Capítulo 26
—Vaya, vaya, así que mi viejo amigo Jude necesita un favor.
La voz de Felix sonaba pastosa y silbante en el altavoz del teléfono de Jude. Harry se inclinó hacia él. Estaba sentada al escritorio de su propio estudio. Detrás, el cuerpo de guardaespaldas de Jude empequeñecía todavía más la habitación. Ella le había propuesto continuar con aquel asunto en su apartamento, ya que necesitaban intimidad.
—No nos ayudamos muy a menudo, ¿verdad? —continuó Felix.
Harry percibió un ruido vibrante y grave de fondo, como si Felix se encontrara dentro de una colmena gigantesca. Miró a Jude de reojo. Tenía la vista clavada en el teléfono que había entre ellos encima del escritorio. Un músculo tenso le sobresalía en la mandíbula inferior.
Harry cogió bolígrafo y bloc y le escribió una nota: «Sea amable». Al fin y al cabo, mostrarse un punto zalamero con tu objetivo formaba parte del juego de la ingeniería social.
Jude la miró a los ojos y asintió con la cabeza.
—Sólo necesito que me dediques cinco minutos, Felix —le pidió—. Tengo un pequeño problema, pero creo que tú puedes ayudarme.
—¿A estas horas? ¿Y desde cuándo trabajo los fines de semana para KWC?
—Ya sé que es tarde...
—Ya es casi mañana.
Felix soltó una carcajada que empezó con un resuello bronquial prolongado y acabó en una ruidosa tos que le hizo preguntarse a Harry si padecía tuberculosis. Instintivamente, se apartó del teléfono.
Entre toses, Felix dijo:
—Eh, Judy, ¿te he dicho que hoy es mi cumpleaños?
Jude arqueó las cejas al mirar a Harry.
—No, creo que no.
—Esos cabrones de la oficina... Les dije que era mi cumpleaños pero no ha aparecido ninguno por aquí.
Harry escuchaba sus resbaladizas consonantes y el zumbido cada vez más fuerte de las voces de fondo. El bar en el que se encontraba Felix debía de estar haciendo un gran negocio.
—Y bien, ¿cuál es ese favor?
El tono de Felix le hizo suponer a Harry que iba a negarse a colaborar en cualquier caso.
—Es una tontería —admitió Jude—. Estoy en la oficina y he olvidado mi contraseña de red. Me he quedado en blanco.
—¿Y para qué me molestas? Llama a alguno de esos mocosos gilipollas de seguridad.
—Lo he intentado, en serio. Me salta el buzón de voz todo el rato.
—Bueno, me encantaría ayudarte, de verdad, pero ahora sólo soy un pobre empleado de adquisiciones.
—No me vengas con ésas, Felix. Sabes más sobre la red de KWC que todos los de seguridad de TI juntos.
Felix hizo una pausa.
—Me halagas, Judy. Debes de estar desesperado.
—Vamos, ayúdame con esto, no puedo hacer nada sin la contraseña.
—Pues vete a casa. La recordarás por la mañana.
—Mañana no es una opción. El plazo finaliza esta noche y tengo que acceder a un documento que está en red ahora. ¿No puedes asignarme otra contraseña o algo así?
—Sin un portátil no puedo. Además, créeme si te digo que voy a tardar en marcharme de este viejo bar.
Jude le lanzó a Harry una mirada inquisidora y ella asintió con la cabeza. Él se acercó más al teléfono.
—Bien, ¿qué te parece si me das otra identidad de acceso? Cualquiera con la que pueda abrir los archivos privados de la red.
Un chillido estridente retumbó por el altavoz. Seguidamente, se escuchó el clamor de unas voces masculinas en un tono sarcástico.
Jude aproximó su rostro al teléfono aún más.
—Felix, ¿sigues ahí?
—Pues claro, Judy. No te dejaría colgado. Anda, adivina cuántos años he cumplido. Venga, inténtalo.
Jude suspiró y lanzó una mirada hacia el techo. Harry le indicó con las manos que le siguiera el juego. No podían permitir que se escabullera.
—Está bien —contestó—. Tienes cuarenta.
—Cuarenta y cinco. Hoy cumplo cuarenta y cinco. ¿Y sabes cuántos años he trabajado para KWC?
Jude se encogió de hombros.
—¿Diez u once?
—Demasiado tiempo, joder. Pero ¿sabes qué? Se acabó.
—¿Te vas?
—A lo grande. Tengo planes.
Jude respiró hondo.
—Mira, Felix, ¿qué te parece si me pasas la contraseña de administrador? Eso me serviría, ¿verdad?
—¿Te has vuelto loco? ¿Y dejarte campar a tus anchas por toda la red? Ocúpate de tus fusiones y adquisiciones, ya me encargo yo de la tecnología.
—Vamos, Felix, sólo serán cinco minutos.
Feliz emitió un largo y estruendoso eructo al teléfono como el rugido de un león marino.
