LLUVIA

Me siento como un completo imbécil. Tony me ha colgado el teléfono con toda la razón del mundo. Cada vez que intento dar un paso adelante acabo jodiéndolo todo y metiendo la pata. A veces me pregunto cómo me aguanta y cómo ha estado tanto tiempo conmigo. Me pongo algo de ropa, cojo el abrigo y a Gigi y nos vamos hacia su casa. Hace un frío que pela. Está lloviendo y no he cogido el paraguas. Da igual. Necesitaré algo más que una buena excusa para que me perdone y hacerle entrar en razón, tal vez le demos pena por estar chorreando y funcione. Gigi me mira con cara de «estás loco», pero no dice nada. Ni siquiera se molesta en ladrar porque sabe que no va a servirle de nada.

A medio camino comienza a granizar. Cualquiera diría que tengo al universo en contra de mi felicidad, pero lo cierto es que me lo he buscado yo solito. Acabo de llamarlo con el nombre de mi ex, pero ¿cómo se me ocurre? Es normal que se haya enfadado, yo me habría puesto hecho una furia. Cuando llegamos al portad de Tony estamos empapados. Gigi se sacude el agua haciendo un movimiento brusco. Yo lo imito. Luego me ladra, no sé si porque lo he hecho bien o no. Introduzco mi copia de la llave en la cerradura pero Tony ha echado la cadena y no puedo entrar.

—Lárgate —oigo desde el fondo del pasillo.

—Tony, por favor.

—Te he dicho que te largues.

—No me iré hasta que hablemos.

—No tengo nada que hablar contigo —me grita.

—Por favor, seamos civilizados, es tarde y vamos a despertar a los vecinos.

—Es cierto, es tarde, así que vete a preparar la maleta para tu viaje con tu querido Diego.

—Me da igual cómo te pongas, no me voy a ir de aquí hasta que hablemos, si quieres que monte el pollo y los vecinos llamen a la policía no tengo ningún problema —le digo.

Oigo como Tony descorre la cadena y abre la puerta.

—Estáis empapados.

—Está granizando —le comento.

—Estás loco.

—Estoy loco por ti.

—Pues cualquiera lo diría.

—¿Por qué dices eso?

—¿Cómo tienes la cara de preguntármelo? Me has llamado con el nombre de tu ex, ¿cómo quieres que me sienta?

—Ha sido un fallo tonto.

—Y tan tonto, ¿cómo te sentirías tú si yo te llamase por el nombre de mi ex?

—Perdóname, por favor, estaba nervioso y no sé lo que me pasó que me equivoqué.

—No. Ya no puedo más.

—¿Qué?

—He luchado con todas mis fuerzas para que Diego deje de interponerse entre tú y yo, pero no lo consigo.

—No es cierto.

—Nunca sé lo que sientes realmente.

—Yo te quiero.

—Pero también lo quieres a él.

—No es cierto.

—Sí que lo es.

—Él para mí ya no supone nada.

—¿Estás seguro de que ya no sientes nada por él?

—Completamente.

—Entonces, ¿por qué sigues guardando su carta?

—Mira lo que hago con su carta —la saco del bolso y la rompo en mil pedazos. Luego los tiro sobre nuestras cabezas como confeti.

—Espero que mañana no te arrepientes de lo que has hecho.

—Seguro que no. Y ahora, déjame que te explique.

—Está bien, soy todo oídos —me dice con un tono bastante más irónico del que me gustaría.

Le cuento cómo organizamos el viaje y todas las circunstancias que vinieron después. Punto por punto, sin olvidar ni un detalle.

—Sinceramente, no sé qué se te ha perdido a ti en ese viaje —me dice.

—Pues que es mi viaje, es mi regalo de cumpleaños, es mi sueño.

—Ya te llevaré yo a Londres.

—No, Londres es el único eslabón que me queda con el pasado, es lo único que me sigue uniendo a Diego porque es algo que planeamos cuando estábamos juntos.

—Pero sigo sin entender por qué tienes que ir.

—Sólo siento que es algo que tengo que hacer por mí mismo. Es como la prueba definitiva.

—¿Y él también va?

—No lo sé, yo no he hablado con él, pero, después de que casi le parto la nariz, dudo mucho que se atreva —le digo entre risas.

—¿Serás bueno?

—Pues claro. Además, aunque Diego fuese, yo por él no siento más que indiferencia.

—¿Estás seguro que ni en el rincón más remoto de tu corazón queda un trocito de Diego?

—Totalmente seguro.

—¿Totalmente seguro?

—Sólo hay una cosa que tengo clara, no sé cuánto va a durar lo nuestro, pero yo he apostado por ti, y lo he hecho muy fuerte. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida y tengo muy claro que no te voy a dejar escapar así como así.

Tony me abraza con lágrimas en los ojos. Luego me besa apasionadamente. Gigi nos ladra y Flojo tan sólo nos mira. Su nombre le viene que ni pintado porque hasta ladrar le cuesta.

—Voy a prepararte un buen baño caliente de espuma. Te vendrá bien.

—Gracias, estoy helado.

—Dame tu ropa, la pondré a secar.

—Gracias, cariño.

—Gracias a ti, porque hoy me has demostrado que soy más importante que él —me dice.

—¿Te acuerdas del día en que nos conocimos?

—Claro, ¿cómo iba a olvidarlo?

—Me dijiste que estabas leyendo un libro que hablaba de cómo los seres humanos tropiezan dos veces con la misma piedra, y cómo éste es el camino que hemos de recorrer hasta volver a tropezar, lo que realmente hace que merezca la pena.

—¿Y qué quieres decir?

—Que necesito hacer este viaje para saber si realmente estoy tropezando o no.

—¿Tú qué crees?

—Yo creo que no. Algo tan fantástico como lo nuestro no puede ser un tropiezo.

—¿Entonces?

—Aun así tengo que ir —le digo.

—Pero si te da miedo volar.

—Lo sé. Pero tal vez éste sea otro de los miedos que tengo que superar.

—Y tampoco sabes inglés.

—Bueno, pues aprenderé allí.

—¿En una semana? No me hagas reír.

—En menos tiempo te conquisté a ti —le digo pícaro.

—Ja, ja, eso es un golpe bajo.

—Pero si se te notaba a leguas cómo babeabas detrás de mi —le digo.

—Te estás ganando una paliza o mejor, unas buenas cosquillas.

—No, cosquillas no. Por favor, cosquillas no.

Pero no me hace caso y corro desnudo por toda la casa mientras Tony en pijama intenta hacerme cosquillas. Gigi y Flojo vienen detrás. Nos reímos juntos. Freno en seco y le doy un beso. Largo y apasionado.

—¿Y esto?

—¿No te ha gustado?

—Sí, pero… ¿a qué viene? —me pregunta.

—Pues, a que empiezo a sentirme verdaderamente a gusto a tu lado. Fíjate si parecemos una familia.

—¿Ves?, esa lluvia te ha sentado fatal, anda métete en la bañera inmediatamente.

—Con una condición.

—¿Cuál?

—Que te bañes conmigo —le digo quitándole la ropa y metiéndole mano por todo el cuerpo.

Mmmm, trato hecho.

Nos bañamos juntos. Nos enjabonamos uno al otro. Nos salpicamos. Nos besamos. Nos amamos. Esta noche hacimos el amor como posesos, como si alguno de los dos se fuese a la guerra. Esta noche hacimos el amor como si fuese la última. Por si acaso.