo había conducido a un área pantanosa donde ninguno de los visitantes de la villa tenía razón de aventurarse y de ese modo, ninguno de ellos podría seguir sus pasos. A medida que nos acercábamos, podíamos oír al hombre, sus botas chapoteando construían un mapa auditivo de sus movimientos. Unos metros al este, virando un poco hacia el sur con cada paso, luego giro repentino al sudoeste, avanzando veinte pasos hacia el norte, otra vuelta, unos pasos más y… estuvo más o menos de vuelta donde había comenzado. El suspiro de Clay estremeció sus flancos. No había desafío. Nada de diversión.

En este punto, deberíamos haber terminado con el tipo, haberlo cercado, uno por el frente, el otro por la espalda, brincado sobre él, arrancado su garganta, y listo el trabajo. Habría sido lo que responsablemente habría que haber hecho, acabar la amenaza sin riesgo o alboroto. Después de todo, este era un trabajo, maldición, no se suponía que fuera diversión. Aún así, había un problema. Barro. El barro rezumaba entre los dedos de mis patas, y el agua fría avanzaba poco a poco por mis patas delanteras. Levanté la pata. Había un espeso y negro barro, cubriendo cada pelo. A medida que bajaba la pata, el barro iba deslizándose hacia la tierra. Yo no podía trabajar así. No era seguro. Había sólo una opción. Teníamos que conseguir que el tipo saliera de su atasco. Lo que significaba que teníamos que perseguirlo. Y, maldición, me sentía mal por eso.

Nos separamos, dando vueltas en sentidos contrarios alrededor del hombre que trastabillaba en el barro. Tomé el sur y encontré que la tierra aún estaba pantanosa. Cuando nos encontramos en el lado opuesto, Clay movió su cabeza hacia el norte, diciéndome que la tierra allí estaba seca. Hice una pausa entonces y mediante la audición localicé al hombre otra vez. Hacia el sudoeste, tal vez a quince metros de distancia. Clay rozó mi costado y gruñó suavemente. Me rodeó, rozando a lo largo de mi flanco, su cola haciendo cosquillas a través de mi hocico, luego caminó hacia el otro lado. Me acerqué más, empujé mi hocico bajo su garganta y presioné allí. La anticipación tembló por su cuerpo, una vibración palpable contra mi mejilla. Acarició con el hocico mi oído y mordisqueó el borde. Le di un codazo, luego retrocedí -¿Listo? -pregunté con una mirada. Su boca se abrió en una sonrisa y se fue.

Me afané por el barro tras Clay. Fuimos hacia el sur-sudoeste. Aproximadamente a diez metros al sur de nuestro objetivo, nos detuvimos. Luego nos encaminamos hacia el norte. Delante, el hombre todavía chapoteaba a través del pantano, puntuando cada uno de sus pasos con un juramento murmurado. Al haber creído perder a Clay varios kilómetros atrás, el hombre se encontraba absorto en salir de lo que debía haber parecido el más grande de los pantanos de Norteamérica. Cuando nos acercamos más, redujimos la marcha, tratando de calmar el sonido de nuestro acercamiento. No era que esto realmente importara. Este tipo estaba tan absorbido en escapar del interminable pantano que probablemente podríamos haber saltado llevando castañuelas y él no nos habría oído. Nos detuvimos a unos metros de él. Aunque la brisa estaba a nuestra espalda, estábamos lo suficientemente cerca como para olerlo en el viento. Clay rozó mi costado para llamar mi atención. Cuando lo miré, él levantó su hocico al cielo imitando un aullido. Inspiré y sacudí mi cabeza. Advertir a nuestra presa tenía su atractivo, pero quería intentar algo diferente.

Avancé poco a poco arrastrándome sobre mi estómago. Cuando el aroma del hombre aumentó su intensidad, hice una pausa y comprobé su dirección. Se movía hacia el norte, directo hacia mí. Perfecto. Sacudí mi cabeza, descansé mi vientre contra el barro y me arrastré hasta que pude ver al hombre empujando a través de la ciénaga. Podría haber avanzado fácilmente alrededor del árbol putrefacto en frente de él, pero trastabillaba en la oscuridad, parecía haber perdido su linterna o tal vez la dejó con su socio muerto. Aparte del árbol podrido, el área que lo rodeaba estaba clara. Salté hacia atrás, algo mucho más fácil de coordinar como lobo que como humano. Clay se avanzó para encontrarme. Cuando llegó junto a mí, dejé caer mis cuartos traseros a tierra y meneé mi cola al aire. Él gruñó e inclinó la cabeza hacia un lado, un claro “¿Qué demonios estás haciendo?” Resoplé, me puse de pie, y repetí el movimiento, esta vez rebotando de acá para allá. Tomó un segundo, pero él finalmente lo entendió. Él se rozó contra mí una última vez, hundiendo su hocico en mi cuello. Entonces se dio vuelta y avanzó hacia el noroeste.

Fui al norte otra vez, arrastrándome sólo unos pies más antes de ver al hombre. Avanzaba a través de agua que le llegaba a la altura del tobillo, dos maldiciones por cada paso que daba. Elevé mis oídos y atrapé el sonido de las patas de la Clay chapoteando por el barro. Cuando estuvo en paralelo a mí, se detuvo, sus ojos azules destellando en la oscuridad. No tuve que comunicarle mi posición. Mi piel pálida brillaba bajo los cielos más oscuros. Girándome hacia el hombre, verifiqué dos veces su posición. Había logrado dar tal vez dos pasos en el intermedio. Añadí aquellos dos pasos suplementarios a mi posición. Entonces me agaché, mis cuartos traseros abajo, la cola al aire, meneándola cuando cambié la posición y probé mis patas traseras. Arriba, abajo, lado, lado, abajo otra vez, tensar, soltar… perfecto. Enfoqué mi concentración a mis patas delanteras, apretando los músculos. Un último chequeo al objetivo. No hubo cambio de posición. Perfecto. Ahora a cazar.

Salté a través del aire. La maleza chisporroteó en el despegue. El hombre lo oyó, se giró y levantó sus manos para rechazarme, no dándose cuenta de que mi trayectoria no me llevaría sino a unos metros de él. Aterricé a su derecha. Dejé caer mi cabeza entre mis hombros y gruñí. Sus ojos destellaron de la sorpresa a la comprensión. Era lo que deseaba, el por qué yo no había dejado a Clay advertirlo. Quería ver su expresión cuando comprendiera exactamente lo que afrontaba, que por una vez no se confundía con un lobo o perro salvaje. Quería ver el entendimiento, el horror, y, finalmente, el pánico que soltaba vejigas. Jadeó durante un largo momento, sus mandíbulas abiertas, ninguna parte de él en movimiento, ni siquiera respiraba. Entonces, el golpe de pánico. Se dio vuelta y casi tropezó con Clay. Chilló entonces, un chillido de terror. Clay echó sus labios hacia atrás, sus colmillos destellando a la luz de la luna. Él gruñó, y el hombre se lanzó hacia el lugar más abierto, el norte, hacia la tierra seca.

Esto no era tanto una persecución en un pantano, era más bien dos luchadores de barro persiguiendo a un tercero, los tres más deslizándose que corriendo. Una vez que alcanzamos la tierra seca, el hombre se lanzó en una precipitada carrera. Fintamos tras él. Era una carrera injusta. Corriendo en plenitud, un lobo es más rápido que la mayoría de los atletas profesionales. Este tipo estaba en excelente forma, pero no era profesional, y tenía la desventaja adicional de estar cerca del agotamiento, lleno pánico, y una pésima visión nocturna. Podríamos haberlo alcanzado con un estallido de velocidad. En vez de eso, redujimos la marcha. Teníamos que darle al tipo una posibilidad, ¿Verdad? Desde luego, la imparcialidad era nuestra única motivación. En serio, no tratábamos de prolongar la persecución.

Trotamos tras él algo más de un kilómetro a campo traviesa. El olor apestoso de su pánico se precipitó hacia nosotros, llenando mi nariz y saturando mi cerebro. La tierra volaba bajo mis pies, mis músculos se contraían y expandían en una síncopa tan absoluta que la sensación era casi tan embriagadora como el olor de su miedo. Sus laboriosos jadeos raspaban como el papel de lija contra el silencio de la noche. Lo bloqueé, escuchando en cambio la respiración estable de Clay jadeando mientras corría a mi lado. Un par de veces Clay se acercó lo suficiente como para rozarse contra mía. La intoxicación de la persecución era completa. Entonces, con un nuevo olor en la brisa, la realidad tomó su lugar. Vapores diesel. Había un camino delante. La alarma se alzó dentro de mí, luego se fue en una ola de sentido común. Eran aproximadamente las 3:00 de la mañana de un lunes en medio del terreno de las casitas de campo. Las posibilidades de toparse con tráfico delante eran nulas. Las posibilidades de encontrarse siquiera con un coche eran casi tan bajas. Todo lo que teníamos que hacer era seguir a este tipo a través del camino y mantenernos tras él.

Aunque todavía podía oler el gasoil, no se entremezclaba con el olor del asfalto. Un camino de tierra. Mejor todavía. Subimos una pequeña colina y vimos el camino delante, una línea vacía de tejido marrón a través de las colinas. El hombre subió la zanja en la cerca del lado. Cuando saltamos del montículo, un destello de luz iluminó el camino durante un segundo, luego desapareció. Hice una pausa. Durante un momento, todo estuvo oscuro. Entonces la luz destelló otra vez. Dos luces redondas en la distancia, parpadeando sobre las colinas. El hombre lo vio también. Encontró un último estallido de la velocidad y corrió hacia el vehículo que venía, agitando los brazos. Clay saltó de detrás de mí. Cuando el coche bajó al último valle, Clay saltó a través del camino, alcanzó al hombre, y lo lanzó volando a la zanja. Una camioneta venía en la última colina, una motonave retumbando detrás. Pasó junto a nosotros y continuó su camino.

Corrí a través del camino. Clay y el hombre estaban en el fondo de la zanja, cayendo juntos, Clay pataleaba, tratando de alcanzar un buen asimiento mientras el hombre se retorcía para escapar. Ambos estaban cubiertos de barro, haciendo el trabajo de Clay mucho más difícil y el del hombre más fácil. El hombre se retorció de lado y alcanzó el final de su pierna con un jadeo. En un destello comprendí lo que él haría después. Grité una advertencia a Clay. La mano del hombre sujetaba algo fuertemente en su puño. Mientras él intentaba alcanzarlo, Clay se lanzó hacia su mano. Un destello de luz. El sonido de un trueno. Una ducha de sangre. La sangre de Clay.

Me lancé hacia abajo a la zanja, golpeé el arma de la mano del hombre, y lo di vuelta. Sus ojos se ensancharon. Salté hacia él, agarré su garganta, y la rasgué. La sangre barbotó. El hombre convulsionó. Lo balanceé de un lado a otro hasta que su garganta se despegó y su cuerpo cayó a los arbustos. Algo pinchó mi flanco y giré para ver a Clay allí. La sangre corría por la parte trasera de su pata delantera. Lo puse de lado, lamí la herida hasta dejarla limpia, y lo examiné. La bala había pasado a través de la piel y el músculo que conecta su pata delantera con el pecho. Apestaba a pólvora y carne quemada, y tan pronto como limpié la herida, se llenó de la sangre otra vez. Lo limpié otra vez, calibrando el flujo de sangre. Ya no se derramaba, se había reducido a un goteo estable. Feo, pero no amenazaba su vida. Cuando me echaba atrás para mirar otra vez, Clay lamió la comisura de mi hocico y hundió su nariz contra mi mejilla. Un estruendo bajo, como un ronroneo, vibró a través de él. Iba a revisar su herida otra vez, pero él bloqueó mi visión y me dio un codazo obligándome a mirar hacia los bosques. Misión cumplida. Sin heridas mortales. Tiempo para Cambiar de vuelta.

***

Después de que hube Cambiado, volví a donde estaba el cadáver. Clay saltó detrás de mí, aplastando mi trasero, y agarrándome de la cintura antes de que pudiera responder. Mientras se inclinaba para besarme, esquivé sus labios para comprobar su herida. La herida de bala pasaba ahora a través de la parte de atrás de su brazo, a varios centímetros de su torso, ya que un punto en nosotros cuando somos lobos no siempre corresponde al mismo punto siendo humanos. La sangre se filtraba del agujero. Me incliné para una mirada más cercana, pero él agarró mi barbilla, la levantó, y me besó.

– Necesitas que revise eso -mascullé en medio del beso.

Él enganchó mi pie izquierdo y me caí hacia atrás, contra su brazo bueno.

– Realmente necesitas…

Él me bajó a la tierra. Hundí mis talones en tierra y apreté mis rodillas.

– Jeremy debería mirar…

Él sofocó el resto besándome con más fuerza. Me solté de su abrazo y bailé hacia atrás. Él sonrió abiertamente y comenzó a avanzar.

– ¿El brazo está bien, entonces? -Dije.

– No te preocupes si no lo está.

– Bien. Entonces no te opondrás a trabajar en ello.

Giré y me escapé. No fui lejos. Este lado del camino era bosque, y los bosques espesos no eran amables con la gente, particularmente, con gente desnuda corriendo. Rodeé un grupo de árboles. Clay me siguió una vez, luego cambió la dirección y trató de agarrarme por el otro lado. Me reí y corrí de vuelta y a través del claro. Cuando me lancé alrededor otra vez, él se zambulló hacia mis pies y me atrapó. Tropecé, pero recobré el equilibrio cuando él golpeó la tierra, su mano todavía alrededor de mi tobillo. Retorciéndome de su asimiento, me liberé y corrí lejos. Una risa ronca resonó por los árboles, seguida por un gruñido cuando él se puso de pie. Me escondí detrás de un grupo de árboles y esperé a ver qué dirección escogería él. Lo oí corriendo hacia mí. Entonces silencio. Esperé. Más silencio.

Poniéndome en cuclillas debajo del nivel de ojo, avancé poco a poco desde detrás de los árboles. Nada. Me giré, esperándolo por detrás. No estaba allí. Hice una pausa, luego me arrastré hasta que estuve de vuelta en el lado del claro entre los árboles. Ninguna señal de él. Escuché, olí, miré… nada. Cuando di un paso hacia atrás en el claro, vislumbré una mancha borroso de movimiento a mi izquierda, desde detrás de un enorme roble. Giré lejos, pero demasiado despacio. Clay me agarró de la cintura y nos lanzó a ambos a tierra con un fuerte golpe.

Su boca volvió a la mía, su lengua resbalando entre mis dientes. Lo sacudí de la espalda. Mientras luchaba para separarme, él me tiró otra vez, sus manos fijaron las mías a la tierra. Luché, más por la sensación, de su cuerpo moviéndose sobre el mío, su peso, el rasguño áspero de los pelos de sus piernas y pecho contra mi piel, las contracciones de sus músculos cuando trabajaban para contenerme. La sangre de su herida corrió a través de nosotros, mezclándose con la sangre seca del hombre sobre mí. Había sangre en sus labios y en su boca. Cerrando los ojos, probé el sabor fuerte y agudo y exploré más profundo con mi lengua.

La tierra debajo de nosotros estaba cubierta con hojas húmedas puestas en capas con barro fresco y sangre. Resbalamos y nos deslizamos a través de todo eso, luchando cuerpo a cuerpo y riéndonos y besándonos y andando a tientas, entonces Clay agarró mis caderas y se sumergió en mí. Jadeé, y él echó su cabeza hacia atrás, riéndose. Luchamos un poco más, rodando y empujando juntos, no molestándonos en encontrar un ritmo. La tierra irritaba y algunas ramitas empujaban sitios de condenadamente incómodos, pero seguimos haciéndolo, besándonos hasta que estuvimos sin aliento, luego riéndonos y peleándonos. Cerré los ojos y lo bebí todo, el paso ligero de mi corazón, el olor a hojas húmedas y sangre, el sonido de la risa gloriosa de Clay.

Cuando abrí los ojos, él sonreía abiertamente. Él nunca cerraba sus ojos cuando hacíamos el amor, nunca miraba lejos, siempre miraba mi rostro, dejándome ver todo en sus ojos. Veía el primer estremecimiento del clímax, el ensanchamiento de sus ojos, el movimiento lento de sus labios pronunciando mi nombre. Jadeando, sentí mi cuerpo tensarse en ondas de perfecta sensación cuando me uní a él.

***

– ¿Me extrañaste? -dijo unos pocos minutos después, todavía estando dentro en mí, saliendo lentamente.

Incliné mi cabeza hacia atrás para alzar la vista hacia él y sonreí abiertamente -En cierto modo.

– Ouch. Cruel. Muy cruel.

– Al menos te aprecio por una cosa.

– ¿Sólo una cosa?

Su mano se movió a mi pecho, acariciando el pezón entre sus dedos, luego bajando sus labios para hacer lo mismo. Cerré los ojos y gemí.

– O tal vez varias cosas -murmuré-. Esta es una de ellas. ¿Quieres hacer una lista?

Él se rió entre dientes, la vibración zumbando a través de mi pecho.

– Nada de listas, por favor -dijo una voz profunda desde algún sitio a nuestra derecha-. He estado esperando aquí toda la noche. Ya tuve que esperar que terminara el primer round.

Giré mi cabeza para ver a Jeremy caminar a través de los árboles.

– Lo lamento -dije.

– No lo hagas. Pero me gustaría limpiar esto antes del alba.

Clay gimió y se levantó sobre sus codos, todavía estando dentro de mí.

– Sí -continuó Jeremy-. Terriblemente desconsiderado de mi parte, esperar que eliminen los cadáveres que dejan antes de que empiecen con su jugueteo de reencuentro. Les pido perdón sinceramente. Ahora, quita tu trasero, Clayton, y ponte a trabajar.

Clay suspiró, me dio un último beso, y se puso de pie. Me puse de pie también y atropellé el cadáver. Sí, todavía estaba desnuda, y, sí, Jeremy estaba de pie ahí mismo, y, no, no traté de cubrirme o algo tan ridículamente remilgado. Jeremy me había visto desnuda, me había dibujado desnuda, había tropezado conmigo acostada desnuda. Somos werewolves, ¿recuerdan? Eso significaba que después de que Cambiamos, siempre estábamos desnudos y, muy a menudo, bastante lejos de nuestra ropa. Nos acostumbramos a estar desnudos y, después de un momento, estar vestido o no vestido, era más o menos lo mismo.

– ¿No debo suponer que trajiste nuestra ropa? -Dije-. No debería importar, mientras que no encontremos a ningún pescador madrugador en el camino de vuelta.

– Realmente, se las traje, pero considerando la cantidad de barro y sangre sobre ustedes, creo que deberíamos atenernos a la desnudez un rato más. Estarán limpios bastante pronto.

No pregunté lo que quería decir con eso. Me dejé caer sobre mis rodillas al lado del muerto y busqué una cartera o una ID. Jeremy caminó de vuelta a la zanja y volvió con una pala, que lanzó a Clay.

– ¿Lo enterramos aquí? -preguntó Clay.

– No. Cava un agujero a la altura su cuello, dalo vuelta, y drénale la sangre. Lo llevaremos de vuelta a la casita de campo. Es aproximadamente medio kilómetro de vuelta. Yo esperaba que lo mataran más cerca.

– No hubo opción -dije-. Lo encontramos en el pantano, lo perseguimos para acercarlo a la tierra seca, entonces sacó un arma. Le disparó a Clay en el brazo.

Jeremy frunció el ceño, se volvió hacia Clay y examinó la herida.

– Un disparo limpio -dijo él-. ¿Dolió?

Clay levantó su brazo por encima del nivel del hombro-.Sólo si hago esto.

– Entonces no lo hagas.

– No lo pudiste resistir, ¿verdad? -dije.

Clay sonrió abiertamente. Los labios de Jeremy se torcieron en una sonrisa desnuda, entonces golpeó a Clay en la espalda.

– Ponte a ello, entonces. Drena el cuerpo y entonces podremos moverlo.

– No hay ninguna ID -dije.

Jeremy asintió con la cabeza. Cuando Clay levantó la pala para cavar, Jeremy y yo brincamos al mismo tiempo, ambos comprendimos que no era algo que él debería hacer con un brazo malo. Después de una breve argumentación (yo discutí, Jeremy le quitó la pala y no la soltó) dejamos que Jeremy cavara el agujero, entonces yo lancé el cuerpo dentro. Una vez que la sangre se hubo drenado, rellenamos el agujero con las hojas empapadas de sangre, luego lo cubrimos con tierra y llevamos el cadáver de vuelta a la casita de campo.

***

Era noche todavía profunda cuando volvimos a la cabaña. Jeremy y yo llevamos los dos cadáveres a un muelle de madera en el lago. Clay se quedó atrás con el tercero, diciendo que tenía que “hacer algo” con él. Ni Jeremy ni yo pedimos detalles. Con Clay, era mejor no saber.

Me paré en el terraplén, todavía desnuda. Habíamos atado una cuerda gruesa alrededor del cuello y las piernas de cada uno de los cadáveres y les atamos bloques de concreto de una casita de campo que estaba siendo demolida calle arriba.

– Wow -dije a Jeremy cuando me senté y bañé mis piernas en el agua helada-. Estoy haciendo que alguien “nade con los peces”. Esto es magnífico. Mi primera tarea al Estilo de la Mafia. Comprendes lo que esto significa. Si me atrapan, voy a tener que ser testigo del estado contra todos ustedes, chicos. Entonces venderé mi historia por un millón de dólares. Pero nunca conseguiré disfrutar de ello, porque viviré el resto de mi miserable existencia en una chabola en las Apalaches, comiendo guisado de almizclera, brincando cada vez que oiga un ruido, esperando el día en que alguno de ustedes me persiga como la perra traidora que soy -Hice una pausa-. Espera. Tal vez esto no sea tan magnífico después de todo. ¿No podemos simplemente sepultarlo?

– Entra en el agua, Elena.

Suspiré -Ser un gángster no es lo que solía ser. Al Capone, ¿dónde has ido?

Jeremy me empujó del muelle. Golpeé el agua con un chapoteo.

– Y trata de hacerlo en silencio -dijo él.

– No hice…

Él me lanzó el hombre, hundiéndome bajo el agua con el peso. Cuando emergí de nuevo, Jeremy se había ido. Nadé hacia el medio del lago, arrastrando el cadáver detrás de mí. Entonces me zambullí para comprobar la profundidad. Era de al menos quince metros. Este tipo saldría pronto a la superficie. Para estar segura, lo enredé en un montón de plantas submarinas. Luego volví por el segundo cuerpo.

Clay todavía no estaba de vuelta cuando alcancé a la orilla. Jeremy me pasó el cadáver número dos, y nadé de vuelta para repetir el procedimiento, dejando caer éste treinta metros hacia Oeste más lejos, con la esperanza de que su si uno salía la superficie, el otro no sería encontrado. A veces me asustaba tanto que pensaba en tales consideraciones. Tenía demasiada experiencia con estas cosas. Demasiado.

Cuando emergí de nuevo después de soltar el cuerpo, unos brazos me agarraron alrededor de la cintura y me sacaron del lago. Al caer de nuevo golpeé el agua con un chapoteo gigante. Agarré a Clay por el cuello y lo arrastré abajo, sosteniéndolo allí por un segundo, tal vez más, antes de liberarlo.

– ¿Te dijo Jeremy la parte acerca de ser silencioso? -Siseé cuando él subió a respirar aire.

Él sonrió abiertamente -Estoy callado. Tú eres la que anda chapoteando.

Embestí contra él. Me atrapó, me tiró contra él y me besó. Sus labios estaban helados, su aliento soltaba volutas de vapor caliente. Lo besé más profundo, enroscando mis brazos y piernas alrededor de él, luego hundiéndolo bajo el agua otra vez.

– Realmente te eché de menos -dije cuando él emergió.

Él inclinó su cabeza y golpeó su oído con la palma de su mano abierta -Lo lamento, querida. Agua en los oídos, creo. Juraría que confesaste haberme echado de menos.

Le hice una mueca, luego me giré y comencé a nadar, dirigiéndome hacia la orilla. Clay agarró mi pierna y me arrastró de vuelta.

– Yo también te eché de menos -dijo él, tirándome contra él. Paseó sus dedos pro la cara interna de mi muslo-. Deberíamos entrar. ¿Crees que podemos engañar a Jeremy si nos quedamos un rato más lejos abajo?

– Por unos pocos minutos.

– ¿Lo suficiente?

– El suficiente por ahora.

Él sonrió abiertamente -Bueno. ¿Quieres correr?

– ¿Cuál es el premio?

– A elección del ganador.

Me lancé hacia adelante. Él agarró mi tobillo otra vez, me tiró hacia atrás, luego tomó la delantera.

***

Para cuando llegamos a la cabaña, Jeremy ya había metido todo a la camioneta Explorer. No nos quedaríamos en la casita de campo más tiempo, por obvias razones. Antes de marcharnos, Jeremy desinfectó la herida de Clay y mis brazos quemados, luego nos vendó. Luego nos marchamos para encontrar un lugar donde pasar la noche. Mientras habíamos estado eliminando los cuerpos, Jeremy había llamado a Ruth y, sin mencionar a nuestros invitados, descubrió que el grupo se reunía otra vez por la mañana. Alguien había dicho a estos hombres donde encontrarnos. Sólo las otras cinco personas sabían que estábamos en Vermont. Los cinco estarían en la reunión en unas horas. Así que ahí estaríamos.

CONFRONTACIÓN

La reunión estaba programada para comenzar a las ocho. Despertamos a las siete, pero estábamos atrasados. Una hora no era tiempo suficiente para que tres personas en nuestro diminuto cuarto de motel se ducharan, afeitaran (no, siendo una werewolf no me sale pelo extraño; los chicos se afeitaron, no yo), vestirse, salir, tomar algo para llevar, comer, y conducir a Sparta. Para ahorrar tiempo, Clay y yo hasta compartimos una ducha, que por alguna razón no logró ahorrar nada de tiempo en lo absoluto. Imagínenselo.

Antes de que sumergiéramos los cuerpos, Jeremy había vaciado sus bolsillos. Incluso si no teníamos curiosidad sobre su identidad, ese era el procedimiento de operaciones estándar para destruir la ID antes de sumergir un cuerpo. Como dije, teníamos demasiada experiencia en esta materia. Tal como el tipo que yo había revisado, uno de los otros dos no tenía cartera, ID, o dinero en efectivo con él. El tercer tipo tenía veinte centavos y un permiso de conducir en su bolsillo trasero. Dinero en efectivo de emergencia y una licencia por si quedaba tirado. Lo más desnudo posible. Estos tipos sabían lo que hacían. Jeremy había comprobado el permiso de conducir y descubierto que era una falsificación. Una falsificación impresionante, pero una falsificación. Jeremy lo sabía. Él fabricó todas nuestras ID falsas, algo más en lo que teníamos demasiada experiencia.

***

Llegamos al Centro Comunitario a las nueve treinta. Cuatro coches estaban en el estacionamiento. Otra vez las brujas usaban un hechizo para cerrar con llave la puerta, pero esta vez no llamamos. Clay sacó la puerta de los goznes y entramos. Cuando entré en el cuarto, Ruth dejó de hablar. Todos alzaron la vista.

– ¿Dónde han estado? -preguntó Ruth.

Sonreí abiertamente, enseñando los dientes-.De caza.

– ¿Quiere ver lo que agarramos? -preguntó Clay desde detrás de mí.

Caminó a zancadas hacia la mesa y sacudió una bolsa de basura sobre ella. Cassandra fue la única que lo miró, preguntándose quién era. Todos los demás contemplaron la bolsa. Nadie se movió para tomarla. Entonces Cassandra extendió la mano, levantó un lado de la bolsa, y miró dentro. Un segundo después, dejó caer la bolsa plástica de su mano y se recostó sobre su silla. Sus ojos se movieron de Clay a mí y de vuelta a Clay, el rostro en blanco, sin asombro, repugnancia, nada. Paige echó atrás el plástico y retrocedió rápidamente.

La cabeza del tercer hombre estaba de lado, sus ojos abiertos y embotados. Paige brincó sobre sus pies e intentó al lanzar el plástico de nuevo sobre la cabeza. La cabeza rodó con el repentino movimiento. Ella soltó un grito.

– Interesante forma de presentarse -dijo Cassandra, mirando a Clay-. ¿Puedo preguntar quién podrías ser?

– Clayton Danvers -refunfuñó Paige entre dientes-. El perro guardián de la Manada de werewolves.

– La pregunta no es quién es Clay -dije-, sino ¿quién es el tipo de la bolsa? ¿Alguien tiene información que ofrecer?

– Encontramos este hombre en nuestra casita de campo anoche -dijo Jeremy-. Estaba con otros dos que, puedo asegurarles, están igualmente muertos. Venían armados con balas de plata.

– Plata…-.comenzó Adam-. Mierda, no se suponía que… -Él se detuvo y miró alrededor, a los demás-. ¿Piensan que enviamos a estos tipos?

– Míralo -dijo Paige, girándose hacia mí-. Bien afeitado, corte militar. Exactamente como los tipos en Pittsburgh. Obviamente…

– Obviamente nada -dijo Clay-. Tal vez toda la cosa de Pittsburgh fue sólo un montaje o ustedes vistieron estos tipos para que se parecieran al cazador de Elena, después de todo, si fallaba, nosotros sacaríamos la conclusión obvia. Si estos hombres fueran parte de este esquema de secuestro, ¿por qué vendrían tras Jeremy y Elena cuándo ustedes estaban todos escondidos aquí, en una reunión nocturna? Ustedes serían la elección obvia.

– Tal vez querían un werewolf -dijo Paige-. Además, siempre ponemos hechizos de protección alrededor de nuestras reuniones. Ellos no habrían sido capaces acercarnos a nosotros.

– ¿Entonces esperabas el problema? -Dije-. Gracias por advertirnos. Pero eso no explica como ellos llegaron aquí. Primero, ellos se muestran en Pittsburgh, luego aquí. ¿Cómo?

– Ellos deben haber seguido… -Paige se detuvo, luego murmuró- a alguien.

– Ellos te siguieron -dijo Cassandra, girándose hacia Ruth-. Ustedes los condujeron directamente a nosotros.

– Quizás ustedes no estuvieron detrás del ataque de la noche pasada -dijo Jeremy- pero apenas pueden ser exoneradas de la culpa. Asegurarse de que no ser seguidas desde Pittsburgh es una medida de seguridad elemental. Si así es como este grupo opera, entonces no tengo ningún interés en alinear mi Manada con ustedes, ni siquiera temporalmente. Tal como pueden ver -él gesticuló hacia la bolsa- podemos cuidar de nosotros. Seguiremos haciéndolo así con nuestra propia ayuda. Cualquiera que venga tras nosotros o interfiera con nosotros otra vez será tratado del mismo que los tres hombres de anoche. Cualquiera. Por cualquier razón.

Nos marchamos. Nadie vino tras nosotros.

***

Conduje la Explorer de vuelta al motel. Estaba todo empacado y listo para partir. Todo lo que teníamos vimos que hacer era recoger el coche de alquiler de Clay.

– ¿Dónde vamos después? -pregunté cuando estuvimos en el aparcamiento del motel.

– Montreal -dijo Clay-. Tenemos que devolver el coche.

Di vuelta alrededor del coche económico de alquiler, notando las matrículas de Quebec-.¿Por qué diablos dejaste tu coche en Montreal?

– ¿Crees que iba a circular por Vermont buscando una agencia de alquiler cuándo conducía justo por una ciudad grande?

– ¿Y si conduzco directamente a casa y ustedes me encuentran allá?

– Tú vienes a Montreal, Elena -dijo Jeremy.

Jeremy se dirigió al coche y se dobló en el diminuto asiento de pasajero. Sí, habría estado más cómodo en su Explorer, pero eso significaría escuchar a Clay maldecir a la aborrecible camioneta SUV durante unos cientos de kilómetros. Considerando la elección entre calambres de pierna y una migraña, Jeremy elegiría lo primero. Irse en la SUV conmigo y dejar a Clay solo en el coche de alquiler no era una opción. Hasta que el peligro hubiera pasado, Clay se pegaría a Jeremy, protegiendo a su Alfa tal como el instinto mandaba.

Una vez que Jeremy estuvo en el coche, Clay se acercó, puso sus manos alrededor de mi cintura, y me acercó a él.

– Lo haremos -murmuró contra mi oído-. Esta noche. Iremos a dar una carrera.

– ¿En la ciudad?

Él sonrió abiertamente-.¿Discutes?

– Jeremy lo hará.

– Lo pasaremos por alto. Le hablaré mientras conduzco. Y hablando de eso, ¿Quieres animar un poco el paseo?

– ¿Una carrera?

– Lees mi mente, querida.

– ¿Un coche de cuatro cilindros contra un V6?

– Es el conductor, no el coche.

– Lo tienes. El primero en llegar a Montreal escoge donde corremos esta noche.

– Una regla -dijo Clay-. Tenemos que jugar sobre seguro y quedarnos a la vista. Si no puedo verte en mi retrovisor, reduzco la velocidad.

– ¿Retrovisor? Bebé, no me verás por ninguna otra cosa que no sea el parabrisas.

Él sonrió abiertamente -Ya lo veremos.

***

La carrera de automóviles por los caminos vecinales de Vermont fue una gran diversión. Una vez que llegamos a la Carretera 87, las cosas se volverían decididamente aburridas, pero en los caminos vecinales de dos veredas teníamos que competir con montañas, valles, ciudades, curvas ciegas, chicos mochileros en las esquinas, y turistas minúsculos. Muchas escapadas por los pelos. Mucha excitación. Los tipos malos no tenían que matarnos. Si esperaban el tiempo suficiente, lo haríamos nosotros mismos.

Después de aproximadamente una media hora, estaba pegada detrás de Clay. Mi culpa. Nos habíamos estado adelantando por kilómetros. Yo había tenido la ventaja, pero quedé detrás de un Jeep con un campista en la parte de atrás y cometí el error de dejar un espacio seguro entre ellos y yo, en el cual Clay, por supuesto, se metió. Ahora estábamos pegados en un camino tortuoso detrás de este estúpido aburrido que insistía en conducir al límite de la velocidad. Finalmente, noté un espacio lo bastante abierto para pasar. Pero Clay no avanzó. Después de pensar por un momento, comprendí por qué. Él no podía ver por delante del Jeep. Yo podía. La ventaja de conducir una SUV- la mejor visual. ¡Hah! De modo que en el siguiente espacio conveniente, mientras Clay se movía intentando sin éxito ver delante del jeep, me arranqué y pasé. Una vez delante del Jeep, pasé por delante de un coche y un tractor de remolque. Entonces los adelanté. Clay desapareció en una corriente interminable de tráfico turístico. Estaría enojado porque había roto su regla de “permanecer a la vista”, pero eso le enseñaría, pensando que podría dejarme fuera de competencia con cualquier coche que condujera. La permanente seguridad en sí mismo de Clay apenas podía sacudirse. Él me alcanzaría bastante pronto.

Conduje alrededor de diez kilómetros sin señal de Clay en el retrovisor, por lo que reduje la marcha. No tenía sentido empujar mi suerte o tendría a Jeremy en mi espalda también. Jeremy nos dejaba jugar nuestros juegos, pero si yo iba demasiado lejos, él haría un pedazo de tira humorística de mí. Además, me mantuve cerca de la carretera y quería estar segura de que Clay estuviera detrás de mí para entonces. Entonces conduje bajo el límite de velocidad, giré la esquina en el camino de grava que conducía a la carretera, encendí la radio, y me relajé.

Un kilómetro o dos más tarde, cuando yo paseaba a lo largo del gozoso paisaje, algo apareció delante de mí. Algo grande. Directamente delante de mí. Tan cerca que no tuve tiempo de ver si era un alce de América o un ciervo o una persona. Tampoco tuve tiempo para pensar. Reaccioné. Sacudí el volante y golpeé los frenos. Demasiado fuerte ambas cosas. Vi el destello de una cara en la carretera. Entonces la Explorer giró a la izquierda, y durante un segundo, pensé que podría volverse. No lo hizo. En cambio cayó de golpe en la zanja. La bolsa de aire explotó, golpeándome la cara. Antes de que pudiera recuperarme, la puerta del conductor se abrió.

– ¿Está usted bien? -preguntó la voz de una mujer. Quitó la bolsa de aire de mi cara y frunció el ceño-. ¿Está bien? Ese hombre corrió directamente en frente de usted. No podía creerlo.

Sentí que mi cabeza daba una sacudida, aturdida, sonaba-.¿Un hombre? ¿Lo golpeé?

– No. Bien que le habrías servido si lo hubiera hecho -La mujer sacudió su cabeza-. Supongo que no debería decir esto. Vamos a sacarla de allí.

Mientras ella me ayudaba a salir, obtuve una mejor mirada de ella. A mediados o finales de la cuarentena. Pelo rubio oscuro cortado a la altura de la barbilla. Vestido de lino. Una cadena de oro. Cara fruncida por la preocupación.

– Siéntese en el asiento trasero de mi coche -dijo ella-. He llamado una ambulancia.

Vacilé, balanceándome sobre mis pies -Mis amigos vienen detrás.

– Bien -Ella me dirigió a su coche, un Mercedes Benz negro, abrió la puerta trasera, y me ayudó a entrar-. Los esperaremos aquí. ¿Cómo se siente?

– Como si alguien me hubiera knockeado en el primer round.

Ella se rió-.No puedo decir que sé lo que se siente, pero puedo imaginarlo. Está pálida, pero ya está volviendo el color. El pulso se siente bien.

Sentí sus dedos contra mi muñeca. Entonces sentí algo más allí. Un pinchazo. Un ramalazo de frío helado. Mientras echaba mi mano hacia atrás, la puerta del conductor se abrió. Un hombre entró. Se dio vuelta para sonreírme abiertamente.

– Apenas podía esperar por otra competencia, ¿¡eh!?

Su cara destelló en mi memoria, pero mi cerebro estaba nublándose rápidamente y no podía ponerlo en su lugar. Entonces, cuando mis músculos estaban flojos, recordé.

El medio demonio de Pittsburgh. Houdini.

Mi cabeza golpeó el asiento. Todo se puso negro.

PRISIÓN

Durante horas, luché por recobrar el conocimiento, despertando lo suficiente para saber que algo estaba mal, pero era incapaz de quedarme despierta, como un nadador que ve la superficie del agua encima, pero no puede alcanzarla. Cada vez que avanzaba hacia la conciencia, la corriente submarina del tranquilizante me arrastraba de vuelta. Una vez sentí el motor de una furgoneta. Entonces oí voces. La tercera vez todo estaba tranquilo y silencioso.

La cuarta vez, logré abrir mis ojos y los mantuve abiertos segura de que si los cerraba estaría perdida. Durante al menos una hora, estuve allí, ganando contra el impulso de dormir, pero sin la fuerza para hacer nada más que contemplar una pared beige. ¿Era beige? ¿O añil? Tal vez arena. Definitivamente látex. Látex de cáscara de huevo. Asusta el que sepa tanto sobre pintura. Aún asustaba más el yacer allí, paralizada de los párpados hacia abajo y tratando de entender con que color mis captores habían pintado mi prisión. Mi conocimiento enciclopédico de la pintura era culpa de Jeremy. Él redecoraba de una forma obsesiva. Quiero decir obsesivamente. Tenía sus motivos, que no eran asunto de nadie, sólo de él. Si empapelando el comedor cada dos años reprimía cualquiera de los fantasmas que lo acosaban, yo mordía mi lengua y pegaba. Y con respecto a por qué yo pensaba en la pintura en un momento tan ridículamente inoportuno, pues porque no había mucho más en lo cual poder pensar allí. Podría preocuparme y preocuparme y llevarme al pánico preguntándome donde estaba y lo que mis captores planeaban hacer conmigo, pero eso no cambiaría nada. No podía levantar mi cabeza. No podía abrir la boca. No podía hacer nada aparte de mirar fijamente la estúpida pared, y si la obsesión por el color de pintura mantenía mis nervios calmados, pues, así fuera.

Malva. Sí, estaba bastante segura de que esto era malva. Mi labio superior zumbó, como la anestesia dental cuando se va. Arrugué la nariz. Un leve movimiento. Un olor. Pintura fresca. Maravilloso. De vuelta a la decoración otra vez. Inhalé más profundo. Sólo pintura, el olor era tan fuerte que ahogaba cualquier otra cosa. No, esperen. Algo más se mezclaba con la pintura. Algo familiar. Algo… Sangre. ¿Mía? Olí otra vez. No era mía, lo cual no era terriblemente tranquilizante. Mientras elevaba los ojos, pude ver manchones oscuros bajo una capa aplicada de prisa de pintura. Paredes rociadas por sangre. Nunca eran una buena señal.

Moví la cara. Todos los músculos funcionales. Grandioso. Ahora si alguien me atacaba, podría morderlo, a condición de que fuera lo bastante amable para poner alguna parte vital de su cuerpo en mi boca. El hormigueo avanzó hacia abajo por mi cuello. Alcé la vista. Techo blanco. Ruido distante. Voces. No, una voz. ¿Alguien hablando? Escuché más cerca y oí el murmullo de un DJ. Después de una hazaña que habría roto un record de Guinness de prolijidad, él se detuvo. Una guitarra resonó desde una radio remota. Música Country. Malditos. Habían empezado ya a torturarme.

Movimiento de mano y brazo. Aleluya. Hundiendo mis codos en la cama, elevé mi torso y miré alrededor. Cuatro paredes. Tres color Malva. La cuarta reflejaba. Cristal de dirección única. Encantador. A mis pies, un cuarto de baño. Yo podía decir que eso era un cuarto de baño y no un armario porque podía ver los servicios, no a través de la puerta, sino a través de la pared delantera, que era de cristal claro. Mirar furtivamente el cuarto de baño, la escuela primaria había dejado a alguien con un tipo de fetichismo muy inquietante.

Más olores. Una mujer. El cuarto estaba impregnado con su olor. La cama en la cual yacía tenia sábanas frescas, perfumadas de limón, pero el olor de la otra mujer había atravesado el colchón. Una nota de familiaridad. ¿Alguien que conocía? ¿La mujer que me había drogado? No, alguien más. Molestamente familiar… La asociación hizo clic. Reconocí su olor porque esto se asemejaba al olor de la sangre en las paredes. No era una buena forma de hacerse un conocido, y de acuerdo con la cantidad de manchones oscuros bajo la pintura, una reunión cara a cara no se veía próxima. No en esta vida al menos.

Un momento. Tenía caderas. Bien, no realmente – mis vaqueros quedaban siempre holgados. Quiero decir que mis caderas anatómicas, sin curva, tenían movimiento y sensación. Luego las piernas. ¡Sí! Balanceé mis piernas sobre el borde de la cama y me lancé al suelo. Bien, las piernas no estaban completamente de vuelta aún. Una alfombra agradable, sin embargo. Industrial, tejida a telar. Una mezcla agradable de grises y marrón, perfecta para esconder rastros de sangre que salpiquen.

Después de unos pocos minutos, fui capaz de apoyar mis pies. Miré alrededor. ¿Ahora qué? Asumiendo que éstos eran la misma gente que había capturado a ese chamán, debería haber otros presos en las celdas contiguas. Tal vez podría comunicarme con ellos.

– ¿Hola? -Dije. Entonces más alto-. ¿Hola?

Sin respuesta. Indudablemente las paredes eran demasiado gruesas para el cuchicheo de cárcel. Incluso el aire que atravesaba la abertura cuadrada del techo había sido filtrado y procesado. De todos modos, si podía oír un juego de radio… Miré alrededor buscando un altavoz. Había un intercomunicador en la puerta, pero la música no parecía metálica, por lo que dudé que tuvieran una tubería para ello. Mientras escuchaba, capturé el sonido de alguien que gritaba, una voz cruda, maldiciones gritadas apenas inteligibles. Calibré la distancia del ruido. Muy despacio, probablemente a más de diez metros pies de distancia. De modo que la insonorización era buena, pero no a prueba de werewolf.

Cuando el que gritaba se tomó un muy necesario descanso, oí rasguñar. ¿Ratas? ¿Ratones? No, los olería. Además, mi celda no era nada aparte de limpia, tan esterilizada como la cocina de McDonald durante el día de inspección de salud. Hice girar mi cabeza para recoger el sonido. Venía del pasillo. Rasguño, rasguño, pausa, rasguño, rasguño, rasguño, susurro. El susurro del papel. Alguien pasando una página, revolviéndola, luego rasguño, una pluma improvisada en el papel. Alguien escribiendo fuera de mi celda. Me puse de pie, giré lejos del vestíbulo, caminé tres pasos, luego me giré para afrontar la puerta. El ruido se detuvo. Enseñé los dientes, gruñí, luego incliné mi boca abierta más cerca de la pared reflejada y me saqué un pedazo de alimento imaginario de entre mis dientes. Los garabatos frenéticos siguieron. Bien, ahora sabía lo que tipo que anotaba miraba. Y no recordaba haber firmado ningún contrato de consentimiento.

Caminé a zancadas hacia la puerta y golpeé el cristal. Aunque éste no se desplazara con el impacto, mis puños prosperaban con cada golpe. No grité. Si ellos no podían oír mis golpes, seguramente no oirían mis gritos. Un minuto largo pasó. Entonces el intercomunicador encima de mi cabeza sonó.

– ¿Sí? -la voz de una mujer. Joven. Estudiadamente neutro.

– Quiero hablar con alguien responsable -dije.

– Temo que no será posible -dijo ella, garabateando con la pluma.

Golpeé más fuerte.

– Por favor no haga eso -Calma, aburrimiento próximo. Pluma que todavía rasguñaba.

Retiré mi puño y lo cerré de golpe en el cristal. El golpe estremeció el cristal y mi brazo. La pluma se detuvo.

– Entiendo que está disgustada, pero esto no la ayudará. La violencia nunca soluciona nada.

¿Lo dice quién?

Me di vuelta lejos, como si me echara para atrás, entonces lancé una patada contra la pared lateral. Un pedazo de yeso voló, revelando un listón de metal sólido. Enganché mis dedos detrás del metal y di un tirón experimental. No pasó nada. Pero yo realmente no estaba intentándolo. Ahora si sacaba bastante de este yeso, podría lograr poner mis dedos detrás del metal y dar un verdadero tirón…

Pasos pesados resonaron fuera de mi celda. Ah, progresábamos.

El intercomunicador hizo clic.

– Por favor aléjese de la pared -dijo una voz masculina.

Él sonaba como a una de esas alarmas de coche '905, donde si uno cometía el horroroso error de avanzar a menos de un metro del Beeme [8]r de algún yuppie, una voz mecánica advertía que te alejaras, como si pudieses rozarlo con un dedo y dejar huellas digitales. La última vez que habíamos encontrado uno de esos, Clay había saltado a la capota del coche, dejando mucho más que huellas digitales. El dueño del coche había estado cerca como para oírnos. Nunca han visto a un tipo de cuarenta y más años regordete moverse tan rápido. Entonces había visto a Clay y había decidido que el daño no era tan malo después de todo. Siguiendo el ejemplo de Clay, no me alejé de la pared. Golpeé mi puño en el yeso entre los soportes metálicos, dejando un agradable agujero hacia la celda contigua.

La puerta se abrió. La cara del hombre destelló en el cuarto, luego se retiró. La puerta se cerró de golpe. Una radio graznó.

– Base uno, esta es Alfa. Solicite la copia de seguridad inmediata al bloque de celdas uno, unidad ocho.

– ¿Estás teniendo líos con mi muchacha? -una voz cansina y perezosa del Medio Oeste preguntó, una voz que siseaba con la estática. Houdini. – Pareces un ácaro diminuto lleno de pánico allí, pequeño soldado. ¿Quieres que baje y sostenga tu mano?

– ¿Reese? Que demonios estás haciendo en el… No importa.

Clic. Final de la estática.

– Maldito bastardo engreído.

– No bromees -dije.

Silencio. Entonces “Mierda”, y un chasquido cuando el intercomunicador murió.

– Tráeme a alguien responsable -dije-. Ahora.

Una intercambio murmurado, indescifrable a través del cristal. Luego botas alejándose con paso majestuoso. Decidí no agrandar el agujero en la pared de adelante. No todavía al menos. En cambio me puse en puntillas y miré detenidamente al lado. Podría haber estado contemplando un espejo, una imagen inversa de mi propia celda. Sólo que ésta estaba vacía. O eso parecía. Pensé llamar por la apertura, pero no había oído que el tipo que tomaba notas se hubiera ido, y no tenía ningún sentido dirigirse a un potencial compañero de celda mientras tenía audiencia. De modo que esperé.

Pasaron veinte minutos. Entonces el intercomunicador hizo clic.

– Mi nombre es Doctor Lawrence Matasumi -dijo un hombre americano absolutamente inacentuado, tonos que no pertenecían a ninguna región, por lo general oídos sólo de periodistas lectores de noticias nacionales-. Me gustaría hablarle ahora, Sra. Michaels -Como si hubiera sido idea suya-. Por favor vaya al cuarto de baño, baje el asiento, siéntese a horcajadas sobre los servicios en frente del tanque, coloque sus manos extendidas detrás de usted, y no gire la cabeza hasta que no se le dé la orden.

De alguna manera él hizo que las absurdas instrucciones parecieran absolutamente racionales. Pensé en sentarme efectivamente en el baño, pero deseché la idea. No sonó a un hombre que apreciaría el humor en un cuarto de baño.

Mientras yo me sentaba, la puerta exterior fue abierta, como abriendo un sello de vacío. Los pasos entraron. Un par de tipos, un par de tacones bajos, y dos, no, tres pares de botas.

– Por favor no gire su cabeza -dijo Matasumi, aunque yo no me hubiera movido-. Mantenga sus manos extendidas. Un guardia entrará en el cuarto de baño y asegurará sus manos detrás de su espalda. Por favor no se resista.

Si él era tan cortés sobre ello, ¿cómo podría yo desobedecer? Sobre todo considerando los seguros de arma que fueron soltados y que acompañaban sus instrucciones. Alguien entró en el cuarto de baño y agarró mis manos, su toque firme e impersonal, “sólo negocios señora”. Juntó mis brazos y las apretó con cintas metálicas y frías alrededor de mis muñecas.

– El guardia la conducirá ahora al cuarto principal. Puede tomar un asiento en la silla proporcionada. Cuando esté sentada cómodamente, el guardia asegurará sus pies.

Bien, esto se ponía aburrido.

– ¿Está seguro que no quiere que él asegure mis pies primero? -Pregunté-. ¿Qué me ponga sobre su hombro y me lleve a la silla?

– Por favor salga de los servicios y proceda hacia el cuarto principal.

– ¿Puedo mirar ahora? -Pregunté-. Tal vez debería vendar mis ojos.

– Por favor proceda al cuarto principal.

Bah, este tipo era atemorizante. Cuando salí del cuarto de baño, vi al hombre de la fotografía de Paige, bajo, rostro redondo, ojos parecidos a los de una gama mirándome sin inmutarse. A su izquierda estaba una mujer joven con el pelo color Borgoña y una nariz respingada embellecida por un aro de diamante. Mantenía su mirada fija en mi barbilla como si no quisiera verse más alta. Ambos estaban sentados en sillas que no habían estado en el cuarto hacía cinco minutos. Flanqueándolos había dos guardias, más tipos militares. Como el tipo que me acompañaba, llevaban puesta ropa negra, corte militar, llevaban armas, y se veían lo bastante grandes como para ser campeones de la WWF. Me contemplaban con expresiones tan en blanco que podría pensarse que protegían a las sillas en vez de a gente viva. Capturé la mirada de uno y le dirigí una sonrisa tímida. Él ni siquiera parpadeó. Un tanto para la seducción de los guardias. Maldición. Y se veían tan monos… en un estilo GI Joe, moldeado en plástico, y de tipo autómata.

Una vez que me senté, mi escolta me aseguró a la silla con bandas en los brazos y hierros en las piernas.

Matasumi me estudió al menos tres minutos enteros, luego dijo, -Por favor no use esta oportunidad de intentar la fuga.

– ¿Realmente? -Miré las cintas metálicas que ataban mis muñecas y tobillos a la silla, luego al trío de guardias armados detrás de mí-. Era un buen plan.

– Bueno. Ahora, Sra. Michaels, saltaremos la fase de negación y comenzaremos nuestra discusión basándonos en la premisa de que usted es un werewolf.

– ¿Y si rechazo esa premisa? -Pregunté.

Matasumi abrió una caja de teca llena de botellas y jeringuillas e instrumentos, cuyos usos prefería no averiguar.

– Usted me atrapó -dije-. Soy un werewolf.

Matasumi vaciló. La mujer joven levantó su pluma del papel, y me echó un vistazo por primera vez. Tal vez habían esperado que yo resistiera. O tal vez esperaban sólo una posibilidad para usar sus juguetes. Matasumi hizo algunas preguntas para detectar mentiras, la clase de cosas que alguien que hubiese realizado la investigación más básica de todas sabría: mi nombre, edad, lugar de nacimiento, ocupación corriente. Yo no estaba lo bastante aburrida como para mentir. Ahorraría eso para cosas más importantes.

– Déjeme comenzar diciéndole que ya tenemos a un werewolf en custodia. Sus respuestas serán comparadas con la información que él ha proporcionado ya. Entonces yo sugeriría que diga la verdad.

Maldito. Bien, esto cambiaba las cosas, ¿verdad? Tanta evasiva para nada. Por otra parte, era posible que Matasumi mintiera sobre tener un callejero. Incluso si lo hacía, yo podría salpicar mis mentiras con bastante verdad para mantenerlos adivinando cual de nosotros no era completamente honesto.

– Cuantos werewolves hay en esta… ¿Manada? -preguntó Matasumi.

Me encogí de hombros-.Eso depende. No es estático o algo así. Ellos vienen y van. No es un grupo unido. La clase de los arbitrarios, realmente, a quién el Alfa deja entrar y salir, según su humor. Es un tipo muy temperamental.

– El Alfa -interpuso su ayudante-. Como el Alfa en una manada de lobos. Usted usa la misma terminología.

– Supongo.

– Interesante -dijo Matasumi, asintiendo con la cabeza como un antropólogo que acaba de descubrir una tribu perdida hace mucho-. Mi conocimiento de la zoología no es lo que debería ser.

Detrás de mí, la puerta hizo clic y entró aire. Di vuelta para ver a la mujer que me había sacado del coche.

– Tucker me dijo que habían comenzado temprano -dijo ella. Lanzó una sonrisa agradable hacia mí, como si fuéramos nuevos conocidos que se encuentran en un cóctel-. Me alegro de ver que se levanta tan rápidamente. No hubo efectos durables con los tranquilizantes, espero.

– Me siento fresca como una lechuga -dije, tratando con fuerza de sonreír sin enseñar los dientes.

Ella se volvió a Matasumi -Me gustaría que la Doctora Carmichael la revisara.

Matasumi asintió con la cabeza -Tess, por favor llame a la Doctora Carmichael desde el teléfono del pasillo. Dígale que traiga su equipo para un chequeo a las siete. Eso debería darnos el tiempo suficiente con el sujeto.

– ¿El sujeto? -la mujer más vieja se rió y me echó un vistazo-. Por favor perdónenos. Nuestra terminología no es la más civil, me temo. Soy Sondra Bauer.

– Muy contenta de conocerle -dije.

Bauer se rió otra vez-.Estoy segura que lo está. Espera, Tess -dijo ella cuando la ayudante se dirigía hacia la puerta-. No hay necesidad de telefonear a la Doctora Carmichael. Ella estará esperándonos en el hospital.

– ¿Hospital? -Matasumi frunció el ceño-. No creo que este sujeto…

– Su nombre es Elena -dijo Bauer.

– Prefiero Sra. Michaels -dije.

– Me gustaría que Elena fuera revisada por la Doctora Carmichael inmediatamente -siguió Bauer-. Estoy segura que ella apreciaría la posibilidad para estirar sus piernas y echar un vistazo alrededor. Podemos seguir nuestra discusión con ella en el cuarto arriba. Estará cansada de estas cuatro paredes bastante pronto.

– ¿Puedo hablarle en privado? -preguntó Matasumi.

– Sí, sí. Está preocupado por la seguridad. Puedo ver eso -dijo ella, sus labios estirándose cuando miró de mis cadenas a los guardias. Ella me cerró un ojo, como si compartiera una broma-. No se preocupe, Lawrence. Nos aseguraremos que Elena esté correctamente retenida, pero no veo la necesidad del exceso. Las esposas y los guardias armados deberían ser suficientes.

– No estoy seguro…

– Yo lo estoy.

Bauer se dirigió hacia la puerta. Mi imagen de la estructura de poder aquí se desarrollaba rápidamente. Ayudante investigador, guardias, un medio demonio. Un científico por encima de ellos, una mujer misteriosa por encima del científico. ¿Y Ty Winsloe? ¿Dónde entraba él? ¿Estaba siquiera implicado?

Mi guardia me desató de la correa de la silla y quitó las restricciones de mis brazos y piernas, luego me condujo al pasillo. Mi celda era la última, atravesando una puerta metálica en cuya parte superior había dos luces rojas. En el final opuesto del corredor había otra puerta idéntica, con las luces rojas correspondientes. Filas de cristal de dirección única bordeaban el pasillo. Conté manijas. Tres más en mi lado, cuatro en la parte de enfrente.

– Por este camino Elena -dijo Bauer, caminando.

Matasumi gesticuló hacia la puerta más cercana-.Esta ruta sería más rápida.

– Lo sé -Bauer me hizo gesto para que avanzara, sonriendo tranquilizadoramente como si yo fuera un niño que da sus primeros pasos-. Por este camino por favor, Elena. Me gustaría mostrarte los alrededores.

¿Realmente? ¿Una visita con guía por mi prisión? Bien, yo no podía discutir contra eso, ¿verdad? seguí a Bauer.

EXHIBICIÓN

Cuando avancé hacia Bauer, pasé al lado de una silla en frente de mi celda, probablemente donde Tess había estado tomando notas. Cuando eché un vistazo a la silla, comenzó a temblar. Me gustaría pensar que estaba asustada de mí, pero yo raramente invocaba esa respuesta en algunas criaturas, sin mencionar en objetos inanimados.

– ¿Zona de terremotos? -Pregunté.

– ¡Shhh!- Matasumi dijo, sosteniendo su mano arriba.

Matasumi se puso en cuclillas al lado de la silla y la estudió. La silla se meció de una diagonal a la otra, de acá para allá, más rápido, luego se ralentizó, luego recobró la velocidad, inclinándose casi al punto de darse vuelta, luego poniendo marcha atrás.

Matasumi me hizo señas para que avanzara. Cuando no me moví lo bastante rápido, él se agitó con impaciencia. Caminé hacia la silla. Se siguió meciendo. Matasumi empujó su palm hacia mí, diciéndome que me alejara. Lo hice. Ningún cambio. Él torció su dedo para hacerme señas que volviera, sus ojos nunca abandonaron la silla. Caminé hasta su lado. La silla se siguió meciendo, la velocidad no disminuía. De pronto se detuvo. Bauer me dirigió una amplia sonrisa, casi orgullosa.

– ¿Qué piensas de eso? -preguntó ella.

– Realmente espero que eso no signifique que este lugar está construido en una línea de falla.

– Oh, no. Elegimos el lugar con mucho cuidado. ¿No sentiste un temblor?

Sacudí mi cabeza.

– Verás que esta clase de cosas suceden a menudo aquí abajo -dijo ella-. No te alarmes si te despiertas por la mañana para encontrar tus revistas en la ducha o tu mesa de patas arriba.

– ¿Qué lo causa?

Ella sonrió -Ustedes.

– La Sra. Bauer quiere decir todos ustedes -dijo Matasumi-. Nuestros sujetos. Dudo que usted personalmente tuviera mucho impacto. Los Werewolves son conocidos por sus poderes físicos, no mentales. Estos acontecimientos comenzaron hace varias semanas, cuando nuestra colección de sujetos creció. Mi hipótesis es que resulta de la alta concentración de energía diversa. Ramalazos arbitrarios de energía ocasionan acontecimientos igualmente arbitrarios.

– ¿Entonces sólo sucede? ¿Nadie lo hace?

– No hay ningún patrón perceptible o sentido en los acontecimientos. Son también completamente inocuos. Nadie ha sido herido. Los monitoreamos estrechamente, ya que siempre está la posibilidad de que la energía pueda llegar a niveles peligrosos, pero en este punto, podemos decir sin peligro que no tiene ninguna razón para preocuparse.

– Si los objetos comienzan a volar, pato -dijo Bauer-. Ahora, reanudemos el viaje antes de que tengamos alguna otra interrupción -señaló el techo-. Estamos bajo tierra. Las paredes externas están construidas de varios pies de hormigón armado. Quizás no sea imposible romperlas – si tuviera una bola de destrucción, además de una excavadora para cavar la salida. El primer piso también está bajo tierra, por lo que este nivel está a más de quince kilómetros de profundidad. El techo es de acero sólido, al igual que el suelo. El cristal de dirección única es un diseño experimental especial. Es capaz de resistir… ¿Cuántas toneladas de presión, Lawrence?

– No conozco las especificaciones precisas.

– Entonces sólo diremos que “mucho”, -dijo Bauer-. Las puertas al final de los corredores están reforzadas con acero, al menos tan fuerte como el cristal. El sistema de seguridad requiere tanto comprobaciones de huellas dactilares como de retina. Tal como lo has descubierto por ti misma ya, las paredes entre las celdas no son tan completamente impenetrables. De todos modos, no se gana mucho haciendo mirillas a golpes hacia la siguiente celda, ya que, tal como pudiste ver, está vacía actualmente.

Ella gesticuló hacia la celda contigua. Estaba vacía, tal como la que estaba junto a la mía.

– Nuestro siguiente invitado podría ser familiar -dijo Bauer, conduciéndome más lejos y moviéndose hacia la izquierda.

El hombre estaba mirando la televisión. Altura media, pelo rubio sucio con algunas sombras más sucias debidas a un largo intervalo entre duchas, una sombra de pelo convirtiéndose en una barba de buen tamaño. ¿Familiar? Sólo vagamente. Por la introducción de Bauer, supuse que era un callejero, pero no podía estar segura sin olerlo. De las pocas docenas de callejeros en Norteamérica, yo podría reconocer aproximadamente a la mitad sólo de verlos. Para los demás, necesitaba un olor para empujar ligeramente mi memoria.

– ¿Werewolf? -pregunté.

– ¿No lo conoces?

– ¿Debería?

– Pensé que podrías. Él te conoce muy bien. Por la reputación, supongo. ¿Tienes tú algún contacto con los werewolves fuera de tu Manada?

– Tan poco como es posible.

Era cierto. No era nuestra forma de ser el asociarnos con callejeros. Lamentablemente, eso no significaba que carecíamos de contacto con ellos. Probablemente yo había tenido alguna escaramuza con éste antes, pero yo había tenido tantas escaramuzas con tantos callejeros que apenas podía separar una de la siguiente.

Bauer avanzó. Matasumi estaba justo detrás de nosotros ahora. Tess había reanudado su toma de notas, apuntando cada palabra mía. Tendría que comenzar a ser más elocuente. Si ellos me registraban para la posteridad, quería parecer al menos moderadamente inteligente. “ingeniosa” estaría bien.

– Justo a la derecha tenemos un sacerdote Vudú.

– Vudú es el nombre común -dijo Matasumi-. La terminología correcta es “Vudoun”.

Bauer agitó la mano con indiferencia, luego apuntó hacia la celda a la derecha. Yo sabía que tendría pesadillas sobre esto, soñando que estaba sentada en mi jaula rascando mi cabeza mientras Vanna White conduce excursiones guiadas por el exterior- “y a la izquierda tenemos un ejemplo raro de hembra Canis lupis homo sapiens, cuyo nombre común es “werewolf”.

El hombre en la jaula tenía la piel oscura, con rastas y una barba rapada. Fulminó con la mirada al cristal de dirección única como si pudiera ver a través de el, pero sus ojos estaban enfocados a unos metros de nuestro grupo. Sus labios se separaron y murmuró algo. No pude distinguir su idioma, pero reconocí la voz chirriante como la del hombre que había estado gritando antes.

– Nos maldice -dijo Bauer.

Matasumi hizo un extraño sonido de risa. Tess sofocó una risa tonta. Bauer puso uno de sus ojos en blanco, y todos se rieron.

– Los sacerdotes de vudú sólo tienen poderes de lo más insignificantes -dijo Bauer-. Son una raza menor. ¿Te es familiar ese término?"

Sacudí mi cabeza.

Matasumi habló -Tenemos la fortuna de tener a alguien del personal que es capaz de suministrarnos detalles de clasificación. Mayor y menor se refieren al grado de poder que una raza posee. Las razas principales incluyen a brujas, medio-demonios, chamanes, hechiceros, nigromantes, vampiros, y werewolves. Estos grupos son relativamente pequeños. Las razas menores son mucho más grandes. De hecho, sería un nombre poco apropiado llamarlos siquiera “razas” porque a menudo no tienen lazos de sangre entre ellos. Típicamente, son gente normal que muestra una cierta aptitud y puede ser entrenada para agudizar esos talentos. Estas razas menores incluyen a los sacerdotes Vudú, druidas, médiums, y muchos otros. A un lego esta gente puede parecerle que tienen un gran poder, pero en comparación con una bruja o un werewolf…

– No hay ninguna comparación -cortó Bauer-. No para nuestros objetivos. Este “sacerdote” no tiene ninguna habilidad que la bruja o el chamán más débil no pudiese sobrepasar. Nuestra primera y última incursión en el mundo de las razas menores.

– ¿Y por el momento ustedes lo mantienen aquí…? -pregunté.

– Hasta que necesitemos la celda -dijo Bauer.

Supuse que sería demasiado esperar que liberaran sujetos que demostraban ser inútiles.

– Ensayo y error -continuó Bauer-. Pese a ello, con mayor frecuencia hemos hecho excelentes elecciones. Por ejemplo, mira al invitado del cuarto siguiente.

El siguiente preso era otro hombre, hacia finales de la treintena, pequeño, con un constitución compacta, piel café clara, y rasgos sutilmente dibujados. Levantó su mirada de una revista, estiró las piernas, y reanudó su lectura. Cuando él alzó la vista, enmendé mi estimación de su edad, estaba a mitad de la cuarentena, incluso tal vez más cerca de la cincuentena.

– ¿Puedes adivinar lo que es él? -preguntó Bauer.

– Ni idea.

– Maldición. Esperaba que pudiera decirnos.

Matasumi forzó una sonrisa afligida. Tess soltó una risa obligada. Evidentemente una vieja broma.

– ¿No saben lo que es él? -pregunté.

– Ni idea -dijo Bauer-. Cuando lo recogimos, creímos que era un medio demonio, pero su fisiología está completamente mal. Como la mayor parte de las razas principales, los medio demonios tienen rasgos físicos comunes, tal como hemos aprendido del examen de los tres especimenes que hemos adquirido hasta ahora. Armen no comparte nada con ninguno de ellos. Su anatomía es suya propia. Sus poderes tampoco son de medio demonio.

– ¿Qué puede hacer?

– Es un camaleón humano -Ella acalló las protestas de Matasumi-. Sí, sí, el Doctor Matasumi le dirá que eso no es una descripción exacta, pero me gusta. Mucho más fácil de recordar que “especie desconocida con capacidades de contorsión facial” -me guiñó un ojo, otra vez como si compartiera conmigo una broma privada-.Vender lo es todo.

– ¿Capacidades de contorsión facial? -repetí.

– El sr. Haig puede cambiar a voluntad su estructura facial -dijo Matasumi-. Cambios menores únicamente. No puede convertirse, por ejemplo, en usted o en mí, pero podría cambiar su cara lo suficiente como para ya no parecerse a su foto de pasaporte.

– Uh-huh.

– No parece muy útil para la vida diaria, pero es increíblemente significativo en el esquema más grande de cosas. Este poder particular está completamente indocumentado en los anales de parapsicología. Estoy postulando un nuevo cambio evolutivo.

Él sonrió entonces, la primera sonrisa que yo había visto de él. Le quitaba décadas de la cara, iluminando sus ojos con un entusiasmo infantil. Me miró y esperó, sus labios se movían nerviosamente como si apenas pudiese contener el impulso de seguir.

– ¿Cambio evolutivo? -repetí.

– Mi hipótesis es que todas las razas sobrenaturales -las razas verdaderas, las razas principales- son el resultado de anomalías evolutivas. Por ejemplo, con los werewolves, en algún sitio en el pasado muy distante un hombre de alguna manera desarrolló la capacidad de transformarse en lobo. Un completo capricho de la naturaleza. También fue capricho el que mejorara su capacidad de supervivencia y por ésta se viera reflejada en su ADN, que pasó a sus hijos. Los poderes menores de un werewolf, longevidad, fuerza, mayor alcance en sus sentidos, pueden haber sido parte de este cambio inicial o pueden haber evolucionado más tarde, para dejar a los werewolves mejor preparados para llevar sus vidas. Anomalías similares explicarían los inicios de todas las razas principales.

– Excepto de los medio-demonios -dijo Bauer.

– Eso falta por decir. Los medio demonios son un híbrido por reproducción. Raramente transmiten sus poderes a su descendencia. Ahora, de vuelta al Sr. Haig. Si mi teoría es correcta, estos cambios evolutivos arbitrarios deben pasar con alguna frecuencia, no comúnmente, pero más a menudo, lo que explicaría las pocas razas principales existentes. Quizás algunas de estas desviaciones son tan recientes que no hay aún bastantes miembros como para clasificarlos dentro de una raza. Si es cierto, entonces el Sr. Haig puede ser el antepasado de una nueva especie. En unas cuantas generaciones, su poder podría desarrollarse exponencialmente. Donde el Sr. Haig sólo es capaz de engañar a un oficial de tráfico, su tataranieto podría ser capaz de cambiar su estructura física lo suficiente para transformarse en el oficial.

– Uh-huh.

Matasumi giró e hizo gestos hacia al último par de celdas a través del pasillo -Ahí están hay dos especimenes más interesantes. Observe a su izquierda primero, por favor.

En la celda al lado del callejero, una mujer yacía en la cama, sus ojos abiertos, contemplando el techo. Tendría aproximadamente mi edad, tal vez 1,65 metros de altura, 55 kilogramos. Cabello rojo oscuro, ojos verdes, y piel envidiablemente clara que parecía nunca haber tenido un defecto. Ella irradiaba vibraciones de buena salud, la clase de mujer que yo podría imaginar alegremente conduciendo un grupo de expedicionarios en el Parque Nacional.

– ¿Bruja? -pregunté.

– Medio demonio -dijo Bauer.

¿Entonces los medio demonios podían ser mujeres? Nadie había dicho eso por otra parte, pero yo había asumido que todos serían hombres, tal vez porque los únicos dos que yo había conocido eran hombres o tal vez porque cuando pensaba en “demonio” pensaba “hombre”.

– ¿Cuál es su poder? -pregunté.

– Telequinesia -dijo Bauer-. Puede mover cosas con su mente. Leah es la hija de un demonio Agito. ¿Posees familiaridad con la demonología?

– Uh-no. Los defectos de una educación moderna.

Bauer sonrió-.No hay mucha demanda por ello en estos días, pero es un sujeto fascinante. Hay dos tipos de demonios: Eudemonios y Cacodemonios. Eudemonios, los buenos, cacodemonios, los malos.

– ¿Demonios buenos?

– ¿Sorprendente, verdad? Aunque es una creencia religiosa común, la verdad. Sólo en la mitología cristiana es posible encontrar demonios tan poco… demonizados. Es cierto que ambas clases existen, aunque sólo los cacodemonios procrean. Dentro de cada uno de los dos tipos hay una jerarquía basada en el grado relativo de poder del demonio. Un Agito está muy arriba en la escala.

– Entonces supongo que la telequinesia es más que una broma de salón, después de todo.

– Mucho más -dijo Matasumi-. Las implicaciones y aplicaciones de tal poder son infinitas.

– ¿Qué puede hacer ella?

– Puede mover cosas con su mente -dijo Matasumi, parafraseando la descripción anterior de Bauer.

En otras palabras, no tenían ni idea lo que eran “las implicaciones y aplicaciones”. Seguramente la telequinesia sonaba bien, ¿pero qué podría realmente hacerse con ella? Además de tomar la sal de la cocina sin dejar la mesa.

– ¿Hay muchos medio demonios mujeres? -pregunté.

– Los hombres son más comunes, pero las mujeres no son desconocidas -dijo Matasumi-. Realmente seleccionamos a Leah por su género. Hemos tenido algunas dificultades con nuestros sujetos hombres, entonces pensé que las mujeres podrían ser más fáciles de manejar. Más pasivas.

– Mírenlo -dijo Bauer-. Está rodeado por mujeres aquí, Lawrence. Sí, las mujeres parecen hacer mejores sujetos, pero eso no tiene nada que ver con la pasividad. Las mujeres son más capaces de ponderar la situación y ver la inutilidad de la resistencia. Los hombres parecen sentir la obligación de aguantar, pase lo que pase. Tome por ejemplo a nuestro sacerdote de Vudú. Discursos enfáticos y maldiciones todo el día, cada día. ¿Ayuda eso? No Pero él sigue haciéndolo. ¿Cómo reacciona Leah a la misma situación? Se queda tranquila y coopera -Ella se giró hacia mí-. ¿Has visto alguna vez telequinesia?

– Uh, no -dije-. No lo creo.

Ella sonrió -Tiempo de ver una actuación entonces.

SAVANNAH

Bauer alzó la mano hacia el botón del intercomunicador de la jaula del medio demonio. Algo en mi estómago se apretó, y abrí la boca para detenerla, luego acallé la protesta. ¿Por qué me preocupaba si Bauer se dirigía a esa mujer? Tal vez simplemente no me gustaba la idea de que mis compañeros cautivos supieran que estaban siendo observados y comentados como animales de zoológico.

– ¿Leah? -dijo Bauer, inclinándose hacia el altavoz.

– Hey Sondra -dijo Leah, elevándose de la cama-. ¿Necesitas mi aprobación otra vez?

– No, sólo pasaba por aquí. Mostrándole a una nueva huésped los alrededores. Ella está muy interesada en tus poderes. ¿Harías una demostración?"

– Seguro -Leah dio vuelta a la pequeña mesa. Después de un segundo, una taza de café se elevó de la superficie y giró-. ¿Algo así?

– Perfecto. Gracias, Leah.

La mujer sonrió y saludó con la cabeza. Si ella tuviera alguna objeción a ser tratada como un mono entrenado, no daba ninguna señal de ello, sólo se ponía de pie y aguardaba órdenes.

– Te veré luego, Leah -dijo Bauer.

– No iré en ninguna parte. Saluda a Xavier de mi parte. Dile que pase por aquí en algún momento. Que traiga un mazo de naipes.

– Lo haré.

Bauer apagó el intercomunicador.

– Xavier es nuestro otro medio demonio -me dijo ella-. Ya lo conoces.

– Houdini.

Bauer sonrió-.Sí, lo supongo. Ninguna cadena puede mantenerlo amarrado, muy pronto lo descubrimos. Afortunadamente para nosotros, él estuvo feliz de cooperar con nuestras preguntas y experimentos gracias a un correcto incentivo financiero. Tan mercenario, nuestro Xavier. Un activo valioso para equipo, sin embargo.

– Como el hechicero -dije.

Bauer me lanzó una mirada estudiadamente en blanco.

– Oí que habían contratado a un hechicero también -dije.

Bauer vaciló, como si reflexionara si había que mentir, luego dijo -Sí, tenemos a un hechicero. Nos ayuda a encontrar a nuestros sobrenaturales. No tendrás que conocer al Sr. Katzen, si eso te molesta.

– ¿Debería?

– Los hechiceros tienen una… reputación desagradable entre algunas razas sobrenaturales. No del todo injustificada.

Matasumi tosió discretamente, pero Bauer no hizo caso de él y golpeó sus uñas contra la pared de la celda del sacerdote Vodoun. Él miró, tal vez sintiendo a alguien allí, y lanzó una mirada deslumbrante hacia el cristal reflector.

– La mayor parte de ellos son egomaníacos y poco fiables -continuó Bauer-. Nuestro Sr. Katzen, me temo, no es ninguna excepción. Tal como dije, sin embargo, no tienes que preocuparte por él. Él no se asocia con lo que considera las razas “inferiores”. Ahora Xavier es mucho más sociable.

– Él mantiene a Leah entretenida, según lo que veo.

– Realmente no. Probablemente él no tomará en cuenta en su oferta. Triste, realmente. Cuando Leah averiguó que teníamos a otro medio demonio aquí se conmovió. No creo que ella nunca hubiera conocido a otro de su clase. Pero Xavier no tendrá nada que ver con ella. Él la vio una vez y ha rechazado desde entonces acercarse a ella. Hemos intentado hasta sobornos. Mantener a nuestros huéspedes felices es muy importante para nosotros. Leah es una mujer joven muy gregaria. Necesita estimulación social. Por suerte hemos encontrado otros modos de acomodarla. Ella ha tomado un verdadero interés por dos de nuestros otros huéspedes.

– Curtis y Savannah -dijo Tess.

Bauer asintió con la cabeza -Los que son también nuestros dos huéspedes más necesitados de compañía. Creo que Leah tiene una aguda sensibilidad para esto. Un sentido innato de altruismo. Curtis y Savannah disfrutan de su compañía enormemente. Lo que sólo hace que la animosidad de Xavier sea más profunda. Él no se dirigirá a ella. Eso nos ocasiona alguna preocupación a nosotros. Nos gustaría tener a Leah en el equipo, pero no podemos permitirnos la tensión que eso causaría.

– ¿Tienen muchos huéspedes dentro de “el equipo”?

Los ojos de Bauer chispearon como si yo hubiese hecho la pregunta del millón de dólares-.No muchos, pero es posible. En particular para nuestros huéspedes más honrados, como tú. Una vez que estamos seguros de la cooperación de un huésped, estamos realmente felices de poder hacerle una oferta. Es algo por lo cual esforzarse.

En otras palabras, si yo era un muchacha muy, muy buena, también podría secuestrar y torturar a mis compañeros sobrenaturales. Oh, que felicidad.

– ¿Alguna idea de por qué a Xavier no le gusta Leah? -pregunté.

– Celos -dijo Matasumi-. Dentro de la jerarquía de los medio demonio Leah tiene la posición más alta.

– ¿Ellos son conscientes de esa jerarquía? -pregunté-. Creí que los medio demonios no tenían mucho contacto los unos con los otros. No tienen algún grupo central o dirigente, ¿verdad? Entonces, ¿Cómo saben cuál es su status?

Silencio.

Después de un momento Matasumi dijo -En algún nivel, estoy seguro de que ellos son conscientes de su status.

– Un demonio Agito está por sobre un Evanidus, el padre de Xavier -dijo Bauer-. Y un Exustio está sobre ambos. ¿Eso es el padre de Adam Vasic, verdad? ¿Un Exustio?

– Sorprendentemente, eso nunca salió en la conversación.

La desilusión cruzó su cara, luego desapareció en otra sonrisa falsamente cordial -Haremos que la Doctora Carmichael revise esas quemaduras. Supongo que Adam te las hizo.

Ella hizo una pausa. No dije nada.

– Un medio demonio Exustio es muy poderoso -continuó ella-. Justo en la cima de la escala. Él sería uno de primera clase para atrapar. Tal vez podrías ayudarnos con eso. Estoy segura de que esas quemaduras no hacen cosquillas.

– Se curan -dije.

– De todos modos, estaríamos muy agradecidos…

Matasumi interrumpió -No sabemos si el padre de Adam Vasic es un Exustio, Sondra. Sólo tenemos una información de segunda mano.

– Pero era una buena información -Bauer se giró hacia mí-. Uno de nuestros primeros cautivos fue un chamán que sirvió en el consejo de Ruth Winterbourne cuando el padrastro de Adam comenzó a llevarlo a las reuniones. Él es un medio demonio Tempestras. El padrastro, quiero decir. Él es también, supuestamente, un experto en demonología, y estaba convencido de que el padre de Adam era un Exustio.

– Aunque él nunca dio ninguna indicación de tener un grado tan alto de poder -dijo Matasumi-. Las quemaduras de piel son, más probablemente, una señal de un Igneus. Un Exustio habría incinerado a la Sra. Michaels.

– De cualquier forma, hasta un medio demonio Igneus sería un verdadero golpe. Y yo adoraría atrapar a su padrastro. Tenemos muy pocos datos sobre demonios Tempestras.

– Me gustaría encontrar a la madre -dijo Tess-. ¿Cuál es la posibilidad que una mujer sea elegida para llevar al descendiente de un demonio y luego termine por casarse con un medio demonio? Debe haber algo en ella que los atrae. Eso podría ser una investigación muy útil. E interesante.

Esto me estaba asustando. ¿Cuánto sabía esta gente sobre nosotros? Era bastante malo que supieran que existíamos, pero haber ahondado en nuestras vidas personales como lo habían hecho era absolutamente inquietante. ¿Harían esto muy a menudo, discutir acerca de nosotros como si fuéramos personajes de la telenovela Dark Shadow [9]?

– ¿Por qué no atraparon a Adam en vez de a mí? -pregunté.

– No subestimemos tu propia importancia, Elena -dijo Bauer-. Estamos muy emocionados de tenerte con nosotros.

– Y no pudimos encontrar a Adam -añadió Tess.

Caramba, gracias.

Bauer continuó -Y, al lado de Leah, la que, ciertamente no será la última de nuestros huéspedes.

Me di vuelta. En la celda detrás de mí había una muchacha. No, no me refiero a una mujer joven. Me refiero a una niña, de no más de doce o trece años. Asumí que su aspecto juvenil era la manifestación de alguna raza sobrenatural desconocida.

– ¿Qué es ella? -pregunté.

– Una bruja -dijo Bauer.

– ¿Hace hechizos? ¿Se hace ver más joven? Un buen truco, pero si yo fuera ella, de seguro no querría volver a esa edad. Antes o mucho después de la pubertad para mí, muchas gracias.

Bauer se rió -No, no hace hechizos. Savannah tiene doce años.

Me detuve. Si yo hubiera estado temblando antes, estaría congelada ahora, había un bloque de hielo alojado en mi estómago.

– ¿Doce? -repetí, esperando que haber oído mal-. ¿Capturaron a una bruja de doce años?

– Absolutamente la mejor edad -dijo Matasumi-. Las brujas obtienen su poder pleno con el inicio de sus primeras menstruaciones. Estando al borde de la pubertad, Savannah nos presenta la oportunidad perfecta para estudiar los cambios mentales y fisiológicos que podrían explicar la capacidad de una bruja de hechizar. Tuvimos un notable golpe de suerte al encontrarla. Un accidente, la verdad. Savannah es la hija de una antigua bruja de Aquelarre que teníamos como blanco hace varias semanas. Cuando nuestros hombres capturaron a la madre, la hija llegó de improviso de la escuela, entonces se vieron obligados a traerla también.

Observé la celda -¿No la tienen con su madre?

– Tuvimos algunos problemas con su madre -dijo Bauer-. Sus poderes eran más fuertes que lo que nuestro hechicero nos llevó a creer. Magia oscura, podrías llamarlo, lo que explicaría probablemente su alejamiento del Aquelarre. Eva era… bueno, tuvimos que…

– La borramos del programa -cortó Matasumi-. La mejor cosa, realmente. Ella demostró ser demasiado difícil como sujeto útil, y su presencia distraía a la niña.

El hielo se extendió para llenar mi estómago. ¿Esta gente mantenía a una niña en una celda subterránea, felicitándose por haberla encontrado, y alababan las ventajas de matar a su madre? Miré a la muchacha. Era alta para su edad, delgada, con un rostro que era todo planos y ángulos agudos. El cabello le llegaba a la cintura, negro. Un par de enormes ojos azules oscuros dominaban su delgada cara. Una niña extraña que llevaba la promesa de una gran belleza. Miraba atentamente un libro de crucigramas, con el lápiz equilibrado encima de la página. Después de un momento ella saludó con la cabeza y garabateó algo. Sostuvo el libro a distancia, estudió el rompecabezas completo, luego lo abandonó, dejándolo encima de la mesa, paseó un par de vueltas, y finalmente se conformó con inspeccionar el contenido de un estante para libros detrás del televisor.

– Ella debe aburrirse -dije.

– Oh, no -dijo Bauer-. Esto no es fácil para Savannah. Lo sabemos. Pero hacemos todo lo posible para reconfortarla. Todo lo que quiera. Pastillas de chocolate, revistas… incluso trajimos algunos videojuegos la semana pasada. Ella está completamente…-.Bauer hizo una pausa, haciendo rodar una palabra en su lengua, luego la desechó y dijo tranquilamente -Ella está cómoda.

De modo que ella sabía lo mal que todo esto sonaba. “Lamentamos haber ejecutado a tu mamá, pequeña, pero aquí hay una colección de crucigramas y un Game Boy para compensarlo”. Bauer dio un toque de sus uñas de manicuradas contra la pared, luego forzó una sonrisa.

– Bien, eso es -dijo ella-. Probablemente te preguntarás para qué es todo esto.

– Quizás más tarde -murmuró Matasumi-. La doctora Carmichael espera y este no es realmente el lugar…

– Hemos mostrado a Elena los alrededores. Ahora creo que es justo que le ofrecezcamos alguna de explicación.

Los labios de Matasumi se apretaron. ¿Entonces esto no era por lo general parte del paseo? ¿Por qué ahora? ¿Una necesidad repentina de justificarse después de mostrarme a Savannah? ¿Por qué a Bauer le importaría lo que yo pensaba? ¿O se defendía a sí misma?

Antes de que Bauer continuara, me condujo fuera del bloque de celdas. Estudié los procedimientos de seguridad. Una vez que pasamos a través de la puerta, encontramos a dos guardias armados colocados en un cubículo más allá de la puerta asegurada. Sus ojos bailaron sobre mí como si yo fuera la señora de la limpieza. Una de las ventajas de alquiler de guardias con alguna experiencia militar: la Curiosidad había sido extraída de ellos. Seguir órdenes y no hace preguntas.

– ¿Alguna clase de conexión militar? -pregunté. Mientras Bauer estuviera de humor para contestar preguntas, yo debería hacerlas.

– ¿Militares? -Ella siguió mi mirada fija a los guardias-. ¿Usar seres sobrenaturales para construir el arma perfecta? Intrigante idea.

– No realmente -dije-. Lo hicieron en Buffy la Cazavampiros. La temporada anterior. Me dormía por la mitad de los episodios.

