En vez de conclusión.

"La revolución se aplaza" (ciencia-ficción)

El menudo disco del Sol se puso muy bajo sobre el horizonte y, como siempre, se hizo rojizo-violeta. Para el ojo humano terrestre, todo en este planeta parecía no natural. Pero lo peor eran esas puestas color rojizo-violeta que fastidiaban...

Por lo demás, todo esto no le oprimía nada a Kley. Durante dos años de la guardia cósmica, primera en su vida, él no perdió todavía el interés por lo insólito.

Kley caminaba lentamente por un sendero que subía a una casita de base. En las manos llevaba una pequeña bola oscura, cuyo tamaño era un poco mayor que el de la bola de billar...

Por fin, Kley llegó hasta el zaguán y subió pesadamente por la escalera. Resoplando, como si hiciera un trabajo difícil, entró en el cuarto interior, cerró detrás de sí la puerta de acero y puso la bola sobre el suelo.

La bola comenzó a sonar lastimada y prolongadamente.

Ferry se movió en su cama.

- ¿De nuevo has traído alguna porquería? -alargó perezosamente sin mover la cabeza.

-¡Sólo mira aquí! -dijo con entusiasmo Kley. Tan pequeño que es, pero pesa unos veinticinco kilos, si no treinta.

-¿Por qué no estas aburrido de hurgar en esta basura? -notó Ferry con el mismo tono indiferente, siguiendo con la cara vuelta a la pared.

-¿Basura? -se indignó Kley. ¡Es que esto lo han dejado ellos!

-Ya hace mucho tiempo que esto se está investigado -pronunció Ferry con una voz que daba lata. Sin nosotros...

-¿Tal vez, no todo?

-Válgame dios -gruñó Ferry. Qué clase de gente es esa.

Se volvió gimiendo y bajó los pies sobre el suelo:

-Vamos a ver...

Kley se acuclilló y pasó cariñosamente la mano por la bola como si acariciara un gatito.

La bola realmente tenía un aspecto insólito. Estaba hecha de un material extraño que no se parecía ni al metal, ni a los polímeros, y era casi transparente, pero a la vez no se podía ver lo que tenía dentro. La superficie de la bola centellaba y brillaba de una manera extraña, y sobre ella aparecían y desaparecían unos arabescos nublados.

-¿La ves?

-¿Y qué? -encogió inmutablemente de hombros Ferry. Una bola cualquiera.

-Eres un muchacho extraño, Ferry.

Kley arrugó la frente, y sus cejas oscuras y espesas se unieron sobre el caballete. Era un indicio seguro que empezaba a irritarse

-Nada te toca ni impresiona...

-¿Acaso en el mundo ha quedado todavía algo sorprendente? -sonrió maliciosamente Ferry. Sobre todo aquí, en este planeta olvidado por dios, de donde ya hace mucho que se largaron todos los indígenas...

Kley gruñó.

-No, ya hace muchísimo tiempo que todo está explicado, suspiró Ferry. Ningún enigma. Ninguna sensación... Nada que pueda sacudir la imaginación.

-Una filosofía arriesgada-refunfuñó Kley, puedes caer en una situación embarazosa.

-Hablando francamente, ahora me interesa sólo una cosa: cuantos días nos quedan todavía, cortó Ferry.

Kley se estiró con placer extendiendo los brazos hacia los lados y arriba:

-Y a mí me gusta aquí...

-También yo estaba así en algún tiempo -consintió Ferry. Quisiera verte después de la quinta guardia, Todo da asco...

-¡No!

-Está bien, está bien -dijo Ferry con reconciliación. Guarda tu bola y vamos a cenar.

Kley probó y con la puntera del zapato empujó levemente la bola hacia el rincón del cuarto, donde ya se amontonaba toda suerte de cosas. Pero de repente le bola dio un silbido y se metió precipitadamente bajo la cama, escribiendo sobre el suelo un par de zigzag complicados e inesperados. Ferry, en dos saltos, se encontró cerca de la puerta.

