Capítulo 8

-Preparados, listos, ¡ya! —gritó Tyler.

Un excitado y sonriente Dylan saltó a la piscina y empezó a mover las piernas encantado, sintiéndose a salvo en el chaleco salvavidas.

Tyler lo agarró y lo llevó por el agua hacia la parte en la que estaba Carrie empujando a Franklin y a Emily, que iban montados en un bote de goma.

—¡Vamos, vamos! —gritó Dylan.

Tyler gimió. Dylan llevaba más de veinte minutos saltando a la piscina.

—¡No puede querer hacerlo otra vez! Ya ha saltado más de ciento cincuenta veces.

Carrie comprendió que el aguante de Tyler tenía límites.

—¿Por qué no empujas tú un rato a Franklin y a Emily mientras yo me ocupo de Dylan? —le sugirió.

—Trato hecho —exclamó Tyler, agradecido.

Eran más de las ocho, y los niños estaban dándose el segundo baño del día. Tyler había ido a buscarlos a las cinco y cuarto y después de un baño de una hora, había encargado comida china para todo el mundo, que habían ido a comer a casa de Carrie. Había sido muy divertido ver a los trillizos probar aquella mezcla de sabores dulces y salados que había terminado encantándoles. Después de aquella merienda cena, Tyler había sugerido otro baño, y Carrie había aceptado encantada.

La escena que se estaba desarrollando en la piscina no tenía nada que ver con la que había tenido lugar la semana anterior. Tyler miró la cantidad de juguetes que flotaban en el agua, los había comprado ese mismo día, cuando había ido a buscar los chalecos salvavidas. Una vieja canción resonó burlonamente en su cabeza, «Si Mis Amigos Pudieran Verme Ahora», y sonrió.

Dejó de pensar en ello y miró hacia Carrie, que estaba en la zona menos profunda de la piscina, esperando a que Dylan completara el salto ciento cincuenta y uno. Llevaba el bañador amarillo de lunares blancos con el que la había encontrado un día en su casa y Tyler deslizó la mirada hacia la cremosa piel del escote. Al acercarse más a ella, pudo distinguir claramente sus pezones irguiéndose contra la tela del bañador.

Se imaginó a sí mismo bajándoselo y mirándola, para después buscar con la boca aquellos dulces montículos. Tyler sintió que su cuerpo se tensaba. Para distraerse, se hundió en el agua y salió a la superficie por la otra parte del bote. Franklin y Emily se echaron a reír. Afortunadamente, eran demasiado jóvenes e inocentes para comprender que estaba atrapado en las garras del deseo por culpa de su dulce y entregada madre.

—¡El barco se va! —gritó un poco desesperado, y se puso a empujar el botecito. Los niños gritaban encantados y el ejercicio era el mejor antídoto para el deseo de Tyler.

—¿Quieres que lo repitamos mañana? —Le estaba preguntando a Carrie, media hora después, mientras llevaban a los niños hacia su casa. Los niños se habían puesto como fieras cuando los habían sacado del agua. Se habían puesto a gritar los tres a pleno pulmón, y continuaban aullando durante el camino a casa.

A Carrie le pareció asombroso que los invitara otra vez. Cuando había empezado la triple pataleta, pensaba que Tyler iba a salir huyendo; lo último que esperaba era que volviera a invitarlos.

Al llegar a la casa, subieron a los niños a su habitación.

—Todavía no me has contestado —insistió Tyler—. ¿Queréis venir a daros un baño mañana?

—Sabes que a los niños les encantaría. ¿Pero de verdad quieres…?

—¿Quieres tú? —La interrumpió Tyler, se apoyó contra la pared y la observó con atención.

—Sí —admitió suavemente. Agarró a Dylan y le puso el pijama mientras Emily y Franklin, que ya estaban riéndose, se entretenían con el enorme oso panda que había en la habitación. Al cabo de diez minutos los tres niños estarían ya durmiendo y ella se quedaría sola con Tyler…

—De acuerdo. Que vengan mañana entonces después de la siesta —dijo Tyler con decisión, y se fue hacia la puerta—. Te veré mañana. Buenas noches niños —gritó.

