XX
Veintisiete segundos

«Duda que sean fuego las estrellas,

duda que el sol se mueva,

duda que la verdad sea mentira,

pero no dudes jamás de que te amo.»

William Shakespeare

EL NÚMERO ERA DESCONOCIDO. El mensaje era escueto, conciso, directo. «Susan te manda saludos». Además del texto, había un vídeo. Pulse el play. Lo que vi me puso hecho una furia. Una habitación, una silla, una chica sentada en ella. Amordazada, atada de pies y manos. Un tío vestido de negro y con un pasamontañas ocultándole el rostro. Habló mirando a la cámara:

—Si quieres volver a ver con vida a esta preciosidad, será mejor que traigas tu puto culo aquí lo antes posible, y que vengas cargado con el dinero.

El encapuchado se acercó a Susan y le acarició el pelo. La chica se estremeció. En sus ojos había una mezcla de miedo y repulsión.

—Yo que tú me daría prisa. Si no… quizá tenga que entretenerme un rato con ella.

El vídeo apenas duraba veintisiete segundos. Lo vi tres veces seguidas. A duras penas podía contener mi rabia. Lo más triste es que se veía venir. En mi fuero interno sabía que si alguien había orquestado todo este plan para putearme ésta era la manera perfecta: darme donde más me dolía. Se me ocurrían pocas cosas peores que secuestrar a Susan.

Decidí calmarme. Vi el vídeo una cuarta vez, ahora con un ojo más crítico que las anteriores. Fui parándolo y me fijé en cada detalle. Por lo poco que se veía, no conocía aquella habitación. Al menos no era de mi casa, ni de la casa de sus padres. La decoración era muy austera, la cama tenía una colcha impersonal y al fondo se veía una mesa sin nada encima. Parecía de un hotel.

Al tío apenas se le podía distinguir. No sé si era alto o bajo porque Susan estaba sentada, así que no los podía comparar. El pasamontañas sólo dejaba al descubierto sus ojos, oscuros. Ningún otro rasgo significativo.

Vi el vídeo por quinta y última vez, ahora transcribiendo las palabras. La amenaza era muy clara y muy directa. Y me exigían venir cargado con «el dinero». No mencionaban ninguna cantidad, así que parecía obvio que hablaban del dinero que debía Tyler al Ruso.

La cosa pintaba fea. Sobre todo por Susan. Lo que me pasase a mí, hasta cierto punto, me traía sin cuidado. Sabía que estaba en la cuerda floja desde mi visita a la mansión del Ruso, pero ella… Ella era mi punto débil. Todos estos años había intentado mantenerlo en secreto pero ahora parecía que todos lo sabían. Estaba jodido.

Pensar que me había llegado a plantear si ella estaría involucrada en toda esta mierda hizo que me sintiese aún peor.

Estuve bloqueado durante unos minutos. Después me puse a pensar. A recordar. ¿Y si le pasaba algo? ¿Y si no la volvía a ver nunca más?