-¡Idiota! -se lanzó sobro Kley. ¿Y si es una mina?

-No parece -dijo inmutablemente Kley.

-El diablo lo sabe -gruñó Ferry mirando con recelo la cama, bajo la cual seguía oyéndose el silbido y chisporroteo extraño.

-¿Qué quieras que hagamos con ésta?

-Cuando la encontré, al principio también silbaba. Pero luego nada, se tranquilizó. El silbido poco a poco cesó.

-Ahora bien -dijo con firmeza Ferry. ¡Al diablo todo! Quieras o no, la llevo enseguida al depósito. Así será más tranquilo.

Se acercó a la cama, se arrodilló, extendió cautelosamente la mano y tomó la bola.

No pasó nada. Entonces Ferry tiró de la bola. Pero ésta como si estuviera de plantón.

-¡Qué cosas del diablo son éstas!

-No quiere ir al depósito -sonrió Kley.

La bola, como respondiendo a sus palabras, de repente salió a escape, pasó por debajo de la mano de Ferry, se acercó rodando a los pies de Kley, se frotó, como si le hiciera caricias, contra su zapato y de nuevo se coló rápidamente bajo la cama.

-Oye, Ferry -preguntó pensativamente Kley-, y si esto...

-¿Qué?

-¿Y si es... racional?

-Tontería. Los habitantes de este planeta eran de dos piernas y dos manos, así como el hombre. Esto está establecido con seguridad.

-A mi me parece que algo comprende... Mejor déjala en paz.

-Bien -se rindió Ferry. Que se quede aquí...

Empezó a preparar la cena, echando de tiempo en tiempo miradas cautelosas en dirección a la cama. Pero la bola se portaba tranquilamente.

-¿Qué tenemos hoy? -se interesó Kley sentándose a la mesa.

-De primer plato, el plato número trece quebrado tres-comenzó Ferry-, el segundo plato...

Kley se frunció dolorosamente.

-De nuevo te atrae esta docena del fraile...

-¿Eres supersticioso? -preguntó Ferry. Es el manjar más delicado.

-Témele a dios, Ferry. Es que comemos ese quebrado un día sí y otro no: exactamente los días de tu guardia.

-¿El señor deseaba un bistec? ¿Tal vez, lo quiera con sangre?

Kley giró los ojos imaginativamente.

-La mitad de la galaxia por un pedazo de carne...

-Mira, comenzó Ferry, pero de sopetón se atragantó y clavó la mirada fija en la mesa, ¡qué diablo!

Kley también miró la mesa y se puso de pie dejando caer con estrépito el taburete.

Delante de él estaba sobre el plato un enorme pedazo de carne bien asada exhalando un olor provocador.

Kley extendió lentamente el brazo y con el índice tocó cautelosamente el bistec misterioso.

-Carne...

-Tonterías, ¿Cómo puede haber aquí carne?

-No lo sé -dijo Kley-, pero es carne.

Sacó una navaja y, sosteniendo el bistec con la mano izquierda, cortó cuidadosamente una pequeña loncha. En el corte sangró un líquido rosado. Kley enganchó el pedazo cortado con la punta de la navaja y lo acercó a la boca. Mordió con precaución. Trasladó con la lengua de un carrillo a otro y comenzó a masticar con aspecto ensimismado...

-¡Diablo, es carne! -gritó él. ¡Verdadera carne!

Ferry, quien lo observaba con ojo avizor, sonrió:

-¿Carne? Maldito planeta. Sólo nos faltan alucinaciones para estar felices del todo.

-¡Al diablo con alucinaciones! -enseñó los dientes Kley. Te digo que es un bistec, y además excelente. ¿Acaso estás ciego, no lo ves?

-Pues, lo veo... ¿Y qué importa? Es una ilusión óptica. No puede imaginarse alguna otra cosa.