Carrie sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas, pero no derramó ninguna mientras metía a los niños en sus respectivas cunas, ni tampoco cuando estaba bajo la ducha. Tyler no se había quedado, pero no tenía ningún derecho a culparlo por ello.

Aquella mañana, le había preguntado si encontraba algún placer en excitarlo para rechazarlo después. Pensaba que estaba jugando con él. Y no era cierto. Carrie no encontraba ningún placer, absolutamente ninguno, en detenerlo. De hecho ella también deseaba mucho más.

* * *

Tyler sostenía a una llorosa Emily en brazos mientras permanecía en el marco de la puerta observando a Carrie, que se alejaba por el camino de la casa con su uniforme de enfermera. Alexa estaba intentando consolar a Franklin y a Dylan, que estaban tan destrozados como su hermana.

—¡Mami! —chilló Emily, con el corazón desgarrado. Tyler se sentía dolorosamente identificado con ella. Sabía por experiencia propia lo que era llorar de niño por la ausencia de una madre.

—¡Es una vergüenza que Carrie tenga que abandonar a estos niños todos los fines de semana! —dijo con fiereza—. Son muy pequeños, necesitan a su madre. No deberían estar sin ella.

—Lo sé —dijo Alexa con calma—. Yo también lo creo.

Tyler la miró sorprendido. No esperaba que la hermana de Carrie pudiera estar de acuerdo en nada que él dijera. Alexa había estado muy fría y distante con él desde que había llegado hacía ya media hora y lo había encontrado con Carrie y los trillizos. Apenas había dicho una sola palabra cuando Carrie le había comentado que habían estado bañándose en su piscina. Pero no hacía falta ser adivino para saber que no contaba con la aprobación de Alexa.

En cualquier caso, y a pesar de que era consciente de que las dos hermanas esperaban que se fuera, se había quedado. Pero no contaba con la terrible reacción de los trillizos al ver que su madre se iba al hospital. En cuanto la habían visto con el uniforme, habían estallado en lágrimas y se habían abrazado a ella. Al final, Tyler y Alexa habían tenido que separarlos de su madre para que pudiera marcharse. Tyler todavía estaba consternado. Era terrible tener que arrancar a unos niños tan pequeños de su madre.

—¡Vamos a comer helado! —dijo Alexa con alegría—. Venga, vamos a la cocina a comer helado. ¡Ahora!

Alejó a los todavía llorosos Dylan y Franklin de la puerta y los llevó a la cocina. Sin dejar de abrazarlo, Emily miró a Tyler a los ojos y le preguntó:

—¿Y yo? —Un sollozo escapó de su garganta, y apoyó la cabecita en el hombro de Tyler.

Tyler la abrazó con fuerza.

—Emily, mamá volverá pronto, te lo prometo. Y mañana volveremos a montar en el barco. Ahora, vamos a comer helado antes de que tus hermanos acaben con todo.

Cuando llegaron a la cocina, en vez de sentarla en su silla, la dejó en su regazo. Estuvo hablando con Dylan y con Franklin y advirtió con curiosidad que los tres utilizaban la cuchara con mucha más eficacia para comer el helado que con los cereales y la leche.

—El truco del helado ha funcionado —comentó Tyler—. Ya no llora nadie.

Alexa, que estaba sentada en la mesa frente a él, sonrió.

—Sé que no está bien, pero cada vez que Carrie se va les doy helado o galletas. No soporto verlos llorar. Espero que superen estas crisis antes de que se pongan como toneles.

—Con la cantidad de energía que gastan no creo que tengan muchas probabilidades de engordar. ¿Cuidas a los niños todos los fines de semana que Carrie trabaja?

Alexa asintió.

—Es muy generoso por tu parte —dijo Tyler, pensativo.

—Haría cualquier cosa para ayudar a Carrie y a los niños.

—Pero es muy sacrificado tener que hacer de niñera todos los fines de semana. ¿Qué pasaría si tuvieras algún plan?