Bauer se rió, aunque podía decir que ella no tenía ni idea de lo qué yo hablaba. Yo no podía imaginármela holgazaneando delante de un televisor, y aun si lo hiciera, estaba segura de que la única cosa que miraría sería CNN.

– No te preocupes -dijo ella-. Esta es una empresa completamente privada. Nuestra elección de guardias fue simplemente práctica. Ninguna alusión gubernamental.

Traspasamos otro juego de puertas en un largo corredor.

– En nuestra sociedad postindustrial, la ciencia empuja constantemente los límites de la tecnología -dijo Bauer, todavía andando. Eché un vistazo hacia arriba a los altavoces, casi segura de que oía la voz de Bauer en alguna cinta pregrabada-. La raza humana ha dado grandes pasos en el campo de la tecnología. Pasos masivos. Nuestras vidas se hacen más fáciles con cada día que pasa. ¿pero somos felices?

Ella hizo una pausa, pero no miró hacia atrás, como si no esperara una respuesta. Pregunta retórica, pausa dramática. Bauer se sabía un par de recursos para hablar en público.

– No lo somos -dijo-. Todos a quienes conozco tienen un terapeuta y un anaquel de libros de autoayuda. Siguen tratamientos espirituales. Contratan yoghis y meditación. ¿Sirve eso? No. Son miserables. ¿Y por qué?

Otra pausa. Yo mordí mi labio para impedirme contestar. No habría sido la clase de respuesta que ella quería.

Bauer continuó, -Porque ellos se sienten impotentes. La ciencia hace todo el trabajo. La gente se ve reducida a esclavos tecnológicos, introducir diligentemente datos en ordenadores y esperar a que el gran dios de la tecnología les honre con resultados. Cuando por primera vez llegaron los ordenadores, la gente se emocionó. Soñaron con semanas de trabajo más cortas, más tiempo para el perfeccionamiento personal. No sucedió. La gente hoy trabaja tan duro, si no más duro, que lo que hacían hace treinta años. La única diferencia es la calidad del trabajo que realizan. Ya no llevan a cabo algo de valor. Sólo atienden las máquinas.

Pausa número tres.

– Lo que proponemos hacer aquí es devolver un sentido de poder a la humanidad. Una nueva mejora. No una mejora tecnológica. Mejora desde el interior. Mejorar la mente y el cuerpo. A través del estudio de los seres sobrenaturales, podemos realizar esos cambios. Chamanes, nigromantes, brujas, hechiceros, ellos pueden ayudarnos a aumentar nuestras capacidades mentales. Otras razas pueden enseñarnos como hacer mejoras inmensas en nuestras vidas físicas. La fuerza y agudeza sensorial de los werewolves. La regeneración y longevidad de los vampiros. Otros avances innumerables de los medio demonios. Un nuevo mundo para la humanidad.

Esperé la música para aplaudir. Cuando eso no pasó, logré decir con la cara tiesa, -Suena muy… noble.

– Lo es -dijo Matasumi.

Bauer pulsó un botón y las puertas del elevador se abrieron. Entramos.

TRETA

El hospital era exactamente lo que uno esperaría de un centro de operaciones de tan alta tecnología: antiséptico, blanco, y frío. Lleno de instrumentos de acero inoxidable reluciente y máquinas digitales. Bueno, nunca tanto, dado que un cartel descolorido en la pared anunciaba los “síntomas de un ataque cardíaco”. Todo el asunto, así como su doctora, una mujer de mediana edad y bastante corpulenta. Carmichael cubrió todas las cortesías de presentación con un brusco hola. Luego siguió directamente con un “abra esto, acerque eso, levante esto, gire eso”. Nada de conversación. Apreciaba esto. Más fácil de tragar que la injustificada sociabilidad de Bauer.

El examen fue menos intrusivo que el promedio. Nada de agujas o muestras de orina. Carmichael tomó mi temperatura, peso, altura, y tensión arterial. Comprobó mis ojos, oídos, y garganta. Preguntó por posibles náuseas u otros efectos secundarios del tranquilizante. Cuando escuchó a mi corazón, esperé las preguntas inevitables. Mi latido de corazón estaba bastante arriba de lo normal. Una típica “anomalía fisiológica”, werewolf como diría Matasumi. Jeremy decía que se debía a nuestro metabolismo aumentado o al flujo de adrenalina o algo así. No recordaba la razón exacta. Jeremy era el médico experto. Apenas estudié biología en la escuela secundaria. Carmichael no comentó sobre mi frecuencia cardiaca, sin embargo. Sólo asintió con la cabeza y lo anotó en mi ficha. Supongo que ellos ya esperaban esto luego de examinar al callejero.

Después de que Carmichael terminó conmigo, me reincorporé a mi fiesta en la sala de espera. Sólo uno de las tres guardias me había acompañado al hospital. Él ni siquiera había lanzado una mirada mientras yo me ponía y sacaba la ropa. Un serio golpe para mi ego. No que yo lo culpara. No había mucho que ver.

Matasumi, Bauer, Tess, y los tres guardias me condujeron por el pasillo lejos de la sala de espera de hospital. Antes de que pusiéramos rumbo a nuestro lugar de destino, la radio de un guardia emitió una señal sonora. Había una especie de “incidente menor” en el bloque de celdas, y alguien llamado Tucker quería saber si Matasumi todavía necesitaba los guardias. Era la hora de comida y la mayor parte de los guardias fuera de servicio se habían ido a la ciudad. ¿Podría Matasumi enviar a los tres acompañantes que iban con nosotros? Matasumi dijo a Tucker que los enviaría en cinco minutos. Entonces nos fuimos en tropel a un área a la cual Bauer se refirió como “sala de descanso”.

La sala de descanso era una cámara de interrogatorios. Alguien que hubiese visto a un sólo policía no podría ser engañado por el espectáculo de las sillas cómodas y cuadros de Art Deco en las paredes. Cuatro sillas estaban ordenadas alrededor de una mesa de madera. Una ventana de cristal de una dirección dominaba la pared lejana. Videocámaras y micrófonos colgaban de dos esquinas del techo. Bauer podía llamarlo un maldito salón formal si quisiera. Esto era un cuarto de interrogatorios.

Mi escolta me condujo al costado más cercano del cuarto, afrontando el cristal de dirección única. Una vez que estuve sentada, abrió unas tapas a uno y otro lado de la silla y sacó correas reforzadas, que sujetó alrededor de mi cintura. Aunque mis muñecas todavía estaban dañadas, él usó otro juego de correas para atar mis codos a los brazos de la silla. Luego, desde el suelo, sacó una hebilla pesada con cadenas adosadas que se retrajeron debajo de la alfombra. Con esto afirmó mis pies. Las cuatro patas de la silla estaban soldadas al suelo. Maldición, necesitamos uno de éstos en nuestra sala en Stonehaven. Nada como una silla llena de ataduras de acero para hacerte sentir como un huésped gustoso en casa.

Una vez que estuve segura, Matasumi dejó que los guardias se fueran. Wow, estaba dejando una gran posibilidad allí. ¿Nada de guardias armados? Quién sabía que estrago podría causar yo. Yo podría… Bueno, podría escupir en su cara y llamarlo con nombres realmente repugnantes.

En cuanto al interrogatorio, fue bastante aburrido. Más de la misma clase de preguntas Matasumi me había lanzado en la celda. Seguí mezclando verdades y mentiras, y nadie me llamó la atención por ellos. Aproximadamente veinte minutos de empezada la sesión, alguien llamó a la puerta. Un guardia entró y dijo a Matasumi y Bauer que este tipo Tucker solicitaba su presencia en el bloque de celdas para que le aconsejaran en una “cuestión”. Bauer lo impidió, insistiendo en que Matasumi podía manejarlo, pero esto implicaba algún proyecto especial de ella, y después de discutir un momento, ella consintió en ir. Tess siguió a Matasumi, aunque nadie la hubiera invitado. Supongo que ella tenía miedo de que la fuera a escupir. Bauer prometió que estarían de vuelta cuanto antes, y se fueron. Dejándome sola. Hmmm.

Mi optimismo decayó rápidamente. No había ningún modo de que escapara de esta silla. Ningún brote de adrenalina me daría la fuerza suficiente para romper estas cadenas. De la forma en que estaba amarrada, alguien podría realizarme una cirugía a corazón abierto y yo no podría hacer nada más que gritar. Ni siquiera podía cambiar en lobo y esperar escapar. Las correas y las cadenas estaban atadas con un dispositivo que trabajaba como un cinturón de seguridad. Si Cambiaba, sólo arriesgaría la posibilidad de hacerme daño.

Mientras examinaba mis ataduras, la puerta detrás de mí se abrió. Un hombre entró a tropezones en el cuarto, tropezando sobre las sillas. Antes de que pudiera ver su cara, un olor me golpeó y los pelos de mis brazos se pararon. Un callejero. Giré mi cuello para ver al callejero de la jaula de abajo. Patrick Lake. El nombre saltó a mi conciencia al primer atisbo de su olor. Yo sólo lo había visto una vez, y no había sido una reunión memorable, pero el cerebro de un werewolf clasifica olores con la eficiencia de un oficinista de primera categoría que archiva datos. Con unas moléculas del olor, la información que lo acompaña llega inmediatamente a nuestra mente.

Patrick Lake era nómada y un caníbal. No un asesino demasiado prolífico, sólo un cuerpo por aquí, un cuerpo por allá, como la mayor parte de los callejeros, con el bastante sentido común para saber que cada matanza le llevaba más cerca de la exposición, pero incapaz o sin el deseo de dejarlo. La Manada no se molestaba mucho con callejeros como Lake. Quizás esto suene feo, como si nosotros debiéramos detener a cada callejero que asesine humanos, pero si hiciéramos eso, tendríamos que exterminar a tres cuartas partes de nuestra raza, y realmente, ese no era nuestro trabajo. Si los humanos estaban siendo asesinados, dejemos que los otros humanos se ocupen de ello. Duro pero práctico. Nos involucrábamos sólo cuando un callejero atraía la atención hacia él, poniendo así en peligro al resto de nosotros. Lake hizo eso hace aproximadamente cuatro años matando a la hija de un funcionario de la ciudad de Galveston, Texas. Clay y yo habíamos volado para llevar a cabo nuestros respectivos empleos. Yo había investigado el estado del caso de asesinato. Si Lake terminaba como sospechoso, tenía que morir. Ya que nunca conseguía mantenerse lejos, Clay se conformaba con revolcar en la mierda a Lake como advertencia, luego se aseguraba que tomara el siguiente avión fuera de Texas. Patrick Lake no nos había dado ningún problema desde entonces.

Cuando Lake se tambaleó en el cuarto, me sacudí en mi asiento, rompiendo las cadenas. Houdini-Xavier-caminó detrás de él. Viéndome, se detuvo y parpadeó, luego miró alrededor del cuarto.

– ¿Completamente sola? -preguntó.

No contesté. A menos que hubiera guardias medio demonio con poderes de invisibilidad, aparente yo estaba completamente sola. De todos modos, Xavier se asomó a la puerta para comprobar el pasillo. Entonces, empujó a Lake delante de él, cruzó hasta llegar al cristal de dirección única, miró detenidamente a través de él, frunció el ceño, observando el cuarto contiguo, y volvió.

– Sola -dijo, sacudiendo su cabeza-. Debes amar este lugar. Eficiencia militar, seguridad de alta tecnología, los últimos aparatos de comunicación. Y al final, todo tan desorganizado como los armarios de cocina de mi madre. No puedo creer que te dejaran sola. Son las ocho, ¿verdad?

– Déjame comprobar mi reloj -dije.

Él se rió entre dientes -Lo siento. Seguramente te han atado, ¿verdad? Alguien no está dando posibilidades. Pero estoy seguro que son las ocho, y se suponía que yo debía traer aquí a Lake a las ocho. Ahora ni siquiera pueden mantener el programa correctamente. Alguien necesita un secretario.

Lake me contempló. Él nunca me había visto antes, no oficialmente de todos modos. En Galveston, yo había estado bastante cerca como para olerlo, pero me había quedado fuera del viento y fuera de vista. Era una complicación que Clay no necesitaba. Los callejeros se ponían un tanto… excitados la primera vez que me veían. Una cosa hormonal. Me habían dicho que olía como una hembra acalorada, no era la descripción más lisonjera, pero explicaba bastante del problema. Después de que un callejero me llegaba a conocer, su cerebro humano por lo general daba patadas y anulaba las señales, pero las primeras reuniones eran siempre arriesgadas. A veces yo podía usar esa reacción en mi ventaja. Por lo general sólo era un dolor en el trasero.

– ¿Como ella? -preguntó Xavier.

Lake murmuró algo y trató de arrancar su mirada de mí, pero no tuvo éxito en romper el contacto visual. Caminó hacia mi silla, las cadenas de sus piernas chispeaban creando estática contra la alfombra. Lo miré directamente. Termínalo, asno. Lake rodeó la mesa dos veces. Cuando Xavier rió disimuladamente, Lake hizo una pausa sólo un segundo antes de que el instinto lo obligara a avanzar otra vez, rodear, sus ojos de vuelta en mí.

– Lo confieso, es una muchacha apuesta -dijo Xavier-. ¿Pero no crees que exageras, compañero?

– Cállate -gruñó Lake y siguió dando vueltas.

– No te preocupes -dijo Xavier, girándose hacia mí-. Si trata de oler tu entrepierna, le romperé el hocico.

Lake se volvió hacia Xavier, tenso como si fuera a embestir contra él, luego pareció pensarlo mejor y se conformó con gruñirle una sarta de maldiciones. El hechizo se rompió, sin embargo, y cuando se giró para afrontarme, sus ojos todavía ardían, pero con furia, no con lujuria.

– Estabas allí, ¿verdad? -dijo-. En Galveston. Con él. Cuando me hizo esto -Él levantó sus manos vueltas de revés y me las mostró. Su palma izquierda estaba fija permanentemente en la posición inicial, el resto del antebrazo nudoso y gastado, como resultado de demasiadas rupturas e insuficiente ajuste.

– ¿Quién es “él”? -preguntó Xavier.

– Clayton -escupió Lake, su mirada fija todavía sobre mí.

– Oh, el novio -Xavier soltó un suspiro fingido-. ¿Tenías que mencionar al novio? Lo vi en Vermont, y todavía me siento un tanto inferior en cuanto a belleza por todo el asunto. Por favor dime que el tipo tiene algún hábito repugnante. Olor a cuerpo. Se rasca la nariz. Dame algo.

– Él es un jodido psicópata -gruñó Lake.

– ¡Perfecto! Eso es exactamente lo que quería. Gracias, Pat. Me siento mucho mejor ahora. Independiente de mi estado mental cuestionable, nadie me ha acusado nunca de ser un psicópata.

Lake se acercó y observó mis cadenas.

– Que no se te ocurran ideas poco civilizadas -dijo Xavier-. Tú la tocas y tendré que dejar que ella toque de vuelta. No quieres eso. Ella es una muchacha fuerte.

Lake resopló.

– ¿No me crees? -dijo Xavier-. Ella ha estado aquí unas horas y ya dejó un agujero en su pared de celda. Tú has estado aquí dos semanas y ni siquiera has abollado la tuya. Podría ser más fuerte que tú.

– Probablemente no.

– No, tal vez no. Tú eres más grande. Más masa musculosa. Ventaja masculina. Pero ella es definitivamente más lista. Se le ocurrió la forma de derribarme en su segundo intento. Tú y yo hemos tenido diez rondas y nunca me has puesto un dedo encima. La hembra de la especie es más mortal que el macho. ¿Quién dijo eso?

– Fue Kipling -dije.

– ¿Ves? Ella es más lista que nosotros.

– Mejor educada -dijo Lake-. No más lista.

– ¿Hacemos una apuesta entonces? Un round. Si ella te atrapa, obtengo tu anillo de diamantes.

– Vete al diablo -refunfuñó Lake.

– Un tipo sociable, ¿verdad? Un brillante conversador. No me extraña que no lo dejaras entrar en tu Manada.

– Vete al diablo -articuló Lake más lentamente ahora, girando su mirada hacia Xavier.

– Toqué un punto doloroso, ¿verdad? Oh, vamos. Juega mi juego. Muéstrame que gran lobo malo eres. Quieres alguna venganza por ese brazo, ¿verdad? ¿Y tú, Elena? ¿Qué te parecen unas rondas con el Sr. Personalidad?

– No lucho bajo órdenes -dije.

Xavier suspiró y puso los ojos en blanco. Entonces se me acercó y deshizo todas las cadenas que me sostenían al asiento, dejando sólo las esposas.

– ¡Hey! -dijo Lake, avanzando a zancadas hacia nosotros.

Xavier lo detuvo con una mano extendida, se arrodilló para deshacer las ataduras de las piernas de Lake, luego abrió sus esposas. Lake se quitó las esposas y lanzó su brazo hacia Xavier. Pero su puño conectó con el espacio vacío. Xavier se había ido.

Yo me había quedado en mi asiento. No había ninguna razón para pelear con este callejero. Mejor sentarse aquí, rechazar el juego y esperar a que Matasumi y Bauer volvieran pronto.

Lake retrocedió y me contempló. Una sonrisa cosquilleó en las comisuras de su boca.

– No te molestes -dije-. Lo han intentado antes en circunstancias mucho más ventajosas. Sabes lo que pasará si siquiera lo intentas. Clay se asegurará de que no lo puedas volver a intentar nunca más.

– ¿En verdad? -Los ojos de Lake se ensancharon y miró alrededor-. No lo veo aquí. Tal vez quiera tomar la oportunidad.

– De acuerdo -dije-. Golpéate a ti mismo.

No me moví. Las luchas entre werewolves eran puro alarde en un 70 por ciento. En estos días, Clay ganaba la mayor parte de sus batallas simplemente mostrándose. Su reputación era suficiente. Al menos esto servía para los werewolves machos. Yo no era tan afortunada. No importa cuantos combates ganase, los callejeros todavía me imaginaban indefensa sin Clay para protegerme.

Lake rodeó la silla. No me moví. Él agarró mi pelo, enredando largos mechones alrededor de su puño. Apreté los dientes y aún así no me moví. Él tiró mi cabeza hacia atrás. Sólo lo fulminé con la mirada. Con un gruñido, él liberó mi pelo, agarró mis hombros y me sacó de la silla. Me eché atrás, tratando de empujarme contra la mesa, pero, a diferencia de mi silla, no la habían dejado pegada al suelo. Cuando golpeé el borde de la mesa, ésta patinó fuera de alcance y caí sobre mis rodillas, mis manos esposadas adelante para evitar mi caída. Lake me dio una patada en el trasero y me lanzó lejos, haciéndome estrellar contra mi cara. Me quedé quieta, con la cara contra la alfombra.

– ¡Uf! -dijo Lake-. Eso dolió.

– Mis manos están esposadas -refunfuñé contra la alfombra.

– ¿Sí? Bueno, mi mano izquierda no trabaja demasiado bien, gracias a tu amante muchacho. Tal vez yo debería hacerte lo mismo. Nah. No en el brazo. En la cara. Tal vez entonces él no te encontrará tan atractiva.

– Cara o brazo, no importa. Tócame y estás muerto.

– Ya estoy muerto, dulzura. Contigo aquí, estos bastardos ya no me necesitan más. Podría conseguir mi venganza mientras pueda.

Mientras intercambiábamos impresiones, mantuve mis brazos metidos bajo mí y me concentré. El sudor saltó de mi frente. Lake se arrodilló delante de mí y sonrió abiertamente.

– Te ves un poco pálida, dulzura. No eres tan resistente como pretendes.

Me moví, quitando mi peso de mis brazos. Lake saltó sobre sus pies y pisó con fuerza en el centro de mi espalda. Algo sonó. El dolor formó un arco a través de mí. Sofocando un grito, cerré los ojos y me concentré en mis manos. Relajé mi vientre contra la alfombra y enrosqué mi palma. Sentí el peso del pie de Lake en mi espalda, descansando allí. Sin advertencia, él empujó, aplastándome contra la alfombra. Cinco agujas traspasaron mi blusa y mi estómago. Jadeé y olí la sangre.

– ¿Dolió? -dijo Lake-. Bah, me siento taaaan mal. ¿Sabes cuánto me duele este brazo? ¿Tienes alguna idea? ¿Incapaz de ir al hospital, a un doctor? Detectar algún problema que hubiese hecho revocar su licencia…

Me lancé sobre Lake rápidamente, atrapándolo con la guardia baja. Él tropezó hacia atrás. En un segundo, él hubo recobrado su equilibrio y retiró su pie, que apuntó a mi pecho cuando me giré. Balanceé mi mano derecha y agarré su pierna. Mis uñas rasgaron sus vaqueros y se hundieron en la carne. Cuando le hube dado un buen apretón, tiré hacia atrás, rasgando su pierna. Lake gritó y tropezó hacia atrás.

– ¡Mierda! ¿Qué mierda…?

Él miró mi mano. Sólo que no era una mano. Era una garra, el apretón y los dedos de una mano humana, la piel de un lobo, largas uñas, muy afiladas, y duras como roca. Las esposas colgaban de mi otra mano. El Cambio parcial había estrechado mi mano lo suficiente para dejarlas como pulsera.

– ¿¡Qué mierda!? -repitió Lake apoyándose contra la pared.

– Treta de Manada -dije-. Lleva algo de concentración. Demasiado para un callejero.

Avancé hacia él. Vaciló, luego se lanzó contra mí. Caímos. Agarré su espalda. Él gruñó y trató de luchar. Agarré la espalda de su camisa con mi mano izquierda y lo arrojé lejos. Cuando me puse de pie, la puerta se abrió de golpe. Bauer entró apresuradamente en el cuarto con Matasumi, Tess, y dos guardias a sus talones. Los cinco se quedaron parados en la entrada y miraron fijamente. Entonces Bauer avanzó a zancadas a través del cuarto, observando a Lake.

– ¿Qué demonios pasa aquí? -dijo Bauer.

– Ella comenzó -dijo él.

– Oh, por favor -dije, poniéndome de pie.

Mi mano estaba normal ahora. Yo la había metido de nuevo en la esposa. Xavier pasó por la entrada.

– Él comenzó -dijo Lake.

– Sólo seguía órdenes -Xavier se apoyó contra el marco de la puerta, las manos en bolsillos-. El anillo es mío, Pat. Ella pateó tu trasero.

– ¿Está grabado en cinta? -preguntó Matasumi.

Xavier bostezó -Por supuesto.

Bauer se giró hacia ambos -¿Órdenes? ¿Cinta? ¿Qué pasó aquí?

Yo sabía lo que había pasado. Había sido estúpidamente utilizada, y estaba furiosa por no haberlo visto antes. ¿Acaso no debería haberme preguntado por qué Matasumi, el paranoide de la seguridad dejaba libres a mis guardias? ¿Por qué luego me dejaba sola en el cuarto? ¿Por qué Xavier entraba solo con otro werewolf luego de que Matasumi había discutido sobre dejar mi celda sin guardias armados? Matasumi debe haber arreglado todo mientras yo estaba en el hospital. Mientras estaba fuera de mi celda, ¿por qué no intentar un pequeño de experimento? Averigüar lo que sucede cuando pones a un werewolf de la Manada en el mismo cuarto que un callejero.

Bauer comenzó a gritar a Matasumi, luego se detuvo. Despidió a Xavier y Tess para la noche, luego pidió a los dos guardias que me escoltaran de vuelta a mi celda. Una vez que estuvimos fuera de la distancia normal de oír, ella se lanzó contra Matasumi otra vez.

CONTACTO

Había estado de vuelta en mi celda aproximadamente veinte minutos cuando Bauer trajo mi comida. Jamón, patatas fritas, zanahorias de bebé, coliflor, ensalada, leche, café, y pastel de chocolate. Alimento suficientemente decente como para lanzar lejos cualquier idea de huelga de hambre, no era que yo estuviese dispuesta a hacer una de todos modos. No protestar era bastante bueno para garantizar la conservación.

Antes de que yo comiera, Bauer me mostró los alrededores de la celda, indicando los artículos de tocador, mostrando como funcionaba la ducha, y explicando la carta de comidas. Un camisón de noche y un traje de día estaban guardados en un cajón bajo la cama. ¿Por qué sólo un cambio de ropa? Bauer no lo dijo. Tal vez temían que si tuviéramos demasiada tela, encontraríamos un modo de colgarnos de las inexistentes vigas. ¿O pensaban que no tenía ningún sentido proporcionarnos más cuándo no podríamos vivir el tiempo suficiente para necesitarla? Agradable pensamiento.

Bauer no se marchó después de terminar mi paseo por la celda. Tal vez esperaba un agradecimiento.

– Te pido perdón -dijo después de que me senté a comer-. Lo que sucedió arriba… Yo no sabía que planeaban eso. No creo en engañar a nuestros huéspedes. Todo este arreglo ya es bastante difícil para ti sin necesidad de preocuparte por bromas de ese estilo.

– Está bien -dije entre medio de un bocado de jamón.

– No, no lo está. Por favor dime si algo así pasa cuando no estoy cerca. ¿Quisieras que la Doctora Carmichael mirara tus heridas en el estómago?

– Estoy bien.

– Hay ropa limpia si quieres cambiarte esa blusa.

– Estoy bien -dije, luego añadí un conciliatorio-. Tal vez más tarde -Ella trataba de ser agradable. Yo sabía que debía corresponder. Saber y hacer son dos cosas diferentes. ¿Qué se suponía que debía decir? ¿Gracias por preocuparse? Si ella se preocupara, no me habría secuestrado en primer lugar, ¿verdad? Pero mientras me miraba comer, su mirada de la preocupación parecía genuina. Tal vez ella no veía la contradicción, entre secuestrarme y luego preocuparse de como era tratada. Ella estaba parada allí como si esperara que yo dijera algo. ¿Decir qué? Yo tenía poca experiencia con otras mujeres. Chismear con alguien que me había drogado y había secuestrado estaba más allá de mi espectro de habilidades sociales.

Antes de que yo pudiera pensar en la charla conveniente, Bauer se fue. El alivio se mezcló con la culpa. Así como sabía que debía tratar de ser amistosa, realmente no estaba de humor para conversar. Mi trasero estaba herido. Mi estómago dolía. Tenía hambre. Y quería acostarme, lo que no significaba que estuviera cansada, sino que quería hablar con Jeremy. Jeremy podía comunicarse con nosotros mentalmente. El problema era que sólo podía hacerlo mientras dormíamos. Después del incidente con Lake, la ansiedad había comenzado a filtrarse de mis barricadas cuidadosamente erigidas. Quería hablar con Jeremy antes de que mi tensión saliera de control. Él debía ya estar trabajando en un plan de rescate. Yo tenía que oírlo, saber que tomaban medidas. Incluso más que eso, necesitaba su tranquilidad. Estaba asustada, y necesitaba consuelo, alguien que me dijera que todo estaría bien, aun cuando yo supiera que era una promesa vacía. Sería amistosa y cortés con Bauer mañana. Esta noche quería a Jeremy.

Una vez que hube terminado mi comida, tomé una ducha. Definitivamente la intimidad no era un tema para el que puso la ducha. Las paredes eran transparentes. La puerta de cristal en el cubículo de la ducha era sólo ligeramente opaca, emborronando contornos, pero dejando muy poco a la imaginación de un observador. Hice una cortina estirando la toalla de baño de los servicios frente al espejo sobre el lavamanos. Bailar el vals alrededor Stonehaven desnuda era una cosa. Yo no lo hacía delante de extraños. Cuando usaba los servicios, ponía la toalla sobre mi regazo. Algunas cosas exigen intimidad.

Después de la ducha, me puse ropa. Ellos podían proporcionarme un camisón de noche, pero yo no lo usaría. Tampoco usaría su ropa limpia mañana. Tomaría otra ducha por la mañana y esperaría que nada comenzara a oler. Mi ropa era la única cosa personal que tenía. Nadie se las llevaría lejos de mí. Al menos, no mientras el olor fuera soportable.

***

Jeremy no se puso en contacto conmigo esa noche. No sé lo que estuvo mal. El único momento en que yo sabía que Jeremy era incapaz de ponerse en contacto con nosotros era cuando estábamos inconscientes o sedados. Estaba segura de que los sedantes estaban fuera de mi sistema, pero me agarré a esa excusa. También era posible que Jeremy fuera incapaz de ponerse en contacto conmigo aquí, bajo tierra, pero prefería no considerar que esto significaba no sólo que no tendría la ayuda de Jeremy para planear mi fuga, sino que él podría asumir que yo estaba muerta y ni siquiera intentar efectuar el rescate. Profundamente en mi interior, yo sabía que esta última parte era una mierda. Clay vendría por mí. Él no daría por terminado el asunto hasta que viera un cadáver. De todos modos, siempre estaba la inseguridad, la voz fastidiosa que siempre trata de destruir mi fe, diciéndome que me equivocaba, que él no arriesgaría su vida para salvarme, que nadie podría sentir tanto cariño por mí. De este modo, a pesar de todo sabía lo contrario, despertaba bañada en sudor frío, segura de que había sido abandonada. Ni la mayor cantidad de tiempo dedicada a charlas de autoconversación conmigo misma me ayudaría. Yo estaba sola y temía permanecer sola, obligada a confiar en mis propias habilidades para escaparme. No confiaba tanto en mis habilidades.

En las últimas horas de la noche, ya acercándose el alba, alguien se puso en contacto conmigo. Pero no era Jeremy. Al menos, no creí que lo fuera. Soñaba que estaba una tienda estilo mongol con Clay, discutiendo sobre quién se llevaría el último M &M rojo. Sólo cuando había comenzado a considerar la posibilidad de dejárselo, Clay tomaba sus pieles y salía al viento aullador, jurando no volver nunca. El sueño me asustó tanto que me hizo despertar, haciendo latir mi corazón con un ruido sordo. Cuando traté volver a dormir, alguien me llamó por mi nombre, la voz de una mujer. Estaba segura que era una mujer, pero estaba en ese estado confuso entre dormir y despertar, incapaz de decir si era alguien en mi celda o una voz que me llamaba de vuelta al sueño. Luché para levantar mi cabeza de la almohada, pero me sumergí en una nueva pesadilla antes de que pudiera despertarme.

La mañana siguiente, me quedé en la cama mientras pude, estirando el sueño frente a la improbable posibilidad de que Jeremy todavía intentase ponerse en contacto conmigo y sólo necesitara un minuto más. A las ocho y treinta, admití el fracaso. No dormía, sólo mantenía mis ojos cerrados y simulaba.

Saqué las piernas fuera de la cama, las doblé, y casi caí contra el suelo. Mi estómago parecía haber sido cortado, músculo por músculo, mientras dormía. ¿Quién pensaría que cinco pequeñas heridas de garras podrían doler tanto? El hecho que habían sido autoinfligidas no ayudaba. Un día en cautiverio y yo me hacía ya más daño a mí misma que a mis enemigos. Tal vez Patrick Lake estaba más adolorido que yo. Probablemente no. Mi espalda se había agarrotado a 24 horas del pisotón de Lake, y cuando luché para ponerme de pie derecha, mi cuerpo se rebeló de ambos lados, estómago y espinazo. Caminé cojeando hasta la ducha. El vapor el agua ayudó a mi espalda, pero puso mi estómago en llamas. El agua fría calmó mi estómago, pero agarrotó mi espalda otra vez. El día dos tenía lejos un principio maravilloso.

***

Mi humor se hundió cuando Bauer trajo mi desayuno. Ninguna queja sobre la comida, por supuesto, y tampoco tenía queja de que Bauer lo trajera, pero el darle una mirada a ella hacía que mi espíritu cayera en picada. Bauer se paseaba vestida con cómodos pantalones de ante beige, una camisa de lino blanco ondeante, botas hasta las rodillas, y su pelo artísticamente tomado con una horquilla, sus mejillas con un toque rosado que no provenía exactamente de una botella, oliendo ligeramente a brezo, como si viniera de un paseo matinal. Yo estaba vestida con una camisa rasgada y manchada de sangre, mi cabello, demasiado fino, enredado debido al áspero champú, y mis ojos hinchados debido a una noche espantosa. Cuando ella me daba los buenos días, yo zapateaba mi camino hacia la mesa, incapaz de estar de pie totalmente erguida o decir más que un gruñido monosilábico como saludo. Incluso inclinada, yo era diez o quince centímetros más alta que Bauer. Me sentía como una mujer Neanderthal demasiado grande, fea, y no demasiado brillante.

Cuando Bauer trató de integrarme en la conversación, me sentí tentada de frustrar sus esfuerzos otra vez, pero un desayuno pacífico no era un lujo que yo pudiese permitirme. Si tenía que planificar mi propia fuga, tenía que salir de esta celda. El mejor modo de salir de esta célula sería “unirse” a mis captores. Y el mejor modo de unirse a ellos sería asegurar el favor de Bauer. Entonces tenía que jugar a ser agradable. Era más difícil de lo que sonaba. Por extraño que parezca, yo tenía un problema con lo de charlar acerca del tiempo con la mujer que me había llevado al cautiverio.

– Entonces vives cerca de Syracuse -dijo ella cuando me comía mi bollo.

Asentí con la boca llena.

– Mi familia es de Chicago -dijo ella-. Productos de Papel Bauer. ¿Has oído de ellos?

– Suena familiar -mentí.

– Dinero antiguo. Muy antiguo.

¿Debía estar impresionada? Lo fingí con un asentimiento con los ojos muy abiertos.

– Es extraño, sabes -dijo ella, sentándose en una silla-. Crecer con esa clase de nombre, esa clase del dinero. Bien, no extraño para mí. Es todo que conozco. Pero te ves a ti misma reflejada en los ojos de otras personas y te das cuenta que eres considerado como muy afortunado. Nacido con la proverbial cuchara de plata. Se supone que eres feliz, y Dios te ayude si no lo eres.

– El dinero no puede comprar la felicidad -dije, cliché se sintió amargo en mi lengua. ¿De qué se trataba todo esto? ¿Pobre y pequeña niña rica? Soy rica e infeliz, entonces secuestro a extraños inocentes, bueno tal vez no tan inocentes, pero a la fuerza después de todo.

– Peroeres feliz -dijo Bauer. Una declaración, no una pregunta.

Logré esbozar una medio sonrisa genuina-.Bueno, en este preciso momento, siendo mantenida como cautiva en una celda, yo no diría eso exactamente…

– Pero de otra manera. Antes de esto. Eras feliz con tu vida.

– Sin quejas. No es perfecto. Está todavía la repugnante maldición de werewolf…

– No lo ves de ese modo, sin embargo. Como una maldición. Tú lo dices, pero no lo quieres decir.

Ella me contemplaba ahora. No, no a mí. Dentro de mí. Sus ojos ardiendo, inclinándose hacia adelante. Hambrienta. Me eché atrás.

– Algunos días, quiero decir. Confía en mí – Despaché mi bollo-. Éstos son grandes. Verdaderos bollos de Nueva York. Supongo que no hay posibilidad de repetir.

Ella se inclinó hacia atrás, las llamas en sus ojos extinguidas, una sonrisa cortés en su lugar-.Estoy segura de que podemos arreglar algo -comprobó su reloj-. Debería conseguirte una cita con la Doctora Carmichael para tu examen físico.

– ¿Es algo cotidiano?

– Oh, no. Lo de ayer fue sólo un chequeo. Hoy es el examen físico completo.

Bauer levantó su mano. La puerta se abrió y dos guardias entraron. De modo que ahí es donde habían estado escondiéndose. Me lo había preguntado, esperando tal vez que Bauer se sintiera lo bastante cómoda como para renunciar al séquito armado. Mala suposición. Apariencia de confianza, pero carencia de sustancia. O quizás sólo carencia de estupidez. Maldición.

***

Ya tenía un vecino. Cuando salí de mi celda, vi a alguien en el cuarto cruzando el mío. Una mujer sentada frente a la mesa, de espaldas a mí. Se veía como… No, no podía ser. Alguien me lo habría dicho. Yo lo habría sabido. La mujer se giró de medio perfil. Ruth Winterbourne.

– ¿Cuando…? -pregunté.

Bauer siguió mi mirada fija y sonrió como si yo hubiera destapado un regalo escondido-.Ella llegó contigo. Estábamos en Vermont cerca del lugar de la reunión esa mañana. Cuando te vimos marcharte con los Danverses, Xavier y yo decidimos seguirlos. El resto del equipo se quedó cerca de los demás. Sabíamos que alguien se quedaría solo eventualmente. Por suerte fue Ruth. Una muy buena adquisición. Por supuesto, cualquiera de ellos habría estado bien. Bien, excepto su sobrina. No sirve demasiado una bruja aprendiza de esa edad. Savannah es otro asunto, considerando su juventud y lo que sabemos de los poderes de su madre.

– ¿Cómo es que no vi a Ruth ayer?

– El viaje fue excepcionalmente… difícil para ella. Su edad. La misma cosa que la hace tener valor es algo que requiere responsabilidad. Sobrestimamos la dosis sedativa. Pero está completamente bien ahora, así como la puedes ver.

Ella no parecía bien. Tal vez alguien que nunca hubiera visto a Ruth confundiría los ojos embotados, la piel amarilla, y los movimientos letárgicos por signos normales de envejecimiento, pero yo la conocía mejor. Físicamente, ella parecía estar bastante bien. No había señales de enfermedad o huesos rotos. El daño era más profundo que eso.

– Ella parece cabizbaja -dije-. Deprimida.

– Sucede -Declaración de hecho. Nada de emoción.

– Tal vez yo podría hablarle -dije-. Animarla.

Bauer dio un toque con sus uñas largas contra su costado, considerándolo. Si ella viera una segunda intención en mi altruismo, no dio ninguna señal de ello.

– Quizás podríamos arreglar algo -dijo-. Has sido muy cooperadora, Elena. Los demás estaban preocupados, pero aparte de la perforación de la pared, has tenido un sorprendente buen comportamiento. Creo en recompensar el buen comportamiento.

Sin otra palabra, ella dio la vuelta y me dejó que la siguiera. Interiormente me ericé, pero en apariencia me arrastré tras sus talones como un cachorro bien entrenado. Cachorro entrenado, en efecto. Perdónenme, pero “bien comportada” no es un término que habría que aplicar a una mujer grande, aún cuando Bauer lo haya hecho sin malicia o insinuaciones, se un buen cachorro, Elena, y te daré un caramelo. La tentación por mostrar a Bauer lo que pensaba exactamente de su sistema de recompensas era casi aplastante. Casi. Pero quería realmente hablar con Ruth. Ella era mi único contacto en este lugar, y yo no estaba por encima de las peticiones de ayuda. Un hechizo nos había sacado de esa maldita situación en el callejón de Pittsburgh. Con sus hechizos y mi fuerza, deberíamos ser capaces de idear una salida de aquí.

De modo que sería un buen cachorro. Sufrí el examen físico sin protestar. Esta vez mi visita al hospital fue bastante intrusiva. Me tomaron rayos X, muestras de sangre, muestras de orina, muestras de saliva, y muestras de fluidos corporales que yo no sabía que tenía. Luego me pusieron alambres y tomaron lecturas de mi corazón y cerebro. Carmichael empujó y pinchó e hizo preguntas que yo me sonrojaría de responder a mi ginecólogo. Pero me recordé que este era el precio de hablar con Ruth, entonces no hice caso de las intrusiones y contesté las preguntas.

El examen físico duró varias horas. Al mediodía, alguien golpeó, luego abrió la puerta sin esperar una respuesta. Dos guardias entraron. Podrían haber sido hasta estos quienes me habían traído acá, pero no podía estar segura. En este punto, los cortes de pelo al rape se habían mezclado con una gota sin rostro, y sin nombre. Ver uno, significaba que los habías visto a todos. Uno de los guardias -quizás uno de estos dos, quizás no- se había quedado en el hospital conmigo antes, pero después de una hora más o menos, había murmurado algo sobre un cambio de turno y había dicho a la doctora Carmichael que llamara a seguridad. Ella no podía. Cuando estos dos llegaron, pensé que venían para tomar el lugar de ese guardia ausente. En vez de eso, escoltaban al “camaleón humano”, Armen Haig.

– Estoy trabajando aquí atrás -dijo Carmichael, sin girarse de una serie de rayos X prendidos a una pared iluminada.

– ¿Deberíamos esperar afuera? -preguntó un guardia.

– No es necesario. Por favor toma la segunda mesa, Doctor Haig. Ya estaré con usted.

Haig asintió con la cabeza y caminó hacia la mesa. Sus guardias prometieron volver en una hora, luego se fueron. A diferencia de mí, Haig no estaba esposado. Supongo que sus poderes no eran ningún gran riesgo para la seguridad. Incluso así él se hacía ver diferente, los guardias estaban obligados a notar un aparente extraño merodeando por el lugar. La fuga no era probable.

Para los siguientes veinte minutos, Carmichael anduvo ajetreada alrededor del hospital, comprobando rayos X, mirando detenidamente a través de microscopios, apuntando notas en un cuadernillo de notas. Finalmente se detuvo, contempló el cuarto y luego tomó una bandeja de frascos llenos de fluidos de un carro metálico.

– Tengo que realizar una prueba en el laboratorio antes de que terminemos aquí, Sra. Michaels.

¿Déjà vu o qué? Traer a otro cautivo a un cuarto conmigo, encontrar una excusa para dejar el cuarto, y ver que diversión y caos emocionante sigue. ¿Podían estos tipos no idear algo de más astucia?

Carmichael se dirigió hacia la salida, luego se detuvo y nos miró a mí y a Haig. Después de una pausa, puso la bandeja en el contador y recogió el fono del intercomunicador. Aunque ella volviera la espalda y bajara su voz, sus palabras eran imposibles de perder en el cuarto silencioso. Preguntó a alguien en seguridad si había alguna “situación” con dejar a Haig y a mí juntos por unos minutos, si yo estaba esposada. No había.

– No olvide encender la cámara -murmuró Haig cuando ella colgó. Su voz era rica y suave, con rastros de un acento.

Carmichael resopló-.No puedo programar mi maldito grabador de vídeo. ¿Cree que puedo operar esa cosa? -agitó una mano hacia la videocámara montada arriba-. Una palabra de advertencia, sin embargo. No piensen en marcharse. Cerraré con llave la puerta detrás de mí. Hay una cámara que funciona perfectamente en la sala de espera y protege el pasillo. No serán amables con un intento de fuga.

Ella tomó su bandeja de frascos y dejó el cuarto.

FIESTA

Después de que Carmichael se marchó, estudié la videocámara buscando signos de actividad, pero estaba silenciosa y quieta.

– Entonces -dijo Haig-. ¿Por qué estás aquí?

– Violación y pillaje.

Las comisuras de su boca se elevaron -Habría sido mi primera conjetura. ¿Encuentras los alojamientos de tu gusto?

– ¿Mi residencia, quiere decir?

Otra sonrisa ladeada -Oh, entonces tú eres el werewolf. Yo no sabía si era cortés preguntar. Emily Post no cubre circunstancias como esta. werewolf. Hmmm. Yo tuve un paciente con licantropismo una vez. Se sentía obligado a girar tres veces antes de sentarse en el canapé. Tres intentos. Pero siempre tenía que inclinarse para hacerlo.

Recordé como Carmichael se había dirigido a él -Doctor Haig -dije-. ¿Entonces es un loque-psiquiatra?

– Loquero, sí. Mis capacidades especiales no son muy provechosas en la vida diaria. Supongo que podrían ayudar si yo fuera un asesino internacional, pero soy terrible. Y por favor llámame Armen. La formalidad parece bastante fuera de lugar aquí.

– Soy Elena. ¿Psiquiatría, eh? ¿Entonces conocías a Matasumi? ¿Antes de venir aquí?

– Yo había oído de él -Sus labios oscuros se torcieron en una mueca de repugnancia-. Parapsicología. Con reputación de rodear el código de ética de investigación.

– ¿Realmente? imaginémoslo. No debes tener ninguna escasez de gente para analizar aquí, entre los cautivos y los captores.

– De manera bastante alarmante, las personas en las jaulas con mayor probabilidad usarían mis recomendaciones para liberarse.

– Matasumi tiene algunos problemas definidos -dije-. ¿Y Bauer?

– Uno de los sanos, realmente. Sólo triste. Muy triste.

No era la impresión que yo tenía, pero antes de que pudiera exigir detalles, Armen continuó-.El que me más gustaría subir al canapé es a Tyrone Winsloe. Aunque una vez que lo tuviera allí, estaría profundamente tentado de atarlo y correr como el diablo.

– ¿Qué está mal con él?

– ¿Por dónde comienzo? Tyrone Winsloe es -Armen movió su cabeza hacia la puerta; pasos entraban en la sala de espera, luego se detuvieron fuera de la sala en ese momento. Él bajó su voz-. Si necesitas ayuda… para adaptarte, por favor pregunta. Este no es un lugar muy agradable. Mientras más pronto podamos estar fuera de esto, más pronto nos sentiremos todos mucho mejor.

Mientras él me observaba con mirada conocedora, yo supe que no se ofrecía a ayudarme con mi ajuste psicológico.

– Como iba diciendo, mi habilidad especial no es demasiado útil -murmuró-. Pero soy muy observador… como psiquiatra. Y como todos, siempre puedo usar el compañerismo. Como soporte moral. Recursos adicionales y fuerza. Eso creo, es tu especialidad. Fuerza.

La manija dio vuelta. Carmichael la abrió de golpe con su cuaderno de notas y entró, mientras hojeaba páginas.

– Está lista, entonces, Sra. Michaels -dijo. Su escolta está en la sala de espera.

– Un placer conocerte, Elena -dijo Armen mientras me iba-. Disfruta tu estadía.

***

Bauer y los guardias me llevaron de vuelta a la sala de descanso/cuarto de interrogación. Un guardia me sujetó a las cadenas de sujeción de piernas y torso, y quitó las cadenas de mi brazo, lo cual me agradó hasta que comprendí que sólo me habían dejado las manos libres para que pudiera comer el almuerzo. Una vez que terminé, volvieron las esposas. Entonces Matasumi y Tess se unieron a nosotros, y aguanté dos rounds de interrogatorios.

Un par de horas más tarde, cuando Bauer volvió, observé a través del pasillo. La celda de enfrente estaba vacía.

– ¿Dónde está Ruth? -pregunté.

– Un leve problema. Está en el hospital.

– ¿Está bien?

– No hay ningún peligro inmediato. Reaccionamos de manera exagerada probablemente, pero la salud de nuestros huéspedes es muy importante.

– ¿Puedo verla cuándo vuelva?

– Temo que no será posible -dijo ella, extendiendo la mano hacia la puerta de mi celda-. Pero he hecho arreglos para que tengas compañía de una clase diferente.

– Me gustaría hablar con Ruth.

Dejando abierta mi puerta, Bauer entró como si yo no hubiese dicho nada. Los guardias me empujaron para que avanzara. Di un paso en mi celda, luego me detuve. Los pelillos de mi nuca se elevaron, y algún antiguo instinto me advirtió que mi guarida había sido invadida.

– ¿Recuerdas a Leah, verdad? -dijo Bauer.

La medio demonio pelirroja estaba sentada a mi mesa, sirviendo una copa de vino. Me echó un vistazo y sonrió.

– Hey -dijo ella-. Elena, ¿verdad?

Asentí con la cabeza.

– Bienvenida a la fiesta -dijo ella, levantando su copa-. ¿Puedes creer esto? Vino, queso, galletitas saladas. No como tan bien ni siquiera en casa. ¿Te unirás a nosotras, Sondra?

– Si no se oponen.

– Un exquisito merrier -Leah emitió una sonrisa cien por ciento libre de sarcasmo-. ¿Puedo servirles un vaso señoras?

– Por favor -dijo Bauer.

No contesté, pero Leah llenó dos vasos más. Mientras Bauer avanzaba para tomar la suya, yo sólo podía bostezar. ¿Una fiesta de queso y vino? Por favor, díganme que están bromeando.

– ¿Te gusta blanco? -preguntó Bauer, extendiéndome un vaso-. Es una muy buena cosecha.

– Uh-gracias -Tomé el vino y logré sentarme en una silla, una tarea que parecía mucho más difícil de lo que debiera.

– Elena es periodista -dijo Bauer.

– ¿De verdad? ¿TV o radio? -preguntó Leah.

– Escrita -murmuré, aunque salió como un murmullo gutural, peligrosamente cerca de un gruñido.

– Hace el trabajos freelance -dijo Bauer-. Cubre la política canadiense. Es canadiense.

– ¿Oh? Interesante. Ustedes tienen un primer ministro, ¿verdad? No un presidente.

Asentí con la cabeza.

Leah soltó una risa humilde-.Bien, esa es la extensión de mi conocimiento de política internacional. Lamentable.

Bebimos a sorbos nuestro vino.

– Leah es ayudante del sheriff en Wisconsin -dijo Bauer.

Asentí con la cabeza, luchando para pensar en algún comentario pertinente para hacer y quedándome en blanco. Oh, por favor, Elena. Puedes hacer algo mejor que esto. Di algo. Di algo. No te sientes allí como una gruñona, una idiota que asiente con la cabeza. Después de que hubimos mencionado mi carrera, yo debería haber preguntado a Leah sobre la suya. Así era como funcionaban las charlas. Mi experiencia socializando con otras mujeres era desconcertantemente breve, pero ciertas reglas se tenían como ciertas no importando a quién te dirigías.

– Entonces es una policía -dije, luego me estremecí interiormente. Duh. Si no podía salir con algo más inteligente que eso, debería mantener mi boca cerrada.

– No es tan excitante como suena -dijo Leah-. Sobre todo no en Wisconsin. ¿Queso, alguien?

Ella cortó trozos de un redondo queso Gouda y ofreció la tabla de queso. Cada uno de nosotras tomó uno, junto con una galletita salada que se desarmó impropiamente como cuando la mordí. Mientras masticábamos, Bauer rellenó nuestras copas medio vacías. Derribé la mía, rezando para que esto pudiera ayudar, luego noté que ambas mujeres me miraban.

– Más fuerte de lo que creí -dije-. Tal vez debería atenerme al agua.

Bauer sonrió-.Bebe todo lo que quieras. Hay más de donde este vino.

– Así pues, ¿vives en Canadá? -preguntó Leah.

Vacilé, pero comprendí que si no contestaba, lo haría Bauer. Mi vida no era exactamente un secreto por aquí-.En el Estado de Nueva York.

– Su marido es americano -dijo Bauer-. ¿Clayton es tu marido, verdad? No pudimos encontrar un registro de matrimonio, pero cuando los seguíamos, noté que él llevaba puesto un anillo de boda -Ella echó un vistazo a mi mano izquierda-. Oh, pero tú no lo llevas. Era un anillo de compromiso el que llevabas, sin embargo, ¿verdad?

– Larga historia -dije.

Leah se inclinó hacia adelante-.Esas son siempre las mejores.

Me eché poco a poco hacia atrás en mi silla-.¿Y qué hay acerca de ustedes dos? ¿Casadas? ¿Novios?

– He superado al material casadero en mi pequeña ciudad -dijo Leah-. He puesto mi nombre para que me transfieran antes de que los viudos de setenta años comiencen a parecer bien.

– Estuve casada -dijo Bauer-. Rebelión juvenil. Me casé con él porque mi padre lo prohibió y pronto comprendí que a veces los padres saben realmente lo mejor para nosotros.

– ¿Qué hace tu marido? -Leah me preguntó.

– Clayton es antropólogo -contestó Bauer antes de que yo pudiera desviar la pregunta.

– ¿Oh? Suena… fascinante.

Bebiendo a sorbos su vino, Bauer soltó una risa tonta-. Admítelo, Leah. Suena absolutamente horrible.

– No dije eso -dijo Leah.

Bauer vació su copa y la rellenó -No, pero lo pensaste. Confía en mí, ese tipo no es ningún académico aristocrático. Deberías verlo. Rizos rubios, ojos azules, y un cuerpo… Material de dios griego."

– ¿Tienes una foto? -me preguntó Leah.

– Uh, no. Entonces, te gusta…

– Tenemos algunas imágenes de vigilancia arriba -dijo Bauer-. Te las mostraré más tarde. Elena es una muchacha muy afortunada.

– Las belleza no lo es todo -dijo Leah, soltando una sonrisa perversa-.Es el rendimiento lo que cuenta.

Estudié las burbujas de mi copa. Oh, por favor, por favor, por favor, que no pregunten.

Leah derribó su vino -Tengo una pregunta. Si no es demasiado personal.

– Y aun si lo es -dijo Bauer con una risa tonta.

Oh, por favor, por favor, por favor…

– ¿Ustedes cambian en lobos, verdad? -dijo Leah. Entonces, cuando tú y tu marido son lobos, todavía son… ya sabes. ¿Son todavía amantes?

Bauer inspiró tan fuerte que el vino roció su nariz. Bien, era una pregunta aún peor que preguntar como era Clay en la cama. Esto era una pesadilla. Mi peor pesadilla. No sólo lanzada a una fiesta de queso y vino con dos mujeres que apenas conocía, sino con dos mujeres que sabían todo sobre mí y estaban un poquito achispadas. Que el suelo se abra y me trague ahora. Por favor.

– El queso está realmente bueno -dije.

Bauer se rió con tanta fuerza que comenzó a tener hipo.

La puerta se abrió de golpe. Una guardia metió su cabeza dentro.

– ¿Sra. Bauer?

En un parpadeo de ojo, Bauer estuvo sobria. Ella tosió una vez en su mano, luego se enderezó, su rostro tan regio como siempre.

– ¿Sí? -dijo.

– Tenemos una situación -dijo él-. Con el prisionero tres.

– No son prisioneros -soltó ella, poniéndose de pie-. ¿Cuál es el problema con el Sr. Zaid?

– Su ropa no está.

Leah inspiró una risa y cubrió su boca con la servilleta de lino.

– ¿Qué ha hecho él con ellas? -preguntó Bauer.

– Él no ha hecho, uh, nada, señora. Terminó su ducha y ellos, uh, no estaban. Entonces comenzó el inf…, digo, jaleo. Maldiciones, vociferaciones. Toda esa cosa de vudú. Se la necesita. Inmediatamente.

La molestia revoloteó a través de la cara de Bauer -diga al Sr. Zaid… -se detuvo. Vaciló-. De acuerdo. Le hablaré. Entre. Ya volveré.

FANTASMAS

Bauer realmente no estuvo demasiado tiempo fuera como para Leah y yo pudiéramos intercambiar más que unas frases. Cuando volvió, pasó por delante del guardia que había dejado en la celda con nosotras. Ella no parecía contenta.

– ¿Cómo está Curtis? -preguntó Leah.

Bauer parpadeó, como si estuviera distraída con sus propios pensamientos-.Bien -dijo después de una pausa-. Él está bien. Sólo… nervioso por todo esto.

– ¿Dónde estaba su ropa? -preguntó Leah.

Otro parpadeo. Otra pausa-.Oh, en su estante para libros -Ella se sentó en su silla y rellenó su copa-.Esmeradamente doblada en el anaquel superior.

– Los espíritus están trabajando -entonó Leah, sonriendo misteriosamente.

– No comiences con eso -dijo Bauer.

– Puedes mover… -comencé-. Quiero decir, ¿puedes hacer cosas así?

Leah agitó una galletita cubierta de queso, dispersando migas-.Nah. No sería divertido, sin embargo. La telequinesia está limitada al rango de visión del medio demonio. Si no puedo verlo, no puedo moverlo. Mis poderes no son muy precisos tampoco. Si tratara de levantar un montón de ropa… -Ella dio vuelta y miró mi cama. La manta doblada a los pies levitó, flotó sobre el lado, y cayó en un montón sobre la alfombra-.La gravedad la atrapa. Yo podría lanzarla contra la pared o sacudirla en el aire, pero cuando la dejé ir, nunca caería amablemente doblado.

– ¿Entonces es cosa de energía psíquica arbitraria? -Pregunté a Bauer.

– Ellos están de vuelta -dijo Leah con la voz de un niño agudo.

Bauer se rió, cubriendo su boca llena de galletitas con una mano y meneando su índice libre hacia Leah-.Para eso -se giró hacia mí-. Esto es lo que quiero decir. La teoría favorita de Leah. Ella piensa que tenemos un duende.

– ¿Duende? -Repetí-. No me digas que construiste este lugar sobre un cementerio indígena. Después de tres películas, uno realmente pensaría que la gente aprendería.

Leah se rió-.¿Las has visto? Gracias, Elena. Sondra no ha visto ni siquiera la primera Poltergeist. Todas mis referencias a la cultura pop están perdidas para ella.

– Entonces bromeas -dije-. Acerca del duende.

– Uh-uh.

– No la dejes empezar -dijo Bauer.

– Realmente no crees en fantasmas -dije.

– Seguro -dijo Leah, sonriendo abiertamente-. Pero hago la línea de separación en los werewolves. Seriamente, sin embargo, ¿cuánto sabes sobre duendes?

– Me aburrí en la segunda película y me salté la tercera. Eso es todo.

– Bien, soy algo así como una experta autodidacta. Cuando estaba en la escuela secundaria, leí todo lo que pude encontrar sobre duendes. Debido a las semejanzas con mi “condición”. Quería saber más sobre mí y mi clase y me imaginé que los llamados duendes tal vez realmente eran manifestaciones de medio demonio telekineticos.

– Parece plausible -dije.

– Lo es, hasta que aprendes más sobre ello. Los duendes típicos parecen niños próximos a la pubertad. Los medio demonios no entran a sus poderes plenos hasta estar más bien cerca de la adultez. Los duendes también se asocian con ruidos y voces, que no son parte de mi repertorio. No tiene nada que ver conmigo el arreglo del mobiliario nuevo o mover con esmero los objetos de un lugar a otro, lo que son otras marcas de un duende.

– No hemos oído ningún ruido extraño -dijo Bauer.

– Pero no todas las manifestaciones de duendes implican sonido. Todo lo demás sobre estos acontecimientos indican a un duende.

– ¿Un duende que justo fue a aparecer aquí? -dije-. ¿De todos los ligares?

– No es Savannah -dijo Bauer, enviando una mirada de advertencia a Leah.

– ¿La bruja joven? -dije.

– Sólo es otra teoría -dijo Leah-. Savannah está en la edad perfecta, y con sus poderes, sería un conducto ideal, sobre todo en estas extrañas circunstancias.

– Crees que ella conjuró…

– Oh, no, no -dijo Leah-. Savannah es un amor. Totalmente inocente, estoy segura. Ahora, su madre era un verdadero problema, y yo no habría puesto nada por delante de ella, pero estoy segura de que Savannah no heredó ninguno de sus poderes más oscuros.

– Si -dijo Bauer-. Y repito, si Savannah ha hecho que una especie de duende se materialice, lo cual dudo, estoy segura de que ella no es consciente del hecho.

– Ciertamente -dijo Leah-. Probablemente no puede controlarlo. No hay ninguna prueba de lo contrario… bien, excepto…

Bauer suspiró-.Algunas de las perturbaciones más alarmantes han girado en torno a Savannah. Cuando está disgustada, la actividad aumenta.

– Si ese pobre guardia no hubiera esquivado…-.dijo Leah-. Pero no, todavía digo que está más allá del control de Savannah. Probablemente, su cólera espolea al duende a reaccionar. Una unión emocional involuntaria, aunque potencialmente, podría ser absolutamente peligroso si alguien se cruza…

– Eso es energía psíquica arbitraria -dijo Bauer firmemente-. Hasta que el Doctor Matasumi o yo veamos algo que demuestre lo contrario, eso es lo que asumimos.

La puerta se abrió.

– Sí -escupió Bauer, luego se giró para ver al ayudante de Matasumi cernerse en la entrada-.Lo siento, Tess. ¿Qué sucede?

– Son casi las cuatro treinta. El doctor Matasumi creyó que yo debía recordarle…

– Ah, sí. La teleconferencia. Lo siento. Estaré contigo. ¿Podrías por favor enviar los guardias a escoltar a Leah de vuelta a su cuarto?

– La fiesta ha concluido -dijo Leah y tragó el resto de su vino.

***

Después de la comida, la voz yo había oído la noche anterior no llamó otra vez. Esta vez estaba segura que estaba despierta. Bien, razonablemente segura, al menos. Todavía tenía la esperanza que la fiesta de queso y vino hubiera sido una pesadilla.

– ¿Quién está allí? -dije en voz alta.

– Soy yo, querida. Ruth.

Me apresuré hacia el agujero que había perforado entre mi celda y la siguiente, me puse en cuclillas, y miré detenidamente a través de él. No había nadie allí.

– ¿Dónde estás? -pregunté.

– Cruzando el pasillo. Este es un hechizo de comunicación. Puedes hablarme normalmente y te oiré como si estuviera allí en el cuarto. Gracias a Dios finalmente me puse en contacto contigo. He estado teniendo una temporada de todos los diablos. Primero los sedantes. Luego el campo obstructor. Justo cuando imaginé un camino para rodearlo, me sacaron de aquí porque mi cuenta de leucocitos era baja. ¿Qué esperan ellos a mi edad?

– ¿Bloquear el campo? -Repetí.

– Te lo explicaré. Siéntate y ponte cómoda, querida.

***

Para asegurar nuestra intimidad, Ruth lanzó un hechizo de detección que podría descubrir a cualquiera en el pasillo. Una cosa útil, la magia. No como mi taza de té, pero mucho más práctica de lo que yo habría imaginado.

Nuestros captores habían tomado a Ruth mas o menos al mismo tiempo que Bauer y Xavier me habían atrapado, por lo que ella no sabía que yo había sido secuestrada, lo que significaba que no sabía si Jeremy y Clay habían vuelto con los demás o si ya sabían lo que me había pasado. Cuando le dije que no había sido capaz de ponerme en contacto con Jeremy, se sorprendió hasta un punto rayano en el shock, no de que no pudiéramos entrar en contacto, sino de que algún werewolf tuviera capacidades telepáticas. Tenemos nuestros estereotipos, supongo. Las brujas tenían el poder mental, los werewolves tenían el poder físico, y nunca se encontraría una unión.

– ¿Qué pasó cuándo trataste de ponerte en contacto con él? -preguntó.

– No puedo hacerlo -dije-. Él es el único con el poder. Tengo que esperar que él entre en contacto.

– ¿Lo intentaste? -preguntó.

– Yo no sabría cómo.

– Deberías intentarlo. Es muy simple. Relájate y finge -No importa. No funcionará de todos modos.

– ¿Por qué no funcionará?

– Ellos han puesto un campo obstructor. ¿Has conocido a su hombre de los hechizos?

Sacudí mi cabeza, y, comprendiendo que ella no podía ver el movimiento, dije -No. He oído de él, sin embargo. Katzen, creo que lo llamaron.

– ¿Isaac Katzen?

– ¿Lo conoces?

– Sé de él. Él estaba con uno de los Conspiradores, creo. Oh querida, espero que ellos no estén implicados. Sería un problema espantoso. Los Hechiceros Conspiradores son…-.Ella se detuvo-. Lo lamento, querida. Negocios de hechicería. No necesitas saber sobre esto.

– ¿Y este tipo Katzen? ¿Tengo que saber algo sobre él? Bauer dice que probablemente no necesitaré conocerlo. ¿Por qué lo dijo? ¿Él no se asocia con “razas inferiores”?

Una sonrisita corta -Él es definitivamente un hechicero. No, querida, yo creo que tengas que preocuparte de Isaac Katzen. Los hechiceros tienen poca de facilidad para hechizos sin palabras. Poca facilidad para las brujas, también. Los hechiceros no son brujos hombres. Son una raza completamente diferente. Un hatajo repugnante, lamento decirlo. No tienen el sentido de que son parte de algo más grande. Una ausencia absoluta de altruismo. Nunca soñarían con usar sus poderes para ayudar… -un suspiro y una sonrisita-. Deja de desviarte, Ruth. La edad, ya sabes. No es que la mente comience a vagar; es sólo que está tan llena de información que brinca siempre fuera de la pista y se desliza por tangentes.

– No me importa.

– Tiempo, mi querida. Tiempo.

Me giré hacia la puerta -¿Viene alguien?

– No todavía. Si ellos tienen a Isaac Katzen en el “equipo”, entonces ciertamente, él es quién ha lanzado un hechizo para bloquear la telepatía, entre otras cosas.

– ¿Qué otras cosas?

– Bien, él podría supervisar las comunicaciones, proporcionar seguridad adicional…

– ¿Monitorear las comunicaciones? ¿Quieres decir que él podría escucharnos ahora mismo?

– No, querida. Él tendría que estar cerca para hacerlo, y he averiguado ya que no hay nadie aquí, aparte de nuestros compañeros cautivos. Ten cuidado, sin embargo. Si él realmente visita las celdas, podría escuchar sin usar el sistema intercomunicador. Para la mayor parte de los hechizos, él necesita estar cerca, pero puede bloquear la telepatía desde lejos.

– Pero tú has logrado realizar un camino alrededor del hechizo. ¿Puedes ponerte en contacto con alguien fuera de aquí?

– Creo que puedo, aunque no he tenido una oportunidad. Voy a intentarlo más tarde. Me pondré en contacto con Paige y le diré que tú está aquí, así ella podrá comunicarse contigo. Ella ha recibido el entrenamiento apropiado. Nunca ha tenido la necesidad de usarlo, pero debería salir bien. Ella será una bruja lanza-hechizos muy poderosa un día. Tiene el potencial y más que suficiente ambición. Con algo de dificultad para aceptar sus límites ahora mismo, de modo que esto puede no ir tan fácilmente como le gustaría. Sé paciente con ella, Elena. No dejes que se sienta frustrada.

– ¿Por qué tengo que comunicarme con Paige? ¿Tú puedes hacerlo, verdad? Puedes hablar con ella, yo hablaré contigo…

– Tengo otra cosa que necesito hacer. No quiero ser grosera, querida. No te estoy abandonando. Con la ayuda de Paige, podrás organizar todo muy bien sin mí. Hay alguien que me necesita más. Tienen otra bruja aquí. Una niña.

– Savannah.

– ¿La has conocido?

– La he visto.

– ¿Horrible, verdad? -La voz de Ruth se obstruyó con la emoción-. Definitivamente horrible. Una niña. Como alguien puede ser tan insensible… pero no puedo hablar extensamente sobre eso. Tengo que ayudarle.

– ¿Puedes sacarla de aquí?

Silencio. Cuando éste duró más de diez segundos, me pregunté si alguien haya entrado el pasillo. De pronto Ruth continuó -No. Lamentablemente, eso está más allá de mis capacidades o yo lo haría con ambas, junto con todos las demás pobres almas de este lugar. Lo mejor que puedo hacer es dar a la niña las herramientas que necesitará para sobrevivir. A su edad, ella tiene sólo el conocimiento más rudimentario y puede lanzar hechizos sólo muy benignos. Tengo que enseñarle más. Acelerar su desarrollo. No es el camino que yo elegiría en cualquier otra circunstancia. Podría ser… bien, podría no ser la mejor cosa, pero dada la opción entre eso y la muerte… Lo siento, querida. No tengo que molestarte con los detalles. Baste decir que estaré ocupada con la niña, aunque me pondré en contacto contigo siempre que pueda. Ahora, aquí está lo que necesitas hacer para ayudar a Paige a comunicarse contigo.

Ruth me dijo como prepararme para los conjuros telepáticos de Paige -Sé receptiva -era la versión condensada. Nada terriblemente complicado. Yo podría sentir algo como el inicio de un dolor de cabeza debido a la tensión. En vez de no hacer caso de ello, tenía que relajarme y concentrarme en limpiar mi mente. Paige haría el resto. Ruth se pondría en contacto con ella esta noche, la avisaría que estábamos a salvo, le daría algunos consejos acerca de cómo trabajar conjuro para lograr vencer el campo obstructor. Una vez que me comunicase con Paige, yo podría decirle como ponerse en contacto con Jeremy.

– Ahora -dijo Ruth cuando hubo terminado-. Una precaución. No debes permitir que Paige sepa sobre la niña de Eva. Savannah, quiero decir.

– ¿La conocía? -pregunté.

– ¿A Savannah? No. Eva se marchó cuando estaba embarazada. Paige probablemente ni siquiera la recuerda. Era sólo una niña por entonces. Nadie estaba cerca de Eva. No importa. Si Paige sabe que hay una bruja joven aquí, insistirá en rescatarla inmediatamente. Si ella viniera a rescatarla y algo sucediera…-.Ruth inhaló bruscamente-. Paige nunca se perdonaría.

– Eso no importará. Cuando salgamos, nos llevaremos a Savannah.

Ruth hizo una pausa. Cuando habló, había un dolor en su voz tan profundo pude sentirlo -No, no puedes preocuparte por la niña. No ahora. Daré a Savannah todo el poder que pueda. Debes concentrarte en salir de aquí.

– ¿Y tú?

– No tiene importancia.

– ¿No tiene importancia? No me iré…

– Harás lo que debes hacer, Elena. Tú eres la que importa ahora. Has conocido a esta gente. Has visto este lugar. Ese conocimiento será inestimable para ayudar a los demás para que puedan luchar contra esta amenaza. Del mismo modo, tu fuga asegurará la ayuda de tu Manada. Si no sales… Pero lo harás. Saldrás, y tu Manada ayudará los demás a detener a esta gente antes de que capturen a más de nosotros. Entonces, cuando vuelvas, puedes preocuparte por la niña. Si…, digo, cuando vuelvas y la saques de aquí, llévala directamente a Paige. Esto es importante. Después de lo que voy a hacer por Savannah, sólo Paige será capaz de controlar el daño. Al menos, espero… -Su voz se calmó-. No puedo preocuparme por ello. No ahora. Lo importante…

Ella se detuvo y se calló. Luego, -Alguien viene, querida. Te hablaré cuando pueda. Debes estar lista para Paige.

– Espero al segundo fantasma cuando el reloj de las dos.

Ruth se rió entre dientes-.Pobre Elena. Esto debe ser absolutamente inquietante para ti. Lo harás bien, querida. Muy bien. Ahora ve a dormir. Buenas noches.

RECHAZO

Bauer trajo mi desayuno a la mañana siguiente, junto con un café para ella. Lo colocamos sobre la mesa y, después de decirle las formalidades esperadas del tipo ¿Cómo estuvo tu desayuno? ¿Cómo dormiste?, dije, -Realmente me gustaría ver a Ruth. Si es posible -Mantuve mis ojos bajos, voz tan cercana al punto de ruego como pude. Me molestaba como el infierno, pero había cosas más importantes que la dignidad herida para considerar.

Bauer estuvo silenciosa un momento, luego puso su mano encima de la mía. Luché contra el impulso de arrancar y mantuve mi mirada baja de modo que ella no viera mi reacción.

– No es posible, Elena. Lo siento. El doctor Matasumi y el Coronel Tucker piensan que eso sería riesgoso para la seguridad. Sólo puedo empujar cosas hasta el punto donde ellos comienzan a empujar de vuelta.

– ¿Cómo está Ruth? -Pregunté-. ¿Todavía deprimida?

Bauer hizo una pausa, luego asintió con la cabeza -Un poco. Más problemas de ajuste que de costumbre.

– Tal vez si ella me viera. Una cara familiar.

– No, Elena. Realmente, no puedo. Por favor no preguntes otra vez.

Tomé una rebanada de manzana y la, luego dije, -Bien, tal vez ella podría tener otro visitante, entonces. ¿Y Savannah? Eso podría reanimarla.

Bauer golpeó con sus uñas la taza -Sabes, podría no ser una idea tan mala. Pero, otra vez, está la cuestión de la seguridad.

– ¿Allí? Pensé que Savannah no había obtenido sus poderes todavía. Conmigo, existe el peligro de que Ruth y yo pudiésemos armar un plan juntas. Entiendo eso. ¿Pero qué tipo de hechizos podría lanzar Savannah que Ruth no pudiese lanzar ya?

– Es un buen punto. Lo mencionaré a Lawrence. La doctora Carmichael y yo estamos preocupadas por Ruth. Una visita de Savannah podría ser justo lo que ella necesita. Muy atento de tu parte, Elena, pensar en ello.

Hey, soy chica atenta. Nada de segundas intenciones aquí -Podría estar bien para Savannah, también -dije-. Una bruja más vieja con quien hablar, ahora que su madre ha muerto.

Bauer se estremeció al oír eso. Buen tiro, Elena. Tierno y bajo. Decidí arrancar la lengüeta antes de que tuviera tiempo de ulcerarse. Continuar con mis formas atentas… y seguir entrando en la gracia de Bauer.

– Disfruté conociendo a Leah ayer -dije-. Gracias por arreglarlo.

– Hago lo que puedo, Elena. Sé que estas no son… las mejores de circunstancias.

– No son tan malas como podría ser. Aunque voy a perder la fecha límite de publicación si no vuelvo antes de la próxima semana. Aunque no supongo que haya alguna posibilidad…

Bauer esbozó una sonrisa diminuta -Lo lamento, Elena. Nada de promesas.

– Esperaré -Terminé mi jugo de naranja-. De cualquier modo, cuando hablábamos de carreras ayer, olvidamos preguntarte sobre la tuya. ¿Trabajas para el negocio de la familia? Pulpa y papel, ¿verdad?

– Así es. Mi padre se retiró unos años atrás, por lo que encabezo el negocio ahora.

– Wow.

Una sonrisa pálida -Hay poco “wow” en ello. Estoy allí sólo porque mi padre tuvo la desgracia de engendrar sólo dos niños. Mi hermano más joven asumió la compañía después de que mi padre se retiró. Realmente, “asumió” es una exageración menor. Mi padre le dio la compañía. Resultó ser demasiado para mi hermano. Se mató el año noventa y ocho.

– Lo siento.

– Después de eso, yo fui heredera en ausencia, para disgusto de mi padre. Si él no hubiera sufrido un golpe después de la muerte de mi hermano, probablemente habría tomado las riendas de nuevo antes que dárselas a una mujer. Como dije, vieja compañía, vieja familia. El lugar de una hija es casarse bien y traer sangre fresca a la junta directiva. Técnicamente, encabezo la compañía, pero en realidad soy sólo un mascarón de proa, una mujer todavía razonablemente joven y atractiva para sacar a relucir en funciones principales, mostrar al mundo lo progresiva que es la familia Bauer. Presidentes, gerentes, ellos hacen todo el trabajo. Piensan que no puedo manejarlo. No importa si soy dos veces más lista que mi hermano. Dos veces ambiciosa. Dos veces capaz. Pero debes saber lo que es eso.

– ¿Yo? No realmente…

– ¿La única werewolf hembra? ¿Una mujer joven, brillante y tenaz invadiendo el último baluarte de exclusividad masculina? Vamos. Esta Manada tuya. Te tratan como una especie de animal doméstico, ¿verdad?

– Jer-ellos no hacen nada de eso.

Ella estaba tranquila. Eché un vistazo a desayuno para verla mirarme con una sonrisa de satisfacción, como si yo hubiera dicho exactamente lo que ella quería oír.

– ¿Consigues respeto? -preguntó.

Me encogí de hombros, esperando que esto quitara la satisfacción de su sonrisa. No lo hizo. En vez de eso, se acercó poco a poco en su silla. Sus ojos quemaban con la misma intensidad que yo había visto ayer cuando me había preguntado sobre mi vida.

– Disfrutas tu status especial, ¿verdad? La única hembra.

– Yo no diría eso.

Ella se rió. Triunfo-.He hablado con ese otro werewolf, Elena. Patrick Lake. Él sabía todo sobre ti. Tú hablas por el líder de la Manada. Intercedes con los werewolves de afuera en su lugar. Incluso puedes tomar decisiones en su lugar.

– Soy sólo una mediadora -dije-. Cuando se trata de callejeros, hago más limpieza que política.

– Pero te sientes confiada con el poder de hablar por el Alfa. Un poder inmenso en tu mundo. La mano derecha del werewolf más importante y la amante del segundo más importante. Todo porque eres la única hembra.

Ella sonrió como si inconscientemente ella acabara de insultarme. Quise decirle que Clay y yo no habíamos enamorado antes de que yo me convirtiera en “la única werewolf hembra” y que yo había ganado cualquier status que tuviera en la Manada. Pero no caería en la trampa. No lo necesitaba. Ella sólo hizo una pausa para recuperar el aliento antes de continuar.

– ¿Sabes cuál es la peor cosa en mi vida, Elena?

Pensé en darle una lista, pero dudaba que ella apreciara el esfuerzo.

– El aburrimiento -dijo-. Estoy atada a un trabajo que nadie me dejará hacer, pegada a una vida que nadie me dejará conducir. He tratado de aprovecharla, el tiempo libre, el dinero. Alpinismo, esquí alpino, buceo en alta mar. Di lo que quieras. Lo he hecho. Mientras más arriesgado y más caro, mejor. ¿Pero sabes qué? No soy feliz. No me siento realizada.

– Huh -Un dolor de cabeza golpeó detrás de mis ojos.

Bauer se inclinó hacia adelante-.Quiero más.

– Debe ser difícil…

– Merezco más -dijo ella.

Antes de que yo pudiera intentar otra respuesta, ella se puso de pie y bailó por la celda como una prima donna después de su mejor función.

– ¿Qué demonios pasa? -Refunfuñé después de que ella se hubo marchado.

El dolor de cabeza se puso peor. Maldición, estaba hecha un lío. La columna pisoteada, el estómago pinchado, y ahora un dolor de cabeza. Pensé en Bauer. Suficiente de sus problemas, señora, ahora vamos a hablar de los míos. Me reí entre dientes, luego jadeé cuando la risa envió pinchazos de dolor a través de mi cráneo. Froté mi cuello. El dolor sólo empeoró. Cuando estuve en la cama, la luz chamuscó mis ojos. Maldita sea. No tenía tiempo para un dolor de cabeza. Tenía tanto que hacer. Terminar el desayuno, ducharme, fregar las manchas de sangre de mi blusa, planear como salir de este hoyo infernal, y frustrar los malos proyectos de los bandidos. Un horario muy ocupado para alguien encajonado en una jaula subterránea.

Me obligué a subir a la cama. El movimiento repentino hizo que aparecieran agujas tras mis ojos. ¿Dolor de cabeza debido a la tensión? Considerando todas las cosas, tenía derecho a uno. Frotando mi cuello otra vez, me dirigí hacia la ducha.

– ¿Elena?

Me di vuelta y miré alrededor. No había nadie allí.

– ¿Ruth? -Dije, aunque la voz no sonara como la suyo. Este no era el modo en que Ruth se habría comunicado conmigo tampoco. La voz de Ruth habría sido audible. Ésta era más algo que sentía mas bien que oía.

– ¿Elena? ¡Vamos!

Esta vez, sonreí. Aunque la voz fuera todavía un susurro, demasiado débil para reconocer, la exasperación era notablemente identificable. Paige.

Cerré los ojos, me dispuse a contestar, y comprendí que no tenía ni idea de lo que hacía. No era como hablar con Jeremy. Con Jeremy, la comunicación ocurría en un estado de sueño, donde imaginaba que podía verlo y oírlo. Sonaba y se sentía como una conversación natural. Esto no. Las frases de Paige era proverbiales “voces en tu cabeza”, e ilusiones auditivas no eran parte de mi psicopatología normal. ¿Cómo respondía? Traté mentalmente de formar una respuesta y esperé.

– Vamos…ena. Responde…!

Bien, ella no podía oírme y yo la perdía. Me concentré con más fuerza, imaginándome diciendo las palabras. El silencio volvió.

– ¿Paige? -Dije, probando las palabras en voz alta-. ¿Estás allí?

Ninguna respuesta. La llamé otra vez, mentalmente esta vez. De todos modos nada. El nudo en mi cabeza se soltó y comencé a sentir pánico. ¿La había perdido? ¿Y si yo no podía hacer esto? Maldición, concéntrate. ¿Qué me había dicho Ruth? Relájate. Limpia tu cabeza. Mi cabeza estaba clara… bueno, excepto por la frustración de comprimir por mi cerebro. Concéntrate, concéntrate. Nada bueno. Mientras con más fuerza intentaba, más temía no poder hacerlo. Ahora estaba tensa. Y Paige se había ido. Respiré hondo. Olvida esto. Ve a ducharte. Vestirte. Relajarte. Ella intentaría otra vez… Esperaba.

***

La segunda tentativa de Paige ocurrió dos horas más tarde. Esta vez yo estaba en la cama, leyendo un aburrido artículo de revista y casi dormida. Ese debe haber sido el ambiente de telepatía perfecto. Cuando oí su llamada, respondí sin pensar, contestando en mi cabeza.

– Bueno -dijo ella-… allí.

– Apenas puedo oírte -dije.

– Eso es… tú no… experiencia.

Aunque no podía oír la oración completa, podía conjeturar el contenido ausente. No podía oírla porque yo era nueva en esto. El problema no tenía nada que ver con su inexperiencia. Naturalmente.

– … ¿Ruth?

– Ella está bien.

– Bien -Más alto, más claro, como si la tranquilidad se hubiera añadido a la señal-.¿Y tú? ¿Estás bien?

– Sobreviviendo.

– Bueno. Mantente en eso.

– ¿Mantengo…?

Demasiado tarde. La señal se desconectó. Estaba sola. Otra vez. Condenada.

***

Veinte minutos más tarde -De acuerdo, estoy de vuelta.

Paige. Otro contacto fácil, probablemente porque, otra vez, yo no lo esperaba.

– ¿Estás lista? -preguntó.

– ¿Para qué?

El suelo se deslizó bajo mí. Me giré para evitar mi caída, pero no había nada allí. Nada de suelo. Nada “yo”. La orden de moverse vino de mi cerebro y se fue… a ninguna parte. Me vi lanzada a la oscuridad completa, pero no perdí el conocimiento. Mi cerebro lanzaba órdenes salvajes, mueve esto, haz esto, mira, huele, escucha, grita. Nada. No había nada para responder. No podía ver, oír, hablar, moverme, ni oler. Cada sinapsis en mi cerebro explotaba en pánico. Pánico animal absoluto.

– ¿Elena?

¡Oí algo! Mi mente se tambaleó de vuelta a la cordura, agarrándose a una palabra como a un salvavidas. ¿Quién dijo eso? ¿Paige? No, no era Paige. La voz de un hombre. Mi corazón saltó al reconocerlo antes de que mi cerebro hasta lo imaginara.

– ¿Jeremy?

Dije la palabra, no la pensé, pero la dije y la oí. Aun cuando mis labios no se movieron y la voz que oía no la mía. Era Paige.

Vi la luz. Una figura velada delante de mí. Entonces un pop mental y todo se volvió claro. Estaba sentaba en un cuarto. Jeremy estaba de pie delante de mí.

– ¿Jer?

Mis palabras. La voz de Paige. Traté de ponerme de pie. Nada sucedió. Miré hacia abajo y vi mis manos descansar sobre los brazos de una silla, pero no eran mis manos. Los dedos eran más cortos, suaves, embellecidos por anillos de plata. Seguí la línea de mi brazo. Rizos marrones se desbordaban sobre mi hombro, encima de un vestido con motivos de “lilas en el valle” sobre un fondo verde oscuro. ¿Un vestido? Definitivamente, este no era mi cuerpo.

– ¿Elena? -Jeremy se puso en cuclillas delante de mí – o mi no-yo. Él frunció el ceño-. ¿Funciona? ¿Estás allí, cariño?

– ¿Jer? -Dije otra vez.

En el fondo de mi campo visual, vi el movimiento de mis-labios, pero no sentí nada. Incluso mi campo visual estaba sesgado, el ángulo estaba todo mal, como si estuviera mirando la escena a través de una cámara colocada de una manera extraña. Traté de moverme hacia arriba, añadir alguna altura a mi posición, pero no pasó nada. La sensación era inquietante al punto del pánico. ¿Era esto lo que se sentía al estar paralizada? Mi corazón revoloteó en mi pecho. No sentía que éste palpitara, sólo lo percibía en mi mente, alguna conciencia a nivel visceral de las respuestas normales de mi cuerpo, sabiendo que mi corazón debía revolotear, aun cuando no estuviera.

– Qué… -comencé. La voz era tan ajena a mis oídos que tuve que detenerme. Tragar. Tragar mentalmente, quiero decir. Si mi garganta se movía, no era consciente de ello-. ¿Dónde estoy? ¿Quién soy yo? No puedo moverme.

La cara de Jeremy estaba nublada-.¿Ella no…? -Él murmuró algo por lo bajo, luego comenzó otra vez, con calma-. ¿Paige no te explicó?

– ¿Explicar qué? ¿Qué demonios pasa?

– Ella te ha transportado a su cuerpo. Puedes ver, oír, hablar, pero no tendrás ninguna clase de movilidad. ¿Ella no te explicó…?

– No, ella me lanzó al limbo y me desperté aquí. Idiota.

– Escucho esto – dijo una voz distante en mi cabeza. Paige.

– Ella está todavía aquí -dije-. Allí. En algún sitio. Escuchando a escondidas.

– No escucho a escondidas -dijo Paige-. Tú tienes mi cuerpo. ¿Dónde se supone que voy a estar? No fue idiotez. Sabía que querrías hablar con Jeremy, entonces quise sorprenderte. Debería haber sido una transición tranquila, pero supongo que tu falta de experiencia…

– ¿Mi falta de experiencia? -Dije.

– No le hagas caso -dijo Jeremy.

– Oí eso -dijo Paige, más tranquila.

– ¿Cómo estás? -preguntó Jeremy. Puso su mano sobre la mía. Yo lo vi, pero no podía sentirlo y sentí una punzada de pérdida.

– Sola -dije, sorprendiéndome. Subí mi tono-. No por falta de compañía, sin embargo. Parece que soy “la huésped” más popular de este lugar. Pero es-estoy…-inhalé. Vamos, Elena. La última cosa que Jeremy necesitaba, era oírme al borde de un desastre emocional. ¿De dónde vino eso?

– Estoy cansada -dije-. No duermo bien, no como bien, nada de ejercicio. Entonces estoy delicada. Fiebre, supongo. Físicamente, estoy bien. Ellos no me torturan, golpeándome, privándome de comida. Nada así. Estaré bien.

– Sé que lo estarás -dijo él suavemente. Se sentó en una silla-. ¿Te sientes bien para hablar de ello?

Le conté sobre Bauer, Matasumi, recité a toda prisa algunos detalles sobre las guardias y el resto del personal como Xavier, Tess, y Carmichael, dándole una imagen áspera de la situación. Expliqué tanto como pude sobre la organización del lugar, luego sobre los otros cautivos, recordando la presencia silenciosa de Paige y deteniéndome antes de hablar de Savannah.

– Sólo estoy interesado en sacarte -dijo Jeremy cuando hube terminado-. No podemos preocuparnos por los demás.

