William Tenn

Proyecto Brooklyn

Los brillantes cuencos de luz ubicados en el techo color crema se amortiguaron al abrirse la enorme puerta circular en el fondo de la cabina. Recuperaron su blanca luminosidad cuando el hombre regordete, vestido con severo enterizo negro, dejó que se cerrara a sus espaldas.

Doce reporteros de uno y otro sexo respiraron muy audiblemente cuando se adelantó al frente de la cabina y volvió la espalda a la cortina semiopaca que la cerraba por detrás. Luego se levantaron todos por respeto a la alegre costumbre de ponerse de pie siempre que había un funcionario de seguridad gubernamental en la habitación.

El sonrió agradablemente, agitó una mano a guisa de saludo y se rascó la nariz con un montoncito de hojas mecanografiadas. Su nariz era grande y parecía agregar presencia a su persona.

—Siéntense, señoras y caballeros; siéntense, por favor. No seguimos el protocolo oficial en el Proyecto Brooklyn. Yo soy su guía, por decirlo así, durante este experimento el secretario en funciones del ayudante ejecutivo para relaciones con la prensa. Mi nombre no tiene importancia. Por favor, repártanse estas hojas.

Cada uno fue tomando una de las hojas y pasando el resto. Reclinados en los sillones metálicos, trataron de ponerse cómodos. Su anfitrión se esforzaba por ver, a través de la espesa cortina, el reloj de la pared, que tenía una sola aguja moviéndose lentamente. Se dio unas joviales palmaditas en la cintura, sobre el tenso material de su traje.

—Manos a la obra. Dentro de pocos instantes comenzará la primera excursión a gran escala del hombre en el tiempo. No hecha por humanos, sino con el concurso de aparatos fotográficos y grabadoras que nos traerán datos de incalculable valor sobre el pasado. Con este experimento el Proyecto Brooklyn justifica diez mil millones de dólares y más de ocho años de progreso científico; demuestra la validez no ya de un simple método nuevo de investigación, sino de un arma que nuestros enemigos harán muy bien en temer.

"Antes, permítanme advertirles que no intenten tomar notas, aunque hayan conseguido ocultar lápices o plumas al control de Seguridad. Lo que escriban será estrictamente de memoria. Todos tendrán una copia del Código de Seguridad con las últimas adiciones, así como un panfleto referido especialmente a las normas para el Proyecto Brooklyn. Las hojas que acaban de recibir les proporcionan los datos necesarios para sus historias; contienen también sugerencias en cuanto a tratamiento y presentación. Aparte de eso —y mientras se mantengan dentro del marco de los documentos mencionados— son ustedes enteramente libres para escribir con sus diversos y originales estilos. La prensa, damas y caballeros, ha de permanecer intacta e incontaminada por el control del gobierno. ¿Alguna pregunta?

Los doce reporteros miraban al suelo. Cinco de ellos empezaron a leer sus hojas. El papel crujía ruidosamente.

—¿Qué? ¿No hay preguntas? Seguramente tienen que tener más interés en un proyecto que ha abierto la última frontera posible, la cuarta dimensión el tiempo. Vamos son los representantes de la curiosidad de la nación deben querer hacer alguna pregunta. Bradley, usted parece tener alguna duda. ¿Qué le preocupa? Le aseguro, Bradley, que no muerdo.

Todos rieron y se miraron sonriendo.

Bradley se incorporó y miró a la cortina.

—¿Por qué tiene que ser tan gruesa? No me interesa en lo más mínimo averiguar cómo funciona el cronar, pero desde aquí todo lo que vemos es una imagen gris y borrosa de unos hombres que arrastran aparatos. ¿Y por qué tiene una sola manecilla el reloj?

—Buena pregunta —dijo el secretario. Su nariz pareció brillar—. Muy buena pregunta. Primero, el reloj tiene una sola aguja porque, después de todo, Bradley, este es un experimento sobre el tiempo, y Seguridad cree que la hora del experimento en sí puede, por alguna lamentable combinación de escape de información y correlación con el extranjero… en suma, que podría exponerse alguna clave innecesariamente. Basta con saber que cuando la manecilla llegue al punto rojo comenzará la experiencia. La cortina es translúcida y la escena que oculta se ve algo borrosa por la misma razón: para disimular detalles y montajes. Estoy autorizado a decirles que los detalles de los aparatos son… significativos. ¿Alguna otra pregunta? ¿Culpepper? Culpepper de Consolidated, ¿no es así?

