LA CONTAMINACIÓN DEL ESPACIO

En algunas charlas que he dado estos últimos años he recalcado que el espacio tiene un volumen tan grande que no hemos de temer que lo contaminemos con nuestras actividades. ¡Qué equivocado estaba! Han transcurrido diez mil años de civilización antes de que empezásemos a contaminar todos los mares, el suelo y la atmósfera de la Tierra de una manera significativa; pero sólo hemos necesitado treinta años para contaminar el espacio alrededor de la Tierra.

En estos treinta años, hemos colocado miles de objetos en el espacio. Si estos objetos permaneciesen inmóviles con respecto a la superficie de la Tierra no causarían ningún daño desde el lugar donde los hubiéramos colocado; habría espacio suficiente pues el volumen de éste es realmente enorme. Pero si estuviesen inmóviles caerían al suelo. Permanecen en el espacio porque todos se mueven alrededor de la Tierra a velocidades de hasta ocho kilómetros por segundo. A estas velocidades cualquier objeto en el espacio es como una bala, y en la mayoría de los casos mucho más peligrosa que las que disparamos con nuestras armas.

Actualmente hay unos trescientos satélites en funcionamiento alrededor de la Tierra, aunque son muchos más los que han dejado de funcionar y siguen girando en el espacio.

Pero no son sólo satélites lo que hay en el espacio. Los satélites fueron lanzados por cohetes, y como consecuencia de ello todavía hay fragmentos de cohetes en el espacio.

Algunos satélites han estallado o han chocado entre sí, y cada vez que esto ocurre se rompen en pequeños fragmentos, que continúan girando en órbita alrededor de la Tierra.

Hay seis mil trozos de objetos de fabricación humana lo suficientemente grandes como para ser observados mediante el radar, y así se está haciendo. Pero hay muchos más pedazos que son demasiado pequeños para seguirles la pista. De acuerdo con algunos cálculos, hay sesenta mil fragmentos de material de aproximadamente un par de centímetros. También puede haber innumerables millones de partículas de pintura.

La idea de que los ingenieros se alarmen por una mota de pintura puede hacernos sonreír, pero incluso un objeto tan ínfimo puede resultar peligroso cuando viaja a una velocidad de varios kilómetros por segundo. En junio de 1983, una partícula de pintura de poco más de un par de décimas de milímetro -demasiado pequeña para ser observada a simple vista- chocó contra una ventanilla del trasbordador espacial Challenger. La colisión arrancó un trocito de cristal y dejó un pequeño cráter de un par de milímetros en la ventanilla. Tal vez esto parezca una cosa sin importancia pero debilitó la ventanilla y hubo que sustituirla -lo que supuso un gasto de 50 000 dólares- antes de que el trasbordador pudiese volar de nuevo. Fue por tanto una mota de pintura muy cara, y si hubiese chocado algo un poco más pesado se habría podido producir un desastre en el Challenger, dos años y medio antes de la explosión que acabó con la vida de siete tripulantes.

Y la situación está empeorando. Estados Unidos, la Unión Soviética y otras naciones siguen lanzando objetos al espacio.

Continúan las explosiones y colisiones y aumenta la cantidad de fragmentos, de manera que algunos calculan que el número de estos fragmentos en el espacio se cuadruplicará cada diez años.

Esto significa que es muy posible que hacia el año 2000 cualquier satélite que funcione tenga una probabilidad al año entre doscientas de ser alcanzado por un trozo de material de aproximadamente un par de centímetros. Si hay cuatrocientos satélites funcionando en el espacio en aquella época, podemos calcular que por término medio cada año serán alcanzados dos de ellos. El daño puede ser muy grave; si el fragmento choca con una parte vital del satélite, éste puede dejar de funcionar definitivamente.

Para sobrevivir, los satélites tendrán que ser más resistentes; esto significa que habrá que hacerlos más pesados y que por consiguiente su lanzamiento será más caro. ¿Y qué decir de los trajes espaciales? Tampoco ellos son totalmente seguros. Es posible que dentro de cien años sea muy peligroso intentar un «paseo espacial» por las cercanías de la Tierra. En definitiva, puede ocurrir que el espacio esté tan lleno de desperdicios que el vuelo a través del anillo permanente de basura espacial se convierta en una hazaña cada vez más peligrosa.

¿Qué cabe hacer? Podríamos tratar de reducir el número de satélites que lanzamos o adoptar medidas para evitar el mayor número posible de explosiones y colisiones, y desde luego rechazar cualquier proyecto que incluya la destrucción deliberada de satélites.

Pero esto sólo retrasaría el aumento de peligro. No lo eliminaría. Lo ideal sería encontrar una manera de limpiar periódicamente el espacio pasando por él una aspiradora, por así decirlo. Desgraciadamente no parece que exista una manera de establecer un sistema de limpieza eficaz y práctico.

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