-¿Una ilusión? Entonces pálpalo. Kley tendió la navaja, en la punta de la cual roscaba el pedazo de bistec.

Ferry frunció el ceño, pero, de todas maneras, palpó cautelosamente varias veces la carne con los dedos.

-¿Ahora sientes?-preguntó Kley.

-Siento. ¿No da igual? ¿Dónde está la garantía que todo esto no es una alucinación?

-Ahora lo meto en tu bocaza -se irritó Kley.

Pero Ferry ya quitó la carne de la navaja. Masticaba lentamente, chasqueando la lengua y de vez en cuando tomando el aliento.

-¿Te has convencido?

Ferry se encogió de hombros:

-¿De qué? En realidad, ¿qué he sentido? Algo caliente en la lengua, el sabor a carne, pero tanto uno como otro son solamente mis sensaciones: ¡no existe ninguna carne, no!

Kley soltó una carcajada.

-Excelente, viejo. Me quedará más a mí,

Aproximó el taburete a la mesa y comenzó a comer enérgicamente el bistec misterioso, Ferry también se sentó a su lado y, musitando algo con aire descontento para sí, se puso a comer no menos activamente su querido compañero.

-Ha sido delicioso -dijo Kley acabando con el bistec.

-En tu lugar no me olvidaría del trece.

-¿Para qué? -se sorprendió Kley. Estoy lleno ya.

-Es que las ilusiones, en caso de ser comestibles, por lo menos tienen pocas calorías. Kley miró a Ferry con lástima:

-¿Sigues creyendo que esto pedazo de carne es una ilusión?

-Por supuesto que sí. ¿Y qué otra cosa puede ser?

-Tu mismo has dicho que las ilusiones no pueden servir de comida. Pero estoy harto.

-La saciedad también es una sensación. Por eso puede sor ilusoria.

-Pero el bistec ha sido real del todo.

-Entonces, ¿crees en dios? -preguntó Ferry.

-¿Qué tiene que ver dios?

-¿Cómo puede ser de otra manera? Acabamos de presenciar un milagro, de la nada surgió un pedazo de carne. Es una mística.

-No es ninguna mística. Al parecer, estás hecho aquí un salvaje, porque se te olvidó Einstein.

-¿Qué tiene que ver Einstein?

-Tiene que ver, dado que la masa depende de la velocidad. De un par de partículas, si se las acelera bien, se puede fabricar una galaxia entera. Y aquí se trata de un bistec,

-Supongamos -asintió cansadamente Ferry. ¿Pero donde has oído hablar que los átomos por sí mismos se compongan en un bistec bien frito? La probabilidad de tal acontecimiento es diez a alguna potencia menos cien mil. Prácticamente es cero.

-Tienes razón, naturalmente, si no se tiene en cuenta que el bistec ha surgido precisamente tal como me lo imaginé.

-¡Magnífico! ¿Entonces tú eres dios?

-¡Diablo! -se echó a reír Kley. Tremendo descubrimiento has hecho. A propósito, no le conviene a dios mencionar al diablo.

-No importa. Está en tu poder lo de absolver los pecados a ti mismo.

-Pura verdad. Sólo no sé hacer milagros.

-Intenta probar -se sonrió Ferry.

-Porqué no -dijo despreocupadamente Kley mirando alrededor. ¿Qué podría inventar?

-Da igual -Ferry se arrellanó en la butaca que estaba en un rincón del cuarto poniendo una pierna sobre otra. Como siempre después de la cena, se le puso un humor complaciente. Quien es capaz de hacer milagros, no le importa qué crear precisamente,.. Crear o aniquilar...

-Espera -continuó Kley-, ¡es una idea! Entornó maliciosamente los ojos y miró a Ferry:

-Anda, vamos a probar. Que la butaca en la cual estás sentado, deje de existir,..

No pasó nada.

-Has fracasado, milagrero de pacotilla -rió Ferry.

