XXXVII
Nada es lo que parece

«El hombre puede creer en lo imposible,

pero no creerá nunca en lo improbable.»

Oscar Wilde

ABRÍ LOS OJOS CON dificultad. Me dolía todo. Me llevé la mano al pecho. No estaba manchada de sangre. Normal, por otra parte. Quizá sea un buen momento para aclarar la promesa que le había hecho a Travis: me había exigido que, antes de ir a dondequiera que fuese, me pusiera el chaleco antibalas que siempre guardaba en el maletero del coche. Le había hecho caso. De no haber sido así...

Me incorporé con dificultad. Al hacerlo, algo cayó al suelo. Un sobre. Lo abrí. Dentro había una nota manuscrita:

 

En nuestro sitio furtivo. Rápido. Ven solo. Confía en mí. Nada es lo que parece.

 

La nota no llevaba firma. No hacía falta. ¿En nuestro sitio furtivo? Sólo se me ocurría un sitio al que yo me pudiese referir de ese modo, y sólo una persona que me pudiese dejar semejante mensaje pero entonces… Las señales eran contradictorias. Por el momento.

Guardé la nota. No estaba en mi casa sino en la de Travis. ¿Quién coño me habría llevado allí? Salí a toda prisa. Aún no lo comprendía del todo pero esperaba hacerlo pronto.

Mientras conducía me torturaba a mí mismo con múltiples preguntas. Preguntas retóricas, claro, porque ni sabía las respuestas ni tenía a quién preguntárselas… aún.

Aparqué a la entrada del Jardín Botánico. En esta época del año no habrá demasiada gente, pensé.

La vi a lo lejos, sentada en un banco. Ya no iba vestida con el top de tirantes ni la minifalda. Tenía una maleta a su lado. Instintivamente quise correr hacia ella. Después quise echar mano de mi pistola. Opté por una solución de compromiso: caminé rápido y con la pistola en el bolsillo, dispuesto a usarla a la primera de cambio.

—Me alegro de verte —dijo muy seria, mirándome a los ojos—. ¿Estás… bien?

Mi cara debía ser todo un poema. No respondí nada.

—No hay mucho tiempo. Pregúntame lo que quieras cuanto antes.

No entendía nada.

—¿Por qué me disparaste?

—Porque si no, no me dejarían marcharme…

—¿Y no van a comprobar que no estoy muerto?

—Lo sabrán dentro de poco. Si no lo saben ya.

—¿Sabías…?

—¿Que llevabas chaleco antibalas? Sí. O sea, Travis me aseguró que lo llevarías…

En mi cabeza los pensamientos fluían con rapidez. Si Susan estaba de mi parte, ¿por qué actuaba de aquella manera tan enigmática?

—La nota —gruñí. Era el amor de mi vida pero me había pegado un tiro. No estaba dispuesto a aflojar así como así. No sin tener las respuestas a todos los interrogantes—. ¿Por qué la escribiste? ¿Y por qué me he despertado en casa de Travis y no en la nuestra?

—Después de… —Suspiró antes de continuar—: … de haberte disparado, disparé también al tío. —Supuse que se refería a Pasamontañas 2—. No tenía alternativa. Hubiese comprobado si estabas muerto o no para dar el aviso a sus jefes. Y entonces nos matarían a los dos. Luego llamé a Travis, que vino con Eliot. Eliot me ayudó a deshacerme del cadáver, mientras Travis te llevaba a su casa. La nuestra ya no es segura.

Susan hablaba con un aplomo impropio en ella. Me froté la nuca instintivamente.

—Travis te dio un golpe en la cabeza para poder transportarte sin que preguntases nada —me aclaró.

—Explícame eso de que llamaste a Travis.

—Se puso en contacto conmigo poco después de que te fueses. Yo ni siquiera sabía quién era.

—¡Me dijiste que te querían incriminar y ahora resulta que eras tú la que jugabas conmigo!

—Cuando te dije eso lo decía en serio. No sabía que luego las cosas iban a ser como al final fueron, te lo juro.

—¿Y todo lo del secuestro? ¿Era una trampa?

—Una estratagema. Travis me dijo que tenía que convencerles de que estaba de su parte, de que accedía a traicionarte para salvarme yo, y también por venganza.

Me senté a su lado. Seguía renuente a creerla.

—¿Quién mueve los hilos? ¿Para quién trabajas?

—Para nadie. Estoy de tu parte. Siempre lo he estado.

Tenía una amalgama de sentimientos que me carcomía. Amor, ira, incertidumbre, pasión, desconfianza.

—¿Y por qué ha hecho Travis todo eso que dices que ha hecho? ¿Y Eliot dónde encaja?

—Eliot es tu compañero y, hasta donde yo sé, es legal. Sabía cosas pero no todas, creo. Sólo había hablado con él una vez aparte de hoy. Travis trabaja para vosotros.

No se refería a La Fábrica sino a la policía, ¿verdad?

—¿Agente encubierto?

—Sí. De otro comando distinto al vuestro. Formaba parte del plan que no lo supieseis ni Eliot ni tú, según me contó él mismo.

Tenía sentido.

—¿El objetivo era el Ruso?

Eso explicaría por qué Travis nos había conducido allí.

—Y Tyler. Y creo que John también…

—De él no tienes que preocuparte —dije sin querer extenderme más.

Susan me sonrió con expresión triste. Parecía haber estado llorando.

—Yo quería habértelo contado pero no podía. Entonces descubrirían que estaba de tu parte. —Era la segunda vez que decía eso—. Y te matarían.

Una lágrima recorrió su mejilla. Traté de comprenderlo.

—¿Me estás diciendo que todo esto formaba parte de un plan para acabar conmigo y que tú has desbaratado sus planes, traicionándoles para protegerme?

