4
—... Nadie le prestó la menor atención en el vestíbulo del hotel -informó Fred Meyer.
—¿Y quién te ha contado todo esto? -preguntó Thomas.
—El hermano del «soñador».
—¿Y te lo ha contado por las buenas?
—Sí, porque ahora ya no importa. Ya te he dicho que el «soñador» está tuberculoso. Hace tres días sufrió una hemorragia. Está en el hospital. No sobrevivirá ya a este fin de semana.
—Puedes ir a visitarle en compañía de tu coronel -dijo Paul-. Está dispuesto a hacer una confesión...
27 de septiembre de 1943, 16.15 horas.
El teléfono repiqueteó en la mesa-escritorio del comandante Brenner. Cogió el auricular y oyó la voz de su superior:
—Le habla Werthe. Desde Toulouse. Preste atención. ¡Lo que voy a decirle es de la mayor importancia!
—Sí, mi coronel.
—Hemos dado con el asesino de Petersen. -Werthe le habló de Louis Monico y de la confesión que había prestado éste-. Lieven, dos funcionarios del SD y yo hemos estado junto a su lecho de muerte.
—¡Diablos, mi coronel! -gritó Brenner.
Su corazón latía fuertemente. ¡Ese Lieven! ¡Ese diabólico Lieven! «¡Gracias a Dios, abogué por que llevara a cabo su plan!»
—Pero, y ese prestamista... -se le ocurrió, de pronto, al comandante Brenner-, ese Victor Robinson..., ¡había presentado cargos contra Ferroud!
—Mientras, hemos aclarado también este extremo. Robinson traficaba con Petersen. Había sido empleado de Ferroud. Éste le echó de su casa. Robinson quiso vengarse. Pero esto no es todo aún, Brenner. Lo más importante viene ahora. Lieven ha logrado enterarse de que Petersen estaba complicado en una gigantesca estafa de letras de crédito del Reich... Brenner, ¿me oye usted?
Brenner se pasó la lengua por sus labios resecos. ¡Las letras de crédito del Reich! ¡El asunto se complicaba cada vez más y más! «¡Santo cielo, y pensar que voy a intervenir directamente en este asunto!»
—Le escucho, mi coronel.
—No sabemos todavía exactamente quiénes son los complicados en este caso, Brenner. Pero no hay ni un solo segundo que perder. Si, en verdad, Petersen estaba complicado en el asunto de las letras de crédito, vamos a ser testigos de un escándalo de primera magnitud. El SD tratará de echar tierra sobre el asunto. Pero nosotros les llevamos una ventaja..., aun cuando sea solamente de un par de horas. Comandante Brenner, hágase acompañar por cinco hombres de confianza...
—Sí, mi coronel.
Petersen tenía un apartamento en la Avenue Wagram. Ésta es su residencia oficial. Y ésta será la primera que registrará usted.
—Sí, mi coronel.
—Lieven ha averiguado que Petersen tenía otro apartamento privado en la Avenue Mozart, 28. Al parecer, el SD no está informado de su existencia... Vaya usted también allí...
—Sí, mi coronel.
—¡Registre el apartamento sin dejar un solo rincón! Haga usted todo lo que considere necesario. Lieven está ya camino de regreso a París. Confisque todo el material sospechoso antes de que el SD lo haga desaparecer. ¿Me ha comprendido usted?
—¡Sí, mi coronel! -gritó Brenner.
Y el pequeño comandante se lanzó a una aventura que habría de cubrir de sonrojo sus sonrosadas mejillas, una aventura escandalosa, auténticamente parisiense. Confiemos hallar aquellas discretas palabras que nos permitan informar de la aventura del comandante Brenner.