8. Los secuestradores

La puerta se abrió y cuatro escoltas se posicionaron en la sala de prensa. El obeso Pedro Bustamante, a cargo de la Procuraduría General de la Paranoia (PGP), en cualquier momento haría su entrada. Los reporteros estaban en su lugar. Algunos de ellos habían sufrido en carne propia secuestros y se sentían inquietos delante del llamado Fiscal de la Hamburguesa por el Caso de los Violadores de los Labios Blancos. Pues en el sur de la ciudad, durante las fiestas decembrinas, 19 jóvenes habían sufrido violación calificada y asalto violento a manos de unos escoltas a su servicio, mientras ellas se encontraban con sus novios en coches estacionados frente a restaurantes de comida rápida. Los escoltas, con los labios blancos por la cocaína, fueron acusados además de secuestrar, vejar, torturar y abusar de dos mujeres menores de edad. Las agraviadas no sólo habían sido forzadas a carearse con los escoltas de Bustamante, sino a enfrentarse a un sistema de procuración de justicia que no perseguía, y sí protegía, a los delincuentes. La impunidad era tan escandalosa que al desechar el Ministerio Público pruebas periciales y testimonios contundentes, una de las jóvenes cometió suicidio.

“Gracias a la corrupción, el secuestro es el gran negocio del crimen organizado. La PGP lleva registrados más de quinientos plagios este año. Pero en el último trienio, se estima que son cinco mil.” Una granada de micrófonos rodeaba la cabeza del procurador. Todos los reporteros de radio y televisión estaban allí. “La mayor parte de secuestrados se abstiene de hacer denuncias formales. Sólo la tercera parte de los plagios se conoce. El resto queda en familia. Si bien este azote social viene de tiempo atrás, en el último año y medio ha golpeado a la comunidad española, que ha sufrido hasta cuarenta secuestros. El vocero de la Embajada de España calcula que en los últimos años han sido secuestrados ocho españoles, tres de ellos por la banda de Miguel Montoya, pero aclara que no todos los delitos de esta naturaleza son comunicados a la sede diplomática. La Embajada se mantiene al margen de las negociaciones para la liberación de los secuestrados. Las familias así lo quieren.”

“La plaga de plagios está provocando pánico social”, lo increpó la reportera Laura Morales.

“Los casos de privación ilegal de libertad en poder de nuestro periódico son alarmantes y rompen los récords precedentes”, dije. “Los secuestrados han sido niños de pecho, ancianos, cantantes de moda, cónsules honorarios, sacerdotes jesuitas, restauranteros y hoteleros, secretarias de talleres gráficos, esposas de empresarios, choferes de taxi, gerentes y empleados de compañías extranjeras, periodistas y transportistas, comerciantes farmacéuticos y secretarios de partidos políticos, alcaldes, ganaderos y agricultores, constructores de carreteras y estudiantes, hijos de políticos y hasta narcotraficantes.” Bebí agua. Agregué: “El Tiempo tiene información de que si bien las bandas de secuestradores que operan en el país son unas cuantas, la lista de víctimas parece un directorio telefónico. Algunas personas han sido encontradas muertas días después de haberse reportado su desaparición, otras han sido liberadas por sus captores luego de haberse pagado el rescate. Los nombres de las localidades danzan delante de los ojos como una alucinación geográfica: Cuernavaca, Cuautla, Tepoztlán, Tlayca, Uruapan, Morelia, Tuxtla, Acapulco, Sabanilla, Guanajuato, Oaxaca, Santa Isabel, Chihuahua, Aguascalientes, Macuspana, Saltillo, Monterrey, Culiacán, Tijuana, Reynosa, Nuevo Laredo.”

“El recuento nacional es un rosario de agravios. Desde el 3 de enero de 1995, en que un ganadero chiapaneco fue secuestrado, torturado y asesinado a pesar que su familia pagó el rescate, hasta el 15 de octubre de 1997, cuando un comerciante de Lerma fue raptado a las puertas de su casa y asesinado, la pesadilla ciudadana es la misma, las historias de las víctimas se parecen”, afirmó Laura Morales.

“¿A manos de qué dependencias del gobierno está la investigación de los secuestros? ¿De la PGP o del Centro de Investigación y Seguridad Nacional?”, preguntó Guillermina Durán, mirando con un ojo a Bustamante y con el otro a Alberto Ruiz, subdirector de Combate a la Delincuencia de la PGP, quien lo acompañaba en la mesa.