De sopetón se cortó y empezó a agitarse impacientemente, ya que con la butaca pasaba algo extraño. Se torció inverosímilmente, como en una película de dibujos animados, coceó con las patas, como si fuera un caballo terco, y empezó a desvanecerse...

-¡Ea! -gritó Ferry, pero ya era tarde. La butaca desapareció definitivamente, y él cayó con estrépito sobre el suelo.

-Mira eso... -alargó Kley.

-¿Qué burlas tan bobas? -se enfureció Ferry frotando el codo magullado.

Kley ya volvió en sí.

-¿Acaso ha pasado algo?

-¡Vaya una pregunta!

-Ah, te has caído, te has golpeado... Pero son solamente tus sensaciones...

-Deja de bromear... -quiso empezar Ferry, pero se calló mirando al lugar donde acababa de estar la butaca. Son cosas de brujas...

-Así es -notó satisfactoriamente Kley y aniquiló la mesa.

Ferry sólo dijo «hum».

Kley ya tomó el gusto. Tras de la mesa aniquiló un taburete, después otro, luego la mesita, creando después de nuevo el taburete.

-Espera -gritó Ferry. Basta ya.

-¿Qué ha pasado? -se informó Kley.

-Estás totalmente privado de fantasía, esto es lo que pasa. Aniquilaste-creaste, aniquilaste-creaste... pareces una criatura. Por fin, esto se hace aburrido.

-Dentro de cada uno de nosotros vive una criatura -dijo Kley. De todas maneras, hubieras podido inventar algo más interesante.

-Toda mi vida he soñado con la varita mágica -continuaba Kley sin escucharlo. Ahora, al parecer, la tengo, pero, por desgracia, no puedo inventar nada... En mi infancia no he tenido tales juguetes.

-Para ti son juguetes -gruñó Ferry-, y para mí...

-¿Y qué dice tu querida lógica? -no se paraba Kley. ¿Ha pasado algo contrario a todas las leyes, no es así? Pero si todas las leyes ya son conocidas, como afirman ciertas personas, hay que aceptar que existe «algo» que es superior a las leyes. ¿Qué dirás?

-Dirá que tienes razón -dijo con aire sombrío Ferry.

-¿Qué? -se sorprendió Kley. ¿Lo dices en serio?

-No estoy para reír, Kley.

-Tonterías -cortó Kley. Simplemente alguna nueva paradoja.

-Vaya una paradoja... ¿El milagrero de Kley? ¿Tal vez, escribirás una fórmula? ¡Basta ya! Regreso a la Tierra y me hago un misionero. Volaré a los planetas contando sobre los milagros... Te llevaré consigo en vez de material didáctico.

-¿Por qué no? -dijo Kley poniéndose en jarras. No te llenaré de oprobio. Sólo tendrás que recordar más raramente al diablo.

-Tal vez, el culpable es el diablo. ¿Cómo lo sabes?

-No lo sé -asintió Kley. Sólo sé que me sale bastante bien.

-Entre tanto. ¿Cómo lo haces?

-Muy simplemente: trato de imaginarme lo más claramente posible lo que quiero. Visiblemente. Esto es todo.

-¡Diablos! -gritó le repente Ferry. ¡Mira!

Kley se volvió.

La bola estaba justamente cerca de la pared, allá donde acababa de estar la cama. Se hinchó basta el tamaño de un balón de fútbol y pulsaba intensamente, luciendo por dentro con una luz centelleante de color esmeralda. Kley se aproximó a la bola y se inclinó sobre ésta.

-¿Es tuyo el trabajo? -preguntó él.

El color de esmeralda se convirtió momentáneamente en el de rubí. La bola se desprendió del suelo, saltó hacia arriba aproximadamente a un metro y medio, casi rozando a Kley, por un instante se mantuvo dando inverosímilmente en el punto más alto, bajando luego y poniéndose de nuevo verde.

-¿Cómo se comprende esto? -preguntó confusamente Kley.