—Sí, señor. Consolidated News Service. Nuestros lectores tienen mucha curiosidad por aquel incidente de la federación de científicos de cronar. Por supuesto, no sienten respeto ni lástima por ellos, ni por la manera en que actuaron, pero exactamente ¿qué quisieron decir con eso de que el experimento era peligroso por insuficiencia de datos? Y ese tipo, el doctor Shayson, su presidente, ¿sabe si lo fusilarán?

El hombre de negro se pellizcó la nariz y se paseó pensativo delante de ellos.

—Debo confesar—dijo— que las opiniones de la federación de científicos de cronar, o federación de suspirantes crónicos, como preferimos llamarles en Pike's Peak, resultan un poquillo demasiado exóticas para mi gusto; de todas maneras, no suelo molestarme en sopesar las opiniones de un traidor. Shayson puede haber sido condenado a la pena de muerte o no, por revelar la naturaleza del trabajo que se le había confiado. Por otra parte, él… quizás sí, quizás no. Eso es todo lo que puedo decir sobre él, por razones de seguridad.

Razones de seguridad. Al oír la temida frase, cada uno de los reporteros se estiró contra el duro respaldo de su sillón. El color rosa del rostro de Culpepper fue reemplazado por un blanco brillante. No pueden echarme en cara esa pregunta sobre Shayson, pensó desesperado. ¡Pero debí callarme la boca con lo de la maldita federación!

Culpepper bajó la vista y trató de parecer tan avergonzado de los malvados idiotas como le fue posible. Esperaba que el secretario en funciones del ayudante ejecutivo para relaciones con la prensa observara su horror.

El tic—tac del reloj se hizo más sonoro. La manecilla estaba a sólo un cuarto de arco del punto rojo. Abajo, en el suelo del inmenso laboratorio, había cesado toda actividad. Los hombres, aparentemente diminutos, se habían agrupado alrededor de dos grandes esferas de metal reluciente que se apoyaban una en la otra. La mayor parte estaban contemplando intensamente diales y tableros de mandos; unos cuantos, habiendo terminado su tarea, charlaban con el círculo de guardas de Seguridad uniformados de negro.

—Estamos casi listos para comenzar la Operación Periscopio. Operación Periscopio, por supuesto, porque en cierto sentido estamos extendiendo un periscopio hacia el pasado, un periscopio que tomará fotografías y registrará hechos de diversos períodos comprendidos entre 15 mil años y 4 mil millones de años atrás. Creímos que en vista de las diversas circunstancias críticas que concurren en este experimento, internacionales, científicas…, habría sido más apropiado el nombre de Operación Encrucijada. Desgraciadamente, ese título ha sido… ocupado ya.

Todos trataron de parecer tan ignorantes en cuanto a la naturaleza del otro experimento como podían permitirlo años de contemplar bibliotecas cerradas con llave.

—No importa. Les daré ahora unos datos sobre la práctica del cronar, permitidos por la Seguridad del Proyecto Brooklyn. ¿Sí, Bradley?

Bradley se incorporó.

—Me preguntaba… Sabemos que hubo un proyecto Manhattan, un proyecto Long Island, un proyecto Westchester y ahora está el proyecto Brooklyn. ¿Ha existido alguna vez un proyecto Bronx? Yo soy de ahí; ya sabe usted, orgullo cívico.

—Bien. Es comprensible. Sin embargo, si existe un proyecto Bronx puede estar seguro de que hasta que su tarea haya sido completada con éxito, los únicos individuos que no perteneciendo al proyecto estén enterados de su existencia serán el Presidente y el Ministro de Seguridad. Si —si, digo— existiera tal institución, el mundo lo sabría de la misma manera sorprendentemente repentina en que se enteró del proyecto Westchester. No creo que el mundo se olvide pronto de aquello.

Sonrió recordándolo, y Culpepper lo imitó con un poco más de énfasis que los demás. La aguja del reloj se aproximaba al punto rojo.

—Sí, el Proyecto Westchester y ahora éste— nuestra nación estará segura. ¿Se dan cuenta de qué arma magnífica pone en nuestras democráticas manos el cronar? Para examinar un solo aspecto, consideren qué pasó en los subproyectos Coney Island y Flatbush (están mencionados en las hojas que han recibido) antes de que se apreciaran los empleos del cronar en toda su magnitud.

