Capítulo 5

Kineton y Dacre College, en la actualidad

De: Damia.Miller@kdc.sal.ac.uk

A: CatzCampbell@hotmail.com

Asunto: ¿Cómo está Nueva York?

Hola. ¿Cómo va todo? ¿Pudiste conseguir aquel piso? Espero que sí, daba la impresión de ser fabuloso. Aquí, en esta villa del establishment, pasan cosas interesantes. Me parece que he metido el pie dentro de un avispero.

Primero, la situación financiera el colegio es peor de lo que me hicieron creer. Al parecer se hizo una colecta exitosa para recaudar fondos y hacer un hospedaje donde alojar a los estudiantes durante todo el curso; pero, según lo que pude averiguar, el dinero y el proyecto de edificación se manejaron en forma desastrosa. Supongo que creyeron que yo no aceptaría el puesto si me hubieran dicho que estaban a punto de quebrar. Pero aun así... es un desafío. Seré una súper heroína si puedo ayudarlos a salir de este pozo.

Segundo, los arrendatarios de las propiedades del colegio están en huelga porque el rector (el mandamos mayor) trata de hacerles una jugarreta y vender la tierra (aquí debe de haber gato encerrado) por lo que los ingresos por arriendo por ahora son nulos (aunque todavía nos quedan un par de semanas hasta que eso se convierta en un problema, ya que usan el método anticuado de pagar por trimestre, así que si podemos solucionar esto a fin de mes, no pasará nada).

Tercero, parece que hay una especie de batalla interna en el consejo que gobierna el colegio (conocido también por el nombre de junta de directores)... una suerte de toma de partido respecto al futuro de la institución. Todavía no lo tengo claro, pero sigo esperando que algún académico con ojos de loco me arrincone contra una pila de libros en la biblioteca y me obligue a declarar alianza... Si de repente alguien te informa sobre mi triste desaparición, sabrás lo que sucedió...

Visto por el lado bueno, se ha descubierto un ciclo completo de pintura medieval detrás del revestimiento de madera de las paredes del Gran Salón. Hubo que quitar un panel después de que se produjera un incendio y a medida que quitaban el revestimiento aparecían más y más figuras. Cuatro de las ocho paredes del gran salón están prácticamente ocupadas por ventanas y las otras cuatro están dominadas por las pinturas. Son unas escenas enormes, enmarcadas dentro de un óvalo, dos en cada pared. El asunto es bastante importante, pero supongo que sabrás que...

Está plagado de restauradores, pero por lo que pude recopilar parece que no tienen ni la menor idea de qué se trata. Algunas escenas son bastante extrañas; te adjunto unas fotos para que puedas echarles un vistazo con tu mirada profesional. Quizá puedas decirnos qué es lo que vemos.

Damia apartó los dedos del teclado y se tapó la cara con las manos. «¿Quizá puedas decirnos qué vemos?». Desesperada. Digna de lástima.

Aquella no era, hablando en sentido estricto, una separación de prueba. No habían acordado que podrían ver a otras personas ni habían hablado de ver cómo se sentirían cuando estuvieran separadas por tres mil kilómetros de océano Atlántico. Ella y Catz no habían convivido nunca bajo el mismo techo; aunque hacía cuatro años que estaban juntas, en realidad no habían vivido nunca en la misma ciudad. Catz estuvo anclada a la comunidad artística de Londres y a Damia el trabajo la mantenía en Salster. Pero hubo expectativas de permanencia hasta que Damia había mencionado la posibilidad de tener hijos.

Borró la última oración...

Aparentemente una de las razones por las que nadie sabe nada de esta pintura es que el colegio no posee un archivo histórico, nada anterior a 1850. Se conjetura que los registros fueron destruidos por los soldados de Cromwell en la Guerra Civilal parecer, el colegio optó por apoyar al rey—, pero eso no explica el vacío de dos siglos.

El colegio me está ayudando a buscar una casa, como ya te mencioné. Acabo de mirar los detalles y me darán una subvención enorme para el pago inicial, y sin interés. Con el precio que las casas tienen en Salster, tienen que hacer algo. Mañana iré a ver una casita adosada dentro de las murallas de la ciudad, y luego te haré saber cómo sigue esto.