-Quizás, una especie de confirmación -supuso Ferry,

-Por lo demás, con igual éxito puede ser una negación, alargó Kley siguiendo mirando pensativamente a la bola. Además -se animó él-¡tengo una idea!

Kley se acercó a la bola casi muy pegado.

-Si esto es «sí» -pronunció pausando-, que desaparezca...

Kley se volvió, pero gracias a sus esfuerzos el cuarto estaba casi vacío. Por un instante su mirada se paró en Ferry. En los ojos de Kley bailaron unas chispas maliciosas.

-Deja, deja -se asustó seriamente Ferry.

-¿Y qué importa? -dijo inocentemente Kley-, Después te «creo» de nuevo.

-Me crearás... Tal como me imaginas. Pero será un Ferry completamente diferente, No, déjame en paz.

-Que sea así -asintió con benevolencia Kley. Entonces se volvió de nuevo a la bola, si esto ha sido un «sí», que aparezca de nuevo la mesa.

La mesa apareció en el mismo instante.

-Ahora -dijo Kley- nos resta por aclarar qué significa «no»... Luego se podrá jugar al juego, por el cual me entusiasmaba en la infancia: adivinar cuando te responden sólo con «si» o «no».

-No cuesta mucho trabajo aclararlo -notó Ferry. Atravesó el cuarto y se puso al lado de Kley.

-¿Cómo se designará «no»? -preguntó mirando a la bola.

Esta vez la bola se quedó inmóvil, pero su color verde vivo se transformó en el de huevo.

-¿Qué ha sido esto? -preguntó Ferry señalando con la mano un amplio semicírculo en el aire. ¿Una magia?

El color de huevo se hizo aun más venenoso.

-¿Lo ves? -dijo Kley. Aun te afligiste que en el mundo no había quedado nada desconocido... Los habitantes de este planeta conocían más que tú y yo,

-Espera -manoteó Ferry y se volvió de nuevo a la bola. ¿Entonces, existen leyes de la naturaleza aun desconocidas por nosotros, por él y yo, por la ciencia terrestre?

La hola enrojeció bruscamente,

-¿Y todo lo que acaba de pasar obedece a esas leyes?

La bola empezó a centellear con la luz rubí.

-¡Adiós, misiones! -rió Kley. Tendrás que dar las espaldas una vez más a ti mismo y ocuparte de la destrucción de la física moderna.

-No hagas payasadas -frunció el ceño Ferry. Mejor piensa en cómo podríamos conseguir toda aquella información... ¿Podríamos obtener la información correspondiente? -se volvió él a la bola.

La bola se puso amarilla.

-Planteas el problema incorrectamente, Ferry -notó Kley.

-Tienes razón, Kley, no es una pregunta, más bien, una desilusión.

-Parece que yo comprendo. Así la han programado aquellos quienes vivieron aquí antes.

-Gracias por la aclaración; de una manera u otra, yo mismo llegaría a comprender esto, ¿Pero por qué? ¿Por qué no quisieron compartir los conocimientos con nadie?

-Tal vez, no se puedan regalar las leyes de la naturaleza en forma acabada, hay que obtenerlas sufriendo nosotros mismos.

-¿Para qué sirve entonces toda esta fantasmagoría? -pronunció Ferry.

-No sé... Posiblemente, para destruir nuestra costumbre de absolutisarlo todo. Tu costumbre...

-Tendremos que llevarla consigo a la Tierra. Allá veremos -dijo Ferry.

La bola brilló de nuevo con luz amarilla.

-No quiere ir a la Tierra -notó Kley,

-¿Qué significa no quiere? Al fin y al cabo, es solamente urna máquina.

La luz amarilla se tornó cegadora.

Ferry hizo un paso en dirección a la bola. Esta empezó a temblar como si fuera un pájaro que cayó en un lazo.

-¡Cuidado, Ferry! -gritó Kley.