—Judy, me estoy cansando de esta conversación. Me estás haciendo malgastar el tiempo en este bar.
Jude miró a Harry con desesperación. Ella cerró los ojos un momento. Después escribió unas palabras en el bloc y la subrayó dos veces: «director ejecutivo».
Tenían que recurrir a aquello. Si Felix no respondía a las tácticas persuasivas habituales, deberían jugar su última carta: la figura de la autoridad.
Jude se aflojó la corbata.
—Mira, si no zanjo el asunto esta noche, me veré obligado a explicarle los motivos que me lo han impedido al director ejecutivo. Hazme caso, seguro que no quieres tener a Ashford todo el tiempo encima.
—¿Acaso crees que le tengo miedo? Ni siquiera me corresponde a mí ayudarte en esto. Además, él no me puede hacer nada. Ya no.
Jude ladeó el rostro y miró el teléfono con ojos entrecerrados. Después se volvió hacia Harry y, con una mueca de desconcierto, movió la cabeza de un lado a otro.
Harry soltó el bolígrafo sobre el escritorio y se dejó caer en el respaldo de la silla. Habían jugado su última carta. Cerró los ojos y se masajeó la nuca. Notaba un sordo dolor punzante que se extendía a lo largo de la espalda y le golpeaba la cabeza. Abrió los ojos y vio que Jude la estaba mirando. Negó con la cabeza, intentó sonreír e hizo un gesto como si se cortara el cuello para hacerle entender que se diera por vencido. Si Felix disponía de información que podía resultarle útil, tendría que conseguirla de otro modo.
Apagó el ordenador y Jude se concentró de nuevo en el teléfono.
—Puedo hacer que saques algo en limpio de esto.
Harry se quedó helada y volvió a mirarle a la cara. Tenía la boca rígida y aquel músculo le sobresalía de la mandíbula otra vez. ¿Qué estaba haciendo? No habían hablado de aquello.
—¿Ah, sí? —respondió Felix—. ¿Cómo?
—Haremos un intercambio. Tú me facilitas una identidad de acceso y yo te paso información.
—¿Qué clase de información?
—Información privilegiada que nadie más maneja. Se hizo el silencio.
—Continúa.
Harry contuvo la respiración con la mirada fija en Jude.
—Es sobre la operación en la que estoy trabajando —aclaró—. Con Nectel. Van a adquirir otra empresa.
—Todo el mundo lo sabe. Van a absorber BridgeCom. Lo ha publicado toda la prensa.
—Ya no. Hay un cambio de objetivo, me lo ha confirmado el director ejecutivo de Nectel. Desestiman BridgeCom y van a por otra.
Harry oía el sonido entrecortado de la respiración de Felix a través del teléfono. ¿En qué estaría pensando Jude? ¿De verdad le iba a proporcionar información privilegiada a Felix? Le sudaban las palmas de las manos. Sabía que debía detenerlo, pero era incapaz de moverse. También se le pasó por la cabeza que quizá ya había hecho algo así anteriormente.
Se acercó aún más al teléfono; casi lo rozaba con los labios.
—Esto no saldrá a la luz hasta dentro de un mes; un mes entero para que alguien se haga de oro, y además nadie podrá sospechar nada. —Sus ojos buscaron los de Harry—. Dame una identidad de acceso que pueda utilizar, Felix.
Se oía el ruido de unas voces de fondo.
—Realmente debes de estar muy apurado —contestó Felix después de una pausa.
Jude, con expresión pétrea, no respondió. Harry lo observó paralizada.
Entonces Felix se echó a reír.
—Está bien, acepto. Es divertido. Tú me dices el nombre de la empresa objetivo y yo te paso una identidad de acceso. Y, Judy...
—¿Si?
—Ni se te ocurra jugármela, ¿de acuerdo?
—Palabra de banquero.
Felix resopló en el teléfono.
—Está bien. ¿Qué empresa es?
—Aslan Technology.
—Aslan. Bueno, bueno. Es cierto, reconozco que esto bien vale un nombre de usuario y una contraseña. Pero no la de administrador.
Mierda. Harry apretó los ojos. Necesitaba permisos de administrador. Si no disponía de la contraseña de Felix, era la única manera segura de introducirse en su correo electrónico reciente.
—No confío en ti —prosiguió Felix—. Armarás un buen lío. —Se aclaró la voz con una intensa tos gutural—. Puedes usar mi cuenta. No ofrece tanta libertad como la del administrador, pero podrás leer tus archivos.
De repente, los ojos de Harry se abrieron de par en par y notó cómo la sangre le volvía al rostro. Dedicó un gesto de aprobación a Jude con las dos manos y éste le sonrió.
—Estupendo, Felix —dijo si apartar la mirada de Harry—. Gracias.
—El nombre de usuario es «froche» —dijo deletreándoselo—. Y la contraseña es «rasputin45». Ahora vete al carajo y no me llames más. Voy a desconectar el móvil. Me parece que esta noche tengo premio.
