Etcétera

El día de las elecciones de 1921, justamente dos años después de la fiesta de Patsy, los demócratas de McCall eligieron un nuevo alcalde de Albany, Henry J. Goddard, episcopaliano y banquero (Albany City Savings, fundado por Lyman Fitzgibbon), que había estudiado en la Academia Albany con Elisha. Por entonces la leyenda de Patsy crecía incontenible en las calles, pero no había querido presentarse a la reelección como tasador y se había retirado de la vida pública para atender a su clientela y, con la ayuda de Bindy, cuidar y alimentar a los bebedores y jugadores de la ciudad. Tierno Trainor se había revelado como una valiosa conexión personal para Bindy, quien en una ocasión, estando bebido, apagó a tiros las luces de una lámpara que colgaba del techo en un bar clandestino de la calle Cincuenta y cinco de Manhattan (una lámpara que pedía a gritos que la apagaran) y tras verse aporreado y atado con una cuerda de tendedero por los gorilas, antes de que, sabe Dios si muerto, lo arrojaran a un callejón, dijo a quienes le habían atado: «Soy socio de Tierno Trainor», y de inmediato le quitaron las ligaduras, le ofrecieron una nueva botella y un vaso y se disculparon: «Debería haberlo dicho antes». Y desde entonces Bindy sonreía para sus adentros cada vez que el nombre de Tierno salía a relucir. Una docena de hombres, incluso más, había muerto en Albany debido a la ingestión de vino y cerveza envenenados, y a un par de enterradores inmigrantes italianos los habían acusado de mezclar fluido de embalsamar con vino tinto. La cerveza de fabricación casera con alcohol añadido había matado a numerosos bebedores indiscretos, o les había echado a perder las entrañas, y en todo esto se encontraba el origen de la prueba del bebedor: vierte un poco en la acera y enciéndelo. Si es amarillo, véndelo y echa a correr. Stanwix seguía produciendo un brebaje que no era auténtica cerveza, y Tierno seguía presionando a Roscoe para que aumentara el contenido alcohólico… no demasiado, Ros. Pero Ros se negaba, y la discusión proseguía. Agentes federales encontraron barriles de Stanwix almacenados en sótanos y trastiendas de treinta bares de Albany presumiblemente clausurados, pero como el contenido alcohólico de la cerveza era del 0,5 por ciento, no encausaron a nadie.

Al final de la fiesta de Patsy, Cody Gilpin, que estaba bebiendo con Bart Merrigan, se quedó sumido en un sopor etílico y no se movió.

—No le dejes ahí —le dijo Sam Malley a Bart, y éste recogió a Cody y se llevó al tambaleante enano al cruce de las calles State y Pearl.

Allí subieron al trolebús y se dirigieron las avenidas Central y Lexington, la parada de Cody, pero en Lexington el enano se hallaba en estado comatoso y, cuando llegaron a la avenida Watervliet, Bart el Samaritano lo sentó en sus hombros y lo llevó a su casa, donde Bart vivía con su madre y su tía soltera, lo depositó en el sofá de la sala, lo cubrió con una manta y se fue a dormir. Los gritos de su madre le despertaron. Se levantó de la cama y la encontró histérica porque, cuando se marchaba para oír misa de siete, que no se había perdido ni un solo día en veinte años, encontró a un enano desnudo dormido en su sofá y roncando, aferrándose con la manita el pequeño miembro erecto.

Furioso con Cody, Bart le recogió la ropas y le hizo salir de la casa a empujones («¿Qué he hecho?», preguntaba Cody), y estaba cerrando la puerta cuando Roy Osterhout, el policía de barrio, al ver al enano que salía desnudo seguido por la ropa que volaba, se paró en seco, tratando de comprender la escena, y entonces le dijo a Bart: «Vuelve a meter eso, sea lo que fuere, en la casa o el condenado lugar de donde haya salido».

Entonces Bart vigiló a Cody mientras éste se vestía en la sala, le acompañó a la Avenida Central, le hizo subir al trolebús de West Albany con dirección al este, hacia Lexington, y pensó que así había terminado para siempre su relación con Cody Gilpin. Con todo, pocos días después, Roscoe, en respuesta a la solicitud que le había hecho de algún trabajo de poca monta, habló con Patsy y le pidió que contratara a Cody como soltador de sus gallos jóvenes.

No mucho después, Patsy se casaría con Flora Pender, y no con Mabel Maloy, como había pensado, de la misma manera que Roscoe se casó con Pamela y no con Veronica, y Hattie se casó con Louie y no con Roscoe. Éste confirmó una cita con Hattie en el local de Malley, que ella había elegido, la mañana después de la victoria de Patsy, cuando estaba limpiando la taberna. Entraron de nuevo en la trastienda, en cuyo suelo ella había extendido una colcha, y allí cayó la barrera de la enagua. Hattie y Roscoe proseguirían su aventura durante veinticinco años, en el transcurso de los cuales Hattie y Louie se casarían, cohabitarían y se separarían. Luego ella se casaría por tercera vez, con Jabez Vogel, un maquinista del ferrocarril Delaware & Hudson, por cuarta vez, con Benny (el) Behr, un veterinario que le traía cachorros para jugar, y por quinta, con Floyd, sin merma de su maduro amor por Roscoe, que la correspondía. Roscoe vio cómo iba levantando su imperio de habitaciones de alquiler, que él encontraría la manera de fusionar con el aparato político de McCall, del que se había convertido en uno de los principales actores. Ni Hattie ni él se exigían nada el uno al otro, y sólo afirmaban de vez en cuando que su amor crecía con fuerza y que ninguno de los dos tenía intención de prescindir de él.

Primero fue 1921, luego 1923, y así sucesivamente, una década importante para el desarrollo del poder, el dinero, la eminencia, la buena vida, los grandes problemas y el amor: sólo el comienzo.