“El negocio del secuestro es tan productivo que ahora hasta los albañiles andan secuestrando”, respondió Ruiz.

“¿Se ofrece alguna recompensa?”, preguntó Laura.

“La PGP ofrece cinco millones de pesos a la persona que proporcione información fidedigna para detener a Miguel Montoya López, presunto jefe de la banda de secuestradores”, contestó Bustamante, de quien decían las malas lenguas que a comienzos de octubre había hecho un operativo en un rancho de Sinaloa en busca de un capo del narcotráfico, pero al efectuarlo había hallado sólo a un sospechoso: a él mismo.

“Sabemos que la banda de secuestradores está integrada por veinte miembros y que Manuela Montoya se encarga de vigilar a los cautivos. Tanto Manuela como Miguel, de julio del año pasado a la fecha, han obtenido ganancias por unos cincuenta millones de pesos”, precisó Ruiz. “Miguel es conocido por su adicción a la cocaína y la heroína, aunque sólo acepta un vicio: el de los mariachis. En la plaza Garibaldi celebra el pago de los rescates.”

“Se sospecha que hay bandos policiacos protegiendo a la banda de secuestradores”, aseveró Laura.

“La PGP niega que haya policías involucrados.”

“¿Hay pistas para detener a los secuestradores?”

“Las tenemos. Pero no ha sido posible detenerlos porque continuamente se desplazan de lugar o cambian de domicilio. A principios de este año, luego del secuestro de Rosaura Alcántara, a quien le cortaron una oreja, detuvimos a un integrante de la banda, pero no fue posible coger a su jefe.”

“La señorita Alcántara reveló que durante su cautiverio el secuestrador la violó dos veces y que le daba de cachazos en la cabeza. Desnuda y encadenada a una cama, sin más alimento que un plato en el piso, sobrevivió tres semanas casi sin comer ni beber.” Ruiz mostró la foto de una mujer en paños menores y con el pelo teñido. “En esta foto aparece un cuarto donde Montoya suele recluir a sus víctimas.”

“Montoya ha hecho del secuestro su modus vivendi, lesiona los intereses de la sociedad y genera incertidumbre entre la población”, señaló Bustamante. “Difundiremos carteles con los datos y las fotografías de los secuestradores. Muchas gracias por haber asistido a esta conferencia de prensa.”

“Un momento, quisiera saber más sobre la protección policiaca de que goza Montoya”, insistió Laura.

“No voy a contestar a esa pregunta, pero la PGP descarta categóricamente que los integrantes de la banda sean ex policías.”

“Las autoridades judiciales cuentan con un retrato hablado y la media filiación del jefe de los secuestradores”, salió al quite Ruiz. “Nombre: Miguel Montoya López. Edad: 40 años. Complexión: Delgada. Estatura: 1.70. Cabello: Lacio, castaño. Frente: Reducida. Ojos: Rasgados. Nariz: Respingada. Boca: Chica. Señas particulares: Cicatriz de una herida en el brazo derecho. De su hermana Manuela no tenemos descripción.”

Continuó Bustamante:

“Miguel Montoya comenzó su carrera delictiva robando coches. Originario de Santa Rosa, Morelos, desde muy temprana edad se involucró con las bandas delictivas de la Calle Mario, en Ciudad Moctezuma, donde rápidamente se convirtió en su líder. Desde 1990, su actividad principal es el secuestro. Encarcelado tres veces, tres veces salió libre, gracias a sus buenos contactos con la policía. Y el 8 de junio de 1996 cortó su primera oreja, la víctima fue el dueño de una cadena de gasolineras, por quien cobró un rescate de 300 mil pesos. Pero como si el secuestro fuera un negocio de familia, su hijo Miguelito ya realiza plagios, su hermana Manuela administra las casas de seguridad donde encierran a las víctimas y su esposa Fátima corta orejas.”

“Con nombre real o supuesto, en los anales del crimen se conoce a Miguel Montoya por su costumbre de mutilar a sus víctimas y por invertir sus ganancias en bienes raíces. La marca de la Casa Montoya es un rostro desorejado”, explicó Ruiz.

“La policía asegura que pronto va a caer, pero siempre anda libre”, dije. “En este país existe la pena de muerte, pero la aplican los criminales.”