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Después de la primera botella de la Viuda Cliquot, se olvidó Yvonne por completo de su miedo. La conversación se hizo casi divertida. Los dos reían... Pero, de pronto, Yvonne dejó de reír, se puso en pie y apartó la mirada.
Thomas la comprendía muy bien. En cierta ocasión había despreciado su amor. Ninguna mujer olvida esta humillación. Y ninguna mujer quiere pasar dos veces por la misma experiencia.
Por este motivo, hacia las once y media, los dos se desearon unas buenas noches.
«Sí, será lo mejor -se dijo Thomas-. ¿De verdad es esto lo mejor?»
Estaba un poco bebido, e Yvonne se le antojaba muy hermosa. Cuando le besó la mano, la mujer retrocedió ligeramente, sonrió con expresión forzada y de nuevo apartó la mirada.
Thomas entró en su compartimiento, se desnudó y se lavó. Cuando se acababa de poner los pantalones del pijama, el tren frenó violentamente, al mismo tiempo que entraba en una curva muy cerrada. Thomas perdió el equilibrio y chocó fuertemente contra la puerta que unía ambos compartimientos, que se abrió. Sin poderlo evitar, entró tambaleándose en el compartimiento de Yvonne. La mujer estaba ya en la cama, y gritó asustada:
—¡Por amor de Dios!
El hombre recuperó el equilibrio:
—Perdone usted. No lo he hecho intencionadamente. De verdad que no... Yo... Buenas noches.
Cuando entraba de nuevo en su compartimiento, oyó la voz ahogada de la mujer:
—¡Espere usted!
Thomas volvió la cabeza. Yvonne tenía los ojos entornados y muy oscuros. Tenía la boca entreabierta. Habló con la respiración entrecortada:
—Estas cicatrices...
Fijaba la mirada en el pecho desnudo de Thomas.
En el lado izquierdo de su pecho se veían tres gruesas cicatrices de índole muy especial, causadas por los golpes de un instrumento también muy especial... Un muelle recubierto de goma.
—Eso... -Thomas apartó la mirada y se llevó involuntariamente el brazo delante del pecho- fue un accidente...
—Miente usted.
—¿Qué?
—Yo tenía un hermano. Fue detenido dos veces por la Gestapo. La segunda vez lo ahorcaron. La primera vez lo atormentaron. Cuando... -su voz se quebró- regresó del hospital... tenía... tenía estas mismas heridas... Y pensar que yo le he insultado a usted..., que he sospechado de usted..., de usted...
—Yvonne...
Se acercó a la mujer. Los labios de la hermosa mujer se posaron en sus cicatrices. El amor alejó la timidez y los recuerdos.