Jueves, 13 de diciembre de 2007

La consulta estaba más llena que la última tarde, había más gente esperando y más ruido. Me senté en la esquina más tranquila, con las rodillas apretadas.

—¿Cathy Bailey? —La voz surgió de un pasillo lateral y levanté la vista para ver a un hombre asomándose tras la esquina.

Me levanté de un salto como si me hubieran aguijoneado.

Recorrí apresuradamente el pasillo con el doctor Malhotra hasta entrar en una sala que tenía aquel desafortunado olor a desinfectante de manos con base de alcohol.

—¿Eres amiga de Stuart? —Fue lo primero que me preguntó.

—Sí —le dije, mientras me preguntaba cómo lo sabía.

—Es un buen tío.

Sanjeev Malhotra era delgado e iba vestido de manera formal con pantalones oscuros, camisa rosa y corbata, tenía una barba negra pulcramente recortada y llevaba unas gafas muy modernas.

—¿En qué puedo ayudarte? —preguntó.

Le hablé de las comprobaciones y de los ataques de pánico. Le conté que habían empeorado. Me preguntó si alguna vez se me había pasado por la cabeza autolesionarme. Le dije que no. Me preguntó si había ocurrido algo que desencadenara aquellos ataques y le hablé de Robin. Luego, por supuesto, tuve que hablarle de todo el resto, también. Abrevié esa parte. Le dije que estaba intentando con todas mis fuerzas dejar aquello atrás.

Pinchó en el ordenador unas cuantas veces. Como Stuart había dicho, me comentó que me remitiría al Equipo de Salud Mental de la Comunidad para que me diagnosticaran. Dijo que probablemente pasarían unas semanas antes de que me vieran.

Eso parecía ser todo.

—He oído que Stuart está de baja —dijo finalmente.

—Se ha dislocado el hombro.

—Lástima. Aunque eso significa que al menos tenemos una oportunidad de ganar el domingo.

Cogí el autobús en Talbot Street. Me sentía rara, como si todo hubiera sido un sueño, y un poco mareada. Lo único en lo que podía pensar ya era en volver a casa para poder empezar con las comprobaciones. Tenía la sensación de que iba a ser difícil hacerlo bien.