—¿Te refieres a alguna cita? No tengo ningún problema, hace tiempo que he renunciado a tenerlas —replicó Alexa.

Tyler se echó a reír.

—¡Vamos, Alexa! Eres demasiado joven para decir eso. Y demasiado guapa para no tener vida social.

—Hablas como mi madre —respondió Alexa secamente—. ¿Por qué resulta tan difícil creer que prefiero pasar los fines de semana con mis adorables sobrinos a tener que andar persiguiendo una cita?

—¿Tu retirada tiene algo que ver con Ryan Cassidy?

Alexa se quedó helada.

—No quiero hablar de él.

Por aquella contestación, Tyler concluyó que las heridas que Ryan le había causado todavía no habían cicatrizado y decidió cambiar de tema.

—¿Durante cuánto tiempo lleva Carrie trabajando en el hospital?

Alexa se tranquilizó visiblemente.

—Volvió a trabajar poco después de que los trillizos cumplieran un año. Mi madre y yo no queríamos que lo hiciera, pero mi padre le dijo que debía volver a integrarse en el mundo, que necesitaba sentirse capaz de mantenerse a sí misma y a su familia.

—Me parecen unas palabras muy duras —comentó Tyler.

—Más que duras, son prácticas. Y así es mi padre. Es un coronel de la fuerza aérea y no puede evitar ser tan pragmático. Pero él quería ayudar sinceramente a Carrie.

—¿Entonces por qué no ayudan él y tu madre a Carrie con los niños?

—Lo hicieron. Después de la muerte de Ian, mi hermana se fue a vivir con ellos. Allí estuvo viviendo con los críos hasta que tuvieron tres meses, cuando trasladaron a mi padre a Alemania. Carrie no quiso irse con ellos, y como había heredado esta casa, decidió mudarse aquí. Ahora dice que mi padre tenía razón en cuanto a lo del trabajo, que se siente más segura e independiente. Pero yo sé lo duro que es ese horario para ella. Como yo trabajo toda la semana, Carrie tiene que cuidar a los niños sin ayuda de nadie, y la verdad es que está haciendo un trabajo magnífico con ellos. Creo que los niños y el paso del tiempo la están ayudando a superar la pérdida de Ian.

—Crees que ella…

—Estás interesado en mi hermana, ¿verdad? —lo interrumpió Alexa—. No te molestes en negarlo, he visto cómo la miras.

—Somos amigos —repuso Tyler con recelo.

—Vi a algunos de tus amigos en tu fiesta la semana pasada. No te atrevas a incluir a mi hermana en esa categoría.

—Admiro tu lealtad hacia tu hermana, pero no tienes que preocuparte por ella. Yo también me he retirado de determinado tipo de vida social durante una temporada. Estoy harto de citas.

No había pensado en ello hasta ese momento, pero le pareció una excelente idea. Podía tomarse un descanso; de hecho, el tipo de vida que llevaba hasta entonces se le había antojado de pronto muy aburrida.

—Bueno, creo que ya es hora de que me vaya —dijo, después de mirar el reloj.

—No, no, no —gritó Emily, haciendo pucheros.

Sus hermanos también se pusieron a llorar.

—No quieren que te vayas —dijo Alexa, atónita—. Parece que les gustas de verdad.

—Me quedaré hasta que se acuesten —se ofreció. Era una forma muy poco ortodoxa de pasar el sábado, pero todavía tenía toda la noche por delante; ya podría hacer otras cosas después. Además, no tenía ningún interés en desilusionar a su pequeño club de admiradores.

* * *

—Así que se quedó hasta que acostaste a los niños —repitió Carrie con incredulidad. Había llegado del hospital una hora antes y estaba tomándose un té frío con Alexa en el jardín, mientras los niños jugaban.

Alexa asintió.

—Entonces se fue. Parece que de verdad le gustan los niños, y ellos están locos por él. ¿Qué demonios ha estado pasando aquí durante esta semana?

—No lo sé —musitó Carrie. Se frotó las sienes con los dedos. Llevaba veinticuatro horas despierta y empezaba a sentir la desorientación propia de la falta de sueño.