"En aquellos experimentos iniciales no se sabía aún que la tercera ley de Newton —a toda acción corresponde una reacción igual y contraria— vale para el tiempo igual que para las otras tres dimensiones del espacio. Cuando se excitó el primer cronar hacia el pasado durante un noveno de segundo, el laboratorio entero fue impelido al futuro por un período idéntico y volvió en condiciones… irreconocibles. Eso de paso, ha impedido las excursiones al futuro. El equipó parece sufrir alteraciones asombrosas y no hay ser humano que pueda sobrevivir a ellas. Pero, ¿se dan cuenta de lo que podríamos hacerle a un enemigo sólo en virtud de esa propiedad? Enviar una masa adecuada de cronar al pasado cuando estuviera adyacente a una nación hostil empujaría a esa nación al futuro, toda a la vez, a un futuro del que regresaría poblada sólo de cadáveres.

Miró hacia abajo, se puso las manos detrás y se balanceó sobre los talones.

—Por eso —continuó—ven ustedes dos esferas. Una de ellas, la de la derecha, está equipada con cronar. La otra es falsa, con exactamente la misma masa, y sirve como contrapeso. Cuando se excite el cronar, se sumergirá millones de años en nuestro pasado y tomará fotografías de una Tierra que era todavía semilíquida, semigaseosa, solidificándose rápidamente en un sistema solar más o menos incipiente.

"Al mismo tiempo, la esfera falsa será impelida millones de años al futuro, de donde retornará muy cambiada, por razones que no comprendemos totalmente. Chocarán en lo que para nosotros es ahora y rebotarán hasta aproximadamente la mitad de la distancia cronológica del primer viaje, donde nuestro aparato de cronar registrará datos de un planeta casi sólido, plagado de terremotos y tal vez con formas de protovida en ciertas moléculas complejas.

"Después de cada colisión, el cronar volverá a aproximadamente la mitad del número de años recorridos antes, recogiendo automáticamente información cada vez. Los períodos gelógicos e históricos que esperamos que toque están numerados de I a XXV en sus hojas: habrá más de veinticinco, naturalmente, antes de que las esferas se inmovilicen, pero los científicos creen que los períodos después de ese número serán tocados un tiempo tan breve que los datos no serán aprovechables. Recuerden que hacia el final las bolas apenas vibrarán antes de aquietarse; de modo que incluso si rebotan siglos en uno y otro sentido, casi no será observable. Veo que hay una pregunta.

La mujer delgada, de traje gris, que estaba sentada junto a Culpepper se puso de pie.

—Yo… yo sé que no viene al caso—comenzó—pero no he podido intercalar mi pregunta en la discusión en ningún momento pertinente. Señor Secretario…

—Secretario en funciones —corrigió el hombrecito de negro con tono simpático—. Soy sólo el secretario en funciones. Continúe.

—Bien; yo quería decir… Señor Secretario… ¿Hay alguna manera de que se reduzca nuestro tiempo de examen post-experimental? Dos años es mucho tiempo para pasarlo dentro de Pike's Peak simplemente por miedo de que uno de nosotros haya visto lo suficiente y tenga tan poco patriotismo como para ser peligroso para la nación. Una vez que nuestros artículos hayan pasado censura, me parece que se nos podría permitir regresar a nuestros hogares después de un período de seguridad de, por ejemplo, tres meses. Yo tengo dos hijos pequeños y aquí hay otros que…

—¡Hable sólo por usted, señora Bryant! —rugió el hombre de Seguridad—. Su nombre es señora Bryant, ¿verdad? ¿La señora Bryant del Women's Magazine Syndicate? ¿La señora Alexis Bryant? —Parecía estar haciendo diminutas notas a lápiz en su cerebro.

La señora Bryant se sentó de nuevo junto a Culpepper, apretando contra su corazón su copia del Código de Seguridad enmendado, el panfleto especial sobre el proyecto Brooklyn y la delgada hoja mimeografiada. Culpepper se retiró cuanto pudo hacia el brazo opuesto de su sillón. ¿Por qué todo le pasaba a él? Y, además, para empeorar las cosas, esa loca lo miraba llorosa como si esperara compasión. Culpepper dirigió la vista adelante y cruzó las piernas.