Felix cortó la comunicación. Harry anotó la información que les había revelado y sonrió de oreja a oreja a Jude. Estaba eufórico y parecía muy satisfecho de sí mismo.
—Estoy impresionada —comentó—. Sería un buen hacker. —Entonces, algo se le removió dentro—. Pero ¿qué hay de la ética de la cual hablaba antes? ¿O es que eso de Aslan no es cierto?
—No, es completamente cierto. —Se reclinó con las manos entrelazadas detrás de la cabeza—. Nectel se ha olvidado de BridgeCom y va a por Aslan. Pero nunca lo conseguirán. De hecho, la situación financiera de Nectel es desastrosa y no existen esperanzas de que puedan reunir fondos para esa adquisición.
—¿Así que Felix no sacará provecho de la información?
—No. Pero cuando lo descubra, será demasiado tarde.
Harry miró fijamente a Jude un momento. Si él se encontraba cómodo respecto a la vertiente ética de aquella situación, para ella no había ningún problema, pero era consciente de lo mucho que él se había arriesgado.
—Gracias —le dijo mientras se giraba hacia su portátil antes de que él pudiera responder.
Harry reactivó la conexión de su RAT en el ordenador de Frank Buckley. Sus dedos revolotearon sobre las teclas; enseguida abandonó la cuenta de red de Frank y se introdujo de nuevo en el sistema con la identidad de Felix Roche. En unos segundos, consiguió que apareciera en la pantalla el correo electrónico actual de Felix.
Echó un vistazo a los mensajes y se fijó en las direcciones por si encontraba información relevante. Si Felix aún interceptaba el correo electrónico de la organización, existía la posibilidad de que se hubiera hecho con algo que pudiera resultarle de ayuda a Harry.
Lo halló casi de inmediato. Era un mensaje de Leon con fecha del día anterior.
Ralphy,
¿Sabes algo de esto??
LEÓN
Encontró una segunda nota adjunta:
Leon,
Sé dónde está el dinero de Sorohan: lo tiene su hija Harry. Te enviaré pruebas. Creo que esos millones nos pertenecen, ¿verdad?
EL PROFETA
Harry se estremeció al ver su nombre. Tenía ganas de rodearse con sus propios brazos para protegerse de aquella sensación de violación.
—Esta vez, la dirección de El Profeta es diferente —observó Jude.
Harry echó un vistazo a la pantalla. Tenía razón. El Profeta había enviado el mensaje a Leon desde afl7623398@anon.obfusc.com, y no desde el alias.cyber.net que había empleado con anterioridad.
Empezó a masajearse la frente.
—Ha cambiado de re-mailer. Se vio obligado a hacerlo. El otro se clausuró hace dos años después de mantener arduas disputas legales con dos gobiernos.
Leyó el mensaje de Leon otra vez. ¿Quién demonios era Ralphy? Comprobó el destinatario: ww483554@realXre-mail.com. Otro apodo inescrutable. ¿Sería Ralphy el quinto miembro de la organización?
Un dolor intenso repiqueteaba en su cabeza. Sintió una necesidad imperiosa de acurrucarse en la cama y olvidarse de todo.
Jude le tocó el hombro y le habló con voz dulce.
—Tiene aspecto de estar a punto de desmayarse. Debería descansar.
Harry no tenía intención de llevarle la contraria y extendió los brazos para apagar el portátil. Entonces, las manos se le paralizaron. Acababa de reparar en la notificación del sistema que aparecía en la parte superior del mensaje.
Envió una respuesta a este mensaje el 10/04/2009
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¿Felix había respondido el mensaje? ¿Por qué motivo les contestaba?
Harry hizo clic sobre la barra de información amarilla y se quedó absorta mirando con la boca abierta un mensaje enviado por Felix Roche la tarde anterior a la dirección anónima de El Profeta, an762339@anon.obfusc.com.
Vaya, vaya, señor Profeta, por fin nos comunicamos. Permítame empezar diciéndole que sé quién es usted realmente. Tengo amigos en anon.obfusc y no son tan cuidadosos como debieran en temas de seguridad. Qué mala suerte, señor Profeta.
Añoro los viejos tiempos. Comprar barato, vender caro. Chicos, eran muy buenos; tendrían que hacerlo de nuevo, antes de que alguien descubra su identidad.
Me mantendré en contacto con usted.
FÉLIX
La invadió una oleada de calor. Cogió el bolígrafo y anotó la dirección del re-mailer. Después le arrebató el teléfono a Jude y pulsó la tecla de rellamada: nada. Mierda. Felix había desconectado el móvil.
La adrenalina corría por sus venas e hizo que se esfumaran todos sus achaques, al menos por el momento. O sea que Felix sabía quién era El Profeta...
Al día siguiente Felix le desvelaría aquel nombre a Harry.