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Olden Farm
¡Eran los lenni-lenape! ¡Eran las tribus de los lenni-lenape! El sol salía en agua salada y se ponía en agua dulce, y nunca se ocultaba a sus ojos… Parecía casi ayer cuando los hijos de los lenape eran los amos del mundo.
JAMES FENIMORE COOPER, 1826
Se ha dicho que estar en Princeton, Nueva Jersey, en verano es como estar «dentro de la boca de un perro». Los habitantes originarios de la zona, los lenni-lenape (el «pueblo original» o «los hombres de los hombres»), abandonaban el interior de Nueva Jersey en verano y se dirigían, o bien a la costa norte, o bien a campamentos situados en los estuarios de la bahía de Delaware. «Desde entonces [junio] hasta el mes actual [agosto] —informaba William Penn durante su primer verano en el río Delaware, en 1683—, hemos tenido calores extraordinarios.)»[1] Penn había desembarcado en la bahía de Delaware el 27 de octubre de 1682, después de una travesía (partiendo de Deal, Inglaterra) de cincuenta y nueve días a bordo del Welcome, durante la cual había habido un brote de viruela y habían muerto 31 de los 99 colonos que lo acompañaban. Penn, que había sobrevivido a la viruela cuando tenía tres años, atendió a los enfermos durante el viaje y llegó en un excelente estado de salud.
Los lenni-lenape, un subgrupo del pueblo algonquino, fueron denominados «delaware» por los colonos holandeses, suecos e ingleses que llegaron en el siglo XVII siguiendo la estela del navegante italiano Giovanni da Verrazzano en 1524. Los lenape recibieron a los recién llegados con diplomacia, pero los colonos tenían la tecnología y la inmunidad de su parte. «¿Qué nos pasa a los indios —se preguntaba el jefe Tenoughan, del río Schuylkill, según el relato de Penn— que estamos tan enfermos en nuestro propio aire, mientras esos extranjeros están bien?»[2]
Los lenni-lenape del área de Princeton pertenecían a la nación unami, identificada con el clan de la Tortuga. Los observadores europeos nunca estuvieron del todo seguros de si los unami formaban parte de la Tortuga o si era la Tortuga la que formaba parte de los unami. Nueva Jersey albergaba once especies de tortugas, adaptadas a todas las condiciones, desde las que hibernaban en el fondo de charcas congeladas hasta las que disfrutaban del sol en pleno verano. Para una vigorosa tortuga norteamericana, una especie que ha permanecido invariable durante sesenta millones de años, solo un abrir y cerrar de uno de sus ojos con doble párpado nos separa de William Penn.
En 1609, Henry Hudson, en representación de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, exploró el estuario de Newark antes de remontar el río que hoy lleva su nombre. En 1614, Cornelius Jacobsen Mey, también holandés, exploró la bahía de Delaware y penetró en dicho río, navegable hasta el emplazamiento de las actuales cataratas de Trenton, o de Delaware. Tras la restauración de la monarquía inglesa en 1660, Carlos II cuestionó las pretensiones holandesas sobre Norteamérica, y en 1664 otorgó todo el territorio comprendido entre Virginia y Nueva Francia a su hermano, el duque de York (posteriormente Jacobo II). Dicho territorio recibió el nombre de Nueva York, y una parte de él, la comprendida entre los ríos Delaware y Hudson, se subdividió aún más; la mitad oriental (la que lindaba con el río Delaware y la bahía de Delaware) fue asignada a lord Berkeley, mientras que la mitad occidental (la que lindaba con el río Hudson y el océano Atlántico) fue asignada a sir George Carteret. La provincia recibió el nombre de Nueva Jersey, y pronto cayó en manos de los cuáqueros, la denominada Sociedad de los Amigos.