Espero escuchar pronto algo de ti.

Con todo mi amor,

Mia

Presionó «Enviar» y se recostó en el asiento. Trató de imaginarse a su amante en Nueva York, pero las únicas imágenes de la ciudad que tenía eran las de las tragedias de deslizamientos de coches del Departamento de Policía de Nueva York (NYPD) y de la serie Friends; no tenía una representación visual adecuada de Greenwich Village, donde Catz vivía en la actualidad con una antigua amiga de la escuela de arte. En un impulso repentino, Damia fue a los mensajes guardados y leyó la fecha del último e-mail de Catz: era de una semana atrás.

Después de hacer un clic sobre el adjunto del mensaje, Damia clavó la vista en la primera de las escenas del ciclo de pinturas encerrada en el óvalo. Uno de los restauradores estaba de pie en el costado de la foto, una escala humana que situaba los óvalos a una altura superior a los dos metros y medio. Cada pintura estaba unida a la siguiente con el dibujo de una viñeta de adorno, en lo que parecía ser un ciclo narrativo de nacimiento, pecado, muerte y resurrección.

¡Y vaya qué nacimiento! El rostro con el que se enfrentaron quienes quitaron el revestimiento tras el incendio era el de un niño, con la boca abierta y estirada en un grito y la cabeza inclinada hacia atrás en un gesto de dolor agónico contra un mundo de luz y frialdad.

Pero lo que hacía tan singular la imagen era la forma de alumbramiento del niño. La figura que le daba vida no era una mujer sino un hombre, alto y fuerte, con la escuadra y el compás característicos del maestro cantero colgados del cinturón. El niño, como la progenie de alguna deidad pagana fantásticamente engendrada, surgía de sus fauces abiertas.

El simbolismo era muy oscuro, sin ningún paralelo en el arte medieval. El mismo restaurador que aparecía en la fotografía había postulado una interpretación basada en un giro de frase del evangelio de San Juan el Evangelista: «Nacido, ni de la carne ni de la voluntad del hombre, sino del Espíritu». Ese niño, sugirió, no había nacido del Espíritu sino de la voluntad del hombre, creado por medio de la palabra, por así decirlo, igual que Dios había creado a Adán en un comienzo con solo nombrarlo.

Pero por más atractivas que fueran las fotografías que se veían en la pantalla, no eran nada más que imágenes. No transmitían ni el poder ni la intensidad que Damia había sentido parada frente a las paredes recién descubiertas del Gran Salón. Paralizada por las vivas imágenes de las pinturas —incluso frente a las barreras de distancia prescritas por el restaurador para evitar que las tocaran—, Damia había sentido la inexplicable convicción de que aquellas escenas no habían sido pintadas nada más que para decorar las paredes. La forma en que aquella presencia recién descubierta cambiaba por completo el carácter del principal lugar del colegio le sugería que, por alguna razón oculta por el paso del tiempo, aquel extraordinario edificio octogonal con su cimborrio en el techo había sido erigido únicamente para exhibir los ocho óvalos que los restauradores habían apodado el Ciclo del Pecado.

Mientras contemplaba el ciclo, los dedos le hormigueaban de deseo por tocar la superficie de la pared pintada, por captar la sensación que provocaba la textura del enlucido en las volutas y espirales de las yemas de sus dedos. Su cuerpo ansiaba atravesar la barrera, esforzándose por captar aunque fuera un eco de las notas metálicas, terrenales y húmedas que habían llenado las fosas nasales del pintor cuando su pincel encerraba al pecador dentro de su cárcel, delineaba una muerte brutal y violenta y bañaba el río simbólico del bautismo de azules, verdes y marrones. ¿Olerían muy distinto... el verde del cobre, el negro de humo y el azul del lapislázuli? Su nariz estaba habituada a las delicadas diferencias de los óleos de Catz, pero éstos eran colores minerales, una sustancia diferente.

Al mismo tiempo marco y montaje de aquella obra de arte, el edificio no podría haber sido mejorado. Como las escenas del ciclo, el diseño con el que el Gran Octógono de Kineton y Dacre había sido construido era único; de todos los edificios de universidades medievales de Gran Bretaña era el único que tenía una sala de ocho lados; los cimborrios, aunque aparecían de vez en cuando en la arquitectura eclesiástica, eran desconocidos en los edificios académicos del período.

