15

Ya eran cerca de las doce y se produjo un movimiento general para regresar al salón de baile. La orquesta también se había tomado un descanso y, tras dar cuenta de algún refrigerio, de inmediato rompió con una alegre tonada que se ajustaba para bailar los lancers,[29] y todos hicieron mil cabriolas y bailaron hasta que las mejillas se les pusieron coloradas y el suelo quedó salpicado de abanicos, horquillas, tacones de zapatos y flores pisoteadas.
Claud era tan ligero con los pies como el mismísimo Arlequín (con el que tenía un cierto parecido), y mientras Flora iba brincando por toda la pista de baile, apenas guiada por el encantador roce de sus manos, pudo observar a Elfine en brazos de Richard, y vio con satisfacción cuán maravillosamente feliz y cuán hermosa estaba la muchacha. Flora también resplandecía de felicidad. Había logrado su objetivo. Se sentía como si hubiera levantado los brazos en triunfo delante de la tía Ada Doom. Elfine había sido rescatada de sus garras. En consecuencia, disfrutaría de una vida de felicidad completa, brillante y merecida. Tendría niños y conocería a un buen número de nativos ingleses, agradables, normales y corrientes, que sentirían latir en su interior la llama de la poesía. Todo era como tenía que ser.
Y Flora, enérgicamente lanzada por los aires, se detuvo bruscamente cuando la marcha de los lanceros concluyó. Aplaudió con fuerza, en parte por el deseo de pedir un bis, pero más por la alegría que sentía tras haber completado su tarea aquella noche.
—¡Cómo estás disfrutando, Florence Nightingale! —sugirió Claud.
—Ya lo creo —replicó Flora—. Tú tampoco te quedas atrás.
Era verdad: también Claud estaba disfrutando. Pero nunca sin una punzada de delicado dolor en su corazón y la convicción de que era un traidor.
En la pausa que siguió a la música, Flora observó cómo Richard conducía a Elfine hacia la escalinata, y cómo la subía lentamente, dirigiéndose hacia la balconada, donde estaba sentada su madre con algunos viejos amigos suyos. Flora se adelantó también, por si acaso fuera necesaria su presencia, pero antes de que Flora llegara siquiera a alcanzar las escaleras, Richard se separó de su madre, con la que había estado hablando, y adelantándose hacia la balaustrada del saledizo, levantó la mano en petición de silencio. Elfine permanecía a su lado, dos pasos por detrás de él. Flora no podía ver la expresión del rostro de la señora Hawk-Monitor, que permanecía oculta tras el cuerpo de Richard, pero observó que el rostro de Joan Hawk-Monitor adoptaba una expresión en la que había una curiosa mezcla de desagrado, curiosidad y envidia. («Por otro lado, esa sombra de tristeza podría significar cualquier cosa en la cara de cualquier otra persona», se dijo Flora con alivio).
—Damas y caballeros —dijo Dick—. Estoy encantadísimo de verles a todos aquí esta noche. Y estoy contentísimo de que hayan podido venir. Quiero decir, siempre estaré contento al recordar que estaban todos ustedes aquí en mi vigésimo primer cumpleaños. Porque eso de algún modo hace que todo esto sea mucho más alegre… Quiero decir, me gusta tener siempre un montón de gente alegre alrededor de mí…
Se detuvo. Se oyeron algunas risas y varios aplausos. Flora contuvo la respiración. Tenía… tenía que anunciar el compromiso. Si no lo hacía, sabría (y no importaba lo que sucediera después) que su plan había fracasado.
Pero todo marchaba según los planes. El joven estaba hablando otra vez. Adelantó a Elfine para que la vieran todos los invitados, y le cogió las manos.
—Y ésta es una noche especialmente gozosa para mí, porque tengo algo que decirles a todos ustedes. Quiero decirles que la señorita Starkadder y yo estamos comprometidos.
¡Bien! ¡Ahí estaba! La sala estalló en un atronador aplauso, seguido de los habituales murmullos de aprobación. Entonces la gente comenzó a hacer cola con la intención de acercarse a la escalinata y felicitar a la pareja. Flora, sintiéndose un tanto débil después de aquellos cinco minutos de tensión nerviosa, se volvió a Claud.
—¡Muy bien, por fin ha acabado todo! —exclamó—. Oh, Claud, ¿crees que deberíamos subir y hablar con la señora Hawk-Monitor? Debo confesarte que yo no lo haría…
En todo caso, Claud declaró con rotundidad que pensaba que resultaría bastante incorrecto que Flora no lo hiciera, puesto que, después de todo, ella estaba allí en calidad de acompañante de Elfine. Por otra parte, el curso de los acontecimientos había sido ya lo suficientemente irregular; así pues, todo lo que pudiera hacer Flora para dotar de un matiz de convencionalismo a la situación podría resultar de lo más favorable para Elfine.
Así que Flora, asintiendo de mala gana, subió la escalinata para enfrentarse a la señora Hawk-Monitor.
Encontró a la pobre señora con la mirada extraviada. Estaba aturdida, sentada en su reservado, recibiendo agasajos y felicitaciones por el exitoso baile, y sinceras despedidas por parte de aquellos invitados que ya se disponían a partir. Flora se sintió aliviada al comprobar que la metomentodo de Joan se encontraba aparcada a cierta distancia, junto a la puerta. Así que no tendría que enfrentarse a mamá H. M, y, además, a ella.