-¡Da lo mismo! -Ferry extendió el brazo,

En el mismo instante la luz amarilla se apagó. La bola salió a escape, se deslizó entre Kley Ferry, se lanzó a la puerta cerrada y se escapó, atravesándola sin obstáculo.

Kley y Ferry se miraron desconcertadamente, luego miraron a la puerta que quedó intacta,

-¡Diablos, murmuró Ferry, veinte centímetros de acero al titanio!

Kley ya volvió en sí.

-En su lugar hubiera hecho lo mismo -dijo él pensativamente.

-Ferry suspiró. De todas maneras, no supimos nada. Se sonrió por alguna razón. Está bien, la revolución en la física se aplaza.

-Te equivocas, supimos -replicó Kley. Y no pocas cosas.

-¿De qué se trata?

-Supimos que esta revolución es irrevocable. Y esto significa algo. Claro está que este cuento no debe comprenderse en el sentido que en la naturaleza son posibles cualesquiera acontecimientos y fenómenos, hasta los más inverosímiles, y que la ciencia podrá explicar en el futuro las cosas que no pueden existir nunca.

Se trata de algo diferente. El mundo que nos rodea es infinitamente multifacético e inagotable. Y cualquiera que sea el nivel de desarrollo de la ciencia, en ésta siempre existirán fenómenos todavía no estudiados por el hombre. Los fenómenos que no contradicen, por supuesto, a las leyes objetivas de la naturaleza, tanto ya descubiertas como todavía no descubiertas.

Cualquier nivel de nuestros conocimientos es relativo. Por eso el camino de la investigación científica del mundo circundante, según la expresión acertada del G. I. Naan, académico de la AC de la RSS de Estonia, ¡es una vía sin meta!

¡El Universo es el tesoro del saber! Su estudio ya ha traído al hombre no pocos nuevos descubrimientos asombrosos e inesperados. Pero cuanto más amplios son nuestros conocimientos, tanto mayor es la línea de contacto con lo desconocido, tanto más grande es la probabilidad de las sorpresas asombrosas que nos trae el nuevo conocimiento.

No obstante, ese conocimiento no llega por sí mismo, lo conquista la gente en el proceso de una actividad científica intensa. Una actividad que corresponde a las necesidades prácticas de la civilización terrestre, los problemas vitales de la sociedad humana. Estudiamos el mundo circundante no arbitraria y caóticamente, sino separamos en el proceso de la investigación científica aquellos fenómenos, el estudio de los cuales es imprescindible para lograr nuestros fines prácticos.

No se excluye que en el Universo realmente existen civilizaciones altamente desarrolladas que nos han dejado atrás en su desarrollo y que poseen unos conocimientos más profundos sobre el mundo. Sin embargo, no podemos y no debemos enlazar nuestro futuro con las esperanzas fantásticas sobre el intercambio de información con otros seres racionales en el Universo. Tales esperanzas pueden resultar vanas ya porque no podremos entendernos, ya porque las civilizaciones extraterrestres no existen en absoluto.

El nivel de desarrollo alcanzado por la civilización terrestre, los éxitos más grandes en el conocimiento del mundo, el progreso de la técnica y la tecnología no dejan la menor duda que la humanidad, siendo correspondientes las condiciones sociales, es capaz de resolver independientemente los problemas mas complicados y difíciles sin alguna ayuda exterior.

Los acontecimientos que suceden en la astronomía de la segunda mitad del siglo XX nos convencen de esto una vez más.

Las últimas décadas no solo han traído consigo los nuevos métodos de investigación de los fenómenos celestes, en particular, la técnica cósmica, y han convertido la astronomía en una ciencia omnímoda, sino han cambiado de una manera bastante esencial nuestras nociones de la física del Universo y el carácter de los procesos que en ésta transcurren.

A principios del siglo XX, tanto el propio Universo como los cuerpos celestes que lo habitan, a excepciones muy raras, parecían casi invariables, estacionarios: se creía que los objetos cósmicos evolucionan muy lenta y suavemente, pasando paulatinamente de un estado estacionario a otro.