El mundo del revés. Ella protegiéndome a mí. ¿O había sido siempre así?

—No querían simplemente matarte. Querían torturarte. Querían que sufrieras… Por eso vinieron a por mí.

—¡He recorrido medio mundo para ponerte a salvo!

Me acarició la mejilla.

—Lo sé…

—¿Y resulta que lo que tenía que haber hecho era quedarme aquí y cargármelos a todos?

—No puedes cargártelos a todos…

—¿Quién está detrás de todo esto?

—No lo sé —dijo muy seria—. Es una guerra de bandas. Tiene que ver con el Ruso, con La Fábrica y con gente corrupta del Cuerpo de Policía. Y con un tío al que mataste hace poco, que era pariente de algún pez gordo. —El calvo de la cicatriz, sin duda—. Es todo lo que sé.

Visto lo visto, el Ruso parecía haber jugado sólo un papel tangencial en la conspiración. Había sido otra pieza del puzzle, igual que yo. Alguien le había robado el dinero, Tyler posiblemente, y eso había servido como detonante para meternos a él y a mí en el ojo del huracán. Pero había datos que seguían escapándoseme. Además, algunos de sus hombres sí debían estar implicados porque sabían lo del secuestro de Susan.

—¿Y cómo sabes todo eso?

—Me lo contó Travis. Él era mi… enlace.

—¡Pero él me estuvo engañando todo el rato! Primero me dijo que había recibido una llamada anónima y que desconfiase de ti. Y después, cuando empecé a recibir los vídeos del presunto secuestro, me hizo creer que era todo real.

—Lo de la llamada no lo sé, supongo que sea verdad… Al principio Travis no debía saber nada, así que no creo que te estuviese engañando. Luego sí que me advirtió de que vendrían a por mí, así que estaba sobre aviso. Me dijo que lo mejor era seguirles la corriente.

»Me enseñaron fotos horribles… de cadáveres, de muertos mutilados, troceados.... Personas a las que habías matado tú. Según ellos. Yo no quería creerles… pero me sirvió para fingir, como me había pedido Travis. Les hice creer que te odiaba y que les ayudaría a acabar contigo.

—¿Y se lo creyeron, así sin más?

Entornó los párpados.

—Siempre has dicho que tengo mucho sex appeal

—¿Les sedujiste?

—Sólo al del pasamontañas. No sé ni cómo se llama. Y no pasó nada. Sólo tonteé con él. Tenía mucho miedo de que te pasase algo, así que me esforcé en resultar creíble. Que pareciese que de verdad te odiaba y quería desquitarme por haberme engañado y ser un poli corrupto, un psicópata y todas esas cosas espantosas que decían de ti.

—¡Me mentiste cuando hablamos por teléfono! ¡No me diste ninguna pista!

—¡No podía! Escuchaban las llamadas. Me vigilaban…

Un breve silencio.

—¿Y ahora qué? —pregunté al fin.

—Tienes que decidir: largarte conmigo y empezar de cero. En otro lugar, en otro país, con otra identidad.

—¿O…?

—O esperar a que vengan a por ti.

Dudé. Todo aquella lista que había confeccionado, todos aquellos tiroteos, peleas, huidas, persecuciones… Muchos muertos para llegar al mismo punto de partida. Para tener que huir una vez más. Para comenzar otra vez todo.

—Travis me ha dado unas cuantas cosas. Dinero, pasaportes y cosas así, creo. Están en la maleta. La verdad es que no la he abierto.

—¿Por qué no ha venido él a decirme todo esto? ¿O por qué no me lo ha dicho en ningún momento cuando hemos estado a solas?

—Creo que él y Eliot no se fían el uno del otro.

—Así que al menos eso era cierto… —murmuré en voz alta, casi sin darme cuenta.

Esta vez el silencio fue más largo. Estábamos sentados enfrente de uno de aquellos sauces que tanto le gustaban a Susan. Pero ninguno de los dos mirábamos hacia el árbol, sino mucho más allá. Al infinito.

—Nunca había matado a nadie… —Supuse que se refería a Pasamontañas 2—. Confía en mí —me suplicó, de nuevo con lágrimas en los ojos.

Decidí confiar en ella. Hasta el momento el resto de mis decisiones parecían haber sido, si no erróneas, en muchos casos desafortunadas. A ver si ahora cambiaba mi suerte.

Nos abrazamos durante un instante que pareció eterno. Después nos besamos apasionadamente.

Cogí la maleta con la mano derecha. No pesaba demasiado.

—¿Y a dónde quieres que vayamos?

—No lo sé. Elige tú. Para algo eres el experto en huidas.

Sonrió. Su sonrisa seguía siendo igual de bonita que siempre.

—Cuando Travis contactó contigo la primera vez para explicarte todo el plan…

—No fue él.

—Ah, fue Eliot entonces.

—No. El primero que me sugirió la idea de engañar a los malos no fue ninguno de ellos.

—¿Otro tío?

—Sí. Se supone que estaba con ellos también, con los del Ruso, pero en realidad era un agente doble. Vamos, supongo. Y, antes de lo que preguntes, no sé su nombre.

Un pensamiento surcó mi mente y alteró mi pulso.

—¿El tío era pelirrojo? ¿Llevaba barba?

—Sí —dijo asombrada—. ¿Por qué? ¿Lo conoces?

No dije nada más.

Comenzamos a caminar en dirección al coche. No había vuelta atrás. Huíamos, pero esta vez juntos. Nos cogimos de la mano.

Me vino a la cabeza aquella canción de los Foo Fighters:

Pleased to meet you, take my hand. There is no way back from here. Pleased to meet you, say your prayers. There is no way back from here. But I don't care. No way back from... here.[3]