Kineton y Dacre se parecía a los tradicionales colegios oxonienses tanto como la pintura se asemejaba al arte secular tradicional o al religioso.

Damia empezó a escribir otro e-mail:

De: Damia.Miller@kdc.sal.ac.uk

A: Lista de direcciones (Alumnos)

Asunto: Fascinante descubrimiento en Toby

Queridos tobienses:

Como habréis leído en los principales diarios en la red, Toby es el emplazamiento de un asombroso hallazgo medieval. Detrás del revestimiento de madera del Gran Salón, se encontró un ciclo completo de pintura medieval (haced clic aquí para ver las imágenes). Los restauradores e historiadores por ahora están desconcertados respecto al significado de esta extraordinaria obra de arte.

Creemos que no seguirá siendo un misterio por mucho tiempo, gracias a la combinación de intelecto y conocimiento de los tobienses de todo el globo. Ingresad al sitio del colegio e inscribíos como participantes del Proyecto del Mural.

La inscripción os dará derecho a:

—recibir e-mails con un resumen de información único que no encontraréis disponible en ningún otro sitio de la web

—actualización mensual sobre el progreso alcanzado en la interpretación y conservación de los murales

tener acceso a un tablero de mensajes al que podréis enviar y leer ideas

—tener acceso a productos de la pintura de Toby solo disponibles desde el sitio del colegio únicamente para miembros registrados.

Por favor, haced clic en el vínculo que se encuentra más abajo y pasad este mensaje a los restantes tobienses con los que estéis en contacto.

¡Recuerdos a todos y buena suerte!

Damia Miller Directora del Proyecto del Mural

Norris no había sido consultado sobre el agregado de ese título, pero como única inspiradora y administradora del Proyecto, no parecía irrazonable que se nombrara a sí misma directora nominal.

«Merchandising», garrapateó en un bloc borrador. «Alfombrillas para el ratón, tazas, post-its, postales y fotografías de edición limitada». Las ideas empezaron a cuajar en su imaginación; buscaba una cualidad esotérica, un sentimiento de pertenencia a un grupo singular que, sin intentar ocultar su exclusividad, tuviera derecho a participar del enigma del mural.

No todas las imágenes de los óvalos se adecuaban a su propósito. Por ejemplo, el segundo óvalo, que se hermanaba con el grotesco nacimiento del niño, era demasiado convencional. La comunión de un hijo con una madre: la figura de una Virgen en verde y blanco, con el niño en pañales acunado en sus brazos sobre el que centraba su mirada de adoración, no tenía nada de misterioso ni de arcano.

El tercer óvalo se adecuaba mejor a sus fines: un grupo de demonios aullantes se arracimaba alrededor de la figura desvalida y postrada de un niño pequeño, metiendo en sus oídos y clavando en los ojos desorbitados los dedos esqueléticos, un enjambre de cuerpos del color de sangre antigua refocilándose sobre la frágil figura como chacales sobre el esqueleto tembloroso de un animal.

«El enigma de Toby, ¿eres capaz de resolverlo?», escribió en un impulso debajo de la lista de productos de comercialización.

Decidió que era un buen gancho. Usar el epíteto «Toby» en lugar de Kineton y Dacre College implicaba un sentimiento de comprensión compartido y de pertenencia; nadie, salvo los iniciados, sabía no solo qué era, sino quién era Toby.

Toby, según la tradición oral, era el hijo del constructor del colegio, Simon de Kineton. Su estatua, o al menos la estatua de un niño pequeño llamado Toby, estaba en la pared este del patio central, que dominaba el Octógono.

¿Por ser el hijo del arquitecto de la universidad ocupaba un sitio de honor?

La tradición oral guardaba silencio.

¿Por qué el colegio se llamaba Kineton y Dacre, y el nombre de su constructor había desplazado al del benefactor?

La tradición también seguía muda sobre este tema.

La pintura, reflexionó Damia, estaba lejos de ser el único misterio que rodeaba al colegio.

Testamento
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