Sin embargo, el siglo XX introdujo en estas nociones unos cambios cardinales. Resultó, ante todo, que vivimos en un Universo expansivo no estacionario. Luego fueron descubiertos los fenómenos no estacionarios acompañados del desprendimiento de unas cantidades colosales de energía, potentes procesos explosivos. Se hizo claro que no sólo el Universo cambia con el tiempo, y su pasado no es idéntico a su presente y futuro, sino en realidad en todos los niveles de existencia de la materia transcurren procesos no estacionarios, pasan transformaciones cualitativas de la materia, suceden profundos saltos cualitativos.

Con arreglo a esto cambió también la tarea principal de la astrofísica moderna: se convirtió en una ciencia de evolución que estudia no sólo el estado moderno de los objetos cósmicos, sino también las leyes de su origen y desarrollo. El conocimiento de esas leyes permite pronosticar el futuro estado de los planetas, las estrellas, galaxias y otros cuerpos cósmicos, que tiene gran importancia tanto científica como práctica.

Los descubrimientos astronómicos del siglo XX trajeron consigo una visión completamente nueva del mundo astronómico: en lugar del cuadro de un Universo invariable, estacionario vino el cuadro de un Universo en evolución, no sólo expansivo, sino prácticamente «explosivo». Esta circunstancia nos da todas las razones para considerar los acontecimientos que suceden en la ciencia sobre el Universo en el siglo en curso, así como la reconstrucción radical del sistema de conocimientos sobre el Universo que los acompaña, como la revolución siguiente en la astronomía.

Esta revolución fue la parte integrante de consideración de la revolución científico-técnica que se desenvolvió en la segunda mitad de nuestro siglo (siglo XX) y abarcó casi todas las ramas de la ciencia moderna y sus aplicaciones prácticas.

Hoy en día puede considerarse que la revolución en la astronomía, que ha sucedido ante nuestros ojos, está próxima a la conclusión. Pero esto no significa de ninguna manera que no habrá más descubrimientos esencialmente importantes en la ciencia sobre el Universo. ¡Los habrá obligatoriamente!

Los nuevos datos sobre los fenómenos cósmicos siguen acumulándose precipitadamente tanto como resultado de las observaciones ópticas y radioastronómicas terrestres, como, gracias a las investigaciones que se llevan a cabo con ayuda de las sondas cósmicas y estaciones orbitales. Entre ellas existen tales que, por lo visto, ya abren páginas completamente nuevas basta ahora desconocidas por nosotros, del «libro del Universo» infinitamente variable.

Así, por ejemplo, en el espacio mundial se han descubierto zonas de una envergadura bastante considerable, dentro de las cuales, por lo visto, faltan las galaxias que representan las principales unidades estructurales del Universo. Como resultado de cálculos especiales, efectuados a base de los datos de las observaciones astronómicas con ayuda de computadoras, se pudo establecer que las galaxias que integran las grandes acumulaciones (superacumulaciones) están situadas principalmente en las «paredes» de las células peculiares, los gigantescos «panales» que recuerdan los de abeja. La extensión de cada lado de tal célula es alrededor de 100 millones de años de luz. Hoy en día ya se conocen varios «huecos» semejantes, incluso de un tamaño bastante considerable.

Así, por ejemplo, los astrónomos descubrieron una zona libre de estrellas y galaxias con diámetro de alrededor de 300 millones de años de luz. Estudiaron la distribución de las islas estelares a lo largo de las tres líneas rectas ubicadas muy cerca, dirigidas a las profundidades del Universo. Como resultado de tal sondaje se reveló que en las direcciones elegidas, hasta las distancias del orden de 500 millones de años de luz y a partir de las distancias de alrededor de 800 millones de años de luz las galaxias están ubicadas con suficiente densidad. Pero en el intervalo entre estas metas no se pudo registrar, al parecer, ni una sola galaxia,

Para precisar definitivamente la distribución en el espacie del Universo de los sistemas cósmicos nos espera un trabajo enorme, en particular, el de determinar la posición de decenas de miles de galaxias lejanas. No obstante, las perspectivas son muy prometedoras: los datos obtenidos tendrán una importancia primordial para la solución de muchos problemas fundamentales de la astrofísica moderna, incluso para aclarar el problema del origen de las galaxias.