– Lo sé.

– ¿Cómo te mantienes?

– Bi…

– No digas “bien”, Elena.

Hice una pausa -Está Clay… ¿por ahí? Tal vez podría hablar con él… Sólo unos minutos. Sé que tenemos que hacer esto corto. No hay tiempo para socializar. Pero me gustaría -si pudiera…

Jeremy estaba tranquilo. Dentro de mi cabeza, Paige murmuró algo. La alarma me recorrió.

– Él está bien, ¿verdad? -Pregunté-. No ha pasado…

– Clay está bien -dijo Jeremy-. Sé que te gustaría hablarle, pero este podría no ser… un buen momento. Él está… durmiendo.

– ¿Durmiendo…? -Comencé.

– No estoy durmiendo -gruñó una voz desde más allá del cuarto-. No voluntariamente, al menos.

Alcé la vista para ver a Clay en la entrada, el pelo enredado, los ojos atenuados por sedantes. Él se movió pesadamente por el cuarto como un oso que despierta de la hibernación.

– Clay -dije, mi corazón latiendo ligero que apenas pude decir su nombre.

Él se detuvo y me fijó con el ceño fruncido. Mis siguientes palabras se atascaron en mi garganta. Las tragué e intenté otra vez.

– ¿Causando problemas otra vez? -Pregunté, forzando una sonrisa en mi voz-. ¿Qué hiciste para hacer que Jeremy te drogara?

Su ceño se endureció con algo que yo había visto en su cara un millón de veces, pero nunca cuando me miraba. Desprecio. Sus labios se enroscaron, y abrió la boca para decir algo, luego decidió que no valía el esfuerzo y giró su atención a Jeremy.

– Cl… -comencé. Mi tripa era roca sólida. No podía respirar, apenas podría hablar-. ¿Clay?

– Siéntate, Clayton -dijo Jeremy-. Estoy hablando con…

– Puedo ver con quién hablas -Otra torcedura de labios. Sus ojos fulminaron en mi dirección-. Y no sé por qué pierdes tu tiempo.

– Él piensa que tú eres yo -susurró Paige.

Yo sabía eso. Profundamente, lo sabía, pero eso no ayudaba. Vi el modo en que me miró, y no importaba quién creía Clay que estaba allí, él me miraba. A mí.

– No es Paige -dijo Jeremy-. Es Elena. Ella se comunica a través de Paige.

La expresión de Clay no cambió. No se ablandó. Ni siquiera por un segundo. Él giró su mirarme y vi el desdén allí, más fuerte ahora, duro y agudo.

– ¿Es eso lo qué ella te dijo? -dijo-. Sé que quieres atención, Paige, pero esto es bajo. Incluso para ti.

– Soy yo, Clay -dije-. No es Paige.

Él se mofó, y vi allí todo lo que nunca había querido ver en la cara de Clay cuando me mirase, cada gota del desprecio que sentía por los humanos. Yo había tenido pesadillas de esto, viéndolo darse vuelta y mirarme de esa manera. Había despertado sudando, la sangre palpitando en mis venas, absolutamente aterrorizada, de un modo que ninguna pesadilla de infancia me había asustado alguna vez. Ahora lo miré y algo se rompió. El mundo se volvió negro.

RENACIMIENTO

Desperté en el suelo de mi celda. No me levanté. ¿Había estado soñando? Quería creerlo, luego me reprendí para un deseo tan tonto. Por supuesto, no quería que hubiese sido un sueño. Quería creer que había hablado con Jeremy, comunicado todas mis observaciones, poniendo las ruedas del rescate en movimiento. ¿Quién se preocupaba por Clay? Bien, yo me preocupaba. Preocupada más de lo que quería la mayor parte de las veces, pero tenía que poner esta cosa en perspectiva. Clay no me había mirado a de esa forma. Al menos, él no había creído mirarme a mí. Obviamente él no se llevaba con Paige, y francamente, no me sorprendía. Allí donde los humanos conversaban, Clay no era el Sr. Simpatía en el mejor de los casos y seguramente no cuando dicho humano era una bruja presumida, lo bastante joven para ser una de sus estudiantes. Yacía en el suelo y me decía todo esto, y no ayudaba ni siquiera un poco. Me sentía… Mi mente la sujetó con abrazaderas antes de que la última palabra saliera, pero la abrí. Lo admito. Tenía que admitirlo, al menos frente a mí misma. Me sentía rechazada.

Eso era todo, ¿verdad? Me sentía rechazada. Gran cosa. Pero era una gran cosa. Una cosa demasiado grande. En el segundo en que permití que la emoción me tocara, ésta me engulló. Era una niña otra vez, tomando la mano de un nuevo padrastro, abrazándolo fuerte y rezando para no tener que dejarlo ir nunca. Tenía seis, siete, ocho años, rostros que aparecían ante mí como páginas en un álbum de fotos, nombres que había olvidado, pero rostros que reconocería si los viera aun cuando pasaran por una fracción de segundo en un tren alejándose. Oí voces, el zumbido de una televisión, mi pequeño cuerpo estaba apretado contra la pared, apenas capaz de respirar por miedo a ser oído por casualidad, escuchándoles hablar, esperando oír “ La Conversación ”. La Conversación. Confesándose ambos culpables de que esto no funcionara, que yo era “más de lo que podían tratar”. Convenciéndose de que habían sido engañados por la agencia, engañados cuando lo que querían era adoptar una niña rubia, una muñeca de ojos azules, una muñeca rota. No habían sido engañados. No habían escuchado. Las agencias siempre trataban de advertirlos sobre mí, sobre mi pasado. Cuando tenía cinco años, había visto a mis padres muertos en un accidente de coche. Me había sentado en el camino rural toda la noche, tratando desesperadamente de despertarlos, gritando para pedir ayuda en la oscuridad. Nadie me encontró hasta la mañana, y después de esto, bueno, nunca estuve bien después de esto. Me retiré a mi mente, surgiendo sólo para lanzar fuera mi rabia. Sabía que estropeaba las cosas para mí. Cada vez que una nueva familia adoptiva me recogía, juraba que los haría enamorarse de mí; que sería el pequeño ángel perfecto que ellos esperaban. Pero no podía hacerlo. Todo lo que podía hacer era mantenerme en mi cabeza, verme a mí misma gritar y rabiar, esperando el rechazo final, y tener la certeza que era mi culpa.

Nunca he contado esa historia. Lo odio. Lo odio, odio, odio. No permito que mi pasado explique mi presente. Crecí, me puse más fuerte, lo vencí. Fin de la historia. Para el tiempo en que fui lo bastante grande para comprender que mis problemas no eran mi culpa, había decidido no lanzar toda esa culpa a todas esas familias adoptivas, sino deshacerme de ella. Lanzarla. Moverla. No podía imaginar ningún destino peor que convertirme en alguien que cuenta la historia de su infancia disfuncional a cada extraño que conoce en el metro. Si yo hiciera las cosas bien en la vida, quería que la gente dijera que lo hacía bien, no que hacía bien “todas las cosas considerando la cuestión”. Mi pasado era un obstáculo privado, no una excusa pública.

Clay era la única persona a la que yo le había contado alguna vez sobre mi infancia. Jeremy conocía pedazos, las partes que Clay sentía necesario compartir en aquellos primeros días cuando Jeremy tuvo que tratar conmigo como una werewolf recién transformada. Yo había conocido a Clay en la Universidad de Toronto, donde yo era un estudiante con interés en la antropología y él daba una serie de conferencias corta. Me enamoré de él. Con fuerza y rápido, no impresionada por su apariencia o su actitud de chico malo, sino por algo que no puedo explicar, algo en él me hacía tener hambre de poseerlo, algo que tenía que tocar. Cuando él me favoreció con su atención, supe que era algo especial, que él no se abría a la gente más que yo. Cuando nos acercamos, él me contó sobre su propia infancia, encubriendo detalles que no podía contar sin revelar su secreto. Me contó sobre su pasado, entonces le conté sobre el mío. Tan simple como eso. Estaba enamorada y confiaba en él. Y él traicionó esa confianza de un modo del que nunca me he repuesto completamente, como nunca me repuse de esa noche interminable en el camino rural. No he perdonado a Clay. Habíamos dejado la conversación del perdón para después. No era posible. Y él nunca lo había pedido. No creo que él lo esperase. Con el tiempo, yo había aprendido a dejar de esperar que ser capaz de darlo.

El motivo de Clay para morderme era inexplicable. Oh, él había tratado de explicarlo. Muchas veces. Él me había llevado a Stonehaven para conocer a Jeremy, y Jeremy había estado planeando separarnos, y Clay había entrado en pánico y me había mordido. Tal vez era cierto. Jeremy confesó que había tenido la intención de terminar la relación de Clay conmigo. Pero no creo que la mordedura de Clay hubiera sido inesperada. Quizás el momento lo fue, pero creo que en alguna parte de su psique, él siempre había estado listo para hacerlo si la necesidad alguna vez surgiera, si yo alguna vez amenazara con dejarlo. Entonces ¿Qué pasó después de que él me mordió? ¿Lo pasamos por alto y seguimos nuestras vidas? No en su vida. Lo hice pagar y pagar y pagar. Clay había hecho un infierno de mi vida, y yo le devolví el favor duplicado. Me quedaría en Stonehaven durante meses, incluso años, luego me marcharía sin avisar, rechazando todo contacto, sacándolo de mi vida completamente. Había buscado otros hombres para el sexo y, una vez, para algo más permanente. ¿Cómo reaccionó Clay a esto? Él me esperó. Nunca buscó la venganza, nunca intentó hacerme daño, nunca amenazó con buscar a alguien más. Yo podría haberme ido durante un año, volver a Stonehaven, y él me habría estado esperando como si yo nunca me hubiese marchado. Incluso cuando había tratado de comenzar una nueva vida en Toronto, siempre supe que, si lo necesitara, Clay estaría allí para mí. No importa cuán mal lo hubiera hecho todo, él nunca me dejaría. Nunca me daría la espalda. Nunca me rechazaría. Y ahora, después de más de una década de haber aprendido esa lección, todo lo que necesitó fue una mirada de él, una mirada sola, y estaba enroscado en el suelo, doblada de dolor. Toda la lógica y el razonamiento en el mundo no cambiaban como me sentía. Tanto como quería creer que había vencido mi infancia, y no lo había hecho. Probablemente nunca lo haría.

***

El almuerzo vino y pasó. No lo trajo Bauer, de lo cual estuve agradecida. No la vi de nuevo hasta casi las seis. Cuando abrió la puerta de mi celda, verifiqué dos veces la hora, calculando que la comida llegaba temprano o mi reloj se había parado. Pero ella no traía comida. Y cuando ella traspasó la puerta, supe que ninguna comida estaba próxima. Algo andaba mal.

Bauer entró sin nada de su gracia asertiva habitual. Medio tropezó con una arruga imaginaria en la alfombra. Su cara estaba limpiada con agua, en sus mejillas había puntos brillantes de carmesí, sus ojos estaban extrañamente brillantes, como si tuviera una fiebre. Dos guardias la seguían. Ella les hizo señas hacia mí, y ellos me ataron a la silla donde había estado leyendo una revista. Todo el tiempo mientras me amarraron, Bauer rechazó encontrar mis ojos. No era bueno. Realmente no era bueno.

– Fuera -dijo cuando ellos terminaron.

– Deberíamos esperar fuera -comenzó uno.

– Dije fuera. Déjennos. Vuelvan a sus lugares.

Una vez que se que fueron, ella comenzó a pasearse. Pasos pequeños y rápidos. Detrás y adelante, de acá para allá. Dedos golpeando su lado, el manierismo cambió ahora, no un toque con lentitud pensativa, sino rápido. Maníaco. Una obsesión de pasearse. Sus ojos. Todo.

– ¿Sabes lo que es esto?

Ella sacó algo de su bolsillo y lo sostuvo. Una jeringuilla. Lleno hasta un cuarto con un líquido claro. Oh, mierda. ¿Qué iba a hacerme?

– Mira -dije-. Si yo hice algo para trastornar…

Ella agitó la jeringuilla -Pregunté si sabías lo que era esto.

La jeringuilla resbaló de sus manos. Ella manoteó para recuperarla, como si el plástico fuese a romperse al golpear la alfombra. Cuando ella se movió, atrapé un olorcillo familiar. Miedo. Ella tenía miedo. Lo que parecía una obsesión era una lucha por el control, ella desesperadamente trataba adaptarse a una emoción que no estaba acostumbrada a sentir.

– ¿Sabes lo que es esto, Elena? -Su voz se elevó una octava. Chillaba.

¿Ella me tenía miedo? ¿Por qué ahora? ¿Qué había hecho yo?

– ¿Qué es? -Dije.

– Esto es una solución salina mezclada con tu saliva.

– ¿Mi qué?

– Saliva, saliva, baba -Voz subió otra escala. Una risa tonta y nerviosa, como una niña atrapada diciendo una mala palabra-. ¿Sabes lo que esto puede hacer?

– No…

– ¿Lo que hará si me lo inyecto?

– ¿Inyectar…?

– ¡Piensa, Elena! Vamos. No eres estúpida. Tu saliva. Muerdes a alguien. Tus dientes perforan su piel, como esta aguja perfora la mía. Tu saliva entra en su corriente sanguínea. Mi corriente sanguínea. ¿Qué sucede?

– Cambiarías- podrías cambiar…

– En werewolf -Ella dejó de pasearse y se quedó quieta. Completamente quieta. Una pequeña sonrisa entreabrió sus labios-. Eso es exactamente lo que voy a hacer.

Me tomó un momento registrar eso. Cuando lo hice, parpadeé y abrí mi boca, pero nada salió. Tragué, luchado calmarme. No infundir pánico. No hacerlo peor. Tratarlo como una broma. Suavizar la situación.

– Oh, vamos -dije-. ¿Es la respuesta a tus problemas? ¿No consigues respeto en el trabajo entonces te convertirás en werewolf? ¿Conseguir un buen trabajo en la Manada, golpear algunas cabezas, encontrar un hermoso amante? Porque si eso es lo que estás pensando, confía en mí, no funciona de esa manera.

– No soy idiota, Elena.

Ella me escupió las palabras, arrojando baba de sus labios. Ooops, táctica incorrecta.

– Lo que quiero es cambiar -continuó ella-. Para inventarme de nuevo.

– Hacerse werewolf no es la respuesta -dije suavemente-. Sé que no eres feliz…

– No sabes nada sobre mí.

– Entonces cuenta…

– Me hice parte de este proyecto por una razón. Por la posibilidad de experimentar algo nuevo, algo más peligroso, más estimulante, que alterara más mi vida que escalar el Monte Everest. Experiencias que todo mi dinero e influencia no podían comprar. Hechizos, inmortalidad, percepción extrasensorial, no sabía lo que quería. Tal vez un poco de todo. Pero ahora sé exactamente lo que quiero, lo que buscaba. Poder. No más saludar humildemente a los hombres, fingiendo que soy más tonta que ellos, más débil, menos importante. Quiero ser todo para lo cual tengo potencial. Quiero esto.

Mi cerebro todavía vacilaba, incapaz de encontrar la coherencia a lo que Bauer decía. La brusquedad de todo esto me abrumaba, casi me convencí de que debía estar soñando o teniendo alucinaciones. ¿Cómo había sucedido esto? Increíble, desde mi perspectiva, pero ¿y desde la suya? Hace cuánto tiempo tenía ella su mirada puesta en el desfile de presidiarios, esperando ver al que podría darle el poder que ansiaba. Ahora, habiendo encontrado lo que creía desear, quizás tenía miedo de vacilar, miedo de cambiar de opinión. Tenía que cambiarlo por ella. ¿Pero cómo?

Bauer sostenía en alto la jeringuilla. Mientras la contemplaba, parpadeó, y palideció. Un miedo tan espeso que obstruyó mis fosas nasales, inconscientemente mi adrenalina comenzó a bombear. Cuando ella me miró, la cólera se había ido. Lo que vi en esos ojos me dejó fría. Súplica. Miedo y súplica.

– Quiero que entiendas, Elena. Ayúdame. No me hagas usar esta cosa.

– No tienes que usarlo -dije tranquilamente-. Nadie puede obligarte a hacerlo.

– Hazlo por mí entonces. Por favor.

– ¿Hacer qué?

– Muerde mi brazo.

– No puedo…

– Tengo un cuchillo. Cortaré la piel. Sólo tienes que…

El pánico se instaló en mi pecho-.No, no puedo.

– Ayúdame a hacerlo bien, Elena. No sé como funcionará la solución salina. Yo sólo puedo conjeturar la cantidad, la proporción. Necesito que tú…

– No.

– Te estoy pidiendo…

Tiré mis cadenas, manteniendo mis ojos sobre ella -Escúchame, Sondra. Dame un minuto y déjame explicarte lo que sucederá si usas eso. No es de la forma en que crees que es. No quieres hacer esto.

Sus ojos brillaron entonces. Toda la obsesión se fue. Se congeló -¿No quiero?

Levantó la jeringuilla.

– ¡No! -Grité, tirando de mi silla.

Enterró la aguja en su brazo, empujó el émbolo. Y estuvo hecho. Un segundo. Una fracción de segundo. Tanto tiempo como le había tomado a Clay morderme.

– ¡Maldita seas! -Grité-. Tú maldita perra estúpida- Llama al hospital. ¡Ahora!

Su cara estaba preternaturalmente tranquila, labios curvados en algo parecido a la felicidad. Alivio dichoso por haberlo hecho-.¿Por qué, Elena? ¿Por qué debería llamar al hospital? ¿Entonces pueden invertirlo? ¿Quitar el regalo de mis venas como si fuera el veneno de una serpiente? Oh, no. No haremos nada de eso.

– ¡Llame el hospital! ¡Guardias! ¿Dónde infiernos están los guardias?

– Oíste que los despedí.

– No sabes lo que has hecho -gruñí-. Crees que esto es algún gran regalo. ¿Un pinchazo de aguja y eres un werewolf? ¿Hiciste tus investigaciones, verdad? ¿Sabes lo qué pasará ahora, verdad?

Bauer giró su sonrisa soñadora hacia mí -Puedo sentirlo corriendo por mi sangre. El cambio. Es caliente. Hormiguea. El principio de la metamorfosis.

– Oh, eso no es todo lo que vas a sentir.

Ella cerró los ojos, se estremeció, los volvió a abrir, y sonrió -Parece que he ganado algo esta noche y tú has perdido algo. Ya no eres la única werewolf hembra, Elena.

Sus ojos se abrieron entonces. Hinchados. Las venas en su cuello y frente aparecieron. Jadeó, ahogada. Sus manos fueron a su garganta. Su cuerpo se sacudía. Se columna se rigidizó. Ojos en blanco. Se elevó sobre los dedos de los pies, moviéndose de adelante hacia atrás, como un presidiario pendiendo del final de la soga de un verdugo. Entonces sufrió un colapso, cayendo al piso. Grité por la ayuda.

WINSLOE

– ¿Qué le hiciste a la Sra. Bauer? -preguntó Matasumi.

Los guardias habían sacado a Bauer rápidamente luego de que comencé a gritar. Veinte minutos más tarde, habían vuelto con Matasumi. Él ahora esta allí de pie, acusándome sin un rastro de acusación en su voz.

– Le dije a los guardias -Me senté en el borde de mi cama, tratando de relajarme, como si esta clase de cosas pasara cada día-. Ella se inyectó con mi saliva.

– ¿Y por qué haría eso? -preguntó Matasumi.

– La mordedura de un werewolf es un modo de convertirse en werewolf.

– Comprendo eso. Pero por qué… -Él se detuvo-. Oh, ya veo.

¿Él? ¿Realmente lo veía? Lo dudaba. Ninguno de ellos podría entender lo que venía. Yo podía, y estaba intentando con todas mis fuerzas no pensar en ello.

Matasumi aclaró su garganta -Usted afirma que la Sra. Bauer se inyectó…

– La jeringuilla está en el suelo.

Sus ojos vacilaron hacia la aguja, pero no hizo ningún movimiento para recogerla -Usted afirma que ella usó esta jeringuilla…

– No afirmo nada. Le digo lo que pasó. Ella se inyectó en el brazo. Busque la marca de aguja. Pruebe los contenidos de la jeringuilla.

La puerta se abrió. Carmichael se apresuró a entrar, su bata de laboratorio ondeando detrás de ella.

– No tenemos el tiempo para esto -dijo-. Tengo que saber que hacer por ella.

Matasumi hizo a Carmichael aparte -Primero, debemos establecer la naturaleza exacta de la dolencia de la Sra. Bauer. Es muy fácil para la Sra. Michaels afirmar…

– Ella dice la verdad -dijo Carmichael-. Vi la marca de aguja.

Habría sido difícil fallar. Incluso mientras los guardias se habían llevado a Bauer de la celda, yo había visto el punto de inyección, aumentado al tamaño de una pelota de Ping-Pong. Un recuerdo de mi propia mordedura se abrió paso a mi mente, pero lo empujé atrás. Observación fría, clínica. Era el único modo en que podría tratar con esto. Tomar notas de Matasumi.

Carmichael se volvió hacia mí -Tengo que saber tratar con esto. Sondra está inconsciente. Su presión baja. Su temperatura sube. Sus pupilas no reaccionan a los estímulos. Su pulso corre y se vuelve errático.

– No hay nada que yo pueda hacer.

– Tú has pasado por esto, Elena. Sobreviviste.

No dije nada. Carmichael avanzó hacia mí. Me eché atrás en la cama, pero ella se acercó más, empujando su cara contra la mía hasta que pude oler su frustración. Giré mi cabeza. Agarró mi barbilla y tiró mi cara hacia la suya -Ella se está muriendo, Elena. Muriendo horriblemente.

– Eso sólo empeorará.

Sus dedos se apretaron, hundiéndose en los músculos de mi mandíbula -Vas a ayudarle. Si fueras tú la que estuviera allá arriba, yo no me quedaría parada y te miraría morir. Dime como ayudarla.

– ¿Quieres ayudarla? Pon una bala en su cabeza. No es necesario que sea de plata. El plomo regular servirá.

Carmichael empujó mi barbilla y retrocedió para contemplarme -Mi Dios, eres fría.

No dije nada.

– Esto no ayuda -dijo Matasumi-. Trate los síntomas a medida que los veas, Doctora Carmichael. Eso es lo mejor que podemos hacer. Si la Sra. Bauer se infligió esta desgracia a sí misma, entonces todo lo que podemos hacer tratar los síntomas y dejar el resto al destino.

– Eso no es el mejor que podemos hacer -dijo Carmichael, sus ojos horadando los míos.

No quise defenderme. Realmente no quería. Pero el peso de esa mirada deslumbrante era demasiado.

– ¿Qué, exactamente, cree que puedo hacer? – Pregunté-. No corro alrededor de los humanos mordiéndolos y cuidándolos cuando se enferman. ¿Sabes cuántos werewolves recién mordidos he encontrado? Ninguno. Cero. No sucede. Nunca he estado cerca de un werewolf hereditario de mayor de edad. No sé que hacer.

– Has pasado por esto.

– ¿Cree que tomé notas? ¿Sabe lo que recuerdo? Recuerdo el Infierno. Completo, con fuego y azufre, demonios y diablillos, lanzas candentes y hoyos sin fondo, llenos de lava. Recuerdo lo que vi aquí -Golpeé mi palma contra mi frente-. Recuerdo lo que imaginé, lo que soñé. Pesadillas, delirios, eso es todo lo que había. No sé una mierda acerca de la temperatura y la presión sanguínea y la respuesta de las pupilas. Alguien más trató con eso. Y cuando todo terminó, no quise saber lo que él había hecho. Todo lo que quería era olvidar.

– Esas visiones del Infierno -dijo Matasumi-. Quizás podría describirlas para mí más tarde. La unión entre lo sobrenatural y el ritual Satánico…

– Por Dios, déjala en paz -dijo Carmichael-. Por una vez. Déjala en paz.

Salió a zancadas del cuarto. Matasumi se inclinó para coger la jeringuilla, luego se detuvo, hizo señas a un guardia para que lo recogiera, y siguió a Carmichael.

***

¿Habría ayudado yo a Bauer si pudiera? No lo sé. ¿Por qué debería? Ella me secuestró y me lanzó en una jaula. ¿Le debía algo? Infiernos, no. Si la mujer fue lo bastante estúpida para convertirse en un werewolf, no era mi problema. ¿Hice o dije algo que la hiciera desear es locura increíble? ¿Le conté historias de la vida maravillosa y llena de diversión de un werewolf? Claro que no. ¿Busqué la venganza animándola a hundir esa aguja en su brazo? Absolutamente no. Sí, ella era mi enemiga, pero ella se había hecho esto a sí misma. Entonces, ¿por qué me sentía responsable? No lo era. Incluso una parte de mí lamentaba que no poder ayudar, al menos a aliviar su sufrimiento. ¿Por qué? Porque entendía ese sufrimiento. Esta era otra mujer que se había convertido en werewolf, y tan diferente como nuestras circunstancias eran, no quería que sufriera. El resultado sería seguramente la muerte. Esperaba que ocurriera rápidamente.

***

Hacia la medianoche, Winsloe entró a mi celda. A través de las sombras de una pesadilla inminente, oí la puerta que la puerta se abría, subconscientemente comprendí que el sonido provenía del mundo verdadero, y me obligué a despertar, agradecida por la diversión. Rodé de la cama para ver a Tyrone Winsloe parado en la entrada de la celda, rodeado por la luz del vestíbulo, presentándose, esperando mi consentimiento. Una oleada de desconcertante de temor me traspasó. Era como tener a Bill Gates en la puerta de mi casa -no importaba cuanto deseaba no sentirme impresionada, no podía evitarlo.

– De modo que tú eres la werewolf hembra -dio un paso dentro, flanqueado de por dos guardias-. Un placer conocerte -dijo con una venia fingida-. Soy Ty Winsloe.

Se presentó a sí mismo, no con modestia, como si yo no pudiera reconocerlo, sino con una presunción zalamera, una presentación tan falsa como su venia. Dado que no respondí rápido, un temblor de molestia perturbó sus facciones.

– El Fuego de Prometeo -dijo, dándome el nombre de su compañía de fama mundial.

– Sí, lo sé.

Su cara se reajustó en una sonrisa satisfecha. Haciendo señas a los guardias para que se quedaran quietos, se adentró más en la celda. Su mirada se paseó lentamente sobre mí, por los alrededores, dándole a mi espalda a un lento vistazo, escudriñándome sin vergüenza, como si yo fuera un potencial esclavo en un mercado romano. Cuando se dio vueltas hasta quedar en frente de mí, su mirada hizo una pausa sobre mi pecho, sus labios curvándose hacia abajo en un ceño fruncido y decepcionado.

– Nada mal -dijo-. Nada que un par de implantes no pueden arreglar.

Entrecerré mis ojos. Él pareció no notarlo.

– ¿Alguna vez lo has pensado? -preguntó, su mirada fija sobre mi pecho.

– No planeo tener niños, pero, si alguna vez lo hago, estoy segura que ellos encontrarán este equipo completamente adecuado.

Él echó su cabeza atrás y se rió como si esta fuera la cosa más graciosa que había oído nunca. Luego se inclinó hacia de mí y posó su mirada sobre mi trasero otra vez.

– Gran trasero, sin embargo.

Me senté. Él sólo sonrió y continuó estudiando mi mitad inferior. Luego quitó un bulto de ropa de encima de la mesa.

– Puedes dejar los vaqueros encima -dijo-. Te traje una falda, pero me gustan los vaqueros. Ese trasero fue hecho para los vaqueros. No me gustan los trasero grandes y flojos.

¿Le gustaban las mujeres con traseros pequeños y tetas grandes? Parece que alguien había jugado con demasiadas muñecas Barbie siendo un niño. Eché un vistazo al montón de ropa, pero no hice ningún movimiento para tomarlo.

– La botas -dijo-. Hay una bolsa allí. Quítate el sujetador.

Lo contemplé, incapaz de creer lo que oía. ¿Era una broma, verdad? Se suponía que los millonarios eran excéntricos, de modo que esta debía ser la extraña idea de Winsloe de una broma pesada. Mientras lo miraba fijamente, sus labios se apretaron, no en una sonrisa, sino de resentimiento.

– Toma la ropa, Elena -dijo, toda la jovialidad fuera de su voz.

Detrás de él, los dos guardias avanzaron, apretando sus armas como si quisieran recordarme su presencia. Bien, tal vez no era una broma. ¿Qué le pasaba a la gente en este lugar? En pocas horas yo había visto a una mujer inteligente convertirse en un werewolf y encontraba a un millonario con la madurez y modo de pensar de un muchacho adolescente. Comparado con este hatajo, yo era completamente normal.

De todos modos, me recordé a mi misma, Tyrone Winsloe era el responsable aquí, y era un hombre acostumbrado a obtener lo que quería cuando lo quería. Pero, si él creía que yo me iba a poner un top para que él pudiera mirar con lascivia mis pechos de calidad inferior, pues una muchacha tiene que poner límites, ¿verdad? Yo habían tratado de hacerlo con los callejeros, aunque sabía como manejarlos. Si ellos hablaban así, los regañaba. Si me tocaban, rompía sus dedos. Ellos no lo querrían de ninguna otra forma. Tal como Logan siempre decía, a los callejeros les gustan que sus mujeres tengan pelotas. Ty Winsloe no era un callejero, pero era un tipo con sus hormonas abrumándolo. Lo suficientemente cerca.

– Mis brazos todavía están quemados -dije, dándome vuelta lejos de la ropa-. Se ven como mierda.

– No me importa.

– A mí sí.

Un largo momento de silencio.

– Te pedí que te pusiera el top, Elena -dijo. Me miró, sus labios curvados en una sonrisa sin sentido del humor, exponiendo los dientes de una manera que cualquier lobo habría reconocido.

Paseé mi mirada desde él a los guardias, arrebaté el top del montón, desechando el impulso de devolver un gruñido de advertencia a Winsloe, y conformándome con la idea de entrar en el cuarto de baño.

***

Entrar en el cuarto de baño para cambiarse era una pérdida de tiempo, considerando la pared transparente, pero aún así, podría volverle la espalda mientras me cambiaba de camisetas. El top era adecuado para una muchacha pre-púber, más bien dicho, para una muchacha pre- púber pero pequeña. Dejaba al aire mi tórax y marcaba surcos en mis hombros. Mirando hacia abajo, vi que no dejaba absolutamente nada a la imaginación. Primero, era muy ceñido. Segundo, era blanco. Círculos oscuros presionaban contra la tela. Si pescaba siquiera la más leve brisa, no sería sólo eso lo que se presionaría contra la tela. Una ola de furia humillada me inundó. Después de que todo lo que había pasado en las últimas doce horas, esto era el clímax. La paja proverbial. Yo no llevaría esto, yo no… me detuve. ¿Yo no haría qué? Recordé la mirada en los ojos de Winsloe cuando yo había desafiado su orden de cambiarme. Recordé los comentarios de Armen Haig acerca del estado mental de Winsloe. ¿Qué haría Winsloe si yo me negara? ¿Quería realmente tomar ese riesgo sobre algo tan trivial como no desear llevar puesta una camiseta que revelaba todo? Froté mis manos sobre mi cara, resistí al impulso de cruzarme de brazos sobre mi pecho, y marché de vuelta a la celda.

Winsloe estudió mi pecho durante dos minutos enteros. Lo sé porque conté los segundos, luchando para no pasar ese mismo tiempo fantaseando sobre una venganza. Esto no era nada, me dije. Nada. Pero lo era. De alguna manera, ser obligada a alardear de mis tetas delante de este hombre era peor que cualquier tortura que Matasumi podría haber ideado con su caja de juguetes. Comprendí entonces que esta farsa juvenil no tenía nada que ver con hacerme poner una determinada camiseta. Era sobre el poder. Winsloe podía hacerme poner esta camiseta y no había una maldita cosa que yo pudiera hacer sobre ello. Él quería asegurarse de que yo lo sabía.

– Al menos son firmes -dijo Winsloe-. No están mal, realmente, si te gustan pequeños. Creo que las implantaciones harían un buen aporte, sin embargo.

Mordí mi labio. Lo mordí con fuerza suficiente para probar la sangre y desear la suya.

– Un tono asombroso -dijo él, rodeándome-. Delgada y apretada, pero nada de bultos. Estaba preocupado acerco de los bultos. Los músculos en una muchacha son absolutamente escalofriantes.

– Oh, tengo músculos -dije-. ¿Quieres verlos?

Él sólo rió -Ese agujero en la pared me dice todo lo que tengo que saber. Además, vi el vídeo de ti y Lake, aunque supongo que no fue tanto fuerza como astucia. Ingenio rápido. Muy rápido.

– ¿Como está la Sra. Bauer? -Pregunté, esperando cambiar el tema.

– ¿Sabes sobre eso? -Él movió una silla hacia mi mesa de comedor y se sentí allí-. Supongo que lo haces. ¿Extraño, eh? Nadie lo vio venir. Sondra siempre ha sido tan apurada. Nerviosa, incluso. Supongo que es de esas personas rígidas que explotan de peor manera, ¿eh? Acerca de ese vídeo…

– ¿Cómo está ella? -Repetí-. ¿Cuál es el pronóstico?

– De mierda, según lo último que oí. Probablemente no pasará la noche. Ahora, hablando de ese vídeo, tengo algunas noticias que te gustarán -sonrió, la muerte inminente de su socia ya olvidada-. ¿Quieres adivinar cual es?

– Yo no podría ni siquiera empezar a imaginarlas.

– Esta noche envío a tu compañero a su recompensa final. El gran hueso de perrito en el cielo – o en la otra dirección. Vamos a tener una caza.

– ¿Una… caza?

Él brincó de la mesa-.Una caza. Una gran caza de lobito. Esta noche. Larry ha pagado por tu “callejero” y vamos a darle una apropiada despedida -Winsloe chasqueó sus dedos hacia los dos guardias, de cuya presencia en esta debacle yo había estado intentando con fuerza no hacer caso-. Vamos, vamos, muchachos. Suban y digan a sus compañeros que se prepararen para la invitada de honor. Los encontraremos en vigilancia.

Yo había pasado la mayor parte de la media hora pasada bostezando hacia Winsloe. Ahora mi incredulidad se mezcló con algo más. Un horror creciente. ¿Quiso decir lo que creí que quería decir? ¿Iba a cazar a Patrick Lake? ¿Liberarlo y perseguirlo como un premio en un coto de caza? No, debo estar confundida. Tenía que estar confundida.

– ¿Bien? -dijo él, dándose vuelta-. Toma esa chaqueta de la mesa. Hace frío ahí. No querría que pescaras una pulmonía.

– ¿Voy afuera? -Dije lentamente.

Winsloe se rió-.Es seguro como el infierno que no podríamos cazarlo aquí.

Echó su cabeza hacia atrás, ladrando de risa, dándome palmadas en la espalda, y bailando un vals por la celda.

JUEGO

La noche era fría para finales de verano. ¿Era todavía agosto, verdad? Calculé. Sí, todavía era agosto. Sólo parecía que había estado dentro más tiempo.

Si yo había esperado recoger alguna pista de nuestra posición por ir fuera, quedé decepcionada. Tomamos un elevador dos pisos hacia arriba, hasta el nivel de la tierra, salimos por una puerta asegurada, y aparecimos a una docena de pies de un bosque que podría haber existido en todas partes desde Cabo Bretón hasta la parte norte de California. Tal vez si yo conociera mi fauna regional mejor, podría haber disminuido las posibilidades, pero examinar árboles estaba bastante lejos de mi mente.

Mis muñecas estaban esposadas. Winsloe caminaba delante de mí. Los dos guardias, sus armas ahora escondidas, nos seguían detrás. Un camino se veía a través del espeso bosque hasta un claro donde un puesto de vigilancia se alzaba a cien pies en el aire. Patrick Lake estaba de pie junto a un pilar de madera, con los pies estampados contra el frío, ambas manos ahuecadas alrededor de un cigarrillo encendido.

– Hey-dijo cuando nos acercamos-. ¿Qué está pasando? Está que jode el frío aquí fuera.

– Termina tu cigarro -dijo Winsloe-. Estarás caliente bastante pronto.

– Pregunté…

Uno de las guardias de Lake lo pinchó con un extremo de su rifle.

Lake gruñó, levantó una mano para aplastar al guardia, luego se detuvo-.Yo sólo preguntaba…

– Es una sorpresa -dijo Winsloe, agarrando el pasamano de la escala-. Termina tu cigarro.

– ¿Qué hace ella aquí? -Lake agitó su cigarrillo hacia mí.

Winsloe se estaba cinco escalones por encima. Se inclinó sobre el pasamano.

– Es una sorpresa -repitió-. Comenzaremos tan pronto como estés listo.

Lake lanzó su cigarrillo a tierra y lo pisó con fuerza -Estoy listo ahora.

– Entonces comenzaremos.

– ¿Punto dos de liberación? -preguntó un guardia.

– Tal como está planeado -dijo Winsloe-. Todo como está planeado.

Winsloe siguió su ascenso. Lo seguí, con nuestros dos guardias detrás. Cuando alcanzamos la cumbre, Winsloe resoplaba. Contemplé el bosque hacia abajo. Lake y sus dos guardias habían desaparecido en la oscuridad.

– Ahí – Winsloe jadeó, agitando la mano hacia al este-. Punto dos de liberación. Punto de liberación uno, justo abajo. Punto de liberación tres por el río.

No sólo había un punto de liberación predesignado, sino que había más de uno. ¿Por qué? Abrí mi boca para preguntar, luego comprendí que podría no querer saberlo.

– La elección del punto de liberación depende de la especie -continuó Winsloe-. Hasta ahora he soltado a una bruja y a un medio demonio.

– ¿Tú… los cazaste?

Él hizo una mueca-.No fue exactamente una caza. Sobre todo con la bruja. Uno pensaría que ella habría sido más desafío, hechizando y todo eso. En los RPG [10], las razas mágicas pueden ser los jugadores más fuertes una vez que ganan bastante experiencia. ¿Pero en la vida real? Ella se deshizo. No podía tomarlo. Lanzó unos pequeños hechizos al principio y lo dejó. La encontramos enroscada bajo un arbusto. Nada de instinto de supervivencia. Como esa vieja señora que recogieron contigo. Primer signo de problemas y se hundió en la depresión. No pudo aguantar la presión.

Observé el terreno abajo. Me pregunté si sería lo bastante alto para matar a Winsloe si diera un traspié y cayera.

– El medio demonio fue apenas una mejora menor. Al menos lo intentó. Luego estuvo el chamán. No lo cacé, sin embargo. Fue una fuga. Solucionamos el problema bastante pronto, de modo que es mejor que eso no te dé ideas. No llegó lejos de todos modos. Los perros se ocuparon de él. Por lo que he oído, él era aún peor que la bruja. Corrió a todo pulmón hasta que sufrió un colapso.

– Así que ahora…-limpié mi garganta, forzándome a la tranquilidad-. De modo que ahora vas a cazar a Lake.

– Un werewolf -Winsloe bajó sus gemelos para sonreírme abiertamente-. ¿Espléndido, eh? El cazador se convierte en la presa. Esto vale la pena, el desafío. Todo lo que la mierda de “El Juego Más Peligroso” promete, es fantasía. Pon un tipo moderno en medio de los bosques y se aterra. Quítenle sus instrumentos y sus armas y podrías ir también a la caza de ciervos. Al menos los ciervos tienen un poco de experiencia eludiendo cazadores. Los humanos, nada. ¿Pero los lobos? Ellos son los cazadores. Tienen sus propios instrumentos, sus propias armas. Conocen el bosque. Combina eso con la inteligencia humana y bingo: tienes el juego más perfecto -sostuvo los gemelos-. ¿Quieres echar un vistazo?

Sacudí mi cabeza.

– Vamos. Tienen visión nocturna. No es que tú la necesites, supongo. He oído decir que ustedes pueden ver en la oscuridad. Por eso hago esto por la noche. Más desafío. Por supuesto, tengo todo lo último en juguetes, como éste. No querría que fuera demasiado desafío.

Levanté los gemelos a mis ojos. Miré, y todo lo que vi fue bosque. Bosque interminable. Luego, un destello de luz naranja.

– La llama -dijo Winsloe, voz que elevándose debido al entusiasmo-. Han atontado a Lake. Ahora saldrán. En diez, tal vez quince minutos él se despertará absolutamente solo en los bosques. Si tiene medio cerebro, comprenderá que esto es una broma, pero correrá de todos modos. Mi conjetura es que olerá el río y se dirigirá al Oeste. Mejor que tenga cuidado, sin embargo. Si toma la ruta fácil, se encontrará en la cueva de un oso -Winsloe se rió, un sonido chirriante-. Trampas por todas partes. Aquí, aquí y allá.

Me di vuelta para verlo señalar sitios en un mapa laminado. Cuando me acerqué, él lo sacó de mi vista y meneó un dedo hacia mí.

– Uh-uh. No puede dejar que aprendas todos mis secretos. ¿Te gustan esos binoculares?

– Estos… funcionan bien.

– Por supuesto que lo hacen. No los compraría de otra manera. Espera hasta que veas el resto de mis aparatos. Y las armas -puso los ojos en blanco, en algo cercano a la lujuria-. Las armas. Increíble lo que pueden hacer en estos días. Hago poner armarios de ellas por todas partes del campo de entrenamiento, de modo que tengo una variedad. La única cosa que falta es una taladradora. Me da rabia. Siempre las taladradoras han sido mis armas favoritas.

– ¿Cazas con una taladradora?

– No aquí fuera. En los juegos, por supuesto. La taladradora es absolutamente la mejor. El factor de trituración puede exceder a las granadas.

– Juegos -repetí-. Quieres decir juegos de vídeo.

– ¿Qué otra clase?

Miré hacia el bosque más allá. Campo de entrenamiento, lo había llamado. Un campo de entrenamiento gigantesco, diseñado con aparatos de alta tecnología, trampas explosivas, y un arsenal de armas.

– Eso es lo que es -dije despacio-. Un juego de vídeo. Un juego de vídeo real.

– A un paso de la realidad virtual. Realidad real. Qué concepto -sonrió abiertamente y me dio palmadas en la espalda otra vez-. Movámonos. El juego es a pie.

***

Encontramos a los dos guardias de Lake antes de que alcanzáramos el camino principal. Ellos confirmaron que la liberación había ido correcta y entonces tomaron posiciones delante de Winsloe, armas afuera, rodeándolo para protegerlo. Caminé detrás de Winsloe. Los otros dos guardias nos siguieron, lado a lado, a mi espalda. Todos excepto yo llevaban puestos anteojos de visión nocturna. Incluso yo podría haber usado un par. La oscuridad era casi completa, una media luna débil que se alzaba entre nubes y copas de árboles, ninguna estrella a la vista. Mi visión aumentaba y disminuía como la luna. No era que hubiese mucho que ver. Solamente árboles, árboles, y más árboles.

A pesar de la pelota de temor alojada en mi tripa, mi corazón comenzó a aligerarse en la anticipación mientras nos adentrábamos en los bosques. Incluso mientras mi cerebro sabía lo que yo hacía aquí, mi cuerpo rechazaba creerlo. Estaba en los estímulos -el crujiente aire de la noche, el olor de hojas podridas y tierra húmeda, los sonidos de ardillas y ratones correteando a nuestro paso – y se formaba su propia interpretación, basada en años de experiencia. Iba caminando por el bosque en la noche, ergo debía ir a una carrera. Ignorando todas las órdenes al contrario, mi cuerpo reaccionó como un cachorro excitado tirando de su cuerda. Mi piel hormigueaba. Mi sangre galopaba. Mi respiración se aceleró. Además, mis sentidos se afilaron, dejándome oír y oler dos veces más. Por otra parte, estaba la preocupación constante sobre mi cuerpo retorciéndose y el crecimiento de pelo antiestético.

Antes de sofocar la reacción de mi cuerpo, usé mi conciencia aumentada para conseguir una mejor perspectiva de mis alrededores. Pese al aumento visual, no sirvió de mucho. No importaba cuán bien pudiera ver, no tenía visión de rayos X, por lo que no podía ver a través de los malditos árboles. Mis otros sentidos eran mucho más provechosos. Unos minutos de escuchar me convencieron no había nada que oír. Bien, había abundancia de ramas que crujían, los brezos susurrando, depredadores y presas ululando, chillidos, y zambullidas- pero no era lo que deseaba. Esperaba algún sonido distante de civilización, y lo único que descubrí eran los resoplidos y resuellos de la maquinaria que había en el recinto donde nos encontrábamos. Me moví para oler, mi mejor sentido. Nuevamente, busqué vida humana y encontré sólo el aroma apestoso del edificio principal y el camino de grava que conducía a él. El olor del camino era débil, indicando que iba por el sur del recinto. Lamentablemente, el bosque iba al norte, la que sería la dirección en la que tendría que correr si me escapara del recinto. Claro que podría haber una salida fácil en el sur, pero era más seguro apegarse a lo que ya conocía, y ahora mismo, todo lo que había visto era este bosque.

Más allá del recinto, el páramo emitía sólo sus propios olores. La naturaleza reinaba allí. Ni siquiera el más mínimo rastro de olor humano, como si la naturaleza lo limpiara ferozmente una vez que los humanos que por allí pasaban se iban. Nuevamente, mi cerebro y cuerpo compitieron por la interpretación del lugar y situación. Mi cuerpo creía que esto era el cielo, un paraíso natural tan prístino como lo era Stonehaven e incluso mejor, un paraíso fresco y nuevo para explorar. Mi cerebro decidió que esto era el infierno, un bosque interminable sin civilización a la vista. Si me escapara, tendría que ir a algún sitio. A algún sitio parecido a una casa, una ciudad, un lugar público donde mis perseguidores pudiesen temer el seguirme.

Escapar ahora era inadmisible. Incluso si pudiera pasar por delante de los guardias armadas, sólo me habría convertido en una atracción añadida en la caza de Ty Winsloe. Tendría que esperar, pero todavía esperaba evadirme del recinto en algún momento, preferentemente antes de que mis captores se aburrieran conmigo tal como lo habían hecho con Patrick Lake. Si yo… no, cuándo me escapara, ¿Dónde iría? No había nada aquí fuera, aparte de bosque. Bosques interminables. Podría correr y correr durante horas y… Espera un segundo. ¿Qué demonios estaba diciendo? Yo era un lobo. Un medio lobo, al menos. ¿Caramba, qué haría un lobo en el páramo? Bah. Sobrevivir, por supuesto. Allí podría evitar a mis perseguidores mucho mejor que en cualquier selva de concreto. Este era mi elemento. Incluso ahora, en forma humana, estaba en casa aquí, capaz de ver casi en la completa oscuridad, capaz de oler el agua y el alimento, capaz de oír el descenso en picada de un tranquilo búho desde arriba. No necesitaba la red de protección de la civilización. Bien, eventualmente, tendría que encontrar un camino de vuelta a los otros, pero podría durar mucho más tiempo que cualquier humano que intentase de capturarme con anteojos de visión nocturna, telescopios de alta potencia, y toda clase de chiches. Tendría que tener cuidado, pero el único peligro que afrontaría vendría de mis perseguidores. Seguramente no tenía que preocuparme de morir de hambre, deshidratación, o exposición.

– ¿Dónde está su ropa? -bufó Winsloe.

Patiné antes de estamparme en la espalda de Winsloe. Emergiendo de mi ensueño, parpadeé y miré alrededor. Estábamos de pie al lado de un árbol embellecido con pedazos de plástico naranja fluorescente.

– Este es el punto de liberación dos -dijo Winsloe.

– Sí, señor -dijo uno de los guardias delanteros, sacado un mapa de su bolsillo y extendiéndolo.

Winsloe golpeó el mapa en tierra-.Yo no estaba preguntando. Yo estaba diciéndolo. Sé que este es el punto de liberación dos. Quiero saber si ustedes, so idiotas, lo saben. ¿Es aquí dónde liberaron a Lake?

La mandíbula del guardia se apretó, pero su voz permaneció respetuosa -Por supuesto, señor.

Winsloe se giró hacia mí -Tiene que desnudarse para transformarse en lobo, ¿verdad? Debe hacerlo o rasgarían su ropa, ¿cierto?

Asentí con la cabeza.

– De un modo u otro, debería haber ropa aquí. ¿Dónde está?

Hice el movimiento para mirar alrededor, aunque yo podía decir con una simple inspiración que Lake no había dejado nada -Si no están aquí, entonces él no ha cambiado de forma.

Winsloe giró hacia uno de los guardias de atás -Pendecki. Revisa los puntos de control.

El guardia a mi espalda llevaba puesto un cinturón cubierto de aparatos, con alambres que lo conectaban a una batería. Tranquilamente sacó un aparato y chasqueó un interruptor. El dispositivo chispeó, hubo un parpadeo de luces rojas, como uno de esos juegos de vídeo portátiles.

– El objetivo ha pasado los puntos de control cinco y doce, señor.

– Tenemos el objetivo a las cinco -dijo Winsloe.

– Sí, señor. El punto de control cinco tiene una cámara con censor de movimiento y…

– ¡Estoy preguntando! ¡Lo digo! -dijo Winsloe-. ¡Muéstrame la maldita cinta!

Aún tranquilo, Pendecki sacó otro aparato, desató el alambre de conexión, y se lo ofreció a Winsloe, quien se lo arrebató con una maldición. La expresión de Pendecki no cambió. Estaba acostumbrado a tratar con Winsloe o había trabajado con hombres como él antes. Los otros tres guardias no estaban tan tranquilos bajo presión. Uno de los guardias de adelante había comenzado a sudar. El otro golpeaba los dedos del pie contra la tierra como si intentase mantenerse caliente. El compañero de Pendecki estaba de pie, inmóvil, tenso por el problema.

Winsloe sostenía una pequeña pantalla en blanco y negro. Por el rabillo del ojo, observé mientras él aporreaba los diminutos botones. Una cinta se rebobinó y paseó de nuevo, mostrando unos pocos segundos de vídeo infrarrojo. Un brazo y una pierna aparecieron en la pantalla, luego desaparecieron. Winsloe golpeó los botones y lo miró otra vez.

– Él no es un lobo -dijo, levantando la cabeza-. ¿Puede alguien decirme por qué no es un lobo?

Por supuesto, nadie podía. Excepto yo. Esperé hasta que todos los ojos se giraron en mi dirección, luego dije -Muchos de los werewolves que no pertenecen a la Manada no puede cambiar a voluntad -Incluso mientras las palabras salían de mi boca las lamenté. Conducían a otra pregunta dolorosamente obvia.

– Que no pertenecen a la Manada -dijo Winsloe-. Entonces Lake no puede cambiar de forma cuando quiere. Pero tú puedes.

– Eso depende de…

– Por supuesto que puedes -dijo Winsloe-. Vi la cinta.

Comprendí entonces por qué estaba aquí yo. Había asumido que Winsloe me había invitado para impresionarme con su juego, jactarse de un cazador a otro. Tal vez eso era parte de ello. Pero había una razón más profunda por la que me había contado acerca de sus aparatos, trampas y armas, pero no me había dejado acercarme a su mapa. Me estaba advirtiendo. Si yo me portaba mal, si lo disgustara, este sería mi destino. Matasumi podría no ser capaz conmigo, pero Winsloe se ocuparía. Era joven, rico y poderoso. La satisfacción retardada no estaba en su vocabulario. Ahora mismo, él deseaba una caza. Si Lake no podía proporcionarla, yo podría.

Sentí mi labios moverse, las palabras saliendo. Traté de persuadirme de que lo que dije después nacía de mi voluntad de sobrevivir. Pero no se sentía de esa forma. Parecía cobardía. No, peor aún que cobardía. Parecía una traición.

– Él Cambiará si está asustado.

Winsloe sonrió, mostrando todos los dientes -Entonces vamos a asustarlo.

FRACASO

– Punto de control ocho hace cuatro minutos -dijo Pendecki.

Winsloe echó un vistazo por sobre su hombro hacia mí, el entusiasmo infantil volvía a sus ojos -Así que ya sabes, no uso el rastreo de los puntos de control cuando cazo. No es muy deportivo, camarada. El sistema de cámara ni siquiera fue mi idea. Tucker insistió en ello. ¿Conoces a Tucker? ¿El guardia principal?

Asentí con la cabeza, mis dientes castañeteaban. Me dije que no hacía frío, pero no podía dejar de temblar.

– Militares de la vieja escuela. Tan rígidos que ni siquiera se puede contar con perros. Después de que el chamán se fugó, él supuso que necesitábamos estas cámaras en el camino. Más tarde, cuando atrapamos a Lake, decidí que las cámaras podrían ser prácticas en mis cazas. Como dije, no las usamos para rastrear, sino para asegurarme que él se mantiene dentro del perímetro del campo de entrenamiento. Tenemos millas para correr antes de alcanzar el límite de la propiedad, pero imagino que los werewolves son monstruos que podrían ser capaces de correr bastante lejos.

– ¿Y si realmente consigue llegar tan lejos? ¿Le dejarás ir?

– Oh, seguro. Cien metros más allá del perímetro es libertad. Esa es mi regla. Por supuesto con estas cámaras, nos aseguramos más o menos que nunca llegará tan lejos.

– Punto de control doce, señor. Lamento interrumpir, y estamos bastante cerca para que no haya ninguna tardanza en la señal.

– ¿Él sólo lo pasó?

– Afirmativo.

Winsloe sonrió abiertamente-.Aprieta el paso, entonces.

Como grupo, trotamos a lo largo del camino.

– Punto de control doce otra vez, señor.

– Rodeando -festejó Winsloe-. Perfecto. Buen perrito. Espera ahí mismo.

– Subimos a doce…

Winsloe levantó su mano para que nos detuviéramos. Su cabeza se balanceaba en la oscuridad. Entonces señaló al nordeste, donde yo podía oler a Lake a aproximadamente setenta pies de distancia. La maleza chisporroteó. La sonrisa de Winsloe se ensanchó. Metió la mano en su chaqueta. Con su otra mano, hizo una compleja serie de movimientos. Los guardias asintieron con la cabeza. Los dos de adelante levantaron sus rifles. Los dos de atrás silenciosamente estuvieron pusieron los suyos sobre la tierra y sacaron sus pistolas de debajo de sus abrigos. Winsloe sacó una granada de su chaqueta. Se dio vuelta hacia mí con una sonrisa y un guiño, como si no hubiera estado contemplando mi muerte sólo minutos antes.

Winsloe sacó el seguro de la granada y la lanzó por el aire. En el momento en que la liberó, los guardias de la retaguardia corrieron, en sentidos contrarios, alrededor del camino de la granada. Los guardias delanteros apuntaron sus rifles más lejos. Cuando la granada detonó, los guardias hicieron fuego. El bosque explotó con la capacidad armamentística.

– Corre, hijo de puta, corre -rió Winsloe. Me sonrió abiertamente-. ¿Crees que eso lo asustará?

– Si no lo mató…

Winsloe rechazó mi pesimismo, luego hizo una pausa y sonrió abiertamente -¿Oyes eso? Se está moviendo. Silencio, muchachos. Tenemos un corredor.

***

El caos siguió a esto. Al menos para mí esto era el caos. Seis humanos corriendo medios ciegos a través del espeso bosque tras un werewolf aterrorizado no era mi idea de una búsqueda elegante. Mientras más corríamos, más ruido levantábamos, más asustábamos a Lake, y más corría él. Un círculo vicioso que se terminó sólo cuando Winsloe se detuvo, jadeando y apoyándose contra un árbol.

– Tengo que darle una posibilidad para cambiar forma -respiró con dificultad Winsloe.

– Buena idea, señor -dijo Pendecki, la oscuridad escondiendo el destello sarcástico en sus ojos de todos excepto de mí.

Winsloe se dobló por la cintura, jadeando-.¿Está el aire más espeso aquí?

– Podría ser, señor.

¿Habíamos subido una colina? Hmmm, no puedo decir que lo noté.

– De este modo, ¿Él cambiaría de forma ahora? -me preguntó Winsloe.

– Debería -dije.

Si no está totalmente agotado, pensé. Con suerte, después de la carrera inicial y esta persecución, Lake estaría demasiado agotado para Cambiar. ¿Por qué esperaba esto? Porque no quería que Winsloe consiguiera su caza. Quería que este juego fuera tan decepcionante como los demás. Si Lake no daba a Winsloe el subidón de adrenalina que deseaba, Winsloe abandonaría a los werewolves como su teóricamente “última” presa y buscaría en otra parte, tal como lo había tenido que hacer después de cazar una bruja y un medio demonio. Si Lake llenara las expectativas de Winsloe, él registraría pronto las otras celdas en busca de otra víctima y, siendo como era la única werewolf restante, no era difícil adivinar en qué lugar recaería su atención. Le gustaría comerme en una tarta y realizaría de un tirón todas sus fantasías, aunque yo sospechaba que Ty Winsloe ponía mas variedad en sus conquistas de caza que en su vida sexual.

Un gemido atravesó los árboles. Winsloe dejó de jadear y levantó la cabeza. Otro gemido, profundo, dolorido. Los pelos de mis brazos se elevaron.

– ¿Viento? -articuló Winsloe.

Pendecki sacudió su cabeza.

Winsloe sonrió abiertamente y nos hizo señas hacia el ruido. Nos arrastramos por el bosque hasta que uno de los guardias de adelante levantó su mano y señaló. A través de los matorrales, algo pálido parpadeaba. Inhalé, luego ahogué un grito ahogado. El olor apestoso del miedo y el pánico inundó el claro, un olor tan fuerte que me pregunté si Lake había perdido el control de sus entrañas.

Winsloe se puso en cuclillas y avanzó poco a poco.

– No -siseé, agarrando la espalda de la chaqueta de Winsloe-. Él está Cambiando.

Winsloe sólo sonrió abiertamente-.Lo sé.

– No quieres ver esto.

La sonrisa se ensanchó-.Sí, quiero.

Una de los guardias anónimos enterró su rifle en mi brazo, golpeando mi mano puesta en la chaqueta de Winsloe. Me di vuelta para fulminarlo con la mirada, pero él ya me había adelantado, alcanzando a Winsloe. Me puse en cuclillas y esperé que detuviera a Winsloe. En vez de eso, el guardia dio vueltas alrededor de él y quitó un haz de vegetación que ocultaba a Lake.

– ¡Jesucristo! -gritó el guardia, saltando sobre sus pies-. ¡Qué mierda…!

A la vez que saltaba, había sacado el helecho de raíz, exponiendo el claro. Una mancha borrosa de carne pálida destelló desde dentro, luego un chillido que hizo mis dientes castañetear. Lake rodaba sobre la tierra, piernas en alto, protegiendo su bajo vientre. Durante un momento, él se movió demasiado rápido como para que alguien viera más que la piel. Entonces se quedó inmóvil y todos vieron más. Mucho más.

Un hocico sin pelos ni labios sobresalía del medio de la cara de Lake, su nariz aún humana grotescamente pegada encima, las fosas nasales llameaban amplias. Sus ojos estaban a los lados de su cabeza en el lugar en que sus oídos humanos deberían haber estado. Sus oídos habían crecido, pareciéndose a los de un murciélago, parados a mitad de camino en la parte superior de su cráneo. Una débil piel palmeaba los dedos de sus manos y sus pies. Un desnudo pedazo de cola se movía entre sus piernas. La rebanada que yo había cortado de su pierna se veía brillante y rosada donde su piel se había estirado hasta el límite de rasgar las costras. Su espalda estaba encorvada y enroscada, su cuello hundido y su cabeza inclinada hacia su pecho.

– ¿Qué mierda le pasó? -gritó el guardia, todavía retrocediendo, su mano yendo a su arma.

La furia me llenó. Esto no era algo que nadie debería ver, la parte más privada de la vida de un werewolf. Este era un werewolf en su momento más vulnerable, desnudo y horrible, un verdadero monstruo, pero desnudo de incluso los medios más básicos de autodefensa. Callejero o no, en aquel momento, Lake era más cercano a mí que estos humanos malhadados y apestosos.

– Está Cambiando -gruñí-. ¿Qué demonios pensaste que parecía?

– No esto -dijo Winsloe, mirando fijamente como un niño ante un espectáculo de monstruos de carnaval-. Mierda santa. ¿Puedes creer esto? Es lo más asqueroso…

El hocico sin labios de Lake se torció en un bramido de dolor. El guardia apuntó su rifle hacia el claro y pinchó a Lake.

– ¡Detengan esto! -Grité, volviéndome hacia el guardia-. Atrás y déjenlo terminar.

Lake se retorció sobre su espalda, sus manos cruzadas protegiendo sus órganos vitales. El guardia empujó su arma hacia delante otra vez. Pendecki se abalanzó sobre él y agarró el arma.

– Ella tiene razón -dijo Pendecki-. Si quiere su caza, señor, yo sugeriría que hiciéramos lo que ella dice. Volvamos y dejémoslo terminar… independiente de lo que haga.

Winsloe suspiró -Supongo eso. Pero algún día tengo que ver eso.

– Espere unos días -dije-. Puede mirar a Sondra Bauer pasar por ello.

– Si vive -Él suspiró, no por la perspectiva de la muerte de su colega, sino porque la idea de su muerte inminente arruinaba su posibilidad de ver un Cambio de werewolf-.De acuerdo. Dejemos de molestar al bruto, Bryce. Media vuelta, muchachos. Retrocedamos.

Pendecki y los otros dos guardias volvieron al claro. Bryce no hizo caso de la orden, pero Winsloe no lo notó, su atención absorbida en el espectáculo ante nosotros. Mientras Lake se mantenía inmóvil curvado en posición fetal, su carne comenzó a retorcerse, como si serpientes estuvieran atrapadas bajo su piel. El pelo brotó, levantándose en una línea recta desde su muñeca hasta su hombro.

– ¡Jesús! -dijo Winsloe.

El pelo se retrajo y Lake convulsionó, gimiendo.

– Regresen -siseé-. Él no puede…

Winsloe agitó una mano pidiendo silencio y avanzó poco a poco. La cabeza de Lake giró como loca, tratando de mirar a Winsloe desde ambos ojos tan separados al mismo tiempo. Su espalda se arqueó y filas idénticas de músculos saltaron de su cuello, engrosándolo a dos veces su anchura. Los tendones pulsaron, crecieron, se encogieron, crecieron, se encogieron. El Cambio se detuvo allí, sólo los músculos del cuello moviéndose desde humano a lobo y de vuelta otra vez.

– ¿Qué va mal? -preguntó Winsloe, no quitándole el ojo a Lake.

Lake estaba pegado entre formas. No le dije esto a Winsloe. No me atreví a abrir mi boca por miedo de que, si me moviera en lo más mínimo, tendría que agarrar a Winsloe por los hombros y arrojarlo en los arbustos, lo cual me ganaría una bala de los guardias. Cuando miré a Lake, recé para que el asimiento se terminara. Que le permitiera volverse lobo o humano. Algo. Cualquier cosa. Él era un maldito, ¿pero morir así? Mis tripas estaban congeladas de sólo pensarlo. La pesadilla subconsciente de cada werewolf debía ser quedarse pegado entre formas, atrapado en ese cuerpo monstruoso, deforme, incapaz de cambiar hacia una u otra forma. El horror más espantoso.

Lake rodó de un lado a otro, jadeando y sudando y haciendo sonidos de dolor horrorosos. Sus músculos se sacudían y hacían espasmos al azar. Sólo su cuello cambiaba de formas, los tendones creciendo y encogiéndose. Tuvo una enorme convulsión, y cayó sobre su costado. Mirándome directamente. Me di vuelta.

– Déle un tiro -dije tranquilamente.

– ¿Qué mierda? -Winsloe trepó para fulminarme con la mirada-. ¿Quién da las órdenes aquí? Tú no me dices qué debo hacer. Nunca.

– Él está atrapado -dije-. No puede terminar y no puede volver atrás.

– Esperaremos.

– Eso no va a…

– Dije, esperaremos.

– Entonces retrocedamos -Me obligué a añadir-, Por favor. Déle un poco de privacidad.

Winsloe gruñó y me lanzó otra mirada letal, pero gesticulo hacia los demás para que retrocedieran, aunque los otros tres guardias ya estaban a diez metros de la espesura. Bryce no pudo resistir un último golpecito. Cuando él empujó su rifle hacia adelante, las manos de Lake volaron a sus costados.

– ¡Mira…! -Comencé.

Con un chillido inhumano, Lake se levantó sobre sus brazos y se arrojó a sí mismo contra Bryce. El guardia disparó. Lake chilló y cayó hacia atrás, golpeó la tierra, y pasó rozando la maleza, dejando un rastro de sangre en su camino como una babosa.

– ¿Qué demonios haces? -bramó Winsloe-. ¡Le disparaste!

– Él atacó…

– ¡Regresa! -gritó Winsloe, escupiendo saliva-. Todos ustedes. Regresen. ¡Ahora!

La maleza crujió. Todos brincaron. Bryce y otro guardia levantaron sus armas.

– ¡Armas abajo! -dijo Winsloe-. ¡Dejen las malditas armas!

Nos congelamos y escuchamos el silencio. El olor de Lake estaba en todas partes. Giré mi cabeza, sintiéndome en casa al olerlo.

– Bien -dijo Winsloe, inhalando profundamente-. Bien, fue una maldita cosa. Ahora, esto es lo que vamos a hacer, y si oigo un maldito disparo más, mejor para mí. Es…

Los arbustos explotaron. Bryce levantó su rifle.

– ¡No te atrevas a hacerlo! -gritó Winsloe.

El cuerpo deforme de Lake voló por el aire. Dos tiros sonaron. Me caí. La tierra se estremeció una vez, luego dos veces más. Un gemido. Un gemido muy humano. Levanté mi cabeza para ver a Bryce a mi lado en la hierba, su cabeza de costado, sus ojos fijos en los míos. Su boca se abrió. La espuma sangrienta burbujeó. Tosió una vez. Entonces se quedó quieto. Quité mi mirada de sus ojos muertos y miré alrededor. Lake estaba a mi otro lado, tenía un agujero sangriento en su frente.

Luché para ponerme de pie, tratando de entender como Lake podría haber matado a Bryce tan rápidamente. Cuando estuve de pie, vi el agujero de bala en el pecho de Bryce. Detrás de él, Winsloe arrojó su pistola al suelo.

– ¿Puedes creerlo? -gritó-. ¿Puedes creerlo? Ordené que no disparara. Una orden directa. Él mató a mi werewolf. Él le pegó un tiro a mi werewolf.

Sólo Pendecki se movió, pero sus miembros no coordinaban. Cayó torpemente, se arrodilló al lado del cadáver de Bryce, sus dedos temblaban cuando sintió su pulso.

– ¡Maldito estúpido! -gritó Winsloe al cielo. Apretó sus puños a sus costados, su cara purpúrea de rabia. Avanzó y le dio una patada al cuerpo de Bryce-. Ordené que no disparara. ¿Oyó alguien que yo ordenaba que no hicieran fuego?

– S-sí, señor -dijo Pendecki.

Winsloe giró hacia mí. Mi corazón se detuvo.

– Llévensela de aquí -dijo-. Llévala de vuelta a su jaula de mierda. Ve. Todos ustedes. Salgan de mi maldita vista antes de que yo… -avanzó a zancadas al lugar donde estaba su pistola en la hierba.

Estuvimos fuera de su vista antes de que se diera vuelta.

ENFERMERA

Yo era la siguiente.

Cuando los guardias me devolvieron a mi celda, me senté en el borde de la cama y no me moví durante tres horas. La caza de Winsloe había sido un desastre más grande lo que yo podría haber soñado. Era lo que yo había querido, ¿verdad? En el bosque me había parecido todo tan claro. Si la caza fallara, yo estaría segura. Pero no estaba segura. Era la siguiente.

Había razonado que si Winsloe no consiguiera lo que quería de Lake, lo dejaría. Me había equivocado. Esta noche no había sido una desilusión menor para Winsloe. Había sido un fracaso. Un abyecto fracaso. ¿Cómo reaccionaría él a esto? ¿Enojándose, pisando fuerte, asesinando un guardia, y avanzar a una nueva fuente de diversión? Seguro. Ese era justo el tipo de reacción al fracaso que habría ayudado a Winsloe a construir una de las corporaciones más grandes en el sector informático. No, este “revés” no detendría a Winsloe. Para la gente como Tyrone Winsloe el fracaso no era un obstáculo a ser vencido, sino que era algo que destruir y hacer volar en la estratosfera, destruir tan a fondo que no dejara ni siquiera una marca en su orgullo. Habiendo fallado -y fallado ante un público de seres inferiores- él retrocedería, analizaría la situación, la fuente de su fracaso, lo arreglaría, y empezaría desde el principio. Cuando hubiera determinado lo que había salido mal y se hubiera asegurado que no pasara otra vez, vendría por mí. No podía esperar a ser rescatada. Tenía que actuar.

Ahora, esto tenía perfecto sentido, esto de entrar en acción. Pero había perdido los últimos tres días holgazaneando en mi celda ignorando absolutamente buenas salidas de fuga. Si supiera cómo salir, lo habría hecho. Mi único plan había sido congraciarme con Bauer. Gran plan, realmente, excluyendo el pequeño problemilla de ella convirtiéndose en werewolf y muriendo. De acuerdo, ella no estaba muerta aún, pero aun si se recuperara, no estaría en condiciones de ayudarme. ¿O sí? Yo no había mentido a Carmichael cuando le había dicho que no podía ayudar a Bauer. Pero Jeremy podría. Si pudiera comunicarme con él, tal vez podría salvar la vida de Bauer, y si salvara su vida, tal vez ella se sentiría bastante endeudada conmigo como para ayudarme. Demasiados síes y quizás en ese plan, pero era todo lo que tenía.

Formulé mi curso de la acción con un detallismo lógico que medio me impresionó y medio me asustó. Sentándome en la cama, mirando el reloj digital pasar los minutos, luego horas, y no sentí nada. Absolutamente nada. Recordé el rechazo de Clay y no sentí nada. Recordé Bauer hundiéndose la jeringuilla en el brazo y no sentí nada. Recordé a Lake atrapado en su Cambio, el guardia muerto a mi lado, la rabia frustrada de Winsloe. De todos modos no sentí nada. Dos y treinta, tres, tres y treinta. El paso del tiempo absorbía cada partícula de mi atención. A las cuatro avancé con mi plan. Las cuatro y treinta miré el reloj y comprendí que una media hora había pasado. ¿Dónde se había ido? ¿Qué había hecho yo? no importaba. Nada importaba, realmente. Jeremy y Paige dormirían. No debía molestarlos. Las cinco. Tal vez debería tratar de ponerme en contacto con Paige. Mantenerle preparada para el consejo de Jeremy mientras los guardias traían mi desayuno. De todos modos, tomaba esfuerzo. Tanto esfuerzo. Era mucho más fácil mirar el reloj y esperar. Todo el tiempo del mundo. Cinco y treinta. Quizás Jeremy se levantaría ya. No querría despertarlo. No era realmente importante. Podría intentarlo, sin embargo. Podría llevar un rato conseguir que Paige me asiera. No tenía sentido retrasarlo. A las seis. ¿Seis…? ¿Dónde…? No importa. Hagamos un intento.

Lo intenté. Nada pasó. Por supuesto nada pasó. ¿Qué me hacía pensar que algo sucedería? No era yo la que contaba con capacidades telepáticas. Nunca se me ocurrió este pensamiento. Mentalmente llamé a Paige, y cuando ella no contestó, pensé, “¡Eh!, que extraño”, y lo seguí intentando. Bien, entonces mi cerebro no trabajaba con todos los cilindros. En las últimas dieciocho horas había sido rechazada por mi amante, vi mi única esperanza de libertad convertirse en un werewolf, y descubrí que el inversionista principal en este proyecto era un psicópata con un fetiche por las mujeres atléticas y caza de monstruos. Tenía derecho a hacer volar algunos de mis circuitos mentales.

Finalmente acepté que no podía ponerme en contacto con Paige. Entonces esperé a que ella se pusiera en contacto conmigo. Y esperé. Y esperé. Vino desayuno. Lo ignoré. El desayuno se fue.

A las nueve y treinta, Paige trató de ponerse en contacto conmigo. O creo que lo hizo. Comenzó con un dolor de cabeza, como el día anterior. A la primera punzada de tensión, había saltado de la cama, me estiré, cerré mis ojos, y esperé. Nada pasó. El dolor de cabeza disminuyó, desapareció, luego volvió una media hora más tarde. Todavía estaba en la cama, con miedo incluso de cambiar de posición por miedo a bloquear la transmisión de Paige. Nuevamente, nada pasó. Me relajé. Imaginé abrirme, imaginé dirigirme a Paige, imaginó cada trozo posible de imágenes conducentes que pude. No fue tanto cuando el desnudo susurro recompensó mis esfuerzos.

¿Y si Paige no pudiera ponerse en contacto conmigo? ¿Y si no fuera bastante fuerte, si la vez pasada hubiera sido una cosa de suerte? ¿Y si yo hubiera bloqueado cosas cuando había cortado por descuido la unión? ¿Y si, ahora mismo, alguna parte profunda de mi psique resistiera al contacto, aterrorizada por el rechazo adicional? ¿Y si el daño fuera permanente? Y si fuera solo… ¿para siempre?

No, no era posible. Paige volvería. Encontraría una forma, y yo hablaría con Jeremy y todo estaría bien. Esto era temporal. Tal vez ella no había estado tratando de ponerse en contacto conmigo. Tal vez yo sólo tenía un dolor de cabeza, completamente comprensible dadas las circunstancias.

Paige volvería, pero yo no me quedaría holgazaneando mientras esperaba. La acción era la única cura para el pánico. Tenía un plan. Sí, sería más fácil si tuviera el consejo de Jeremy, pero podría comenzar sola. Todo lo que tenía que hacer era recordar mi propia transformación metiendo mano en lo más profundo, las grietas que con más cuidado había suprimido de mi psique y sacar los recuerdos del Infierno. Ningún problema.

Dos horas más tarde, empapada de sudor, salí sin mis recuerdos. Durante los veinte minutos siguientes, me senté en el borde de la cama, reuniendo los pedazos de mí misma. Entonces fui y me duché. Estaba lista.

***

Durante el almuerzo dije a los guardias que quería ver a Carmichael. No respondieron. Nunca me hablaron más de lo necesario. Una media hora más tarde, cuando había comenzado a sospechar que no habían hecho caso de mi petición, volvieron con Matasumi. Esto complicaba mi plan. Mientras Matasumi parecía querer ayudar a Bauer, él no estaba inclinado a hacer algo así a costa sacarme de mi jaula. Si hiciera lo que quería, no creo que los cautivos pudieran poner un pie fuera de sus celdas a partir del momento en que eran capturados hasta que alguien viniera para sacar a la res muerta.

Finalmente, persuadí Matasumi a llevarme arriba, a condición de que fuera esposada, con cadenas en las piernas, y fuera acompañada por un grupo de guardias que me impidieran ponerme a menos de diez metros de Matasumi. En el hospital Matasumi me dejó para que encontrara Carmichael. Tres guardias me escoltaron dentro mientras los demás bloqueaban la salida por la sala de espera.

Bauer yacía en la primera cama. Al lado de ella, Tess leía una novela de misterio en edición rústica y cuidaba sus cutículas. Cuando Tess me vio, se sacudió alarmada, luego notó los guardias y se conformó con arrebujarse en el respaldo antes de reanudar la lectura.

En la cama de hospital, Bauer pareció incluso más regia y tranquila que en vida. Su pelo rubio oscuro se dispersaba a través de una almohada blanca prístina. Las líneas finas alrededor de sus ojos y boca habían desaparecido, desaparecido en el rostro de alguien de la mitad de su edad. Sus ojos estaban cerrados, sus pestañas descansaban contra la blanca piel impecable. Sus labios plenos se torcían en la más débil de las sonrisas. Absolutamente quieta, tranquilo, y etéreamente hermosa. En resumen, ella parecía muerta.

Sólo la elegante subida y caída de su pecho me decía que no era demasiado tarde, que ellos no habían puesto a Bauer allí para una autopsia. De todos modos, el impulso de felicitar al cosmetólogo mortuorio era casi aplastante. Casi. Guardé mis comentarios para mí. De alguna manera dudaba que mi auditorio los apreciara.

– Pacífica -la voz de Carmichael dijo detrás de mí.

– Ella no está encadenada -dije cuando Carmichael caminó alrededor de la cama y agitó a Tess.

– Los costados de la cama son bastante altos para prevenir accidentes.

– No del tipo que estoy pensando. Ella necesita cadenas en las piernas y brazos. Las mejores que pueda encontrar.

– Ella duerme profundamente. No…

– Encadénela o me marcho.

Carmichael dejó de comprobar el pulso de Bauer y alzó la vista bruscamente -No me amenaces, Elena. Has admitido frente al Doctor Matasumi que puedes ayudar a Sondra, y vas a hacerlo, sin condiciones. Al primer signo de una reacción violenta, la encadenaré.

– No será capaz de hacerlo.

– Entonces los guardias lo harán. Quiero que ella esté cómoda. Si esto es todo lo que puedo hacer, entonces está bien.

– Nobles sentimientos. ¿Alguna vez se ha preguntado cuán cómodos estamos en el bloque de celdas? ¿O no contamos? No siendo humano y todo eso, supongo que no estamos cubiertos por el juramento Hipocrático.

– No comience esto -Carmichael reanudó su revisión de las señales de vida de Bauer.

– Tiene sus motivos para hacer esto, ¿verdad? Motivos buenos, morales. Como todos los demás aquí. ¿Puedo adivinar el suyo? Veamos… descubrir brechas médicas inimaginables que beneficiarán a toda especie humana. ¿Estoy cerca?

La boca de Carmichael se apretó, pero mantuvo sus ojos en Bauer.

– Wow -dije-. Buena conjetura. ¿Entonces justifica el encarcelamiento, la tortura, y la matanza de seres inocentes con las esperanzas de crear una superraza humana? ¿Dónde consiguió su licencia, Doctora? ¿Auschwitz?

Su mano se apretó alrededor del estetoscopio, y pensé que iba a lanzármelo. En vez de eso, lo agarró hasta que sus nudillos se blanquearon, entonces inhaló y miró por delante de mí a los guardias.

– Por favor devuelvan a la Sra. Michaels… -Ella se detuvo y giró su mirada hacia la mía-. No, esto es lo que quieres, ¿verdad? Ser devuelta a tu celda, aliviada de tus obligaciones. Bien, no lo haré. Vas a decirme como tratarla.

El cuerpo de Bauer estaba tieso. Un temblor la recorrió. Entonces sus brazos volaron, golpeando con fuerza. Su espalda se arqueó contra la cama, y comenzó a convulsionar.

– Agarra sus piernas -gritó Carmichael.

– Encadénenla.

Las piernas de Bauer volaron, una rodilla golpeó a Carmichael en el pecho cuando ella se inclinó para dominarla. Carmichael voló hacia atrás, el aire escapó de sus pulmones, pero ella rebotó en un segundo y se lanzó sobre el torso de Bauer. Los guardias trotaron a través del cuarto y se dispersaron alrededor de la cama. Uno agarró los tobillos de Bauer. Sus piernas convulsionaron, y él perdió su agarre, cayendo hacia atrás y volcando un carro al suelo. Los otros dos guardias se miraron el uno al otro. Uno tomó su arma.

– ¡No! -dijo Carmichael-. Es sólo un movimiento. ¡Elena, agarra sus piernas!

Me alejé de la mesa -Encadénala.

La parte superior del cuerpo de Bauer se alzó, lanzando a Carmichael al suelo. Bauer se sentó derecha, luego sus brazos volaron, haciendo en un círculo perfecto. Cuando pasaron por sobre su cabeza, no viraron de curso para volver a la normalidad de postura. En vez de eso, se fueron directamente hacia atrás. Hubo un doble chasquido de hombros dislocados.

Carmichael agarró las correas delgadas que colgaban de los lados de la cama. Estuve a punto de decirle que Bauer debía ser retenida con algo diez veces más fuerte, pero yo sabía que había ido ya demasiado lejos, convirtiendo esto en una lucha de voluntades que la doctora no perdería. El guardia que había agarrado las piernas de Bauer dio un paso tentativo hacia delante.

– ¡Regresa! -Gruñí.

Caminé hacia los pies de la cama, ignorando los esfuerzos frenéticos de Carmichael para atar las restricciones de la cama, prestando atención sólo a los movimientos de las piernas de Bauer. Cuando pasé el carro volcado, recogí dos rollos de vendas. Conté los segundos entre las convulsiones, esperé la próxima para acercarme, luego agarré los tobillos Bauer con una mano.

– Toma esto -dije, lanzando un rollo de venda al guardia más cercano-. Ata una punta a su tobillo, la otra a la cama. No lo hagas apretado. Romperá sus piernas. Muévete rápido. Tienes veinte segundos.

Mientas hablaba, até la pierna izquierda de Bauer al pilar de cama, dejándole bastante espacio para moverse sin hacerse daño a sí misma. Carmichael recogió otro rollo de venda del suelo y cogió los brazos de Bauer, esquivando como un vuelo torpemente.

– Cuenta… -comencé.

– Lo sé -escupió Carmichael.

Logramos atar los brazos de Bauer, sus piernas, y torso sueltos a la cama, ahora podría convulsionar sin hacerse daño. El sudor manaba de ella en riachuelos almizcleños, apestosos. La orina y la diarrea añadían su propio hedor al conjunto. Bauer tenía náuseas, vomitaba bilis verdosa, bajo su camisón de noche olía asqueroso. Entonces comenzó a moverse otra vez, su torso se arqueaba en un semicírculo imposiblemente perfecto fuera de la cama. Aulló, sus ojos cerrados hinchándose contra los párpados. Carmichael corrió a través del cuarto para traer una bandeja de jeringuillas.

– ¿Tranquilizantes? -Pregunté-. No puede hacer eso.

Carmichael llenó una jeringuilla -Ella sufre.

– Su cuerpo tiene que trabajar por esto. Los tranquilizantes sólo lo harán más difícil la próxima vez.

– Entonces, ¿qué esperas que haga?

– Nada -dije, dejándome caer en una silla-. Recuéstese, relájese, observe. Incluso tome notas. Estoy segura de que Doctor Matasumi no querría que ignorara una oportunidad educativa tan única.

***

Los estremecimientos de Bauer terminaron una hora más tarde. Para entonces su cuerpo estaba tan agotado que ni siquiera se estremeció cuando Carmichael fijó sus hombros dislocados. Alrededor de la hora de comer tuvimos otra minicrisis cuando la temperatura de Bauer se elevó. Otra vez, advertí a Carmichael contra todo, aparte de los procedimientos de primeros auxilios más benignos. Compresas frescas, agua entre sus labios resecos, y mucha paciencia. Tanto como fuera posible, el cuerpo de Bauer debía ser dejado en paz para trabajar en la transformación. Una vez que su temperatura cayó, Bauer durmió, que era la mejor medicina y la más humana de todas.

Cuando nada más pasó hasta las diez, Carmichael dejó que los guardias me llevaran de vuelta a mi celda. Me duché, me puse ropa, y dejé el cuarto de baño para encontrar que no estaba sola.

– Sal de mi cama -dije.

– ¿Largo día? -preguntó Xavier.

Le lancé mi toalla, pero él sólo se teletransportó a la cabecera de la cama.

– Delicada, delicada. Esperaba un saludo más hospitalario. ¿No son te has aburrido de hablar con humanos todavía?

– La última vez que hablamos, me dejaste “esposada” en un cuarto con un callejero enfurecido.

– No te llevé. Estabas allí.

Gruñí y agarré un libro del anaquel. Xavier desapareció. Esperé el brillo que presagiaba su reaparición, luego lancé el libro.

– Mierda -gruñó cuando el libro golpeó su pecho-. Aprendes rápido. Y llevas un buen rencor. No sé por qué. No parecía que no pudieras manejar a Lake. Yo estaba ahí. Si algo se hubiera descarrilado, podría haberlo detenido.

– Estoy segura que podrías.

– Por supuesto. Estaba bajo órdenes estrictas de no dejar que nada te pasara.

Agarré otro libro.

Xavier extendió sus brazos para rechazarlo-.Hey, vamos. Juego agradable. Vine aquí para hablar contigo.

– ¿Sobre qué?

– Lo que sea. Me aburro.

Resistí al impulso de lanzar el libro y lo puse de vuelta en el anaquel-.Bueno, siempre puedes convertirte en un werewolf. Parece ser la cura común para el tedio por estos lados.

Él se acercó más a la cama-.No bromees. ¿Puedes creer esto? Sondra, de toda la gente. No es que yo no pueda imaginar a un humano que quiera ser algo más, pero ella debe tener algún tornillo suelto para hacerlo de esa manera. Tiene que pasar, después de todo. Toda la exposición. Los complejos de inferioridad son inevitables.

– ¿Complejos de inferioridad?

– Seguro -Él captó mi expresión y puso los ojos en blanco-.Oh, por favor. No me digas que eres una de esos que piensa que los humanos y los sobrenaturales son iguales. Tenemos todas las ventajas de los seres humanos y más aún. Eso nos hace superiores. Mas aún, ahora piensa en esos humanos que, después de una vida de creer que están en lo más alto de la escala evolutiva, se dan cuenta que no lo están. Peor aún, descubren que podrían ser algo mejor. No pueden convertirse en medio demonios, por supuesto. Pero cuando los humanos vean lo que las otras razas pueden hacer, lo querrán. Es el putrefacto centro de todo este plan. No importa cuán altruistas sean sus motivos, finalmente todos querrán un pedazo. El otro día…

Él se detuvo, echó un vistazo al cristal de dirección única como si comprobara que no hubiera fisgones, luego desapareció durante un segundo y reapareció-.El otro día, fui a la oficina de Larry, y ¿Sabes lo que hacía? Practicaba hechizos. Ahora, él dice que conducía una investigación científica, pero sabes que eso es un montón de mierda. Sondra es sólo el principio.

– Entonces, ¿qué vas a hacer acerca de esto?

– ¿Hacer? -Sus ojos se ensancharon-. Si la raza humana está intentando destruirse a sí mismo, es su problema. Mientras que me paguen en grandes dólares por ayudar, soy un tipo feliz.

– Simpática actitud.

– Honesta actitud. Entonces dime…

La puerta hizo clic y él se detuvo. Una vez abierta, dos guardias entraron, conducidos por un hombre uniformado más viejo con un corte de pelo al rape y perforantes ojos azules.

– Reese -le gruñó a Xavier-. ¿Qué haces aquí?