En 1675, lord Berkeley vendió su parte de Nueva Jersey occidental por mil libras a John Fenwick y Edward Byllynge, dos cuáqueros cuya posterior disputa sobre la propiedad fue remitida al arbitraje de William Penn. Fenwick partió hacia América con su familia y un grupo de correligionarios cuáqueros a bordo del Griffith (o Griffin), fundando una colonia en «un lugar rico y agradable» (Salem) a orillas del Delaware, mientras que Byllynge contrajo una serie de deudas y a la larga hubo de transferir su parte a un grupo de acreedores entre los que ahora se incluía el propio Penn.[3]
Penn, que había estudiado derecho en Londres, tomó la iniciativa en la elaboración de una constitución para la nueva colonia, que sería promulgada en 1676 bajo el título de «Concesiones y acuerdos de los propietarios, terratenientes y habitantes de la provincia de Nueva Jersey Occidental». Cien años antes de la Declaración de Independencia estadounidense, este documento establecía una democracia representativa, con libertad religiosa y de reunión, juicios con jurado, libertad económica y otros principios que más tarde se incorporarían a las constituciones de Pensilvania y, a la larga, de Estados Unidos. Penn también participó en una sociedad que compró Nueva Jersey oriental (incluida una gran parte de lo que luego sería Princeton) en una subasta celebrada en 1682 por 3.400 libras de las propiedades de Carteret.
William Penn era el hijo rebelde del almirante sir William Penn, que dirigió a la flota inglesa en dos guerras contra los holandeses y conquistó Jamaica (para Cromwell) en 1655. Durante la guerra civil inglesa se alineó con el Parlamento contra el rey, pero en secreto se ofreció a cambiar de bando, y posteriormente se convirtió en favorito del hermano del monarca, Jacobo. A la edad de quince años el joven Penn fue enviado a Oxford, de donde no tardó en ser expulsado por oficiar servicios religiosos en su habitación y negarse a asistir a la capilla o vestir toga. Tras un viaje de dos años por Europa, se le confió la administración de las propiedades de su padre en Irlanda, donde empezó a frecuentar a los cuáqueros, una secta disidente en rápido crecimiento. Pronto fue detenido y encarcelado, en la que sería la primera de unas siete veces. «El señor William Pen[n], que recientemente ha venido de Irlanda, es de nuevo un cuáquero, algo muy melancólico», anotó en su célebre diario Samuel Pepys el 29 de diciembre de 1667.
A su regreso a Londres, Penn empezó a publicar panfletos. «Los cimientos de arena sacudidos», donde cuestionaba la Trinidad, le hizo dar con sus huesos en la Torre de Londres durante ocho meses (durante los cuales escribió el libro Ni cruz, ni corona, además de varios opúsculos incendiarios). En agosto de 1670 fue nuevamente detenido en Londres, esta vez junto con William Mead, por predicar en la calle después de que el templo cuáquero de Gracechurch Street fuera clausurado por las autoridades, que acusaron a Penn y a Mead de «haberse reunido y congregado ilegal y tumultuosamente, para la perturbación de la paz del mencionado Señor el Rey».[4]
Después de dos semanas en la prisión de Newgate, Penn y Mead se declararon inocentes. «Nosotros no causamos el tumulto, sino ellos, que nos interrumpieron —argumentó Penn—. Es bien conocido que somos gente pacífica, y no podemos ofrecer violencia a ningún hombre.»[5] El veredicto de los miembros del jurado confirmó su inocencia, por lo que también estos fueron encarcelados por desacato al tribunal. «No seréis liberados hasta que tengamos un veredicto que acepte el tribunal; y seréis encerrados, sin carne, bebida, fuego ni tabaco; así no pensaréis en abusar del tribunal; tendremos un veredicto, con la ayuda de Dios, o pasaréis hambre por ello», les informó la Corona.[6] Tamaña injusticia provocó un clamor que finalmente condujo a la liberación de Penn y Mead, junto con los miembros del jurado, y precipitó un cambio en el derecho británico. Pero Penn no tardaría en volver a la cárcel, esta vez en 1671, condenado a seis meses por negarse a jurar lealtad al rey.
El almirante sir William Penn murió en 1670, dejando pendiente de cobro una deuda de 16.000 libras, oficialmente 11.000 libras en «gastos de avituallamiento» más intereses, contraída con él por la Corona. Corría el rumor de que el almirante había cubierto una deuda de juego del monarca. En 1680, su hijo William le solicitó su liquidación al rey, y le propuso que la Corona le otorgara «una extensión de tierra en América, situada al norte de Maryland, que por el este linda con el río Delaware, por el oeste tiene el mismo límite que Maryland y por el norte se extiende a todo el terreno cultivable, que es íntegramente indio».[7] Carlos y Jacobo aceptaron, saldando la deuda y librándose de Penn. La colonia de Pensilvania, con su capital Filadelfia, sería el resultado de ello.