—Tyler me dijo que se iba a retirar durante una temporada de la vida social, que estaba liarlo de citas —dijo Alexa, mirando a su hermana de reojo—. Me pregunto por qué.

—¿Quién sabe? —Carrie se encogió de hombros. Quizá tuviera algo que ver con el resultado de su cita con Gwenda.

—Supongo que eso explica que venga tanto por aquí —razonó Alexa—. Pasar una tarde con los trillizos es lo más alejado de una cita que nadie pueda imaginar.

—Eso es cierto —musitó Carrie.

—Pero tú también estás aquí. —Alexa miró fijamente a su hermana—. Cuando viene, pasa tanto tiempo con los niños como contigo. Y eso podría significar que…

—Nosotros, bueno, Tyler y yo sólo somos amigos.

—Mmm. Eso es lo mismo que ha dicho él.

—¡Ty! ¡Ty! ¡Ty! —gritaron los niños a coro, haciendo que Carrie y Alexa miraran hacia la zona de separación de ambos jardines. Inmediatamente vieron a Tyler, que apareció vestido con unos cómodos pantalones cortos y una vieja camiseta blanca.

—Me ha parecido oír a la pandilla por aquí —dijo, y se detuvo para levantar a los tres en brazos.

Carrie salió a su encuentro. En cuanto lo vio, sintió un calor que no tenía nada que ver con la elevada temperatura que registraba el termómetro.

—Parece que has podido capturar tú solo a toda la pandilla —dijo la joven con voz ronca.

—¿Voy a obtener alguna recompensa? —preguntó Tyler, con voz inconfundiblemente sugerente y un brillo peligroso en la mirada.

Carrie sintió que se le doblaban las piernas. Desde luego, no estaba en su mejor momento. Para tratar con Tyler necesitaba tener todas sus capacidades al límite.

—¿Dónde está tu respuesta rápida? —preguntó Tyler—. Es raro que no tengas una.

—Bueno, pues ésta es una de esas raras veces en las que no la tengo.

—Pareces agotada —le dijo de pronto. Pero las oscuras ojeras que rodeaban sus ojos le daban un aura de fragilidad que de alguna manera aumentaba su atractivo. Tyler se preguntó si habría alguna circunstancia en la que Carrie no le pareciera deseable.

—Hemos tenido una noche terrible —le explicó Carrie—. Cuatro partos, y dos de ellos de primerizas.

Tyler se estremeció.

—Puedes ahorrarte los detalles. Me horrorizan ese tipo de historias —los trillizos empezaron a inquietarse y los dejó en el suelo—. He venido para decirte que hay una furgoneta aparcada delante de tu casa y un par de tipos llamando a la puerta. Parece que vienen a hacer una entrega.

—No puede ser —dijo Carrie. En ese momento la llamó Alexa—. Carrie, están llamando a la puerta. ¿Quieres que abra yo o prefieres que me quede cuidando a los niños?

—Yo abriré —contestó Carrie. Se fue seguida por Tyler—. Debe de haber un error, yo no he pedido nada.

Cuando abrió, se encontró a dos hombres con una enorme caja en el suelo.

—Entren —les dijo Tyler—. Llévenla al piso de arriba, a la segunda habitación a la derecha.

—¿Pero qué…? —farfulló Carrie. Tyler la agarró por los hombros y la apartó del camino de los dos hombres—. ¡Tyler, yo no he comprado nada!

—Pero yo sí. Es un aparato de aire acondicionado. Van a instalarlo en tu dormitorio. Hay un modelo más grande, y lo instalarán en el comedor.

—¿Me has comprado un aparato de aire acondicionado? —le preguntó Carrie, cuando consiguió superar la impresión.

—Dos.

—¡Pero no puedes hacer eso!

—¿Por qué no? Tú misma dijiste que no había muchas probabilidades de que Ben te trajera uno de segunda mano del que te había hablado y estamos en medio de una ola de calor —se dirigió hacia las escaleras—. Voy a asegurarme de que…

—Tyler, espera. —Carrie lo agarró del brazo—. Es muy generoso de tu parte, pero no puedo aceptar que me regales un aparato de aire acondicionado.