– Sólo manteniendo a nuestros presidiarios felices. Los femeninos al menos. Elena, este es Tucker. Él prefiere que le digan Coronel Tucker, pero su nivel militar es un poco truculento. Pasar por consejo de guerra y todo eso.

– Reese… -comenzó Tucker, luego se detuvo, se enderezó, y se giró hacia mí-. Usted es requerida arriba, señorita. La doctora Carmichael pidió por usted.

– ¿Está bien la Sra. Bauer? -Pregunté.

– La doctora Carmichael nos pidió llevarle.

– Nunca esperes una respuesta directa de los ex-militares -dijo Xavier. Saltó de la cama-. Te llevaré arriba.

– No necesitamos tu ayuda, Reese -dijo Tucker, pero Xavier me había empujado ya hacia la puerta.

Cuando pasé frente a la celda de Ruth, noté que estaba vacía.

– ¿Ruth está bien? -Pregunté.

– ¿Nadie te contó? -dijo Xavier-. Oí que le habías hecho una sugerencia a Sondra antes de que ella se lanzara a la locura.

– ¿Sugerencia? Oh, claro. Para que Ruth visitara a Savannah. ¿Ellos la dejaron?

– Todavía mejor. Ven a mirar.

Xavier encabezó la fila hacia las celda.

CRISIS

– La doctora Carmichael la quiere arriba ahora -dijo Tucker.

Xavier siguió andando, de modo que lo seguí. Eché un vistazo en cada célula mientras pasamos. Armen Haig estaba sentado en su mesa leyendo una National Geographic. Leah dormía la siesta en la cama. La celda del sacerdote Vodú estaba vacía. ¿Lo habría Matasumi “removido” del programa? Temblé al pensarlo, otro recordatorio de lo que sucedería cuando los cautivos sobrevivieran a su utilidad.

Cuando pasamos delante de la celda de Savnnah, Xavier alcanzó la manija.

– No te atrevas -siseó Tucker, avanzando a zancadas hacia nosotros.

– Relájese, anciano. Le dará un ataque cardíaco.

– Estoy en mejor forma de que tú estarás alguna vez, muchacho. No lleves a esta… señorita a esa celda.

– ¿Por qué? ¿Teme lo que vaya a pasar? Cuatro seres sobrenaturales en un lugar. Imagine la concentración increíble de energía psíquica -dijo Xavier en una imitación pasable de Matasumi.

Xavier abrió la puerta. Savannah y Ruth estaban sentadas a la mesa, sus cabezas juntas mientras Ruth dibujaba líneas imaginarias sobre un tablero. Cuando la puerta se abrió, ellas se apartaron.

– Oh, sólo eres tú -dijo Savannah cuando Xavier entró-. ¿Qué pasa? ¿Ya no puedes atravesar más por las paredes? Debe ser una vergüenza, perder tu solitario y único poder.

– ¿No es un amor? -dijo Xavier, mirando hacia mí mientras Ruth hacía callar a Savannah.

Ignorando a la mujer más vieja, Savannah se paró y estiró el cuello para ver detrás de Xavier.

– ¿Quién está contigo? -preguntó.

– Una invitada -dijo Xavier-. Pero si no vas a ser agradable…

Savannah lo adelantó y miró hacia mí. Ella sonrió-.Tú eres la nueva, la werewolf.

– Su nombre es Elena, querida -dijo Ruth-. No es cortés…

– Un werewolf. Vamos eso es verdadero poder -dijo Savannah, lanzando una mirada a Xavier.

– Entra, Elena -dijo Ruth. Cuando lo hice, ella me abrazó-. ¿Cómo estás, querida?

– Sobreviviendo.

– Oí la cosa más horrible sobre esa pobre señorita Bauer…

– Entonces, ¿Qué pasa cuándo cambias a lobo? -preguntó Savannah-. ¿Duele? ¿Es espectacular? Vi esa película una vez, sobre werewolves, y el hocico salía directamente por la boca de ese tipo y rasgaba su cabeza…

– ¡Savannah! -dijo Ruth.

– Está bien -dije, sonriendo-. Pero no tenemos mucho tiempo. Ellos me llevan arriba -Eché un vistazo a Ruth-. ¿Va todo bien?

Ruth miró a Savannah. Una chispa de orgullo penetró su exasperación.

– Muy bien -dijo Ruth.

– Tucker se está agitando -dijo Xavier-. Deberíamos irnos.

– Tráela algún día -dijo Savannah, volviendo a su asiento-. Y trae barritas Mars también.

– Y recuérdame, ¿Qué debería obligarme hacerte esos favores? -dijo Xavier-. ¿Tu encanto ilimitado?

Savannah soltó un suspiro fingido, sus ojos centellearon con una astucia que era medio de niña, y medio de mujer-.Bien. Consígueme algunas barras de caramelo y jugaré al Monopolio contigo. Ya que te pones tan abuuuurrido.

– No creo que sea una idea tan buena, querida -susurró Ruth.

– Está bien -dijo Savannah-. Él realmente es un jugador como la mierda de malo. Podemos ganarle entre ambas.

Había todavía algo que yo tenía que decir a Ruth, pero no se me ocurría como hacerlo sin que Xavier oyera por casualidad. No me atrevía a pedir hablar con Ruth en privado. Incluso si yo pudiera, ¿Dónde encontraríamos intimidad en un cubo de cristal?

– Si tienes problemas ponte en contacto con Paige -dijo Ruth.

Brinqué y eché un vistazo a Xavier. Él todavía bromeaba con Savannah.

– No puede oírme -dijo Ruth-. No contestes en voz alta, sin embargo. El conjuro sólo sirve para mí. Sólo asiente con la cabeza.

Asentí con la cabeza.

Ruth suspiró -Tengo algo de temor. Le hablé ayer, pero cuando intenté hacerlo esta mañana, no pude ponerme en contacto contigo o con ella. Quizás es porque concentro demasiado de mi poder en la niña. No tenía idea de cuán poderosa podía ser Savannah. Su madre tenía un gran potencial, pero ella nunca cumplió con él. Demasiado indisciplinada. Demasiado inclinada hacia… cosas más oscuras. Con la formación apropiada, ésta podría ser… -Se detuvo-. Pero esto es asunto de brujas. No te aburriré con ello. Únicamente y por favor asegúrate que consigues contactar a Paige. Después de lo que estoy haciendo, Savannah no debe ser dejada sola. En cuanto a lograr el contacto nuevamente, trata de relajarte, querida. Ya funcionará. Si mi poder vuelve, me comunicaré con Paige yo misma y te traeré un mensaje.

– ¿…póker? -me preguntaba Savannah.

– ¿Hmmm? -Dije.

– Juegas al póker -dijo ella-. Xavier dice que él no jugará porque necesitamos una cuarta persona, pero creo que teme que será vencido por una chica.

– Buenas noches, Savannah -dijo Xavier, empujándome fuera de la celda.

– No de las barras Mars oscuras -gritó Savannah tras él-. Me hacen salir granos.

Xavier rió entre dientes y cerró la puerta. Tucker todavía estaba de pie en el pasillo, con los brazos cruzados.

– ¿Y? -le preguntó Xavier-. ¿Ves algún tipo de objeto volador no identificado? ¿Se derrumbaron las paredes?

Tucker sólo fulminó con la mirada. Xavier sonrió abiertamente y me condujo hacia la salida.

– ¿No crees en esa explicación de la energía psíquica? -Pregunté mientras caminábamos-. ¿Qué crees que es? ¿Un duende?

– ¿Du…? -comenzó él, entonces su labio se curvó-. Leah.

– Ella parece creer…

– Sé lo que ella piensa -Xavier abrió la puerta de seguridad-. Su teoría de duendes.

– ¡Allí estás! -llamó una voz.

Miré para ver Carmichael correr hacia nosotros.

– Tú -dijo a Xavier-. Debería haberlo adivinado. Pedí que Elena viniera hace más de veinte minutos.

– Si fuera una emergencia, habría ido usted misma -dijo Xavier.

– Es una emergencia ahora -Ella lo quitó de en medio-. Ve a hacer algo útil por una vez. Tal vez puedas ayudar…

Xavier desapareció. Carmichael suspiró y sacudió su cabeza, luego agarró mi codo y me empujó al elevador. Cuando avanzamos por el pasillo hacia el hospital, agarré unos pedazos de conversación tras una puerta cerrada. La insonorización amortiguaba las voces casi hasta el punto de oscuridad, incluso para mí. Una parecía ser Matasumi. El otro era desconocido, hombre con matices de un acento melodioso.

– ¿Vampiros? -dijo la voz desconocida-. ¿Quién le dio permiso para capturar un vampiro?

– Nadie tiene que darle el permiso -dijo Matasumi, su voz cercana a un susurro, aunque nadie excepto un werewolf pudiera oír a través de las paredes insonorizadas-. Con Sondra incapacitada, él comienza a lanzar sus dardos a otros lados. Quiere que usted nos diga donde podemos encontrar un vampiro.

“Él” tenía que ser Winsloe. ¿Y el segundo hombre? Bauer dijo que un hechicero les ayudaba a encontrar potenciales cautivos. ¿Este era el evasivo Isaac Katzen? Reduje la marcha para escuchar cuando pasamos por delante de la puerta.

– Pierde su tiempo con esto, Lawrence -dijo el hombre-. Sabe que lo hace. Tiene que dar marcha atrás. Dígale que no. Le di dos werewolves. Eso es bastante. Tenemos que apuntar a las razas más altas. Los Werewolves y los vampiros son brutos comunes, conducidos completamente por necesidades físicas. No tienen ningún objetivo más alto. Ningún uso más alto.

– Eso no es completamente cierto -dijo Matasumi-. Aunque yo estoy de acuerdo en que deberíamos concentrarnos en los hechiceros, los werewolves proporcionan perspectivas inestimables de la naturaleza del poder físico y sensorial. Un vampiro podría ser útil para…

– ¡Maldición! ¡No puedo creer esto! ¡Estás tan loco como Sondra! Seducido por…

Su voz se calmó cuando Carmichael me empujó por el pasillo. Pretendí tropezar, dándome tiempo para oír más, pero las voces se habían silenciado hasta que ya no pude detenerme más tiempo y tuve ques eguir a Carmichael al hospital.

***

No había ninguna emergencia. Del punto donde Bauer se había inyectado salía a borbotones un pus espeso, apestoso, matizado con sangre y se había hinchado al tamaño de una pelota de golf, que amenazaba con cortar la circulación de su brazo. Bien, tal vez esto sería normalmente una causa de alarma, pero en la metamorfosis de humano a werewolf, esto era sólo una de varias docenas de barreras que amenazaban potencialmente la vida. Otra vez, aconsejé a Carmichael contra curas médicas de fantasía. La transformación tenía que seguir su curso. La medicina simple, casi primitiva era la única solución. En este caso, significaba limpiar la herida, aplicar compresas para reducir la hinchazón y vigilar la temperatura. Durante todo esto, Bauer se mantuvo dormida. No había recobrado ni una vez el conocimiento desde el derrumbamiento en mi celda. La naturaleza había asumido el control, apagando el cerebro para enviar todos los recursos al cuerpo durante este período crucial.

Una vez que la crisis pasó, Carmichael decidió que yo debería quedarme permanentemente en el hospital. Hey, yo no lo discutiría. Cualquier cosa por estar fuera de mi celda y un nivel más cerca de la libertad. Naturalmente, Matasumi no las tenía con la idea. Discutió con Carmichael y, como de costumbre, perdió. Me dieron una cama en el hospital y guardias las veinticuatro horas, uno en el cuarto y dos fuera de mi puerta. Entonces exigí algo para mí misma. Quería que me sacaran las esposas. Si Bauer recobrara el conocimiento, yo tenía que ser capaz de defenderme. Tres de nosotros discutieron sobre esto, pero Matasumi y Carmichael finalmente se ablandaron, consintiendo en quitar mis esposas a cambio de poner un segundo guardia dentro del cuarto.

Todavía convencida de que tendría noticias de Paige, mentalmente hice una lista de preguntas para hacer a Jeremy. Había tantas cosas que no podía recordar de mi propia transformación. Lo recordé explicando que no podía darme nada para el dolor, constantemente reiterando “la naturaleza debe seguir su curso”, pero en una ocasión él me había administrado sedantes. ¿Por qué? No podía recordarlo, pero eso significaba que debía haber excepciones a la regla “nada de medicinas”. ¿Cuáles eran? ¿Cómo de mal tenían que ponerse las cosas antes de que no drogar Bauer fuera más peligroso que drogarla? ¿Y las cadenas? ¿Cuán apretadas era demasiado apretadas? ¿Cuán sueltas era demasiado sueltas? La locura otorgaba fuerza, pero ¿Hacía esto a Bauer más fuerte que un werewolf con experiencia, físicamente preparado como yo? ¿Y la transferencia de saliva? Una mordedura inyectaba una cantidad limitada de saliva. Bauer se había sobremedicado. ¿Era un problema? ¿El hecho de que ella había inyectado la saliva en vez de recibirlo a través de una mordedura ocasionaba problemas? Yo estaba segura de que Jeremy lo sabría. Todo lo que tenía que hacer hablar con él.

No sucedió. Estuve sin dormir mientras pude, pero después de treinta y seis horas repletas de tensión, e insomnio, no pude detener el sueño mucho tiempo. Paige nunca se puso en contacto conmigo.

***

El día siguiente comenzó con más crisis médicas. Primero, más cadenas. Luego, antes de que Bauer se repusiera de esto, dejó de respirar. Su garganta se hinchó y los músculos se hincharon cuando ella comenzó a cambiar de humano a lobo. Su anatomía subyacente no estaba lista aún para la transformación, de modo que, mientras su cuello cambiaba, el interior de su garganta -tráquea, esófago, lo que fuera- permanecía humano. No me pidan datos concretos. No soy doctora. Incluso Carmichael parecía aturdida. El punto era que Bauer dejó de respirar. Si nos hubiéramos quedado preguntándonos por qué, ella se habría asfixiado. Incliné su cabeza hacia atrás, enderezando su tráquea, y masajeé su cuello, presionándolo de vuelta a la forma humana. Esto funcionó, pero demasiado despacio. Carmichael comenzó a preocuparse por la privación de oxígeno, y tuve que estar de acuerdo. Entonces realizó una traqueotomía de emergencia. Mucho entretenimiento. Una vez que Bauer respiró, pudimos relajarnos. Un rato.

Estar en el hospital tenía más ventajas de lo que había imaginado. No sólo estaba más cerca a la libertad, sino que después del primer día la gente me trató más o menos del mismo modo que a Tess. No como a un presidiario, sino como a la ayudante de Carmichael, tan poco importante en la jerarquía total que mi presencia era ignorada. En otras palabras, la gente hablaba alrededor de mí como si yo fuera parte del mobiliario. Matasumi hablaba con Carmichael, las guardias hablaban los unos con los otros, Tess hablaba con el guapo portero. Todos hablaban. Y escuchaba. Asombroso lo que yo podía recoger, no sólo información sobre el complejo y su estructura organizativa, sino pequeñas cosas como que los guardias tenían una reputación que guardar. Un asunto fascinante.

Más tarde ese mismo día, incluso conseguí ver a Armen Haig otra vez y al sacerdote Vudú, Curtis Zaid, que estaba todavía muy vivo. No tuve mucha suerte con Zaid. Si, como Bauer había implicado, Leah hubiera ofrecido su amistad al sacerdote Vodú, ella tenía aún mejores habilidades sociales de lo que creí. Cuando traté de hablar con Zaid, él bloqueó incluso las cortesías típicas como “buenos días” con miradas funestas y silencio. Definitivamente no era un aliado potencial. Armen, por otra parte, era una perspectiva muy prometedora. No sólo quería escaparse -y quería ayuda- sino que había estado haciendo sus tareas. Conocía el sistema de seguridad, las rotaciones de los guardias, y la disposición del complejo. Todavía mejor, él logró comunicarme esta información directamente delante de Carmichael, insertándola en tal conversación banal que ella nunca lo notó. Observador, astuto, y muy brillante. Mi clase de tipo… para un socio de fuga, quiero decir.

SALIDA

La siguiente crisis fue otro combate con sus cadenas. Después de que pudimos someter a Bauer, no podía quedarme quieta. Merodeé por el hospital, tocando esto, jugando con lo otro, hasta que mi rodilla golpeó un carro de acero y Carmichael finalmente levantó la vista de su papeleo.

– ¿Te podrías sentar? -refunfuñó ella-. Antes de que rompas algo.

Caminé hacia la silla, la miré, luego avancé hacia la máquina de Bauer.

– No… -comenzó Carmichael.

– ¿Qué hay allí?

– Es una solución general, sobre todo agua con… -Carmichael se detuvo, viendo que yo había avanzado ya, mi atención ahora atrapada por el monitor de los latidos del corazón, que emitía una señal sonora-. ¿Está cerca tu tiempo para Cambiar?

Lo consideré. Mi último Cambio había sido la mañana del lunes, hace cinco días. Como la mayor parte de los werewolves, mi ciclo seguía un orden semanal. Esto significaba que, aunque yo pudiera Cambiar tan a menudo como quisiera, tenía que Cambiar al menos una vez por semana, o arriesgarme a tener un Cambio a la fuerza. Ya podía sentir la agitación de mi cuerpo. Pronto mis músculos comenzarían a punzar y doler. Por el momento, sin embargo, podría controlarlo. Tenía unos pocos días más. Si tuviera que Cambiar en este lugar, ellos probablemente me pondrían en una celda segura con un auditorio lleno y una cámara de video. Soportaría el más grande de los dolores antes de dejar que sucediera eso.

– No, todavía -dije-. Sólo estoy agitada. No estoy acostumbrada a estar en un espacio tan pequeño.

Carmichael tapó su pluma-.Yo probablemente podría pedir que tomaras un paseo por el complejo. Bajo guardia suficiente. Debería haber recomendado un poco de ejercicio en tu programa.

– ¿Ejercicio? -dijo una voz desde la puerta-. No hablen así en mi complejo.

– Hola, Tyrone -dijo Carmichael sin darse vuelta para afrontarlo-. ¿Necesitas algo?

Winsloe entró en el cuarto y me sonrió abiertamente-. Sólo lo que tienes allí. Creo que tomaré la compañía de Elena por un rato, te dejaremos hacer tu trabajo.

– Es muy… considerado de tu parte, Tyrone, pero temo que tendrás que esperar si tienes que hablar con la Sra. Michaels. Estuve a punto de pedir algunos guardias adicionales par que la llevaran a pasear. Ella está agitada.

– ¿Agitada? ¿Ella está lista para Cambiar?

– No, no lo está -Carmichael golpeó su sujetadatos en la mesilla y se dirigió hacia el intercomunicador.

– Debería ser pronto. Tal vez ella necesita…

– Ella no necesita nada.

Carmichael golpeó el botón del intercomunicador. Winsloe avanzó detrás de ella y lo apagó.

– ¿Dice que ella tiene que hacer ejercicio? -dijo Winsloe-. ¿Y el cuarto de pesas? Consiga algunos guardias extras y la escoltaré yo mismo.

Carmichael hizo una pausa, mirando de Winsloe a mí, y luego dijo, -No creo que sea una idea tan sabia. Un paseo…

– No será bastante -dijo Winsloe, sonriendo abiertamente, con su sonrisa de muchacho-. ¿Verdad, Elena?

Lo consideré. Mientras yo prefería andar y explorar el complejo, también tenía que congraciarme con Winsloe, darle una razón para mantenerme viva-.El cuarto de pesas sería mejor.

Los ojos de Carmichael encontraron los míos, comunicando el mensaje de que no tenía que ir con Winsloe si no lo deseara. Cuando miré lejos, ella dijo, -Bien -y aporreó el botón del intercomunicador.

Dejamos mis dos guardias de cuarto en el hospital, recogimos a los dos de la puerta, y añadimos tres más, lo que quería decir que era protegida por más que el doble de la capacidad armamentística y músculos que habían dejado con Bauer. Prioridades extrañas, pero nadie preguntó mi opinión, y yo sólo perdería el aliento si lo ofreciera. Me sorprendió que Carmichael no enviara a todos los guardias conmigo y dejara a Bauer sola.

El cuarto de pesas no era más grande o mejor equipado que el de Stonehaven. Era de poco más de diez metros cuadrados con una máquina de pesas multiuso, pesas libres, un puching bag, una rueda de ardilla, una máquina de esquí, y un StairMaster. No teníamos ningún equipo cardiovascular en Stonehaven. No importaba como estuviera el tiempo, preferíamos hacer footing fuera que correr en una rueda de hámster en el interior. En cuanto StairMaster… bueno, los escalones de acero no estaban demasiado arriba en la lista de prioridades de ningún werewolf, y por la cantidad de polvo en esta máquina, los guardias no pensaban muy bien de ella tampoco.

Tres guardias estaban allí cuando llegamos. Winsloe ordenó que se marcharan. Uno lo hizo. Dos se quedaron para el espectáculo. Una muchacha levantando pesas. Wow. Qué novedad. Obviamente no habían ido a ningún gimnasio público en demasiado tiempo.

No levantaba hierro desde hacía bastante tiempo. Cada vez que me sentaba, Winsloe estaba allí, comprobando mi carga de peso, preguntando cuánto podía levantar, generalmente muy molesto conmigo. Desde que dejé caer cincuenta libras sobre su pie no parecía una idea sabia, abandoné los pesos. Lo intenté con la rueda de ardilla, pero no podía entender la programación. Winsloe se ofreció a ayudar y sólo logró colapsar el ordenador. Obviamente su conocimiento técnico no se extendió más allá de los ordenadores personales. No importaba. No quería trotar de todos modos. Lo que realmente quería hacer era golpear algo – duro. El objeto perfecto para eso estaba en la esquina lejana. El puching bag.

Cuando me até con correa las manoplas, los espectadores se acercaron más. Tal vez esperaban que yo fuera a aporrear a Winsloe. Avancé hacia el puching bag y le di un golpe experimental. Una inhalación colectiva salió de la muchedumbre. Oooh, ella va a luchar. Wow. Si sólo fuera otra muchacha la que estuviera de pie allí en vez de un puching bag. Pero no se puede tener todo, ¿verdad?

Golpeé la bolsa unas veces, acostumbrándome a ella, recordando la postura, los movimientos. Unos golpes lentos. Luego más rápido. Más lento. Un gancho de derecha. Winsloe dio un paso bastante cerca de modo que podía verlo en mi campo visual, y si yo guiñaba sólo mi ojo derecho, podía conjurar su imagen delante del puching bag. Bam-bam-bam. Tres golpes ultrarrápidos. Por el rabillo del ojo, lo vi observar fijamente, sus labios separados, los ojos brillando. Supongo que esto estaba tan bien para él como para mí. Tanto mejor. Dancé hacia atrás. Pausa. Inhalar. Listo. Cerré de golpe mi puño sobre la bolsa, una vez, dos veces, tres veces, hasta que perdí la cuenta.

Treinta minutos más tarde, el sudor aplastaba mi pelo sobre mi cabeza. Goteaba por mi barbilla, picaba en mis ojos, el olor era desplazado por el aire más fuerte de lo que el mejor desodorante podría esconder. Si Winsloe notaba el hedor, no daba ninguna señal de ello. Sus ojos no me habían dejado desde que había comenzado. Cada pocos minutos mi mirada se dirigía al bulto en sus vaqueros y golpeaba la bolsa más fuerte. Finalmente, ya no podía hacerlo más tiempo. Giré y lancé una patada voladora a la bolsa, estrellándola contra la pared. Entonces me di vuelta hacia Winsloe, dejando que el sudor goteara de mi cara.

– Ducha -dije.

Él señaló una puerta detrás de la StairMaster -Allí.

Avancé a grandes zancada hacia allá. Él me siguió, junto con dos guardias a los que él hizo señas. Me detuve, giré sobre mis talones, y los fulminé con la mirada. Winsloe sólo me miró, labios se torcieron nerviosamente con la anticipación de un chico de noveno grado metiéndose sigilosamente en el vestuario de las chicas. Encontré su mirada y algo en mí se rompió. Agarrando mi camiseta, la arranqué, luego la lancé a la esquina. Mi sujetador siguió el mismo camino. Luego mis vaqueros, los calcetines, y finalmente la ropa interior. Poniéndome muy derecha, lo fulminé con la mirada. ¿Esto era lo que quería ver? Bien. Llénate. Cuando lo hizo -y todos los guardias lo hicieron- me metí en el cuarto de duchas.

Ahora, en este punto, podría pensarse que hasta el mirón más inmaduro repensaría sus acciones, tal vez experimentaría una punzada de vergüenza. Si Winsloe sintiera tal punzada, probablemente la confundiría con indigestión. Todavía sonriendo abiertamente, él me siguió en el cuarto de duchas común, gesticulando hacia los dos guardias para que lo siguieran, y procedió a mirarme mientras me bañaba. Cuando él se ofreció lavar mi espalda, le golpeé la mano. Winsloe perdió la sonrisa. Avanzó hacia los grifos y apagó mi agua caliente. No hice ningún movimiento para desafiarlo volviéndole la espalda y terminé mi ducha helada. Esto lo aplacó lo suficiente para darme una toalla cuando terminé. Una lección. A Winsloe le gustaba que yo resistiera, siempre y cuando esa rudeza no fuera dirigida a él. Como esas mujeres imaginarias de un cierto tipo de fantasía -miembros largos, delgados, musculosas, y cabello salvaje… con joyas al cuello como esclavas. Su propia esclava de amor Amazona.

Cuando salimos del cuarto de ducha, un guardia dijo a Winsloe que Carmichael había estado llamando. Ella me necesitaba. Winsloe me condujo al hospital. Después que se marchó, descubrí que no había ninguna crisis verdadera, sólo un apuro con las restrictivas cadenas de Bauer. Si Carmichael hubiera usado esa excusa para rescatarme de Winsloe, no daba ninguna señal de ello, su comportamiento tan conciso como siempre, órdenes molestas debido a mi ineptitud médica. Pese a ello, después de dos días juntas, habíamos establecido una rutina tolerancia y cortesía. La respeté. No puedo decir que ella sintiera lo mismo sobre mí -sospecho que ella veía mi negativa a desafiar a Winsloe como un signo de debilidad- pero al menos me trataba como si fuera una persona real, no un espécimen científico.

***

Esa tarde hubo una perturbación en las celdas. Un guardia vino al hospital con heridas en la cabeza, y ya que yo estaba allí con Bauer, no me perdí toda la excitación y discusión que siguió.

El guardia había estado recuperando los platos de comida de Savannah y Ruth. Cuando había abierto la puerta, un plato había volado a su cabeza. Lo había esquivado, pero golpeó el marco de la puerta con tal fuerza que los pedazos de la loza se habían insertado en su cuero cabelludo y un lado de su cara, por poco había perdido su ojo. Carmichael pasó una media hora quitando pedazos de su cara. Mientras Carmichael cosía la rotura más larga, ella y Matasumi hablaban de la situación. O, más exactamente, Matasumi explicaba sus teorías y Carmichael gruñía a intervalos apropiados, pareciendo desear que él llevara sus hipótesis a otra parte y la dejara hacer su trabajo. Supongo que con Bauer fuera, Matasumi no tenía a nadie más para conversar. Bien, podría haber hablado con Winsloe, pero yo había tenido la impresión de que nadie hablaba de algo realmente importante con Winsloe -él parecía existir en otro nivel, el inversionista que era complacido y obedecido, pero que no era incluido en las operaciones del complejo.

Por lo visto el nivel de actividad paranormal en las celdas había aumentado recientemente. Leah, cuya celda estaba al lado de Savannah, se quejaba de que las botellas de champú amanecían derramadas, las revistas rasgadas, y el mobiliario cambiado de lugar. Los guardias eran otro objetivo favorecido. Varios tenían problemas al pasar por la celda de Savannah, todos reportaban que algo les había golpeado en las piernas. Acontecimientos molestos, pero relativamente benignos. Entonces, esa mañana, el guardia que había traído el cambio diario de ropa de Savannah y Ruth había reprochado a Savannah por derramar el ketchup en la camisa que había llevado puesta el día anterior. Cuando había dejado la celda, la puerta se había cerrado de golpe contra su hombro, dejando una contusión repugnante. Matasumi sospechaba que esta erupción de actividad era causada por tener a Ruth y Savannah juntas. Aún hasta después del potencialmente serio accidente con el plato volante, él no pensó en separarlas. ¿Y perder una oportunidad tan valiosa de estudiar la interacción entre brujas? ¿Qué eran unos guardias con cicatrices o tullidos comparados con eso? Mientras él exponía acerca de las situaciones “potenciales para realizar descubrimientos científicos notables”, creí que Carmichael murmuraba un par de epítetos, pero puedo haberme confundido.

***

Esa noche, enroscada sobre mi cuna, traté de ponerme en contacto con Ruth. De acuerdo, tal vez yo estaba exagerando sobre mi carencia de capacidades psíquicas. Supongo que si intentaba con fuerza suficiente, podría hacer algo. Supremacía de la voluntad. El incidente con el guardia me preocupaba. Si “los acontecimientos psíquicos” en la celda estaban aumentando, sospechaba que estaba relacionado con el entrenamiento que Ruth hacía con Savannah. Quería advertirla: que atenuaran el nivel de poder o se arriesgaban a ser separadas. Después de una hora de intentarlo, me rendí. Este fracaso sólo me recordó mi incapacidad para ponerme en contacto con Paige, lo me recordó que estaba fuera de contacto de Jeremy, lo que me recordó que estaba sola. No, me reprendí, no estaba sola. Estaba fuera de contacto temporalmente. Incluso si estaba sin Jeremy, era completamente capaz de inventar mis propias estrategias. El año pasado había planeado sin ayuda y había ejecutado el rescate de Clay. Por supuesto, hubo algunos problemillas… bueno, más que unos cuantos, realmente, y casi me habían matado… pero, vamos, lo había salvado, ¿verdad? Lo haría mejor esta vez. Vivir y aprender, ¿verdad? O, en este caso, aprender y vivir.

***

– No esa no, el cajón izquierdo. ¡Tu otra mano izquierda!

Me moví mientras dormía, soñando con Carmichael ladrando órdenes.

– El carrito roto. ¡Maldición! Te dije el carrito roto, no ese.

En mi sueño, una docena de carritos idénticos me rodeaba cuando tropecé de uno al siguiente.

– Dame – No, sólo muévete. ¡Muévete!

Otra voz contestó, masculina, mascullando una disculpa. Mis párpados vacilaron. La luz fluorescente achicharró mis ojos. Los cerré apretados, mascullé, y lo intenté de nuevo, bizqueando esta vez. Carmichael estaba efectivamente en el hospital, pero por una vez yo no era el objeto de su frustración. Dos guardias tropezaban en el cuarto, agarrando esto y aquello mientras ella arrebataba una bandeja de instrumentos desde la mesilla. Mis dos guardias de cuarto observaban, estupefactos, como si hubiesen estado medio dormidos.

– ¿Puedo hacer algo? -dijo uno.

– Sí -dijo Carmichael-. ¡Muévete!

Ella lo empujó fuera del camino con el carrito roto y lo sacó por la puerta. Salí de la cama y la seguí, mi somnolencia volviéndome valiente o estúpida. De cualquier manera, era el movimiento correcto. Carmichael no notó que la seguía. Cuando ella estaba así de preocupada, yo tenía que apuñalarla con un escalpelo para atraer su atención. Los guardias no dijeron nada tampoco, tal vez asumiendo que yo ahora era la ayudante de Carmichael en todos los asuntos y, si ella no me necesitara, me habría detenido ella misma.

Cuando los guardias y yo llegamos al elevador, las puertas se cerraban detrás de Carmichael. Esperamos y nos subimos cuando volvió. Esperaba que nos dirigiéramos a la superficie. No hubo esa suerte. Bajamos. A las celdas.

– ¿Qué ha pasado? -Pregunté.

Los tres guardias me ignoraron. El cuarto me pagó la cortesía con un encogimiento de hombros y murmuró -Ya veremos. Cuando el elevador se abrió en el nivel inferior, los guardias recordaron su trabajo y me rodearon mientras avanzábamos por el pasillo. Una vez traspasada la puerta de seguridad, oí la voz de Savannah.

– ¡Haga algo! ¡Apresúrese!

La puerta de la celda de Ruth y Savannah estaba abierta, dejando que voces se esparcieran por el pasillo.

– Cálmate, Savannah -dijo Matasumi-. Necesito que los guardias me expliquen lo que sucedió.

Me estremecí. ¿Otro accidente con los guardias? ¿Tan pronto? Ahora Ruth y Savannah serían separadas definitivamente. Traté de apresurarme, pero los guardias me bloquearon el camino y me hicieron ir más lento.

– ¡No hice nada! -gritó Savannah.

– Por supuesto que no lo hiciste -bufó Carmichael-. Ahora fuera del camino. Todos ustedes.

– No hay ninguna necesidad de todo este equipo -dijo Matasumi-. No había ninguna señal de vida cuando llegué. Es demasiado tarde.

– Yo diré cuando sea demasiado tarde -dijo Carmichael.

¿Ningunas señales de vida? Parecía malo. Cuando entré en el cuarto, Savannah se lanzó sobre mí. Reflexivamente, mis manos volaron para rechazar un ataque, pero puso sus brazos alrededor de mi cintura.

– ¡No hice nada! -dijo.

– Lo sé -murmuré-. Lo sé.

Toqué su cabeza torpemente y la acaricié, esperando no estar acariciándola como a un perro. Consolar niños afligidos no era una de mis fortalezas. Realmente, podía decir con algo de certeza que era algo que nunca me había tocado hacer antes en mi vida. Revisé el cuarto buscando a Ruth. La celda estaba llena hasta rebosar. Carmichael y tres guardias se encorvaban sobre la cama mientras la doctora trabajaba en una figura acostada. Los cuatro guardias que me habían acompañado se apiñaron para una mejor visual, empujando a Savannah y a mí a la esquina. Estiré el cuello para ver sobre sus cabezas.

– ¿Dónde está Ruth? -Pregunté.

Savannah se puso rígida, luego se echó atrás. Mi estómago se apretó. Miré la cama. Carmichael y los tres guardias todavía bloqueaban mi vista, pero podía ver una mano pendiendo por el costado de la cama. Una mano pequeña, rechoncha, manchada.

– Oh no -susurré.

Savannah se alejó -Yo no lo hice.

– Por supuesto que no -dije, atrayéndola y rezando para que no hubiera visto mi reacción inicial.

Matasumi se acercó a los cuatro guardias que habían bajado conmigo -Quiero saber lo que pasó.

– Llegamos recién -dijo uno. Hizo señas hacia los guardias que rodeaban la cama-. Ellos estaban en la escena primero.

Matasumi vaciló, luego avanzó hacia la cama y tocó el brazo de un guardia. Cuando el guardia se dio vuelta, se armó un escándalo en el vestíbulo. Dos guardias más entraron, armas en la mano.

– ¡Por favor! -dijo Matasumi-. No pedimos refuerzos. Vuelvan a sus posiciones.

Antes de que pudieran moverse, otro guardia entró, acompañado por Leah.

– Que -masculló Matasumi. Se detuvo y recobró la calma con un rápido aliento-. ¿Por qué está la Sra. O'Donnell aquí?

– Cuando pasé delante de su celda, noté que estaba completamente agitada -dijo el joven guardia, rastros de color apareciendo en sus mejillas-. Usé el intercomunicador para informarme y ella-uh-preguntó si podía ver lo que sucedía.

– Usted no puede liberar a ningún sujeto de una celda. Nunca. Devuélvala inmediatamente.

Leah empujó y pasó por delante Matasumi, bordeando al grupo hasta que llegó al lado de la cama. Cuando vio a Ruth, jadeó y giró para afrontar a Savannah y a mí.

– Oh -dijo ella, sus manos volando a su boca, sus ojos se fijaron en Savannah-. Lo siento tanto. ¿Cómo – Qué pasó?

– Lo he estado preguntando durante los últimos diez minutos -dijo Matasumi.

El guardia que él había llamado desde la cama se acercó-.Yo pasaba haciendo mis rondas y vi a la vieja, digo, la señora Winterbourne en su cama. La niña se inclinaba sobre ella. Pensé que algo estaba mal, como esa vez que ella había tenido un ataque cardíaco, entonces mi compañero y yo abrimos la puerta. Encontramos el reloj en el suelo. Había sangre salpicada en él. El cráneo de la señorita Winterbourne estaba golpeado.

Savannah se tensó en mis brazos, su corazón palpitando.

– Oh, pobrecita -dijo Leah, apresurándose hacia nosotros-. Qué accidente tan horrible.

– No- no fui yo -dijo Savannah.

– Lo que fuera que pasó, no es tu culpa, cariño.

Leah extendió su mano hacia Savannah. La muchacha vaciló, todavía agarrándose a mí. Después de un momento, ella alcanzó la mano de Leah y la sostuvo apretada, su brazo libre todavía alrededor de mí. Un destello de desilusión cruzó la cara de Leah. Entonces ella asintió con la cabeza, como si comprendiera que esto no era una competición de popularidad. Leah apretó la mano de Savannah y le acarició la cabeza.

Después de un momento, Leah se giró hacia el grupo que rodeaba la cama. Aclaró su garganta y dijo en voz alta, -¿Puedo llevar a Savannah a mi celda? Ella no debería estar aquí.

Carmichael levantó la vista de su trabajo, el sudor derramándose por su amplia cara.

– ¿Qué hace ella aquí? -dijo, agitando su mano hacia Leah-. Llévenla a su celda.

Los guardias brincaron para obedecer, tal como no habían hecho al oír a Matasumi. Dos empujaron a Leah. Savannah la miró ir con tal tristeza que quise implorar a Carmichael para que permitiera a Leah quedarse, pero temí que si lo hiciera, sería echada también. Savannah necesitaba a alguien. Mientras Leah habría sido preferible, Savannah tendría que arreglarse con un werewolf femenino no demasiado empático. Cuando Leah se fue, Savannah se desinfló y se apoyó contra mí. Estuvo tranquila durante varios minutos, luego ella echó un vistazo alrededor a los otros. Todos estaban ocupados con Ruth.

– Creo -susurró ella.

Se puso más cerca. Puse una mano en su hombro y ella se apretó contra mí. Le acaricié la espalda y murmuré ruidos que esperaba parecieran consoladores. Pareció tranquilizarse, probablemente no debido al consuelo que le ofrecía, sino porque me veía como su única aliada en un cuarto lleno de enemigos. Después de un minuto, alzó la vista hacia mí.

– Pienso -susurró otra vez -pienso que yo podría haberlo hecho.

– Tú no podrías… -comencé.

– Yo no dormía. Pensaba en cosas, cosas que Ruth me dijo. Mis lecciones. Entonces lo vi. El reloj. Voló – como el plato con hacia el guardia. Creo que lo hice. No estoy segura cómo, pero creo que lo hice.

El impulso de negar su culpabilidad saltó a mis labios, pero lo eché atrás. La mirada en su cara no era la de una niña que pide ser consolada con mentiras bien intencionadas. Ella sabía la verdad y confiaba en mí con ella.

– Si lo hiciste, no fue tu culpa-dije-. Sé eso.

Savannah asintió con la cabeza, se quitó las lágrimas, y apoyó su cabeza contra mi pecho. Estuvimos de pie así, sin hablar, por al menos cinco minutos. Entonces Carmichael se alejó de la cama. Todos detuvieron lo que hacían. El único sonido en el cuarto era el paso ligero del corazón de Savannah.

– Hora de muerte -comenzó Carmichael.

Levantó su brazo, pero no debía haberse puesto el reloj cuando salió a toda prisa de la cama. Durante un largo momento, contempló su muñeca, como si esperara que algún reloj mágico apareciera. Entonces dejó caer la mano, cerró los ojos, exhaló, y salió de la celda.

Había terminado.

CAMBIOS

Una vez que todo se hubo calmado, Matasumi se dio cuenta de que yo estaba allí. Por supuesto, me había visto antes, pero no había comprendido lo que esto significaba, a saber, que yo estaba en un lugar en el que definitivamente no debería haber estado. Me mandó de vuelta al hospital con cuatro de los guardias restantes.

Pasé las pocas horas siguientes tirada en mi cama, contemplando las luces parpadeantes de las máquinas de Bauer. Ruth estaba muerta. ¿Podría haber hecho algo para prevenir esto? ¿Debería haber hecho algo? Ella conocía los riesgos. Eso no me hacía sentir mejor. Ahora estaba muerta y Savannah se culpaba. Debería haberle ofrecido más consuelo a Savannah. Debería haber conocido los gestos correctos, las palabras correctas. La muerte de Ruth sería un punto decisivo en su vida, y todo lo que yo había sido capaz de dar era el más torpe de los consuelos. ¿No debería haber sido capaz de encontrar algún instinto maternal profundamente arraigado y haber sabido qué hacer?

Por supuesto, Savannah no había tenido la intención de matar a Ruth. ¿Pero lo había hecho? Así lo temía. Más que eso, temía que no hubiera sido un accidente. No, no creía que Savannah hubiese lanzado ese reloj volando a propósito. Absolutamente no. Su dolor por la muerte de Ruth había sido demasiado crudo, demasiado verdadero. Aún así, yo temía que alguna parte inconsciente de Savannah hubiera matado a Ruth, que algo en su naturaleza, en sus genes, algo que ella no podía entender, la hubiera hecho atacar inconcientemente a esos guardias y matar a Ruth. Tal vez había visto demasiadas películas de terror de “niños demoníacos”. Esperaba que fuera eso. Recé para que lo fuera. Me gustaba Savannah. Tenía espíritu e inteligencia, una mezcla simpática de inocencia infantil y réplicas de preadolescente. Era una niña normal, parte ángel y parte demonio. Seguramente no había más en ello que esto. Pero los acontecimientos psíquicos giraban alrededor de Savannah. Cuando Ruth había entrenado a Savannah, los acontecimientos se habían intensificado rápidamente de ser inocuos a letales. ¿Qué había dicho Ruth sobre Savannah? Gran poder, potencial increíble… y una madre que se inclinaba hacia “el lado más oscuro” de la magia. ¿Existía algo como una predisposición genética al mal? ¿Lo había pasado por alto Ruth? ¿Había rechazado ver algo de maldad en alguien tan joven? Dando más poder a Savannah, ¿Había firmado su propia sentencia de muerte? Por favor, hagan que me equivoque. Por el bien de Savannah, hagan que me equivoque.

***

Con la mañana vino el desayuno. No lo toqué. Carmichael llegó a la hora habitual, poco antes de las ocho, con un brusco -¿Cómo estás?, la única indicación de que algo había pasado la noche anterior. Cuando dije que estaba bien, me estudió durante un segundo más, gruñó, y comenzó su trabajo de escribir.

Pasé parte de la mañana pensando extensamente en la muerte de Ruth, en cómo esto cambiaba las cosas, como podría haberlo prevenido. Pasé mucho tiempo en esto último. Tal vez no podría haberlo hecho. La vida y la muerte estaban más allá de nuestro control. En cualquier momento, Matasumi podría haber decidido que Ruth ya no era un sujeto viable o Winsloe podría haber entrado en su celda y haberla llevado para una de sus cazas. De todos modos, llevaba sobre mis hombros parte de la culpa, tal vez porque esto me daba algún sentido de control en una situación incontrolable.

Alrededor de media mañana un gemido suave me despertó de mis pensamientos. Eché un vistazo. Bauer gimió otra vez. Enterró la cabeza en la almohada, retorciendo la cara de dolor.

– ¿Doctora? -dije, parándome-. Se está despertando.

Mientras Carmichael avanzaba, me incliné sobre Bauer. Sus ojos se abrieron.

– Hola, Sondra -dije-. Nosotros…

Se sentó, rompiendo algunas de las finas cadenas, y golpeó mi hombro. Cuando retrocedí, capturé la mirada de Bauer, viendo algo duro y en blanco allí. Antes de que pudiera reaccionar, ella agarró mis hombros y me arrojó por el aire. Durante un momento, todo se ralentizó, y hubo una fracción de segundo en la que quedé suspendida antes de que la gravedad asumiera su lugar y me precipitara a través del cuarto y chocara contra la pared.

Carmichael me ayudó a pararme y gritó, llamando a los guardias. Bauer se sentó derecha, luchando para salir de la cama, las sábanas enroscadas alrededor de sus piernas. Su cara estaba torcida de rabia, sus ojos estaban en blanco, sus labios se movían silenciosamente. Cuando las sábanas no la dejaron salir, rugió de frustración y sacudió sus piernas, rasgando la tela. Corrí hacia la cama y me lancé sobre Bauer.

– ¡Manten tus jodidas esposas lejos de mí! -rugió Bauer-. ¡Todos ustedes! ¡Atrás! ¡No me toquen!

– Delirio -jadeó Carmichael mientras corría a la cama con cadenas más fuertes-. Dijiste que este era uno de los pasos.

– Correcto -dije, aunque en este momento, estando encima de Bauer con ella agitándose debajo mí, un diagnóstico médico no era exactamente una prioridad-. ¿Dónde infiernos estaban los guardias?

Los guardias estaban ahí mismo, haciendo lo que hacían mejor, sostener sus armas y esperar la señal para disparar. Carmichael les lanzó las cadenas a ellos.

– ¡Átenla! -dijo-. ¡Ahora!

Antes de que pudieran moverse, Bauer se resistió y me lanzó volando de nuevo. Esta vez me quedé el suelo un momento más para recobrar el aliento. Dejé que los malditos guardias lo manejaran. Dejé que Carmichael lo manejara. Ella era la que había rechazado retener correctamente a Bauer.

Bauer dejó de luchar y se quedó quieta como una estatua. Los cuatro guardias rodearon la cama, tensos, cadenas en mano, parecían oficiales de control de animales esperando para lanzar una red a un perro rabioso, sin que ninguno quisiera hacer el primer movimiento. Sudor goteaba por la cara de Bauer y su boca colgaba abierto, jadeante. Movió la cabeza de un lado al otro, sus ojos revisando el cuarto. Salvaje y en blanco, pasaron de los guardias, a mí, luego a Carmichael. Se detuvieron en un punto vacío a su izquierda, y embistió hacia adelante, contenida sólo por las sábanas rasgadas.

– ¡Fuera de aquí! -gritó.

Nadie estaba allí.

Avancé lentamente, manteniendo mis movimientos cuidadosos como si se tratara de evitar que un animal salvaje me notara.

– Tenemos que retenerla -susurré.

Nadie se movió.

– Dame esos -dijo Carmichael, avanzando para arrebatar las cadenas del guardia más cercano.

– No -dije-. Déjalos hacerlo. Me acercaré e interferiré si ella ataca. Ten un sedante listo y mantente apartada.

Oh, seguro, dándome el trabajo que amenaza la vida. ¿Y para qué? Nadie lo notaría. Nadie se preocuparía. De todos modos, el trabajo tenía que ser hecho. Si yo no lo hiciera, uno de estos estúpidos dispararía su pistola al primer signo de problemas. ¿Entonces dónde quedarían mis proyectos? Muertos y sepultados con Bauer.

Carmichael se giró hacia los guardias -Esperen hasta que Elena esté al lado de la cama. Entonces muévanse rápidamente, pero con cuidado. Sondra no sabe lo que hace. No queremos hacerle daño.

Lo cual, por supuesto, era más fácil de decir que de hacer. Mientras me arrastraba a través del cuarto, Bauer se mantenía quieta, mirando fijamente y blasfemando contra intrusos invisibles. En el momento en que los guardias la tocaron, explotó, reuniendo fuerza inesperada del delirio. Todos trabajando juntos apenas podíamos luchar con ella para mantenerla en la cama.

Una vez que Bauer estuvo controlada, ayudé al guardia más cercano a sujetar sus cadenas. Mientras mis dedos trabajaban en los broches, el brazo de Bauer pareció brillar y contraerse. Sacudí mi cabeza bruscamente, sintiendo el dolor dentro de ella como un carbón candente. Mi visión se emborronó.

– ¿Elena? -Carmichael gruñó mientras luchaba para atar el otro brazo de Bauer.

– Estoy bien.

Cuando trabajé en el nudo, el brazo de Bauer convulsionó, la muñeca se estrechó, la mano se enroscó y se torció en un nudo. No había sido una broma de mis ojos. Estaba Cambiando.

– ¡Elena!

Al oír el grito de Carmichael, brinqué. La mano de Bauer voló de sus cadenas y rasgó el espacio vacío donde mi garganta había estado. Los dedos palmeados y las garras deformes se balancearon a través del aire. Me lancé sobre el pecho de Bauer cuando se puso derecha otra vez.

Un gruñido de rabia hizo erupción y me alejó de un empujón. Con ambas manos libres ahora, Bauer agarró un guardia y lo lanzó a través del cuarto. Él colapsó, inconsciente, contra la pared. La espalda de Bauer se sacudió y torció, grandes masas moviéndose bajo la piel. Ella aulló y se cayó de lado.

– ¡Sédala! -Grité.

– Pero dijiste… -comenzó Carmichael.

– ¡Es demasiado pronto! ¡No está lista! ¡Sédala! ¡Ahora!

El pelo brotó de la espalda de Bauer y de sus hombros. Los huesos se alargaron y se acortaron, y ella lanzó un grito, medio aullido, medio gemido. Su cuerpo entero convulsionó, saltando de la cama, conmigo todavía agarrada a ella. Su cara era irreconocible, una máscara infernal de músculos retorcidos que no eran ni de lobo, ni de humano. Los colmillos sobresalían sobre sus labios. La nariz se había detenido a mitad de camino en la transformación a lobo. El pelo brotaba en penachos. Luego, los ojos. Los ojos de Bauer. No habían cambiado, pero se hinchaban y ponían en blanco, la agonía llameando en ondas. Ella encontró mi mirada, y durante un segundo vi el reconocimiento. Alguna parte de ella había pasado del delirio y estaba consciente, atrapada en ese infierno.

Carmichael pinchó la jeringuilla en el brazo de Bauer. Bauer voló y colgó allí, conmigo sobre su regazo. Su cuerpo se sacudió varias veces, luego soltó un resuello bajo, y sus ojos se ensancharon como si estuviera sorprendida. Parpadeó una vez. Luego se deslizó hacia abajo en la cama.

Me tensé, esperando el siguiente round; entonces el Cambio puso marcha atrás. Esta vez no hubo ninguna violencia o dolor en la transformación. Ella volvió pacíficamente a la forma humana. Cuando fue totalmente humana otra vez, se curvó en posición semifetal y se durmió.

***

Armen hizo otra visita al hospital. Ayer había sido su chequeo regular. Hoy fingió un dolor de cabeza de migraña con tal delicadeza que ni siquiera Carmichael dudó de sus síntomas, aunque suponía que no era sorprendente, considerando que él era psiquiatra y por lo tanto tenía un grado médico. Retomamos nuestra conversación donde habíamos acabado. Él tenía un plan para escaparse que implicaba otra astucia médica, de modo que lo trajeran hasta el primer piso conmigo, de donde era mucho más fácil escaparse que del bien asegurado bloque de celdas. Nuevamente, él introdujo esto en tal charla ordinaria que tuve que mantener mi propio cerebro alerta para mantenerme al corriente de la interpretación subyacente.

Mientras más hablaba con Armen, más visualizaba mi estratagema con Bauer como un plan de reserva. Armen era un aliado mucho más de mi gusto. Primero, estaba consciente, que era una ventaja definida sobre la comatosa Bauer. Segundo, me recordaba a Jeremy, lo cual aumentaba mi nivel de comodidad en diez veces. Era tranquilo, cortés y apacible, un exterior modesto que disfrazaba una voluntad fuerte y una mente muy afilada, alguien que tomaba la carga por instinto, lo que atenuaba ese autoritarismo con gracia e ingenio y me permitía dejarle tomar la delantera. Confiaba en Armen y me gustaba. Una combinación ideal.

***

El resto del día pasó tranquilamente, pero la noche lo compensó, molestándome con sueños extraños e inquietantes. Comencé la noche en Stonehaven, jugando en la nieve con Clay y Nick. Estábamos en medio de una lucha de bolas de nieve cuando un nuevo sueño traslapó aquel, cortando la programación de forma parecida a una emisora de radio. En el otro sueño, yacía en la cama mientras Paige intentaba ponerse en contacto conmigo. Los dos sueños se reunían: Un minuto yo sentía la nieve helada goteando por mi cuello, al siguiente yo oía a Paige invocándome. Alguna parte de mí eligió el sueño de las bolas de nieve y trató de bloquear el otro, pero esto no funcionó. Volé por encima de las dos últimas bolas de nieve de Nick, luego una ola de nieve me sumergió, tragando ese sueño y lanzándome en el otro.

– ¿Elena? ¡Maldición, contéstame!

Luché por volver a mis juegos de invierno, pero en vano. Estaba pegada en el sueño de Paige. Maravilloso.

– Elena. Vamos. Despierta.

Incluso en mi sueño, no quería contestar, como si yo supiera que imaginarme hablando con Paige sólo me deprimiría más, recordándome que había estado fuera de contacto durante tres días, una situación que ahora parecía permanente.

– ¿Elena?

Mascullé algo ininteligible incluso para mí.

– ¡Ah ah! Estás allí. Bueno. Espera. Voy a traerte a mi cuerpo. Debes estar advertida esta vez. Jeremy está aquí. Ahora, a la cuenta de tres. ¡Uno, dos, tres, ta-da!

Cinco segundos de silencio. Entonces,

– Oh, mierda.

La maldición de Paige decayó detrás de mí cuando caí a través de pedazos de sueños, como alguien que cambiaba de canales, rechazando el pasar el tiempo suficiente para ver lo que estaba conectado. Cuando esto se detuvo, yo era un lobo. No tenía que verme; podía sentirlo en la forma en que mis músculos se movían, el ritmo perfecto de cada gran paso. Alguien corrió delante de mí, una forma que vacilaba a través de los árboles. Otro lobo. Sabía esto, aunque no pudiera acercarme más que lo suficiente para ver la sombra y el movimiento borroso. Aunque yo fuera el perseguidor, no el acosado, el miedo me atravesaba. ¿A quién perseguía? Clay. Tenía que ser Clay. Ese grado de pánico, de miedo ciego, el miedo a la pérdida y el abandono -yo sólo podría asociarlo con Clay. Él estaba allí, en algún sitio, delante de mí, y yo no podía atraparlo. Cada vez que mis patas golpeaban la tierra, un nombre se repetía en mi cráneo, un grito mental. Pero no era el nombre de Clay. Era el mío propio, repetido miles de veces, latidos que emparejaban con el ritmo de mis piernas. Echando un vistazo hacia abajo, obtuve una visión de mis patas. No eran mis patas. Demasiado grandes, demasiado oscuras -un rubio casi dorado. Las patas de Clay. Delante una cola parecida a un arbusto destellaba a la luz de la luna. Una cola rubia. Me perseguía a mí misma.

Comencé a despertar y a ponerme derecha en la cama. Inclinándome hacia adelante, el pecho pesado, pasé mis manos por mi pelo, pero no era mi pelo, no un enredo largo y enredado, sino unos rizos rapados. Dejé caer mis manos a mi regazo y las contemplé. Manos gruesas, cuadradas, uñas cortadas hasta el final. Las manos de un trabajador, aunque raramente manejaban un instrumento más grande que una pluma. No encallecidas, pero tampoco suaves. Huesos rotos más veces de las que podría contar, cada vez meticulosamente recuperadas, surgiendo sin estropicios excepto un mapa de cicatrices. Yo conocía cada una de esas cicatrices. Podía recordar noches sin poder dormir, preguntando, ¿Dónde te hiciste ésta? ¿Y ésta? Y-ups, yo te hice esta.

Una puerta se abrió.

– No funcionó, ¿verdad? -la voz cansina y enojada de Clay, no desde la entrada, sino aquí, desde la cama.

Jeremy cerró la puerta detrás de él -No, Paige no fue capaz de entrar en contacto. Creyó haberlo hecho, pero algo salió mal.

– Y nos asombramos de ello. Tú confías la vida de Elena a un aprendiz de bruja de veintidós años. ¿Sabías eso, verdad?

– Sé que quiero usar cualquier instrumento posible para encontrar a Elena. Ahora mismo, esa aprendiz de bruja es nuestra mejor esperanza.

– No, no lo es. Hay otro camino. Yo. Puedo encontrar Elena. Pero tú no lo crees.

– Si Paige es incapaz de restablecer el contacto…

– ¡Maldita sea!-Clay agarró un libro de la mesilla de noche y lo lanzó a través del cuarto, golpeando la pared lejana.

Jeremy hizo una pausa, luego continuó, su voz tan tranquila como siempre -Voy a traerte algo para beber, Clayton.

– Quieres decir que vas a sedarme de nuevo. Sedarme, callarme, mantenerme tranquilo, y calmado, mientras Elena está allí sola. No creí que estuviera conversando a través de Paige y ahora ella se ha ido. No me digas que no es mi culpa.

Jeremy no dijo nada.

– Muchas gracias -dijo Clay.

– Sí, eres culpable de que hayamos perdido el contacto esa vez, aunque eso probablemente no explique por qué no podemos ponernos en contacto de nuevo con ella. Seguiremos intentándolo. Mientras tanto, quizás podamos hablar de esta otra idea tuya por la mañana. Ven a verme si cambias de opinión sobre esa bebida. Te ayudará a dormir.

Cuando Jeremy se marchó, el sueño se evaporó. Me moví y giré, de vuelta en el increíble cambio de canales. Chasquido, chasquido, chasquido, pedazos de sueños y recuerdos, demasiado dispersos para tener algún sentido. Luego oscuridad. Un golpe en la puerta. Estaba sentada frente a un escritorio, estudiando minuciosamente un mapa. La puerta estaba detrás de mí. Traté de darme vuelta o gritar un saludo. En vez de eso, sentí mi movimiento de lápiz rasguñando unas palabras en una libreta. Miré la escritura y, sin sorprenderme, reconocí los garabatos de Clay.

El cuarto se confundió, amenazando con volverse oscuro. Algo tiró de mí con ka suave insistencia de la marea, tomándome para apartarme. Luché contra ello. Me gustaba donde estaba, muchas gracias. Este era un buen lugar, un lugar confortador. Sólo sentir la presencia de Clay me hacía feliz, y maldición, merecía un poco de la felicidad, ilusoria o no. La marea se volvió más fuerte, hinchándose hasta ser una resaca. El cuarto se puso negro. Quedé libre y me encontré de vuelta en el cuerpo de Clay. Él había dejado de escribir ahora y estudiaba un mapa. ¿Un mapa de qué? Alguien llamó otra vez a la puerta. Él no respondió. Detrás de él, la puerta se abrió, luego se cerró.

– Clayton -La voz de Cassandra, suave como la mantequilla.

Él no contestó.

– Un gruñido de saludo bastaría -murmuró ella.

– Eso implicaría una bienvenida. ¿No necesitas ser invitada a un cuarto?

– Lo siento. Otro mito que se va al diablo.

– Siéntete libre para continuar.

Cassandra rió entre dientes -Veo que Jeremy te heredó todas las maneras de la familia Danvers. No es que me importe. Yo siempre he preferido la honestidad a la cortesía mentirosa -Su voz se acercó cuando cruzó el cuarto-. Noté tu luz prendida y pensé que podría gustarte unirte a mí para una bebida.

– Me encantaría, pero temo que no compartimos los mismos gustos en fluidos.

– ¿Podrías al menos mirarme mientras me rechazas?

Ninguna respuesta.

– ¿O temes mirarme?

Clay se dio vuelta y encontró sus ojos -Allí. Vete a molestar a otra parte, Cassandra. ¿Qué es eso?

– Ella no volverá, ya sabes.

La mano de Clay se apretó alrededor del lápiz, pero él no dijo nada.

Sentí que tiraban de mis pies otra vez y luché contra ello. En algún sitio en mi cabeza, Paige gritó mi nombre. La resaca se levantó, pero me sostuve firme. Esta era una escena que yo definitivamente no dejaría.

– Ellos no la encontrarán -dijo Cassandra.

– Según tú, deberíamos dejar de intentarlo.

– Sólo quiero decir que esto es un desperdicio de nuestro tiempo. Mejor concentramos nuestros esfuerzos en detener a esta gente. Salvar nuestras vidas, no sólo la de Elena. Si, deteniéndolos a ellos la rescatamos, maravilloso. Si no lo hacemos… apenas es el fin del mundo.

El lápiz se rompió entre los dedos de Clay. Cassandra se acercó más. Cuando la resaca amenazó otra vez, pateé y luché con toda mi fuerza.

Cassandra dio aún otro paso hacia Clay. Lo sentí tensarse y empezar a retroceder, detenerse luego y quedarse quieto.

– Sí, la amas -dijo Cassandra-. Puedo verlo y lo admiro. Realmente lo hago. ¿Pero sabes a cuántos hombres he amado en todos estos años? ¿Amado apasionadamente? Y de aquellos hombres, ¿Sabes cuán pocos nombres recuerdo? ¿Cuán pocos rostros?

– Vete.

– Te pido que te unas a mí en una bebida. Una bebida. Nada más.

– Dije, vete.

Cassandra sólo sonrió y sacudió su cabeza. Sus ojos brillaron ahora con la misma mirada que yo la había visto dar al mesero en el restaurante, sólo que más fuerte. Más hambrienta. Sus dedos rozaron el antebrazo de Clay. Quise gritar para que él mirara lejos, pero estaba impotente de hacer nada, menos mirar y esperar.

– No hagas esa mierda, Cassandra -dijo Clay-. Eso no funciona en mí.

– ¿No?

– No.

Clay miró a Cassandra directamente a los ojos. Ella estaba completamente inmóvil, sólo sus ojos se movían, brillando cada vez más mientras lo contemplaba. Varios minutos pasaron. Entonces Clay avanzó hacia Cassandra. Sus labios se torcieron en una sonrisa triunfante. Mi corazón se detuvo.

– Vete, Cassandra -dijo Clay, su rostro a sólo pulgadas del de ella-. Diez segundos o te lanzaré fuera.

– No me amenaces, Clayton.

– ¿O harás qué? ¿Morderme? ¿Crees que puedes hundir tus dientes en mí antes de que yo te arranque la cabeza? He oído que es una buena cura para la inmortalidad. Cinco segundos, Cassandra. Cinco… cuatro…

La escena se volvió negra. No confusa, no me tiraba. Sólo se detuvo repentinamente. Parpadeé. La luz áspera me cegó. Apreté los ojos. A través de los párpados, vi una luz oscilar a lo lejos. Unos dedos agarraron mi hombro y me sacudieron.

– Levántate y brilla, dormilona.

Una voz. Lamentablemente, no era la voz de Clay. Tampoco la de Cassandra. Ni siquiera la de Paige. Era peor. Diez veces peor. Ty Winsloe. De sueños agradables a visiones inquietantes, para llegar a absolutas pesadillas. Apreté con fuerza mis ojos.

– ¿Qué piensan, chicos? -dijo Winsloe-. ¿Necesita nuestra belleza durmiente un beso para despertarla? Por supuesto, en el cuento de hadas original, ella necesitaba más que un beso…

Mis ojos se abrieron y me puse derecha. Winsloe se rió y acercó una linterna a mi cara, luego la soltó sobre mi cuerpo.

– ¿Siempre duermes con la ropa puesta? -preguntó.

– Esta no es exactamente una suite privada – dije, gruñendo un bostezo-. ¿Qué hora es?

– Las tres pasadas. Necesitamos tu ayuda. Hubo un problema.

Me senté en el borde de la cuna, parpadeando, con mi cerebro luchando para dejar atrás las visiones de Clay y Cassandra. ¿Las tres? ¿De la mañana? ¿Problema? ¿Quería decir que alguien se había escapado? ¿Quién? ¿Por qué necesitaban mi ayuda? ¿Hubo un accidente? ¿Carmichael me necesitaba?

– ¿Eh? -Dije. Bien por las preguntas inteligentes y articuladas. ¿Qué esperan a las tres de la mañana?

Winsloe me sacó de la cama -Te explicaré por el camino.

SABUESO

Armen se había escapado. Cuando Winsloe me lo dijo, me atraganté, y durante un largo momento no pude respirar. Armen se había escapado… sin mí. A horcajadas de mi pánico vino un destello de daño, luego la comprensión de que a Armen debió habérsele presentado una oportunidad que no pudo ignorar. ¿Podía culparlo? Por supuesto que no, aunque esto no hacía mejor las cosas. Mi socio de fuga se había ido, llevándose nuestro plan con él. Peor aún, Winsloe quería que yo lo detuviera.

– ¿Quiere que yo lo detecte? -dije.

– Eso es lo que dije. Usa tu nariz. Rastrea su olor.

– Como un sabueso.

Winsloe me echó un vistazo bruscamente al oír mi tono-.Sí, como un sabueso. ¿Es un problema?

Por supuesto que era un problema. Yo era una persona, no un animal, no una atracción secundaria. No realizaba espectáculos para la diversión de nadie. Quería decirlo, pero el filo de la voz de Winsloe me impidió desafiarlo. No tuve agallas. O, más exactamente, mi instinto de autoconservación era demasiado fuerte. Recordé la reacción de Winsloe cuando le había dado una palmada en la mano para alejarlo en la ducha y sabía que no podía permitirme otro espectáculo de desafío. Esto no significaba que yo traicionaría a Armen. Debía rastrearlo, pero no tenía que encontrarlo.

Flanqueada por los guardias, seguí a Winsloe escaleras abajo hacia el bloque de celdas. Dos guardias más esperaban afuera de la celda de Armen. Dentro, Tucker se arrodillaba al lado de un guardia, que estaba sentado en el suelo, masajeándose la cabeza. El guardia parecía familiar, pero no podía ponerle un nombre. La única vez en que me molesté en notar el nombre de un guardia fue cuando había hecho algo para distinguirse de los demás. La mayoría no lo hacía.

– ¿Averiguaste lo que sucedió? -preguntó Winsloe, con una voz que implicaba que le importaba bien poco lo que había pasado, él sólo quería seguir con la caza.

– Parece que Haig se hizo un arma -dijo Tucker-. Algo agudo, como un cuchillo. Causó un escándalo cuando mis hombres hacían sus rondas, luego tiró el arma contra ellos cuando abrieron la puerta. Dejó inconciente a Ryman. Debe haber llevado a Jolliffe como rehén. Ryman está bien, pero deberíamos movernos si queremos recuperar a Jolliffe vivo. Tendremos que rastrearlo. He enviado Pendecki para traer un rastreador…

– No hay necesidad -interrumpió Winsloe-. Tengo un rastreador de categoría mundial aquí mismo.

Tucker me miró y frunció el ceño-.Ya hay uno de mis hombres ahí, señor. Con el debido respeto, no creo que debamos perder el tiempo…

– ¿Perder el tiempo?

La mandíbula de Tucker hizo clic como si se hubiera atragantado-.No lo quise decir de ese modo… señor. Estoy preocupado sobre…

– Por supuesto que lo estás. También yo. Por eso traje a Elena. Ryman, ¿Te sientes bien para unirte a nosotros?

Ryman se puso de pie-.Sí, señor.

– Creo… -comenzó Tucker.

– No creas -cortó Winsloe-. No es eso para lo que te pago. Vamos, Ryman; veremos si podemos atrapar a ese bastardo. Tal vez obtengamos un pequeño pago para ese huevo de ganso en tu cabeza.

***

Fuera del complejo, Winsloe despidió a los dos guardias que me acompañaban, dejando sólo al herido Ryman. Me pregunté respecto a esto, sabía que no era un buen signo, pero todavía estaba demasiado drogada por el sueño como para darle sentido a ello. Otros pensamientos obstruían mi cansado cerebro. ¿Armen se había hecho un arma? ¿Él había atacado una guardia? ¿Lo había golpeado hasta dejarlo inconsciente? ¿Era mismo Armen que había estado pensando en mí para proporcionar la fuerza bruta para una fuga?

Mientras nos dirigíamos a los bosques, alguien gritó -¡Hey! -detrás de nosotros. Ryman giró, su arma en posición, sus reflejos no estaban siendo obstaculizados por ningún efecto persistente de su herida en la cabeza. No había nadie allí. La hierba muerta chisporroteó adelante, y giramos para ver a Xavier a veinte pies de distancia.

– Lento, soldado -dijo Xavier, sus manos arriba-. No dispares a los aliados.

– Debería -refunfuñó Ryman-. Enseñarte una lección.

– ¿Qué está pasando? -preguntó Xavier, avanzando hacia nosotros-. Oí que Haig huyó. ¿Realizaremos el espectáculo de buscar-y-rescatar? ¿O el espectáculo de buscar-y-destruir? -me vio y se detuvo-. ¿Wow, quién sacó a la chica-lobo de su jaula?

Fruncí el ceño hacia él. Él dio un paso rápido al costado, como si esquivara mi mirada deslumbrante, entonces volvió atrás sonriendo abiertamente.

– Es una mirada letal la que tenemos aquí. Más mortal que las balas de Ryman -se volvió hacia Winsloe-. Entonces, ¿Cuál es el trato? ¿Diversión y momento de juegos? ¿Puedo jugar?

– Tal vez próxima vez -dijo Winsloe.

– Oh, vamos. No seas aguafiestas. Quiero jugar.

– ¿Sí? -dijo Ryman-. ¿Y quisieras ser el objetivo de práctica?

Winsloe gesticuló hacia Ryman para hacerlo callar-.Es suficiente. Vuelve dentro, Reese. Ya lo dije, la próxima vez.

– Bien -Xavier puso los ojos en blanco, luego desapareció. Obviamente alguien más que entendía lo suficiente como para no presionar a Winsloe.

– ¿Estamos todavía sobre la pista, Elena? -preguntó Winsloe.

– ¿Hmmm? Oh, sí -Olí el aire-. Sí, Ar-Haig estuvo aquí. Con alguien más.

– Jolliffe -dijo Winsloe-. Bien. Tucker estará contento. Ve adelante, entonces. Ryman, quédate detrás de ella.

Nos dirigimos a los bosques.

***

– ¿Estás segura que este es el camino? -preguntó Winsloe diez minutos más tarde.

No lo estaba. Me había alejado del verdadero camino de Armen diez metros antes. Winsloe apuntó su linterna a mi cara. Tragué una respuesta rápida e hice el espectáculo de oler el aire. Por el rabillo del ojo, lo miré, calibrando su credulidad, y decidí probar el agua antes de hacer un salto potencialmente fatal.

– Pensé que lo estaba -dije despacio-. El rastro parecía seguir este camino.

– La maleza parece bastante densa -dijo Winsloe.

¿De verdad? A mí me parecía pasable, pero tal vez miraba como lobo, no como un humano en pánico corriendo por su vida, con un rehén a remolque. Me puse en cuclillas e inhalé cerca de la tierra. Detrás de mí, Ryman rió disimuladamente.

– Tiene razón -dije-. No vinieron por este camino. Debo haber estado atrapando su olor en la brisa. Mejor volver sobre nuestros pasos.

– Tal vez debería quedarse a gatas -dijo Ryman-. Mantén tu nariz en el rastro -Él sonrió con satisfacción.

– Está bien, Elena -dijo Winsloe-. Tómalo con calma. No te sientas presionada.

¿Yo? ¿Sentirme presionada? ¿Por qué demonios me sentiría presionada? ¿Sólo porque me pedían que persiguiera un compañero cautivo, con una pistola cargada en mi espalda y un megalomaníaco psicótico llamando a disparar?

– Tal vez estoy un poco nerviosa -dije-. Lo siento.

Winsloe emitió una sonrisa magnánima-.Está bien. Sólo toma las cosas con calma.

Seguro, jefe. Ningún problema. Inhalé, retrocedí al verdadero rastro, y comencé otra vez. Aproximadamente cincuenta metros más allá, el rastro de Armen viró el este. Decidí seguir avanzando hacia el sur. No conseguí dar tres pasos.

– ¿Estás segura que este es el camino correcto? -me gritó Winsloe.

Me congelé.

– Me parece que se fueron al este -dijo él-. Hay algunas ramas rotas allí.

Di vuelta para mirar los arbustos que rodeaban el amplio hueco por el que Armen había pasado. Ni una sola ramita estaba rota. No había ningún modo en que Winsloe pudiera decir que Armen había dado vuelta allí. A menos que él ya lo supiera. La advertencia zumbante que había sentido ya cuando habíamos comenzado esta expedición se alzó con una frialdad Artica. Winsloe sabía exactamente hacia donde había huido Armen, probablemente lo había hecho rastrear y capturar antes de que venir a buscarme al hospital. Él me probaba -mis capacidades y mi honestidad. ¿Había fallado ya?

Reprimiendo el impulso de tartamudear excusas, miré los arbustos del paso que yo había elegido, pellizqué el puente de mi nariz y traté de parecer agotada, lo cual no era ni con mucho una exageración. Me puse en cuclillas y olí la tierra, me arrastré y olí los arbustos, luego me paré y aspiré el aire. Con un suspiro, froté mi cuello.

– ¿Bien? -dijo Winsloe.

– Huelo un rastro en ambos caminos. Déme un segundo.

Hice rodar mis hombros y respiré hondo el aire frío de la noche. Entonces me puse a gatas, ignorando a Ryman que reía disimuladamente, y seguí ambos potenciales pasos por varios metros.

– Ese -dije, señalando en el verdadero rastro cuando me puse de pie-. Él dio unos pocos pasos por el otro camino, luego regresó y rechazó ese hueco entre los arbustos.

Plausible, e imposible de refutar a menos que uno tuviera la nariz de un werewolf. Winsloe asintió con la cabeza. Esto funcionaba para él. Bueno.

Mientras seguía el rastro, me pregunté como planeaba Winsloe terminar esta farsa. Obviamente ya habían recobrado a Armen. ¿Chocaríamos con la tropa de guardias que lo había atrapado? ¿O seguiríamos el rastro hasta el compuesto? ¿Cuál era el punto? ¿Divertirse haciéndome trabajar como a un perro de circo? ¿Humillarme probando mi honradez? ¿Esperaba que yo lo traicionara o intentara hacerlo, dándole una excusa para cazarme? Yo no le daría esa satisfacción. Si él quería un sabueso de dos patas leal, eso era exactamente lo que conseguiría.

No traté de engañarlo otra vez. ¿De qué serviría, si ya tenía a Armen? Caminamos otro medio kilómetro a través del bosque. El olor se hizo más fuerte, hasta que pude recogerlo en el viento.

– Están cerca -dije.

– Bueno -dijo Winsloe-. Reduce la velocidad y…

Delante, un grupo de arbustos explotó entre crujidos y maldiciones. Dos figuras salieron volando de los arbustos, Armen encima de un guardia, manos apretando la garganta del hombre. Winsloe corrió hacia allá, extrayendo un arma de su chaqueta. Ryman hizo un disparo de advertencia. Armen se congeló. Winsloe se lanzó contra Armen y lo quitó de encima de Jolliffe.

La cólera llameó en mi estómago, un blanco ardor. Apreté mis puños para impedirme actuar al respecto. Quise gritar a Winsloe, denunciar su “ejercicio de rastreo” como lo que era. Un juego. Otro coreografiado juego juvenil para saltar sobre Armen después de que el pobre hombre hubiera quedado paralizado por el sonido del arma. ¿Estás tratando de impresionarme, Tyrone? Oh, estoy impresionada. Nunca había visto un espectáculo tan patético.

– Allí -dije, apenas capaz de movilizar mi mandíbula para arrancar a la fuerza las palabras-. Lo tiene. Buen trabajo. ¿Podemos irnos ahora?

Todos me ignoraron. Winsloe había extendido a Armen sobre la tierra con las manos abiertas y lo palpaba buscando armas. Jolliffe estaba sentado en las sombras, como si estuviera demasiado atontado para moverse. Ryman se le acercó y extendió una mano, ayudando a su socio a ponerse de pie.

– ¿Qué pasó aquí? -dijo Winsloe.

– Él tenía un arma, señor -dijo Jolliffe-. Me forzó a abrir la celda, tomó mi arma, y me hizo abrir las puertas, luego me arrastró hacia los bosques. Trató de matarme. Escapé un poco antes, lo seguí, y lo agarré aquí.

Lo que significaba que lo había sostenido hasta que nosotros llegáramos, pensé. Habiendo estado probablemente en contacto con Winsloe por radio desde que había escapado Armen.

– Se escondía en esos arbustos -dijo el guardia, siguiendo su historia-. Me disparó. Lo desarmé y luchamos, entonces ustedes llegaron.

– ¿Q-Qué? -dijo Armen, luchando por levantar la cabeza de la tierra-. No hice- usted vino a mi celda. Me trajo aquí fuera. Usted…

Winsloe abofeteó la cara de Armen lanzándola al barro. Nuevamente, me tomó cada onza de voluntad no lanzarme hacia él. Entonces el impulso desapareció y ni siquiera podía moverme aun cuando lo deseara. Mis piernas se volvieron de frío plomo cuando vi la mirada en cara de Armen, la confusión e incredulidad bajo la capa de sangre y contusiones. Jolliffe dijo algo. Mi mirada se volvió hacia él. Vi su cara, realmente lo vi, y lo reconocí, tal como había reconocido antes a Ryman. Mirándolos juntos, supe dónde los había visto. En la caza. Los dos hombres sin nombre, junto con Pendecki y Bryce, esa noche que habíamos cazado a Patrick Lake. Tampoco era la última que los había visto. Ellos habían sido los dos que me había acompañado a la ducha con Winsloe. Sus guardias favoritos. Escogidos para otra misión especial.

Armen no se había escapado. Eso no tenía sentido. Armen era un hombre pensador, no la clase de tipo que tomaría tal riesgo en un impulso repentino. No sabría crear un arma en prisión. Y seguramente no atacaría a dos guardias armados, cada uno con dos veces su tamaño. No, él no se había escapado. Le habían traído aquí. Golpeado y arrastrado a través del bosque. ¿Para qué? ¿Para desempeñar un papel en el último juego de Winsloe? Winsloe quería que yo rastreara a alguien, entonces había ido al bloque de celdas, elegido un objetivo, e instruyó a sus guardias favoritas para ayudar a construir el escenario. ¿Qué valor tenía todo esto, bastardo enfermo? ¿Lograbas tranquilizar tu manía?

– ¿Podemos irnos ahora? -Pedí otra vez, levantando mi voz para ser oída por sobre su conversación-. Lo tenemos. Deberíamos devolvernos.

Winsloe se movió para quedar sentado de lado junto a Armen, apoyado atrás como si estuviera en una cómoda silla-.No puede hacer eso, Elena. Desearía poder hacerlo, pero no podemos. No hemos terminado aún.

Echó una mirada a Ryman y Jolliffe. Los dos guardias le sonrieron abiertamente en respuesta, y mi estómago se volvió de hielo.

– No podemos tener presos escapándose, ¿Verdad, muchachos? Escapando de sus celdas, no escapan al castigo. No señor. Tenemos que imponer un código. Nadie escapa de mi complejo y vive.

Luché por tomar un aliento -Pero -pero pensé que Haig era un sujeto importante. El doctor Matasumi dijo…

– Larry entenderá. Un preso se escapa, lo perseguimos, tratamos de devolverlo vivo, pero… bien, las cosas pasan. La captura de un preso es un asunto delicado. Tanto podría salir mal, y por supuesto, no podemos arriesgar dejar a nadie alejarse y poner el proyecto en peligro.

Yo no podía dejar pasar esto. Me había sentido bastante enferma acerca de cazar a Patrick Lake, y él había sido un asesino vicioso. Armen Haig no era ningún monstruo. Era un hombre decente, un inocente en un mundo donde la mayor parte de nosotros, yo misma incluida, habíamos perdido nuestra inocencia cuando nos convertimos en una cosa distinta a humano. Los monstruos aquí eran los tres sin excusas para su comportamiento.

¿Qué veía Winsloe cuándo miraba Armen, a mí, a Patrick Lake, en el guardia que había matado, o cualquiera que habitaba su mundo? ¿Veía gente, seres conscientes? ¿O veía recortes de cartón, actores, caracteres de algún magnífico juego diseñado para su diversión?

– No puedes matarlo -dije, manteniendo mi voz tan neutra como era posible.

Winsloe estiró sus piernas, colocando su peso sobre Armen -Tienes razón. No puedo. Bien, yo podría, pero no voy a hacerlo.

– Bueno. Ahora podemos…

– No voy a matarlo yo. Tú lo harás.

SACRIFICIO

Me detuve en seco, las palabras atascadas en mi garganta -Yo-yo

– Así es. Tú lo matarás. Vas a trasformarte en lobo y cazarlo -Winsloe se puso de pie y pisoteó la espalda de Armen-. ¿Es un problema, Elena?

Durante un breve segundo, tuve la certeza de que Winsloe sabía acerca de mi colaboración con Armen, que este era su modo de frustrar nuestros proyectos, matando a mi aliado, y dejándome saber que él lo sabía, pero rápidamente comprendí que Winsloe no podía saberlo. Armen había sido demasiado perspicaz, había mantenido nuestras discusiones bien disfrazadas. No habíamos progresado demasiado en nuestros proyectos como para que el oyente más agudo comprendiera lo que planeábamos. Si alguien hubiera estado escuchando, sólo habría oído a dos personas que conversando. Con una sacudida helada, me pregunté si había sido suficiente. ¿Me habría oído Winsloe por casualidad con Armen y había descubierto una amistad floreciente? ¿Explicaba esto el por qué él había elegido a Armen de entre todos los otros cautivos, arriesgando el disgusto de Matasumi? ¿Por qué no tomar a Leah o, todavía mejor, Curtis Zaid, el inútil sacerdote Vodoun? Porque eso no me haría suficiente daño a mí. No sería lo bastante sádico.

Winsloe se acercó -Dije, ¿Es un problema, Elena?

– Sí, es un maldito problema -gruñí-. No mataré a un hombre para tu diver…

Me tambaleé atrás. Sentí su mano imprimiéndose en mi mejilla. Tropecé. Me recuperé. Girándome, lancé un puño hacia su mandíbula. Una bala chamuscó mi costado. Me desequilibró, mitad el impacto, mitad la sorpresa. Me afirmé de un árbol. Detuvo mi caída. Parada allí, en frente del tronco, con el pecho pesado, una serpiente de rabia que atravesaba mi cuerpo. Agarré el árbol con fuerza suficiente para dejar agujeros en la corteza con mis palmas. Cerré los ojos. Inhalé. Luché por obtener control. Lo encontré. Tomé alientos profundos y retrocedí. Dejé caer mis dedos a mis costados y sentí la herida. Directamente atravesándome, robando una costilla y nada más.

– Una vez más, Elena -dijo Winsloe, acercándose a mí-. ¿Es un problema?

Me di vuelta lentamente, manteniendo mis ojos lejos de él. Winsloe dio un gruñido de satisfacción, interpretando mi falta de contacto visual como un signo de que estaba intimidada, no por lo que realmente era, que no me atrevía a mirarlo por temor a arrancar su rostro si lo hiciera.

– Contesta la pregunta, Elena.

– No puedo -Inhalé. Forcé una disculpa en mi tono-. No puedo hacer…

Vi su mano subir, esta vez con el arma en ella. Vi la pistola acercarse a mi cara. Di un paso atrás, pero demasiado tarde. El arma golpeó el costado de mi cráneo. Las luces destellaron. Entonces todo se puso oscuro. Cuando me recuperé, yacía en tierra con Winsloe encima de mí.

– Así es como esto va a funcionar, Elena -dijo él, inclinándose hacia mi cara-. Vas a transformarte en lobo. Aquí mismo. Ahora mismo. Luego vas a cazar al Sr. Haig. Cuando lo captures, lo sostendrás hasta que yo llegue. Entonces lo matarás. Cualquier desviación de este plan y ambos morirán. ¿Entendido?

Traté de sentarme. El pie de Winsloe aterrizó en mi estómago, lanzándome al suelo y sacando el aliento de mis pulmones.

– No es- no es tan fácil -jadeé entre sorbos de aire-. Yo podría no ser capaz de Cambiar. Incluso si lo hiciera, no seré capaz de controlarme una vez que lo atrape. No funciona de esa manera.

– Esto funcionará de cualquier modo que yo diga que funcione -La voz de Winsloe contenía toda la emoción de un entrenador de golf explicando las reglas del torneo-. Si fallas, me responderás. Y cuando estés respondiéndome, mis muchachos tendrán su turno, y cuando se hayan cansado de ti, morirás. ¿Es bastante incentivo, Elena?

Comencé a temblar. Nada cólera ahora. Sólo miedo. Terror incontrolable. Matar a Armen sería un acto de cobardía por el cual yo nunca me perdonaría, aun si pudiera hacerlo. ¿Pero y si no lo hacía? Violación y muerte. Para mí, la idea de ser violada era más aterradora que la de morir. Los fantasmas de mi infancia llenaron mi cerebro, voces que decían que había prometido que tal cosa nunca pasaría otra vez, que era demasiado fuerte, que nunca podría ser nuevamente obligada a someterme a alguien.

– No puedo -susurré-. Simplemente no puedo.

Vi el pie de Winsloe volar atrás. Cerré mis ojos con fuerza. Sentí su bota conectar con mi costado, justo encima de la herida de bala. Oí el grito de una mujer. Mi grito. Me odié a mí misma. Odio, odio, odio. No moriría de esta manera. No violada. No forzada a matar a un hombre inocente. Si tuviera que morir, lo haría a mi manera.

Me arrojé, lanzando a Winsloe al claro. Aterrizó de espaldas. Me puse de pie y lo enfrenté.

– ¡No! -Un grito. Armen.

Giré, vi Ryman levantar su arma. Armen se lanzó hacia mí. El arma escupió una corriente de balas. El cuerpo de Armen se detuvo en aire, su pecho explotando, cuerpo dando tumbos debido al impacto. Cuando golpeó tierra, caí al lado de él.

– Es más misericordioso. Para nosotros dos -Su voz era fina, demasiado bajo para los oídos de cualquiera, pero no para los míos. Sangrienta espuma burbujeaba en sus labios.

– Lo siento -susurré.

– No lo hagas- -Sus párpados revolotearon una vez. Dos veces. Luego se cerraron.

Dejé caer mi cabeza, lágrimas obstruían mi garganta. En el silencio que siguió, me vigoricé para lo que debía venir. Winsloe me mataría para esto. Por atacarlo. Por terminar su juego. Cuando finalmente me di vuelta para afrontarlo, sin embargo, sólo vi satisfacción en sus ojos. Él no había perdido en absoluto. El resultado era todavía el mismo. Armen estaba muerto. Era mi falta. Yo lo sabía y sufriría por ello.

