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La fascinación que se apoderó aquella noche de Thomas Lieven no le volvió a abandonar ya. Cada vez era mayor y más intensa y se sumergió en ella como en un mar de eterna dulzura, en una nube de perfume embriagador.
Desde Nueva York continuó el vuelo en compañía de Pamela Faber hasta Washington. Ahora la estudiaba muy detenidamente, con interés clínico casi. Poseía la sinceridad, la bondad, la valentía de Chantal. Y poseía también aquella agresividad gatuna de Chantal, su espíritu salvaje, su fuerza. Pero era mejor educada, era más inteligente. Y Thomas se decía: «¿Por qué me duele tanto el corazón cada vez que fijo mi mirada en ella?»
Edgar Hoover, el jefe del FBI americano, un hombre de sesenta y dos años, recibió a Thomas Lieven en su despacho oficial en Washington. La primera entrevista duró sólo unos pocos minutos. Después de un cordial saludo, dijo aquel hombre de ojos inteligentes, pero siempre un tanto melancólicos:
—Aquí no podemos hablar con tranquilidad. Voy a proponerles lo siguiente: la señorita Faber, usted y yo vamos a disfrutar de un tranquilo fin de semana. Tengo una casa de campo aquí cerca.
La casa de campo de Edgar Hoover estaba enclavada en el Estado de Maryland, rodeada de colinas de suaves pendientes y muy pobladas de árboles centenarios. Había muchas fincas parecidas por allí cerca. El refugio del primer criminalista de América estaba decorado con muebles antiguos muy bonitos.
El jefe del FBI se frotó las manos aquella mañana, era la mañana de un sábado, y dijo durante el desayuno:
Maryland, 25 de mayo de 1957
Thomas cocina para América y decide morir...
Pavo relleno con trufas
Se toman 150 gramos de carne de cerdo magra, 100 gramos de carne de ternera, 200 gramos de manteca de cerdo fresca, el hígado del pavo, 125 gramos de hígado de ganso crudo, se pasa todo por la máquina de picar carne y se prepara con todo ello panecillos ablandados y 2 yemas, un relleno. Se añaden luego las pieles, finamente picadas, de 2 trufas, las trufas mismas en rodajas, 125 gramos de hígado de ganso, cocido con mantequilla, sal, especias para empanada, un chorro de vino de Madeira. Se rellena con esta masa el pavo, se sala, se rodea la pechuga del pavo con rebanadas no demasiado delgadas de tocino fresco, se quitan media hora antes de terminar para que pueda dorarse la pechuga. Se coloca en una sartén abundante mantequilla y algo de agua hirviendo, se introduce el ave, acostada sobre un lado, se vuelve a menudo de un lado a otro y se rocía con abundancia, pero el pavo no se coloca sobre la espalda hasta la última media hora. La duración del asado depende de las dimensiones del pavo. El relleno de trufas puede introducirse solamente en el buche, y para el cuerpo debe emplearse otro relleno más sencillo, empleando hígado de ternera en lugar de hígado de ganso. Se utiliza como relleno maíz amarillo en lata, de pequeños granos, rebozado en mantequilla, una salsa de arándanos y una ensalada. Se añaden luego manzanas crudas en rodajas, mandarinas y apio bien blando cortado en cubitos, se mezcla con mayonesa y coco rallado.
Lemon Sponge Cake
Se toman dos tazas de azúcar, 6 huevos, media taza de agua caliente, 2 cucharadas de zumo de limón, la cáscara rallada de un limón y 2 tazas de harina. Se baten las yemas hasta formar espuma, se añade el azúcar, agua caliente, zumo de limón y su cáscara y la harina, incorporando, finalmente, la clara de huevo a punto de nieve. Se introduce la masa en un molde y se calienta, con calor moderado, durante 45-50 minutos. Este pastel puede servirse, frío o caliente, con un zumo de fruta.
—Bien, propongo que hoy comamos pavo. Es demasiado temprano todavía para comer pavo, pero he visto unos animales magníficos en el pueblo. Luego iré a comprarlos. Y traeré también arándanos encarnados.
—¿Arándanos encarnados? -Thomas frunció el ceño.
Pamela, aquella mañana llevaba una camisa a cuadros y pantalones tejanos. Estaba más excitante que nunca. Le explicó, sonriente, a Thomas:
—Así es como aquí guisan el pavo, señor Lieven.
—En fin, yo he comido siempre el pavo con...
—... un relleno, ¿verdad? -dijo Pamela-. Mi madre también. El relleno consistía en un picado de hígado de pavo y pato...
—... carne de ternera, grasa de cerdo y yema de huevo -la interrumpió Thomas, excitado.
—Y trufas, dos panecillos...
—... ¡y la carne de cerdo ha de ser muy grasa!
De repente guardaron silencio, se miraron y se sonrojaron.
Edgar Hoover rió divertido.
—¡Se complementan ustedes de un modo fantástico!, ¿verdad, señor Lieven?
—Sí -asintió Thomas-, eso mismo es lo que me estoy diciendo todo este tiempo...
Dos horas más tarde estaban en la cocina. Pamela ayudó a Thomas a limpiar el ave y también a preparar el relleno. Y cuando él alargaba la mano para coger la pimienta, ella tenía ya el bote en la mano.
«Ay, Dios -exclamaba Thomas Lieven para sus adentros-. ¿Cómo va a terminar todo esto?»
—Mi madre solía enrollar la pechuga en grasa.
—¿En grasa fresca? -Thomas estaba fuera de sí de contento-. La mía también. ¡Y luego dejarla reposar una media hora antes de asarla!
—Para que la pechuga no quede demasiado seca.
Hoover, que estaba presente, dijo:
—Míster Lieven, ya se imaginará usted que no le hemos mandado venir a América sólo porque sabe usted cocinar tan bien.
—¿Por qué me han hecho venir?
—Porque conoce usted a la señora Dunia Melanin.
Thomas, que sostenía en aquel momento el pavo en alto, lo dejó caer sobre la mesa de la cocina.
—¡Perdón! -Thomas cogió de nuevo el pavo en sus manos-. ¿Dónde... dónde está la dama en cuestión?
—En Nueva York. Ella fue su amante, ¿verdad?
—Sí..., es decir... -Thomas notó cómo la mirada de Pamela reposaba en él-. Ella sé imaginaba que estaba enamorada de mí...
Hoover habló ahora con gran seriedad:
—Sabemos que desde hace algún tiempo trabaja en Nueva York un importante grupo de espías soviéticos. No sabemos cómo trabajan. No sabemos quién forma parte del grupo. Hace tres semanas se presentó en nuestra Embajada en París un miembro del grupo. Un tal señor Morris. Fue el último amante de la señora Melanin...
—No es necesario que siga usted hablando, señor Hoover -dijo Thomas, muy amable-. Haré todo lo que esté en mis manos. Pero con una condición.
Thomas volvió la mirada hacia el melancólico criminalista. Luego, hacia Pamela, acalorada, maravillosa y deseable.
Muy amable, dijo Thomas:
—Con la condición de que una vez cumplida esta misión se me permita morir...