—Deben permanecer dentro de la jurisdicción del Proyecto Brooklyn porque esa es la única manera de que Seguridad pueda tener la certeza de que no ocurran filtraciones importantes de información antes de que el aparato haya sido modificado hasta hacerlo irreconocible. Usted no estaba obligada a venir, señora Bryant… usted se ofreció. Todos ustedes son voluntarios. Después que sus editores los eligieron para cubrir el experimento, todos tuvieron el derecho peculiarmente democrático de rehusar. Ninguno lo hizo. Ustedes reconocieron que rechazar este infrecuente honor habría demostrado su incapacidad de pensar en términos de Seguridad Nacional, habría significado, en realidad, una crítica del mismo Código de Seguridad en el aspecto del tiempo usual de examen de dos años. ¡Y ahora esto! Para alguien considerada hasta esta ocasión tan capaz y digna de confianza como usted, señora Bryant, salir a estas horas con una solicitud tal, me hace… —La voz del hombrecito se hizo un susurro—… casi me hace dudar de la eficacia de nuestros métodos de selección en Seguridad.

Culpepper afirmó su enfado con un cabeceo hacia la señora Bryant, que se mordía los labios y trataba de evidenciar tremendo interés en las actividades del laboratorio.

—La pregunta no era pertinente. No lo era en absoluto. Ocupó un tiempo que yo intentaba dedicar a una discusión más detallada de los aspectos populares del cronar y sus posibles aplicaciones en la industria. Pero la señora Bryant tenía que soltar su pequeño desahogo femenino. A la señora Bryant no le importa que nuestra nación esté rodeada cada día por más hostilidad, más peligro. Estas cosas no le interesan en absoluto a la señora Bryan. Toda su preocupación son los dos años de su vida que su país le pide que rinda para que el futuro de sus propios hijos sea más seguro.

El secretario en funciones alisó su traje negro y se calmó. Disminuyó la tensión en la cabina.

—La activación tendrá lugar en cualquier momento ahora, de modo que mencionaré brevemente los períodos más interesantes que registrará el cronar y de los que esperamos los datos más útiles. El I y el II por supuesto, ya que son los períodos en los que la tierra estaba tomando su forma actual. Luego el III, el período Precámbrico de la era Proterozoica, hace mil millones de años, la primera edad en que hay rastros claros de vida, en su mayor parte crustáceos y algas. El VI, hace 125 millones de años, cubre el Jurásico medio de la era Mesozoica. Esta excursión a la llamada Edad de los Reptiles puede proporcionarnos fotografías de dinosaurios y resolver el viejo misterio de su coloración, y también fotografías, si hay suerte, de la primera aparición de mamíferos y aves. Finalmente, el VIII y el IX, el Oligoceno y el Mioceno del Terciario, marcan la aparición de los primeros antecesores del hombre. Desgraciadamente, el cronar va a estar oscilando tan rápido para entonces que las posibilidades de un registro fidedigno…

Sonó un gong. La aguja del reloj tocó la marca roja. Cinco de los técnicos, abajo, movieron palancas y, casi antes de que los periodistas pudieran inclinarse hacia adelante, las dos esferas ya no se vieron a través del grueso plástico de la cortina. Los lugares que habían ocupado estaban vacíos.

—¡El cronar ha comenzado su viaje a 4.000 millones de años en el pasado! ¡Señoras y señores, un momento histórico, un momento profundamente histórico! No regresará hasta dentro de un rato; emplearé ese tiempo para señalar y presentar las falacias de la… ¡federación de suspirantes crónicos!

Una risa nerviosa se extendió como una onda en el agua hasta el secretario en funciones del ayudante ejecutivo para relaciones con la prensa. Los doce periodistas se acomodaron para oír como desmenuzaba las ridículas ideas.

—Como ustedes saben, uno de los temores que se tenían sobre el viaje al pasado era que actos de apariencia inocentísima podrían causar cambios cataclísmicos en el presente. Probablemente conocen la fantasía en su forma más popular: si hubieran matado a Hitler en 1930, él no habría obligado a emigrar a los científicos de Alemania y otros países ocupados posteriormente, esta nación no habría tenido la bomba atómica, no habría habido una tercera guerra atómica y Venezuela sería aun parte del continente sudamericano.

"El traidor Shayson y su ilegal federación extendieron esta hipótesis a actos más detallados y nimios como desplazar una molécula de hidrógeno que en nuestro pasado no se desplazó realmente.

"En el primer experimento del subproyecto Coney Island, cuando el cronar se envió al pasado un noveno de segundo, una docena de laboratorios diferentes verificaron por todos los medios imaginables, buscaron meticulosamente cualquier posible cambio. ¡No hubo ninguno! Los funcionarios del gobierno llegaron a la conclusión de que la corriente del tiempo era rígida, pasado, presente, y futuro, y que nada en ella podía alterarse. Pero Shayson y sus secuaces no estaban satisfechos; ellos…

I. Hace 4.000 millones de años. El cronar flotó en una nubecilla de dióxido de silicio sobre la tierra hirviente y recogió lánguidamente sus datos con instrumentos automáticos. El vapor que había desplazado se condensó y cayó en gotas grandes, brillantes.