Penn llegó en 1682, asumió el cargo de gobernador y viajó extensamente por todo el territorio inculto circundante, aprendiendo la lengua de los lenni-lenape lo bastante bien como para poder conversar sin la ayuda de un intérprete, y comparando la justicia y la igualdad que encontró entre los indios con las injusticias y desigualdades que había dejado atrás. «Los encuentro… de una profunda sagacidad natural —escribió a su amigo Robert Boyle, de la Royal Society, en 1683—. La humilde condición del indio pobre eclipsa las vidas de esos cristianos que se pretenden superiores.»[8]
Al oeste de Pensilvania se extendían los páramos, mientras que al este las tierras salvajes de Nueva Jersey quedaban ahora encajadas entre dos poblaciones crecientes centradas en torno a Filadelfia y Nueva York. La conexión más directa entre los dos asentamientos era por tierra, a través de la «cintura» de Nueva Jersey, entre el punto máximo navegable del Delaware (cerca de la actual Trenton, río arriba de Filadelfia) y el punto máximo navegable del Raritan (cerca de la actual New Brunswick, río arriba de Nueva York). Este sendero pedestre, muy utilizado por los lenni-lenape, se iría convirtiendo, sucesivamente, en una pista transitable por caballos, en un camino de carro, en el «Camino Real» para las diligencias y, finalmente, en las Rutas Estatales 27 y 206.
En 1683, un colono llamado Henry Greenland abrió una taberna cerca del punto medio del camino de carro, y en torno a ese núcleo empezó a formarse un pueblo. En 1683 los propietarios de Nueva Jersey oriental y occidental se reunieron en la taberna de Greenland para decidir sus fronteras comunes, y eso sirvió para situar en el mapa la entonces denominada Prince-Town («ciudad del príncipe»), al tiempo que el territorio inculto circundante atraía a un pequeño grupo de cuáqueros que buscaban distanciarse todo lo posible de las influencias seculares de Filadelfia y Nueva York. A mitad de camino entre el Raritan y el Delaware, y justo al sur de la ruta terrestre, había un riachuelo que los lenape llamaban Wapowog, y que fluía a través de las tierras que William Penn había ocupado en 1693 como su parte de la concesión originaria a los propietarios de Nueva Jersey oriental. Seis familias cuáqueras estrechamente unidas, con Penn como socio absentista, fundaron allí una colonia en 1696 y la llamaron Stony Brook («arroyo pedregoso»). En lugar de una taberna, construyeron un templo cuáquero.
Los patriarcas de esas familias eran Benjamin Clarke, William Olden, Joseph Worth, John Hornor, Richard Stockton y Benjamin Fitz Randolph; de ellos, Stockton se convirtió en el principal terrateniente gracias a las 2.225 hectáreas que en 1701 le compró por 900 libras a William Penn (quien se reservó 425 hectáreas «que al mencionado William Penn le parezcan apropiadas y convenientes»).[9] En 1696, Benjamin Clarke compró 486 hectáreas situadas entre Stony Brook, la frontera provincial, la actual Stockton Street y la actual Springdale Road, traspasando 162 hectáreas (incluido el futuro emplazamiento del Instituto de Estudios Avanzados) a su cuñado William Olden y cediendo alrededor de cuatro hectáreas en fideicomiso a la Sociedad de los Amigos para la construcción del templo y el cementerio en 1709. El templo se terminó en 1726, y los colonos también abrieron una escuela y construyeron molinos hidráulicos. En 1737 había una diligencia que unía Trenton y New Brunswick dos veces por semana, y, por su parte, Prince-Town había crecido para poder acomodar a quienes allí se detenían para cambiar los caballos o pasar la noche.
Al no haber ninguna institución de enseñanza superior entre la Universidad de Yale, en New Haven, Connecticut, y la Universidad William and Mary, en Williamsburg, Virginia, en 1746 los presbiterianos fundaron una Universidad de Nueva Jersey, cuyas aulas fueron emplazadas primero en Elizabeth y luego en Newark, para trasladarse finalmente a Princeton en enero de 1753, después de que la comunidad de cuáqueros les cediera el terreno. Los primeros estudiantes llegaron en 1756 y, en enero de 1774, mientras se fraguaba la revolución, abrazaron la causa de la independencia quemando la reserva de té para el invierno del director.