Entre tanto, la existencia en el Universo de «huecos», de los cuales se trata, corresponde bien a la hipótesis del origen de las galaxias que se elabora actualmente por el académico Ya. B. Zeldovich y sus colaboradores.

El estudio de la estructura tridimensional del Universo está vinculado estrechamente con la medición de las distancias hasta los objetos cósmicos lejanos. En esta dirección también se palpan unas posibilidades interesantes. Han surgido gracias al desarrollo de la astronomía de rayos X. Es que una de las fuentes de radiación cósmica de rayos X es el gas caliente rarificado intergaláctico que llena el espacio entre las galaxias en los enjambres de estos sistemas estelares. En la banda de los rayos X, las acumulaciones del gas intergaláctico lucen como las nebulosas extendidas.

Las investigaciones han mostrado que los electrones del gas intergaláctico reaccionan con la radiación relicta. Con relación a esto surge la posibilidad de determinar, mediante la comparación de los datos de las observaciones en las bandas de rayos X y ondas radioeléctricas, no sólo las dimensiones angulares, sino también absolutas de las nebulosas de rayos X. Y si son conocidas las dimensiones reales y angulares de algún objeto alejado, la distancia hasta éste puede calcularse con ayuda de los simples métodos trigonométricos.

De esta manera, no se excluye la posibilidad que las nubes de gas intergaláctico servirán de patrones largamente esperados para la medición de las distancias cósmicas.

En general, el siguiente desarrollo de las investigaciones astronómicas desde a bordo de los aparatos cósmicos abre unas perspectivas muy prometedoras. Ya hemos hablado del papel importante que desempeña la determinación del valor de la densidad media de la materia para el desarrollo de nuestras nociones de la evolución del Universo. Una aportación considerable en la solución de este problema pueden hacer las investigaciones trans-atmosféricas un los diapasones infrarrojo y de rayos X de las ondas electromagnéticas.

Existe también, en principio, la posibilidad de la determinación directa de la densidad media de la materia: a partir de la magnitud del campo newtoniano. Vemos cualquier objeto cósmico prolongado, por ejemplo, una galaxia, bajo cierto ángulo. Y el valor de ese ángulo depende de la distancia: cuando más lejos está situado el objeto que se observa, tanto menor es ese ángulo. Si en el espacio entre el observador y el objeto a observar existe una materia, entonces, de acuerdo con la teoría general de la relatividad, los rayos luminosos deben curvarse, Partiendo del valor de la curvatura puede evaluarse la cantidad de materia en el espacio entre el observador y el objeto. Pero, para calcular la densidad media basándose en esos datos, hay que saber además medir exactamente la distancia hasta las galaxias lejanas. Acabamos de hablar sobre una posibilidad de solución de ese problema. Pero existe también otro camino: la medición de las distancias con ayuda de radiotelescopios puestos en órbitas cósmicas y situados lo suficientemente lejos unos de otros. Hoy día, después del experimento con el despliegue del radiotelescopio KPT-10 en la estación orbital soviética «Salyut-6», la posibilidad técnica de realizar tales investigaciones parece totalmente real.

Sucede la acumulación vertiginosa de nuevos materiales de las observaciones astronómicas, nuevos hechos. La impresión es que la acumulación cuantitativa debe provocar de un momento a otro el salto cualitativo de turno en nuestros conocimientos sobre el Universo, en la comprensión de la física de los procesos cósmicos. Tal vez, no tardará mucho en llegar.