…insistieron en que no deberíamos realizar más experimentos hasta haber comprobado los aspectos matemáticos del problema una vez más. Llegaron incluso a afirmar que era posible que, si ocurrían cambios, no los notáramos, que ningún instrumento imaginable los detectaría. Pretendieron que aceptaríamos dichos cambios como algo que había existido siempre. ¡Bien! Todo esto en un momento en que nuestro país —y el suyo, señoras y caballeros de la prensa, el suyo también— estaba en mayor peligro que nunca. Pueden ustedes…

No encontraba palabras. Se paseó por la cabina meneando la cabeza. Todos los reporteros, en el largo banco de madera, le acompañaron moviendo las cabezas.

Sonó otro gong. Las dos esferas aparecieron brevemente, chocaron y rebotaron en direcciones cronológicas opuestas.

—Ahí lo tienen. —El funcionario agitó los brazos hacia el transparente suelo del laboratorio, sobre sus cabezas—. Se ha completado la primera oscilación. ¿Ha cambiado algo? ¿No está todo igual? Pero los disidentes mantendrían que han ocurrido alteraciones sin que nos demos cuenta. Con puntos de vista no científicos, basados en la fe, no puede haber discusión. Gente así…

II. Hace 2.000 millones de años. La gran bola disparó sus cámaras sobre la tierra en erupción. Algunas costras al rojo vivo golpearon su superficie. Cinco o seis mil moléculas complejas perdieron su estructura básica al chocar contra ella. Cien no lo hicieron.

…se esfuerza 30 horas de cada 33 del día para convencernos de que el blanco no es negro, de que tenemos siete lunas en vez de dos. Son especialmente peligrosos…

Se oyó una nota larga y apagada cuando el aparato chocó consigo mismo. El cálido color naranja de las lámparas de los rincones se intensificó al comenzar otra vez.

…por sus conocimientos, porque se los busca como guías para mejores modos de vegetación—. El funcionario se deslizaba en uno y otro sentido rápidamente ahora, haciendo ademanes con todos sus pseudopodos—. Nos enfrentamos ahora a un problema muy difícil…

III. Mil millones de años. El trilobites triple primitivo que la máquina había destruido al materializarse comenzó a caer.

…un problema muy difícil. El dilema es: ¿debemos shllk o no debemos shllk?

Ya apenas hablaba inglés; en realidad, hacía tiempo que no hablaba nada. Había estado transmitiendo sus pensamientos haciendo sonar un seudópodo contra otro, como lo había hecho siempre…

IV. Hace quinientos millones de años. Muchas clases distintas de bacterias murieron cuando el agua cambió ligeramente de temperatura.

—Este, entonces, no es tiempo para paños calientes. Si podemos reproducirnos suficiente…

V. Hace 250 millones de años. VI. 125 millones de años.

…para satisfacer a los Cinco en Espiral, habremos…

VII. 72 millones de años. VIII. 31 millones. IX. 15 millones. X. Siete millones y medio.

salvado toda virtud conseguible. Luego…

XI. XII. XIII. XIV. XV. XVI XVII. XVIII. XIX. Bong-gong-bong-bongbongbonongongbnggg…

…estaremos de veras listos para la refracción. Y eso, les aseguro, es bueno para los que ondean y los que atrapan. Pero los que ondean siempre estarán equivocados, pues en el atrape está el rodado y en el rodado la única verdad. No hace falta cambiar nada por un mero cilio sucio. El aparato descansa por fin en su soporte fraccional. ¿Lo visionamos sutilmente?

Todos asintieron, y sus hinchados cuerpos purpúreos se disolvieron en líquido y fluyeron hasta rodear el aparato. Cuando llegaron a sus cuatro cubos, que ya no chirriaban mecánicamente, se irguieron, solidificándose, y retomaron sus formas viscosas.

—Vean —gritó la cosa que había sido el secretario en funciones del ayudante ejecutivo para relaciones con la prensa—. ¡Vean con sutileza! Los que ondean estaban equivocados: no hemos cambiado. —Extendió triunfante quince protuberancias purpúreas—. ¡Nada ha cambiado!