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¿La mujer ha sido siempre la perpetua menor que fue en el siglo XIX? ¿Estuvo siempre apartada de la vida política como en la Francia de Luis XIV? ¿Nunca tuvo más independencia económica que la que le otorgaba la autoridad marital?Este estudio sistemático, realizado a través de una multitud de ejemplos concretos, no deja escapar ningún aspecto de las actividades femeninas en el curso del periodo feudal y medieval: la administración de bienes, los oficios, el comercio; el dominio del pensamiento, de la literatura y también de la política; mujeres escritoras, educadoras, propietarias feudales, mujeres que animaron las cortes de amor y que inspiraron las novelas de caballería.A lo largo de estas páginas nos enteramos de que el más antiguo tratado de educación en Francia es obra de una mujer, que en el siglo XIII las mujeres ejercían habitualmente la medicina, que en el siglo XII la orden de Fontevraud reunía a monjas y frailes bajo la autoridad de una abadesa. En la época feudal las niñas eran mayores de edad a los doce años, dos años antes que los varones y sólo en el siglo XVIII la mujer se vio obligada a adoptar el apellido de su marido.Régine Pernoud, gran medievalista, esboza a partir de la historia de las mentalidades y de los hechos sociales un esquema de la evolución del poder de la mujer a través de los siglos: desde sus orígenes, con las libertades y la responsabilidad adquiridas, hasta su decadencia en la que influyó, entre otros acontecimientos, la Universidad de París y el decreto del parlamento parisiense de 1593 que prohibió a la mujer toda función en el Estado.<
Ramos vuelve a abrirnos paso a su mundo hecho de fuertes claroscuros. Son historias que transcurren bajo los puentes, en bares, en cuartos de hospital, pero también en las soleadas veredas del barrio o a la orilla del mar; y si sus personajes se enfrentan a veces a fantasmas aterradores también encuentran aquí y allá el rescoldo tibio de sus presencias tutelares. En: El camino de la luna conviven violencia y ternura, amor y soledad, furia y compasión. Allí se libra, a brazo partido, la lucha del desamparo y el dolor por volverse belleza y reconciliación.<
Gabriel está dejando de ser niño. Crece en su barrio, El Viaducto, entre la villa Mariel, las vías del Roca y el arroyo Sarandí. Gabriel tiene un amigo grande que duerme en el cementerio. Aprende mucho de él y de las tumbas. En el barrio de Gabriel, el agua podrida del Sarandí se incendia. Juega con una barra de pibes, aunque jugar, cuando se vive en El Viaducto, también es jugar con la muerte. Un país está dejando de existir. Los ochenta están comenzando y la infancia va quedando atrás entre damajuanas de vino, colectas para pagar por sexo, amistades probadas en el peligro y el miedo. En esta novela con mucho de autobiográfico, Pablo Ramos exhibe sus extraordinarias dotes de narrador a través de una escritura luminosa y precisa, de ritmo apasionante, que sabe que el humor es más poderoso que la autocompasión y que, si se la deja vibrar, la vida se abre paso incluso donde no se ve camino.<
En cinco minutos levántate María puede leerse como la contracara de La ley de la ferocidad, porque la fuerza de esta historia es una fuerza diferente, la de la contención. Un hilo que aguanta: María, que lo aguanta todo, una mujer capaz de transformar una vida a veces opaca y difícil en otra más luminosa, cargada de magia y de belleza.<
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