– Llévenla de vuelta a su celda -dijo Winsloe, sacudiendo sus vaqueros-. Luego traigan a alguien para que limpiar este desastre.

Mientras él echaba un vistazo a Armen, su boca se apretó y él hizo una mueca hacia mí con una mirada deslumbrante. El resultado puede haber sido el mismo, pero su juego había sido arruinado. Yo pagaría por ello. No esta noche. Pero pagaría.

***

Ryman y Jolliffe me condujeron hacia el bosque. Estábamos a mitad de camino del complejo cuando Ryman de repente me empujó con fuerza. Yo trastabillé. Cuando me estabilicé y me di vuelta para fulminarlo con la mirada, me encontré fulminando con la mirada el barril de su arma. Apreté mi mandíbula, me giré, y seguí andando. Había dado aproximadamente cinco pasos cuando una patada de Jolliffe me trabó las piernas. Tropecé contra un árbol y tomé un momento para recomponerme antes de la darme vuelta. Ambos hombres apuntaban sus armas hacia mí.

– ¿Qué quieren? -Dije-. ¿Una excusa para pegarme un tiro?

– No necesitamos una -dijo Ryman-. Sólo le decimos a Tyrone que intentaste escaparte y tuvimos que bajarte.

– Como un perro rabioso -dijo Jolliffe.

Ambos hombres se rieron. La rabia me atravesó. Lo que había pasado en esa arboleda me tenía enferma de culpa y autoaborrecimiento. No quería nada más que encontrar otro objetivo para esa cólera, alguien más a quien pudiera culpar por la muerte de Armen. Estos dos idiotas gritaban pidiendo el trabajo. Los evalué. ¿Podría derribarlos sin sufrir un balazo? Estimé mis probabilidades en cinco a uno. Cuando esas probabilidades me parecieron razonablemente buenas, sabía que estaba en problemas. Mi rabia consumía rápidamente mi sentido común. Arranqué mi mirada fija de los dos guardias y seguí andando.

Ryman avanzó a zancadas hasta quedar a mi lado y agarró el brazo. Cuando me lanzó de golpe contra un árbol, comencé a repartir golpes a diestra y siniestra, luego sentí el metal frío de un barril de arma en mi templo.

– No vuelvas a darme la espalda, perra -él respiró en mi cara-. Cliff y yo pensábamos con mucha ilusión en un poco de diversión esta noche. Lo arruinaste. Tal vez a Ty le complazca pasar por alto esto, pero a nosotros no. ¿Quién demonios te crees que eres de todos modos? ¿Desafiando a Tyrone Winsloe? ¿Atacándolo? ¿Estropeando nuestro juego?

– Quita tus manos de mí.

– ¿O qué? -Él ensartó su rodilla en mi entrepierna-. ¿Qué vas a hacer si no lo hago?

Alguien se rió entre dientes a nuestra izquierda -Algo como… arrancar tu tonta garganta, sacar de raíz tus testículos, y convertirte en un pavo de día de Acción de Gracias. No necesariamente en ese orden.

Nos dimos vuelta para ver a Xavier apoyarse contra un árbol, aspirando un cigarrillo. Lanzó lejos la colilla, se paseó, y me quitó del asimiento de Ryman.

– No quieres ensuciarte con este problema -dijo Xavier-. ¿Viste lo que ella le hizo a ese otro werewolf? Rasgado su pierna… llevando puesto las esposas. Ahora, ustedes muchachos podrán tener armas, pero yo no querría ver cuanto daño podría hacer ella antes de que la sacaran del camino.

Antes de que uno u otro guardia pudiera abrir su boca, Xavier enganchó su brazo alrededor de mi cintura y me condujo de vuelta a camino abierto, dirigiéndose hacia el complejo.

– Ella parece tolerarte bastante bien -refunfuñó Jolliffe cuando él se acercó detrás de nosotros-. ¿Algo que debiéramos decirle a Ty, Reese?

– No soy lo bastante loco para violar el territorio del gran hombre -dijo Xavier-. ¿Qué puedo hacer si la pobre muchacha tiene una cosa para mí?

Agarró mi trasero. Giré para aporrearlo, pero él desapareció, reapareciendo a mi otro lado.

– Esta es una de esas relaciones de amor-odio -le gritó a los guardias. En voz baja murmuró-, un juego agradable, Elena. No quieres que yo tome mis cosas y me vaya a casa.

Él tenía razón. Tanto como lamentaba estar endeudada con Xavier, él era la única cosa que se interponía entre yo, los dos guardias, y una situación potencialmente repugnante.

Xavier puso su brazo alrededor de mi cintura otra vez y echó un vistazo por sobre su hombro-.¿Crees que Tyrone me dejará tenerla cuándo él ya lo haya hecho? Podríamos escaparnos juntos, construir una choza en alguna isla desierta, vivir de cocos, luz del sol, y sexo. ¿Qué dices, Elena? Tendríamos unos bebés hermosos. Piensa en ello. Podríamos convertir sin ayuda a los lobos en una especie desaparecida.

– Ja ja -dije.

Xavier hizo una pausa, y levantó la cabeza -Nada de risas sarcásticas. Supón que ellos no entienden la broma. ¿Quieren que se las explique, chicos?

– Queremos que te jodas lejos, Reese -dijo Ryman-. Como ahora mismo.

– ¿Delante de ustedes? Soy un demonio, no un exhibicionista -Xavier caminó un poco más rápido, empujándome junto a él-. De todos modos, estamos casi en el complejo. Larry se preguntará lo que pasó. Debe estar bastante preocupado por su sujeto estrella. Me ofrecí para estar en el pelotón de salvamento. ¿Creen que ganaré un premio?

– No cuando Matasumi averigüe lo que pasó con su sujeto estrella -murmuré.

Algo cruzó el rostro de Xavier, pero antes de que pudiera decodificar la expresión, hizo su propio acto de desaparición, escondiéndose detrás de su despreocupación habitual. Mantuvo un monólogo hasta que llegamos al complejo. Entonces Xavier me llevó a través de la puerta de seguridad, dejándola cerrarse frente a los dos guardias. Casi subimos al ascensor sin ellos, pero Jolliffe atrapó las puertas en el último momento. Avanzaron y apretaron el botón hacia el bloque de celdas. Cuando el elevador se detuvo en el piso medio, Xavier trató de sacarme. Ryman agarró mi brazo.

– Ty dijo que la devolviéramos a su celda.

Xavier suspiró -Él quiso decir el hospital. Allí es donde ella duerme ahora. Él debe haberlo olvidado.

– Él dijo la celda.

– Cometió un error.

Los dos hombres se miraron. Entonces Xavier se enderezó y se asomó por la puerta del elevador. La voz de Carmichael y pasos hicieron eco por el pasillo.

– ¿Doc? -llamó Xavier-. Tengo a Elena aquí. Estos tipos me dicen que Tyrone la quiere de vuelta en su celda.

– Debe haber cometido un error -dijo Carmichael cuando se acercó.

– Eso es lo que les dije.

Carmichael se paró delante de las puertas de elevador abiertas-.Cliff, Paul, lleven a la Sra. Michaels al hospital. Estaré allí ahora mismo.

***

Xavier me acompañó al hospital y no se marchó hasta que Carmichael volvió. Trató de quedarse más tiempo, pero ella lo ahuyentó, quejándose de que mi sueño había sido interrumpido bastante y de que necesitaba mi ayuda por la mañana. Mientras se marchaba, Xavier articuló, -Me lo debes -Lo hacía. Y estaba segura de que él no dejaría al pagaré sin cobrarse.

Cuando alcancé mi cama, Carmichael se aseaba ajetreada por el cuarto, preparando equipo y vigilando a Bauer. Una vez me preguntó si había algo de lo cual me gustaría hablar. Lo había, pero no podía hacerlo. No quería ver mi culpa reflejada en la cara de otra persona. Un hombre bueno había muerto esa noche. Le había dado un tiro un guardia vicioso, siendo condenado a muerte por un tirano sádico, pero, más allá de eso, el peso de su muerte estaba sobre mis hombros. Yo no podía compartir eso con Carmichael. La única persona en el mundo con la que podría haberme confiado estaba cientos de millas de distancia, luchando sus propias batallas en un cuarto de motel. Pensar en esto me recordó lo sola que estaba. Antes de que Carmichael se marchara, me dejó una taza de té. Por el olor medicinal, supe que contenía un sedante, pero lo bebí de todos modos. Era el único modo en que iba a dormir esa noche y desesperadamente quería dormir, dormir, olvidar… al menos durante unas horas.

EXILIO

Después del desayuno del día siguiente, Bauer despertó.

Yo estaba sentada al lado de su cama, absorta en mis pensamientos, tal como había estado toda la mañana. Cuando abrió sus ojos por primera vez, pensé que era una acción refleja. Sus ojos se abrieron, pero no se movía, sólo contemplaba el techo, inexpresiva. Entonces parpadeó.

– ¿Doctora? -Dije.

Carmichael hizo un ruido y alzó la vista de su papeleo. Una fracción de segundo más tarde, estaba en el lado de la cama. Le llevó un rato a Bauer para despertarse. Supongo que si uno ha estado exánime durante días, no pasas a estar gritando exactamente, por lo cual deberíamos ser agradecidos, ya que ella no saltó gritando, considerando todas las cosas sucedidas.

Le tomó aproximadamente veinte minutos a Bauer despertar lo suficiente para moverse. Trató de cambiar de lado, pero las cadenas la contuvieron. Echó un vistazo hacia abajo bruscamente, frunció el ceño, vio las restricciones, y lanzó una mirada deslumbrante a Carmichael. Su boca se abrió, pero sólo un susurro salió, tan suave que ni siquiera yo pude distinguir las palabras. Carmichael recibió el mensaje, sin embargo, y rápidamente soltó las restricciones de sus brazos.

– Uh, esa no es una idea tan buena -dije.

– Ella está demasiado débil para hablar, mucho menos para moverse -dijo Carmichael.

Los ojos de Bauer se movieron desde mí a Carmichael, siguiendo nuestro intercambio. Ella buscó mi cara sin un parpadeo de reconocimiento. Entonces vi el destello. Me recordó. Sus ojos se estrecharon.

– Qu -Se detuvo y tragó-. ¿Qu-qué hace ella aquí?

– Elena me ha estado ayudando, Sondra. Desde tu… desgracia.

– ¿Mi-? -Bauer tragó otra vez, su lengua chasqueando sobre sus labios secos-. ¿Qué desgracia?

– Dale a Sondra un vaso de agua, Elena.

Otra vez la mirada fija de Bauer se posó en mí-.¿Qu-qué hace ella aquí?

– Trae el agua y luego haz que los guardias te llevan a pasear. Tengo que hablar con Sondra.

Recuperé el agua y traté de ignorar la segunda mitad de la petición, pero Carmichael me echó. Yo sabía que no debería dejar a Carmichael sola con Bauer. También sabía que no tenía ningún sentido discutir la doctora. Entonces me conformé con salir con los guardias del cuarto y aconsejar a los guardias de la puerta para que tomaran posiciones dentro. Para mi sorpresa, obedecieron. Habría sido un signo alentador de mi crecimiento poder y posición si no hubiera sospechado que ellos querían entrar en el hospital para poder contar a sus colegas cuentos acerca de ser los primeros en ver al nuevo werewolf despierto.

***

Después de mi paseo, Tucker nos encontró fuera del hospital.

– Déjenla con Peters y Lewis dentro -dijo Tucker-. Luego bajen a las celdas y escolten a la señorita O'Donnell a la celda de Zaid.

– Pensaba que el Doctor Matasumi había anulado todas las visitas -dijo uno de mis guardias.

– Katz-el doctor Matasumi cambió de opinión.

– Pero pensé que había dicho…

– Cambió de opinión. La señorita O'Donnell visitará a Zaid durante una hora, seguida de una visita de una hora con la señorita Levine.

– ¿Cómo esta Savannah? -Pregunté.

Tres pares de ojos me miraron, como si las paredes hubieran hablado. Durante un momento pareció que nadie iba a contestarme, entonces Tucker dijo bruscamente, -Ella está bien.

– Sabes, me opondría a verla yo misma -dije-. Tal vez tranquilizarla un poco.

– La señorita O'Donnell puede hacer eso -dijo Tucker, luego se giró y se encaminó pasillo abajo.

Los dos guardias me condujeron hacia el cuarto. Bauer todavía yacía sobre la cama. Carmichael estaba sentada al lado de ella, sosteniendo su mano. Asumí que Bauer había caído dormida, luego noté que sus ojos estaban abiertos. Carmichael me hizo señas para que permaneciera en silencio.

– Sé que esto es un shock -murmuró Carmichael-. Pero tienes buena salud y…

– ¿Buena salud? -escupió Bauer, dándose vuelta hacia Carmichael con ojos ardientes-. ¿Sabes qué siento ahora mismo? Esto-esto -Su mano izquierda trató de mover el aire, pero sólo logró una débil agitación antes de sufrir un colapso de vuelta abajo-. Este no es mi cuerpo. No soy yo. Es- está mal. Horriblemente, asquerosamente mal. Y los sueños -Soltó un grito ahogado-. Oh, Dios. Los sueños.

Carmichael tocó la ceja de Bauer. Bauer cerró los ojos y pareció relajarse. Entonces abrió sus ojos y me vio.

– Sácala de aquí -dijo Bauer.

– Comprendo que Elena podría no ser la persona que más quieres ver.

– Sácala de aquí.

Carmichael apretó la mano de Bauer-.Sé que ella es un recordatorio de lo que ha pasado, pero la necesitas, Sondra. Ella entiende por lo que pasas, y puede ayudarnos. Sin ella…

– ¿Sin ella? -Bauer me miró y retiró sus labios en un gruñido-. Sin ella, yo no estaría aquí.

– Entiendo tu cólera, Sondra. Si no hubiera sido por Elena que vino aquí, esto nunca habría pasado. Pero no puedes culparla-

– ¿No puedo culparla? ¿No puedo culparla? -La voz de Bauer se elevó-. ¿Quién demonios piensas que me hizo esto?

***

Una hora más tarde, estaba de vuelta en mi celda.

Después de todo lo que yo había hecho, cada riesgo que había tomado, una acusación de una werewolf recién transformado, media loca y estaba en mi maldita celda. Yo había cuidado a Bauer hasta que volvió su salud. Yo había prevenido a Carmichael de administrar medicinas que amenazaran potencialmente su vida. Me había lanzado entre Bauer y los guardias armados. ¿Cómo me pagaba ella? Me culpó, y no sólo en un sentido figurado -porque había usado mi saliva- sino literalmente acusándome de convertirla en werewolf. ¿Locura, verdad? ¿Y la jeringuilla? ¿La marca de aguja? Pruebas que me exoneraban. ¿Qué pensaban ellos, que había robado una jeringuilla del hospital durante mi prueba física, la llené con mi saliva, y pinché el brazo de Bauer? Era exactamente lo que ellos pensaban. O lo que Matasumi pensaba. Carmichael parecía tener el sentido de comprender que esto era absurdo. Ella no lo había dicho tan claramente, pero había discutido para mantenerme en el hospital, y cuando había sido obligada a marcharme, había caminado hacia mí y había prometido “arreglar las cosas”.

¿Cuán buena como aliada podía ser Carmichael? Ella era una empleada sin verdadera autoridad. Cuando sólo Matasumi y Winsloe habían sido los responsables, la fuerte voluntad de Carmichael se había metamorfoseado en verdadero poder. En batallas de personalidad, Matasumi estaba indefenso. Winsloe tenía la fuerza de voluntad necesaria para desafiar a alguien, pero él se reservaba de meterse en la vida cotidiana del complejo. De este modo, en ausencia de Bauer, Carmichael tenía pocos problemas para mantenerme en el hospital en contra de los deseos de Matasumi. Pero ahora Bauer estaba de vuelta. ¿Dónde dejaba esto a Carmichael? Sopesé las personalidades de ambas mujeres, tasando sus posibilidades.

Había un factor más para considerar. ¿Con cuanta fuerza lucharía Carmichael por mí? Ella hacía poco secreto de su desprecio por Winsloe y Matasumi, pero parecía tierna con Bauer. ¿Pondría a su debilitada paciente en una lucha de voluntades? Eso dependió de una cosa: la convalecencia de Bauer. Si Carmichael sintiera que me necesitaba para ayudar a Bauer, lucharía. Pero si Bauer se recuperaba sin recaer, yo estaría con una suerte de mierda. Mi mejor esperanza era que algo horrible sucediera, que Bauer perdiera el control, y que Carmichael y Matasumi comprendieran que necesitaban mi ayuda. Sabiendo de lo que un werewolf recién transformado era capaz, era realmente horrible desear algo por el estilo.

***

Realmente he estado alejada del favor. Si había alguna duda, pronto se desvanecieron. Los guardias trajeron mi desayuno dos horas tarde, lo dejaron, y se marcharon. Luego trajeron mi almuerzo. Nada pasó en el interino. Absolutamente nada. Carmichael no me llamaba para un chequeo. Matasumi no se acercaba para interrogarme. Xavier no se aparecía para una visita. Ni siquiera Tess se tomaba el deber de observar fuera de mi celda. Me dejaron con mis pensamientos, consumidos por recuerdos de la noche anterior. Sola con mis miedos, mis autorecriminaciones, y mi pena, reflexionando sobre la muerte de Armen, luego Ruth, luego mi propia situación, la que se ponía más difícil con cada hora que pasaba.

Alrededor de media tarde mi puerta se abrió, y salté de mi asiento tan rápido que habrían pensado que Ed McMahon estaba de pie allí, con un pase para la Cámara de Editores. De acuerdo, era sólo un guardia, pero llegado este punto, cualquier cara era bienvenida. Tal vez él venía para llevarme arriba. Tal vez venía para entregar un mensaje. Infiernos, tal vez venía sólo para hablarme. Seis horas de exilio y ya sentía como si yo hubiera pasado una semana en aislamiento.

El guardia entró, puso un florero de flores en la mesa, y se marchó.

¿Flores? ¿Quién me enviaría flores? ¿Carmichael que trataba de animarme? Correcto. ¿Matasumi pidiendo perdón por devolverme a la celda? Oh, sí. ¿Bauer agradeciéndome por todo mi trabajo desinteresado por ella? Eso debía ser. Con una risa amarga, giré las flores y leí la tarjeta.

Elena,

Lamento oír lo que sucedió.

Veré lo que puedo hacer.

Ty

Golpeé el florero de la mesa y apreté los puños, hirviendo de furia. ¡Cómo se atrevía! Después de la noche anterior, como se atrevía a enviarme flores, fingir preocupación por mi exilio. Fruncí el ceño hacia las flores esparcidas a través de la alfombra. ¿Esta era su idea de una broma? ¿O trataba de engañarme haciéndome pensar que se preocupaba? ¿Se burlaba de mí? O él, de su modo enrevesado, ¿Realmente se preocupaba? ¡Maldición! Gruñí y di una patada al florero a través del cuarto. Cuando no se rompió, avancé a zancadas, lo tomé con una mano, y me giré para lanzarlo hacia la pared. Entonces me congelé a mitad del tiro, los dedos todavía alrededor del florero. No podía hacer esto. No podía permitirme incurrir en la cólera de Winsloe. Una furia impotente me atravesó y fue casi suficiente para hacerme lanzar el florero a la pared, mandando al diablo las consecuencias. Pero no lo hice. Ceder a la rabia sólo le daría una excusa para hacerme daño otra vez. ¿Quería jugar juegos mentales? Bien. Me dejé caer de rodillas y comencé a juntar las flores, borrando todos los signos de mi cólera. La próxima vez que Tyrone Winsloe entrara en mi celda, vería sus flores amablemente dispuestas sobre la mesa. Y yo le agradecería por su preocupación. Sonreír y agradecer. Los dos podíamos jugar este juego.

***

A las siete de esa tarde, la puerta se abrió. Un guardia entró.

– Ellos te necesitan arriba -dijo.

La euforia se precipitó a través de mí. ¡Sí! Y no era demasiado pronto. Entonces vi su cara, la estrechez de su mandíbula fallando al ocultar la ansiedad en sus ojos.

– ¿Qué ha pasado? -Dije, poniéndome de pie.

Él no contestó, sólo giró y sostuvo la puerta. Dos guardias más esperaban en el pasillo. Todos traían sus armas fuera. Mi estómago se hundió. ¿Qué era esto, entonces? ¿Había pedido Bauer mi muerte? ¿Se había cansado Winsloe de jugar conmigo y había decidido cazarme? Pero esto no haría que los guardias estuvieran preocupados. Algunos, como Ryman y Jolliffe, lamerían sus labios de solo pensar en la perspectiva.

Cuando atravesé la puerta, el primer guardia me empujó en la espalda con su arma, no un golpe fuerte, más bien un golpecito impaciente. Tomé velocidad y rápidamente avanzamos hacia la salida de seguridad.

***

La sala de espera del hospital estaba atestada. Conté siete guardias, además de Tucker y Matasumi. Mientras daba un paso a través de la puerta, el tiempo redujo su marcha, mostrándome un montaje de impresiones visuales privadas de olor y sonido, como una película silenciosa avanzando con la manivela de a un fotograma por vez.

Matasumi estaba sentado, su rostro blanco, sus ojos contemplando la nada. Tucker en el intercomunicador ladrando órdenes silenciosas. Cinco guardias arracimados alrededor de él. Un guardia sentado al lado de Matasumi, con la cabeza entre sus manos, las palmas sobre sus ojos, humedad en su barbilla, una mancha húmeda manchando una manga de su camisa. El último guardia miraba la pared lejana, abrazándose a sí mismo con sus brazos, la cabeza inclinada, su pecho levantado. Mientras movía mi peso hacia adelante, mi zapato se deslizó. Algo hacía que el suelo estuviera resbaladizo. Eché un vistazo hacia abajo. Un delgado charco opaco color amarillento marrón. Vómito. Alcé la vista. La puerta del hospital estaba cerrada. Avancé, todavía con lentos movimientos. Las caras se voltearon. La muchedumbre se separó, no dejándome espacio pero alejarme. Nueve pares de ojos sobre mí, expresiones en los límites desde la aprehensión hasta la repugnancia.

– ¿Qué pasa aquí? -La voz de Winsloe detrás de mí rompió la ilusión.

Yo podía oler ahora: vómito, sudor, ansiedad, y miedo. Alguien murmuró algo ininteligible. Winsloe pasó por delante de mí para examinar la ventana del hospital. Todos hicieron una pausa, conteniendo colectivamente el aliento.

– ¡Mierda santa! -dijo Winsloe, su voz llena no de horror, sino de maravilla-. Elena hizo ah, mierda, ya veo. ¡Jesús jode a Cristo, debes ver esto!

Casi contra mi voluntad, mis pies se movieron hacia la puerta del hospital. Winsloe dio un paso al lado para darme espacio y poner su brazo alrededor de mi cintura, tirándome hacia él.

– ¿Puedes creer esto? -dijo, luego se rió-. ¿Supongo que puedes, verdad?

Al principio, no vi nada. O nada extraño. Más allá de la ventana había un mostrador, un fregadero blanco, de acero inoxidable antiséptico brillando como un artículo en una sala de exhibición de cocinas. Una fila de botellas estaba ordenada detrás del mostrador. La carpeta de Carmichael estaba en un ángulo perfecto de noventa grados al lado del fregadero. Todo ordenado y pulcro, como siempre. Entonces algo a lo largo de la base del mostrador saltaba a la vista. Una obscenidad dentro de la prístina limpieza. Una salpicadura con forma de estrella de sangre.

Mi mirada barrió el suelo. Una mancha de sangre de quince centímetros sobre el mostrador. Gruesas gotas caían en zigzag sobre carro volcado. El carro estaba tumbado, los contenidos dispersos y rotos. Un charco de sangre. Una marca de zapato en el charco, con los bordes perfectos. Luego otra mancha, más grande, un zapato ensangrentado deslizándose a través del suelo. El archivador. El gabinete de acero de cien de libras tirado, bloqueando la esquina lejana como si alguien lo hubiese arrastrado y se hubiese escondido detrás de su imperfecta barricada. Los papeles se dispersaban a través del suelo. Sangre salpicada sobre ellos. Bajo la cama, un zapato con la planta ensangrentada. Encima del zapato, una pierna. Giré para afrontar a los demás, para decirles había alguien allí. Mientras me daba vuelta, mi mirada viajó por la pierna hacia la rodilla, luego a una piscina de brillante carmesí, luego a la nada. Una pierna cortada. Mi estómago saltó a mi garganta. Me giré lejos, rápido, pero no lo bastante rápido. Vi una mano tirada a unos pies de la cama. Más cerca de la puerta, medio obscurecida bajo una bandeja derramada, un trozo sangriento de carne que había sido humano.

Algo golpeó la puerta, reverberando con tanta fuerza que tropecé hacia atrás con el impacto. Un rugido de furia. Un destello de piel amarillenta marrón. Una oreja. Un hocico empapado de sangre. Bauer.

– Tranquilizantes -Respiré con dificultad cuando recobré mi equilibrio-. Necesitamos sedarla. Ahora.

– Ese es el problema -dijo Tucker-. Está todo allí.

– ¿Todo? -Inhalé, parpadeando, luchando para lograr que mi cerebro trabajara otra vez. Froté una mano a través de mi cara, me enderecé y miré alrededor-. Debe haber un abastecimiento de reserva. ¿Dónde está la Doctora Carmichael? Ella debe saber.

Nadie contestó. Mientras el silencio se alargaba, mis tripas subieron y bajaron otra vez. Cerré los ojos y me obligué a examinar a través de la ventana. De vuelta al pie bajo la cama. El zapato. Un zapato negro blando y fuerte. El zapato de Carmichael.

Ah, Dios. No era justo. Era tan, tan, tan injusto. El estribillo corrió por mi cabeza, quitando todos los otros pensamientos. De todos en este maldito lugar. De todos aquellos que vería de buena gana morir. De esos pocos que me sentiría incluso feliz de ver morir de una muerte tan horrible como esta. No Carmichael.

La rabia se alzó en mí. Apreté los puños, cedí ante la cólera durante un momento, luego la empujé hacia atrás cuando me di vuelta para afrontar a los demás.

– Ella está totalmente Cambiada -dije-. Tienes a un werewolf completamente Cambiado y medio loco allí dentro, y si no actúas rápido, ella saldrá directamente por esta puerta. ¿Por qué están todos de pie alrededor? ¿Qué vas a hacer?

– La pregunta es -dijo Tucker-. ¿Qué vas a hacer ?

Me alejé de la puerta -Este es tu problema, no el mío. Te advertí. Advertí y advertí y advertí. Me usaste para ayudarle a recuperarse, entonces me devolviste a mi celda. ¿Ahora las cosas se han echado a perder y quieres que yo lo arregle? Bien, yo no hice este desastre en primer lugar.

Tucker hizo un gesto hacia los guardias. Uno se movió hacia la puerta, observando a través de la ventana, y girado la manija.

– Encontrarás sedantes en los armarios a lo largo de la pared lejana -dijo Tucker.

– De ninguna manera -dije-. De ninguna maldita manera.

Cuatro de los guardias restantes levantaron sus armas. Apuntaron esas armas contra mí.

– No voy a…

La puerta se abrió. Alguien me empujó. Mientras tropezaba hacia adentro, la puerta se cerró de golpe, agarrando mi talón y lanzándome al suelo. Poniéndome de pie, oí solamente el silencio. Luego un sonido vibró a través del cuarto, más lo sentí que oí. Un gruñido.

ALBOROTO

Todavía a gatas, alcé lentamente la vista. Un lobo de casi 55 kilos me miraba fijamente, la piel de su espalda era amarilla y marrón final, haciendo que Bauer se viera tan grande como un mastín. Me miró fijamente a los ojos, sus orejas levantadas, los dientes expuestos, los labios curvados en un gruñido silencioso.

Miré lejos y no me levanté, sosteniéndome unos centímetros más abajo que Bauer. La sumisión dolía, pero mi vida merecía más que mi orgullo. Y sí, en ese momento, estaba muy preocupada por mi expectativa de vida. Incluso Clay evitaría abordar a un werewolf que estaba en la forma de lobo cuando él no lo estaba. Como un lobo, Bauer tenía la ventaja de los dientes y garras. Además, la forma humana es torpe para luchar contra un animal -demasiado lenta, demasiado alta, demasiado fácil de desequilibrar. La única arma superior de los humanos es su cerebro, y no ayuda mucho contra algo con un cuerpo de animal y un cerebro humano. Contra un werwolf recién cambiado, el cerebro humano es realmente una desventaja. Nuestras mentes son fundamentalmente lógicas. Tasamos una situación, ideamos estrategias posibles, y escogemos la que representa el mejor compromiso entre la probabilidad de éxito y la probabilidad de la supervivencia. Si voy tarde al trabajo, puedo pisar el acelerador hasta el fondo hasta la oficina, pero considerando el riesgo de heridas personales, decidiré en cambio conducir diez o quince kilómetros sobre la velocidad límite y llegar al trabajo ligeramente tarde pero viva. Un werewolf nuevo en la forma de lobo pierde esa capacidad de razonar, de tasar las consecuencias. Se parece a una bestia rabiosa, abastecida de combustible por instinto y furia, lista para destruir todo a la vista, aun si eso la mata en el proceso.

Yo podría luchar contra Bauer sólo si Cambiaba a lobo. Pero hasta en condiciones ideales, me tomaría de cinco a diez minutos. Como Lake, yo sería completamente vulnerable durante el proceso, demasiado deforme incluso para estar de pie y escaparme. Bauer me desgarraría antes de que me saliera pelaje. Aunque nadie me dejaría salir de aquí hasta que detuviera a Bauer. El único modo de hacerlo sería sedándola.

Para dejar fuera de juego a Bauer, todo lo que tenía que hacer era correr a través del cuarto, agarrar una jeringuilla llena por sedante del armario, y pincharla. Parecía tan fácil. Si sólo no hubiese un lobo enloquecido de sangre entre el armario y yo. Incluso si Bauer no saltaba sobre mí antes de que yo corriera, ella atacaría al segundo en que mi espalda estuviera vuelta hacia ella. Inhalé. Primer paso: tenía que encontrar la mezcla apropiada de sumisión y seguridad en mí misma. Demasiado sumisa y ella me vería como presa fácil. Demasiado asertiva y ella me vería como una amenaza. La clave era no mostrar el miedo. Otra vez, parecía tan fácil… si no estuviera en un cuarto rociado con partes de cuerpo ensangrentadas, recordándome que con un movimiento en falso mis miembros y órganos vitales se unirían a esos.

Avancé poco a poco, manteniendo mi mirada fija enfocada debajo de los ojos de Bauer. Cuando me moví, escudriñé su cuerpo buscando signos: los músculos apretados, tendones tensos, todas las señales que presagiaban un ataque. En cinco pasos, yo estaría paralela a ella, aproximadamente a seis metros a su izquierda. El sudor bajaba por mis ojos. ¿Apestaba a miedo? La nariz de Bauer se movió nerviosamente, pero el resto de ella permaneció inmóvil. Cuando di un paso hacia adelante, me giré, dándole la cara. Sus ojos me siguieron. Me seguí moviendo de lado. Una docena de pasos. Los cuartos traseros de Bauer se movieron, el primer signo de un salto inminente. Con ese signo temprano, pensé que yo tendría tiempo para reaccionar. No lo tuve. Cuando mi cerebro registró esto ella estaba a punto de embestir, estaba en el aire. No había tiempo para darme vuelta y correr. Me zambullí por delante de ella, golpeé la tierra y rodé. Detrás de mí, Bauer golpeó el suelo, patinando con sus cuatro patas. Mientras la miraba deslizarse, comprendí que yo realmente tenía algo ventaja aquí. Como un conductor nuevo detrás del volante de un Maserati, Bauer estaba poco preparada para el poder y la precisión de manejarse en su nuevo cuerpo. Si pudiera aprovechar sus errores e inexperiencia, podría sobrevivir.

Me puse de pie a tumbos, Bauer estaba girando alrededor. Hice una finta por delante de ella y salté hacia el mostrador. Lanzando una caja abierta, agarré la partición de madera entre las puertas para equilibrarme y me giré. Bauer volaba hacia mí. Le di una patada bajo la mandíbula y dio vueltas hacia atrás, patinando a través del suelo. Cuando me giré para afrontar los armarios, vi caras atestando la ventana del hospital. ¿Disfrutaban del espectáculo? Malditos fueran, eso esperaba.

Mientras Bauer se recuperaba, abrí la segunda puerta del armario y busqué a ambos lados jeringuillas llenas de sedante. En vez de eso, vi una caja de jeringuillas encerradas en plástico y filas de botellas etiquetadas. Un trabajo de bricolaje. ¡Mierda! ¿Éstas eran las jeringuillas correctas? ¿Qué botella necesitaba? ¿Cuánto debería llenarla? Aparté mis preguntas, agarré una jeringuilla, y comencé a escabullirme abajo por el mostrador, hacia las botellas. Entonces me detuve, arranqué una segunda jeringuilla embalada de la caja y lo empujé en mi bolsillo. Seguro de Klutz. Cuando alcancé las botellas, las revisé, buscando un nombre familiar. Detrás de mí, Bauer luchaba para ponerse de pies. ¡Muévete, Elena! ¡Justo agarré uno! Vi pentobarbital, lo reconocí del bolso médico de Jeremy, y lo tomé. Bauer saltó hacia el mostrador, pero calculó mal y chocó contra él. La estructura entera tembló cuando mis dedos agarraron el pentobarbital. Mi mano golpeó la botella. Hurgué buscándola, pero se cayó del armario, rebotado en la cubierta del mostrador, y rodó a través del linóleo. Cuando Bauer se dio vuelta para otro ataque, alcancé una nueva botella de sedante. No había otra. Frenéticamente, revisé el anaquel, pero no vi nada que reconociera. Bauer saltó. Me balanceé para darle una patada otra vez, pero no le di por un pelo. Esta vez no me había vigorizado, y el movimiento me propulsó fuera de equilibrio. Me lancé hacia delante y salté del mostrador antes de caerme. Bauer agarró mi pierna izquierda en la rodilla. Sus colmillos se hundieron. El dolor nubló mi visión. Ciegamente balanceé mi puño hacia la fuente del dolor, conectando su cráneo, y la envié tambaleándose, probablemente más por la sorpresa que por el dolor. Cuando ella se sacudió, sus colmillos rasgaron mi rodilla. Mi pierna se torció tan pronto como puse el peso sobre ella. Apretando los dientes, tropecé con la botella de pentobarbital en el suelo, encontrándola -intacta- la atrapé y me tiré torpemente sobre la primera cama. Cuando Bauer saltó tras de mí, empujé la cama hcia ella y la golpeé en los pies.

Rasgué el sello de la botella y llené la jeringuilla. ¿Usé demasiado? ¿Me importaba? Si esto detenía a Bauer -temporalmente o para siempre- estaba bastante bien. Bauer voló sobre la cama. Comencé a trepar sobre la segunda cama, pero Bauer me agarró el pie. Sus colmillos soltaron mi tobillo cuando mi zapato se salió de su boca. El zapato quedó entre sus dientes y ella cayó al suelo, sacudiendo su cabeza como loca para liberarse de este nuevo enemigo. Todavía encima de la segunda cama, levanté la jeringuilla sobre Bauer y la enterré, sintiendo una euforia momentánea mientras la aguja penetraba la piel profunda detrás de la cabeza de Bauer. Ahora todo lo que tenía que hacer era golpear el émbolo. Pero había puesto tanta fuerza en el hundir la jeringuilla que no estaba lista para el siguiente paso. Liberé la jeringuilla para conseguir un mejor apretón y Bauer se movió, dejando la aguja enterrada inocuamente en su hombro.

Mientras Bauer embestía hacia mis piernas, brinqué al suelo. En ese lapso, me alejé rápidamente de los obstáculos. Corrí alrededor de los pies de la cama mientras Bauer se lanzaba hacia ella. Empujé la cama, tratando de golpearla nuevamente, pero ella había saltado bastante alto esta vez y lo sorteó fácilmente. Mientras ella daba vueltas alrededor, avancé en zig-zag a través del cuarto. ¿Podría acercarme lo suficiente para presionar el émbolo de jeringuilla? No sin ponerme lo bastante cerca para que Bauer arrancase mi garganta. ¿Podría llenar la segunda jeringuilla e intentarlo otra vez? Busqué la botella, pero no la vi y no podía recordar si la había tomado. Poco probable.

Agarré un carro metálico y se lo arrojé a Bauer cuando ella vino hacia mí. La golpeó. Me di vuelta para encontrar una nueva arma. A mis pies había un pedazo de tela blanca manchado de sangre. Con un torso roído en su interior, y una cabeza por encima, un cuello mordido hasta casi la decapitación, los ojos amplios, incrédulos. Carmichael. Sus ojos me paralizaron. Yo podría haberla salvado. Si me hubieran traído aquí antes… ¿Cuánto había esperado? ¿Cuánto había estado Carmichael aquí con Bauer? ¿Corrió por su vida? ¿Sintió los dientes rasgando su carne? ¿Sabiendo que estaba todo terminado, pero aún con esperanzas, rezando para ser rescatada? ¿Había estado muerta antes de que Bauer comenzara a destrozarla? ¿Antes de Que Bauer comenzara a comerla? Ah, Dios. Me doblé, registrando ligeramente una mancha borrosa de movimiento a mi izquierda, sabiendo que Bauer venía, pero incapaz de moverme, incapaz de quitar mi mirada o mis pensamientos de Carmichael. Por el rabillo del ojo, vi el salto de Bauer. Eso rompió el hechizo.

Me quité del camino de Bauer, pero ella agarró la pierna de mi pantalón entre sus dientes y yo tropecé, estrellándome contra el suelo. Cuando tiré, ella saltó a mi pecho, sus mandíbulas abiertas, acuchillando hacia mi garganta. Lancé mis puños hacia la parte baja de su mandíbula, haciéndola perder su objetivo. Entrelazando ambas manos en la piel de su cuello, luché para mantener su cabeza lejos de la mía. Sus mandíbulas se cerraron tan cerca que una bocanada de aire caliente golpeó mi garganta. La fetidez de su aliento me envolvió, el hedor a sangre, rabia y carne cruda. Arqueé mi cabeza para encontrar sus ojos, tratando de afirmar mi superioridad con una mirada deslumbrante. Eso no funcionó. Nunca funcionaría. Ella había ido demasiado lejos como para reconocer a un lobo dominante. Luchando cuerpo a cuerpo con ella, logré sacar mis piernas y empujarlas a su estómago. Ella retrocedió. Cuando salí de debajo de ella, algo se movía a mi izquierda. Xavier. Él agitó sus brazos.

– Aquí perrito, perrito -llamó él-. Es momento para un nuevo juguete.

Bauer siguió avanzando hacia mí. Xavier embistió y agarró un puñado de la piel de su cola. Cuando se giró, él desapareció y reapareció unos pies más lejos. Ella cargó. Él apareció al otro lado del cuarto.

– Aquí, perrito -llamó él-. Vamos, Elena. Tienes que golpear al émbolo para que la sustancia haga su trabajo.

– Ya sé eso -gruñí.

Bauer giró y cargó contra Xavier otra vez. Esta vez, me lancé tras ella. Xavier esperó hasta el último segundo, luego desapareció. Bauer trató de detenerse, pero había aumentado demasiado la velocidad y se estrelló contra la pared. Brinqué sobre su espalda y le di un golpe al émbolo de la jeringuilla. El alivio me inundó. Entonces comprendí que Bauer se estaba girando, con las mandíbulas abiertas. ¿Qué había esperado yo? ¿Que ella cayera al segundo de que el sedante entrara? Golpeé mi mano abierta contra el sensible hocico de Bauer. Luego corrí como un demonio. Detrás de mí, oí un ruido sordo, pero no giré hasta que hube saltado hacia la cubierta del mostrador. Bauer yacía hecha un ovillo en el suelo. Durante un momento, me quedé de pie allí, rígida, con el corazón palpitante. Entonces caí sobre el mostrador.

***

Una hora más tarde estuve de vuelta en mi celda. Encontré un patrón allí – salva el día, eres lanzado al aislamiento. Gran motivación.

Aunque Bauer sólo había herido mi pie, ella había hecho un muy buen trabajo en mi rodilla. Sin Carmichael, no había nadie para atender mis heridas. Matasumi había examinado mi pierna y había dicho que los músculos y los tendones podían o no haber sido rasgados. Caramba, gracias.

***

Tucker había cosido los dos rasgones más grandes. No había usado un anestésico, pero yo había estado demasiado agotada para preocuparme.

Una vez dentro de mi celda, entré en el cuarto de baño, me desnudé, y me di baño de esponja con un pañuelo facial. Una ducha habría sido estar en el cielo, pero no podía mojar mis vendas. Cuando limpié la sangre del rasgón en mis vaqueros, recordé las manchas de sangre en el hospital y, recordando la sangre, recordé los pedazos destrozados de Carmichael dispersos a través del suelo. Me detuve e inhalé. Condenada. ¿Por qué no me había escuchado? Si hubiera prestado atención a mis advertencias, si hubiera retenido correctamente a Bauer, si hubiera mantenido a Bauer bajo guardia, si hubiera luchado con más fuerza para mantenerme en el hospital… Tantos síes.

Cerré mis ojos e inhalé otra vez. Yo ni siquiera sabía el nombre de Carmichael. Cuando ese pensamiento pasó rozando con un aire de culpabilidad por mi cerebro, comprendí que eso no importaba. Yo sabía lo suficiente sobre ella para saber que, a pesar de las erradas aspiraciones y sueños que la habían traído a este lugar, ella no había merecido morir así. Ella había sido la única persona que había dado un maldito peso por Bauer, y el primer acto de Bauer como werewolf había sido matarla. ¿Cuánto te gusta tu nueva vida ahora, Sondra? ¿Es todo lo que habías imaginado?

La puerta de mi celda se abrió. Eché un vistazo hasta ver a Xavier, por una vez usando el método convencional de entrar en un cuarto. Él cerró la puerta detrás suyo y agitó una botella de Jack Daniel`s.

– Pensé que podrías usar esto -dijo-. Probablemente no es lo bastante bueno para tus estándares, pero Winsloe sigue moviendo su provisión de buen material.

Retorcí mis vaqueros sobre el fregadero y los tiré encima. Xavier podía ver mi estado de desnudez a través de la pared de cristal, pero no comentó nada. Tal vez la tragedia arriba lo había sacudido. O tal vez estaba demasiado cansado para chistes.

Cuando Xavier había venido a mi rescate en el hospital, yo había asumido que Matasumi o Tucker le habían enviado, pero más tarde, cuando ellos hablaron de la situación examinando mi rodilla, supe que Xavier había actuado solo. Por supuesto, con sus poderes, él nunca había estado en ningún peligro real por parte de Bauer, pero al menos él se había puesto en el lugar de otro lo suficiente para ayudar. De este modo, por una vez, no le dije que se fuera al demonio y fuera de mi celda. Además, realmente necesitaba un trago.

Mientras terminaba de vestirme, Xavier llenó los dos vasos que había traído. Me dio uno cuando salí del cuarto de baño.

– ¿Cómo pasó esto? -pregunté-. ¿Dónde estaban los guardias?

– Ellos habían decidido que los guardias ya no eran necesarios. Sondra todavía estaba parcialmente retenida la última vez que la vi. Ella se liberó o la buena doctora la liberó. Un guardia se detuvo brevemente a las seis y treinta y encontró a Sondra masticando su primera comida de lobo.

– ¿Nadie oyó nada?

– Oye, ellos compraron la mejor insonorización en el mercado, ¿recuerdas? Yo apostaría que Carmichael golpeó el intercomunicador, pero nadie tuvo el tiempo para detenerse y hablar. Por supuesto, nadie en seguridad central confiesa haber oído el intercomunicador.

Tragué mi whisky y sacudí mi cabeza.

– He ahorrado tu trasero dos veces ahora -dijo Xavier-. Con Ryman y Jolliffe ayer y ahora con Sondra.

– lo lamento, pero confiscaron mi talonario de cheques cuando llegué. Tendrás que facturarme.

Él sonrió abiertamente, sin ofenderse-.El dinero no lo es todo. O eso me siguen diciéndome ellos. Este parece un buen momento para probar la teoría e intentar un método tradicional de comercio. El sistema de trueque. Un intercambio libre de impuestos de servicios.

– Uh-huh.

– Ah, no me mires así -dijo él, echando otras pocas onzas en mi vaso-. No hablo de sexo. Me comerías vivo -Él hizo una pausa e hizo una mueca-. Mala elección de palabras. Mis disculpas a la buena doctora. Lo que quise decir es que me debes un gran momento, y un día lo reclamaré.

– Estoy segura de que lo harás.

– Y mientras observas, aquí hay un pequeño consejo que puedes añadirle. Ya has estado demasiado tiempo desde tu bienvenida, Elena. Ambos lo hemos hecho. El gran hombre está bastante enojado con nosotros dos ahora mismo.

– Winsloe -Cerré mis ojos y e hice una mueca-. ¿Ahora qué hice?

– Bastante. Sé que debes estar haciendo proyectos de fuga, por lo que te sugeriría que los apuraras antes de que él estalle -bajó su voz a casi un susurro-. Ahora, debes cuidarte de dos cosas escapes. Lo primero es Katzen…

– El hechicero misterioso. Ni siquiera he conocido al tipo.

– Yo tampoco. Él es un paranoide hijo de perra. No tratará con nadie excepto-

La puerta de mi celda se abrió. Winsloe entró con Ryman y Jolliffe.

– Demasiado tarde -murmuró Xavier desde el borde de su vaso. Tomó lo que quedaba, luego agitó el vaso vacío hacia Winsloe-. ¿Ves a lo que tengo que recurrir? Jack Daniel´s. Apenas bebible. Me haces engancharme a los buenos tragos, luego los escondes de mí. Bastardo sádico.

Xavier sonrió abiertamente, y descubrí más que una indirecta de satisfacción en esa sonrisa, el placer de ser capaz de llamar así a Winsloe en su cara y dejarlo pasar.

– Me debes una botella del coñac de todos modos -continuó Xavier-. Me gusta Remy Martin XO, no el VSOP [11]. Puedes hacer que alguien lo deje en mi cuarto más tarde.

Winsloe arqueó sus las cejas-.¿Y por qué piensas eso?

– Salvé a tu chica. Dos veces, la verdad de las cosas -Él le sonrió abiertamente a Ryman y a Jolliffe-. Pero no recordaremos esa primera vez, ¿o sí, chicos? No soy ningún chismoso. Además, no fue un gran problema. ¿Pero lo que pasó arriba? Uff. Otro minuto y ella habría sido un caso perdido.

– ¿Tú crees? -dijo Winsloe.

– Ah, sí -Xavier dio palmadas en mi espalda-. Sin ofender, Elena, pero estabas vías de perder tu cabeza.

– Gracias -dije, y logré sonar casi como lo que quería decir.

– Entonces me lo debes, Ty. Deja esa botella en cualquier momento.

Winsloe se rió-.Tienes pelotas, Reese. Es lo justo entonces. Te lo debo. Tendrás tu coñac. Pasa por mi cuarto en aproximadamente una hora y recógelo. Tal vez puedo sacar algunas copas Louis XIII para nosotros, para hacer que el sabor del XO sea como un mal licor destilado ilegalmente.

– Suena a un plan.

Bajo las sonrisas rápidas de Xavier y el campañerismo tranquilo de Winsloe se movía una corriente de tensión tan fuerte que casi podías verla. Xavier había tenido razón. Él estaba en la mierda profunda. Aunque ambos hombres charlaban como si nada estuviera mal, como si sólo fueran dos viejos compañeros que planean reunirse más tarde para tomar unos tragos. Maestros de mierda, ambos.

– ¿Entonces te veré en mi cuarto? -dijo Winsloe-. ¿En una hora?

– Apuesta por ello -dijo Xavier. Y yo sabía que él no tenía ninguna intención de acudir a esa cita, así sabía que cuando él me dijo buenas noches, realmente me decía adiós y que si él alguna vez iba a cobrar su pagaré, no sería dentro de estas paredes. Como todos los jugadores exitosos, Xavier sabía cuando tomar el dinero y correr.

Luego de que Xavier desapareció del cuarto, la mirada fija de Winsloe se deslizó sobre mí y apretó sus labios.

– Esa es la misma ropa con la que llegaste -dijo él-. Ellos te han dado otra ropa para vestirte, ¿O no? ¿Y la blusa que te traje?

Realmente, yo había tratado de usarla como una tira para bañarme de repuesto, pero no había bastante tela para lograr una acción de limpieza decente. Sé agradable, me recordé. Si Xavier tenía razón, yo estaba ya en el lado malo de Winsloe. Otra vez. No podía permitirme hacer que las cosas estuvieran peor. No importa cuán mal hubieran ido las cosas esa noche, físicamente y emocionalmente, tenía que jugar a ser agradable. Tenía que hacerlo. Independientemente de lo que él dijera. Independientemente de lo que hiciera. No podía devolver el golpe. Sería un juego de ingenios y valentía más complicado que mi partida con Bauer, pero podía manejar esto. Realmente podía.

– Es una cosa de werewolf -dije, inyectando disculpas en mi tono-. Jabones de lavandería, suavizadores de tela -olores demasiado fuertes.

– Deberías haberlo dicho. Diré al personal que consiga un detergente sin perfume. No te molestes con la ropa que Sondra te suministró. Pediré cosas nuevas para ti.

Ah, alegría.

Winsloe se sentó en mi cama. Me quedé de pie, apoyada en el estante de libros, tratando con fuerza de no sentirme arrinconada.

– ¿Puedes creer lo que Sondra le hizo a la doctora? -preguntó Winsloe, sus ojos destellando como un muchacho pequeño que ha visto su primera reyerta de sangre sobre hielo en la NHL.

– Eso… pasa.

– ¿Alguna vez lo has hecho?

– Soy un werewolf de la Manada.

Él vaciló, como si esa fuera una conclusión ilógica. Entonces él se inclinó hacia delante -Pero podrías hacerlo. Obviamente. Eres más fuerte y mucho más joven.

Cuando no contesté, él saltó sobre sus pies y se meció sobre sus talones -Hiciste un trabajo notable evadiendo a Sondra. Mejor que la doctora, eso es seguro -Él se rió. El sonido descendió por mi columna-. Una lástima que Xavier haya interferido. Yo había esperado que lucharas contra Sondra.

– Lo lamento.

Yo debería haberle explicado por qué no había luchado, pero no podía. Mi agotamiento era demasiado grande. Una disculpa tendría que bastar. Tal vez si yo fuera cortés, pero no alentadora, él tomaría la indirecta y se iría.

– Deberías haber luchado contra ella -dijo Winsloe.

Sacudí mi cabeza, los ojos abatidos, y caí en una silla.

– Me habría gustado si hubieras luchado contra ella -continuó él.

¿Por qué mejor no peleas tú con ella la próxima vez, Ty? Creo que me gustaría eso. Mantuve mis ojos bajos entonces él no vería la llamarada de desprecio.

– Me habría gustado eso, Elena -repitió él, ladeando su cabeza para mirarme.

– ¿Por qué no lo dijiste? -¡Maldición! Demasiado agudo. Retrocede, retrocede-. Supongo que tuve la impresión de que ustedes querían a Bauer viva. Yo debería haber preguntado.

Silencio. ¿Todavía parecía sarcástico? ¡Maldito fuera! Cambia de táctica, paga doble. Bostecé y froté mis manos sobre mi cara.

– Lo siento, Ty. Estoy tan cansada.

– Tú no parecías cansada cuando entré. Dando vueltas, conversando con Xavier. Usted dos parecen bastante unidos.

– Yo sólo le agradecía. Él me hizo un gran favor, saltando en…

Él chasqueó sus dedos, su resentimiento desapareciendo en un parpadeo de ojo -Un favor. Esto me recuerda, hay algo que tengo que preguntarte. Espera y ya vuelvo.

Quise preguntar si esto podría esperar hasta la mañana. Realmente quise hacerlo. Pero después de la noche pasada, desesperadamente tenía que regresar a su buena gracia. No podía negarle un favor. Además, él parecía estar de un humor simpático. Era un buen signo. Entonces convoqué mis últimos resabios de fuerza, puse una sonrisa medio torpe, y asentí con la cabeza. No era que mi consentimiento importara. Winsloe y sus guardias ya se habían ido.

TORTURA

Cuando Winsloe volvió yo dormitaba sobre la silla. Él irrumpió en la celda agitando un sobre de papel de estraza.

– Me llevó un tiempo encontrar estos papeles-dijo-. Larry los había archivado ya en su… los había puesto en una caja. Demasiado eficiente.

Me desperté. Intenté parecer interesada. Por casualidad bostecé.

– ¿Te aburro, Elena? -preguntó Winsloe. El borde de su voz transformó su sonrisa en una mueca que dejaba sus dientes a la vista.

– No, no -Me tragué otro bostezo-. Por supuesto que no. ¿Qué tienes allí?

– Las fotos de vigilancia de un werewolf que me gustaría que identificaras.

– Seguro -Maldición, Elena. ¡Deja de bostezar!- si es que puedo, pero mi memoria para los rostros es bastante mala.

– Eso está bien. Éste no tiene un rostro -Winsloe se rió-. No un rostro humano, quiero decir. Él es un lobo. Si me preguntas, todos los lobos se ven iguales, razón por la cual Larry no se molestó en pedirle un ID. Pero entonces pensé, tal vez esa clase de pensamiento está demasiado centrada en las razas. Tú sabes, como esos testigos que se paran y apuntan con el dedo al tipo negro porque todos los hombres negros les parecen iguales.

– Uh-huh -Ya tengo el punto. Por favor. Antes de que me vaya a la deriva.

– Entonces, pensé, tal vez todas las caras de lobo no le parecen iguales a un lobo. O a un lobo de medio tiempo -Otra risa alegre que puso mis nervios de punta.

– Haré todo lo posible -dije-. Pero si he visto a este callejero antes, probablemente sólo lo he visto como humano. Su olor sería mejor.

– Olor -Winsloe chasqueó sus dedos-. Ahora por qué no pensé en esto. ¿Lo ves? Centrado en la raza otra vez. Creo que soy agudo si logro identificar el olor de la pizza con pepperoni.

Estiré mi mano hacia el sobre. Él se tiró en la cama y la golpeó a su lado, como si no me hubiera visto extendiendo la mano.

– ¿Puedo ver…? -Empecé a decir.

– Un equipo descubrió a este tipo anoche tarde. No, supongo que debió ser temprano esta mañana. A altas horas de todos modos.

Asentí con la cabeza. Por favor, por favor, por favor ve al grano.

– En circunstancias muy extrañas -reflexionó Winsloe-. Desde que te trajimos a ti y a la vieja bruja, hemos tenido un equipo tratando de encontrar al resto de tu grupo. Siempre podríamos usar a otro werewolf, y Larry sigue con ganas adquirir ese demonio de fuego. Les perdimos la pista después de que las atrapáramos a ustedes dos. Esto no es exactamente un secreto, aunque no le digas a Larry que te dije. Él no está demasiado contento con todo el asunto, pero estoy seguro de que te hace sentir mejor saber que tus amigos escaparon.

Winsloe hizo una pausa. Y esperó.

– Gracias -dije-, por decírmelo.

– De nada. Así, hemos tenido este equipo explorando el área, recogiendo pistas, la mayor parte de ellas inútiles. Ayer, Tucker llamó al grupo de vuelta y envió otro para reemplazarlos. Para mantener la moral alta y todo eso. El primer equipo se volvía y pasó la noche en algún motel. A la mañana siguiente, despertaron justo antes del amanecer, salieron fuera y ¿Qué crees que vieron allí, en el borde de los bosques?

– A-uh -Vamos, cerebro, despierta-. ¿A-umm, un lobo?

– Me alegra ver que prestas atención, Elena. Sí, era un lobo. Un enorme hijo de puta de lobo. Parado ahí mismo, mirándolos. Ahora esta es la coincidencia más grande en el universo o este werewolf había estado siguiéndolos. Buscando un pelotón de salvamento.

Mi cerebro daba patadas ahora-.¿Dónde estaba?

– ¿Importa?

– Todos los werewolves son territoriales. Técnicamente los callejeros no pueden tener un territorio, pero la mayoría se mantiene en un pedazo de tierra familiar, como un estado, sólo moviéndose entre ciudad y ciudad. Si yo supiera donde ocurrió esto, me ayudaría a imaginar quién podría haber sido.

Winsloe sonrió-.Y ayudarte a imaginar dónde estás . Nada de eso, Elena. Ahora, déjame contar mi historia. Siguiendo, los guardias vieron este lobo y se dieron cuenta que eso era un werewolf. Uno agarró una cámara y le sacó algunas fotos. Los otros dos fueron a buscar las armas tranquilizantes. Antes de que pudieran sacarlas, sin embargo, el lobo desapareció. Luego de eso, se pusieron en marcha y entraron en los bosques. ¿Y sabes qué? Él estaba ahí mismo, como si esperase. Ellos se acercaron, él corrió, luego se detuvo y esperó. Atrayéndolos. ¿Puedes creerlo?

– Los werewolves retienen la inteligencia humana. No es que extraño -Pero lo era. ¿Por qué? Porque atraer a la presa es una táctica animal y los callejeros no usaban tácticas de animales. No, me corregí rápidamente. Ellos raramente usan tácticas de animales. Por supuesto podían. Algunos lo hacían.

– Espera -dijo Winsloe, sonriendo abiertamente-. Esto se pone más extraño aún. ¿Sabes lo que hizo este lobo después? Él los separó. Toma un equipo de comandos, incluidos antiguos marines, e imagina cómo separarlos. Entonces él comienza a liquidarlos. ¡Los mató! ¿Puedes creerlo? -Winsloe se rió y sacudió su cabeza-. Hombre, lamento no haber estado allí. Un werewolf convirtiendo a esos militares imbéciles en idiotas farfullantes, vagando por los bosques, siendo liquidados como tontos en un movimiento rápido de horror. El lobo mató dos y luego fue tras el tercero. ¿Y qué crees que hizo?

Mi corazón palpitaba ahora -¿Lo mató?

– ¡No! Este es el chiste. Él no lo mató. Lo hizo correr. Como si tratara de agotarlo, como si quisiera mantenerlo vivo, pero demasiado débil para luchar. Bien, tal vez estoy viendo demasiado en esto, atribuyendo motivaciones humanas a un animal. ¿Antro… como llaman a esto?

– Antropomorfismo -susurré, sintiendo como si todo el aire hubiese sido extraído de mis pulmones, sabiendo que esto no era ninguna interrupción casual.

– Exacto. Antropomorfismo. Oye, eso es lo que tu novio estudia, ¿verdad? Religiones antropomórficas. Aburrido como el infierno si me preguntas, pero la gente dice eso sobre los ordenadores, también. Cada uno con sus cosas. ¿Ahora dónde iba yo?

– El lobo -susurré-. Agotando al último sobreviviente.

– No te ves demasiado bien. Tal vez deberías venir aquí y acostarte. Hay mucho espacio. ¿No? Acomódate. Bien, entonces el lobo corrió en círculos alrededor de este último tipo. Sólo que algo estuvo mal.

Quise tapar mis oídos. Yo sabía lo que venía. Había sólo un modo de que Winsloe pudiese tener las fotos en ese sobre, sólo un modo de que conociera esta historia. Si el último miembro del equipo hubiera sobrevivido. Si el lobo…

– De alguna manera ese astuto hijo de puta erró. Calculó mal una vuelta o una distancia tal vez. Se puso demasiado cerca. El guardia disparó. ¡Pow! Lobo muerto.

– Déjame… déjame ver las fotos.

Winsloe sacudió el sobre hacia mí. Cuando cayó al suelo, me tambaleé hacia él, rasgándolo y observando el contenido. Tres fotos de un lobo. Un lobo de piel dorada, y ojos azules. Sentí una serpiente subiendo por mi garganta.

– ¿Lo conoces? -preguntó Winsloe.

Me puse en cuclillas, agarrando las fotos.

– ¿No? Bien, estás cansada. Guárdalas. Descansa un poco y piénsalo. Xavier probablemente me espera arriba. Volveré por la mañana.

Winsloe se marchó. No lo vi irse. No lo oí. Todo lo que podía ver eran las fotografías de Clay. Todo lo que podía oír era la palpitación de mi sangre. Otro quejido subió sigilosamente por mi pecho, pero murió antes de alcanzar mi boca. No podía respirar. No podía hacer sonido alguno.

De repente mi cuerpo convulsionó. Una ola de agonía me cegó. Me caí, las fotos revolotearon sobre la alfombra. Los músculos de mis piernas se apretaron inmediatamente, como si hubiera sido atrapada por mil caballos charley. Grité. Las olas golpearon una tras otra en rápida sucesión y grité hasta que no pude respirar. Mis miembros se volvieron fláccidos y se sacudieron como si estuvieran siend dislocados. Alguna débil parte de mi cerebro comprendió que estaba Cambiando y me dije que debía lograr el control antes de que me desgarrara. No lo hice. Lo dejé ir, dejé que la corriente de agonía me atravesara, le di la bienvenida a cada nuevo tormento justo incluso mientras gritaba pidiendo la liberación. Finalmente terminó. Quedé allí, jadeante, vacía. Entonces oí algo. Un rasguño débil en el vestíbulo. Winsloe estaba allí. Mirando. Quise levantarme de un salto, cargar contra la pared, y golpearme contra ella hasta que se rompiera ella o yo. Quise desgarrarlo, bocado por bocado, manteniéndolo vivo hasta que hubiese sacada el último chillido de sus pulmones. Pero la pena me aplastó en el suelo, y no podía encontrar ni siquiera la energía necesaria para estar de pie. Logré levantar mi vientre de la tierra y me arrastré hacia la grieta estrecha entre el pie de la cama y la pared, un lugar donde Winsloe no podía verme. Me enrosqué en el diminuto espacio, metí mi cola bajo mí, y me rendí al dolor.

***

Pasé la noche rememorando las palabras de Winsloe, luchando contra mi pena al recordar cada una de ellas. ¿Dónde habían visto los guardias al lobo? ¿Detrás del motel o al lado de él? ¿Exactamente cuándo pasó? ¿Qué quiso decir Winsloe con “antes del amanecer”? ¿Había estado claro ya? Mientras me hacía estas preguntas, una parte de mí se preguntaba si yo permitiría que mi mente vagara por futilidades antes de encarar la espantosa posibilidad de la muerte de Clay. No. Estas preguntas contenían pistas, pistas que revelarían la mentira en las palabras de Winsloe. Tenía que encontrar esa mentira. Por otra parte, temí que mi aliento se atascara en mi garganta y me asfixiaría de pena.

De modo que me torturé con la historia de Winsloe, su odiada voz invadiendo y llenando mi cerebro. Encuentra la mentira. Encuentra la inconsistencia, la palabra extraña, el detalle tan obviamente incorrecto. Pero no importa cuantas veces revisé de nuevo su historia, no podía encontrar un error. Si Clay hubiera encontrado al pelotón de salvamento, él habría hecho exactamente lo que Winsloe afirmaba que había hecho: atraerlos al bosque, separarlos, y matarlos, dejando uno vivo para torturar y extraer información. No había ningún modo de que Winsloe pudiese inventar algo tan verdadero acerca del carácter de Clay. Tampoco había cualquier modo de que Winsloe pudiese haber adivinado lo que Clay haría en esa situación. Entonces había dicho la verdad.

Mi corazón chocó contra mi garganta. Jadeé. No, tenía que ser una mentira. Yo sabría si Clay hubiera muerto. Yo habría sentido el momento en que la bala le golpease. Ah, Dios, quería creer que yo sabría si él estuviera muerto. Clay y yo compartíamos una unión psico-física, tal vez porque él era quién me había mordido. Si me hicieran daño a mí y él no estaba cerca para verlo, él lo sentiría, sabiendo que algo andaba mal. Yo experimentaría las mismas punzadas, la misma ansiedad flotante e inquietud si le hicieran daño a él. Yo no había sentido nada esa mañana. ¿O si? Yo había estado dormida al amanecer, drogada por el sedante de Carmichael. ¿Habría sentido algo?

Me detuve. No tenía ningún sentido hablar de situaciones caprichosas como premoniciones y punzadas psíquicas. Aténete a los hechos. Encuentra la mentira allí. Winsloe dijo que el último guardia mató a Clay, luego volvió con las fotos y la historia. Si yo pudiera hablar con ese guardia, tal vez él no sería un mentiroso tan consumado como Winsloe. Tal vez, inhalé bruscamente. El guardia había vuelto con las fotos y la historia. ¿Y el cuerpo?

Si ese guardia hubiera matado a Clay, él habría vuelto con su cuerpo. Por lo menos, le habría tomado fotos. Si había un cadáver o fotos de uno, Winsloe no se habría conformado con exponerme fotografías de Clay vivo. Él sabía exactamente quién era ese lobo y me había contado la historia para torturarme, castigarme. Este era mi castigo por desobedecerlo la noche anterior. Un pequeño paso en falso y él había repartido golpes a diestro y siniestro con el peor castigo que yo podría imaginar. ¿Qué haría él si yo realmente lo enojara?

***

Finalmente, después de que me hube persuadido de que Clay estaba vivo, el agotamiento llegó y me dormí. Aunque me había dormido como lobo, desperté como humana. Pasaba a veces, en particular si un Cambio era provocado por el miedo o la emoción. Una vez que nos relajamos en el sueño, el cuerpo se transformaba sin causar dolor de vuelta a la forma humana. Entonces desperté, desnuda, con mi cabeza y torso intercalado entre la cama y la pared y mis piernas sobresaliendo.

No me levanté inmediatamente. En vez de eso, pensé en modos de atrapar a Winsloe en una mentira, entonces estaría segura sobre Clay. Tenía que estar segura. Winsloe había dejado las fotos. Tal vez si yo las estudiara vería algo-

– ¡Abre esta maldita puerta ahora! -gritó una voz.

Me puse derecha, golpeando mi cabeza contra la cama. Aturdida, vacilé, luego salí de mi escondrijo.

– ¡Sáquenme de aquí!

La voz de una mujer. Deformada, pero familiar. Me estremecí cuando la reconocí. No. Por favor no. ¿No había sufrido yo bastante?

– ¡Sé que me oyes! ¡Sé que estás ahí!

Con gran renuencia, me moví hacia el agujero en la pared entre mi celda y la siguiente. Yo sabía lo que vería. Mi nuevo vecino. Me incliné para mirar. Bauer estaba de pie mirando hacia la pared de cristal unidireccional, golpeando sus puños silenciosamente contra ella. Su pelo estaba desordenado y enmarañado, su rostro todavía manchado de sangre. Alguien la había vestido con un traje gris poco apropiado que debió haber pertenecido a uno de los guardias más pequeños. Nada de ser la heredera meticulosamente cepillada. Cualquiera que viera a Sondra Bauer ahora la tomaría por una enferma mental de mediana edad encerrada en las entrañas de algún asilo gótico.

Después del alboroto de la noche pasada, ellos habían puesto a Bauer en la siguiente celda. La última brizna de esperanza de mi sueño de fuga se evaporó. Bauer ahora era una presa tanto como yo. Ella no podía ayudarme ni una pizca. Más que eso, yo ahora tenía a un werewolf enloquecido, que había matado a una mujer en la celda de al lado, con un agujero en la pared que nos separaba. ¿Qué estaba haciendo Winsloe? ¿No era la tortura de la noche pasada bastante? Comprendí que nunca sería bastante. Mientras yo estuviera en este lugar, Winsloe encontraría nuevos modos de perseguirme. ¿Por qué? Porque podía.

Quise avanzar lentamente hacia atrás, dentro de mi agujero e ir a dormir. No dormiría, desde luego, pero podría cerrar mis ojos y borrar esta pesadilla, escaparme a algún mundo de fantasía feliz en mi mente, y vivir allí hasta que alguien me rescatara o me matara, lo que viniera primero.

En vez de eso, con gran esfuerzo, me dejé caer de mi cama y contemplé el cuarto. Mi Cambio había destrozado mi ropa. Un tanto para mi rebelión contra el guardarropa. Exhalé. No había tiempo para meditar. Tendría que llevar puesto lo que ellos me habían dado. Primer paso: ponerme presentable. Luego averiguaría por qué Bauer estaba en la celda de al lado.

***

Cuando salí del cuarto de baño, limpia y vestida, volví al agujero y miré a hurtadillas a través de él, por si la presencia de Bauer allí hubiera sido sólo una torcedura sádica de mi imaginación. No lo era. Ella estaba acurrucada al pie de la puerta, gimiendo y rasguñando el cristal como un gatito atrapado en la lluvia. Yo podría haberla compadecido, pero estaba libre de compasión.

Sentí a alguien en los pasillos. Tal vez no era tanto “sentir” como asumir que Tess o Matasumi observaban al nuevo werewolf. Pasé mis dedos a través de mi pelo, enderecé mi camisa, y avancé hacia mi propia pared de cristal unidireccional.

– ¿Podría hablar con alguien por favor? -pregunté, tranquila y claramente, esperando alejarme de la lunática de la puerta del lado.

Momentos más tarde, dos guardias entraron en mi celda.

– ¿Podría alguien por favor decirme por qué la Sra. Bauer está al lado? -Pregunté.

Ellos se miraron, como si debatieran si debían contestar. Entonces uno dijo, -El Doctor Matasumi sintió que era necesario confinarla. Por razones de seguridad.

Mierda -Ciertamente entiendo eso. ¿Pero podría decirme por qué ella está en ese cuarto en particular? Hay un agujero en la pared que une nuestras celdas.

– Creo que ellos son conscientes de eso.

– ¿Ellos? -Pregunté, con toda inocencia y con los ojos muy abiertos.

– El Doctor Matasumi y el Sr. Winsloe.

– Ah -Inhalé suavemente. Mis dientes dolían con toda esta dulzura-. ¿Entonces ellos son conscientes que han dado a la Sra. Bauer una celda con acceso a la mía?

– El Sr. Winsloe sintió que llenaba todas las exigencias de seguridad necesarias.

Con una sonrisa tan dulce como pude poner, les agradecí por su tiempo y se marcharon. Entonces yo había tenido razón. Esta era la idea de Winsloe. Poner a Bauer en la celda al lado de la mía, dejar el agujero abierto sin arreglar, y ver lo que pasa.

Una vez que se hubieron ido, revisé el agujero. Yo lo rasgado abierto casi hasta el acero, y medía menos de treinta centímetros cuadrados. Así que no había verdadero riesgo de que Bauer se abriera camino. A lo más podríamos comunicarnos.

Sin advertencia, Bauer saltó sobre sus pies y cerró de golpe sus puños contra el cristal-.¡Abre esta puerta, ustedes bastardos de mierda! ¡Ábranla o arrancaré sus malditos corazones! Soy el gran lobo malo ahora. Puedo resollar y puedo resoplar y los haré volar en añicos -Su voz se transformó en una risa aguda entorpecida por el hipo.

Bien, teóricamente podríamos comunicarnos.

***

Examiné las fotos de Clay buscando pistas en relación a cuándo y dónde habían sido tomadas. La fecha estampada en la parte posterior decía 27 de Agosto. Mentalmente conté los días. El 27 de agosto había sido ayer. Entonces la historia de Winsloe había sido cierta al menos en la parte sobre alguien que había tomado estas fotografías de Clay la mañana anterior. Yo todavía rechazaba creer que él estaba muerto. Juzgando a través del realismo del cuento de Winsloe, asumí que Clay realmente había matado a varios miembros de su pelotón. Eso tenía sentido. Si Jeremy descubriera que esos guardias seguían al grupo, él habría enviado a Clay tras ellos con instrucciones de traer uno vivo para interrogarlo. Pero la última vez que yo había visto a Clay, él no había estado en forma para misiones de elevado riesgo.

– ¿Lo reconoces?

Giré para ver a Winsloe y a sus dos guardias en mi celda.

Winsloe sonrió-.¿La audición de werewolg no está al nivel adecuado esta mañana, Elena?

¿Vienes a ver cuanto daño provocó tu sádica estratagema, Ty? De acuerdo, el derrumbamiento de la noche anterior es toda la recompensa que vas a conseguir. Yo estaba de vuelta y lista para entrar al juego.

– Lo lamento -dije-. Estaba ocupada estudiando estas fotografías. Él me parece vagamente familiar, pero no puedo unirlo a un nombre -Con los ojos todavía en las fotos, pregunté-, Y ¿cómo fue el asunto de Xavier y el coñac?

Una fracción de segundo de vacilación. Eché una ojeada por el rabillo del ojo y vi la boca de Winsloe apretarse. Me marqué un tanto. Me mordí la mejilla para impedirme sonreír abiertamente. Winsloe hizo rodar sus hombros y cruzó el cuarto. Cuando él me miró de nuevo, había repuesto su sonrisa.

– El bastardo nunca se mostró -dijo Winsloe-. Probablemente se paró en algún sitio a dormir el Jack Daniel´s.

Ah, sí. Dormir en un hotel de cinco estrellas en algún sitio con una cartera llena del dinero en efectivo de Winsloe.

– Probablemente -dije-. Ahora, sobre este lobo que quieres que identifique, como te dije anoche, un olor sería mejor. Consígueme un olor y, si he conocido al tipo, lo sabré.

– ¿Eres así de buena?

Sonreí -La mejor. Si tuvieras una prenda de vestir o -sacudí mi cabeza-. Ya sé. El cuerpo. ¿Tienes el cuerpo, verdad? El doctor Matasumi no dejaría el cuerpo en los bosques para que alguien lo encontrara. Llévame a él y te daré esa identificación.

Winsloe sacó mi silla de comedor y se sentó en ello, buscando unos segundos extras. Vamos, idiota. Piensa rápido.

– Bueno, eso es un problema -dijo Winsloe-. El guardia realmente se reorganizó después de que le pegó un tiro al bruto. Volvió aquí. Larry y Tucker lo avergonzado tanto que no lo creerías. ¿dejar un cadáver de werewolf en los bosques? No contratamos a estos tipos por sus sesos, eso es seguro. Tucker trajo un nuevo equipo ayer por la tarde y los envió para recuperar el cuerpo. Sólo que no pudieron. Adivina por qué.

– Se había ido.

Winsloe se rió e inclinó el respaldo -Una compañía de trucos. Ya te lo imaginas. Ellos encontraron el lugar y sangre, pero ningún cuerpo. Ahora Larry está furioso, pensando que el proyecto está en peligro porque alguien encontró el cuerpo. Pero hay otra posibilidad, ¿O no? Que el werewolf todavía esté vivo -Winsloe tarareó el tema de Halloween-. De modo que ordené que otro equipo comenzara a buscar nuestro misterio inmortal. Pero no te preocupes.

– ¿Sobre qué?

Winsloe sonrió abiertamente -Sé lo que estás pensando, Elena. No pongas cara de pollito para mí. Te preocupa que lo encontremos. ¿Tengo razón?

– Realmente no me importa.

– Claro que lo haces. Estás preocupada que traigamos a este ‘callejero’ aquí y él trate de herirte, como Lake. O, peor aún, que pueda usurpar tu posición aquí, que lo encontremos un espécimen más interesante y te eliminemos. Pero eso no pasará. No dejaré que suceda, Elena. Eres demasiado importante para mí. Ningún otro werewolf tomará tu lugar. Me he asegurado de eso. Antes de que ese último equipo se marchara, los separé para hablarles aparte y prometí una recompensa de cien mil dólares para el que me trajera la cabeza. Sólo la cabeza. Lo dejé claro. No quiero al werewolf vivo.

Él se puso de pie para marcharse. Apreté mis puños, mis uñas hundiéndose en mis palmas hasta que olí la sangre. Winsloe dio cinco pasos. Ryman me sonrió con satisfacción, luego abrió la puerta para Winsloe. Antes de atravesarla, Winsloe chasqueó sus dedos, tiró un sobre más pequeño de su bolsillo, y lo lanzó a mis pies.

– Casi lo olvido. Nuevas fotos de vigilancia. Frescas de la noche pasada. Parece que Tucker estaba usando su cerebro, enviando a un nuevo equipo para encontrar a tus amigos. Los encontraron. Durante unas pocas horas al menos. Han perdido la pista desde entonces, pero te mantendré informada. Sé que estás preocupada.

Apreté mis dientes. Dagas de furia amenazaron con partir mi cráneo.

– Parece que buscan a alguien -continuó Winsloe.

– A mí -logré decir.

– Ah, asumo eso, pero ahora alguien más se ha perdido. Nuestro equipo logró capturar algunos pedazos de conversación. Alguien ha saltado del barco. Alguien importante. La cuestión es que tenemos problemas para imaginarnos quién es. Larry está trabajando en ello, comparando estas nuevas fotografías con las antiguas. Tal vez puedas ver quién se perdió. Aunque no es necesario que me digas. Yo no te pediría que delataras a tus amigos.

Winsloe se marchó. Cerré mis ojos, sintiendo la puñalada de dolor atravesar mi cráneo y mis palma. Me tomó varios minutos más estar lista para mirar las fotos. Cuando lo estuve, encontré fotografías del grupo rastreando y acordonando la zona. No tuve que imaginar quién se había perdido. Una mirada a la expresión de Jeremy me lo dijo. Clay se había ido. Él no había estado actuando bajo las órdenes de Jeremy la mañana anterior, cuando había detectado el antiguo equipo de búsqueda. Él estaba solo. Solo.

Clay venía tras de mí.

***

Pasé el resto de la mañana atormentando mi cerebro con un nuevo plan de fuga. Tenía que salir. No finalmente, no pronto, sino ahora, inmediatamente, antes de que Winsloe se cansara de este último juego y aumentara la apuesta inicial otra vez. Pero por más que luchaba para lograr una idea, más pánico sentía, y más pánico me entraba, más difícil se me hacía lograr una idea. Tenía que calmarme o nunca lograría pensar en algo.

***

Bauer se sentó más tarde que en la mañana. Cuando estuve segura que estaba lúcida -lo que determiné por el hecho de que ella había dejado de gritar y había comenzado a comer su desayuno -me acerqué al agujero e intenté hablar con ella. Me ignoró. Cuando terminó su comida, buscó un lápiz y papel en un cajón y escribió una carta de dos páginas, luego caminó hasta la puerta y cortésmente pidió a alguien que la entregara. Yo podía adivinar el contenido: una súplica de liberación, una versión más razonable de lo que había estado vociferando durante las últimas horas.

De modo que Bauer quería salir. Bueno, al igual que el resto de nosotros. ¿Parecía ella “una invitada” ahora? Cuando pensé esto, un plan se formó en mi cerebro. Bauer quería salir. Yo quería salir. Cuando yo había ido a cuidarla, yo había esperado que en su gratitud ella me ayudara a escaparme. La gratitud era inadmisible ahora. ¿Pero que había con respecto a una fuga? ¿Y si yo le ofreciera llevarla conmigo? Bauer conocía las debilidades del complejo y su sistema de seguridad -eso era si estuviera lo bastante sana para recordar. Combinando mi fuerza y experiencia con su conocimiento podríamos hacer un equipo formidable. No era exactamente un plan completo e infalible, pero era un principio.

Un problema que restaba -bueno, de acuerdo, había un montón de problemas restantes- pero uno bien grande era como escapar de las celdas. Consideré la posibilidad de organizar algo que me sacara de mi cuarto. Seguro, probablemente yo podría hacerlo, pero ¿podría sacar a Bauer al mismo tiempo? Poco probable. Cuando los guardias trajeron mi almuerzo, estudié la puerta cuando se abrió, observando como operaba, buscando una debilidad. Entonces noté algo tan ostensible que me di una patada por no haberlo visto antes. Los guardias no cerraban completamente la puerta. Nunca lo hacían. ¿Por qué? Porque la puerta sólo se abría desde el exterior y ellos nunca traían un guardia extra para que se quedara de pie en el pasillo y les abriera, mientras que Bauer y Matasumi siempre lo hacían. Cuando entraban, dejaban la puerta entornada unos centímetros, dándoles el espacio de un dedo para abrirla. ¿Cómo podría usar esto en mi ventaja? Bien, podía dejar inconsciente a un guardia mientras el otro sacaba su arma y me disparaba -de acuerdo, mala idea. Podría decir, -Oye, ¿qué va avanzando lentamente por la pared? -y lograr escapar mientras ellos se daban vuelta. Umm, no. Mejor pensarlo un poco.

ALIANZA

Las guardias llevaron mi almuerzo a la una. Cuando abrieron la puerta para marcharse, me moví sigilosamente para echarle una ojeada al vestíbulo. Tess no estaba allí. Hora de comer para todos. Bueno. Mientras Bauer estuviera lúcida y nadie escuchase, yo podría discutir el tema fuga con ella. ¿Sería seguro? Ella podría tratar de ganarse el favor de Matasumi vendiéndome, pero dudaba de que estuviera lo bastante desesperada para arrastrarse. No todavía. Además, considerando sus circunstancias y su animosidad hacia mí, nadie le creería si ella realmente hablara.

Escuchando por si aparecían ruidos reveladores desde el pasillo, moví mi silla más cerca del agujero, me senté, y miré detenidamente a través de él. Bauer estaba paseándose.

– ¿Te sientes un poco mejor? -pregunté.

Ella continuó paseándose.

– No quiero hacer las cosas más malas -dije-. Pero sabes que ellos no te dejarán salir de esa celda. Para ellos, tú has cambiado de lado.

Un paseo hacia la puerta, hacia la TV, de vuelta a la puerta.

– Si quiere salir, tendrás que salir por ti misma.

Todavía ninguna respuesta. Ni siquiera un parpadeo en mi dirección.

– Tienes que escaparte -dije.

– Bauer giró hacia mí-. ¿Escapar? -Una risa áspera-. ¿A qué? ¿A una vida como monstruo?

Yo podría haberle recordado que ella eligió esa vida monstruosa, pero no lo hice -Sé que es malo ahora, pero se volverá más fácil…

– ¡No quiero que se vuelva más fácil! -gruñó ella, avanzando a zancadas hacia el agujero-. ¡Quiero que se vaya! Eso es lo que quiero que ellos hagan por mí. Deshacerse de ello. Sacar esta maldición de mis venas y hacerme normal otra vez.

– Ellos no pueden hacer eso -dije suavemente-. Nadie puede hacerlo.

– ¡Mierda! -La baba voló de sus labios-. Quieres que yo sufra, ¿verdad? Disfrutas de esto. ‘Sondra tiene lo que se merece’. Ja-ja-ja. Bien, yo no merecía esto. Nunca me dijiste que sería así. ¡Me engañaste!

– ¿Te engañé? Te advertí de no hacerlo.

– No me dijiste todo.

– Ah, pues perdóname. Cuando entraste aquí como una loca agitando una jeringuilla y vociferando sobre el comienzo de una nueva vida emocionante, yo debería haber sacado de repente mi manual ‘De Modo Que Quieres Ser un Werewolf’en su versión de renuncia y hacerte firmarlo.

Bauer agarró una silla, la lanzó hacia el agujero, luego fue hacia cuarto de baño dando fuertes.

Tenía que trabajar en mi acercamiento.

***

Unas horas más tarde, la cordura de Bauer hizo otra aparición como invitada. Yo estaba lista. Plan dos: ser más empática. Si por una parte encontraba difícil sentir mucha compasión por alguien que había hecho lo que ella, en algún sitio profundamente dentro de mí había un impulso débil y revoloteante hacia la empatía. Bauer era otro werewolf femenino, probablemente el único que yo encontraría alguna vez. Recordando el horror de mi propia transformación, entendí por lo que ella estaba pasando. Winsloe me había preguntado si yo haya hecho alguna vez algo como lo que Bauer le había hecho a Carmichael. Mi respuesta no había sido completamente honesta. Cuando yo había escapado de Stonehaven, mi cerebro lleno de demonios había caído en una locura incontrolada y rabia. Yo había matado a dos personas antes de que Jeremy me rescatara. A diferencia de lo que Bauer había hecho con Carmichael, yo no conocía a mis víctimas y no los había torturado o despedazado. Aún así, yo había hecho una cosa que nunca olvidaría. Me había comido a mis víctimas. ¿Era yo diferente a Bauer? Yo no me había introducido la saliva de un werewolf, pero me había enamorado de un hombre que sospechaba que era peligroso. Yo no había matado a una amiga, pero había matado a gente inocente. Y tanto como me resistía, entendía a Bauer. Y quería empatizar.

La pregunta era: ¿podría empatizar? Tal como mi torpe episodio consolando a Savannah había demostrado, yo no era naturalmente una persona empática. Apartando mis dudas, me coloqué en el agujero y examiné la celda de Bauer.

– ¿Qué estás haciendo? -pregunté.

Bauer se giró para afrontarme -¿Qué mierda piensas que hago? -Ella inhaló bruscamente, cerrando los ojos como si sintiera dolor-. Esta no soy yo. Este cuerpo, esta personalidad. No soy yo. No uso este idioma. No me dan rabietas. No suplico por mi vida. ¿Pero sabes lo que es lo peor? Estoy todavía aquí, atrapada dentro, buscando.

– Tu cerebro todavía está aceptando la transformación. Se pondrá…

– No me digas que se pondrá más fácil.

Yo sabía lo que tenía que decir, lo que tenía que compartir, pero las palabras estaban atrapadas en mi pecho. Pisoteando mi orgullo, las arranqué a la fuerza.

– Cuando fui mordida, yo…

– No lo hagas.

– Sólo quería decir…

– No te compares conmigo, Elena. No tenemos nada en común. Si te di esa impresión antes, era sólo porque quería algo de ti.

– Tal vez, pero tenemos algo en común ahora. Soy…

Su voz fue fría -No eres nada, Elena. Una doña nadie que se convirtió en alguien por casualidad. Volverte una werewolf fue el logro que definió tu vida, y no tuviste parte en ello. Tu dinero, tu juventud, tu fuerza, tu posición, tu amante, todo eso es tuyo sólo porque eras el único werewolf femenino.

– Yo…

– Sin eso, ¿Qué eres? Una periodista anónima de media jornada cuyo sueldo anual no cubriría mi guardarropa.

Con esto, ella se dio la vuelta, avanzó dando fuertes pasos hacia cuarto de baño, y comenzó a ducharse.

Ya sabes, la empatía realmente es una calle de doble sentido.

***

A las siete los guardias trajeron mi comida. Como de costumbre, uno llevó la bandeja mientras el otro se mantenía mirando, el arma lista. Los ignoré, habiendo abandonado la esperanza de poner a un guardia de mi lado o sacar cualquier información valiosa de ellos. Mejor tratarlos como camareros sordomudos. Tenía otras cosas de que preocuparme.