Flora se adelantó hacia la señora con la mano tendida.
—Muchas, muchas gracias… Ha sido una fiesta deliciosa, y ha sido tan amable por su parte invitarnos…
Pero la señora ya se había levantado, y la estaba mirando con el gesto muy serio. Podía ser una mujer distraída y un encanto, pero desde luego no era ninguna estúpida. Recorrió de un vistazo a Flora, de arriba abajo, y supo que allí, delante de ella, había una mujer joven con una cabeza sensata sobre los hombros. Su corazón anhelaba algún lugar al que aferrarse en medio de aquel paisaje de consternación y de aquellas dudas que la atenazaban.
—Señorita Poste, seré franca con usted —dijo, con tono casi suplicante—. No puedo fingir que estoy encantada con este compromiso. ¿Quién es esa joven señorita? He de decir que la he visto una sola vez en mi vida. Y prácticamente no sé nada de su familia…
—Es una persona muy dulce y buena —dijo Flora fervientemente—. Sólo tiene diecisiete años. Creo que podrá moldearse y convertirse exactamente en lo que usted desee que sea. Mi querida señora Hawk-Monitor, le ruego que no se incomode. Estoy segura de que no tardará en querer a Elfine. Créame cuando le digo que la niña tiene cualidades excelentes. Y respecto a su familia, si puedo atreverme a darle algún consejo, yo daría los pasos necesarios de inmediato para asegurarme de que no vea a nadie de los suyos durante las próximas semanas. Probablemente existirá una fuerte oposición a que este matrimonio se celebre.
—¿Oposición? ¡Qué impertin…!
Logró dominarse. Estaba un poco confusa y perdida. Había dado por hecho que la familia de Elfine estaría dando saltos de alegría ante aquel inesperado golpe de suerte.
—Efectivamente, así es. La señora Starkadder, su abuela, siempre ha tenido en mente casar a Elfine con su primo Urk. Me temo que habrá también alguna oposición por parte de ese individuo en cuestión. De hecho, cuanto antes arregle usted las cosas para celebrar la boda, mejor para Elfine.
—Oh, vaya… Había pensado que al menos tuvieran un noviazgo de un año. Dick es todavía tan joven…
—Una razón más por la que debería comenzar a procurar su felicidad de inmediato —dijo Flora con una sonrisa—. En realidad, señora Hawk-Monitor, creo que lo mejor sería organizar la boda para que tuviera lugar en el plazo de un mes. Como muy tarde. Las cosas en la granja se van a poner pero que muy desagradables para Elfine hasta que logre salir de allí, y estoy segura de que usted no deseará que se produzcan demasiadas injerencias por parte de los Starkadder, ni tener que parlamentar con ellos sobre este asunto, ¿no es verdad?
—¡Qué nombre tan espantoso, verdaderamente! —musitó la señora Hawk-Monitor.[30]
En aquel preciso momento, la llegada de Seth y Claud, ya con sus abrigos puestos, hizo imposible discutir la cuestión más profundamente. La señora Hawk-Monitor sólo tuvo tiempo para estrechar la mano de Flora y susurrarle en un tono bastante más amistoso de lo que era habitual en ella:
—Pensaré en lo que me ha dicho. Después de todo, quizá eso sea lo mejor.
Así que Flora abandonó los salones bastante animada.
Se encontraron con Elfine, que parecía una peonía blanca, esperándolos a los tres junto a la puerta; Dick estaba con ella, dándole las buenas noches cariñosamente. Flora pudo ver el coche, con el chófer aguardando al pie de la escalinata, así que tras despedirse amablemente de Dick, partieron finalmente.
Flora se sintió completamente agotada después de dejar a Claud en la posada La corona de rosas, donde tenía previsto pernoctar. Estaba bastante soñolienta, y también rendida, y febril, como consecuencia de una velada colmada de grandes emociones. Así que cerró los ojos y pudo dormir más o menos hasta que el coche se encontró a unas dos millas de la granja. Entonces se despertó presa de un pequeño sobresalto. Las voces de sus acompañantes la habían despertado. Seth estaba hablando en un tono que claramente estaba teñido de sorna.
—Vaya que sí, la vieja algo tendrá que decir de la faena de esta noche.
—¡La abuela no puede impedir que me case!
—A lo mejor no, pero ya te voy adelantando que lo intentará…
—No creo que pueda hacer mucho en un mes —interrumpió Flora con tono gélido—. Además, probablemente Elfine estará con los Hawk-Monitor la mayor parte del tiempo hasta que llegue la hora. Lo único que tiene que hacer es evitar a la tía Ada mientras esté en la casa, eso es todo. Dios sabe que eso no debería ser muy difícil, considerando que la tía Ada nunca sale de su dormitorio.
Seth dejó escapar una de esas risas graves en las que parecía deleitarse. Un latido animal palpitó en él, como la red de venillas bajo la piel de una rata. El coche ya estaba llegando a la cancela que daba paso al patio. Seth, inclinándose hacia Flora miró a través de la ventanilla y le señaló con uno de aquellos dedos carnosos suyos que las ventanas de la granja estaban todas encendidas y resplandecientes.