Cuando la guerra llegó a Princeton, a finales de noviembre de 1776, las cosas no iban bien para el bando norteamericano. Lo primero que vio Princeton de las fuerzas de George Washington fue un ejército exhausto, en plena retirada a Pensilvania después de una serie de derrotas que incluían Brooklyn Heights (en Long Island), White Plains y Fort Washington (en la isla de Manhattan, de Nueva York).
El general Washington y aproximadamente tres mil hombres llegaron a Princeton la noche del 1 de diciembre, perseguido por las fuerzas de lord Cornwallis y su séquito de mercenarios alemanes, que a su paso se entregaban al saqueo y al pillaje. Washington se reagrupó en Princeton durante una semana antes de retirarse a Trenton y, finalmente, a un lugar seguro al otro lado del Delaware, mientras que los británicos se agruparon en Trenton para perseguirles.
El día de Nochebuena, Washington volvió a cruzar sigilosamente el Delaware (con 2.400 hombres) y a las ocho de la mañana del día 26 lanzó un ataque por sorpresa en medio de una tormenta de nieve. Luego volvió a Pensilvania y reabasteció sus fuerzas lo mejor que pudo hasta el día de Año Nuevo, cuando, con unos 5.000 hombres (más de la mitad de ellos irregulares), se reagrupó en Trenton y se preparó para enfrentarse a las fuerzas de Cornwallis, que avanzaban desde Princeton. Esto condujo a un punto muerto a lo largo de las dos orillas de un riachuelo llamado Assunpink Creek. La noche del segundo día hizo un frío glacial que heló los caminos embarrados, permitiendo escapar al amparo de la oscuridad al ejército de Washington, junto con su artillería, por la ruta que llevaba a Stony Brook.
El amanecer del 3 de enero encontró a la columna principal del ejército norteamericano en las inmediaciones del templo cuáquero, marchando hacia el pueblo de Princeton por una ruta que bordeaba el barranco poco profundo que separaba Olden Farm de la ribera de Stony Brook, atravesando lo que hoy es el campo abierto que se extiende detrás del Instituto de Estudios Avanzados y luego girando a la derecha en dirección al pueblo de Princeton y pasando por los terrenos del actual club de golf Springdale, que entonces era la granja de Stockton. La ruta pasaba por una extensión de terreno bajo que ciento setenta años después se convertiría en el emplazamiento del edificio del Proyecto de Computador Electrónico, al final de la calle Olden Lane, y ahí es donde estaba la columna principal cuando se inició la batalla de Princeton.
Washington había ordenado a su íntimo amigo el general Hugh Mercer que, junto con unos 350 hombres, retrocediera hasta Stony Brook a lo largo de Quaker Road y destruyera el puente a la altura de los molinos de Worth (donde hoy la Ruta 206 cruza el arroyo). Sin embargo, el grupo de Mercer fue descubierto por las fuerzas británicas que se dirigían de Princeton a Trenton para unirse a la batalla que se esperaba que iba a producirse allí, y tuvo lugar un breve e intenso combate que dejó alrededor de 50 norteamericanos muertos y 150 heridos (frente a 24 muertos, 58 heridos y 194 prisioneros en el bando británico). Tras verse rodeado, el general Mercer se negó a rendirse; los británicos, que le confundieron con el general Washington, le asestaron varios bayonetazos y le dieron por muerto. Washington, que llegó con refuerzos, reorganizó a los supervivientes, expulsó a los británicos del campo y asaltó su cuartel general, situado en el edificio Nassau Hall de la universidad, mientras los británicos que no habían sido hechos prisioneros se retiraban hacia New Brunswick por las colinas. Mercer recobró el conocimiento y sobrevivió durante nueve días en la granja de Clarke, convertida en hospital de campaña, cerca de donde había caído. Dado que era médico de profesión, comprendió enseguida que, aunque las heridas que tenía en la cabeza no eran mortales de necesidad, las del abdomen sí lo eran. No obstante, se había alterado el curso de la guerra. Nuevos alistamientos vinieron a aumentar las fuerzas de Washington, la insurrección ganó apoyo popular, y los británicos abandonaron Nueva Jersey para dirigirse a Nueva York.
Tras su breve papel en la que fue la primera revolución estadounidense, Olden Farm —la antigua granja de los Olden— llevaría una vida tranquila hasta que llegaran los matemáticos y empezaran a trabajar en la siguiente.