Cuando entraron, yo estaba en mi cama, ideando proyectos de fuga. Después de un momento, noté que el guardia que llevaba la bandeja tardaba en la mesa, mirando las fotos de Clay. Él asintió con la cabeza hacia su socio y le dio un codazo, atrayendo su atención a las fotografías-.Es él -articuló.

– ¿Lo conoces? -pregunté.

El guardia se sorprendió, como si la cama hubiese hablado.

– ¿Lo conoces? -repetí-. ¿Al lobo de las fotos?

Ambos hombres me miraron como si yo me hubiese unido a Bauer en su asilo privado, probablemente pensando que yo debería ser la que reconociera a un werewolf, no ellos.

– Tyrone me las dejó -dije, todavía acostada, fingiendo toda la despreocupación que pude reunir-. Él imaginó que yo podría ser capaz de identificar el tipo, pero no pude. Parece que causó algún jaleo en un motel.

Ahora ellos me miraban como si definitivamente estuvirera lista para una camisa de fuerza.

– ¿No lo reconoces? – preguntó el que estaba en la puerta.

Sofoqué medio bostezo-.¿Debería?

– ¿Este no es tu compañero?

– ¿Clay? No, Él nunca dejaría al Alfa -nuestro líder.

– Entonces por qué… -el guardia se detuvo, se giró hacia su socio y bajó la voz-. ¿Matasumi sabe esto?

– ¿Por qué? – dijo el otro guardia, no molestándose en susurrar-. No importa quién es el werewolf. Si alguien lo ve por aquí otra vez, lo matamos. Esa es la orden.

Mis manos se apretaron, pero me obligué a no hacer ruido, a no decir una palabra, no hacer ninguna pregunta. El segundo guardia se encogió de hombros, y se marcharon sin lanzar siquiera una mirada en mi dirección.

Clay estaba cerca. Yo había tenido razón. Él venía por mí. Yo no podía dejarle hacer eso. Había demasiado que él no sabía, demasiado para lo cual no estaba preparado. Clay había desarmado el pelotón de salvamento de Tucker bastante fácilmente, pero aquí había al menos cinco veces más guardias, más un edificio subterráneo fortificado con un sistema de seguridad de primera categoría, todo rodeado por un bosque lleno con las trampas de Ty Winsloe. Tenía que detener a Clay antes de que tratara de rescatarme. Para hacer eso, necesitaba escapar rápido. Eché un vistazo hacia la jaula de Bauer. Era momento de lanzar el guante de cabritilla.

***

Era casi medianoche cuando Bauer estuvo lúcida otra vez. Durante los dos días pasados, yo había estado afilando mi capacidad de juzgar cuando había alguien en el pasillo. En parte lo hacía escuchando, en parte sintiendo. Aunque era difícil saber si alguien nos miraba, había un modo definitivo de saver si nos escuchaban. El intercomunicador. Cuando estaba encendido, hacía un clic audible, luego silbaba suavemente hasta que alguien lo apagava. Después de que Bauer recobró sus sentidos, esperé hasta que los guardias hicieron su recorrido de cada hora, escuché con cuidado el zumbido del intercomunicador, luego me recliné en mi cama.

– ¿Todavía piensas que van a soltarte, verdad? -La llamé.

Bauer no contestó, aunque yo supe que podía oírme.

– Ya sabes -continué-, había alguien que te habría soltado. Alguien que probablemente no habría dejado que te lanzaran en esa celda en primer lugar. Lamentablemente, tú la despedazaste.

Bauer inhaló, pero no contestó.

– Sé que lo recuerdas -dije-. Es como tu dijiste, parte de ti está todavía allí, una parte sana, mirando. ¿Recuerdas como fue? ¿Perseguirla? ¿Ver su confusión? ¿Su incredulidad? ¿Escucharla suplicar por su vida? Todavía puedes imaginarla, la mirada en su rostro cuando arrancaste su garganta -Hice una pausa-. ¿Recuerdas como sabía?

Un ruido en la otra celda. Luego arcadas. Esperé. Bauer se quedó en el cuarto de baño.

– ¿Quién te va a soltar, Sondra? -La llamé-. ¿Quién va a arriesgarse a ser tu siguiente comida? ¿Quién ahí afuera quiere a una maldita? Sólo una persona lo hacía y ahora está en una bolsa de basura… o en varias bolsas de basura.

– Páralo -La voz de Bauer estaba tranquila, casi temblorosa.

– Quizas planeas escaparte por ti misma. ¿Entonces qué? ¿Dónde irás? ¿De vuelta a casa, a comerte a mamá y papá?

– Páralo – Más fuerte, pero todavía inestable.

– Eso es lo que pasará. No serás capaz de terminar el hambre y los Cambios. Eventualmente podrías lograr control suficiente para sobrevivir, pero ¿A qué precio? ¿Cuántos morirán primero? Comenzarás a matar porque tendrás que hacerlo, luego seguirás haciéndolo porque puedes, porque después de un tiempo desarrollarás el gusto por ello, el poder y la carne. Eso es lo que le pasa a los callejeros.

Hice una pausa antes continuar-.Hablando de callejeros, el primero que encuentres te matará. Por supuesto, probablemente te violará primero, ya que esa será su única posibilidad de aparearse con una hembra de su propia especie.

– Cállate.

– Estoy viendo tu futuro aquí, Sondra. Gratis. Sólo una persona puede ayudarte a evitar todo esto. El Alfa de la manada. La pregunta es, ¿Cómo consigues su ayuda? Bien, si escapas por ti misma, podrías presentarte en su escalera, suplicar piedad. Él será muy amable. Te invitará a entrar, tomará tu abrigo, te mostrará el salón, te ofrecerá café. Entonces te presentará a Clayton. Y ese hermoso rostro que admirarás será la última cosa que verás. Es decir si todavía estoy viva. Si muero aquí, yo realmente no te recomendaría que fueras a ninguna parte cerca del Estado de Nueva York. El infierno por el que pasas ahora no es nada comparado con lo que Clay te hará si muero.

La puerta de cuarto de baño se cerró de golpe -Tratas de asustarme.

Me reí -Lo sabes mejor, Sondra. Conociste a Patrick Lake. Sabes lo que son los callejeros. Conoces la reputación de Clay. Te ofrezco una salida. Ayúdame a escapar y me aseguraré de que Jeremy te ayude.

– ¿Por qué debería creer que mantendrías tu palabra?

– Porque soy un lobo de la manada, y no me degradaría mintiendo a un callejero. Para mí, eso es lo que eres. Un callejero útil, pero un callejero después de todo.

Bauer no contestó. Durante una hora nos quedamos silenciosas en nuestras respectivas celdas. Luego, tranquilamente, su voz apenas más fuerte que un susurro, Bauer estuvo de acuerdo. Y nos fuimos a dormir.

RUPTURA

Pasamos el día siguiente planificando, trabajando en el programa de observación, los viajes de los guardias del bloque de celdas, los horarios de comer, y los recurrentes ataques de locura de Bauer. Lo último era la parte más preocupante. ¿Y si Bauer enloquecía en mitad de nuestra fuga? Sus períodos lúcidos se volvían más largos, ¿pero durarían el tiempo suficiente?

Según Bauer, el sistema de seguridad de Winsloe estaba conectado directamente con las identidades de todo el personal del complejo. Esta conexión aseguraba que fuera casi imposible para un cautivo manipular el ordenador, añadiendo su propio retinal y marcas digitales. Por supuesto, esto significaba que era igualmente difícil borrar una ID. ¿Qué significaba esto para nosotros? La ID de Bauer todavía funcionaría. Ya que ella tenía autorización superior, podría entrar y salir de todos los niveles del complejo con un invitado no autorizado.

¿Se marcharía Bauer sólo con un compañero? Yo todavía no me decidía. Lo sentía por Leah y Curtis Zaid, pero no podía llevarlos conmigo. Ruth había tenido razón. Mientras más personas añadíera a mi plan de fuga, mayor era la probabilidad de fracaso. Era mejor aplacar mi conciencia con un compromiso personal de liberarlos cuando volviera con los demás. ¿Pero y Savannah? Ruth me había dicho que la dejara. ¿Debía hacerlo? ¿Podía hacerlo? Dos preguntas muy diferentes. Considerando la conexión de Savannah con la muerte de Ruth y los otros incidentes, ¿era seguro ponerla en libertad? Temía que las enseñanzas de Ruth sólo hubieran intensificado los poderes de Savannah, volviéndola más peligrosa. ¿Era sabio sacar a Savannah de aquí y dejarla al cuidado de una aprendiz de bruja como Paige? ¿O debería dejarla aquí, dónde sus poderes sería contenidos sin peligro, hasta que pudiéramos entrar en contacto con las otras brujas del Aquelarre? Quizás Ruth había anticipado el peligro y por eso me había dicho que no me llevara a Savannah cuando me escapara. De modo que debía dejar a Savannah.

¿Pero podía? ¿Podía abandonar a una niña aquí, sabiendo que podía pasarle algo antes de que volviera? De acuerdo, esa niña podía ser capaz del mal, pero no era su culpa o no lo hacía de manera conciente. Ella era inocente. Estaba segura de eso. Entonces, ¿cómo podría abandonarla? No podría. Bauer podría sacarnos a ambas por las salidas simplemente llevando a una persona a la vez. Eso nos haría más lentas, pero eso no justificaba abandonar a Savannah. De ser posible, me llevaría a Savannah. Simplemente no le diría nada a Bauer al respecto. No todavía.

***

Planeamos escaparnos esa noche, cuando los guardias trajeran mi comida de las diez y media de la noche. ¿Estábamos listas? Probablemente no, pero no me atrevía a esperar más tiempo. Tenía que detener a Clay. Necesitábamos el día de mañana como día de reserva, por si yo pudiera salir de mi celda esa noche.

Pasé la primera parte de la tarde descansando en la cama. Por supuesto, no descansaba realmente -no mentalmente al menos. Yacía sin poder dormir preocupándome de todo que podría salir mal. Antes de que los guardias llegaran, scaría las costras de mi rodilla herida, hacíendola sangrar otra vez, luego usaría esa distracción para matarlos y escaparme. ¿Y si el truco de la rodilla sangrando fallaba al incitar la preocupación de los guardias? ¿Y si yo no era lo bastante rápida, si el segundo guardia disparaba su arma mientras mataba al primero? Tenía que matarlos. No podía arriesgme a que recuperaran el conocimiento antes de que nos escapáramos-

Ufff.

Me congelé, reconociendo el sonido antes de que mi cerebro lo registrara. La puerta de mi celda se había abierto. En vez de saltar para ver quién estaba allí, me quedé inmóvil, tensa y esperando. ¿Qué hora era? Nueve con veinte. Demasiado tarde para que fuera Matasumi. Demasiado temprano para mi comida. Xavier se había ido. Eso dejaba a Winsloe. Por favor, no. No esta noche. Me quedé quieta, escuchando y oliendo el aire, esperando oír algún ruido.

Pasó un minuto entero sin ninguna palabra de saludo, ningún olor de un intruso, ningún sondio de la puerta al cerrarse. Levanté mi cabeza de la almohada y me di vuelta hacia la puerta detrás de mí. No había nadie allí. Moví mis codos para mira mejor. La puerta estaba cerrada. No, espera. No cerrada. Abierta diez centímetros, quizás menos. Otra vez, me moví. ¿Era Winsloe en el pasillo, dando a instrucciones de última hora a Ryman y Jolliffe? Aún no oía ni olía nada. Conté sesenta segundos, luego saqué mis piernas por el costado de la cama, y me arrastré hacia la puerta. Inclinándome hacia la grieta abierta, inhalé. Sólo había viejos olores. ¿Cómo era posible? Alguien había abierto la puerta sólo un minuto antes. ¿Por qué podía no podía olerlo?

Moviéndome para ponerme en cuclillas, abrí la orilla unos centímetros más, luego un poco más, finalmente un casi medio metro. Estiré los tendones de mis corvas, avencé en puntas de pie, y miré detenidamente fuera de la puerta. Había alguien en el pasillo. Me eché hacia atrás, luego comprendí a quién había visto y me asomé otra vez. Bauer estaba de pie fuera de su celda, mirando a un lado, luego al otro. Cuando me vio, se enderezó.

– ¿Tú-? -susurró.

Sacudí mi cabeza y avancé por el pasillo. Antes de que pudiera decir algo, una puerta se abrió en el extremo opuesto del pasillo y Savannah salió, medio tropezando debido al sueño, su cabello convertido en un enredo oscuro, un delgado hombro sobresaliendo de un camisón de tela escocesa roja. Al vernos, se frotó una mano sobre la cara y bostezó.

– ¿Qué pasa? -preguntó.

Hice señas para que se quedara en silencio y se acercara. Ya que yo no podía oler a nadie más en el pasillo, las puertas debían haberse abierto automáticamente, algún mal funcionamiento mecánico. ¿Demasiada coincidencia? Tal vez, pero yo no iba a ignorar la oportunidad. Sí, esto podía ser una trampa, pero ¿Con qué objetivo? ¿Ver si trataríamos de escaparnos? Sería más una prueba de inteligencia -alguien que permaneciera en prisión cuando las puertas estaban abiertas claramente carecía de algunas células cerebrales. Podía ser uno de los experimentos de Matasumi, como cuando me había puesto en ese cuarto con Patrick Lake. Peor aún, podía ser otro de los juegos enfermos de Winsloe. Entonces ¿Debería sentarme en mi celda y no hacer nada? Tal vez debería, pero no podía. Si esto era real, tenía la posibilidad de salvar a las tres personas cuya seguridad me concernía en mayor medida: Savannah, Bauer, y, por supuesto, yo misma.

– Nos marchamos -susurré, inclinándome hacia el oído de Savannah- Sondra puede sacarnos. Muévete sigilosamente de vuelta a tu celda y ponte tus zapatos.

– ¿Nos vamos ahora? -susurró Bauer.

– ¿Estamos afuera, verdad?

Cuando Savannah salió nuevamente de su celda, Bauer vaciló, la confusión nublando sus ojos. Me dije que ella sólo tenía sueño, pero temi lo peor. La mente podrida de Bauer no respondería bien a cambios de rutina. Ella había pensado que nos marchábamos en unas horas, e incluso esta pequeña desviación del plan podía sacar su cerebro de línea. Sonreí tan favorablemente como pude y la conduje hacia su celda.

– Sólo agarra tus zapatos -dije.

Bauer asintió con la cabeza y extendió la mano hacia manija. Ella la giró, frunció el ceño, echó un vistazo sobre su hombro hacia mí, luego movió con fuerza la manija, y empujó la puerta. No se abriría. Quitándola hacia un lado, tiré la manija y golpeé la puerta con mi hombro. No se desplazó.

– Debería abrir -dijo Bauer, el pánico arrastrándose en su voz-. Tiene que abrir. No hay ninguna cerradura externa.

– No puedo regresar a mi celda -dijo Savannah cuando volvió hacia nosotras corriendo-. La puerta se ha pegado.

– Esta también -dije-. Supongo que si un mal funcionamiento mecánico puede abrirlas, puede cerrarlas también. Tendremos que marcharnos tal como estamos.

– ¿Y Leah y el Sr. Zaid? -preguntó Savannah-. ¿No deberíamos sacarlos?

– Si podemos.

No podíamos. Comencé con Curtis Zaid. El sacerdote Vodoun yacía acurrucado encima de los cobertores de su cama, duermiendo. Su puerta estaba fuertemente cerrada.

– Cerrada -dije.

Savannah corrió a través del pasillo e intentó con la puerta de Leah-. Aquí también.

– Tendrán que quedarse por el momento -dije-. ¿Sondra, la salida por la celda de Savannah es la única con un puesto de guardia, verdad? La única, porque la mía sólo se conecta a través de una cámara con la estación.

Bauer asintió con la cabeza.

– Bien.

Me dirigí hacia la salida en el lado de Savannah. Bauer agarró mi brazo.

– Ese es el único guardia -dijo ella.

– Lo sé.

– ¡Pero no puedes -no podemos -ellos nos dispararán!

Solté sus manos de mi brazo y encontré sus ojos salvajes. Hablamos esto, ¿Lo recuerdas, Sondra? Ambas puertas se conectan con un pasillo común con el elevador en el punto medio -Me irritaba tener que darle la explicación ampliada, pero sabía que esto era lo que Jeremy haría, así calmaría él la histeria de Bauer-. Si salimos por la puerta supervisada con cámara, la alarma notificará a los guardias. Ellos nos verán por la cámara y nos encontrarán antes de que podamos subir al elevador. Por la otra puerta, los guardias estarán justo al otro lado. Tendrán sólo segundos para reaccionar antes de que yo me lance contra ellos. No tendrán tiempo para pedir ayuda. Voy a mata… desarmarlos y podremos movernos sigilosamente hacia arriba.

Di un codazo a Bauer para que avanzara e hice señas a Savannah para que me siguiera. Cuando Bauer avanzó hacia la puerta, algo se cayó del techo. Embestí hacia adelante, sacándola del camino. El objeto golpeó el suelo con un agudo pop y tintineo de cristal.

– Es sólo una ampolleta -dijo Savannah-. Realmente te moviste rápido.

Cuando Bauer se recuperó, eché un vistazo. Arriba había una fila de seis ampolletas, el primer espacio ahora sólo tenía un enchufe vacío. Un diminuto chillido llamó mi atención, y noté la segunda ampolleta de la línea. Cuando la miré, la ampolleta giraba lentamente, saliéndose del enchufe.

– Guau -dijo Savannah-. Casi parece como si…

¡Crack, crack, crack! La fila entera ampolletas cayó contra el suelo, sumergiéndonos en la oscuridad. Bauer gruñó.

– Está bien, Sondra -dije-. Tus ojos se adaptarán. Tienes visión nocturna ahora. La luz de la puerta de seguridad será suficiente. Muévete hacia ella y…

Savannah chilló. Giré y extendí la mano hacia la oscuridad para calmarla. Algo cosquilleó mi brazo izquierdo. Di palmadas con mi mano derecha sobre el punto y sentí la sangre correr por mi palma. Bauer gritó. Un manchón borroso voló hacia mi cara y cortó mi mejilla. Cuando lo atrapé, un pedazo de cristal muy afilado se clavó en mi palma. Otro pedazo golpeó mi cuero cabelludo. Mis ojos se adaptaron entonces, y vi un torbellino de cristales rotos volando alrededor de nosotros.

– ¡La puerta! -Grité-. ¡Sondra! ¡Tira la puerta!

Difusamente vi que su contorno chocaba contra la celda más lejana, sus brazos desmadejados, su cabeza escondida para evitar el impacto. Los trozos de cristal pincharon y cortaron mis brazos desnudos y cara cuando me lancé hacia ella. Agarré su brazo y la tiré hacia la salida, colocándola delante de la cámara de retina. Cuando alcancé el botón, noté que sus ojos estaban fuertemente cerrados.

– ¡Abre tus ojos! -Grité.

Ella los apretó aún más, bajando su barbilla hacia su pecho.

– ¡Abre tus malditos ojos para el escáner!

Yo estaba extendiendo mi mano para abrirlos cuando ella parpadeó. Golpeé el botón. La primera luz roja vaciló, luego murió y el panel entero se puso negro. Golpeé el botón otra vez. Nada pasó. Lo toqué repetidas veces, mis ojos observando el panel buscando cualquier señal de vida. Nada. Ninguna luz. Ningún sonido. Estaba muerto. Me giré. En el otro extremo del pasillo, un débil brillo rojo se reflejaba a la vuelta de la esquina.

– La otra puerta todavía tiene la energía -dije-. Vamos.

– No puedo -susurró Bauer, lanzando su cabeza contra el cristal que volaba-. No puedo.

No le hice caso -Savannah, corre hacia mi celda. No cerré mi puerta. Quédate dentro mientras abrimos la otra salida.

Agarré a Bauer con ambas manos, y medio la cargué, medio la arrastré hacia abajo por el pasillo. El torbellino de cristal siguió girando alrededor de nosotras, mordiendo como mil avispas.

En la oscuridad y con mi apuro, adelanté a Savannah, y llegué a mi celda antes que ella. Con un espasmo de alivio vi que mi puerta estaba todavía abierta. Recordé que necesitaba mis zapatos y me lancé adentro para agarrarlos. Cuando me di vuelta, los pies de mi cama se movían. Rebotó alrededor de medio metro desde la tierra, luego se lanzó directamente en el aire y se precipitó hacia mí. Apenas tuve tiempo para echarme atrás en la celda antes de que el colchón golpeara la puerta, cerrándola.

– Que -que -tartamudeó Bauer.

La empujé hacia la otra salida. Una serie de golpes sonaron. Esperando disparos, me dejé caer sobre mis rodillas. El pasillo se llenó con una ensordecedora estática, como si alguien hubiese arrancado el botón de todos kis intercomunicadores. Savannah se rozó contra mí. Apreté su hombro y traté de decirle que todo estaría bien, pero la estática me ahogaba. Dando a Savannah una última caricia tranquilizadora, agarré a Bauer y la propulsé hacia la puerta de seguridad. Esta vez, quizás comprendiendo que era su única posibilidad de escape del cristal volador, Bauer se colocó delante del escáner retinal y golpeó el botón. La luz roja vaciló, y durante un momento todo estuvo muerto. Entonces una luz verde destelló. Bauer agarró la manija y la segunda luz cambió de rojo a verde. Tiró la puerta y se lanzó hacia el pasillo. Yo sabía que la segurida de Bauer sólo permitía que una persona más pasara, por lo que tan pronto como Savannah y yo pasáramos, una alarma sonaría en algún lugar. Yo no podía preocuparme de eso. Los guardias nos verían por la cámara de todos modos.

Cerré de golpe la puerta detrás de nosotras. Unos pedazos de de cristal cayeron inocuamente al suelo.

– ¿Qué pasó allí? -susurró Savannah.

– No lo sé -dije-. ¿Están bien?

Savannah y Bauer asintieron con la cabeza. Sí, cada centímetro de nuestra piel desnuda parecía sangrar, pero nadie había perdido un pedazo de ojo o herido una arteria principal, entonces parecíamos entender que eso nos hacía estar “bien”.

Las voces resonaron desde el otro extremo del pasillo. La cabeza de Savannah se sacudió.

– No vamos a hacerlo -susurró ella.

– Sí, lo haremos -dijo Bauer. Ella se enderezó, quitando un chorrito de sangre de su ojo-. No volveré allí. Estoy fuera ahora y me quedo fuera. Elena se ocupará de los guardias. Nos quedaremos aquí donde es seguro.

¿De medusa gimiente a líder de grupo en sesenta segundos? Era agradable ver a Bauer recobrar su equilibrio, pero esta no era la clase de cambio que yo habría deseado. No importa. Al menos no se encogía en una esquina. Además, yo era la única que debía ir por los guardias. Bauer sólo me molestaría.

Cuando comencé a avanzar, Savannah agarró mi blusa.

– Te ayudaré -susurró ella-. Haré un hechizo.

Vacilé, queriendo decirle que no molestara, pero comprendí que danr a Savannah una posibilidad para sentirse útil podría calmar sus miedos. Además, ella era sólo una bruja novata de doce años. Sólo conocería la clase más simple de hechizos.

– De acuerdo -dije-. Mientras puedas decirlo desde aquí. Mantente a cubierto y tranquila.

Cuando me arrastré hacia adelante, un cristal golpeó contra el vestíbulo. Luego otro. Luego cristal roto, más fuerte que la caída de las ampolletas. Y ese grado de oscuridad. ¡Sí! Esta vez le di la bienvenida a la oscuridad. Me daría una ventaja… mientras que el cristal roto no comenzara a volar otra vez.

– ¡Maldición! -una voz, probablemente el siseo de un guardia-. Primero, la salida uno se apaga, luego la cámara en la salida dos, ahora esto. Un maldita falla en la alimentación de corriente.

– Tomaré la linterna -dijo una segunda voz.

– Ambos lo haremos. No estoy de pie alrededor en la oscuridad."

¿Así había sólo dos guardias? Mejor y mejor. Aceleré mi paso, doblé sobre la esquina, y golpeé el botón de elevador. Entonces me dirigí hacia la estación de guardia. Parcialmente allí, tropecé con algo y miré abajo para ver una tapa de luz de neón. Esquivé y golpeé con mi pie directamente en el casco de cristal. Mordiendo mi mejilla contra un gruñido, pasé mi pie raspando derecho, borrando el paso mientras avanzaba aliviada. Unaa luz se prendió a la vuelta de la esquina. Las guardias habían encontrado su linterna. Malditos.

Detrás de mí, las puertas de elevador crujieron y se abrieron. Una voz llamó, no desde adelante, sino desde atrás. Me congelé en medio de un paso. Los guardias doblaron la esquina, la luz de la linterna rebotando en las paredes. Alguien detrás de mí gritó. Me giré, vi un arma, y me lancé al suelo. Los disparos sonaron desde el frente y atrás. Una bala rozó mi pierna. Jadeé y avancé lentamente hacia el costado del pasillo. Un grito. Un grito de rabia. Una maldición. Eché un vistazo. Los guardias disparaban el uno contra el otro, los dos del puesto de guardia haciendo fuego contra los tres del elevador. Dos más yacían sobre el suelo, gritando y retorciéndose. Las balas zumbaban por encima de mí. Me levanté sobre mis manos y rodillas, empecé a avanzar y corrí agachada hacia las demás. Pasé justo al lado del segundo grupo de guardias. Ni siquiera lo notaron.

– ¡Vuelvan! -Grité a Savannah y Bauer-. ¡Entren!

ARRINCONADAS

Bauer empujó a Savannah y voló por la secuencia de seguridad. La salida se abrió y las tres nos lanzamos a través de ella. Cerré de golpe la puerta detrás. Savannah gritó que ahora estaba abierta la puerta a la celda vacía cruzando la mía. Nos zambullimos dentro.

– Estaba echando una ojeada por la esquina -dijo Savannah mientras yo tragaba aire-. Cuando los guardias vinieron con las linternas, vi a los otros salir del elevador. Lancé un hechizo de confusión de modo que pudieras pasarlos. ¿Funcionó bastante bien, eh?

– Muy bien -dije, sin mencionar que casi había sido atrapada en el fuego cruzado. ¿Qué demonios había enseñado Ruth a esta niña? Una bruja de doce años debería lanzar hechizos para calmar gatitos asustados, no hacer que hombres armados se disparasen los unos contra los otros.

– Hey -dijo una voz desde la entrada-. ¿Perdí mi invitación a la fiesta?

Brincamos. Leah dio un paso dentro, bostezando y pasando sus dedos por su pelo desordenado por el sueño.

– ¡No cierres eso! -dijo Bauer, agarrando la puerta de la celda.

¿Importaba eso ahora? Aunque yo no dijera nada, ciertamente no prevía otro intento de fuga en nuestro futuro próximo. Mientras las celdas abiertas no fueran una trampa, ellos tampoco habían tenido un golpe de suerte. Lo opuesto, de hecho. Mi gran plan de fuga había desaparecido en esa granizada de balas allá fuera. Incluso si saliéramos de este lío, Winsloe sólo tendría que comprobar la base de datos de la computadora para comprender que yo había usado a Bauer para pasar la seguridad. Él se aseguraría de que nunca pasara otra vez. Traté de no pensar en la multitud de formas en que él podría asegurar eso.

Leah caminó hacia una silla y cayó sobre ella-.Me corté mi maldito pie caminando hacia acá. Hay cristal por todas partes en el suelo. ¿Y cómo es que las puertas están abiertas? No es que me queje, Pero -ups, ¿Qué les pasó chicas?

– Cristales voladores -dije.

– Geez. No lamento habérmelo perdido. ¿Hay alguna herida? Sé de primeros auxilios.

– Estamos bien -dijo Bauer, moviéndose hacia la cama.

Mientras hablábamos, Savannah se asomó a la entrada-.No veo a nadie. ¿Están todos muertos?

– ¿Muertos? -repitió Leah mientras yo empujaba a Savannah lejos de la puerta abierta-. ¿Quién está muerto?

Expliqué lo que había pasado. Mientras hablaba, Leah siguió lanzando miradas discretas a Savannah, que se había tirado sobre la alfombra y no parecía notarlo.

– …deberíamos quedarnos aquí -dije-. Permanecer tranquilas y esperar que ellos hagan lo mismo. Nada de movimientos repentinos. Nada que los haga ponerse al corriente.

Savannah se levantó del suelo-.Conozco un hechizo para calmar…

– Estoy segura que si, cariño -dijo Leah-. Pero tal vez no es una idea tan buena.

La cara de Savannah se ensombreció. Leah puso su brazo alrededor de los hombros de la muchacha y le dio un apretón.

– Elena y yo podemos manejar a los guardias -dijo Leah-. Encontraremos un lugar seguro para ti, cariño, por si hubiera problemas cuando los guardias lleguen.

Lanzando una mirada a los costados, Leah dirigió mi mirada desde Savannah hacia los pedazos de ampolletas sueltos en el suelo. Mi corazón se hundió. Savannah. ¿Quién más podría haber sido la responsable del torbellino del cristal volador? Había sólo tres de nosotras en ese vestíbulo y sólo una que era conocida por lanzar objetos peligrosos a través del aire. Esto había sido un gran paso adelante desde lanzar platos, pero yo había visto una demostración del incremento de los poderes de Savannah con ese hechizo de confusión letal. Por supuesto, ella no lo había hecho deliberadamente -ella había sido herida tanto como cualquiera de nosotras- pero ese no era el punto. Queriéndolo o no, Savannah era peligrosa. Puesta bajo tensión emocional reaccionaba con violencia.

– Buena idea -dije-. Deberíamos poner a Savannah a resguardo-. Resguardo para ella y resguardo para nosotras.

– Sondra, ¿irás con Savannah? -dijo Leah-. Mi celda está abierta. Escóndanse allí.

Bauer se sentó en la cama, sus rodillas estiradas, contemplando la pared. De vuelta al estado de medusa gimiente.

– Estoy bien -susurró ella.

– Has hecho un trabajo duro hasta aquí -dijo Leah-. Elena y yo podemos manejar esto. Y toma a Savannah…

– ¡Estoy bien! -gruñó Bauer, sacudiendo la cabeza, sus labios curvándose. Luego se congeló, como si comprendiera lo que había hecho. Cerró sus ojos y se estremeció-. Estoy bien -dijo firmemente-. Quiero ayudar.

– Tal vez podemos hablar con los guardias -dije-. Explicar lo que pasó. ¿Hay un intercomunicador, Sondra? ¿Podemos comunicarnos de alguna forma con ellos?

Bauer sacudió su cabeza.

Fuera de la celda, algo cayó con un ruido sordo contra la puerta de salida. Nos paramos para escuchar. Dos ruidos sordos en rápida sucesión, luego silencio.

– Ellos no pueden entrar -susurró Bauer-. La puerta de salida debe haber perdido la energía o haberse trancado.

– Era demasiado esperar que todos estuvieran muertos -dijo Leah-. ¿Cuántos guardias había allí en total?

– Tres docenas…, no, treinta -dijo Bauer-. Nosotros -comenzamos siendo treinta y seis, pero hubo bajas.

– Piojosas probabilidades. Bien, voy a hacer que Savannah salga de aquí antes de que las cosas se pongan malas.

Leah extendió la mano hacia Savannah, pero ella la esquivó y corrió hacia mí.

– Quiero ayudar -dijo ella, alzando la vista hacia mí.

Como si no me sintiera lo bastante culpable pr sospechar que Savannah era la causante del cristal volador. Pero si Leah y yo íbamos a luchar contra esto, teníamos que poner a Savannah en algún lugar seguro donde pudiera calmarse.

– No tratamos de quitarte de en medio, Savannah. Sé que podrías ayudar. Ese hechizo de confusión -Me las arreglé para dirigirle una sonrisa sardónica – bien, me quedé impresionada, si quieres que te lo diga.

– Pero…-.Savannah suspiró, con la cansada resignación de un niño que podía oír venir el “pero” desde una milla de distancia.

– Pero si te quedas, Leah y yo estaremos demasiado preocupadas por ti como para concentrarnos en el peligro.

– Estaríamos muy preocupadas si te quedaras -dijo Leah, lanzándome una mirada-. Nos sentiríamos todas mucho mejor si estuvieras en algún lugar más… seguro. Te llevaré a mi celda.

– Bien -dijo Savannah, con una voz que decía que nuestra decisión era todo menos buena.

Leah extendió su mano hacia Savannah, pero la muchacha enpujó lejos y acechó la puerta. Leah trotó tras ella.

***

Varios minutos más tarde, Leah se apresuraba de vuelta. Los guardias todavía golpeaban la puerta de salida.

– Ella está en mi celda -dijo Leah-. Escondida bajo la cama. Cerré la puerta.

Comencé a asentir con la cabeza, luego me detuve-.¿Cerraste la puerta? ¿Y si se tranca? ¿Cómo la sacaremos?

– Ahora mismo estoy más preocupada de que Savannah no interfiera. Si no la encerraba con llave, estaría aquí abajo en dos minutos, tratando de ayudarnos. No necesitamos esa clase de ayuda -Ella echó un vistazo al cristal roto-. Ya ha ayudado bastante.

– Si Savannah hizo volar el cristal, no fue intencional.

Leah se encogió de hombros-.Probablemente tienes razón. De todos modos, no es su culpa. Que se puede esperar, con una madre como Eve.

– ¿Piensas que es eso? Sólo porque su madre estaba metida con la magia negra no necesariamente significa-

– Eve no sólo era una bruja, Elena. Su padre era un demonio, quiero decir que ella era un híbrido medio demonio medio bruja. Una combinación brutal. Yo soy bastante valiente. No me asusto fácilmente. Pero Eve me asustaba de una manera increíble. ¿Sondra, recuerdas cuando recién la trajeron aquí…

Bauer giró para afrontarnos -¡¿A quién carajo le importa, Leah?! ¡Tenemos a Dios sabe cuántos guardias armados golpeando la puerta de salida y hablas de la genealogía de Savannah!

– Frialdad, Sondra. Elena y yo tenemos todo bajo control. Estamos acostumbrada a esta clase de asuntos. Todo lo que digo, Elena, es que hay que tener cuidado alrededor de Savannah. Recuerda, es una muchacha preadolescente, hormonas pateando y toda esa mierda. Sólo hace las cosas aún peor. Quién sabe…

– ¡Maldición! -gritó Bauer-. ¡Están echando abajo la maldita puerta!

– ¿Cres que entrarán? -me preguntó Leah tranquilamente, como si Bauer fuera una lunática gritando dentro de un cuarto acolchado.

– Posiblemente -dije.

Ella suspiró -De acuerdo, entonces. Es tiempo de preparar la fiesta de bienvenida.

***

Cuando habíamos terminado de planear, apagamos la luz. Con nuestra visión nocturna, Bauer y yo estaríamos bien, y Leah había decidido que las ventajas totales de la oscuridad pesaban más que su desventaja personal de visión limitada.

Nos deslizamos hacia el pasillo, quedándonos detrás de la esquina por si los guardias se abrían camino, disparando sus armas.

– ¡Hola! -gritó Leah-. ¡Estamos atrapadas aquí! ¡Hay heridos! ¿Hay alguien ahí? ¿Pueden oírnos?

Nadie contestó. Tal como Bauer había advertido, la puerta era a prueba de sonidos. Leah intentó un par de veces más, luego le hice señas para hacerla callar y escuché. Yo podía sólo oír jirones de voces sordas.

– ¿-Quién está allí?

– La otra puerta, sin energía

– La radio, otra vez

– ¿Hay hombres afuera? ¿Matasumi, Winsloe?

Leah se apoyó contra mi hombro -¿Puedes decir cuántos hay?

Sacudí mi cabeza -Tres, tal vez cuatro voces, más los que no hablan. Espera, oigo algo más.

Un siseo fuerte sonó del otro lado de la salida. Cuando traté de identificar el ruido, de repente se elevó a un zumbido chirriante, bastante fuerte com para que incluso un no werewolf pudiera oírlo.

– Un soplete de soldar -dijo Leah-. Eso funcionará. Deberíamos prepararnos.

Nunca tuvimos una oportunidad de poner nuestro plan en acción. Cuando me balanceé hacia la celda vacía, la puerta de salida se abrió de repente. Los gritos de sorpresa de los guardias se transformaron en una serie de órdenes. Leah entró como una flecha a la primera celda conmigo. Cuando me giré para cerrar la puerta, me di cuenta que Bauer no estaba con nosotros.

– Ella se escapó -dijo Leah.

– ¡Mierda!

Abrí la puerta de un tirón. Bauer estaba corriendo hacia abajo por el pasillo.

– ¡Sondra! -Grité.

Ella se detuvo. En vez de girarse, sin embargo, comenzó a golpear la puerta de la celda a su derecha.

– ¡Abran! -gritó-. ¡Malditos sean! ¡Déjenme entrar!

Al principio, pensé que se había perdido. Luego comprendí que estaba frente a la única celda que permanecía ocupada, la del sacerdote Vodoun. Por supuesto, Zaid no podía oírla. La pared era a prueba de sonido. Pese a todo lo que pasaba aquí fuera, el pobre tipo probablemente estaba profundamente dormido. Me asomé a la entrada para decirle que se escondiera, pero ya se había ido, desapareciendo en la antigua celda de Armen Haig.

Cuando cerré la puerta, comprendí que teníamos un problema. Leah y yo estábamos escondidas detrás de un cristal unidireccional. Cualquier guardia en el pasillo podría vernos, pero no podríamos verlo. Nada bien. Exploré la celda buscando un punto donde escondernos, sabiendo que no lo encontraría. Estábamos expuestas. En el momento en que los guardias giraran por esa esquina, me detuve. ¿Por qué todavía no habían salido por esa esquina? Cuando abrí un poco la puerta, oí gritos frenéticos, luego un grito, un chillido inhumano que hizo que mis vellos se erizaran.

Le hice señas a Leah para que se echara atrás -Estoy echando un vistazo.

– Ponte en cuclillas -dije-. Permanence debajo del nivel de ojo.

Ambas nos pusimos en cuclillas. Dejé la puerta abierta. Un destello de luz rebotó en mis ojos y me sacudí hacia atrás, sólo para ver la luz pasar rozando desde la pared hacia el suelo y luego al techo, como algun loco blandiera una linterna. Por encima del grito, oí una voz masculina; luego una alarma aguda absorbió todo el sonido. Husmeé y olí algo tan inesperado que dudé de mis propios sentidos. El hedor acre a carne quemada llenó el aire. Cuando inhalé otra vez, cuestionándome a mí misma, un guardia disparó tan rápido que no tuve tiempo para echarme atrás en la celda. No importó. Él pasó por delante, con la boca abierta en un grito que era absorbido por la sirena. Algo se agitaba a su lado. Bizqueé en la oscuridad, luego me estremecí. Era su brazo, casi cortado por encima del codo, balanceándose de acá para allá mientras corría.

La luz de la linterna siguió saltando alrededor de las paredes. Las formas vacilaron, produciendo sombras torcidas en la pared. La sirena vaciló y dejó escapar un último sonido sofocado. Mientras moría, el sonido llenó el aire: el siseo del soplete, gritos de los guardias aún escondidas a la vuelta de la esquina, los gritos interminables del guardia del brazo cortado. Otra guardia salió tropezando desde detrás de la esquina, el soplete flameando a su lado. Cuando pasó junto a nuestra celda, se deslizó sobre algo, sus piernas salieron despedidas. El soplete salió despedido por el aire. Luego se detuvo. Se detuvo a más de dos metros por encima de la tierra y quedo suspendido allí, escupiendo su llama azul. El guardia caído saltó sobre sus pies. El soplete voló hacia abajo y lo cortó a través de la espalda. Sus brazos se alzaron y él cayó hacia adelante, gritando mientras su camisa ardía. El olor penetrante a carne y tela carbonizada llenó el aire.

– ¡Abran la maldita puerta! -gritó un guardia desde la esquina-. ¡Saquennos de aquí!

– Ellos están atrapados -susurré a Leah-. No puedo ver lo que está pasando. El soplete…

¡Bang! Un disparo de arma. Luego tres más en rápida sucesión. Cuatro fuertes sonidos metálicos.

– Están disparándole a la puerta -dijo Leah-. Deberíamos quedarnos a cubierto.

– Confía en mí. No iré a ninguna parte.

Un rugido repentino se superpuso a los gritos y chillidos.

– ¿Qué es eso? -preguntó Leah.

Yo lo sabía. Incluso mientras bizqueaba por el pasillo, yo sabía lo que vería. Bauer había cambiado a lobo. Ella cargó contra los guardias. Abrí la puerta de un golpe. Leah agarró mi brazo.

– Los guardias todavía están a la vuelta de la esquina -dije-. Puedo detener a Sondra antes de que ellos la vean.

– ¿Y entonces qué?

Bauer se encolerizó cuando chocó contra el guardia. Gruñendo, se echó atrás y se apartó de las llamas. El instinto humano superó al animal. Girando, rodeó el cuerpo ardiente y siguió corriendo hacia abajo por el pasillo.

– Sólo déjame -comencé.

– No. Piensa, Elena. No puedes ayudarla.

Bauer pasó por delante de nosotras y dobló la esquina. Una guardia gritó. Él corrió hacia la extensión principal del pasillo, la sangre salpicando de su hombro rasgado. Bauer lo perseguía. Antes de que siquiera alcanzaran la puerta de nuestra celda, ella saltó, aterrizando en su espalda. Mientras caían, ella hundió sus dientes en la parte de atrás de su cuello, arrancando un bocado. La sangre saltó.

– Usaré la distracción para bajar corriendo a la otra salida -dijo Leah-. Tal vez esté abierta ahora.

– ¿Qué-? -Comencé, luego comprendí que ella no podía ver lo que pasaba, no estaba afectada por ello.

Leah me rozó al pasar por delante de mí.

– ¡Cuidado! -grité, pero ella ya se había ido y Bauer estaba demasiado absorbida en su víctima como para ir en busca de otra.

Bauer rasgó pedazos de los hombros y la espalda del guardia, lanzándolos al aire. El cuerpo del guardia convulsionaba. Su rostro estaba completamente blanco, sus ojos imposiblemente abiertos y en blanco. Un guardia gritó, como si hubiera comprendido que su camarada estaba perdido.

Yo no podía seguir mirando más tiempo. Abrí la puerta y salté afuera, sin ningún plan en mente aparte de salvar de alguna manera a Bauer. ¿Merecía ser salvada? ¿Valía su vida el que arriesgara la mía? No importaba. Ella era un werewolf, un werewolf hembra nacido de mis genes. Tenía que protegerla.

Cuando salí de la celda, otro guardia vino desde esquina, con su arma en alto. Él hizo fuego. El disparo ardió a través de la oscuridad y golpeó Bauer en el anca izquierda. Ella embistió contr él. Él levantó el arma, pero ella estaba sobre él, sus dientes rasgando su garganta. Cuando corrí hacia ellos, dos formas saltaron de la oscuridad. El fuego resonó por el pasillo. Me zambullí, enroscándome justo a tiempo para ver las balas golpear a Bauer, destrozándole el pecho y la cabeza.

En ese segundo, justo cuando la sangre y el cerebro explotaron desde el cráneo trastornado de Bauer, incluso antes de que su colapsara sobre el suelo encima del guardia muerta, vi la puerta de salida abrirse de golpe. La vi y vi mi posibilidad. Mi única posibilidad. Sentí mis pies moverse, mi cuerpo girarse. Savannah destelló en mi mente. No podía marcharme sin ella. Incluso mientras pensaba esto sentí que mi cuerpo se zambullía hacia la puerta abierta. No tenía tiempo para volver por Savannah. Incluso si lo tuviera, ¿Lo haría? ¿Quién sabía de qué cosas era capaz de hacer ella si las cosas iban realmente mal? Con Savannah a remolque, yo nunca podría escapar, podría morir en el intento. Era mejor dejarla aquí, bajo tierra, donde sus poderes podían ser controlados, donde ella era demasiado importante para ser asesinada. Yo volvería por ella más tarde con los demás.

Estaba ya en el pasillo, mi cuerpo que había tomado la decisión justo mientras mi cerebro se agitaba. ¿Y Leah? ¿La estaba abandonando también? ¡Cobarde! Pero mis pies siguieron propulsándome hacia el elevador. Una vez allí, aporreé mi puño contra el botón, golpeándolo repetidas veces, sintiendo el curso de dolor por mi brazo y sólo golpeándolo más fuerte, castigando mi cobardía.

Las puertas del elevador se abrieron. Entré.

HUIDA

– ¡Elena!

La voz de Leah. Agarré la puerta del elevador antes de que se cerrara. Al asomarme, vi a Leah trotando desde la salida de enfrente.

– No pude pasar a buscar a Savannah -llamé.

– Yo tampoco. ¡Mierda! Hay todo un infierno roto allí. Nunca regresaremos dentro.

– Apresúrate entonces.

Mientras ella corría, la puerta de elevador se sacudió, como si tratara de cerrarse. Lo empujé hacia atrás, pero siguió moviéndose, empujando más y más fuerte y fuerte hasta que tuve que apoyarme contra ella, esforzándome para mantenerla abierta.

– ¡Vamos! -Grité-. Hay algo malo con las puertas.

Cuando Leah estuvo a menos de dos metros de distancia, la puerta se sacudió violentamente, cerrándose de golpe contra mi hombro. Me tropecé. Leah alcanzó a agarrarme, pero me caí hacia atrás dentro del elevador. Las puertas se cerraron. Salté y apreté el botón para volver a abrir el elevador.

– ¡No abrirá! -Grité-. ¡Golpea el botón de llamada!

– ¡Eso hago!

El elevador dio tumbos de repente. Subió y bajó, meciéndose y sacudiéndome con tanta fuerza que casi perdí el equilibrio. Cuando agarré la manija del costado, un ruido como triturándose partió el aire. Yo apreté la manija hasta que mis nudillos se pusieron blancos, mi cerebro moviéndose a toda velocidad para recordar que hacer en un fallo del sistema de un elevador. ¿Doblar mis rodillas? ¿Sentarse en el suelo? ¿Rezar? El elevador redujo la marcha, luego se detuvo en un alto. Apenas me atreví a respirar, esperando que el suelo cediera bajo mí. Entonces las puertas abrieron.

Me encontré contemplando una pared que me llegaba hasta la cintura. No, no era una pared. Era un piso. El elevador se había detenido entre niveles. Mientras daba un paso adelante para mirar fuera, el elevador se sacudió otra vez. La maquinaria gimió en el eje superior y el armatoste comenzó a hundirse. El piso avanzó poco a poco desde mi cintura hasta la mitad de mi pecho. Mi ventana de fuga literalmente desaparecía. Agarrando el borde del piso, salté, perdí mi agarre, y retrocedí dentro del elevador. Me puse en puntilas y lo intenté otra vez. Esta vez logré mantener mi asimiento y me balanceé justo cuando el elevador desaparecía.

Cuando miré alrededor, reconocí el último piso. Entonces el elevador me había traído hasta arriba. Alabanza sean dadas. Si hubiera quedado en un nivel medio, no habría tenido la menor idea de donde encontrar una escalera.

Tomé un momento para componerme y recordar donde estaba la salida. A mi izquierda, al final de pasillo. Cuando me di vuelta, voces hicieron eco por el pasillo, viniendo hacia mí desde atrás. Miré alrededor buscando un escondrijo. Había una puerta aproximadamente a seis pies hacia abajo por el pasillo. Me lancé hacia ella, abrí la puerta, y salté dentro cuando me di cuenta que las voces se habían detenido. Los guardias estaban de espaldas al elevador. Mientras escuchaba, ellos discutían sobre qué hacer con el elevador roto, entonces decidieron unánimemente dejar la decisión en alguien más, llamado Tucker. Un minuto más tarde, se habían ido.

Esperé hasta que el sonido de sus botas se tornó silencio, luego dejé mi punto de ocultamiento, mirando en ambas direcciones y corrí. El pasillo terminaba en un pequeño cuarto. Dentro estaba la puerta a la libertad. Todo lo que tenía que hacer era abrirla. Y para abrirla, todo lo que necesitaba era la retina y la huella digital de una persona autorizada. ¡Maldición! ¿Por qué no había pensado en esto? Llegar a este nivel era sólo la mitad del problema.

Las voces cerca del elevador volvieron. ¿De vuelta ya? Corrí hacia el armario otra vez. Una vez dentro, escuché. Sólo dos voces esta vez. Esperaban que sus compañeros volvieran con Tucker. Yo no tenía tiempo para idear un plan infalible, ni siquiera un pedazo de plan. No tendría ninguna posibilidad contra más de dos guardias. Si vacilaba, me vería atrapada en este armario hasta que alguien me encontrara.

Empujando la puerta, comprobé el pasillo y me aseguré de que no podía ver a los guardias. lo que significaba que ellos tampoco podían verme. Tan silenciosamente como era posible, avancé hacia el elevador. Me detuve en la esquina, me puse en cuclillas, y miré detenidamente alrededor. Los guardias afrontaban la pared de enfrente, uno miraba detenidamente el eje del elevador, el otro maldecía sobre el retraso. Tomé aliento, luego me lancé hacia el primer guardia, golpeándolo hacia el eje del elevador. Sus brazos se movieron una vez, y se hundió fuera de vista. Casi tropecé tras él y logré evitarlo sólo usando el impulso para enroscarme y saltar hacia el segundo guardia. Su mano fue a su arma. Mientras sacaba la pistola, la arrebaté de su mano y la arrojé hacia abajo por el espacio del elevador. Luego le di una palmada sobre la boca y lo empujé hacia adelante. Cuando él resistió, lo levanté de la tierra y lo elevé. Sus pies daban patadas frenéticamente. Una golpeó mi rótula herida, enviando tal sacudida de dolor por mi pierna que lo lancé hacia adelante. A un milímetro de dejarlo caer, recobré mi agarre y comencé a correr, medio tropezándome hacia la salida.

Arrastré al guardia a la puerta. El panel de seguridad era el mismo que en las salidas del bloque de celdas. Golpeé el botón que Bauer había usado y levanté la barbilla del guardia hacia arriba. Cuando la cámara zumbó, el guardia comprendió lo que yo hacía y cerré sus ojos. Pero era demasiado tarde. La primera luz destelló verde. Agarré la mano del guardia y le abrí el puño. Los huesos se rompieron. Forcé sus dedos rotos alrededor de la manija. La segunda luz se volvió verde. Colocando mi mano sobre la suya, tiré la puerta. Luego rompí su cuello. No vacilé, no me pregunté si tenía que matarlo, si no había algún otro camino. No tenía el tiempo para la conciencia. Lo maté, dejé su cuerpo en el suelo, agarré sus botas y escapé.

***

Corrí por el bosque, evitando la red de caminos y dirigiéndome hacia los espesos matorrales. Nadie venía tras de mí. Lo harían. La pregunta era a que distancia me pondría antes de que lo hicieran. ¿A cuántos kilómetros estaría la ciudad más cercana? ¿En qué dirección? Me deshice de los primeros visos de pánico. Encontrar la civilización no podía ser mi primera prioridad. Encontrar un lugar seguro era más importante. Mientras el humano en mí consideraba que los sitios públicos eran seguros, yo sabía que cualquier escondrijo bastante lejos del complejo bastaría. Correr lejos, ponerse a cubierto y recuperarse. Luego podría concentrarme en encontrar un teléfono.

Era otra noche como la que hubo cuando Winsloe había cazado a Lake: frío, humedad, y nubosidad, la luna atenuada por la cobertura de nubes. Una noche hermosa para un escape de prisión. La oscuridad me cubriría, y el frío me impediría recalentarme. Pronto descubrí, sin embargo, que la temperatura del cuerpo no era un problema. No podía moverme lo bastante rápido para complicarme con el sudor. Fuera de los caminos, los bosques eran una espesa selva tropical. Cada centímetro de tierra estaba obstruida con vides y vegetación muerta. Cada centímetro de superficie estaba cubierto de arbustos y árboles altos y delgados, todos compitiendo por los pedazos de luz del sol sin reclamar por el antiguo bosque. Aquí y allí tropecé con huellas dejadas por ciervos, y las seguí hasta que las perdí cuando se transformaron en finos rastros que se confundían con el páramo. Un lugar para animales, no personas. Ahora, a diferencia de la mayor parte de los fugados de prisión, yo tenía la opción de convertirme en un animal, pero no podía perder diez minutos para Cambiarme. No mientras todavía estaba tan cerca del complejo. Cualquier guardia persiguiéndome iría también a pie, y por el momento, yo podía permitirme compartir su desventaja.

Mientras me deslizaba por el bosque, comprendí que tenía una, o varias, desventajas físicas no compartidas por los guardias. Primero, llevaba puesto un par de botas tamaño doce y masculinas en pies tamaño diez y femeninos. Lo que era más importante, estaba herida. Los cortes cubrían mis brazos y cara, picando cada vez que una rama me golepaba. Sufría de un número astronómico de otras heridas acumuladas en la semana pasada. Yo podría vivir con eso, pese a todo. Apretar los dientes y ser una muchacha grande. Mi rodilla era otro asunto. Desde que Bauer la había rasgado en el hospital, el dolor incendiario se había convertido en una quemazón sorda, constante. Las patadas del guardia habían encendido de nuevo el fuego, y correr por el bosque sólo añadía el oxígeno para que ardiera. Después de veinte minutos, cojeaba. De mala manera. La sangre caliente se derramaba por mi pantorrila, y la carne viva se frotaba contra mis pantalones, diciéndome que Tucker se había deshecho del tipo de la costura. Tenía que Cambiar. Simple aritmética: Un pierna mala de cuatro era dos veces mejor que una de dos.

Reduje la marcha, moviéndome con más cuidado ahora para no dejar una huella obvia. Después de que fui en zigzag por cinco minutos, encontré una espesura, avancé lentamente dentro, y escuché. Todavía ningún sonido de perseguidores. Me saqué mi ropa y Cambié.

Yo todavía avanzaba por las etapas finales de mi Cambio cuando algo me lanzó a tierra. Levantándome de un salto, me enrosqué para afrontar a mi atacante. Un rottweiler estaba a un metro de distancia, gruñiendo, una gota de baba temblando en su labio superior curvado. A su izquierda había un sabueso grande. Un perro de rastreo y un asesino. Estos dos no se habían extraviado de una granja vecina. Habían venido del complejo. ¡Maldición! Yo no había imaginado que ellos tenían esos perros. La perrera debía estar afuera. Si hubiera hecho una pausa antes de entrar en la seguridad de los bosques, yo habría olido los perros y me habría preparado. Pero no me había tomado el tiempo.

Mi Cambio terminó, y me alcé en toda mi estatura. El sabueso giró y corrió, no tanto intimidado sino aturdido, al ver colmillos y oler a un humano. El rottweiler mantuvo su posición y esperó a que yo tomara el siguiente paso en el baile de ritualizada intimidación. En vez de hacerlo, salté hacia él. Ritual en apuros. No había tiempo para realizar la ceremonia. Perros de rastreo significaba guardias persiguiendo, y guardias persiguiendo significaba armas. Prefería tomar mis posibilidades contra el rottweiler.

Mi repentino ataque tomó al perro desprevenido, y hundí mis dientes en su anca antes de que arrancara. Él se enroscó para atraparme, pero me puse fuera de alcance. Cuando embestí otra vez, él estaba listo, preparado para encontrarme a mitad del salto. Nos estrellamos, ambos luchando por asir crucial cuello. Sus dientes rozaron mi mandíbula inferior. Demasiado cerca para mi comodidad. Me separé y salté sobre mis patas. El rottweiler tropezó y saltó sobre mí. Esperé hasta el último segundo, luego salté al costado. Él golpeó la tierra, sus cuatro patas resbalando para detener su deslizamiento. Me lancé detrás de él y salté a su espalda. Mientras él caía, se enroscó, sus mandíbulas enterrándose en mi pierna delantera. El dolor me atravesó, pero resistí al impulso de sacudirme lejos. Acuchillé su garganta sin protección, mis dientes rasgando a través de la piel y la carne. El rottweiler convulsionó, resistiéndose a lanzarme libre. Mi cabeza atacó otra vez, ahora agarrando su garganta destrozada y fijándola en la tierra. Esperé hasta que él dejó de luchar, luego lo solté y corrí.

A esas alturas el aullido de un sabueso ya reverberaba por el aire de la noche. La tierra vibraba bajo mis patas corriendo. Tres perros, tal vez cuatro. El sabueso había descubierto de nuevo su coraje con un equipo de reserva. ¿Podría yo luchar contra cuatro perros? No, pero la experiencia me había enseñado que uno o dos correrían lejos de un werewolf, tal como lo había hecho el sabueso. ¿Podría arreglármelas con los que permanecieran? Mientras me lo preguntaba, alguien gritó, tomando la decisión por mí. En el tiempo que me llevaría desafiar y luchar contra los perros, los guardias estarían sobre nosotros. Mis opciones se reducían a dos: sacar al sabueso de mi rastro o llevar a los perros lejos de sus propietarios. De una u otra forma, tenía que correr.

El mejor modo de perder al sabueso sería pasar a través del agua. Winsloe había mencionado un río. ¿Dónde estaba? El aire de la noche esraba tan húmedo que todo olía como el agua. Yo había corrido aproximadamente ochocientos metros cuando la humedad contenida en el viento del oeste se triplicó. Cuando viré al Oeste, encontré un camino y lo tomé. La velocidad era ahora una preocupación más grande que dejar un rastro difícil. En el camino abierto, corrí a plenitud, con la cabeza baja, los ojos estrechados contra el viento. Me lancé a través de un trozo esponjoso de tierra, cubriéndolo en tres zancadas. Cuando mis patas delanteras golpearon la tierra firme, la tierra bajo mis piernas traseras de repente cedió al paso. Luchando por asirme, enterré mis garras delanteras en el suelo mientras mis piernas traseras pedaleaban en el aire. Detrás de mí, mis cuartos traseros desaparecieron en la oscuridad de un agujero profundo. Recordé lo que Winsloe había dicho sobre Lake corriendo hacia el río: “… si él toma la ruta fácil, se encontrará con un agujero de oso”. ¿Por qué no lo podía haber recordado hace cinco minutos?

El aullido del sabueso creció, luego se partió en dos voces. Dos sabuesos. Ambos muy, muy cerca. Mi pata trasera derecha golpeó algo en el costado del hoyo, una piedra o una raíz. Lo empujé, logrando suficiente acción de palanca para sacar mis cuartos traseros casi por entero del hoyo. Blasfemando mi carencia de dedos, agarré la tierra con mis garras delanteras, hundí mis garras traseras en el costado del hoyo, y logré mover mi trasero. Un perro apareció detrás de mí. No me di vuelta para ver como era. Mejor no saber.

Corrí hacia el río. Un aullido ensordecedor sonó a mi izquierda, tan cerca que sentí la vibración. Viré a la derecha y seguí corriendo. Los sonidos patas corriendo sacudían la tierra. Me encogí y aumenté la velocidad. Yo era más rápida que cualquier perro. Todo lo que tenía que hacer era conservarme el tiempo suficiente fuera de su alcance para dejarlos atrás. Mientras no cayera en más trampas, podría hacerlo. El sonido de agua corriente creció hasta que casi ahogaba el jadeo de los perros. ¿Dónde estaba ese río? Yo podía olerlo, oírlo… pero no podía verlo. Todo lo que podía ver era el camino abriéndose otros cincuenta metros. ¿Y más allá de esos cincuenta metros? Nada. Lo que significaba que la tierra dejaba paso al río. ¿Cuánto sería? ¿Una pequeña ribera o un acantilado de cien metros? ¿Estaba dispuesta a arriesgarme, a seguir corriendo hasta que caer por el borde? El agua sonaba cerca, entonces no podía ser una ladera demasiado escarpada. Tenía que tomar la jugada. Sin reducir la marcha, corrí hacia el final del rastro. Entonces, a menos de diez metro de distancia, una forma salió del borde del bosque y aterrizó en mi camino.

ESCAPE

Mis cuatro patas salieron disparadas, como los frenos de un coche fuera de control. Vislumbré la piel, un destello de colmillos, y me preparé para el ataque. Un vientre rojizo estuvo encima de mí. Perro estúpido. Nunca tenían sentido del objetivo. Giré para encontrar a mi atacante en el contragolpe y sólo vi un parpadeo de la piel de la cola cuando él corrió lejos. ¡Eh!. Bien, sería fácil. Cuando comencé a correr hacia la ribera, un rugido de furia partió el aire de la noche, y otra vez patiné para detenerme. Yo conocía aquel rugido. Inhalando, atrapé el olor de mi atacante y comprendí por qué no me había atacado.

Girando, vi a Clay lanzándose contra un grupo de cinco perros. Me lancé tras él. Antes de que pudiera cubrir los dos metros entre nosotros, ambos sabuesos y un rottweiler se giraron y corrieron. Eso significaba que sólo teníamos que luchar contra dos perros, un rottweiler y un pastor alemán. ¡Perfecto! Hey, espera un minuto, Clay estaba corriendo detrás de los cobardes, dejándome con los dos perros restantes. ¡Maldito fuera! ¿No podía simplemente dejarlos ir? De todos los egocéntricos, el rottweiler se volvió hacia mí, interrumpiendo mi diatriba mental. Cuando me giré para afrontarlo, el pastor embistió contra mi anca. El rottweiler hundió sus dientes en mi hombro. Me caí hacia atrás, tratando de hacerlo caer. El pastor saltó a mi garganta, pero vi el destello de dientes y lancé mi cabeza hacia abajo para proteger mi cuello. Cuando el pastor se retiró, agarré su oreja entre mis dientes y la tiré, triturándola. Él gruñó y tropezó lejos. El rottweiler agarró mi hombro otra vez y me sacudió. Mis piernas lucharon por un espacio para apoyar la pata. El dolor atravesó mi hombro. La articulación de mi rodilla traidora llameó, duplicando la agonía. Cuando mi pierna buena trasera tocó tierra, la enterré, conseguí algo acción de palanca, y rodé, sacudiendo el rottweiler de sus pies. Caímos, dando vueltas juntos, intentando morder algo dentro de la distancia de corte. Luego, a mediados del rollo, el rottweiler se alejó volando. Literalmente voló. Un segundo sus dientes estaban enterrados en la gruesa piel alrededor de mi cuello, el siguiente se precipitaba hacia el cielo. La sangre roció mis ojos. Cegada, tropecé sobre mis patas, sacudiendo mi cabeza para limpiar mi visión. La primera cosa que vi era el rottweiler colgando de las mandíbulas de Clay. Luego noté un movimiento a mi derecha. El pastor. Éste se zambulló contra Clay. Giré, agarrándolo a mitad del vuelo, y arranqué su garganta antes de siquiera tocara la tierra. Su cuerpo todavía se movía nerviosamente cuando oí los gritos de los guardias.

Corrí hacia la ribera. Clay me cortó y me empujó hacia los bosques. Cuando intenté morderlo, vi los cuerpos de ambos sabuesos yaciendo en el camino y entendí. Clay había ido tras los sabuesos que huían para asegurarse que no podrían devolverse y recoger nuestro rastro. Con los sabuesos muertos, no teníamos que dirigirnos hacia el agua.

Nos zambullimos en la maleza y fuimos al norte, pasando a diez metros de los guardias mientras éstos trotaban hacia el río. No se detuvieron, ni hicieron que el rottweiler revisara al costado de ellos. Ellos hacían ruido suficiente para cubrir el nuestro, y el viento del sudeste apartaba nuestro olor del perro.

Seguí a Clay por tres kilómetos de bosque, avanzando hacia el nordeste. Cuando él se detuvo, husmeé el olor de un camino, pero olí sólo bosque. Cuando busqué la brisa, él se rozó a lo largo de mi costado, frotándose lo bastante cerca de mí para sentir el calor de su cuerpo a través de su piel. Él me rodeó, luego hizo una pausa en mi hombro herido, lo lamió dos veces, y dio vueltas otra vez. Esta vez se detuvo en mi pierna trasera izquierda y me dio un ligero codazo, forzándome a caer sobre mis ancas. Él sorbió la mugre de mi rótula rasgada, luego comenzó a lamerla. Me sacudí, tirando lejos, haciendo señas de que teníamos que seguir corriendo, pero él golpeó mis piernas traseras de nuevo, menos suavemente esta vez, y volvió a trabajar en mi rodilla antes de mover su atención a mi hombro. Cada pocos minutos, él movía su hocico a mi mejilla, su aliento caliente rozando mi rostro, acariciándome con el hocico, luego volvía a la limpieza de mis heridas. Mientras trabajaba, mis orejas se giraban constantemente, escuchando a los guardias, pero no vinieron. Finalmente, Clay me hizo pararme, rozándose a lo largo de mi costado una última vez, luego se puso en camino en dirección nordeste con un lento galope. Lo seguí. Una media hora más tarde, recogí el olor distante de un camino. Momento para Cambiar.

***

Incluso después de que me había Cambiado, me quedé en mi escondrijo. Mientras Clay paseaba más allá de la espesura, me quedé en cuclillas allí, escuchando al crujido de las hojas muertas bajo sus pies y preguntándome que demonios estaba haciendo. Durante nueve días, no supe si vería a Clay de nuevo. Por una interminable noche, yo había pensado incluso que él podría estar muerto. En el momento en que mi Cambio terminó, yo debería haber corrido hacia él. En vez de eso, me arrodillé cerca de la tierra, mi corazón haciaendo un ruido sordo, no de anticipación, sino algo más cercano al temor. No sabía cómo afrontar a Clay. Era como si un forastero me esperase y yo no estuviera segura de cómo reaccionar, no queriendo nada más que acurrucarme aquí hasta que él se marchara. No era que yo quisiera que Clay se marchara. Yo sólo… Yo lamentaba que Jeremy no estuviera allí. ¿No era horrible? ¿Desear un amortiguador que me protegiera de un reencuentro con el hombre que amaba? Clay era la única persona con quien alguna vez me sentía completamente cómoda. ¿Y ahora sentía como si enfrentara a un forastero? ¿Qué tipo de mierda era esta? Aún cuando me daba cuenta de mi locura, no podía obligarme a ir hacia él. Tenía miedo. Miedo de ver que algo faltaba en sus ojos, ver rastros de la mirada que él me había dirigido cuando él había pensado que yo era Paige.

Clay dejó de pasear -¿Elena? -dijo suavemente.

– Ummm, no tengo ninguna ropa.

De todas las cosas idiotas que yo podría haber dicho, esta era la que encabezaba la lista. Esperé que Clay se cayera riéndose. No lo hizo. No hizo ningún sonido, sólo metió la mano en la espesura y sostuvo su mano. Cerré mis ojos, la tomé, y le dejé sacarme.

– ¿Extraño momento para hacer bromas, eh? -dije.

Pero él no sonreía. En vez de eso se quedó de pie allí, sus ojos buscando mi cara, dudoso, casi incierto. Entonces me tiró contra él. Mis rodillas cedieron al paso, y tropecé en sus brazos, sepultando mi cara contra su hombro, inhalando su olor mientras un sonido alarmamente cercano a un estallido de sollozos salía de mis labios. Aspiré su olor, llenando mi cerebro con él, excluyendo todo lo demás. Mi cuerpo se estremeció, luego comenzó a temblar. Clay me abrazó con fuerza, una mano entrelazada en mi pelo, la otra frotando mi espalda.

Cuando dejé de temblar, doblé mis rodillas, bajándonos a tierra. Sus manos se deslizaron detrás de mi espalda, amortiguándola contra la tierra fría. Toqué con mis labios los suyos, tentativamente, como si todavía existiera la posibilidad de que él me alejaría, me rechazaría. Sus labios se movieron contra los míos, suaves, luego más fuerte, aumentando la presión e intensidad hasta que no pude respirar y no me importaba. Guié mis caderas hacia las suyas y lo tiré hacia mí.

***

Luego, mientras yacíamos sobre la tierra húmeda de rocío, puse atención, buscando sonidos humanos y sólo oí el ligero latido del corazón de Clay, que reducía su marcha con cada aliento. Sólo sería mi suerte hacer que los guardias nos encomtraran ahora, estando en la hierba a veinte pasos de la libertad, habiendo pospuesto nuestro escape para hacer el amor. ¿Era la última tontera, imprudencia, o clara estupidez? Probablemente una combinación de las tres. Nunca debe decirse que Clay y yo alguna vez haríamos algo tan convencional como completar realmente una fuga de cerca de la muerte antes de complacernos en una ronda rápida de sexo de reencuentro.

– Deberíamos irnos -dije.

Clay se rió entre dientes -¿Tú crees?

– Probablemente. A menos que trajeras comida. Entonces tal vez podríamos hacer un picnic antes de irnos, mirando el sol alzarse.

– Lo lamento, querida. Nada de comida. Hay una ciudad aproximadamente a diez kilómetos de aquí. Tomaremos el desayuno allí.

– No tiene sentido apresurar las cosas. Sexo. Una comida relajante. Infiernos, tal vez encontramos tiempo para alguna visita turistica antes de irnos.

Clay se rió -Temo que la única vista local que veremos es el estacionamiento del restaurante más cercano. Yo estaba algo apresurado para escapar y no tomé un cambio de ropa. Tendremos que compartir lo que tengo. Por supuesto, eso lo hará más fácil si decidimos detenernos para más sexo después del desayuno.

– Sólo llévame a casa -dije.

– Desearía poder, querida.

– Quise decir, llévame dondequiera que estén Jeremy y los demás.

Él asintió con la cabeza y recuperó su ropa de un árbol cercano. Entonces me dio su camisa, boxers, y calcetines, quedándose con sus vaqueros y zapatos. Una vez que nos hubimos vestido -o semivestido- me llevó en brazos al coche. No, no era un gran gesto romántico. La tierra estaba mojada y yo habría empapado mis calcetines si caminaba. Además mi rodilla todavía palpitaba cuando ponía cualquier peso sobre ella. Tan tal vez sí era romántico después de todo. Romance práctico. La clase de romance que nosotros mejor hacíamos.

***

Estábamos en Maine. No en la playa, la tierra de vacaciones de Maine, sino en medio de una sección remota en el norte. Antes de que Clay hubiera dejado a Jeremy para buscarme, los demás habían acotado mi posición a la parte superior Maine. En ausencia de Clay, Jeremy los había movido a todos a New Brunswick, juzgándolo como la posición más segura para buscarnos. Clay supo esto al llamar a Jeremy desde un teléfono público al borde del camino. Jeremy todavía tenía mi teléfono celular y era capaz de darle direcciones.

En el camino a New Brunswick nos mantuvimos en los caminos vecinales mientras podíamos, pero en esa parte de Maine, los caminos que no eran carretera eran a menudo tan insignificantes que no podíamos encontrarlos en el mapa. Pronto dimos vuelta en I-95. Cuarenta minutos más tarde llegamos al paso fronterizo Houlton-Woodstock. Como de costumbre, cruzar la frontera a Canadá era un trámite. Bajar el vidrio y responder algunas simples preguntas. ¿Ciudadanía? ¿Lugar de destino? ¿Tiempo de permanencia? ¿Traen armas de fuego/licor/productos frescos? Disfrute de su permanencia. Esperaba hacerlo.

Jeremy había llevado a los demás a un motel a unos kilómetos de la Carretera que cruzaba Canadá, cerca de Nackawic. ¿Por qué había elegido Jeremy la parte oeste de New Brunswick para su campamento base? Dos motivos. Primero, estaba fuera de los Estados Unidos. Tucker y sus guardias eran americanos y sabían que todos nosotros, excepto yo, éramos americanos, entonces asumirían que nos quedaríamos en los Estados, aun si Canadá estaba a unas escasas horas. Segundo, el oeste de New Brunswick era principalmente francófono. Eso podía parecer un obstáculo, y Jeremy esperaba que lo fuera, pero en realidad la barrera de los idiomas era fácilmente cruzada en la frontera internacional. Jeremy y yo tanto hablábamos francés como inglés, pero aun si no lo hiciéramos, la mayor parte de los vecinos serían bilingües. Era difícil vivir en Canadá y no encontrar al menos algún inglés, a pesar nuestro el bilingüismo nacional era oficial. Si Tucker siquiera llegara a pensar en enviar un pelotón a través de la frontera, él lo enviaría hacia las regiones de habla inglesa en la parte este de New Brunswick. De este modo, aunque estuviéramos a menos de doscientos kilómetros al norte del complejo, estábamos tan seguros aquí como si hubiéramos recorrido toda la costa hasta Florida.

A lo largo del viaje, Clay y yo apenas hablamos. Alguien más me tendría que acribillar con preguntas sobre mis captores, el complejo, mi fuga. Eventualmente tendría que contestar estas preguntas, pero ahora mismo, no quería nada más que echarne atrás en mi asiento, mirar el paisaje pasar, y olvidar lo que había dejado atrás. Clay me dejó hacer eso.

Llegamos al motel a las nueve con treinta. Era vieja, pero ordenada con un enorme cartel al borde del camino que proclamaba “Bienvenue/Bienvenidos”. Sólo media docena de coches ocupaba el aparcamiento. Más tarde, se llenaría de veraneantes que hacían el dificultoso viaje de Ontario y Quebec a las Maritimes, pero por el momento todos se habían ido, temprano y en busca del desayuno.

– ¿Este es el lugar correcto? -Dije-. ¿Reconoces alguno de los coches de alquiler?

– No, pero ellos los habían cambiado por nuevos. Sin embargo, reconozco al tipo que está cerca.

Jeremy estaba de pie delante de una jaula de urogallos y faisanes, dándonos la espalda a nosotros. Abrí la puerta y salté antes de que el coche dejara de rodar.

– ¿Hambriento? -Llamé mientras trotaba hacia Jeremy-. Se ven bastante gordos.

Jeremy se dio vuelta, dirigiéndome una sonrisa, no sorprendido como si yo hubiera estado todo el tiempo detrás de él. Probablemente nos visto había conducir y se había quedado de pie aquí, mirando a las aves. En un tiempo, no mucho tiempo atrás, yo habría tomado esto como un desaire, horas perdidas angustiadas porque él no había venido a saludarme. Pero yo sabía que Jeremy no me había estado ignorando. Él había estado esperando. Jeremy nunca iría corriendo a darme la bienvenida abrazándome con fuerza y diciéndome que me había echado de menos. Algunos en la manada lo harían, pero no era la forma de ser de Jeremy, nunca lo sería. Recién cuando lanzé mis brazos alrededor de él y besé su mejilla, él me abrazó de vuelta y murmuró que se alegraba de verme. Era suficiente.

– ¿Has comido? -preguntó. Otra vez, típico de Jeremy. Yo había pasado nueve días encerrada en una celda y su primera preocupación sería que ellos no me habían alimentado correctamente.

– Tomamos desayuno -dijo Clay cuando se acercó-. Pero ella probablemente todavía tiene hambre.

– Hambrienta -dije.

– Hay un restaurante un kilómetro más abajo -dijo Jeremy-. Conseguiremos una comida apropiada allí. Primero, sin embargo, sugiero que te pongas más ropa. Ambos -Él me condujo hacia el motel-. Iremos a mi cuarto. Mi equipo está allí. A juzgar por la apariencia de esa rodilla lo necesitaremos.

La puerta de un cuarto se abrió y Paige salió, pero Jeremy siguió conduciéndome hacia el extremo opuesto del motel. Le dirigí una sonrisa rápida y un gesto antes de que Jeremy me llevara a su cuarto.

– Ellos están impacientes por verte, pero eso puede esperar -dijo.

– Preferentemente hasta que me duche -dije.

– Primero, asistencia médica. Luego una ducha, alimento, y descanso. No hay ninguna prisa para hablar con nadie.

– Gracias.

– Su rodilla es lo peor -dijo Clay cuando me senté-. El hombro tiene mala cara, pero es una rasgadura superficial. El daño de la rodilla va más profundo. Parcialmente curado y abierto otra vez. El brazo y los cortes faciales son superficiales, pero tienen que ser limpiados. Lo mismo con el corte en su mano y el polvo de los disparos en su hombro y costado. Hay también algunas heridas de pinchazo curadas en su estómago que deberías revisar.

– ¿Debería? -dijo Jeremy.

– Lo siento.

Yo sabía que Clay pedía perdón no tanto por dar a Jeremy instrucciones médicas, sino por los días anteriores, por salir solo. Nadie habló mientras Jeremy examinaba mis heridas. Mientras él se inclinaba hacia mi rodilla, mi estómago gruñó.

Jeremy echó un vistazo por sobre su hombro a Clay -El restaurante está en el lado este de la carretera. Enfila al sur alrededor de la curva. Ellos deberían tener tortitas.

– Et le jambon, s'il vous plaît -dije.

– Ellos hablan inglés -dijo Jeremy, sus labios curvándose cuando Clay vaciló en la puerta. Él cautelosamente tiró media docena de pedazos de ramas de mi rótula antes agregar-, Ella dijo que también quiere jamón. Naturellement.

– De acuerdo -dijo Clay. Y nos dejó.

RECUPERACIÓN

Después de examinar y limpiar mis innumerables heridas, Jeremy cosió de nuevo mi pierna. Ahora bien, uno podría preguntarse como resultaba ser que él tuviera una aguja quirúrgica e hilo a mano, pues Jeremy con mayor probabilidad haría un viaje sin su cepillo de dientes que sin su equipo médico, y era muy concienzudo acerca de la higiene oral. De la experiencia pasada, Jeremy había aprendido a llevar su equipo médico más o menos cada vez que salía con Clay o conmigo. Teníamos el hábito de transformar incluso los acontecimientos más inofensivos en emergencias médicas, como la vez que fuimos a la ópera y terminé con una clavícula fracturada -por mi propia estupidez realmente, pero Clay había comenzado. Persuadí a Jeremy para que renunciara a vendar mis heridas. Una ducha caliente era más importante. Una vez que hubo hubo terminado las puntadas y me hubo advertido contra “mojarlas demasiado”, me escapé al cuarto de baño. Esperé a que la temperatura de agua estuviera lista para escaldar antes de dar un paso dentro de la ducha. Durante varios minutos me quedé inmóvil, que la cascada de agua caliente cayera sobre mí, llevándose lejos todos los residuos de la semana pasada. Cuando la puerta de la ducha se abrió, no me di vuelta. Claro que había visto Psicosis, pero ningún intruso con un cuchillo podría haber pasado a Jeremy, y yo sabía que no era Jeremy el que abría la puerta -con un cuchillo -para interrumpir mi ducha. Fría piel se rozó contra mis piernas desnudas. Cuando la puerta de ducha se deslizó cerrándose, los dedos cosquillearon por mi cadera. Cerré mis ojos y me apoyé atrás contra Clay, sintiendo su cuerpo acomodarse a los contornos de mi espalda. Lo sentí estirarse hacia adelante, extendiendo la mano hacia el shampoo. Mientras inclinaba mi cara hacia el agua, sus manos fueron a mi pelo, sus dedos desenredándolo, el penetrante olor del jabón perfumando el vapor. Eché mi cabeza atrás en sus manos, casi ronroneando de alegría.

Cuando hubo terminado con mi pelo, se alejó por un momento, luego volvió. Sus manos jabonosas acariciaron mis brazos, luego se deslizaron hacia abajo por el exterior de mis piernas, realizando círculos allí antes de moverse gradualmente hacia el interior de mis muslos. Separé mis piernas y Clay se rió entre dientes, el sonido reverberando contra mi espalda. Él dirigió las yemas de sus dedos en lentos zigzags de arriba a abajo por el interior de mis muslos, bromeando, luego los resbaló dentro de mí. Gemí y me arqueé contra él. Su mano libre estaba alrededor de mi cintura, tirándome más cerca, su erección empujando contra mi espalda. Me puse en puntillas y me moví, tratando de dirigirlo dentro mío. Él me giró para afrontarlo y me levantó hacia él. Eché mi cabeza atrás, hacia el agua, atrayendo a Clay mientras me besaba. El agua se había enfriado hasta generar frías gotitas que golpeaban mi cara. Elevando mi mano, enredé mis dedos en los rizos empapados de Clay, sintiendo los riachuelos de agua hacer cosquillas a lo largo de las parte interiores de mis muñecas. Él hizo un ruido profundo en su garganta, medio gemido, medio gruñido, y empujó hacia mí, casi volcándonos en la tina. Entonces se estremeció y se alejó.

– Por favor no me digas que lo has hecho -dije, todavía colgando desmadejada en sus brazos

Clay se rió -¿Te haría eso? Estoy bien, pero tu desayuno se enfría.

– Confía en mí, no me preocupa.

Extendí la mano para acercarlo a mí, pero él se alejó, obtuvo un mejor apretón en mi cintura, abrió la puerta de la ducha, y me llevó en brazos. Una vez en el dormitorio, me dejó sobre la cama y estuvo dentro de mí antes de que el colchón dejara de saltar.

– ¿Mejor? -preguntó.

– Ummm, mucho.

Cerré mis ojos y me arqueé hacia él. Cuando me moví, el olor de desayuno en la mesilla de noche se elevó por el aire hacia nosotros. Vacilé una fracción de segundo. Mi estómago gruñó.

– Eclipsado por el jamón y las tortitas -dijo Clay-. Otra vez.

– Puedo esperar.

Clay empujó dentro mí con gruñido fingido -Eres demasiado amable, querida.

Moví mis caderas contra las suyas. Mi estómago hizo un sonido ahogado y siseó. Clay se movió y alejó. Extendí la mano para traerlo de vuelts, pero él no se devolvió, sino que extendió la mano hacia algo por encima de mi cabeza. Cuando cerré mis ojos otra vez, la grasa goteó por mi mejilla, y una rebanada de jamón presionaba mis labios. Abrí mi boca y me la tragué con pocos mordiscos, luego suspiré, y levanté mis caderas para encontrar a Clay.

– Mmmm.

– ¿Es por mí o por el jamón? -susurró contra mi pelo.

Antes de que pudiera aplacar su ego, él empujó otra rebanada del jamón en mi boca, luego dobló su cabeza para lamer la grasa que goteaba, su lengua haciendo círculos a lo largo de mi mejilla. Nos movimos juntos durante unos minutos y olvidé el alimento. Honestamente. Luego Clay extendió la mano de nuevo, esta vez volviendo con una tortita. Hundí mis dientes hasta la mitad y empujé el resto hacia su boca. Él se rió y tomó un mordedisco. Cuando terminé, levanté mi cabeza y lamí las migas de sus labios. Él tomó otra tortita y lo colgó encima de mí. Sacudí mi cabeza para arrebatarla. Mis dientes se hundieron en algo que él no había estado ofreciendo.

– ¡Yow! – dijo, sacudiendo su dedo herido.

– No juegues con el alimento entonces -mascullé a través de un bocado de tortita.

Clay gruñó y bajó su rostro al costado de mi cuello, mordisqueando un punto sensible. Gruñí y traté de moverme lejos, pero él me sujetó y empujó dentro mío. Me estremecí y jadeé. Entonces realmente olvidé el alimento.

***

Veinte minutos más tarde, estaba enroscada al lado de Clay, un brazo sobre su espalda haciendo dibujos en el sudor entre sus omóplatos mientras él mordisqueaba el hueco entre mi cuello y hombro. Bostecé, estiré mis piernas, luego las puse alrededor de él.

– ¿Sueño? -preguntó.

– Más tarde.

– ¿Conversación?

– No todavía -Sepulté mi cara en su pecho, inhalado, y suspiré-. Hueles tan bien.

Él se rió entre dientes -¿Como jamón?

– No, como tú. Te eché tanto de menos.

Su respiración quedó atrapada. Una mano fue a mi pelo, acariciándolo atrás de mi oído. Yo por lo general no hablaba así. Si yo decía que lo echaba de menos, generalmente era una frase clave. Si yo decía que lo amaba, casi siempre era mientas hacíamos el amor, cuando yo no podía ser responsable de nada de lo que decía. ¿Por qué? Porque tenía miedo, miedo de que admitiendo lo que él significaba para mí, yo le diera el poder de hacerme daño aún de peor manera de lo que lo había hecho mordiéndome. Lo cual era estúpido, por supuesto. Clay sabía exactamente cuánto lo amaba. La única persona a la que engañaba era a mí misma.

– Estaba asustada -dije. Otra cosa que lamentaba admitir, pero mientras estaba con el rollo…

– Yo también -dijo él, besando la parte superior de mi cabeza-. Cuando comprendí que te habías ido…

Alguien llamó a la puerta. Clay juró en voz baja.

– Márchate -murmuró, demasiado bajo para que el invitado oyera.

– Podría ser Jeremy -dije.

– Jeremy no nos molestaría. No ahora.

– ¿Elena? Soy yo -llamó Paige.

Clay se levantó sobre sus antebrazos -¡Márchate!

– Sólo quiero ver como está Elena…

– ¡No!

El suspiro de Paige revoloteó a través de la puerta -Deja de gritar, Clayton. No voy a acosarla. Sé que ella ha pasado por mucho. Sólo quería…

– La verás cuando todos los demás lo hagan. Hasta entonces, espera.

– Tal vez yo debería hablar con ella -susurré.

– Si abres esa puerta, ella no se marchará hasta que haya sacado cada ápice de información de ti.

– Oí eso, Clayton -dijo Paige.

Él gruñó hacia la puerta y refunfuñó en voz baja. Algo me dijo que Clay y Paige no se habían hecho amigos en mi ausencia. Imagínense eso.

– Ummm, ¿Paige? -Llamé-. Estoy bastante cansada, pero si me das un minuto para vestirme…

– Ella no se marchará -dijo Clay-. Necesitas tiempo para relajarte. No tienes que contestar preguntas para un hatajo de extraños.

– No soy una extraña -dijo Paige-. ¿Podrías ser un poco menos grosero, Clayton?

Clay tenía razón. Si yo dejaba entrar a Paige, ella querría saber todo. Yo no estaba lista para eso. Tampoco quería yacer aquí mientras Clay y Paige discutían a través de una puerta cerrada.

Salí lentamente de la cama y le lancé a Clay sus vaqueros. Cuando él abrió su boca para protestar, alcé un dedo hacia la ventana, luego lo levanté a mis labios. Él asintió con la cabeza. Mientras me deslizaba en la camiseta de Clay y en boxers, él abrió la ventana y desenganchó la cortina. Luego, mientras Paige pacientemente esperaba a que le abriéramos la puerta, nos escapamos hacia el bosque circundante.

***

– Probablemente eso no fue muy amable -dije mientras nos adentrábamos en los bosques.

Clay resopló -No me atraparás perdiendo el sueño por ello.

