XXII
Errores del pasado

«Antes o después,

todo el mundo paga por sus pecados.»

Covert affairs (serie de televisión)

LO QUE ESTABA CLARO es que yo había cabreado a alguien y ahora me lo hacían pagar con una especie de tortura china. Me hacían marcharme del país, me perseguían, me daban palizas, me disparaban… y, lo peor de todo, secuestraban a mi chica. No me quedaba otra que regresar.

Cuando llevas tanto tiempo saltándote las leyes, tiendes a pensar que todo vale. Esto me hizo replantearme que quizá la explicación a lo que me estaba pasando no la tenía que buscar en la gente que aún estaba entre nosotros, sino en la que ya no estaba. A lo largo de los años me había cargado a mucha gente y, en la mayoría de los casos, no me arrepentía. Pero esta gente podía tener familia: padres, hijos, esposas, maridos... Caí en la cuenta de que me había olvidado por completo de alguien.

Ni siquiera sabía su nombre, para mí sólo era el tío calvo con la cicatriz en la mejilla izquierda. El calvo de la cicatriz, genial. Me habían contado que era el lugarteniente de un nuevo capo del tráfico de armas. Me habían dicho también que era un hijo de mala madre, con tendencia a la gresca y a abusar de las mujeres, y que había estado encerrado por múltiples violaciones. Un auténtico caballero.

También me habían dicho dónde encontrarlo. Había ido y había cumplido con mi encargo. Matarlo, trocearlo y dejarlo bien a la vista para que quedase claro el mensaje: no se juega con la gente de La Fábrica. Supongo que él también tendría familia… A fin de cuentas todos tenemos, ¿no?

Llamé a Eliot. Nuestra última conversación no había sido muy amistosa, pero supuse que ya se habría repuesto.

—¿Sí?

—Quiero que me consigas información sobre alguien.

—¿Dónde estás?

—Eso no importa.

—La última vez me mandaste a tomar por el culo.

—Me equivoqué. No tengo tiempo para discusiones.

—¿Vas a volver?

—No, aún no. Necesito primero que me consigas unos datos.

—A ver, ¿de qué se trata?

—¿Te acuerdas del tío que apareció troceado, el que dijiste que llevaba mi sello?

—Sí.

—Vale. ¿Lo llegaste a ver?

—No, pero me dijeron que estaba cortado en trocitos. Hubiese dado igual que lo viese o que no.

Tenía razón. Se lo describí (cuando aún estaba de una pieza), le dije dónde lo había encontrado (y matado) y dónde lo había dejado (por si lo habían encontrado en otro sitio, pero no).

—¿Cuál era su delito?

—Me dijeron que era aficionado a las violaciones.

—Joder. Le diste una buena paliza antes, ¿verdad?

Eliot estaba especialmente sensibilizado con el tema, más aún que una persona normal. A su hermana la habían violado cuando era una adolescente.

—Por supuesto.

—Veré qué puedo encontrar. ¿Te llamo a algún número?

—No. Yo te llamaré.

—Igual me lleva un día entero.

—Te llamaré cuando pueda; si no lo tienes, te llamaré más veces.

—¿Sigues desconfiando de mí, de tu puto compañero?

Hacía preguntas de difícil respuesta.

—Esto funciona así y lo sabes. —Sentí un gruñido al otro lado de la línea. Continué—: Encuentra la información. Dime con quién estaba relacionado el calvo de la cicatriz.

Tenía un plan en la cabeza y esto sólo era el primer paso. ¿Aprendería, de una vez por todas, de mis errores del pasado?