—¿Por qué no? No es un regalo demasiado personal. Si te hubiera regalado ropa interior de seda o algo así lo entendería. ¿Pero qué significa un aparato de aire acondicionado entre dos amigos?

—Tyler, la gente no va por ahí regalando aparatos de aire acondicionado.

—A lo mejor estoy creando una nueva moda —bajó la mirada hacia las manos de Carrie—. ¿Vas a dejarme subir, o tengo que arrastrarte conmigo?

—Tyler, ¿por qué haces esto?

—¿Por qué no me lo dices tú, Carrie? —Gruñó—. Así lo sabremos los dos.

Y sin más, bajó la cabeza para buscar sus labios y le dio un beso tan apasionado que la dejó sin respiración. Carrie entreabrió los labios al momento para sentir su lengua en el interior de su boca. Las piernas le temblaban y se aferró a él para sujetarse. Tyler la rodeó con los brazos y la estrechó contra él para que pudiera sentir cómo reaccionaba su cuerpo cuando estaban cerca.

Carrie gimió y lo abrazó aun más. Sentía calor en el vientre, en los senos; era como si alguien hubiera prendido fuego a cada uno de sus nervios. Con un tembloroso suspiro, se dejó caer dulcemente contra él.

Pero de pronto, Tyler se alejó de ella. Carrie estuvo a punto de gritar a modo de protesta, pero siguió el curso de la mirada de Tyler y vio a los niños, que acababan de entrar silenciosamente, seguidos por su tía.

—Oh, no os preocupéis por nosotros —dijo Alexa con mordacidad—. Podéis continuar ejerciendo de amigos. Los niños y yo vamos al piso de arriba.

—Alexa, yo… —empezó a decir Carrie, pero le falló la voz. Se pasó la mano por el pelo, dejándoselo todavía más despeinado de lo que se lo había dejado Tyler—. Tyler me ha comprado un aparato de aire acondicionado. Dos en realidad.

Alexa arqueó las cejas.

—Desde luego, es un gesto muy amistoso.

—Lo necesitaban —dijo Tyler con vigor—. Después de todo, los índices de polen y de contaminación están altísimos este año y el aire acondicionado es una de las más importantes formas de defensa contra el asma, las alergias y…

—Pero ninguno de nosotros sufre ni asma ni alergias —lo interrumpió Carrie—. Tyler, de verdad, no puedo aceptarlo.

—Puedes y lo vas a aceptar —dijo Tyler con firmeza—. Te lo voy a regalar y tú vas a quedarte con él. ¿Lo has entendido?

Le dirigió una mirada tan intensa que Carrie tuvo la sensación de que le estaba taladrando el corazón. Tragó saliva, se puso roja como la grana y se preguntó desesperada qué debía hacer. Le había parecido advertir una connotación sexual en sus palabras, pero quizá sólo fuera una percepción suya. Cuando Tyler andaba cerca de ella, su mente sólo era capaz de pensar en cosas relacionadas con el sexo…

Se sentó en el último escalón, agarró a Dylan y lo sentó en su regazo.

—Pareces a punto de desplomarte —le dijo Tyler—. En cuanto instalen los aparatos, Alexa y yo vamos a irnos con los niños a nadar a la piscina y tú te vas a acostar, Carrie.

—Me tienes impresionada, Tyler. Das órdenes exactamente igual que mi padre, y eso que tú no eres militar —dijo Alexa secamente.

—En el mundo de los negocios, también hay que tomar decisiones rápidas, y al igual que en el ejército, las órdenes deben de ser obedecidas —agarró a Carrie por los brazos y la obligó a ponerse de pie.

Carrie se aferró a su hijo, mientras miraba a Tyler. Tenía las pupilas dilatadas y el corazón le latía violentamente en el pecho. ¡Cómo lo deseaba! Y sabía que la intensidad de su pasión iba más allá de un aspecto puramente sexual. Estaba muy cerca de enamorarse de aquel hombre… si es que no se había enamorado ya.