– Sé que Paige puede ser difícil, pero…

– Ella es un dolor en el trasero, querida. Y eso siendo generoso. La niña apenas salió de la escuela y cree que es una líder, tratando de que las cosas se hagan a su manera en todo, discutiendo, cuestionando a Jeremy. Hasta que te conoció en Pittsburgh, ella nunca había estado cerca del verdadero peligro y de repente es una experta -sacudió su mano-. No empieces.

– Parece que ya lo hice.

– Nah, eso no es nada, querida. Dame unas horas y te diré lo que realmente pienso de Paige Winterbourne. Nadie se dirige a Jeremy de esa manera, sobre todo no una niña con tamaño sobredimensionado de su propia importancia. Si se hicieran las cosas a mi modo, Paige habría sido enviada al cuerno la semana pasada. Pero conoces a Jeremy. Él no manda lejos toda su mierda, pero tampoco la dejará hacer lo que quiera -Él avanzó a través de un enredo de ramas de árbol-. ¿Hacia dónde vamos?

– ¿Y una carrera? Ni siqsuiera Paige molestaría a un lobo.

– No cuentes con ello.

***

Después de nuestra carrera, hicimos el amor. Otra vez. Después nos tiramos en la hierba, absorbiendo último el sol el verano perforando el techo de árboles arriba.

– ¿Hueles eso? -preguntó Clay.

– ¿Hmmm?

– Huelo comida.

– ¿Muerta o viva?

Clay se rió -Muerta, querida. Muerta y cocinada.

Él se levantó, miró alrededor, luego me hizo señas para que esperara y desapareció en los bosques. Medio minuto más tarde volvió con una cesta de picnic. Bien, una caja de cartón realmente, pero los olores que salían de ella definitivamente eran de picnic. Poniéndolo sobre la hierba, desempaquetó queso, pan, fruta, un plato cubierto de pollo, una botella de vino, y ordenó los instrumentos de comida de plástico y papel.

– ¿Hadas de picnic? -Pregunté, luego atrapé un olorcillo que contestó mi pregunta-. Jeremy -Agarré un muslo de pollo y saqué un pedazo-. Me están malcriando.

– Lo mereces.

Sonreí abiertamente -¿Lo hago, verdad?

Despachamos la comida y el vino en menos de diez minutos. Entonces me recliné sobre la hierba y suspiré, contenta y saciada por primera vez en casi dos semanas. Cerré mis ojos y el primer tirón seductor de sueño me recorrió. Sueño. Sueño ininterrumpido. El final perfecto para un día perfecto. Rodé contra Clay, sonriendo dormilonamente, y dejando que las ondas de sueño me atraparan. De prontó me aclaré.

– No podemos dormir aquí fuera -dije-. No es seguro.

Los labios de Clay rozaron mi frente -Me mantendré despierto, querida.

Cuando abrí mi boca para discutir, la voz de Jeremy vino desde la distancia -Ambos pueden dormir. Estoy aquí.

Vacilé, pero Clay me empujó hacia abajo, entrelazando sus piernas alrededor mío y amortiguando mi cabeza con su brazo. Me abrigué en su calor y me dormí.

***

Era ya tarde cuando Jeremy nos dio un codazo despertándonos. Clay gruñó entre ronquidos pero no se movió. Bostezé, rodé, y seguí rodando hasta que quedé sobre mi otro costado, con lo cual me volví a dormir. Jeremy nos sacudió más fuerte.

– Sí, sé que todavía estás cansado -dijo cuando Clay se quejó de manera ininteligible-. Pero Elena tiene que hablar con los demás hoy. No puedo posponerlo hasta mañana.

Clay refunfuñó en voz baja.

– Sí, sé que podría -dijo Jeremy-. Pero sería grosero. Ellos han estado esperando todo el día.

– Necesitamos…-comencé.

– Traje ropa.

– Tengo que cepillar…

– Hay un peine y enjuague bucal con la ropa. No, no volverán a su cuarto o sospecho que no los veré hasta la mañana. Nos vemos en quince minutos. Los estaré esperando.

***

La reunión se haría en el cuarto de Adam y Kenneth. Cuando cruzamos el aparcamiento, vi a Paige pasear por la acera que se derrumbaba. Sus brazos estaban cruzados, probablemente contra el fresco aire nocturno, pero parecía como si se sostuviera en una represa de preguntas que había estado esperando medio día para lanzar contra mí. Justo lo que necesitaba -No, no era justo. Por supuesto, Paige estaba ansiosa de hablarme. Yo había estado en el campo enemigo. Yo había visto contra qué luchábamos. Era comprensible que ella ardiera con preguntas sobre el complejo, mis captores, los otros presos -Oh, Dios. Ruth. Paige no sabía de Ruth. La semana pasada había sido tal revoltijo que había olvidado completamente que Paige se había puesto en contacto conmigo antes de que Ruth muriera. Por lo último que ella había oído, su tía estaba viva. ¡Maldición! ¿Cómo podía haber sido tan insensible? Paige había estado esperando noticias de su tía. Ella lo había aplazado mientras Jeremy trataba mis heridas, considerando mí tiempo para ducharse, luego vino a preguntar sobre Ruth. ¿Y qué había hecho yo? Yo había escapado por la ventana del dormitorio.

– Tengo que hablar con Paige -dije.

– Permanence a la vista -gritó Clay mientras trotaba hacia ella.

Cuando me acerqué, Paige se giró y asintió con la cabeza, reconociendo mi presencia, pero no diciendo nada. Su cara era inexpresiva, cualquier molestia escondida bajo un manto de buenos modales.

– ¿Cómo te sientes? -preguntó-. Jeremy dice que tus heridas no son demasiado graves.

– Sobre lo de antes -dije-. Yo -yo no pensaba- ha sido un infierno de un día -Sacudí mi cabeza-. Lo lamento, es una excusa piojosa. Tú querías saber sobre su tía. Nunca pensé… yo debería haber…

– ¿Ella se ha ido, verdad?

– Lo siento tanto. Pasó después de que perdimos el contacto, y olvidé que no lo sabías.

Los ojos de Paige se alejaron de los míos, dándose vuelta para mirar fijamente el aparcamiento. Luché por algo que decir, pero antes de que pudiera pensar en algo, ella habló, su mirada todavía se fijaba en algún punto remoto.

– Yo lo sabía -dijo ella, su voz tan distante como su mirada fija-. Sentí que se había ido, aunque había esperado equivocarme -hizo una pausa, tragó, luego sacudió su cabeza bruscamente y se volvió a mí-. ¿Cómo pasó?

Vacilé. Ahora no era el momento para la verdad. No antes de que hubiera hablado con Jeremy primero.

– Un ataque cardíaco -dije.

Paige frunció el ceño -Pero su corazón-

– ¡Bienvenida de vuelta! -gritó Adam desde más allá del aparcamiento.

Me di vuelta para verlo correr hacia mí, sonriendo abiertamente.

– Te ves bien -dijo Adam-. Bien, excepto esos cortes. Los recuperaremos para esto. ¿Cómo están tus brazos? Las quemaduras, quiero decir. Nunca tuve oportunida para explicarlo. Fue sin querer, lo cual supongo que te imaginas, ya que Clay no me mató por ello. De todos modos, lo siento. Realmente lo siento.

– Para ser sincera, me había olvidado de ello.

– Bueno. Entonces olvida que lo mencioné -se dio vuelta cuando Clay nos alcanzó-. ¿Cómo es que no me llevaste? Podría haber ayudado con el rescate.

– No hubo ningún rescate -dijo Clay, colocando su brazo alrededor de mi cintura-. Mientras trataba de encontrar un camino hacia dentro, Elena escapó. Todo lo que hice fue proporcionar un coche para escapar.

– ¿Lo ves? -dijo Cassandra cuando se unió a nosotros-. Les dije que Elena era una muchacha creativa.

Paige puso sus ojos en blanco al oír el uso de “muchacha”, pero Cassandra la ignoró.

– Felicitaciones, Elena -dijo ella, poniendo una mano fría sobre mi brazo-. Me alegro de verte y con tan buen aspecto.

Ella sonaba como si lo quisiera decir de verdad. Me detuve. ¿Por qué no lo querría decir? ¿Porque yo había soñado que ella había aconsejado a los demás abandonarme y hubiera hecho un juego para conseguir a Clay? Un sueño, me recordé. Una manifestación de mis propias inseguridades. La sonrisa que de bienvenida de Cassandra era bastante genuina. Si el brazo de Clay pareció apretarse alrededor de mí, pues probablemente era una coincidencia. O mi imaginación.

– Deberíamos comenzar esta reunión -dijo Paige-. Lo haremos corto. Estoy segura de que estás agotada, Elena. No te molestaremos con detalles esta noche. Lo prometo.

LEALTADES

En la reunión, Jeremy resumió lo que mi fuga agregaba a nuestro conocimiento. Combinando mi información con la de Clay, teníamos un cuadro bastante bueno de la geografía intrerna y externa del complejo. Quizás lo más importante, era que sabíamos dónde encontrar a nuestros enemigos. Dado el tamaño y complejidad del funcionamiento, era improbable que ellos movieran pronto el campamento. Por lo que, razonó Jeremy, podríamos tomarnos un tiempo para planear una estrategia de infiltración, acabar con la amenaza de manera permanenete, y liberar a Ruth y a los demás.

Cuando Jeremy dijo esto, comprendí que todos asumían que Ruth todavía estaba viva. ¿Por qué no lo harían? Yo no había dicho otra cosa.

– Ruth -uh- ella no lo hará -dije.

– ¿Qué? -La mirada de Adam se movió hacia Paige-. Quieres decir que ella-

– Ella se ha ido -dijo Paige, su hondonada voz hueca y débil.

– Mierda -Adam caminó hacia Paige y puso su brazo alrededor de sus hombros, luego me miró-. ¿Qué sucedió?

Ahora estaba atrapada. ¿Mentiría delante de todo el grupo, aún sabiendo que ellos pronto conocerían la verdad luego de que le hubiera explicado todo a Jeremy? ¿O sería honrada y dejaría a Paige preguntándose por qué le había mentido sólo minutos antes? ¿Cómo me había metido en este lío? Bien mejor dejar limpio el asunto antes de hundirme aún más profundo.

– Es -uh- complicado -empecé.

– Ellos la asesinaron, ¿O no? -dijo Paige-. Sé que el secuestro debió haber sido estresante, pero ella estaba en perfecto estado de salud.

En otras palabras, Paige no había comprado mi historia del ataque al corazón. Yo le agradecí mentalmente que me diera una manera elegante de escape y no haberme llamado mentirosa.

– Realmente, no -dije-. Ellos no la mataron. No las personas que nos secuestraron. Fue uno de los otros cautivos. Pero no fue su culpa.

Paige frunció el entrecejo-.¿Un accidente?

– Umm, algo así, pero no exactamente -inhalé-. Ruth no te dijo todo cuando te contactó. Había otra bruja allí. Una muchacha joven.

Yo conté la historia entera: el entrenamiento de a Savannah, los eventos inexplicados en el complejo, los ataques a los guardias, la muerte de Ruth, y la criminal mutilación que Savannah causó durante nuestro intento de escape.

– Así que estás diciendo que esa chica es demoníaca -dijo Adam.

– No. No lo es -dije-. Ella sólo hace…

– cosas malas -terminó Cassandra-. Lo siento, Elena, pero eso a mí me parece como demoníaco. Si es intencional o casi no es el punto. Tenemos que considerar la sabiduría de liberar a una niña con esa capacidad de destrucción. Por lo que he oído, dudo realmente que cualquiera de nosotros sea capaz de controlarla. Sobre todo el Coven.

Cassandra lanzó una mirada a Paige. Las mejillas de la mujer joven ardieron, y abrió su boca como si fuera a defenderse, luego la cerró.

– Es un hecho, entonces -dijo Cassandra-. Nosotros no podemos preocuparnos por la muchacha-

– Savannah no hizo esas cosas -dijo Paige tranquilamente.

Cassandra suspiró-.Entiendo por qué te gustaría pensar eso, Paige. Nadie quiere creer que una niña sea capaz del mal, mucho menos condenarla a muerte, pero el hecho permanece…

– Ella no lo hizo -dijo Paige, más fuerte ahora-. Una bruja no puede hacer cosas así. Simplemente no podemos. ¿Un hechizo para mover un objeto inanimado? Sí. ¿Pero mover el objeto con fuerza suficiente para aplastarle el cráneo a alguien? Absolutamente no. Lo mejor que una bruja podría hacer sería quitar un plato de la mesa, no tirarlo a través del cuarto.

– Pero Eve también era medio-demonio -dijo Adam-. Nosotros éramos sólo niños cuando ella se fue, pero recuerdo eso.

– Su padre era un Aspicio -dijo Paige-. Eso significa que el poder de Eve se limitaba a la visión. Ella había reforzado la vista y podía causar ceguera temporal. Eso es. Además, no se transmiten poderes de un medio-demonio a su descendencia. Sabes eso.

Un largo minuto de silencio pasó.

– Mira -dijo Paige-. Cassandra tiene razón. Yo no quiero creer que haya algo malo con esta muchacha. ¿Pero mentiría para salvarla si eso significase poner en peligro a los otros? Claro que no. Dénme crédito por un poco de sentido común. Si Savannah pudo matar a Ruth, ella puede matarme a mí también.

– Hay otra teoría -dije-. Algunas personas pensaron que era un -uh – poltergeist.

– ¿Un qué? -dijo Clay.

Yo fruncí el ceño hacia él -Simplemente repito lo que oí, ¿de acuerdo?

– No fue un poltergeist -dijo Paige-. Y sí, Clayton, tales cosas existen, pero no es así como se manifiestan. Alguien dentro de ese complejo fue el responsable. ¿Qué otros sobrenatural había allí?

– ¿En el lado contrario? -dije-. El medio-demonio que se teletransportaba, el que nos encontramos en Pittsburgh, pero él se fue hace algunos días. Además, supuestamente tenían un hechicero llamado Isaac Katzen en su personal, aunque yo nunca conocí al tipo.

– Un hechicero podría hacerlo -dijo Adam.

– Algunos de ellos -dijo Paige-. Abrir las puertas de las celdas, jugar con el sistema de intercomunicación, bloquear las salidas. Todo eso son hechizos posibles de hacer para un hechicero. ¿Pero lanzar objetos y destornillar ampolletas? De ninguna manera. Eso requiere un talento muy específico.

– Telekinesis -murmuré.

– Exactamente -dijo Paige-. Varias razas tienen grados variantes de poder telekinético, como…

– Como un medio-demonio telekinético -dije. Un trozo de hielo se estableció en mi estómago-. Pero ella dijo -¡maldita sea! -inhalé con fuerza. Había uno en el complejo. Una cautiva. Ella me dijo que no era capaz de hacer algo así. Y yo le creí. Sé que parece increíblemente tonto, pero todos le creímos. Además, ella ni siquiera estaba cerca cuando la mayoría de las cosas pasaban.

– Eso no importa -dijo Paige-. Un Volo, el nivel más alto de medio-demonio telekinético, no necesitaría estar presente para ejercer sus poderes. Yo recuerdo haber oído un caso dónde un Volo pudo encontrar una flecha en un cuarto inmediato y dispararla en un ojo de buey con fuerza suficiente para hacerlo estallar en las cerillas.

Cerré mis ojos -¿Cómo pude ser tan tonta?

– No es tu culpa -dijo Paige-. Como dijiste, todos le creímos. Cuando las personas piensan en telekinesis, se imaginan a una persona que dobla cucharas, pero en realidad los Volos podrían ser el tipo más peligroso de medio-demonio. Pueden lanzar a una persona por una ventana desde el décimo piso sin alzar un dedo.

Yo me maldije por haber caído en la rutina de la muchacha-de-la-puerta-del-lado de Leah, los despliegues de preocupación, las ofertas de ayuda, las declaraciones de amistad. Yo le había creído a Leah. Había escuchado mientras ella tejía un manojo de mentiras y engaños alrededor de una niña inocente, extendiendo los indicios de duda hasta que la propia Savannah creyó que era culpable. ¿Leah había sabido que Ruth la estaba entrenando? ¿La había matado para detenerla? Cualquiera fuera el plan de Leah, involucraba a Savannah. Y yo las había dejado juntas.

De repente, no podía respirar. Me tambaleé sobre mis pies y salí del cuarto.

* * *

Oí a Clay detrás de mí. Sin retardarme, caminé con paso largo alrededor del motel y me dirigí hacia el bosque. Él no me llamó para que me detuviera o esperara, sólo trotó a mi lado cuando caminé hacia el bosque.

– Paige tiene razón -dijo después de unos minutos-. No fue tu culpa.

– Sí, lo fue. Quise sacar a Savannah. Pero no lo hice. El momento vino y yo lo desheché. Me dije que estaba haciendo la mejor cosa, dejándola allí, pero profundamente dentro de mí lo sabía bien. Vi mi oportunidad para escapar y la tomé. Al infierno con todos los demás.

– Yo no creo eso. Si la dejaste atrás, fue porque tenías que hacerlo. La sacaremos cuando nosotros regresemos.

– Pero no suena como si estuviéramos regresando pronto.

Jeremy caminó detrás de nosotros -Volveremos en cuanto estemos listos, Elena. Estás segura, por que no me apresuraré.

– Pero Savannah…

– Nuestro objetivo principal es detener a estas personas, no rescatar a nadie.

– Pero estabas planeando ir por mí.

– Eso es diferente. Clay y yo estábamos deseosos de tomar el riesgo. Todos los demás eran libres de tomar su propia decisión. Yo no arriesgaré tu vida o la de Clayton apresurándonos para rescatar a un extraño. Ni siquiera un niño.

– ¿Y qué si yo decido tomar ese riesgo?

– No eres libre de tomar esa decisión, Elena. Así como eres parte de la Manada, puedo tomarla por ti, y estoy prohibiéndote que vuelvas.

– Eso no es…

– No es justo -terminó Jeremy-. Sí, hemos discutido esto antes. Pero es la ley de la Manada. Y no amenaces con dejar la Manada porque haré cumplir que no regreses a ese complejo sola, no importando qué derechos a la autodeterminación demandes. Yo tomo la responsabilidad por esta decisión. Haremos todos los esfuerzos para salvar a esta niña cuando volvamos. Si algo le pasa antes de que nosotros lleguemos allí, cúlpame a mí, no a ti.

Empecé a discutir, pero Jeremy ya estaba lejos.

* * *

Yo no seguí a Jeremy para continuar con el asunto. Después de diez años de vivir bajo su techo y sus reglas, yo sabía lo que funcionaba y lo que no. Perseguirlo no servía. Una vez Jeremy tomaba una determinación, la única manera de cambiarla era superar los obstáculos con lógica y persuasión. Saca los arietes y él simplemente duplicaba sus fortificaciones. Lo admitiré, la paciencia no es ninguna de mis virtudes, pero me resolví a algún tiempo al asunto. Unas horas por lo menos. Quizá toda la noche.

* * *

– ¿Así que el sistema de seguridad requiere una revisión de huella digital y un examen retinal? -preguntó Jeremy.

Él se sentó frente a la diminuta mesa en nuestro cuarto. Clay y yo estábamos tirados en la cama, Clay dormitando, yo intentando no unirme a él.

– Uh, si -dije.

Él apuntó algo en sus papeles-.¿El dedo índice?

– Huh? Oh, no. Lo siento. Es una huella de la mano, no una huella digital. Agarras la manija y examina la huella de tu mano.

– No necesitamos hacer esto esta noche. Tendremos tiempo suficiente después.

No si yo tenía algo que decir l respecto-.Quiero hacerlo ahora, mientras está fresco en mi mente.

– ¿Hemos comido? -La voz sorda de Clay flotó desde las almohadas.

– ¿Qué?

Él rodó sobre su espalda -Estoy contando las comidas. Desayunábamos en Maine, luego otro desayuno aquí. ¿O ese fue desayuno-almuerzo? En ese caso, ¿el picnic fue almuerzo o cena?

– Yo lo cuento como el almuerzo -dije.

– Bien. Entonces vamos a buscar la cena.

* * *

Jeremy insistió en ser cortés e invitar a los demás a unírsenos. Mientras Clay golpeaba en el cuarto de Kenneth y Adam, la puerta vecina se abrió y Adam salió, girándose para decir unas palabras a alguien dentro. Cuando Kenneth abrió su puerta, Clay entró. Yo esperé afuera a Adam.

– Vamos a cenar -dije-. ¿Ya comiste?

– Nop. Yo iba a preguntarles la misma cosa. Déjame ir por las llaves del automóvil.

– ¿Esa es Paige? -dije, mientras señalaba al cuarto contiguo.

– Sí. Ella está bastante disgustada.

– ¿Debería preguntarle si quiere unirse a nosotros?

Él se encogió de hombros -Puedes preguntar, pero no creo que ella esté de humor para eso. Si no quiere, dile que le traeré algo.

Yo prefería que Adam le preguntara él mismo a Paige, pero desapareció en su cuarto, dejándome a mí para que le preguntara. Yo era probablemente la última persona que Paige quería ver. Su tía estaba muerta y yo no había tenido ni siquiera la decencia de decírselo directamente. Tomé aire, caminé a su puerta, y golpeé ligeramente, medio esperando que ella no pudiera oírme. Después de una pausa de un segundo, me di vuelta para irme. Entonces oí el sonido metálico de la cerradura de cadena y la puerta se abrió.

– Eh, allí -dijo Paige, mientras se las arreglaba para componer una medio-sonrisa lívida-. ¿Ya estás de pie? ¿Cómo te sientes? Yo tengo un poco de té tranquilizante si estás teniendo problemas.

¿Cómo me estaba sintiendo? Oh, como de cinco centímetros de altura. Los ojos y nariz de Paige estaban salpicados de rojo, como si hubiera pasado el último par de horas llorando, ¿y ahora se preocupaba de que yo no pudiera dormir?

– Realmente lo siento mucho -dije-. Lo de tu tía. No quiero ser intrusa, pero vamos a comer afuera y yo estaba preguntándome si querías unirte a nosotros.

– No -dijo-. Gracias, pero no.

– Adam dijo que traería algo para ti.

Hizo una inclinación distraída, luego una pausa, y dijo rápidamente-.¿Podrías…? Yo no quiero ser una molestia. Realmente. Sé que estás cansada y apenada, y odio importunarte, pero ¿podrías pasar cuándo regreses? Yo tengo…

Ella se detuvo y miró por encima de mi hombro. Oí los pasos de Clay detrás de mí. Paige hizo una pausa, luego se enderezó, como dándose confianza, y continuó -Clayton, simplemente estaba preguntándole a Elena si podía pasar conmigo un rato esta noche. Treinta minutos. Lo prometo.

– ¿No vendrás a cenar? -preguntó.

– Prefiero no ir.

– Nadie se queda solo -dijo-. Ésa es la regla de Jeremy -Yo le lancé una mirada intensa, advirtiéndole que fuera más sensible, pero él no lo cogió y continuó-. Cassandra se quedará contigo.

– Oh, ella amará quedarse -Paige dijo.

– Si no le gustan las reglas, puede irse.

– Seríamos muy afortunados -murmuró Paige-. En serio, sin embargo. No necesitas dejar a nadie conmigo. Tengo hechizos de protección suficientes.

– Ésas son las reglas -dijo Clay-. Nadie se queda solo. No es como si Cassandra comiera después de todo -Él empezó a salir, luego agregó-, Si Elena se siente bien, puede detenerse a traer tu cena. Veinte minutos. Luego ella necesita descansar.

– Gee, ¿Eso significa que tengo tu permiso? -grité detrás de él.

– No contestaré eso -dijo sin volverse.

– Hombre inteligente -Miré a Paige-. Pasaré después.

– Gracias. Lo aprecio.

CORONACIÓN

A las diez volví al cuarto de Paige, su comida todavía caliente en mi mano. La encontré sola.

– ¿Dónde está Cassandra? -pregunté.

– Fuera. Buscando comida o compañía. Reúso ser lo primero y estoy calificada para ser lo último. Género incorrecto.

– Se supone que nadie debe estar solo. ¿Sabe Jeremy que ella se alejó de ti?

– No, y no chismorrearé, esto quedará entre nosotros. Personalmente, me siento segura cuando ella no está. Un vampiro no es exactamente mi opción ideal para un compañero de habitación. Un ataque de hambre a medianoche y soy un caso perdido. Yo estaba quedándome con Adam, pero compartir un cuarto con Cassandra ponía en tensión los nervios de Kenneth, por lo que cambiamos.

– De modo que tú y Adam están… ¿juntos?

Ella frunció el ceño, luego atrapó el sentido y se rió -Oh, Dios, no. Hemos sido amigos desde que éramos niños. Confía en mí, sabemos demasiado el uno del otro para algo más -caminó hacia la mini nevera-. ¿Puedo ofrecerte algo para beber? Tengo agua embotellada, soda diet. Nada más fuerte, me temo.

– Está bien.

– Sólo quieres que vaya al grano, ¿verdad?

– No quise decir…

Ella agitó una mano -No te preocupes. Sé que estás cansada y, otra vez, te pido perdón por acosarte. Es sólo, bueno, que estoy trabajando en especificaciones, huellas, y ese tipo de cosas en el complejo. Sé que no los necesitamos en seguida, pero, bueno, quiero mantenerme ocupada. Es más fácil -mordisqueó su labio inferior, miró a lo lejos-. Es más fácil si tengo algo que hacer, mantener mi mente ocupada.

Yo sabía lo que quería decir. El año pasado cuando dos de mis hermanos de Manada murieron, sólo la acción había aplacado mi pena. Yo me había lanzado a buscar a los mestizos que los habían matado, en parte por venganza y en parte para impedirles hablar extensamente de sus muertes. En la preparación de nuestro ataque contra los que habían matado a Ruth, Paige hacía lo mismo. Lo entendía.

– Tengo la mayor parte de ello listo ya -dijo ella, pasándome un ordenador portátil desde la mesa-. Todo lo que necesito es que rellenes unos pocos espacios en blanco.

Hojeé sus notas -Realmente, Jeremy tiene la mayor parte de esto. Podrías…

– Conseguirlo de él. Claro. Seguro -Ella se dio vuelta, pero no antes de que yo viera el parpadeo de desilusión en su rostro-. Supongo que debería haber sabido que él estaría dos pasos delante de mí. De acuerdo, entonces, pues eso era todo lo que quería. Lamento esto. Yo no pensaba.

– Ah, espera. Hay un par de cosas aquí que Jeremy no había preguntado -mentí-. No estoy cansada aún. Y rellenaré todo lo que falta. Incluso si ya se lo he dicho a Jeremy, nunca es malo tener dos copias.

– ¿Oh? -Por primera vez desde que había llegado, su sonrisa tocó sus ojos-. Eso es grandioso. Gracias.

Como decía, yo sabía como se sentía. Bien, yo no sabía exactamente como se sentía ella, no teniendo ni idea de cuán cercana había estado a su tía, pero entendía que necesitaba algo que hacer, algo que la hiciera sentir que estaba tomaba medidas. Darle eso era lo menos que podía hacer.

Cuando terminamos, ofrecí pasar la noche en el cuarto de Paige, arguyendo que Cassandra no parecía tener ninguna prisa en volver y en que Jeremy estaba compartiendo nuestro cuarto, de modo que nadie estaría solo si yo me quedaba. Paige se negó. Me aseguró que su hechizo de cerradura no dejaría pasar intrusos y su hechizo de protección la advertiría si alguien traspasaba las cerraduras. Sospeché que ella quería estar a solas con su pena, por lo que no seguí con el asunto.

***

Esa noche soñé con escapar del complejo. Repetidas veces. Cada vez las circunstancias eran diferentes, pero un elemento permanecía igual. Dejaba a Savannah. A veces me olvidaba de ella hasta que estaba fuera y era demasiado tarde. Otras veces mi culpa era más obvia. Corría por delante de su celda y no me detenía. La oía gritar mi nombre y no me detenía. Veía a Leah extender su mano para agarrarla… y no me detenía. Finalmente cuando el sueño jugaba su enésima versión, yo corría hacia la puerta de salida abierta. Entonces Savannah aparecía al otro lado, animándome a salir. Me detenía. Giraba. Y corría hacia la otra salida.

Me enderecé, jadeando. Clay estaba despierto, sosteniéndome, quitando mi cabello empapado de sudor de mi cara.

– ¿Quieres hablar de ello? -preguntó.

Cuando sacudí mi cabeza, sus brazos se apretaron, pero no miré su cara. No quería. Esto no era algo de lo cual no podía hablar con él. Él sólo trataría de convencerme que yo había hecho lo correcto escapándome del peligro. Si la situación fuera al revés, ¿Querría yo que Clay arriesgara su vida para salvar a un extraño? Por supuesto no. Pero el punto sería discutible porque Clay nunca tomaría ningún riesgo para salvar a un extraño. Él se lanzaría delante de una bala para proteger a su Manada, pero no se detendría a ayudar a una víctima de accidente. Si yo estuviera allí, él lo haría por complacerme, pero si estuviera solo, el pensamiento nunca cruzaría por su mente.

No esperaba que Clay se preocupara por Savannah. Bien, tal vez yo todavía tenía la esperanza de que él desarrollara conciencia social, pero había aprendido que tal cambio estaba al lado de la paz mundial en la escala de deseos bien intencionados pero ingenuos. Clay se preocupaba por su Manada y sólo su Manada. ¿Cómo podría yo esperar que él entendiera mi culpa por Savannah?

Cuando me relajé en los brazos de Clay, noté a Jeremy a través del cuarto, apoyado sobre su codo, mirándome desde su cama. Levantó sus cejas en una pregunta tácita. ¿Quería hablar con él? Le dirigí una pequeña sacudida de mi cabeza y me deslicé en la cama. Yo podía sentir que ambos me miraban, pero cerré mis ojos y fingí dormir. Finalmente el cuarto estaría tranquilo. Cuando eso sucedió, me deslicé sobre mi espalda y me quedé allí en la oscuridad, pensando.

¿Había saltado a las conclusiones con demasiada prontitud, cuándo decidí que había sido Leah la que causara el problema y culapara a Savannah? ¿Y si persuadía a Jeremy a atacar antes, y luego descubriera que había estado confundida? ¿Y si la gente moría debido a ese error? ¿Y si yo no hacía nada y Savannha moría debido a ese error? Tenía que encontrar un terreno neutral. Si tuviéramos información suficiente, actuar rápidamente sería nuestra ventaja. ¿Sabíamos lo suficiente? O, más exactamente, ¿Cuáles eran nuestras posibilidades de más aprendizaje? Muy pocas. Teníamos los datos que yo había reunid del interior del complejo, más lo que Clay había aprendido de explorar el lugar, más lo que los demás habían descubierto en su investigación. Independientemente de lo que no sabíamos todavía, probablemente nunca lo averiguaríamos. Teníamso que concentrarnos en formular un plan.

Fuera, una puerta vecina hizo clic. Me tensé y escuché. Nuestro grupo ocupaba todos los cuartos de esta ala. ¿Alguien salía? No, espera. Probablemente era Cassandra volviendo. Comprobé el reloj. Dos treinta y cinco. Oh, esto era grandioso. Le pedíamos que vigilara a Paige y ella se tomaba la mitad de la noche. Paige podría no querer delatarla, pero Jeremy tenía que saber que no podíamos confiar en Cassandra para resguardar a Paige.

Cuando me recliné en la almohada, oí zapatos que se arrastraban contra el pavimento fuera. Eché un vistazo a Clay y a Jeremy. Profundamente dormidos. Salí de la cama y fui de puntillas a la ventana. Levantando una esquina de la cortina, miré detenidamente para ver a Paige pasar a través del aparcamiento, la maleta en una mano, el ordenador portátil en la otra. ¡Mierda!

Procurando no despertar a los chicos, tiré mis vaqueros y camisa y salí sigilosamente por la puerta. Paige rodeó la jaula de pájaros y desapareció en la oscuridad más allá. Descalza, correteé tras ella, un ojo en mi objetivo, otro en el pavimento, buscando cristales rotoa. Cuando alcancé la jaula, un faisán se despertó, abrió un ojo soñoliento, luego graznó y revoloteó en el aire. ¡Maldito! A veces había desventajas serias en ser un hombre lobo. Incluso cuando corrí lejos de la jaula, varias otras aves despertaron y añadieron sus voces al alboroto. Tanto por un acercamiento sigiloso. Corrí a través de la arboleda donde había visto desaparecer a Paige y la encontré en un aparcamiento auxiliar. Estaba de pie al lado de un coche, frunciendo el ceño en dirección a las aves que habían entrado en pánico. Cuando me vio, hurgó con las llaves, apenas consiguiendo abrir la puerta antes de que yo llegara.

– Uh, hola -dijo, falsificando una sonrisa brillante-. Estás fuera tarde.

– ¿Vas a algún lugar? -pregunté.

– Ummm, sólo a buscar algo para comer -Ella se apoyó en el asiento del conductor-. Lo que me trajiste se enfrió así pensé que iría a ver si puedo encontrar un local o algo.

– No te opondrás si me uno a ti entonces -dije mientras abría la cerradura de la puerta de pasajeros y me deslizaba dentro. Gesticulé hacia su maleta-. Infierno de bolso que tienes allí.

Ella puso sus manos en el volante, hizo una pausa, luego me echó un vistazo -Me marcho, Elena. Sé que este es un mal modo de hacerlo, pero temía que alguien tratara de detenerme. Es demasiado para mí. Me echo atrás.

– Lamento lo de tu tía.

– Ella -Paige miró por el parabrisas-. Ella no era mi tía.

– Oh, bien, tu hermana de Aquelarre o lo que fuera.

– Ella era mi madre.

– ¿Tu…?

– Así es como funciona en el Aquelarre -dijo Paige, manteniendo sus ojos en el parabrisas-. O como solía funcionar. La vieja manera, a desde los tiempos de mi madre. Las brujas no se casaban, de modo que evitaban el estigma de la maternidad solteras criando a sus hijas como sobrinas. Nadie fuera del Aquelarre sabía la verdad. En mi caso Adam lo sabe, pero es parte de ello. Cuando mi madre era joven, estaba demasiado ocupada preparándose para ser la líder del Aquelarre como para pensar en un heredero. Una vez que se convirtió en la líder, comprendió que el Aquelarre vacilaba y decidió que necesitaba una hija, alguien a quien poder entrenar y preparar a su propio modo. De modo que cuando tuvo cincuenta y dos años, usó la magia para tener una hija. Yo.

– ¿De modo que eso significa que tú eres…?

– La líder oficial del Aquelarre -Sus labios se curvaron en una sonrisa sardónica-. Sería gracioso si no fuera tan ridículo. Una líder de veintidós años -inhaló bruscamente y sacudió su cabeza-. No importa. El caso es que he sido entrenada para esto. Para la responsabilidad. No puedo esperar que Jeremy o Kenneth o Cassandra me acepten como líder aún, pero sé que puedo hacerlo. Ahora mismo, sin embargo, tengo que irme a casa. Hay cosas que deben ser hechas, arreglos.

– Entiendo -Me incliné hacia su regazo y levanté el ordenador portátil que ella había dejado resbalar entre su asiento y la puerta-. Pero si te vas a casa, no necesitarás esto.

Ella me lo quitó-.Ah, realmente, lo necesito. Para los archivos del Aquelarre.

– Tú no te vas a casa, Paige. Vas al complejo.

Ella forzó una risa-.¿Sola? Estaría loca.

– Exactamente mis sentimientos. Entiendo que debas querer vengar a tu madre, y prometo que lo conseguirás cuando volvamos, pero no hoy.

Cuando la confusión revoloteó a través de su cara, comprendí que la venganza no era su motivo. Entonces recordé la advertencia de Ruth, diciéndome que dejara a Paige saber sobre Savannah o ella insistiría en rescatar a la muchacha.

– Vas tras Savannah -dije.

– Tengo que hacerlo -dijo tranquilamente.

– ¿Porque tu Aquelarre lo espera?

– No, porque yo lo espero. ¿Cómo puedo ser la líder del Aquelarre si dejo morir a esta muchacha? ¿Cómo podría vivir conmigo misma? Mira, no soy estúpida y no soy suicida. No entraré allí, lanzando hechizos, destrozando el lugar. Yo no podría hacer eso de cualquier manera. Todo lo que quiero es a Savannah. Tendré cuidado. Me tomaré mi tiempo, exploraré el lugar, y encontraré un modo de sacarla. Ustedes no tienen que preocuparse de esto. Es asunto de brujas. Yo…

La puerta de Paige voló, casi volcándola a tierra. Clay introdujo su cabeza en el coche. Paige brincó y se corrió hacia mí.

– ¿Qué está pasando? -preguntó.

– Paige quiere ir tras Savannah.

– ¡Oh, mierda! -Él cerró de golpe la puerta y caminó a zancadas hasta mi lado-. Déjame adivinar. Ella va tras la niña y necesita tu ayuda.

– No… -comenzó Paige.

– Ella no pidió mi ayuda -dije, saliendo del coche-. Quiere hacerlo sola.

– ¿Entonces ella decidió contarte sobre ello primero? ¿Hablarte aquí afuera, decirte que ella está a la altura, y esperar que tú la dejes ir sola? Estupideces. Ella se aprovecha de tu compasión. Insistirás en ir con ella y…

– Ella no me llamó -dije-. La seguí.

Paige se deslizó del coche, se enderezó, y encontró los ojos de Clay-.Haré esto sola, Clayton. No estoy pidiendo ni aceptando ninguna ayuda.

– ¿Estás loca? -Él avanzó y trató de arrancarle las llaves deñ puño, pero se alejó. Él se detuvo y ofreció su mano-. Dámelas, Paige. No vas a ninguna parte.

Ella miró desde Clay hacia mí, como si tasara sus posibilidades de fuga.

– Ni lo intentes -dije-. Hay dos de nosotros. Podemos superarte. Podemos dejarte fuera de combate. A menos que tengas un hechizo del día del juicio final bajo la manga, no te marcharás.

Ella echó un vistazo sobre su hombro y pareció lista para correr cuando Jeremy salió de los arbustos detrás de ella. Ella vaciló. Luego sus hombros se encorvaron y las llaves se deslizaron de su mano.

– Ven dentro -dijo Jeremy-. Hablaremos.

***

– Tengo que sacar a Savannah -dijo Paige cuando entramos en nuestro cuarto de motel-. Ustedes no lo entienden. No lo espero tampoco. Como le dije a Elena, esto es asunto de brujas.

– Entendemos que estás preocupada por ella -comenzó Jeremy.

Paige giró para afrontarlo -¿Preocupada? Estoy aterrorizada por ella -Ella hojeó su ordenador portátil y pinchó un dedo en una página-. Mira, anoté todo lo que sucedió esa noche que Elena se escapó. Dividí los acontecimientos en potencial hechicero contra la actividad de un medio demonio telekinético. Hay algunos traslapes, pero entre los dos cubren todo. Ahora, ¿Cuáles son las posibilidades de que este hechicero y medio demonio de manera independiente decidieran armar el infierno durante la misma noche? Seguramente es posible que uno comenzara las cosas y el otro participara, pero lo dudo. Este medio demonio trabaja con un hechicero.

– De acuerdo -dije.

La mirada fija de Paige viajó a través de nuestras caras -¿Ves? No lo entiendes. No puedes.

– Explícanos -dijo Jeremy.

Ella inhaló -Los hechiceros odian a las brujas. Y viceversa. La enemistad es la más grande en la historia de las razas sobrenaturales. Nuestra versión de los Hatfields y los McCoys. Sólo que los hechiceros hacen todos los disparos. Somos un feo recordatorio -Ella inhaló otra vez-. Ustedes no necesitan una lección de historia. Sólo confíen en mí en esto. Si Leah trabaja con Katzen, y ella culpa a Savannah de asesinato, entonces es un problema. Un gran problema. No puedo comenzar a comprender su motivación, pero sé que Savannah está en peligro. En una noche, Winsloe y sus cohortes han perdido a ambos werewolves y han sufrido un daño indecible a su instalación. ¿Quién cargará sobre sus hombros la culpa de todo esto? La niña bruja. ¿No es eso lo que te dijo Leah antes de que escaparas? ¿Que Savannah lo había hecho?

– Ellos no matarán a Savannah -dije-. Ella es demasiado importante.

Incluso cuando dijel as palabras, oí mi propia duda. Con Bauer y Carmichael muertas, Winsloe y Matasumi eran los únicos jefes que quedaban. Matasumi podría querer a Savannah viva, pero él sólo era un científico. Winsloe tenía el dinero efectivo, entonces él era el responsable. Recordé la conversación que había oído por casualidad entre Matasumi y el hombre que asumía era Katzen. Esa vez, Winsloe ya había comenzado a hacer valer su peso, escogiendo y eligiendo la clase de cautivos que quería. Winsloe no tenía ningún interés en las brujas. Yo sabía eso. Savannah estaba sola ahora, sin siqueira Xavier para protegerla.

– Esto es pura especulación -dijo Clay.

– Lo cual admito totalmente -dijo Paige-. Lo qué es el por qué no pongo en peligro ninguna vida, aparte de la mía.

– No puedes hacer eso -dijo Jeremy-. Si eres la nueva líder del Aquelarre, tienes que considerar los intereses superiores de tu Aquelarre. ¿Qué pasa si pierden tanto a Ruth como a su sucesora? Tienes la responsabilidad de mantenerte viva, sólo hasta que hayas seleccionado y entrenado a la siguiente líder.

– Pero…

– Veamos lo que podemos hacer -dijo él-. Dame tus notas y examinaremos lo que tenemos.

VUELTA

Dos días más tarde, déjábamos el motel. Volvíamos.

Habíamos pasado los dos días anteriores planeando. Finalmente Jeremy estuvo de acuerdo en que teníamos toda la información que probablemente conseguiríamos y no había ningún sentido en retrasar nuestra vuelta. Paige se había irritado con el retraso, pero no había tratado de escaparse, probablemente porque Jeremy o yo habíamos estado casi las veinticuatro horas del día asegurándonos que ella no lo hacía. Me había cambiado a su cuarto, dejando a Cassandra tener un cuarto propio, lo cual no sólo ayudaba a asegurar que Paige no desapareciera por la noche, sino que me hacía sentir mucho mejor acerca de su seguridad personal. En cuanto a Cassandra, pues ella podía cuidar de sí misma.

Para el viaje al complejo, partimos el grupo en dos caminonetas, basadas en los dos grupos que formaríamos una vez que llegásemos. El plan era que Jeremy, Cassandra, y Kenneth esperasen en la retaguardia mientras Clay, Adam, Paige, y yo forzábamos la entrada y borrábamos toda la resistencia inicial. Habíamos discutido en qué grupo debía estar Paige. Como líder de Aquelarre -y alguien poco acostumbrado a los enfrentamientos- ella debería haberse quedado atrás con Jeremy. Sin embargo, ella sostuvo que sus hechizos podrían ser inestimables en la protección del grupo de primera línea. Podía abrir puertas, cubrirnos, aturdir atacantes, comunicarse con Kenneth y la lista continuaba. Además, ella realmente quería hacer esto, a diferencia de Cassandra, que no había mostrado ningún interés en tomar un papel más activo. Al final, la persistencia de Paige había dado resultado, y habíamos estado de acuerdo en que debía unirse a mi grupo.

Conduje el segundo coche, porque Paige rechazaba poner el pie en ningún vehículo con Clay detrás del volante y Clay rechazaba sentarse en el asiento trasero de ninguna aprendiz de bruja -líder de Aquelarre o no- de modo que si queríamos salir alguna vez del aparcamiento, la tarea de conducir recaía en mí. Antes de que nos amontonáramos en el coche, noté a Clay lanzarle miradas a Jeremy mientras él se subió al otro vehículo.

– Puedes ir con él si quieres -dije.

– No -dijo Clay-. Él tiene razón. Tenemos que hablar de nuestras estrategias durante el viaje, de modo que esto tiene sentido. Además, no es como si no lo hubiera dejado solo antes.

– Lo siento.

– ¿Qué cosa?

– Alejarme ese día. No tener cuidado. Permitirme ser secuestrada. Perder el contacto con ustedes. Hacerlos…

Él presionó sus labios sobre los míos, interrumpiéndome -No me tienes que obligar a hacer nada. Decidí venir tras de ti.

– Es sólo que odio… -Me calmé y me encogí de hombros-. Ya sabes, ponerte en una posición donde… -lancé una mirada a Jeremy y exhalé-. Hacerte elegir.

Clay se rió -¿“Hacerme elegir”? Querida, vivimos con el tipo ese. Compartimos una casa, cuentas bancarias, incluso vacaciones. Nunca estamos solos y nunca he oído que pronuncies una palabra de queja. Tú nunca me has pedido que elija, y no tienes ni idea de lo agradecido que estoy por ello, porque si alguna vez tuviera que escoger, sería a ti, no importando lo que eso signifique para la Manada.

– Yo nunca te haría eso.

– Razón por la cual sé cuánto me amas. Sí, me siento hecho una mierda por haber abandonado a Jeremy, pero él lo entiende, y no lo lamento, aun si lograste liberarte sin mi ayuda -Él se echó atrás para mirarme-. Ahora, ¿Estás bien con esto? ¿Sobre volver? Porque si no…

– Estoy bien. Quiero terminarlo. Quiero terminar esto, decir adiós a toda esa gente agradable e irme a casa, a nuestra propia casa, nuestras camas, y estar solos.

– Razonablemente solos -dijo Clay echando otro vistazo hacia Jeremy.

– Lo suficiente.

– Vamos a hacerlo, entonces.

***

Cuando Clay y yo habíamos escapado de las tierras del complejo, habíamos usado el camino de servicio principal que se bifurcaba al final de la salida Oeste de la propiedad. Definitivamente no era la ruta más segura, pero Clay no había sido capaz de encontrar otra. Esta vez usábamos un camino surcado que se remontaba a varios dueños de propiedad. Paige lo había descubierto hackeando archivos de propiedad y viejas inspecciones. Sí, dije hackeando, como en hacking de ordenadores. Cuando ella me dijo como había conseguido la información, yo le había pedido que me lo repitiera, varias veces. Quizás mis prejuicios salían a la luz, pero cuando me imaginaba a un hacker, pensaba en alguien como Tyrone Winsloe, sólo que sin dinero y peor higiene. Paige rápidamente me corrigió: ella no era un hacker; era una programadora profesional de ordenadores que sabía hackear. Sonaba algo quisquilloso para mí, pero mantuve mi boca cerrada. Sin embargo ella obtuvo la información, y yo estaba agradecida. Lo estábamos… incluso Clay. Las viejas inspecciones habían mostrado todos los caminos anteriores que se entrecruzaban en la propiedad. Probamos varios y elegimos el que estaba a la mitad entre camino aislado y accesible. Conduje unos cientos de metros a lo largo de él, luego me detuve para nuestra cita de preasalto final con Jeremy.

***

Veinte minutos más tarde, estaba sentada en un viejo árbol hablando con Paige mientras Clay y Adam estudiaban minuciosamente los mapas. Jeremy nos había dado nuestras instrucciones y hablaba ahora de detalles de última hora con Kenneth. Paige y Kenneth actuarían como enlaces telepáticos entre los dos grupos, permitiéndonos comunicarnos sin radios o teléfonos celulares. Enlaces telepáticos. La frase se deslizaba tan fácilmente de mi lengua mental. Atemorizante, realmente. ¿Hechizos de agarre, hechicería, proyección astral, telepatía, telequinesis, teleportación? ¿Alguna vez oiría esas palabras fuera de un episodio de los Expedientes X? Ahora estaba parada en una arboleda con una bruja, un medio demonio, un vampiro, y un chamán, planeando acabar con un complot infame para usurpar nuestros poderes y alterar el destino de la especie humana. Conversando sobre sus teorías de conspiración.

Después de unos pocos minutos hablando con Kenneth, Jeremy hizo un gesto a Paige. Me quedé donde estaba.

– ¿Te molesta esto? -me preguntó Cassandra, avanzando hacia mí-. ¿Estar de vuelta?

Me encogí de hombros. No habíamos hablado mucho en los pocos días anteriores. Mi elección. No importando lo que Cassandra hubiera hecho o no en mi ausencia, su abandono de Paige en un momento tan sensible era imperdonable. A pesar de lo que Clay pensaba de Paige, ella me gustaba. Tenía el espíritu y una profundidad de altruismo que realmente admiraba. Incluso Clay había comenzado a acercarse a ella a lo largo de los dos últimos días, lo que sólo hacía la insensibilidad de Cassandra tanto más incomprensible. Incluso después de que yo le había dicho a Cassandra, categóricamente, que me largaba con Paige porque ella esquivaba sus responsabilidades, ella no había mostrado ninguna punzada de remordimiento. Y acusaba a Clay de ser autoabsorbente.

– Ten cuidado allí -continuó Cassandra-. Recuerda lo que Jeremy dijo. No sabes que tipo de seguridad extra suplementaria ellos pueden haber implementado desde tu fuga. Quiero decir antes de que fueras secuestrada. Me gustaría llegar a conocerte mejor, Elena. Asegurémonos de tener esa oportunidad -Ella puso su mano en mi antebrazo y sonrió, sus ojos centelleando de un modo salvaje-. Debo confesar que espero con mucha ilusión esto. No hay muchas oportunidades de caos en mi vida en estos días.

Paige se unió a nosotras -Bien, Cass, si realmente quieres un poco de diversión y excitación, siempre podrías cambiar de opinión y unirte a nosotros en la primera línea. Oh, pero no es eso lo que querías decir, ¿verdad? Quieres caos controlado, sin riesgo.

– Mis habilidades son mejor satisfechas en la segunda ola del ataque -dijo Cassandra, riéndose de Paige como si embromara a un niño grosero.

Clay se acercó -Y no quiero a nadie con nosotros que no quiera estar allí -Él tomó mi brazo, retirándolo de-manera-no-tan-sutil del asimiento de Cassandra-. Jeremy tiene algunas instrucciones de última hora para ti, querida.

– Déjame adivinar -dije-. Ten cuidado. No te lances de cabeza. No tomes riesgos innecesarios.

Clay sonrió abiertamente -Nah. Jeremy confía en ti. Es más bien: “asegúrate de que Clay sea cuidadoso”, “asegúrate que él no se lance de cabeza”, “asegúrate que él no toma riesgos innecesarios”. Instrucciones de niñera.

Puse mis ojos en blanco y me dirigí hacia Jeremy. Él estaba solo, inclinándose sobre un mapa en la capota de un coche. Mientras me acercaba, él dobló el mapa sin alzar la vista.

– Tú serás la responsable ahí, Elena -dijo cuando se dio vuelta.

– Conozco la rutina. Voy tras Clay. Marco la pauta. Me aseguro de que mantiene el control.

– Tú ordenarás los tiros. Él sabe eso.

– ¿Y Adam y Paige? ¿Saben esto?

– No importa. Adam seguirá el ejemplo de Clay. Paige sabrá que es mejor unirse a las posiciones de mando en el campo de batalla. Toma el control y ellos te seguirán.

– Lo intentaré.

– Una cosa más. Permanence con Clay. Si se separan, estarán demasiado preocupados el uno del otro para concentrarse en sus tareas. No importa cuán malas se pongan las cosas, manténganse unidos. No tomes ningún riesgo.

– Lo sé.

– Lo que quiero decir -Él extendió la mano y quitó una hebra de pelo que se escapaba sobre mi hombro-. Sé que estás enferma de oírlo, pero no tomes ningún riesgo. Por favor.

– Me quedaré detrás de él.

– Eso no es lo que quiero decir. Lo sabes.

Asentí con la cabeza y besé su mejilla -Tendré cuidado. Por nosotros dos.

***

Paso uno: Inspeccionar las tierras.

Clay, Paige, Adam, y yo seguimos el camino de servicio por dos kilómetros, punto en el cual cambiamos nuestra dirección hacia el norte, alejándonos del complejo, lo que implicaba que teníamos que terminar el viaje con una difícil caminata de medio kilómetro a través de la espesa forestación. Una vez que estuvimos lo bastante cerca para ver el complejo, nos detuvimos y rodeamos el perímetro, quedándonos lo bastante lejos, al interior del bosque como para poder aún ser capaces de ver la planicie abierta que rodeaba el edificio. Miramos, escuchamos, y olimos buscando a alguien fuera de las paredes deel edificio. Según Clay, de acuerdo con sus observaciones anteriores, la gente venía afuera por tres motivos solos: fumar, alimentar los perros, y abandonar el lugar. Abandonar el lugar significaba conducir una de las cuatro SUVs aparcadas en un garaje cercano. Nadie se marchaba a pie y nadie iba a pasear al bosque. Estos tipos no eran amantes de la naturaleza. Nuestro paseo alrededor del perímetro confirmó que nadie estaba afuera.

Paso dos: Matar los perros.

Durante el anterior reconocimiento de Clay, él había encontrado la perrera. Estaba en un edificio ceniciento construido a treinta metros al interior del bosque, como si deliberadamente hubiera sido construida lejos del complejo para eliminar el ruido. Estos perros eran para rastrear y matar, no para hacer guardia. A medida que nos acercábamos a la perrera, yo podría entender por qué. Cada pocos minutos uno de los perros comenzaba un estruendo infernal, ladrándole a algo en el bosque, ladrándole a un compañero de celda, o sólo ladrando de espantoso aburrimiento. Aunque los perros no alertasen a nadie de nuestra presencia, aún así teníamos que deshacernos de ellos. Yo había visto lo que eran capaces de hacerme como lobo. No quería pensar cuanto daño podrían hacerme estando en forma humana. Una vez que los guardias comprendieran que estábamos en el complejo, alguien buscaría a los perros, y harían lo que habían sido entrenados para hacer, es decir, rasgarnos en partes.

Rodeamos la residencia por el sur, moviéndonos con el viento. El edificio medía veinte metros por diez con una valla a aproximadamente un metro. Tal como Clay había descubierto en su visita anterior, no haía guardias apostados en la perrera. Tampoco había ninguna medida de seguridad en el lugar para proteger a los animales. Sólo un candado de jardín aseguraba la puerta.

Una vez que estuvimo junto a la perrera, conté los perros separando sus olores. Tres. Mientras Clay, Adam, y yo nos arrastrábamos avanzando, Paige lanzó un hechizo de cobertura. Este era el mismo hechizo que Ruth había lanzado en el callejón de Pittsburgh, lo que significaba que éramos invisibles sólo si nos quedábamos quietos. Cuando nos movíamos, nuestras imágenes se deformaban, pero eran visibles. Eso funcionaba bien con los perros, confundiéndolo el tiempo suficiente para que Clay rompiera el candado y los tres pudiéramos entrar. Clay y yo matamos nuestros objetivos fácilmente, pero Adam se enredó con el movimiento que le habíamos enseñado. No era su culpa. La mayoría de las personas no son expertas en romper cuellos. El perro logró hacer cuatro surcos sangrientos en el brazo de Adam antes de que Clay terminara el trabajo. Paige trató de inspeccionar la herida, pero Adam se alejó de ella y ayudó a Clay a arrastrar los cadáveres de perro desde la perrera.

Paso tres: Inutilizar los vehículos.

Esto era una cosa que ni Clay ni yo podíamos hacer. ¿Por qué? Porque ambos somos tan mecánicamente inútiles que raramente le poníamos gas nosotros mismos al vehículo por miedo a meter la para de alguna manera y hacer que el coche se prendiera en llamas delante de nuestros propios ojos. Aquí estaba la posibilidad de Adam de compensar con el problema al romper el cuello del perro. Luego de que rompimos las cerraduras de las puertas, Adam abrió las capotas, tiró unos alambres y cosas metálicas, y declaró que los vehículos estaban inservibles. Todo lo que Clay y yo podíamos hacer era mirar. Peor aún, Paige aconsejó a Adam sobre unos modos de hacer el daño menos detectable, para que ni siquiera los guardias con inclinaciones mecánicas pudieran deducir rápidamente y arreglar el problema. No era que tuviera envidia. ¿A quien le importaba si podías cambiar el petróleo del motor cuándo podías romper el cuello de un rottweiler en 2.8 segundos? Esa sí era una habilidad práctica.

Paso cuatro: Entrar en el complejo.

Bien, ahora las cosas se ponían duras. En las películas, los héroes siempre entran en edificios aparentemente impenetrables por un conducto calentador o un eje de ventilación o la entrada de servicio. En la vida real, si alguien pasa por todo el fastidio de crear un sistema de seguridad complicado, no tienen unos ejes de ventilación de 3 x 3 metros asegurados sólo con una rejilla metálica y cuatro tornillos. A menos que fueran realmente, realmente estúpidos. Estos tipos no lo eran. Infiernos, ni siquiera tenían de esas aberturas de aire con un aspa girando, muy afilada que nos haría pedacitos si no pásabamos entre las láminas exactamente en el momento correcto. ¡No! Nada de ese tipo de diversión. Ni siquiera ventanas pasadas de moda. Sólo un camino hacia dentro y hacia afuera. La puerta principal.

***

Cuando Clay había explorado el complejo durante mi cautiverio, había descubierto que los guardias se unían en ese ritual sagrado de los trabajadores en todas partes -el paquete en común: los fumadores acérrimos condenados a acurrucarse juntos contra los elementos. Obviamente ni siquiera los infames proyectos secretos estaban libres de humo estos días. Habiendo determinado que había sólo un camino hacia el complejo, teníamos que pasar por el sistema de seguridad. Esto significaba que necesitábamos de una mano válida y retina. Ya que no necesitábamos de un par bueno de pulmones, uno de los fumadores funcionaría bien.

Nos colocamos en los bosques al lado de la puerta de salida y esperamos. Veinticinco minutos más tarde, dos guardias salieron y encendieron un cigarro. Clay y yo elegimos uno cada uno y lo matamos. Ningún guardia nos vio, quizás demasiado embelesados por esa primera inundación de nicotina. Habían terminado apenas un cuarto de sus cigarrillos antes de que los curáramos del hábito.

Arrastramos los cadáveres alrededor de treinta metros hacia los bosques. Entonces Clay dejó caer el suyo y sacó una bolsa de basura doblada de su bolsillo trasero.

– Él no va a caber en eso -dijo Paige.

Clay abrió la bolsa -Partes de él si cabrán.

– Tú no vas… -Paige palideció y yo casi pude ver los destellos de un incidente de “cabeza decapitada en la bolsa” pasando por su mente- ¿Por qué no puedes simplemente sostenerlo frente a la cámara de seguridad?

– Porque, de acuedo con Elena, tendremos que pasar más seguridad dentro, y si te gusta la idea de arrastrar dos-cadáveres-de-noventa-kilogramos, hazlo por favor.

– No veo por qué…

Adam comenzó a tararear. Como Paige giró para fulminarle con la mirada, reconocí la melodía.

– “Little Miss Can Be Wrong” [12] -murmuré… e intenté con fuerza sofocar la risa.

Adam sonrió abiertamente -Clay la llamó eso una vez cuando estabas lejos. Si ella comienza a hacerse la mandona, hay que cantarlo. La hace quedarse callada cada vez.

– Trata de cantarla otra vez y verás lo que pasa -dijo Paige.

La sonrisa de Adam se ensanchó -¿Qué vas a hacerme, convertirme en un sapo?

Paige pretendió no oírlo -¿Elena, sabías que una de las principales acusaciones contra las brujas durante la Inquisición era que causaban impotencia?

– Ummm, no -dije.

– No sólo impotencia psicológica sin embargo -dijo Paige-. Los hombres acusaban a las brujas de remover sus penes, literalmente. Ellos pensaban que los coleccionábamos en pequeñas cajas donde se movían y comían avena y el maíz. Incluso hay una historia en el Malleus Maleficarum sobre un tipo que fue a una bruja para pedir que le devolviera su pene. Ella le dijo que subiera a un árbol, donde encontraría algunos en el nido de un ave. Él lo hizo y, por supuesto, trató de tomar el más grande, pero la bruja le dijo que no podía tener ese porque pertenecía al sacerdote de la parroquia.

Me reí.

– Hombres -dijo Paige-. Acusan a las mujeres de cualquier cosa -Ella hizo una pausa y lanzó una mirada a Adam-. Por supuesto, es una situación tan extravagante, que uno no puede menos que preguntarse si no hay un grano de verdad en ella.

Adam fingió tragar -Personalmente, prefiero ser un sapo.

– Entonces deja tu carrera como cantante o la continuarás como soprano.

Me reí y eché un vistazo a Clay. Él estaba sosteniendo su brazo derecho recto y lo afirmaba con su mano izquierda. El sudor moteaba su frente mientras los músculos bajo su antebrazo comenzaban a palpitar.

– ¿Qué estás…? -comenzó Paige.

La hice señas para que se callara. Ahora no era realmente un buen momento para molestar a Clay. Ya que no podíamos andar a rastras con una caja de herramientas, él tenía que improvisar un modo de sacar la cabeza del muerto y la mano.

Adam contempló la mano de Clay cuando comenzó a transformarse en una garra -Tiene que ser la cosa más espectacular que he visto alguna vez. O la más obscena.

– Ven aquí -dije a Paige-. Esto no es algo que quieras ver.

Nos alejamos hacia el bosque. Paige mantuvo su mirada entrenada en un árbol a la distancia, su mejilla moviéndose nerviosamente, como si intentando sin éxito no pensar sobre lo que pasaba detrás de nosotros. Hubo un sonido húmedo de algo rasgándose, luego un ruido sordo embotado cuando la cabeza decapitada del guardia golpeó la tierra.

– Nop -dijo Adam-. Fue la más obscena. Manos abajo.

– Cabezas abajo -dijo Clay-. La mano es la siguiente.

Adam se apresuró hacia Paige y yo.

– Ya sabes -dijo Paige, mirando a Adam-. Siempre pensé que “ponerse verde” era sólo una expresión. Creo que no.

– Continúa y ríete,- dijo Adam-. Esa es una ventaja de mis poderes, sin embargo. La incineración de carne puede oler horrible, pero al menos es sin sangre.

– De acuerdo -dijo Clay, saliendo del bosque-. Estoy listo. Entremos.

INFILTRACIÓN

Nos dirigimos hacia la salida, revisando primero para asegurarnos de que nadie más había salido fuera por un poco de nicotina. Una vez allí, Clay sacó la cabeza y la mano de la bolsa. Tomé la mano. Cuando él levantó la cabeza hacia la cámara, equilibré la mano todavía caliente al lado de la manija, lista para agarrarla tan pronto como la primera luz se pusiera verde. En vez de eso, el indicador se quedó rojo y algo emitió una señal sonora. Me di vuelta para ver un teclado numérico numérico adjuntado a la pared -¿ID#? -destelló en la diminuta pantalla.

– ¡Mierda! -Dije-. Un código clave. ¿Cómo me perdí esto?

– Porque ibas escapando, querida, no entrando -dijo Clay-. Yo no lo noté tampoco. Debe ser la seguridad añadida para entrar.

– No hay problema -dijo Paige-. Voy a resolver esto lógicamente. Primero, encontrar el número de dígitos -Ella comenzó presionando el botón “ 9”.

– ¡No lo hagas! -dijo Adam, arrebatando su mano-. Si entramos el código incorrecto, podríamos encender una alarma.

– Sé eso. Todo lo que hago es ver cuantos dígitos aceptará esto. Parece que cinco. De acuerdo. Volvamos al cuerpo de este tipo y veamos si podemos encontrar un número de cinco dígitos.

– Tal vez tatuado en su pecho -dijo Adam.

– No hay necesidad de sarcasmo -dijo ella-. Podría tener una tarjeta o algo con el número impreso. Incluso si es un secreto, como un PIN, mucha gente lo anota y lo esconde en su cartera. Sólo buscamos algo con cinco dígitos.

– Esto es estúpido -refunfuñó Adam.

– No -dije-. Es lógico, como Paige dijo. Correré de vuelta…

– ¡No tenemos el tiempo!

– Haremos el tiempo -dijo Clay-. Ustedes dos entren a los bosques y permanezcan escondidos.

Clay y yo volvimos al cadáver sin cabeza y buscamos los bolsillos, ni siquiera encontrando una cartera, ni nada de ninguna clase. Cuando volvimos, Adam paseaba junto al borde del bosque.

– ¿Nada, verdad? -dijo.

Asentí con la cabeza, luego me volví a Paige. De acuerdo, entonces sabemos que es un número de cinco dígitos. ¿Puedes hackear el sistema? ¿Romper el código?

– No sin un laptop y mucho tiempo -Ella echó un vistazo a Adam, que caminó a zancadas fuera del alcance del oído, luego bajó su voz-. Él está conectado. No creo que haya dormido mucho anoche.

– Éstará bien -dije-. Voy a revisar ese teclado numérico otra vez.

Volvimos a la puerta.

– ¿Bien? -dijo Adam-. ¿Todavía tenemos un plan?

– Trabajamos en ello -dije.

– ¿Y ustedes dos? -preguntó Paige-. ¿Puede convertirse en lobos y llevarnos adentro?

– ¿Cómo? -dijo Clay-. ¿Gemir y rasguñar la puerta hasta que alguien la abra?

– ¿Es todo lo que tenemos? -bufó Adam-. ¿Y el plan de reserva?

– Muy bien -dijo Clay-. Trabajamos en uno.

– ¿Trabajando en uno? ¿Quieres decir que no tenemos uno?

Paige puso su mano en el brazo de Adan. Él se la quitó.

– ¿Qué demonios hacemos aquí? -dijo él. Su voz se apretó, tomando una nota chillona del pánico-. Tenemos que apresurarnos. Utilizar ese escáner probablemente activó alguna alarma. Incluso si no lo hizo, alguien vendrá a buscar a esos dos guardias. ¡Maldición!

Los blancos de los ojos de Adam se bañaron de rojo, cuando la rabia reemplazó al pánico. El olor a fuego llameó. Clay agarró a Adam por la espalda de la camisa mientras el puño de Adam conectaba con la puerta. Sonó un fuerte pop. La puerta brilló. Clay arrastró a Adam hacia atrás y lo lanzó a tierra, luego empujó a Paige y mí del camino y se paró sobre Adam.

– Contrólalo Adam -dijo Clay-. Concéntrate.

Adam puso el rostro sobre la tierra. Convirtió sus manos extendidas en puños, agarrando puñados de hierba y tierra. La hierba chisporroteó y hechó humo. Cuando Adam comenzó a ponerse de pie, Clay puso su pie sobre su espalda.

– ¿Estás bajo control? -preguntó Clay-. No te dejaré pararte hasta que lo estés.

Adam asintió con la cabeza y Clay se apartó, pero quedó tenso. Adam se sentó, sepultó su cara en sus manos, y gimió como un estudiante de primer año de colegio con una resaca asesina. Entonces le dio una sacudida a su cabeza y nos miró.

– Lo siento, chicos -dijo él-. No quise decir… -Su cabeza se sacudió-. ¿Hice eso?

Seguí su mirada fija y vi que la puerta de salida estaba abierta. Parpadeé, miré otra vez, y comprendí que no estaba abierta. Se había ido. Sólo un montón de ceniza permanecía.

– Mierda santa -susurró Paige-. La incineraste.

– ¿Lo hice? -Adam se puso de pie, caminó hacia a la puerta, y tocó el borde, luego gimió y sacudió su mano lejos. Verdugones rojos engalanaron con colores brillantes las yemas de sus dedos. Sonrió abiertamente-.¡Mira, mamá, no hay puerta! -Él golpeó el aire y chilló-. Supongo que no soy tu medio demonio de fuego después de todo. ¿Ves esta puerta, Paige? Recuérdala la próxima vez que decidas calumniarme.

– Felicitaciones -dijo Clay-. Ahora vamos por el infierno de adentro.

Adam asintió con la cabeza y trató de poner una cara seria, pero su sonrisa se resbaló. Clay le hizo señas para que para mostrara el camino. Cuando pasó por encima del montón de ceniza, se inclinó y pasó sus dedos por ella, luego se giró a Paige y sonrió abiertamente, sus ojos brillantes. Ella le sonrió de vuelta, luego lo empujó por la entrada. Estábamos dentro.

***

Nuestra siguiente tarea era inhibir el sistema de radio y alarma. De mis viajes hacia y desde el hospital, sabía que el centro de comunicación estaba localizado en el primer piso, a la vuelta de la esquina del elevador. Varios guardias estaban siempre de servicio allí, manejando el equipo. La oficina de Tucker estaba junto con la estación de guardia. Con algo de suerte, él estaría allí. Matar a Tucker era otro trabajo prioritario. De todo el personal restante, Tucker era el más peligroso, no por sus cualidades personales -Yo no sabía si el hombre tenía alguna- sino porque mandaba las tropas. Cuando alguien descubriera que nos habíamos infiltrado en el complejo, Tucker los reuniría para la la acción. Sin Tucker y sin el sistema de radio, cualquier sentido de orden entre los guardias se vendría abajo -o era lo que esperábamos. La única otra persona que podría controlar posiblemente a los hombres sería Winsloe. A los guardias podría no gustarles o respetar a Winsloe, pero él pagaba sus salarios, que no recibirían si se alejaban y corrían al primer signo de problemas. Pro lo que Winsloe era el siguiente en nuestra lista de objetivos.

Una vez que Winsloe y Tucker estuvieran muertos, estaríamos más preocupados con enfrentamientos contra los guardias por separado que en detectar a los empleados restantes. Ah, seguro, Tess podría tirar una lima de uñas contra nosotros, pero yo probablemente podría agarrarla. Eso dejaba a Matasumi, un tipo que no podía luchar encontrar una salida de un cuarto de baño cerrado con llave. Oh, de acuerdo, olvidaba a alguien. El hechicero. Paige me aseguró que ella reconocería a Katzen si lo viera. Las brujas intuitivamente reconocían a los hechiceros… o eso había oído ella, aunque nunca hubiera encontrado uno ella misma. Muy consolador.

Habíamos planeado tomar nuestro tiempo moviéndonos desde la salida a la estación de guardia, evitando confrontaciones, tomando rutas alternativas si fuese necesario. La puerta de salida incinerada frenaba ese plan. Teníamos que llegar al cuarto de guardia e inhibir la radio antes de que alguien viera el daño.

Por suerte, llegamos al centro de comunicación sin incidentes. Nuestra suerte continuó cuando encontramos sólo dos guardias manjeando la estación. Uno estaba comiendo una barra de granola. El otro hacía el crucigrama en un periódico semanal. Sólo podíamos ver trazos de sus perfiles, pero era bastante para enviar una emoción fría a través mí. Sonreí. Éstos eran dos guardias que reconocía, dos que nunca olvidaría: Ryman y Jolliffe, los hombres que habían ayudado a Winsloe a cazar a Lake, que habíam desempeñado papeles fundamentales en la muerte de Armen, que habían encontrado orgullo y placer vicioso en sus empleos. Y ahora este dedicado dúo estaba tan absorbido con su trabajo que Clay y yo logramos movernos sigilosamente detrás de sin que ninguno lo notara. La tentación de gritar “¡Boo!” y verlos golpear las vigas era casi demasiado grande. Pero teníamos prisa. Por lo que Clay agarró a Ryman con una llave en el cuello y yo rompí el cuello de Jolliffe mientras él consideraba un sinónimo de nueve letras para estupidez. Teníamos que mantener un guardia viva y habíamos elegido a Ryman, esperando que su boca estuviera demasiado llena de granola para que gritara. Lo estaba. Lamentablemente, estaba tan lleno que cuando Clay lo agarró por la garganta, casi se ahogó hasta la muerte, requiriendo un momento de discusión sobre el modo apropiado de realizar la maniobra de Heimlich. Era una situación triste cuando tenías que salvar la vida de alguien antes de matarlo.

Ryman finalmente expelió un trozo empapado de avena, luego solñó una retahíla de vulgaridades.

– Ahora eso no suena como un “gracias” -dijo Clay, sujetando con fuerza su mano sobre la boca de Ryman.

– Hay gratitud para ti -dije. Me incliné sobre la cara de Ryman-. ¿Me recuerdas?

Su cara estaba blanca. Sonreí abiertamente, enseñando los dientes.

– Éstos son los dos sobre los que te conté -le dije a Clay.

Sus ojos chispearon, y él devolvió mi sonrisa -Perfecto.

Ryman hizo un ruido que sonó sospechosamente a un quejido. Lo dirigí una última sonrisa, luego me alejé, dejándolo con Clay. Mientras Adam desconectaba el equipo de comunicación, rompí la cerradura de la oficina de Tucker, me incliné dentro, miré, y olí.

– Parece que nuestra suerte se detiene aquí -dije-. Ningún signo del coronel.

– Por eso tenemos a éste -Clay golpeó el torso de Ryman sobre el escritorio, atropellando una botella de agua mineral-. Guardemos este informe. ¿Dónde encontramos a Tucker?

La sangre goteó de la nariz de Ryman. Él parpadeó, orientándose, luego aclaró su garganta y levantó su cabeza.

– Paul Michael Ryman -dijo, su voz acompasada, robótica-. Antiguo cabo del Ejército de los Estados Unidos. Actualmente sirviendo bajo el Coronel de Operaciones Especial R. J. Tucker.

– ¿Qué demonios es esto? -dijo Clay.

Paige amortiguó una risa -yo, uh… creo que es su versión de nombre, fila, y número de serie. Lo lamento, Paul, pero eso realmente no va a ayudarnos.

Clay se inclinó, estiró la mano de Ryman contra el escritorio, luego la rompió con su puño. Hubo un crujido enfermante, como el del rompimiento de huesos de un ave. Ryman chilló, oyéndose a medias por la mano de Clay sobre su boca.

– Los doctores tendrán mucho tiempo arreglando esto -dijo Clay-. Yo lo llamaría una amortización. Era la mano izquierda. Ahora la derecha. ¿Dónde está Tucker?

– Paul Michael Ryman -jadeó Ryman cuando Clay destapó su boca-. Antiguo cabo del Ejército de los Estados Unidos. Actualmente sirviendo bajo las órdenes del Coronel de Operaciones Especial R. J. Tucker.

– Oh, por el amor de dios -dijo Paige-. Vamos, Paul. Apreciamos tu lealtad, pero confía en mí, nadie más va a dar un maldito peso. Sólo di al hombre lo qué él quiere saber y termina.

– Paul Michael Ryman. Antiguo cabo del Ejército de los Estados Unidos. Actualmente sirviendo bajo las órdenes del Coronel de Operaciones Especial R. J. Tucker.

– Hombres -refunfuñó Paige, sacudiendo su cabeza.

Clay extendió la mano derecha de Ryman sobre el escritorio. Un chorro de estática de un juego de altavoces me hizo brincar. Clay sólo echó un vistazo a Adam.

– Lo siento -dijo Adam-. Ya casi lo hago.

Bajó el volumen en el altavoz estático que vomitaba, luego se inclinó para mirar los cables del otro.

– Bien -dijo Clay-. Una última posibilidad. Dón…

El altavoz que todavía funcionaba rompió en un ensordecedor gemnido. Cuando Adam extendió la mano rápidamente para apagarlo, una voz sonó.

– Jackson a basar. Base, ¿Copia? Repito, la seguridad ha sido violada…

– Espera -susurró Clay antes de que Adam lo apagase. Hizo señas hacia mí para que sostuviera a Ryman callado y tranquilo, luego le arrebató el micrófono a Adam-. ¿Cómo funciona esta cosa?

– Empuja el botón para hablar. Suéltalo para escuchar. Ellos no pueden oír nada a menos que el botón esté abajo.

Clay subió el volumen con la manivela del altavoz desconectado. La estática llenó el cuarto. Empujó el botón de conversación.

– Base a Jackson -dijo Clay, tragando su acento-. Aquí Ryman. Tenemos problemas con el equipo. Repito…

– Mierda, Paul -volvió la voz-. Puedo oírte apenas. Dije que tenemos una violación. La puerta de mierda ha sido quitada. Suopngo que explosivos, pero mierda, deberías ver esto. Nada más que ceniza. Una bomba infernal.

– No -dijo Adam, sonriendo abiertamente-. Un medio demonio infernal.

Clay le hizo señas para que callara, luego pulsó el botón del micrófono -¿Dónde estátú…-el coronel Tucker?

– La última vez que lo vi, estaba en el nivel dos, tomando el inventario en el armario de armas. ¿Él no contesta su radio?

– Intentaré otra vez. Mantén tu posición. Envío refuerzos.

Clay dio el micrófono a Adam, luego gesticuló desde mí a Ryman.

– ¿Lo quieres? -preguntó.

Encontré los ojos de Ryman con una fría mirada-. No realmente. Sigue adelante y mátalo.

Los ojos de Ryman se hincharon. Su boca se abrió, pero antes de que algo saliera, Clay rompió su cuello. Una vez que Adam terminó de desconectar la radio y los sistemas de seguridad, nos dirigimos hacia el armario de armas.

***

Ahora, no sabíamos exactamente donde encontrar el armario de armas. El guardia había dicho nivel dos, lo que lo reducía algo. De mis excursiones al hospital, había aprendido que el segundo piso se parecía mucho al nivel inferior, un bloque grande con un único pasillo que se unía al elevador. Esto lo hacía más fácil. Todo lo que teníamos que hacer era revisar cada cuarto hasta que encontráramos a Tucker. Hacer que Ryman nos dijera la posición exacta del armario de armas habría tomado demasiado tiempo.

En nuestra búsqueda, encontramos y matamos a dos cocineros. No, no nos amenazaron. No, no los percibimos como una amenaza. La desagradable verdad era que teníamos que matar a todos. No importando cuán inocuos pudiesen parecer, hasta el empleado más humilde poseía el arma más peligrosa de todas: conocimiento. Sabían que existíamos, y por eso, no podíamos permitirles dejar el complejo.

***

Buscando a Tucker, encontramos a Matasumi en un cuarto cerrado con llave, o debería decir, lo olí a través de una puerta cerrada con llave. Escuchamos durante un momento, luego Paige lanzó un hechizo menor para abrirlo. Ella confesó que el hechizo sólo funcionaba en cerraduras simples, pero ya que era silencioso, decidimos intentar eso antes de emplear técnicas físicas. Funcionó y abrimos la puerta. Miré detenidamente dentro y vi a Matasumi sentado frente a un ordenador. Estaba solo. Cerré la puerta silenciosamente, dándole un golpe a Paige en la barbilla cuando ella estiró el cuello para echar una mirada dentro.

– Todo limpio -susurré-. Él trabaja en un ordenador. No parece comprender que haya un problema.

– Él lo sabe -dijo Paige-. ¿Viste los discos Zip? ¿La mochila? Está haciendo una copia de seguridad de los datos y borrando el disco duro antes de arrancar.

– Y está a punto de encontrar un error fatal -dijo Adam, sonriendo abiertamente-. ¿Importa si me ocupo de éste?

– Vi un arma en el escritorio -dijo Paige-. Una grande. Probablemente agarró la más grande que pudo encontrar.

Clay me echó un vistazo.

– Dudo que tenga la menor idea de cómo usarlo -Sentí con la cabeza a Adam-. Seguro, ve. Te cubriremos. Sólo sé…

– Cuidadoso -dijo Adam-. Lo sé.

Abrí la puerta. Matasumi miraba la pared lateral. Sus dedos volaban a través del teclado. Mientras Adam entraba en el cuarto, Matasumi se inclinó para poner otro disco en la unidad. Vio a Adam y se congeló, luego echó un vistazo al arma en la esquina del escritorio. Su mano salió como una flecha, pero Adam arrebató el rifle antes de que Matasumi se acercara.

Adam blandió el arma y silbó-.Esto es un buen pedazo de capacidad armamentística. ¿Tiene una licencia para ella, Doctor?

Matasumi se congeló otra vez, su mano todavía extendida.

– No lo creo -dijo Adán-. Yo tampoco, por lo que nos desharemos de esto antes de que alguien salga herido.

Adam comenzó a sacudir el arma hacia Clay, luego lo pensó mejor, la puso en el suelo, y la lanzó hacia nosotros con su pie.

– Adam Vasic -murmuró Matasumi.

– ¿Sabe mi nombre? Me siento halagado.

Adam agarró la mano de Matasumi y la sacudió. Matasumi gruño y trató de quitar su mano. Contempló los manchones rojos brillantes en su palma, luego jadeó hacia Adam, como si fuera incapaz de creer que él lo había quemado.

– Ups -dijo Adam-. Lamento esto, Doctor. No he logrado completamente mantener el control aún -Adam se giró hacia el ordenador-. ¿Estaba trabajando? Es un pedazo de hardware. ¿Paige, ves esto? ¿Qué es?

Adam se inclinó y bizqueó hacia la cpu. Extendió la mano y la tocó. Chispas volaron. Los circuitos reventaron. Matasumi se sacudió atrás.

– ¡Maldición! -dijo Adam-. Esto tiene mala cara. ¿Crees que puedes arreglarlo, Paige?

– Lo siento, no soy técnico.

Adam sacudió su cabeza-.Supongo que somos unos pobres sin suerte, Doctor. Lamento esto. ¿Qué hacía usted de todos modos? ¿Descargar archivos? -Adam hizo reventar el disco de la unidad. Chisporroteó, luego se derritió como cera entre sus dedos-. ¡Ay! Espero que tenga copias de seguridad.

Los ojos de Matasumi parpadearon hacia un anaquel cerrado con llave arriba. Clay avanzó y lo rompió. Adam observó un puñado de discos. Estos se desintegraron a su toque, dejando sólo pedazos carbonizados de plástico y metal.

– ¿Ves? -dijo, mostrando a Clay su puño lleno de cenizas-. Esto es lo que pasa cuando me ayudas a reforzar mis poderes. Incluso peor que la maldición del Rey Midas. Al menos el oro tiene valor -se dio vuelta hacia Matasumi y se encogió de hombros-. Lo siento, Doctor, pero realmente es para mejor. No podemos dejar que esa información salga fuera de estas paredes, ¿verdad? Oh, espere. Hay un banco de memoria más que tengo que apagar. Mis disculpas de antemano.

Adán quitó un cable del ordenador y se lo puso alrededor del cuello de Matasumi. Durante un segundo, Matasumi no pareció comprender lo que pasaba. Entonces sus manos volaron a su garganta. Demasiado tarde. Cuando Adam tiró el cable con fuerza, éste se encendió, llameó, luego murió cuando Matasumi cayó de lado, tieso.

– Disfrutaste demasiado -dijo Paige.

Adam sólo sonrió abiertamente -¿Qué esperas? Soy un demonio.

– Medio demonio.

– Y un demonio entero habría torturado al pobre tipo primero. Al menos yo fui misericordioso.

– Termina de destruir los archivos y el ordenador -dijo Clay-. Luego nos movemos.

***

– ¿Debería ponerme en contacto con Kenneth ahora? -preguntó Paige cuando dejamos el cuarto.

Clay sacudió su cabeza y siguió andando.

– Pero Jeremy dijo que los notificáramos una vez que estuviéramos dentro y tuviéramos los sistemas abajo.

– No, él dijo que lo notificaras cuando Elena te dijera que lo hicieras.

Paige me echó un vistazo.

Sacudí mi cabeza -No todavía.

– Pero podríamos usar su ayuda.

– ¿La ayuda de quién? -dijo Clay, deteniéndose de repente y girando hacia ella-. ¿Kenneth? Él no puede luchar. ¿Cassandra? Ella podría luchar, si quisiera hacerlo. Los llamaremos cuando esté claro.

– Pero…

– Pero nada -Clay frunció el ceño hacia Paige-. Me estás pidiendo que ponga a mi Alfa en una posición potencialmente peligrosa donde no sólo es el único luchador, sino que donde además es responsable de las otras dos personas. No haré eso.

– Lo siento -murmuró Paige mientras Clay se daba la vuelta.

Clay giró hacia ella -¿Qué?

– Dije, lo siento.

Clay vaciló, le lanzó un brusco asentimiento, y luego nos hizo señas para que calláramos y comenzó a avanzar otra vez.

***

Encontramos el armario de armas. Para mi sorpresa, realmente era un cuarto entero. Hey, nunca he estado en la milicia. Oigo el término “armario de armas” e imagino un armario de escuela secundaria lleno de AK-47 y granadas en vez de calcetines malolientes y emparedados de jamón de semanas.

Me moví sigilosamente hacia una entrada abierta, eché una ojeada a la vuelta de la esquina, y vi a Tucker garabatear en un sujetadatos. No sólo estaba solo, sino que nos daba la espalda. Tal vez Bauer había tenido un punto cuando hizo ese pequeño discurso sobre la sobreconfianza en la tecnología en la época postindustrial. Estos tipos estaban tan convencidos de la impenetrabilidad de su sistema de seguridad de alta tecnología que, mientras que ninguna alarma resonara, se sentían seguros. Tucker ni siquiera estaba armado. Realmente, ¿dónde estaba el desafío?

Retrocedí ante la puerta e hice señas a Clay. Él se arrastró a mi lado, echó un vistazo alrededor de la puerta, y sacudió su cabeza. Nos lanzamos a una conversación de signos. Entonces asentí con la cabeza, retrocedí, y le hice señas a Adam y a Paige para que avanzaran. Clay se deslizó alrededor de la puerta, sus zapatos silenciosos contra el linóleo. Cuando Adam trató de seguirlo, puse mis manos para detenerlo. Clay podía manejar esto solo. Mejor si nos quedábamos escondidos.

Cerré mis ojos para afilar mi oído y rastreé el susurro de la respiración de Clay, trazando un mapa contra Tucker. El espacio entre ellos se cerraba. Entonces, cuando esperé el sonido del ataque, dos clics fuertes rompieron el silencio. Armas.

Embestí contras la entrada abierta. Paige agarró la espalda de mi camisa, deteniéndome mientras dos guardias salían de sus escondrijos, sus armas en la cabeza de Clay.

ANIQUILACIÓN

Clay se congeló a mitad del paso. Sus ojos vacilaron de una guardia al otro, pero no se movió, ni siquiera completó su paso. Tucker se dio vuelta para afrontarlo, sonriendo.

– Entonces eres tú -dijo Tucker-. El bruto que sacó a mis hombres cerca de Augusta. Si no hubiéramos encontrado la cámara, yo no lo habría creído. Tres de mis mejores hombres. Asesinados por un perro rabioso.

Clay no dijo nada. Adam, Paige, y yo esábamos parados en la entrada abierta. Tucker no hizo caso de nosotros.

– No fue una mala idea, inutilizar las radios y alarmas -dijo Tucker-. Nada mal, pero tampoco brillante. Subestimaste cuán bien he entrenado a mis hombres. Tan pronto como Jackson comprendió que teníamos una violación, él envió a uno de su equipo para advertirme personalmente.

