Minirrobots

El MIT, gracias a la presencia de su gurú de la inteligencia artificial, Marvin Minsky, es uno de los centros más importantes por sus progresos en robótica. Rodney A. Brooks, profesor del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) nacido en Australia, está abordando la robótica desde un nuevo ángulo, lo diminuto.

Los robots representados en las historias de ciencia-ficción, tanto en los medios escritos como audiovisuales, siempre se han parecido bastante a los seres humanos. Han sido humanoides, seres humanos artificiales. Ésta era en realidad la base lógica de los robots en los días anteriores a la invención de los ordenadores miniaturizados: contar con seres humanos mecánicos que pudieran hacer nuestro trabajo.

Sin embargo, no es difícil demostrar que los seres humanos no son un modelo adecuado para los robots. Los seres humanos son mecanismos para todo uso, con extremidades generalizadas y un cerebro altamente especializado. Un ser humano está diseñado para hacer muchas cosas, desde empujar una carretilla a componer una sinfonía, desde talar un árbol a archivar por orden alfabético una serie de tarjetas, y hacerlo todo con los mismos músculos y el mismo cerebro. Esto, en realidad, es un inconveniente terrible, puesto que las necesidades de la vida, por lo general, obligan a una persona a pasar la mayor parte de su tiempo y a utilizar su cuerpo, una maravilla de la generalización, en especializarse. A menudo se ve obligado a hacer trabajos que infrautilizan su cerebro y lo atrofian. O, por deseo o necesidad, tiene que utilizar el cerebro para un propósito y permitir que sus músculos se atrofien y que su cuerpo se ablande. Por regla general, aprende a hacer unas pocas cosas muy bien y sigue siendo casi un idiota en otros aspectos.

Pero si queremos un aparato mecánico para hacer una tarea determinada, ¿por qué construir una estructura generalizada capaz de una gran variedad de trabajos que nunca se le pedirá que los haga? Intentar construir una estructura de este tipo implica tanta complejidad y dificultad, que lograrlo puede estar muy lejos de nuestro alcance. Por otro lado, una estructura especializada para desarrollar un trabajo determinado puede ser una tarea mucho más sencilla de llevar a cabo.

Así, lo que ahora llamamos «robots industriales» son máquinas informatizadas. El microchip, inventado a mediados de los años setenta, permitió construir robots industriales especializados, económicos y seguros, que no se parecen en absoluto a los seres humanos pero que son brazos programados o palancas, capaces de realizar una variedad limitada de movimientos que les permite llevar a cabo tareas concretas una y otra vez. Hacen esto con mayor eficacia y uniformidad que un brazo humano dirigido por un cerebro superespecializado, y los robots, además, nunca se cansan ni se aburren.

Naturalmente, dichos robots serán más complejos con el tiempo, capaces de variar su trabajo cuando resulte útil. El impulso para una mayor generalización será irresistible. De hecho, uno se puede imaginar al menos dos razones por las que se debería hacer un esfuerzo para fabricar robots humanoides.

Primera, ya existe mucha tecnología diseñada para ajustarse al cuerpo humano. Las máquinas se manejan de una manera determinada porque el cuerpo humano puede estirarse y doblarse de determinada manera, porque brazos, piernas y dedos son de determinado tamaño, etc. Si se diseñan robots de estructura humanoide, pueden utilizar la tecnología que ya existe. No necesitamos que haya dos, una para los hombres y otra para los robots.

Segunda, es mucho más fácil considerar y sentir que un robot humanoide es un amigo y un compañero de trabajo.

Esto puede ser una importante razón emocional para su desarrollo.

Pero Brooks, del MIT, cree que también (y con preferencia) se deberían desarrollar en otras direcciones. Piensa que un modelo más apropiado para el desarrollo de los robots podría ser el cuerpo de los insectos, en conjunto diseñado de manera diferente al nuestro. Los insectos son organismos rentables que funcionan en pequeños volúmenes y, dentro de los millones de especies, tienen millones de especializaciones que les adecuan para una forma de vida u otra. ¿Por que no crear un diluvio de pequeños robots (en los que pienso como en «minirrobots») diseñados para trabajos especializados al modo de los insectos?

El propio Brooks propone que a los pequeños robots se les debería asignar trabajos como limpiar de percebes los cascos de los barcos. Los imagina dirigiendo las exploraciones en el suelo de Marte. Incluso se imagina robots muy pequeños que se pueden inyectar en el flujo sanguíneo para llevar a cabo la cirugía interna.

Sin embargo, debo añadir una nota personal. Me he dedicado a escribir relatos de ciencia-ficción sobre robots durante cincuenta y un años y no es fácil que ningún científico pueda tener una idea sobre robots de la que yo no haya tratado en un momento u otro.

En una historia que escribí en 1974 titulada That Thou Art Mindful of Him, discutía la posibilidad de la existencia de robots minúsculos. Imaginaba uno como un pájaro pequeño que revoloteaba a gran velocidad y cuya tarea era eliminar insectos. Más tarde, en una historia que escribí en 1988 titulada Too Bad, describía un robot miniaturizado dentro del flujo sanguíneo que mataba células cancerígenas sin dañar las normales. ¡No es mala idea!

Fronteras II
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