* * *

—He venido a ver si podía echar una mano con los niños —dijo Ben, cuando llegó aquella noche al salón de la casa de Carrie, donde estaba Alexa sola, leyendo. Al ver el aire acondicionado en la ventana, se detuvo de pronto—. ¡Ya me había parecido a mí que hacía demasiado frío! ¡Esta vez no me he sofocado nada más entrar!

Alexa dejó el libro y se levantó.

—Los niños están durmiendo, así que llegas un poco tarde para ayudar —le dijo—. Y el aire acondicionado, es un obsequio de Tyler Tremaine. Hay otro aparato en la habitación de Carrie.

Ben la miró con incredulidad.

—¿Que Tremaine le ha comprado el aire acondicionado a Carrie?

—Es todo un gesto de buena vecindad, ¿verdad?

—¡Desde luego! Y así me libro de tener que decirle a Carrie que no he podido conseguir el aparato de segunda mano que quería para su dormitorio —se sentó en el sofá y suspiró satisfecho—. Ahora se está estupendamente aquí. Venir va a ser… ¡Alexa, ya lo tengo! —Se levantó de golpe y miró a su hermana con los ojos abiertos de par en par—. ¡Ya sé por qué lo ha hecho!

—¿Te importaría ser un poco más específico? ¿Por qué ha hecho quién qué?

—Tyler Tremaine odia el calor, y esta casa es un horno, así que ha decidido cambiar él mismo la situación. ¿Y por qué? Porque pretende pasar mucho tiempo aquí este verano. Quiere pasar mucho tiempo con Carrie, Alexa. ¡Nuestra hermanita lo ha conseguido! ¡Ha ligado con un Tremaine! ¿Sabes lo que eso significa, Alexa?

—Puedo imaginarme lo que significa para ti, Ben. Una oficina en el edificio de los Tremaine con tu nombre grabado en la puerta y una enorme cuenta corriente. Pues bien, voy a darte un consejo: no renuncies todavía a tu trabajo, porque ni Carrie ni Tyler admiten ser más que amigos.

—No me importa lo que digan, esto sólo puede significar que Tyler está enamorado. Y el hecho de que Carrie haya aceptado el regalo, significa que ella también lo está.

—Carrie ni siquiera ha tenido oportunidad de elegir —señaló Alexa—. Han traído los aparatos sin que ella supiera nada, y Tyler ha insistido en que los instalaran.

—Alexa, los dos conocemos a Carrie y sabemos que si realmente hubiera querido poner a Tyler en su lugar, habría tirado los aparatos por la ventana. ¡Pero no lo ha hecho! —Volvió a sentarse—. Esta relación de Tyler con Carrie puede beneficiarnos a los dos, Alexa.

Alexa elevó los ojos al cielo.

—Puedo llegar a entender de qué manera podría ser útil para tu trabajo esa supuesta relación, pero no sé qué puede tener que ver conmigo.

—A ti también puede beneficiarte, Alexa. He hecho algunas averiguaciones sobre los Tremaine. Sucede que Tyler tiene un hermano más pequeño, también soltero. Nathaniel Tremaine tiene treinta y dos años, es un hombre atractivo y nunca ha estado casado. Tyler y Carrie podrían presentártelo, y tú ya sabrás lo que tienes que hacer. Podrías volver loco a cualquier hombre, hermanita.

—Estás completamente loco, Ben —dijo Alexa, suspirando exasperada.

—¡Sólo soy un optimista! Y quizá un oportunista también, pero en estos tiempos de crisis, no creo que sea nada malo —miró el reloj—. Bueno, ya que no me necesitas por aquí, seguiré mi camino. He quedado con alguien esta noche.

—¿Con Rhandee?

—Con la compañera de piso de Rhandee, Darcy Lynn. He cambiado de chica —añadió con orgullo. Y se fue andando a paso decidido.

—No creo que eso sea algo de lo que debas sentirte orgulloso —le gritó Alexa, en un tono inconfundible de desaprobación, y volvió a enterrar la cabeza en el libro.