Paige sostuvo mi brazo. Mientras Tucker hablaba, ella lo apretaba. Pensando que estaba asustada, no la alejé. Entonces ella me pellizcó con tanta fuerza que tuve que morder un gemido. Cuando la fulminé con la mirada, ella asintió con la cabeza casi imperceptiblemente hacia el guardia cercano. Le devolví una sacudida de cabeza igualmente discreta. No había manera de que yo pusiera en peligro la vida de Clay atacando un guardia. Paige apretó mi brazo con más fuerza y me lanzó una mirada impaciente. Me di vuelta lejos.

Tucker continuó -Sí, sé que estamos cuatro a tres ahora mismo. No son probabilidades excepcionales para nuestro lado, pero espero que mejoren en cualquier momento. Uno de mis hombres reúne la reserva mientras hablamos -Él inclinó su cabeza-. ¿Oigo pasos? Creo que lo hago. Pero tú eres el que tiene audición biónica. Dime, ¿Cuántos hombres se acercan? ¿Cuatro? ¿Seis? ¿Diez?

Paige murmuró en voz baja. No sonaba como español… ¡Mierda! Ensayaba lanzando un hechizo. Antes de que pudiera detenerla, el guardia que estaba más lejos de nosotros se tensó. Miró de un lado al otro, sólo con movimiento de ojos, lentamente entrando en pánico. Supe entonces lo que Paige había lanzado: un hechizo de agarre. Paige liberó su apretón a mi brazo y volé hacia el guardia más cercano. Mientras me lanzaba hacia él, un tiro salió despedido hacia el techo. Tiré el arma de sus manos mientras caíamos al suelo. El segundo guardia se daba vuelta ahora, el hechizo roto.

Adam paso por encima de mí y lanzó al otro guardia hacia la pared. Clay agarró a Tucker por el cuello. Mientras conducía mis puños hacia el estómago de mi objetivo, su rodilla me atrapó en el pecho, girándome. Olor a carne ardiendo llenó el cuarto. El otro guardia gritó. Al sonido, mi guardia vaciló justo lo suficiente para aguantar mi respiración. Lo levanté sobre mi cabeza y lo lancé hacia un juego de pesados anaqueles de acero. La parte de atrás de su cabeza se golpeó en la esquina del anaquel superior. Colgó allí un minuto, suspendido en el aire. Sus ojos parpadearon una vez, luego volcó su cara hacia el suelo, la sangre salía a borbotones de una grieta detrás de su cráneo. Clay comprobó el pulso del guardia mientras me paraba.

– Muerto -dijo.

Un vistazo a Tucker y al otro guardia me dijo que ellos sufrían de la misma condición.

– ¿Puedes oír a alguien viniendo, querida? -preguntó Clay.

– Tucker estaba mintiendo -dije-. Pero vienen ahora. Al menos cuatro. No menos de siete. Deberíamos correr.

– ¿Correr? -dijo Adam-. ¿Sus siete contra nosotros cuatro? Esas son probabilidades decentes.

– Quiero excelentes, no decentes. Siete a cuatro casi garantiza una pérdida en nuestro lado. ¿Te ofreces para la posición?

Adam echó un vistazo a Clay.

– Elena tiene razón -dijo Clay-. Corremos ahora y esperaremos a que se dispersen. Si no lo hacen, escogemos el campo de batalla. Aquí, estamos arrinconados.

Dejamos el armario de armas.

***

Aunque yo podía oír la llegada de los guardias, no estaban a la vista aún. Los vimos a la vuelta de la esquina. Entonces nos metimos en una entrada abierta.

– Están en el armario de armas -susurré mientras escuchaba-. Hablan… ven a Tucker. Uno -no, dos se quedan para comprobar señales de vida. El resto va a seguir buscando. Han reducido la marcha a un paso, pero vienen por este camino.

– Se han separado -murmuró Clay-. Pero no por mucho tiempo.

Me di vuelta a Paige-.¿Puedes lanzar ese hechizo de cobertura?

– Claro -dijo.

– Eso funciona… ¿realmente?

Su cara se oscureció-.Por supuesto -se detuvo y asintió con la cabeza-. Funcionará. Es un hechizo nivel tres. Soy una aprendiz nivel cuatro. Hechizos de agarre son de cuarto nivel, que es el por qué me dan un poco de problemas.

– Bien. Ustedes tres esperen aquí en la entrada. Paige lanzará su hechizo de cobertura. Quedénse quietos y no les verán. No me cubras, Paige. Seré el señuelo y los conduciré por delante de ustedes. Clay y Adam pueden atacar por la espalda. Una vez la atención de los guardias, y sus armas, estén lejos de mí, me uniré a la lucha.

Paige sacudió su cabeza-.Yo seré el señuelo.

– No tenemos tiempo para discutir -dijo Clay.

– Tú, Adam, y Elena son luchadores. Yo no. Mejor tener tres al ataque. Además, Elena puede no parecer demasiado amenazante, pero cuando estos tipos me vean, las palabras ‘pateen el trasero de la perra’ no entrarán siquiera en sus mentes. No esperarán una lucha.

– Ella tiene razón -dijo Clay.

Vacilé.

– Estaremos aquí mismo -me susurró Clay, demasiado bajo para que los demás oyeran-. Ella estará bien.

– A sus lugares todos -dijo Paige-. Aquí vienen.

***

En la consiguiente batalla, Adam atrapó una bala en el hombro. Doloroso, pero no incapacitante. Los guardias murieron. Todos, los cuatro que había venido por la esquina, más los dos que se habían quedado para comprobar a Tucker, más otros tres que llegaron antes de Paige terminara de lanzar un hechizo de curación para detener el sangrado de Adam. Nueve guardias. Todos los muertos. Cuando termimos, Paige se puso de pie entre los guardias muertos, miró los cuerpos, y se perdonó. Pasó los pocos minutos siguientes en un cuarto vacío. No la molestamos. Ella no era la única que había visto suficiente muerte ese día. Cuando pensé en toda la matanza por venir, los guardias y el resto del personal que no habíamos encontrado aún, mi propia resolución comenzó a vacilar. Era demasiado. Sí, yo había matado antes, pero habían sido callejeros, asesinos, y sus muertes habían sido espaciadas durante todos mis años como werewolf. Matar a tantas personas, en un tiempo tan corto… Yo sabía que tendría pesadillas sobre este día, que vería sus caras, me preguntaría si tenían mujeres, novias, niños. Me dije que no podía pensar en esto. Tenían que morir para proteger nuestros secretos. Habían entendido el peligro cuando fueron contratados en este proyecto. Saber eso no lo hacía ni un poco más fácil. Los cuerpos se amontonaban, y desesperadamente quise encontrar algún modo de evitar la matanza. Pero no había ningún otro camino. Todos tenían que morir.

Adam, Clay, y yo no cambiamos ni siquiera una palabra mientras Paige se fue. Cuando ella volvió, su cara estaba pálida, pero severa.

– Terminemos con esto -dijo.

Adam parpadeó y miró alrededor confuso, como un sonámbulo que se despierta en el patio de atrás. Su cara estaba tan pálida como la de Paige. Neurosis de guerra. Clay miró de Paige a Adam y luego a mí. Descansó las yemas de sus dedos en mi brazo y me dio medio giró, afrontándome.

– Yo terminaré -dijo-. Ustedes han tenido suficiente. Muéstrame donde mirar y cubre mi espalda. Haré el resto.

Encontré sus ojos. Él pareció tan cansado como yo me sentía. No físicamente agotado, sino mentalmente borrado. Había tenido bastante, también. Cuando toqué su mano, él apretó mis dedos.

– Encontremos un lugar seguro para ellos -murmuré, demasiado bajo para que Paige y Adam oyeran-. Entonces tú y yo terminaremos.

Clay vaciló.

– Jeremy nos dijo que nos quedáramos juntos -dije-. No te dejaré luchar solo.

Clay buscó mi cara, luego exhaló lentamente-.De acuerdo, querida. Vamos a terminar esto entonces podremos irnos a casa.

***

Dejamos a Paige y a Adam detrás. Paige estuvo de acuerdo sin hacer comentarios. Adam protestó, pero lo separé para hablar aparte y le expliqué que estábamos preocupados por Paige y no nos atrevíamos a abandonarla sin alguien que hiciera guardia. Creo que Adam lo sabía mejor, pero después de ver un modo de salir de acción con su dignidad intacta, aceptó el cambio de proyectos y escoltó a Paige a un cuarto vacío.

Clay y yo cubrimos el segundo nivel entero dos veces. Cuando no encontramos ningún signo de Winsloe, fuimos arriba, salimos del complejo, y comprobamos potenciales escapes. Los cuatro vehículos estaban todavía en el garaje. Matamos dos guardias que frenéticamente tratan de arreglar uno. Luego rodeamos el perímetro del complejo, escuchando y oliendo por alguien que pudiese haber escapado a los bosques. Nada. Ningún rastro de Winsloe tampoco.

Cuando volvimos con Paige y Adam, pedí a Paige que siguiera adelante y contactara con Kenneth. Era momento de que Jeremy se uniera a nosotros. Les llevaría al menos treinta minutos pasar a través de los bosques. Para entonces, estaríamos listos para recibir su ayuda limpiando y destruyendo pruebas. Primero, sin embargo, teníamos una última tarea: limpiar las celdas.

EMANCIPACIÓN

Paige y Adán insistieron en acompañarnos abajo. Según mi cuenta, la mayor parte de los guardias estaban muertos ya, entonces les dejamos venir. Tal como esperaba, sólo estaban los dos hombres habituales que manejaban la estación de guardia del bloque de celdas. Clay y yo los despachamos, luego nos dirigimos a las celdas. El trabajo de Adam desconectando el sistema significaba que todas las puertas de seguridad estaban abiertas ahora, por lo que podríamos desechar la bolsa de partes de cuerpo que Clay había recuperado desde fuera.

Antes de entrar en el bloque de celdas, Clay y yo nos separamos. Sí, Jeremy nos había advertido que no lo hiciéramos, pero entendía que él no quería decir que no debíamos dejar de vernos en absoluto. Él confiaba en mí para usar mi discreción, y esa discreción decía que sería mejor que dos de nosotros entraran al bloque de celdas por puertas opuestas. Estuvimos fuera de contacto durante sólo unos segundos mientras pasábamos por el pasillo hacia el bloque de celdas. Entrar por puertas separadas significaba que nadie podría escapar por el otro lado mientras entrábamos. Una precaución innecesaria. Winsloe no se escondía en el pasillo de celdas. Nadie lo hacía. Paige y yo entramos pro el lado de la estación de guardia, y, mientras pasábamos por la puerta, Adam y Clay se dirigían ya hacia nosotros desde la otra puerta.

– Deberíamos dejarlos a todos libres -llamé cuando ellos se acercaron.

Clay asintió con la cabeza-.Nos da una posibilidad de comprobar las celdas para buscar a Winsloe.

– ¿Es ella? -susurró Paige.

Me di vuelta para ver que ella se había detenido en la celda de Savannah. Dentro, Savannah jugaba en un Game Boy, su nariz fruncida debido a la concentración.

– Ella está bien -dije-. Bien.

– ¿Podemos soltarla? -dijo Paige, todavía cuchicheando, como si Savannah pudiera oírnos por casualidad.

Sacudí mi cabeza-.Veamos a Leah primero. Asegúrate que ella está en su celda.

La celda de Leah todavía estaba al lado de la de Savannah, y lamentablemente ella estaba también viva y bien, sentada en su silla, sus pies apoyados en una mesa, leyendo una Cosmo.

Adam miró detenidamente la celda-.¿Ésta es ella? ¿La malvada Leah? No me parece muy peligrosa. Yo podría llevarla.

Paige puso sus ojos en blanco-.Increíble. Una puerta desintegrada y el muchacho de fuego cree que es el rey de los demonios.

– ¿Muchacho? -chisporroteó Adam-. Soy un año más viejo que tú.

– Muévanse -dijo Clay-. Mientras que está asegurada, la dejaremos allí hasta que Jeremy decida lo que hay que hacer.

Adam echó un último y añorante vistazo a Leah, luego se giró a mí -¿Ahora qué?

– Tú y Clay pueden comprobar cuántas otras celdas están ocupadas mientras Paige y yo hablamos con Savannah.

Mientras Clay y Adam se ponían en marcha hacía abajo por el pasillo, Paige y yo nos acercamos a la celda de Savannah. Dentro, ella todavía jugaba con su videojuego. Hicimos una pausa fuera de la puerta.

– ¿Le dijo mi madre a Savannah algo sobre mí? -preguntó Paige.

Asentí con la cabeza -Ella sabe que esperar, que vas a cuidar de ella. O, que ese era el plan, aunque supongo que mientras vuelves a tu Aquelarre, eso sería suficiente. Dudo que Ruth realmente esperara que adoptaras a una niña de doce años.

– Ella lo hacía -dijo Paige-. Aunque yo no esoty segura de qué pensará Savannah de la idea.

– Oh, estará bien -extendí la mano hacia la manija-. ¿Lista?

Algo parecido al pánico revoloteó a través de la cara de Paige. Entonces exhaló, enderezó su blusa, y pasó una mano a través de sus rizos, como si se preparara para una entrevista trabajo.

– De acuerdo -dijo. Ella se estiró por delante de mí, abrió la puerta, y entró-. Hola, Savannah.

Savannah se levantó de un salto, el Game Boy se estrelló contra el suelo. Sus parpadearon por encima de Paige y me vieron. Sonriendo abiertamente, ella corrió y lanzó sus brazos alrededor de mí.

– Yo sabía que volverías -dijo.

Ouch. Eso duele. Realmente duele. ¿Pero había vuelto, verdad? Sólo lamentaba no haber tenido fe suficiente para no abandonarla en primer lugar.

– Esta es Paige Winterbourne -dije-. Ruth…

– La hija -terminó Paige.

Savannah se giró hacia Paige. Eran de la misma altura.

– ¿Esta es la bruja que supuestamente me cuidará? -Savannah miró desde mí a Paige, entonces se volvió hacia mí-. ¿Qué edad tiene ella?

– Tengo veintidós años -dijo Paige, sonriendo.

Los ojos de Savannah se ensancharon de horror-.¿Veintidós? ¡Ella es apenas más vieja que yo!

– Hablaremos de esto más tarde -dije-. Ahora mismo…

– ¿Quién es él? -Ella señaló a Clay, que estaba de pie en la entrada, luego comprendió que estaba apuntandole y convirtió el gesto en una onda.

– Clayton -dije-. Mi…

– Ruth me contó sobre él. ¿Tu marido, verdad?

– Uh-sí.

Savannah dirigió a Clay la versión adolescente de una mirada, que no se extendió más abajo de su cuello. Ella asintió con la cabeza con aprobación, luego avanzó, casi tropezando conmigo.

– ¿Quién es ese?

– Adam Vasic -dijo Adam, entrando en el cuarto fingiendo una reverencia.

Savannah sofocó una risa tonta -Ruth te mencionó. El demonio de fuego. Eso no suena demasiado malo, pero ¿Qué puedes hacer? ¿Además de empezar incendios?

– Realmente deberíamos… -comenzó Paige.

– ¿Es Savannah Levine, verdad? -preguntó Adam.

Savannah asintió con la cabeza. Adam amplió su mano con un floreo, hizo una pausa, luego puso su dedo en la pared. La pared echó humo. Usando su dedo, grabó S. L., luego dibujó un corazón alrededor de eso.

La cara de Savannah se encendió, pero luchó para esconderlo bajo un velo de indiferencia-. No está mal. Pero cualquiera puede hacer eso con una lupa. ¿No tienes algun poder verdadero?

– Más tarde -dijo Clay-. Tenemos dos celdas más que desocupar.

Adam se apartó para dejar la pasada a Savannah, sosteniendo la puerta abierta para ella. Ella pretendió ignorarlo, pero no pudo esconder una diminuta sonrisa y un último vistazo a sus ilustraciones en la pared. Pobre Xavier. Tan fácilmente expulsado de los afectos de Savannah por un medio demonio más joven, más poderoso. Cuán voluble es el corazón de una muchacha de doce años.

Cuando Savannah pasó por delante de Adam, chocó con Clay que bloqueaba la salida.

– Ella se queda aquí -dijo él-. Paige puede cuidar de ella.

Savannah gruñó.

– Deberíamos haberla liberado al final -dijo Clay-. Todavía pueden haber guardias por ahí. No quiero que ella deambule.

– No deambularé…

Clay la cortó con una mirada. Ellos trabaron sus miradas, luego Savannah dejó caer su mirada fija.

– Bien -dijo ella. Se giró sobre sus talones, observó su cama, y se lanzó encima de ella, con los brazos cruzados, de cara a la pared.

– Adam, permanence con ellas -dijo Clay-. Monta guardia.

– No necesito a nadie para protegerme -dijo Savannah, tirando y sentándose, el resentimiento desapareciendo cuando Adam se acercó-.Pero puedes cuidar de ella -sacudió su barbilla hacia Paige-. Ella parece necesitar ayuda.

– Esto va a ser divertido -murmuró Paige en voz baja-. ¿No podían haberme encontrado una pequeña y dulce bruja de ocho años?

– Podría ser peor -dije-. Podría tener dieciséis.

– Un día, los tendrá.

***

Quedaban dos presos. Curtis Zaid, el sacerdote Vodoun, y un nuevo cautivo en la celda en frente de mi vieja celda.

– ¿Qué piensas que es? -Le pregunté a Clay, inclinando mi cabeza para estudiar al recién llegado-. Oí que ellos trataban de capturar a un vampiro, pero este tipo no parece demasiado anémico, ¿verdad?

Era una subestimación. El hombre en la celda medía casi 1.90 metros, con amplios hombros y pleno de músculos, lucidos a través una sudadera sin mangas y vaqueros gastados. Definitivamente no estaba anémico.

– Puedes dejar de babear, querida -dijo Clay.

Le hice una mueca y miré de nuevo al extraño -¿Crees que es un vampiro?

– ¿Quieres que meta mi cuello y lo averigüe?

– Tal vez más tarde. Por el momento, creo que deberíamos dejarlo donde está. Sólo para estar seguros.

Caminamos hacia la celda de Curtis Zaid. Lo miré a través del cristal unidireccional, tratando de tasar su estabilidad mental.

– Parece estar bien -dije-. No vocifera ni maldice. Creo que el pobre tipo se ha perdido, pero no es peligroso. No tiene ningún poder verdadero. Es más probablemente un fastidio que una amenaza.

– Vamos a sacarlo, entonces -dijo Clay, abriendo la puerta.

Cuando entramos en la celda, Zaid se giró y quitó algo de su cabeza. Audífonos, conectados a un reproductor de CD sobre la mesa. Él cerró su libro y lo puso encima de un grabador de vídeo. ¿CDs? ¿Videos? Infierno, todo lo que alguna vez conseguí fueron viejos libros y una televisión con dos estaciones. Tal vez debería haber lanzado maldiciones.

– Estamos aquí para sacarte, Curtis -dije.

Zaid no pareció nada sorprendido. Tal vez estaba demasiado ido. Ignorándonos, se puso de pie y se dirigió hacia la puerta. Nos movimos hacia atrás para dejarlo pasar. Caminó hacia el pasillo, se detuvo, y miró alrededor, como si esperase una trampa. Entonces avanzó hacia la salida.

– Uh, no quieres irte todavía -llamé-. Es una larga excursión a la ciudad más cercana.

Zaid siguió caminando.

– Déjale ir -dijo Clay-. No se irá lejos. Lo encontraremos antes de que nos marchemos.

Savannah corrió de su celda. Adam giró de su posición de guardia y trató de atrapar su brazo, pero la perdió.

– ¿Ya están listos? -llamó ella-. ¿Podemos irnos ahora? ¿Oye, ese es el Sr. Zaid? -Ella se detuvo a unos metros de Zaid, mirándolo hacia arriba, y dando un diminuto paso hacia atrás-. Esto no es un Vudú…

– ¡Savannah! – Paige dijo, corriendo desde la celda-. Te dije que te quedaras…

Ella se edtuvo de pronto. Seguí su mirada fija a Zaid, quién se había detenido y daba vuelta lentamente para afrontar a las dos brujas. Paige estaba blanca. Completamente blanca. Zaid levantó su mano como si saludara. Los pies de Savannah volaron de debajo de ella. Navegó a través del aire.

– ¡Savannah! -gritó Paige y se lanzó hacia la muchacha.

El cuerpo de Savannah se cernió en el aire durante un segundo, luego fue lanzado hacia nosotros como una roca. No, no hacia nosotros. Hacia la pared detrás de nosotros. Clay y yo nos giramos, extendiendo los brazos para agarrarla. Su cuerpo pegó en mi hombro con fuerza suficiente para lanzarme de golpe contra la pared. Clay embistió, atrapándonos a ambas antes de que nos golpeáramos contra el suelo.

Miré por encima del hombro de Clay y vi a Paige parada a cinco metros de Zaid. Estaban uno enfrente al otro, ambos silenciosos. Los labios de Zaid se torcieron en una sonrisa diminuta.

– Ha pasado mucho tiempo desde que tuve el placer de encarar a una bruja -dijo él-. Y aquí tengo a dos. Lamentablemente para ellas son sólo aprendices. Podríamos haber tenido un poco de diversión.

Él revoloteó una mano y las rodillas de Paige se apretaron. Ella tropezó, pero se agarró.

– Mejor una aprendiz de bruja que un hechicero que apuñale por la espalda -dijo ella.

– Katzen -susurré.

Mientras me ponía en cuclillas en el suelo sosteniendo a Savannah, Adam y Clay avanzaron hacia Katzen desde lados opuestos. Él echó un vistazo hacia ellos e hizo un círculo con una mano. Clay se detuvo en seco, parpadeando. Extendió una mano. Su mano parecía golpear algo con fuerza, pero invisible. Balanceó su puño, pero su mano fue detenida a mitad de la oscilación. Katzen nos lanzó una mirada aburrida.

– No te molestes -dijo-. Esto es entre la bruja y yo. Disfruten del espectáculo, pero no se pongan demasiado cómodos. Esto no durará mucho tiempo -se giró hacia Paige-. Me siento magnánimo hoy, bruja. Ríndete y te dejaré ir.

– No hay trato -dijo Paige-. Pero si te rindes, te dejaré ir.

Katzen movió su muñeca. Esta vez Paige masculló unas palabras y su mano se paralizó. Él dobló sus dedos, fácilmente rompiendo la el hechizo de agarre, pero cuando intentó el gesto otra vez, Paige lo hechizó, deteniendo su mano antes de que completara el movimiento.

– Buen intento -dijo él-. Pero pierdes tu tiempo. Ninguna bruja, en particular una aprendiz, puede esperar luchar contra un hechicero. Estoy seguro que conoces tu historia. Ustedes las brujas harían tan bien en recordar el pasado. Todo lo que han abandonado, realmente. Bastante triste.

– Conozco mis lecciones de historia -dijo Paige-. Cualquier hechicero con poderes verdaderos desciende de brujas. Les enseñamos todo, pero cuándo la Inquisición comenzó, ¿Nos protegieron? No. En el momento en que fueron el objetivo, les dieron nuestras cabezas en bandeja de plata. Les dimos poder y ustedes nos traicionaron.

– Quizás me equivoqué -dijo Katzen-. La historia no es todo lo que han abandonado. Hay amargura, también. Amargura y envidia.

Katzen levantó ambas manos. Los labios de Paige se movieron, pero antes de que cualquier hechizo saliera, ella saltó pro el aire. Golpeó la tierra rodando por el impacto, luego se desvaneció. Desapareció. Katzen escaneó el suelo.

– Un hechizo de cobertura. Qué original -Él dio vuelta, pisó fuerte con un pie, luego giró otra vez, pisó fuerte otra vez, como si tratando de aplastar una hormiga que huía.

La barrera de Katzen lo rodeaba a él y a Paige, atrapando a Adam en el lado opuesto del pasillo. Los ojos de Adam brillaban rojos mientras golpeaba la barrera, pero ni siquiera su poder podía abrirnos camino. Clay paseó a nuestro lado, moviendo sus manos sobre la barrera, tratando de encontrar una violación. Yo abrazaba a Savannah mientras comprobaba si tenía huesos rotos. Ella parecía bien, sólo un poco magullada y aturdida.

Katzen siguió pisando fuerte el suelo, moviéndose unas pulgadas con cada golpe -Dime cuando me acerco, bruja. Sabes que te encontraré. Todo lo que tienes que hacer es moverte y serás atrapada. Ese es el problema con los hechizos de bruja, ¿verdad? Sólo puedes defenderte. No puedes devolver el golpe.

Una forma brilló a unos metros de Katzen. Paige, moviendo los labios.

– ¡Paige! -Grité, advirtiéndole que se revelaba.

Antes de que Katzen pudiese darse vuelta, una pelota encendida bajó en picado del techo, lo golpeó en el pecho, y explotó. Él se tambaleó, tosió, su ropa se chamuscó. Movió su cabeza alrededor, buscando a Paige. Uno de sus cortos dreadlocks [13] se encendió y golpeó su mejilla, dejando una huella roja y brillante. Él gruñó y dio palmadas al fuego, luego miró alrededor otra vez. Paige se había ido.

– Bien hecho, bruja -dijo él-. ¿Has estado leyendo manuales de hechiceros?

Él comenzó a decir más, luego se detuvo, dándose vuelta como si algo le hubiera saltado a la vista. Sus labios se torcieron en una lenta sonrisa. Seguí su mirada fija a la celda de Leah. La sonrisa de Katzen se ensanchó, y extendió su mano, murmurando unas palabras. Hubo un clic, demasiado suave para que oídos humanos lo oyeran. Entonces la puerta de Leah crujió y se abrió unos centímetros. Dentro, ella se sentó, su revista deslizándose al suelo. Avanzó hacia la puerta, la abrió, y salió.

DEMOSTRACIÓN

– Te estás perdiendo toda la diversión, querida -dijo Katzen cuando Leah salió de su celda-. Por qué no pones a la muchacha en un lugar seguro mientras trato con esto.

Leah parpadeó, momentáneamente desorientada mientras exploraba el pasillo, su mirada cruzándose con las figuras desconocidas de Clay, Adam, y Paige. Corrí a Savannah de mi regazo y me puse de pie. Leah vio el movimiento y se dio vuelta.

– Debería haberlo adivinado -dijo ella-. Bienvenida de vuelta, Elena.

Clay avanzó hacia nosotros, tratando de no llamar su atención hasta que estuviera bastante cerca para embestir. Al otro lado de la barrera invisible, Adam se paseaba, sus ojos ardiendo sin llamas. Di un paso en frente de Savannah.

– Ni siquiera lo pienses -dije.

– ¿Leah? -dijo Savannah, todavía pareciendo aturdida. Ella luchó y se puso de pie detrás de mí-. ¿Pue… puedes ayudarnos?

Leah sonrió-.Por supuesto que puedo.

Me lancé hacia Leah. Algo me golpeó detrás de la cabeza. Cuando me tiré hacia adelante, todo se volvió oscuro. Volví a la consciencia cuando me golpeé contra el suelo de cemento. Los brazos de Clay estaban alrededor de mí, tirándome.

– Savannah -dije, poniéndome de pie.

Me tambaleé, todavía aturdida por el golpe. El cuarto daba vueltas. La sangre goteaba caliente por mi espalda. Clay trató de estabilizarme, pero lo aparté.

– Ayuda a Savannah -dije.

Clay agarró a Savannah, quién ahora estaba de pie delante de nosotros. Pero su mano no entró en contacto. Se detuvo en seco como cuando él había golpeado la barrera invisible alrededor de Katzen y Paige.

– Ninguna interferencia de ti, werewolf -dijo Katzen-. No necesitamos a tu clase o al demonio de fuego. Toma a tu amigo y a tu compañera, y vete antes de que esta bruja afile mi apetito por un desafío más fuerte.

Me tambaleé hacia adelante y choqué con la barrera que rodeaba a Savannah y a Leah. Mi cabeza todavía giraba. Cuando aporreé mis puños contra la pared invisible, la fuerza de mis propios golpes me envió tropezando atrás. Cuando Clay me agarró, vi algo en el suelo. Un libro, probablemente de la celda de Katzen. La esquina estaba pegoteada con sangre. Mi sangre. Lo contemplé. Un libro. Leah me había golpeado con un ordinario libro, lanzado con fuerza bastante para dejarme pasmada y sangrando. Miré a Savannah y el miedo me llenó.

– Déjala ir -dije-. Es sólo una niña.

Leah puso los ojos en blanco -No me tires toda esa mierda de la ‘niña inocente’, Elena. Savannah tiene doce años. Apenas una niña. Y apenas inocente -Ella se rió de Savannah-. Pero no me importa eso. Cuidaré de ti.

Savannah me miró luego a Leah, todavía aturdida. En ese momento comprendí de lo que había sido capaz Leah, organizando todos esos acontecimientos de objetos voladores y culpando a Savannah. Ella había tratado de hacerse la única aliada de la muchacha, la única a quién ella aceptaría pasara lo que pasara. Además, Leah se había aliado de alguna manera con Katzen, tal como Paige había sospechado. Juntos habían organizado el espectáculo de entero horror de la noche que me escapé. ¿Pero con qué objetivo? No importaba. Ahora mismo todo lo que importaba era que Paige estaba atrapada con Katzen, y Savannah estaba en peligro de irse con Leah. Yo no podía hacer mucho con la primera parte, pero la segunda…

– Ella es inocente -dije-. Inocente de todo lo que pasó aquí. Por qué no le cuentas quién atacó realmente todos esos guardias, quién mató realmente a Ruth Winterbourne. Objetos volantes… un medio demonio telekinético. Hmmm, ¿Podría haber allí una conexión?

– Pero… -Savannah parpadeó mirándome a mí, luego a Leah-. Tú -no harías eso.

– Por supuesto que no -dijo Leah-. Yo nunca te hubiera hecho daño, Savannah.

– ¿No? -Dije-. ¿Y los cristales que volaban? ¿Piensas que cosquilleaban? Pero no estabas allí, ¿verdad? Cómodamente apareciste después de que hubo terminado.

La mirada fija de Savannah pasó de Leah a mí y luego de vuelta.

– De acuerdo -dijo ella tranquilamente-. Si eres mi amiga, Leah, entonces déjalos ir. Dile que deje ir a Paige. Ella no hizo nada malo. Déjales ir e iré con vosotros.

– No puedo hacer eso, Savannah -dijo Leah-. Ellos no te entienden. Ellos te llevarán y, cuando las cosas se estropeen, no entenderán. Soy la única…

– ¡No! -gritó Savannah.

Su cuerpo se sacudió. Durante un momento, pensé que Katzen la tenía otra vez. Me lanzé hacia la barrera, luego vi la mirada en la cara de Savannah. Sus ojos ardían y sus rasgos estaban torcidos de rabia. Sus labios se movieron.

Leah extendió una mano hacia la muchacha, luego se congeló a mitad del movimiento. La confusión vaciló en sus ojos, luego una creciente comprensión, luego una pequeña muestra de miedo. Ella no se movió. Ni siquiera un músculo. Miré a Savannah. Sus ojos estaban fijos en Leah.

– Mi Dios -susurró Paige-. Ella la ha ligado.

Katzen no pareció notar que Paige había reaparecido, rompiendo su hechizo de cobertura. En vez de eso, contempló a Savannah, luego comenzó a reírse.

– Ahora hay poder -dijo. Él miró a Paige que estaba sentada en el suelo-. Ese es un hechizo de agarre, bruja. Tal vez deberías haberle pedido lecciones antes de que decidieras lanzarme uno. Demasiado mal. Yo habría disfrutado de una verdadera prueba.

Él chistó su mano y Paige voló hacia la pared. Ella golpeó el suelo rodando y desapareció. Katzen renovó su búsqueda pisando fuerte. Detrás de ellos, Savannah esaba de pie de espaldas a la acción, ligando a Leah. Adam, Clay, y yo mirábamos, indefensos, nuestra atención partida entre las dos batallas.

Paige brilló cuando lanzó un hechizo. Katzen giró a tiempo para verla a un metro detrás de él, y sus pies volaron, agarrándola en el estómago antes de que ella terminara las palabras. Resollando, Paige rodó fuera de su camino y luchó para ponerse en pie. Ella repitió el hechizo. Otra esfera encendida hizo erupción de la nada, golpeando a Katzen entre los homóplatos y haciéndolo caer de sus rodillas. Mientras él caía, levantó sus manos y Paige fue lanzada por el aire, precipitándose contra el techo. Ella dijo algo y el hechizo del hechicero se rompió repentinamente, dejándola caer al suelo con un ruido sordo y discordante de huesos. Ella rodó y desapareció detrás de otro hechizo de cobertura.

– Un repertorio impresionante pero tristemente limitado -dijo Katzen, poniéndose de pies-. Esas pelotas de fuego no me matarán, bruja. Sabes eso.

– Oh, lo sé -dijo Paige, apareciendo a unos diez metros detrás de él.

Katzen giró para afrontar a Paige. Ella se sentó con las piernas cruzadas en el suelo, no haciendo ningún movimiento para ponerse de pie.

– Pero apostaré a que puedo matarte -dijo ella-. De hecho, puedo hacerlo sin tocarte, sin siquiera pararme.

Katzen se rió -Oh, aquí vamos. El señuelo. Haz todo lo posible, bruja. Entonces haré lo mío.

Paige cerró sus ojos y dijo unas palabras. Katzen se enderezó. Contuve mi aliento. Pero nada pasó. Katzen vaciló, luego comenzó a reír. Paige giró su cabeza y miró a Clay. Él capturó su mirada y asintió con la cabeza, luego dio un paso hacia la pared invisible… y caminó directamente a través de ella. La barrera se había ido. Katzen no lo notó.

– Maldición -refunfuñó Paige-. ¿Puedo uh… intentarlo otra vez?

Katzen rugió de risa. Salté sobre mis pies y me lancé hacia él. Clay y Adán embistieron al mismo tiempo, y los tres golpeamos a Katzen juntos. Sus manos volaron para lanzar un hechizo. Atrapé sus muñecas, apretándola tan fuerte que rompí sus huesos. Katzen jadeó. Clay agarró su cabeza y la giró. El cuerpo del hechicero convulsionó, golpeando a Adam en su lado herido y lanzándolo hacia atrás. Luego Katzen se quedó quieto. Clay comprobó su pulso, esperado que su corazón de detuviera, luego lo dejó caer.

– Está muerto.

La declaración no vino de Clay, sino desde más allá del pasillo. De Savannah. Nos dimos vuelta para ver a Leah que todavía estaba hechizada, su espalda hacia nosotros. Ella no había se dado vuelta. No había visto la lucha, incapaz de quitar sus ojos de Leah sin romper el hechizo.

– Está muerto -dijo otra vez, y comprendí que se dirigía a Leah-. Ha terminado.

La cara de Leah estaba blanca. El ultraje y la pena inundaron sus ojos. Un trueno llenó el cuarto. Un fuerte crack. Luego otro. Un pedazo de yeso voló de la pared detrás de mí. Las ampolletas explotaron. Giré hacia Savannah mientras una silla salía de la celda de Katzen. Ésta golpeó a Savannah en la espalda y ella se encogió. Me precipité hacia ella, pero no lo bastante rápido. Ella cayó hacia atrás al suelo. Paige y yo la agarramos al mismo tiempo. El cristal se arremolinaba alrededor de nosotros, mezclándose con un torbellino de polvo de yeso que caía. Clay gritó. Luego Adam. Paige y yo nos inclinamos sobre Savannah, protegiéndola de la granizada de escombros. Entonces, tan de repente como había comenzado, se detuvo. Y Leah se había ido.

***

Clay y yo seguimos el rastro de Leah fuera, pero no alejamos antes de que una voz familiar nos llamara. Jeremy salió de los bosques, Cassandra y Kenneth iban detrás.

– ¿Qué pasó? -preguntó Jeremy, tomando en nuestra ropa cubierta por polvo y de cristales rotos.

Extendiendo la mano, él limpió un poco de sangre de mi mejilla. Me apoyé contra él, cerrando mis ojos para permitirme un breve momento de paz.

– ¿Estás bien? -murmuró él.

– Viva -dije-. Todos lo estamos.

Di a Jeremy un informe completo, que concluía con la fuga de Leah. Aunque yo quería ir tras ella inmediatamente, Jeremy rechazó ese plan. Él estaba más preocupado por detener a Tyrone Winsloe y descubrir a cualquier empleado que quedase. Si Leah estaba huyendo, no planteaba ningún peligro inmediato. Era un paseo largo al teléfono más cercano. Podríamos detenerla más tarde. Ahora mismo teníamos que asegurarnos de que ninguna persona abandonara el complejo y se llevara nuestros secretos con ellos.

– Clay y yo iremos a buscar a Winsloe -dije.

– Iré con ustedes -dijo Cassandra-. Encontramos sólo un guardia, y Jeremy se ocupó de él. Tyrone Winsloe puede ser mi última posibilidad de tener un combate real.

– Elena y yo podemos manejar esto -dijo Clay-. Si quieres algo para hacer, Cassandra, anda al segundo piso, y ve si puedes encontrar algún alimento caliente.

Cassandra sólo sonrió -No, gracias, Clayton. Esperaré a Winsloe. Él debería estar completamente caliente cuando termines con él.

– Oh, esto me recuerda -dije-. Todavía hay un cautivo abandonado. Podría ser un vampiro, pero no estamos seguros. ¿Podrías mirar, Cassandra? Si él es un vampiro, puedes decirme si es seguro liberarlo. ¿Lo sabrías, verdad?

Ella asintió con la cabeza -No hay muchos vampiros en Norteamérica. Si él es uno de nosotros, debería reconocerlo.

Después de que volvimos al bloque de celdas, conduje a Cassandra abajo por el pasillo hacia el cautivo restante. Mientras andábamos, traté de idear un modo de impedir a Cassandra que nos acompañara a Clay y a mí en nuestra búsqueda de Winsloe. No la quería allí. Winsloe era el mío. Se lo debía por todo lo que había hecho, todo que había amenazado con hacer. Su muerte era un asunto personal, algo que yo compartiría sólo con Clay.

Llegamos a la celda antes de que ideara un plan. Cassandra echó una mirada al hombre dentro y parpadeó. Con fuerza.

– ¿Lo conoces? -Pregunté.

Ella hizo una pausa, pareciendo discutir si habia que mentir -Él es un vampiro.

Interpreté eso como que significaba que lo conocía realmente-.¿Es peligroso?

– No realmente. Tampoco muy útil. Yo no tendría ninguna prisa en liberarlo. Él sólo estorbará. Podemos volver más tarde.

Ella se dio la vuelta para irse. Agarré su brazo. Su piel era fresca al toque, como alguien que hubiera pasado el día en una oficina con aire acondicionado.

– ¿Y si algo pasa y no podemos liberarlo más tarde? -Dije-. ¿O es una posibilidad que quieres tomar, como cuándo yo estaba cautiva?

Las palabras salieron de mi boca antes de que yo las comprendiera. Cassandra se dio vuelta y estudió mi cara.

– Entonces Clayton te contó-dijo ella-. Yo habría pensado que él querría cuidar tus sentimientos. No es como esto, Elena. Eres un werewolf. Un guerrero. Un guerrero brillante, inventivo. No necesitó mi ayuda para escapar. No había nada que pudiera haber hecho.

– ¿Y los demás? Los aconsejaste para que no me ayudaran. Que me dejaran podrirme aquí.

Cassandra suspiró -No fue así, Elena.

– ¿Y la cosa con Clay? ¿Haciéndole una invitación antes de que mi lado de la cama estuviera frío?

– Yo no lo llamaría ‘una invitación’. Clayton es un hombre muy intrigante. Quizás yo estaba un poco demasiado intrigada, pero difícilmente puedes culparme por eso. Ahora estás de vuelta. Él es tu hombre. Respeto eso. No tienes que preocuparte por mí.

Sonreí, enseñando los dientes -Confía en mí, Cassandra, no estaba preocupada -Eché un vistazo al hombre en la celda-. Pero estoy preocupada por este pobre tipo. Lo dejaré libre.

Cassandra palideció, luego rápidamente recuperó su calma -Hazlo.

Ella se dio vuelta y se encaminó por el pasillo, caminando más rápido de lo que yo la había visto alguna vez moverse. ¿Huyendo de la escena? Hmmm.

Abrí la puerta de la celda. El hombre se dio vuelta y me dirigió un vistazo cauteloso.

– ¿Sí? -dijo él, cortés, pero frío.

– Hola, soy Elena -Extendí mi mano-. Tu rescate del día.

– ¿Oh? -Todavía frío. Un arqueo de cejas. Ningún esfuerzo para sacudir mi mano.

– ¿Quieres salir? -Pregunté.

Él sonrió, un poco de calor descongelando la frialdad -Realmente, me sentía completamente cómodo aquí, pero si insistes, supongo que podría arrancarme.

– Tenemos a una viejo amiga tuya con nosotros. Ella está impaciente por verte.

– ¿Amiga?

– Cassandra… No estoy segura del apellido. Pelo castaño rojizo. Ojos verdes. Vampiro.

– ¿Cassandra? -Sus ojos se estrecharon-. ¿Dónde?

– Derecho por ese pasillo.

Me asomé por la puerta. El hombre pasó por delante de mí y marchó hacia el pasillo.

– ¡Cassandra! -gritó.

A mitad de camino opr el pasillo, Cassandra se dio vuelta. Lentamente.

– ¡Aaron! -llamó ella. Sus labios se estiraron en una amplia sonrisa cuando se devolvió hacia a nosotros-. ¿Mi Dios, realmente eres tú? ¿Cuánto tiempo ha pasado? Todos estos años y ya sabes, no has cambiado ni siquiera un poco.

– Muy gracioso -dijo Aaron-. Ahora, Cass…

Ella juntó sus manos con las suyas y le dio un beso en la mejilla-.No puedo creer esto. ¿Cuándo fue la última vez que te vi? Mil novecientos setenta, ¿verdad? ¿Filadelfia?

– Mil novecientos treinta y uno, Rumania -gruñó Aaron, soltándose del abrazo de Cassandra-. Quinta parada de nuestro Magnífico Viaje. Podríamos haber ido a Praga, Varsovia, Kiev, pero no, tenías que detenerte en algún remanso rumano para divertirte jugando a Dracula con los campesinos. Y estoy seguro que habría sido muy divertido si no hubieras sido encerrada con llave en un sótano de iglesia durante tres días y casi te ahogaras en una tina de agua bendita.

– Eso fue un error -murmuró Cassandra.

– ¿Error? ¡Tú me abandonaste allí!

– ¿Ella te abandonó? -Dije-. Imagínense esto.

– Oh, no -dijo Aaron, su mirada aburrida encima de Cassandra-. Ella no sólo me abandonó. Ella me entregó. Su pequeña travesura se descontroló, y cuando la muchedumbre vino, ella se salvó entregándome.

– No fue así -dijo Cassandra.

– Estoy segura de que no fue -dije-. Bien, supongo que ustedes dos tienen mucho que conversar. Sigue adelante, Cassandra. Clay y yo podemos manejar a Winsloe.

Cuando me alejé, Cassandra trató de seguirme, pero Aaron agarró su brazo. Ellos todavía estaba discutiendo mientras Clay y yo dejábamos el bloque celdas célula para buscar a Winsloe.

VENGANZA

El perro estaba en la perrera.

Olimos a Winsloe tan pronto como estuvimos a algunos metros fuera del edificio. Exploramos el perímetro mientras susurraba mi plan a Clay. Antes de que terminara, él atrapó mi brazo, deteniéndome.

– ¿Estás segura de esto, querida? -preguntó.

– Oh, estoy segura. ¿Tú no?

Clay me tiró más cerca y junté su rostro con el mío-.Estoy seguro de que quiero hacerlo, y soy estoy malditamente seguro de que el bastardo se lo merece. Ciertamente es justicia poética. ¿Pero es realmente lo que quieres?

– Es lo que quiero.

– Todo bien, entonces. Si hay algún problema, pese a todo, lo mataré.

– No, yo lo haré.

Clay vaciló-.De acuerdo, querida. Si tenemos una opción, él es tuyo. Pero no me contendré si estás en peligro.

– De acuerdo.

Nos dirigimos hacia la perrera.

***

Winsloe estaba sentado en la parte de atrás de la perrera. Su espalda contra la pared, las rodillas elevadas, la pistola entrenada sobre la puerta. Una vez que hubimos determinado su posición observando detenidamente a través de las polvorientas ventanas, elegimos un curso de acción. Obviamente, entrar por la puerta era inadmisible. No éramos antibalas. Ya que la entrada estaba a la izquierda de Winsloe, seleccioné la ventana más cercana a su derecha. Clay me levantó, y con cuidado desenganché los pestillos, saqué el vidrio, y se lo pasé a Clay. La apertura tenía apenas medio metro cuadrado, demasiado pequeña para Clay, entonces tendría que ir sola. Él me levantó más alto, y me metí mis pies primero, esforzándome para oír a Winsloe abajo, listo para gritar que me sacara si él se movía. No lo hizo. Una vez que mi torso pasó por la ventana, agarré el alféizar con ambas manos, me balanceé de lado, y salté, aterrizando en la cabeza de Winsloe y sus hombros. Él gritó. Agarré su arma y la arrojé sobre la cerca de alambre de la jaula contigua.

– Un grito agradable, Tyrone -dije mientras limpiaba la paja de mis vaqueros-. Muy macho.

Clay entró por la entrada -Me pareció más bien un chillido, querida.

Winsloe se giró para contemplar a Clay.

– Sí, este es Clayton -dije-. ¿Se ve bastante bueno para un tipo muerto, eh?

Mientras Winsloe luchaba para ponerse de pie, Clay avanzó a zancadas, lo agarró por el cuello, lo pegó de golpe contra la pared, y lo revisó.

– Desarmado -dijo, dejando caer a Winsloe.

– ¿Qué? -Dije-. ¿Ninguna granada? ¿Ningún arma? Y te llamas a ti mismo un cazador.

– ¿Cuánto quieres? -dijo Winsloe. Su voz era estable, ribeteada más con cólera que miedo-. ¿Cuál es el precio de una vida por estos días? ¿Un millón? ¿Dos?

– ¿Dinero? -Me reí-. No necesitamos el dinero, Tyrone. Jeremy tiene en abundancia y él es más que complaciente a la hora de compartir.

– ¿Un valor neto de tal vez dos millones de dólares? -Winsloe resopló-. Eso no es nada. Aquí está el trato. Me atraparon en un momento honrado. Quiero pagar una prenda. Diez millones.

Clay frunció el ceño-.¿Qué es esto? Nunca dijiste nada sobre un trato, querida. Me prometiste una caza.

– Lo siento, Ty -dije-. Clay tiene razón. Le prometí una caza, y si no lo complazco, se enfurruñará durante días.

– ¿Caza? -La agitación destelló en los ojos de Winsloe, pero rápidamente la desplazó-. ¿Quieren una caza? Bien. Es justo. Como dije, me atraparon. Aquí está el trato, entonces. Déjenme conseguir mi equipo y tendremos una verdadera caza. Si los mato a ambos, gano. Ustedes me dan el esquinazo y ganarán quince millones.

– El hombre tiene pelotas, querida -dijo Clay-. Tenga que darle eso -Él jaló a Winsloe por la parte frontal de su camisa-. ¿Quiere hacer un trato? Aquí está el trato. Te dejamos ir. Corres por tu vida de mierda. Logras salir del campo de juegos y te dejamos ir. Te atrapamos primero, te matamos. ¿De acuerdo?

– Eso no es justo -chisporroteó Winsloe.

Clay echó su cabeza atrás y se rió-.¿Oyes esto, querida? No es justo. ¿No eran esas sus reglas? Las reglas que planeabas usar si cazabas a Elena. Ella sería liberada y cazada por un equipo de profesionales entrenados. Si ella escapaba del campo de juegos, viviría. De otra manera, moriría. ¿Me pierdo algo?

– Esto no es el mismo -dijo Winsloe, fulminándolo con la mirada-. No soy un werewolf. Un humano no puede luchar sin armas.

– ¿Y esos armarios de equipamiento que tienes ahí? -Dije.

– Están cerrados con llave.

– Bien -suspiré-. Voy a hacerlo ‘justo’, entonces. No lo querríamos demasiado fácil. Sin desafío no hay diversión.

Caminé a la jaula contigua y recogí el arma. Al examinarla, entendí como abrir la cámara y tiré las balas al suelo. Entonces volví hacia Winsloe y le di el arma vacía.

– ¿Qué demonios se supone que tengo que hacer con esto? -dijo.

Clay sacudió su cabeza-.Creí que este tipo supuestamente era brillante. Pensemos acerca de esto. Tenemos que Cambiar formas para cazarte. Esto significa que estaremos ocupados un rato. No vamos a dejarte con un arma cargada para que puedas dispararnos mientras Cambiamos.

– Podrías encontrarnos y golpearnos en la cabeza con la pistola vacía -dije-. Pero yo no lo recomendaría. Haremos el Cambio por turnos. Si te acercas a nosotros, te mataremos. Mientras estamos ocupados, tendrás tiempo para hacer algo. ¿Cuánto tiempo? Bien, no voy a decirte eso. Lo que te diré es que tendrás tiempo para hacer algo. Puedes correr por tu vida. O puedes volver al complejo y encontrar munición para esa arma. O puedes correr al armario de equipo más cercano y tratar de accionar la cerradura. O puedes ir al garaje y ver si puedes conseguir que uno de los vehículos inhabilitados funcione.

– Eso es -dijo Clay-. Lo explicamos detalladamente para ti. ¿Bastante justo?

Winsloe miró fijamente a Clat-.Veinte millones.

– Veinte segundos -dijo Clay.

– Veinticinco mill…

– Diecinueve segundos.

Winsloe soltó su mandíbula, miró desde Clay hacia mí, luego salió de la perrera.

– Él se tomó esto notablemente bien -dije cuando Winsloe se hubo ido.

– ¿Decepcionada? -preguntó Clay.

– Debo confesarlo, había esperado que él se orinase en sus pantalones. Pero no es tan malo. Al menos lo intentará. Más desafío.

Clay sonrió abiertamente -Más diversión.

***

No éramos bastante estúpidos para Cambiar en la perrera. Fuimos afuera y encontramos un claro a aproximadamente veinte metros en el bosque. Clay Cambió primero mientras montaba guardia. Luego cambiamos. Cuando terminé, volvimos a la perrera, donde recogí el olor de Winsloe y lo seguí.

Winsloe no había vuelto al complejo. Tampoco había intentado ir al garaje. Él había ido directamente a los bosques, corriendo por su vida o entreteniéndose con la lastimosa esperanza de poder abrir a la fuerza la cerradura en un cobertizo de equipamientos antes de que lo alcanzáramos. Peor aún -al menos, peor para Winsloe -había tomado el camino principal. Si él había trazado su propio rastro por la maleza, nos habría hecho ir más lentos. En el camino amplio, podríamos correr a toda velocidad, lado a lado. Lo cual hacíamos. Había poca necesidad de precaución. Con sólo una pistola vacía, lo peor que Winsloe podría hacer era esconderse en los arbustos y esperar a que nosotros pasáramos corriendo por delante. No era exactamente causa de grave preocupación.

Pasamos la torre de vigilancia. A mitad de camino para liberar el punto dos atrapé un olorcillo a metal. Mi memoria volvió a esa caza inicial con Lake, y recordé la siguiente señal: un armario de equipamiento. ¿De modo que ese era el plan de Winsloe? A menos que él tuviera práctica en forzar cerraduras, él tendría una gran sorpresa. Y nosotros tendríamos una caza muy corta.

Doblé por la esquina y vi el armario delante. Ningún signo de Winsloe. ¿Se había rendido y había corrido? Mientras más me acercaba al cobertizo, noté algo en la tierra. Anteojos de visión nocturna. Al lado de ellos, un cartón de municiones. Y gemelos. Patiné para detenerme. Las puertas del armario estaban abiertas. La luz del sol destellaba de una llave metálica en la cerradura. Winsloe había tenido una llave desde el principio, o sabía donde encontrar una. Ahora estaba armado con Dios sabe que tipo de artillería.

Mientras contemplaba el desastre, Clay me golpeó el hombro, lanzándome contra los arbustos. Una ronda de fuego rompió el silencio. Clay me pinchó más lejos hacia la maleza. Como no me moví lo bastante rápido, él mordió mi anca. Me metí en los arbustos, con el vientre en la tierra. Clay me seguía. Otra ronda de fuego automático regó balas en un amplio arco por encima de nuestras cabezas. Dondequiera que él se escondiera, Winsloe no podía vernos y apuntaba por el sonido. Reduje la marcha a una velocidad lenta, escabulléndome silenciosamente a través de las ramas. Cuando estuvimos fuera de alcance, encontré una espesura y me detuve. Clay avanzó sigilosamente detrás de mí. Él sorbió a lo largo de mi flanco, hasta mi cuello, quitando la sangre. Cuando terminó, lo revisé. Nos habíamos escapado indemnes… hasta ahora. ¿Cuántas armas tenía Winsloe ahora? ¿Cuánta munición? ¿Alguna granada u otras sorpresas? Cuando yo había dicho que quería un desafío, esto no era en lo quq había estado pensando.

Nos acurrucamos en la espesura, no tanto ocultándonos sino quedándonos quietos y seguros mientras encotrábamos la posición de Winsloe. Después de unos minutos, Clay dio un codazo en mi hombro y señaló al nordeste con su hocico. Levanté mi nariz, pero el viento soplaba desde sur. Clay movió las orejas. Escucha, no huelas. Cerré mis ojos, me concentré, y oí un débil arrastre, el sonido de tela rozando contra tela. Winsloe iba al nordeste, al menos a treinta metros de distancia, de vuelta al armario de equipo. Juzgando por el sonido, él arreglaba su equipo o cambiaba a una mejor posición de ventaja, pero se quedaba cerca de un punto. Perfecto. Indiqué a Clay que deberíamos dispersarnos y circular. Él resopló suavemente y salió de la espesura. Cuando salí, él se había ido.

Por el olor de Clay, yo podía decir que él se había ido por la izquierda, de modo que fui a la derecha. Dando a Winsloe un amplio espacio, me arrastré por los arbustos hasta que calculé que estaba justo al norte de él. Entonces reduje la marcha, me hundí, y me arrastré hacia sur. Ahora el viento estaba a mi favor, haciendo volar el olor de Winsloe a mis fosas nasales con cada aliento. Yo debería haber enviado a Clay por este camino. Su sentido del olfato era más pobre que el mío y el viento le habría ayudado. No importaba. Clay se manejaría bien sin la ayuda suplementaria. Él siempre lo hacía.

Otros diez metros pies me acercaron lo suficiente para ver destellos de la chaqueta gris de Winsloe mientras se movía. Husmeando la rierra, olí buscando a Clay y encontré su olor. Siguiéndolo, corrí entre los árboles y recogí el débil centelleo de la piel dorada contra la maleza apagada. Clay estaba más cerca de Winsloe que yo, por lo que me deslicé hacia adelante hasta que hube arreglado la diferencia. Ahora yo podría empujar mi hocico por encima de un arbusto y ver a Winsloe claramente. Él estaba en cuclillas en un claro, las manos apretadas alrededor de un arma automática grande, sus ojos mirando de izquierda a derecha. Mientras observaba, él cambió su posición, girando al sur, contemplando el bosque, luego girando al norte y observando desde ese punto de vista, nunca dejando su espalda a ninguna dirección mucho tiempo. Listo. Muy listo. Mientras él se movía, revisé el claro buscando armas, pero sólo podía ver la pistola. Estaba segura que él había escondido más, probablemente dentro o bajo su chaqueta.

Mientras miraba, oí un gruñido suave a mi izquierda. Era Clay, advirtiéndome que estaba allí, antes de aparecer de repente a mi lado y asustarme. Cuando me di vuelta, él caminó por el último grupo de árboles entre nosotros. Esto no era parte del plan. Resollé y le fruncí el ceño. Él sacudió su cabeza. Con una mirada, yo sabía lo que quería decir. El juego había terminado. Winsloe estaba pesadamente armado, llevando las probabilidades demasiado lejos en su favor. Tiempo para una muerte rápida. Clay hizo un movimiento girando su hocico, luego lo sacudió hacia Winsloe. Otra vez, entendí. Usaríamos el rutinario habitual, aburrido, pero confiable. Clay rodearía el sur otra vez. Yo asustaría a Winsloe y lo conduciría a las mandíbulas de Clay. Exhalé un suspiro canino y esperé hasta que Clay tomara posición. Pero él no se marchó. En vez de eso pinchó mis pies e hizo señas desde Winsloe a mí. Ah, un cambio de rutina. Clay rodearía a Winsloe pro el sur y lo conduciría a mis mandíbulas. Al principio, pensé que Clay era considerado, concediéndome la muerte que yo había pedido. Entonces comprendí que él quería que cambiáramos papeles porque asustar a Winsloe sería más peligroso que matarlo. Bien, supongo que él todavía era considerado, no queriendo que yo volara en pedacitos o algo así. Yo habría discutido el punto, pero quería matarlo a toda costa.

Clay desapareció en el bosque. Rastreé el susurro de sus pasos. Cuando él estaba parcialmente alrededor del escondrijo de Winsloe, Winsloe de repente se puso de pie. Me congelé. ¿Había oído a Clay? Tensa para el ataque, escuché. Todo lo que oí eran los gorjeos normales y los crujidos del bosque. De todos modos, si Winsloe apuntaba el arma en la dirección a Clay, yo saldría de los arbustos en un segundo, toda precaución ida al demonio. Winsloe se enderezó, hizo rodar sus hombros en una flexión, luego miró a los árboles, estirando el cuello y contemplando el cielo. ¿Estaría Clay en posición ya? De ser así, este sería el momento perfecto para atacar. Pero no olí a Clay en la brisa, por lo que todavía debía estar camino al sur. ¡Maldición! Winsloe frotó la parte de atrás de su cuello, luego comprobó su arma, dio una última mirada alrededor, y salió del claro, dirigiéndose al Oeste.

Me acerqué al claro ahora desierto. Cuando alcancé el perímetro, vi a Clay en el lado sudeste, parcialmente escondido en los arbustos. Notándome, él se retiró y desapareció. Segundos más tarde, reapareció a mi lado. Lo miré. ¿Ahora qué? Nuestro objetivo estaba en movimiento. Asustarlo y conducirlo en la dirección apropiada sería diez veces más difícil. Una emboscada sería nuestra mejor opción, pero eso significaba rodear a Winsloe, conjeturar su camino, y encontrar un lugar bien escondido para esperar. Bastante difícil incluso cuando conocíamos el terreno, cercano a lo suicida dado que no lo hacíamos. Por la mirada en los ojos de Clay, él tampoco podía idear un plan decente. Finalmente resopló, se restregó contra mí, luego avanzó en dirección a Winsloe. A por él.

***

Emergimos de un claro a un espeso pedazo de bosque. Delante, la chaqueta de Winsloe colgaba entre los árboles. Moviéndonos con cuidado para evitar grupos ruidosos de hojas muertas, nos arrastramos tras él. Él no se dio vuelta. Se movía rápido. Mientras cogíamos velocidad, el bosque se espesó. La última luz de sol de la tarde perforó el grueso dosel arriba, jaspeando la tierra con manchas de luz. El bosque se terminaba. Camibamos a una galope lento. Winsloe desapareció en una inundación de luz del sol. Un claro. Un gran claro. Olí el aire. El agua. Veníamos al río. Eché un vistazo a Clay. Él gruñó, diciéndome que olía el agua y no estaba preocupado. ¿Winsloe pensaba que podía perdernos en el río? ¿Nadando o empapando su rastro? Eso no funcionaría. Podíamos nadar sólo bien, pero indudablemente mucho mejor que Winsloe. En cuanto a la pérdida de su rastro, era cierto que no podíamos rastrearlo por el agua, pero estábamos tan cerca que no importaba. Incluso si lo perdíamos de vista, yo podría recoger su olor en el aire.

Winsloe caminó por el borde del agua, deteniéndose, y girando rápido, moviendo su arma. No viendo nada detrás de él, dio vuelta al río, lo miró de arriba abajo, luego comenzó a avanzar hacia el banco. Clay resopló con impaciencia. Tan pronto como Winsloe estuvo a diez metros del borde del bosque, no nos atrevimos a acercarnos o él tendría tiempo para disparar antes de que lo derribáramos. Si él caminara al agua y comenzara a andar, podríamos movernos junto a él, quedándonos en los árboles hasta que el bosque se espesara más cerca de la ribera, pudiéndonos acercar lo suficiente para atacar.

Winsloe finalmente dejó de pasear. Se quedó de pie al lado de un enorme roble, echó su cabeza atrás, y sombreó sus ojos para alzar la vista. Entonces él agarró la rama más baja y dio un tirón experimental. Cuando lanzó el arma sobre su hombro, Clay salió del bosque. Winsloe no lo notó. Con su espalda hacia nosotros, él agarró la rama otra vez y se alzó. Precisamente entonces comprendí lo que Winsloe hacía. Se subía al árbol. De acuerdo, a veces soy un poco torpe. Para cuando salté de nuestro escondrijo, Winsloe estaba a cinco metros de tierra. Todavía corriendo, Clay se puso en cuclillas y saltó. Sólo entonces Winsloe lo vio. Él echó un vistazo sobre su hombro una fracción de segundo antes de que los dientes de Clay se hundieran en su rodilla. Winsloe aulló. Dio patadas con su pierna libre, golpeando a Clay en el costado del cráneo. Clay se colgó. La sangre roció su hocico mientras Winsloe colgaba, gritando y luchando para mantener su agarre el árbol. Yo estaba todavía a varios metros de distancia, corriendo a toda velocidad. Yo podía ver surcos profundos en el muslo de Winsloe donde los dientes de Clay habían rasgado su pierna hasta el hueso. Mientras la carne se rasgaba, Clay comenzó a perder su apretón. Bailó sobre sus piernas, no atreviéndose a liberar el tiempo suficiente a Winsloe para conseguir un asimiento fresco. Cubrí los últimos centímetros y salté a la pierna libre de Winsloe. Él pateó exactamente en el momento correcto, alcanzándome en el ojo. Gruñí y retrocedí. Cuando me puse sobre mis patas, el asimiento de Clay resbaló hasta zapato de Winsloe. Antes de que pudiera saltar sobre Winsloe otra vez, su zapato se deslizó y Clay cayó hacia atrás. Winsloe balanceó sus piernas fuera de alcance, subiendo a la siguiente rama, y agarró su arma. Nos escapamos. Una ronda de fuego sonó, pero estábamos atrás, escondidos en el bosque otra vez.

Nos detuvimos detrás de un espeso grupo de árboles. Clay me hizo señas para quedara allí, luego giró y se devolvió para conseguir una mejor perspectiva de la situación. No lo seguí, no porque Clya me hubiera dicho que no -yo nunca había sido buena recibiendo órdenes- sino porque era más seguro que sólo uno de nosotros se arriesgara. Tanto como lamentaba admitirlo, Clay era el mejor cazador. Si yo tratara de ayudar, sólo triplicaría la probabilidad de hacer ruido y ponernos a tiro.

Winsloe trepando a un árbol planteaba un problema. Un gran problema. La próxima vez, tendría mucho más cuidado sobre pedir un desafío. Yo sabía que Winsloe era listo, pero no había esperado que se sintiera tan fresco bajo presión. Considerando lo que yo conocía de Winsloe -esa creída presunción enmascarando un ego fácilmente magullable- yo había pensado que él entraría en pánico cuando comprendiera que su vida estaba en peligro. Tal vez él no pensaba que lo estaba. Tal vez todo esto todavía era un juego para él. Lamentablemente para nosotros, era un juego que él ganaba. Hablando de egos magullados. Primero, nos había engañado y se había armado. Ahora había subido a un árbol, un lugar al cual no lo podíamos seguir. El árbol no sólo lo proveía de seguridad, sino que era una posición ventajosa y perfecta para disparar. Como podríamos siquiera acercarnos…

El bosque explotó en una ráfaga de fuego. Me escapé de mi escondrijo, luego me detuve a mitad de carrera. Yo no debería ir ahí. Estaba segura aquí. Clay estaba seguro conmigo aquí. ¿Pero qué había pasado? ¿Disparaba Winsloe ciegamente? ¿O había visto a Clay?

Otra ronda de rápidos disparos. Luego silencio. Me quedé allí, mis piernas temblando mientras escuchaba. Cuando Winsloe disparó otra vez, casi salté de mi lugar. Lo hacía. Me arrastré hacia el río. Más tiros. Detuve en el borde del borrar, me hundí, y me arrastré hacia adelante hasta que pude ver lo que pasaba. Delante estaba el viejo roble con Winsloe colgado casi a diez metros en él, observando el sur, el arma preparada. Aparte de esto, el claro estaba vacío. Vacío y tranquilo. De repente un crujido de hojas rompió el silencio. Balanceé mi cabeza hacia el norte. Un destello de oro pasó por los árboles. Winsloe se dio vuelta e hizo fuego, disparando al ruido. Clay ya se había ido hace mucho. Un desperdicio de balas. Comprendí cuál era la idea. Hacer que Winsloe vaciara su arma disparando a fantasmas. Un buen plan, y uno en el que yo debería haber pensado… finalmente.

Pensé retirarme de mi escondrijo, pero no podía hacerlo. Yo sabía que sería más seguro dejar a Clay hacer esto solo, pero me volvería loca de preocupación si no podía ver lo que sucedía. Dentro de poco, Clay me olería allí. Él vino y trató de mandarme más profundo en el bosque, pero yo no me desplazaría. Me tiré a tierra, puse mi cabeza sobre mis patas delanteras, y miré fijamente el claro. Él captó la idea. Yo tenía que mirar, estar segura de que él estaba a salvo. Él se conformó con un rápido frotamiento de nariz, luego agarró la espalda de mi cuello con sus mandíbulas, no mordiendo sino pinchando mi cabeza, diciéndome que me quedara aquí y no me levantara. Gruñí mi asentimiento. Él rozó su hocico contra el mío, luego desapareció en el bosque.

Winsloe vació su automática rápidamente, pasando varias recargas de municiones. Entonces sacó una pistola de su chaqueta. Tuvo más cuidado ahora, menos complaciente en gastar balas a meros ruidos en el bosque. Entonces Clay tuvo que ser más audaz. Al principio, sólo había ido cerca del borde del claro, permitiendo a Winsloe ver un destello de piel. Finalmente, sin embargo, ni siquiera eso funcionaba y tuvo que entrar como una flecha al claro. Al llegar ese punto, mis ojos estaban firmemente cerrados. Mi corazón palpitó tan fuerte que casi esperé que Winsloe lo oyera. Finalmente, sin embargo, estuvo terminado. El último tiro salió. Después de varios minutos, Clay salió del bosque, se quedó allí, a clara vista, los músculos tensados, y esperó. Winsloe lanzó la pistola vacía hacia él y blasfemó. Clay se acercó más, lentamente, presentando el objetivo perfecto si Winsloe tuviera otra arma escondida bajo su chaqueta. Nada. Winsloe estaba listo.

Ahora yo tenía un plan. Una buena cosa, también, o mi ego habría estado aún más magullado. Esta era mi caza, y yo no había hecho casi nada, no había hecho ningún proyecto, tomado ningún riesgo. Era mi turno. Mientras Clay se aseguraba que Winsloe estaba desarmado, me arrastré más lejos en el bosque, encontré un lugar apropiado, y comencé mi Cambio.

Menos de diez minutos más tarde, salí al borde del claro y silbé. La cabeza de Winsloe se alzó y él observó el bosque.

– ¿Oyes eso? -llamó a Clay-. Alguien viene. Supongo que no mataste a todos mis guardias después de todo.

Él se inclinó bajo la rama del árbol y miró detenidamente hacia abajo, pero Clay se había ido. Segundos más tarde, Clay salió por el perímetro del bosque y me buscó. Sus ojos me hicieron una pregunta. ¿Quería que él cambiara también? Sacudí mi cabeza, me arrodillé, y susurré mi plan. Mientras hablaba, él se acercó, su piel rozando contra mi piel desnuda. Sin pensarlo, arrastré mis dedos por su espesa piel. Cuando terminé, comprendí lo que hacía y me detuve. Mi rostro se calentó. En raras ocasiones cuando la situación era a la inversa, y yo era un lobo mientras Clay era humano, me preguntaba que pasaría si él me tocaba. Era… bueno, demasiado extraño. Esta vez, cuando me retiré, Clay me dio un golpe en la mano y lamió entre mis dedos, diciéndome que estaba bien. Y lo estaba. Clay era Clay no importaba que forma tuviera. Otro pequeño paso hacia la aceptación de mi propia dualidad.

– ¿Suena bien? -Susurré cuando hube terminado de explicarle mi plan.

Él inclinó su cabeza, considerándolo, luego bufó su acuerdo.

Sonreí abiertamente -No puedes discutir de todos modos, ¿verdad?

Él soltó un gruñido fingido y pellizcó mi mano, luego me mordisqueó los pies. Me puse de pie y nos dirigimos hacia el roble.

***

Cuando salí del bosque, Winsloe había bajado un poco, quedándose a unos metros encima de la tierra, obviamente pensando que Clay se había escapado, pero no dispuesto a descender completamente hasta que la ayuda llegara. Cuándo me oyó llegar, llamó, -¡Aquí! -entonces vio quién era. La desilusión revoloteó a través de su cara. No el temor, sólo desilusión. Viendo a Clay a mi lado, subió a la siguiente rama.

– ¿Cuánto tiempo tienes planeando quedarte allá arriba? -llamé.

– Mientras sea necesario -Sus ojos vacilaron sobre mi cuerpo desnudo, y él dispuso una sonrisa sin sentido del humor-. ¿Esperas atraerme abajo?

– Si tuviera estómago para seducirte yo lo habría hecho mientras estaba atrapada en esa celda.

Su boca se apretó. Asombroso. Incluso acechado por dos werewolves, Winsloe estaba más preocupado por su orgullo que por su vida. Avancé hasta la base del árbol y agarré una rama. Él sólo me miró. Todavía era un juego para él.

Me balanceé en la primera rama. Él subió más alto. Fui a la siguiente rama. Lo mismo hizo él. Bajo nosotros, clay rodeaba el árbol. Dos metros más y el pie de Winsloe resbalaría. La rama que él sostenía cedió a su paso y él se agarró al tronco del árbol buscando apoyo. Después de estabilizarse, observó las ramas restantes arriba.

– Esas no sostendrán tu peso -dije-. Pero no tengas mi palabra como segura.

Él no lo hizo. Él agarró una rama y tiró. Se rompió en su mano. Él vaciló, luego bajó a la rama bajo sus pies hasta que se sentó en ella. Cuando me acerqué lo suficiente, él me dio patadas. Como si yo no hubiera visto que eso vendría. Lo esquivé fácilmente y agarré su pierna herida. Él jadeó y se sacudió hacia atrás, casi cayendo de la rama.

– Si quieres luchar contra mí, adelante -dije cuando subí a su rama-. Pero deberías tener un arma de repuesto bajo esa chaqueta si esperas ganar.

Él no dijo nada. Vacilé en la rama, consiguiendo mi equilibrio. Winsloe se quedó quieto, como si se resignara a esto. Entonces su mano se extendió y golpeó mi tobillo. Agarré la rama de arriba y me estabilicé. La rama bajo nosotros se movió.

– No hagas eso -dije-. Si esta rama se rompe, puedo brincar a tierra. Incluso si tú sobrevives a la caída, no sobrevivirás a lo que espera abajo.

Winsloe murmuró algo e hizo un movimiento para acomodarse, luego cerró de golpe ambas manos en mi muslo. Agarré su cuello, lo arrastré hasta sus pies, y lo golpeé en el tronco del árbol.

– ¿Quiere luchar? -Dije-. De acuerdo, vamos a luchar.

Él no se movió. Su mirada chasqueó hacia abajo. Golpeé su cabeza contra el árbol.

– ¿Pensando golpear mis piernas? No te molestes. Lo haces y ambos caemos. Ahora, por si no lo has notado, no trato de matarte. De hecho, no he puesto una mano sin provocación en ti, ¿verdad?

Una tenue luz de astucia iluminó sus ojos-.Quieres negociar.

– Tal vez.

– Quince millones.

– ¿Pensaba que estábamos en los veinticinco?

– Veinte entonces.

– ¿Ah, entonces así es cómo trabajas? Una vez que muestro algún interés, la oferta disminuye. Un verdadero hombre de negocios.

Su boca se apretó-.Bien. Veinticinco.

Pretendí considerarlo-.Ya sabes, Clay tiene razón. No necesitamos el dinero. Tenemos bastante. Desear más sería avaro.

– Treinta millones.

Lo agarré por el cuello de la camisa y lo balanceé por el costado. Sus pies pelearon por un asimiento, encontrando sólo se aire. Cambié de lado y descansé mi espalda contra el árbol. Cuando él me agarró, lo empujé a la longitud del brazo.

– Ofrece más -dije.

Su boca se apretó. Lo dejé resbalar a las yemas de mis dedos. Él se balanceó, sus cuatro miembros sacudiéndose, convulsionando, repartiendo golpes a diestro y siniestro. Comencé a liberar mi apretón.

– Cincuenta millones -dijo.

– No es bastante -Le dejé resbalar otros centímetros-. Ofréceme todo.

– ¡¿Qué?!

Liberé una mano de su camisa.

– ¡De acuerdo, de acuerdo! ¡Bueno!

Lo agarré y lo estabilicé. Él tragó aire, luego echó un vistazo subrepticio a la tierra y se estremeció.

– Vamos a aclarra esto -dije-. ¿Qué es exactamente lo que ofreces?

– Mis inmuebles. Todo.

– ¿Tus bienes personales? No es bastante bueno. Quiero tus posesiones comerciales también. Cada dólar, cada acción, hasta la última cosa que poseas. Ofréceme eso.

– ¿De q-qué viviría yo?

– Empezarías de nuevo. Eres un tipo listo. Podrías ganarte la vida. Al menos estarás vivo. ¿Es más de lo que podemos decir de Lake y Bryce, verdad?

– Te daré mis posesiones en todo, incluso el Fuego de Promethean.

Lo dejé ir. Él chilló, sus brazos aleteando. Antes de que caer, lo agarré por la camisa, lo levanté, y me incliné.

– ¿Quierea intentarlo otra vez? -dije.

Su camisa se rasgó, sólo unos centímetros, pero el sonido del rasgado sonó en el silencio como una cadena.

– Todo -dijo-. Maldita seas. Toma todo.

– ¿Porque nada es peor que morir, verdad? Dime, Ty, ¿Qué habrías hecho si Armen Haig te hubiera hecho la misma oferta? ¿Prometido todo lo que él tenía? ¿Le habrías dejado vivir?

La camisa de Winsloe se rasgó otro centímetro. Él me contempló, los ojos abiertos, sus labios moviéndose silenciosamente.

– Déjame contestar esto por ti, Ty. Es ‘no’. Él podría haberte ofrecido millones y tú todavía lo habrías matado. ¿Por qué? Porque su muerte valía más que todo el dinero que él podía dar. Los pocos segundos de diversión que su muerte ofrecía valían más.

– Por favor -dijo-. Por favor, voy a…

– ¿Caer? Hah. Demasiado fácil. Tú caerás. Clay arrancará tu garganta. Juego terminado.

– ¡Esto no es un juego de mierda!

Yo ahuequé mi mano detrás de mi oído -¿Qué es esto, Ty? Creo que no te he oído.

– Dije que este no es un juego de mierda. ¡Es mi vida!

– No, es tu muerte. Hey, una idea. No es un juego, sino un programa de concurso. Esta Es Tu Muerte. Ahora, tengo que confesarlo, soy un poco joven para haber visto Esta Es tu Vida. Sólo conozco el título por lo que tendré que improvisar. Cruzarlo con algo que me recuerdo haber visto de niña. Vamos a Hacer un Trato.

Lo saqué de la rama y le ayudé a conseguir su equilibrio, manteniendo mis manos en su camisa.

– Tú- tú quieres negociar -Él limpió el sudor de su cara y tragó en voz alta-. Bien. Bueno. Vamos a negociar.

– ¿Negociar? Infiernos, no. Haré un trato en cuanto al método de tu ejecución, Ty. Vas a morir. Eso es un hecho. La única pregunta es ¿cómo?

– N-no. No. Espera. Vamos a hablar…

– ¿Sobre qué? Me has ofrecido todo lo que posees. No tienes nada más para ofrecer, ¿verdad?

Él me miró fijamente, su boca moviéndose silenciosamente.

– Has ofrecido todo. Rechacé esa oferta. Entonces vas a morir. ¿Por qué? Porque finalmente veo tu punto de vista. Me has convencido. Ver a alguien morir puede valer más que todo el dinero del mundo.

Su rostro fue drenado de sangre, abría y cerraba la boca como un pescado en tierra.

– Detrás de la puerta número uno tenemos la opción más obvia. Te caes de este árbol. Sólo me aseguraré de que Clay no te mate. Y no te dejaré caer, te lanzaré. Con fuerza suficiente para romper cada uno de tus miembro, pero no con fuerza suficiente para matarte. Entonces te amordazaremos y te dejaremos morir, despacio y dolorosamente.

– Detrás de la puerta la número dos…

– No -dijo, su voz casi inaudible-. No. No lo hagas…

– Hey, sólo estoy calentando. ¿Sabes lo que más admiro sobre ti, Ty? Tu creatividad. Tu ingenio. Como darme la opción entre matar a Armen o ser violada por una cuadrilla. Me has inspirado a nuevas alturas de creatividad, así que permanece callado y escucha.

– Opción dos. ¿Recuerdas el vídeo que viste de mí luchando contra Lake? ¿Dónde transformaba mi mano en una garra? ¿Gran broma, eh? Bien, aquí está mi idea. Cambio mi mano y corto tus tripas. No mucho, tal vez arranque un poco del intestino, comenzando un goteo de sangre estable. ¿Conoces lo que dicen sobre las heridas de bala? Que el disparo en las vísceras es el peor. Lleva siempre a la muerte y duele como los fuegos del Infierno. Lo cual, si me preguntas, sería un buen precursor a lo que puedes esperar de tu eternidad. Me agrada esta. Muy apropiada. Al diablo con el juego, voy a elegir ésta.

Pulsé mi mano contra su estómago. Él convulsionó y un olor fuerte y acre llenó el aire. Miré hacia abajo para ver una mancha mojada extenderse por la pierna de su pantalón.

– Mierda, Ty. Sólo bromeaba -Agité mi mano delante de él.

– Páralo -susurró él-. Sólo páralo…

– No puedo. ¿Recuerda Vamos a Hacer un Trato, verdad? Eres de mi edad, así que debes haberlo visto siendo niño. Hay una puerta número tres. Y detrás de esa tenemos… hmmm -Miré alrededor, luego vislumbré algo arriba-. Allí. ¿Ves ese pájaro que vuela al este? ¿Sabes cual es? Un buitre. Un limpiador. Será la última opción. Muerte por el limpiador. Te bajo de este árbol y te estaco a la tierra. Entonces te corto. Montones de pequeñas heridas, rebanadas no letales, sólo lo bastante para extraer sangre. Dentro de poco, conseguirás una vista de primera mano de cada buitre en estos bosques. Ah, y tendré que cortar tu lengua para que no puedas gritar. ¿Una mejora sádica sobre el amordazamiento, no crees? Deberías estar orgulloso de mí, Ty. Soy tu alumna estrella. Oh, hablando de alumnos, no te vendaré los ojos. De esa forma podrás ver a los buitres y a los perros extraviados mientras se alimentan de ti. Bien, hasta que los buitres saquen tus ojos…

– ¡Basta! -Su voz se elevó, casi chillona-. Sé lo que haces. Quieres que yo pida por mi vida. Que te ofrezca más.

– ¿Qué más? Me has ofrecido todo, Ty. Y dije que no.

Sus ojos rodaron, rabioso de miedo y odio -No. No me matarás. Valgo demasiado.

– Tú no vales nada. Sólo tu muerte vale algo para mí.

– ¡No! No lo harás, Elena. Sé que no vas a hacerlo. Quieres asustarme, pero tú nunca…

– ¿Nunca?

– No lo tienes en ti.

– Opción uno, dos, o tres. Elige ahora.

– Me torturas. Eso es todo. Sólo quieres verme retorciéndome. No lo tienes…

Lo agarré por la garganta y lo arrastré de sus pies. Entonces presioné mi cara contra la de él.

– No me digas lo que no tengo en mí.

Gruñí. Vi el terror en sus ojos y lo aprecié. Entonces lo dejé ir. Clay arrancó su garganta antes de que su cuerpo golpeara la tierra.

LIMPIEZA

Después de matar a Winsloe, Clay Cambió, y volvimos por nuestra ropa. No había tiempo para tardanzas. Había todavía trabajo por hacer en el complejo. Cada pedazo de prueba debía ser encontrado y destruido. Teníamos que borrar todos los rastros de nuestra presencia. Finalmente alguien encontraría el complejo y los cuerpos dentro. Para disminuir la probabilidad de una investigación policial a gran escala, Paige había hackeado el sistema del ordenador esa mañana y había transferido el derecho de propiedad a un cártel de drogas colombiano. No me pregunten como conocía ella el nombre de un señor de la droga sudamericano. Algunas preguntas es mejor dejarlas sin contestar. En cuanto a Winsloe, habíamos eliminado su cuerpo de una manera que aseguraba que nunca sería encontrado. ¿Cómo? Bien, esa es otra de esas preguntas. El punto era que nadie encontraría alguna vez a Winsloe o lo conectaría con el complejo, lo que evitaría una campaña de medios de comunicación que rodearía su muerte.

– ¿Crees que Savannah estará bien? -pregunté cuando terminamos de vestirnos-. Ella golpeó esa pared con bastante fuerza.

– Ella parecía bien. Jeremy cuidará de ella.

– ¿Crees que Paige será capaz de manejarla?

– Si Paige pudo manejar a ese hechicero, puede manejar a una niña de doce años. Ella estará bien, querida. Ambas lo estarán.

– Eso espero.

Clay apartó una rama para mí -Mirándote con Savannah, yo pensé…

– No lo hagas.

– No dije nada.

– Bueno. No lo hagas.

– Yo sólo pensé…

– Nada de niños.

Él se rió y puso su brazo alrededor de mí -Parece definitivo.

– Lo es. ¿Yo como madre? -Me estremecí-. Sólo puedo imaginar una cosa peor. Tú como padre.

– Un millón de gracias. Yo sería un… padre bastante bueno. Y si no, está Jeremy. Él es un gran padre. Él compensaría mis defectos.

– Gran idea. Tenemos niños y dejamos la responsabilidad en él. Él amaría todo esto.

– Él no se opondría.

Gemí -Nada de niños.

Clay avanzó unos metros más, luego sonrió abiertamente -Hey, ¿Sabes qué más? Si tuviéramos niños, no podrías marcharte. Me tendrías que aguantar. He ahí un pensamiento.

– ¡Tú-qué-oh!

Levanté mis manos y me alejé pisando fuerte. La risa de Clay resonó por el bosque. Él trotó, me lanzó a tierra, y me hizo cosquillas.

– Escondo mis píldoras anticonceptivas -dije, jadeando.

– Hablaremos de ello más tarde.

– Nun…

Él me cortó con un beso. Un minuto más tarde, vino un crujido desde los arbustos.

– Se están besando -Una voz joven. Savannah.

Me curvé para ver a Savannah detrás de Jeremy. Entonces él miró detenidamente por encima de los arbustos.

– Oh, están vestidos -dijo, y liberó a Savannah.

Me escapé del asimiento de Clay -Por supuesto que estamos vestidos. Desde cuando nos detenrmos en medio de una situación peligrosa para tener -eché una mirada a Savannah- un descanso.

Jeremy puso los ojos en blanco.

– ¿Mataste a Winsloe? -preguntó Savannah.

– Lo matamos -me ahogué-. Um, no, nosotros -uh

– Se han ocupado de él -dijo Jeremy-. Ahora creo que deberíamos volver con Paige antes…

– ¡Allí estás! -dijo Paige, atravesando los arbustos, su rostro reluciente de sudor-. Te dije que te quedaras cerca.

– Me quedé realmente cerca -dijo Savannah-. No me dijiste cerca de quién tenía que quedarme.

– Yo trataba de recoger el rastro de Leah -nos explicó Jeremy-. No hay ningún rastro de ella. Quizás ustedes dos pueden hacer un mejor trabajo.

– Iré con Elena -dijo Savannah-. Si encontramos a Leah, puedo usar mi hechizo de agarre otra vez.

Paige y yo abrimos nuestras bocas para protestar, pero Jeremy nos calló con la mano.

– ¿Por qué no vamos a buscar a Adam? -dijo-. Quizás podamos ayudarle.

Los ojos de Savannah chispearon a la mención de Adam, pero ella sólo se encogió de hombros y nos permitió creer que supuestamente sería una alternativa aceptable. Cuando Jeremy se dirigió hacia el complejo, Savannah se arrastró detrás de él.

Paige suspiró -Puedo haber encontrado finalmente un desafío para el que no estoy lista. Gracias a Dios tengo a mis hermanas de Aquelarre. Ellas morirán probablemente del asombro cuando realmente admita que necesito ayuda.

– ¿Quieres venir con nosotros y buscar a Leah? -Pregunté-. ¿Descansar un rato?

– No, continúen ustedes dos. Tengan cuidado.

Sonreí abiertamente -¿Vamos, cuál sería la diversión en eso?

Paige se rió y trotó tras Jeremy y Savannah.

***

Cuando dejamos el complejo al amanecer no había ninguna prueba que sugiriera que algo fuera de lo común había pasado allí. Bien, un edificio lleno de cadáveres no es exactamente trivial, pero no había ninguna prueba de nada sobrenatural. Antes de salir, Adam comenzó una serie de pequeños incendios, no lo suficientes como para ser vistos por los aviones, pero lo suficientes para llenar el edificio de espeso humo, dañando cualquier cosa que quedara.

¿Oh, y Leah? Nunca la encontramos. Pasé dos horas registrando las tierras fuera del complejo. Si ella se hubiera marchado, yo debería haber encontrado un rastro. Ya que no lo había logrado, teníamos que asumir que se había escondido en algún sitio en el complejo, donde habría sido vencida finalmente por el humo. ¿Y si realmente había logrado escapar? Bien, digamos que ninguno de nosotros planeaba visitar su casa de Wisconsin en ningún momento en el corto plazo.

Kelley Armstrong

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