9 El cielo y el infierno del chico misterioso

 

 

Entonces, si ella estaba recibiendo esos mensajes, de seguro Cristobal también. Ella se fijó en su muro de Facebook pero no tenía nada. En ese momento ya no le interesaban esas fiestas, no le importaba nada que tuviera que ver con Cristobal, así qué, con el corazón en las manos y el dolor en el alma decidió ignorar el mensaje y no preguntarle nada a Cristobal. A pesar de que fueran tan insistentes, los bloqueó todos.

 

 

Cristobal era un nudo de sentimientos. Cada vez más se sumía en su propia desesperación. Todo le preocupaba y estaba tenso de pensar en su situación económica, en el futuro, en su viaje, en todos sus planes que ahora los veía tan diferentes, y era precisamente eso lo que le preocupaba, que ya no tenía la misma motivación de antes.

—¡Maldita sea! —Decía golpeando el saco de box de su amigo Julián. Estaba frustrado y solo podía pensar en ella, ni mil golpes a ese saco de box la sacarían de su cabeza. Necesitaba paz, necesitaba volver a sentir esa calma, volver a tenerla.

'Calbal20498' Leyó en su celular en un único mensaje. Luego recibió del mismo destinatario 'EP' Eso significaba que sería una función paga.

La reciente reunida banda de Cristobal participaría en la siguiente fiesta de Los Siete como entretenimiento.

Los siguientes días, Cristobal apenas tuvo tiempo de practicar el bajo y aprender las nuevas canciones, empezaba a sentir la presión psicológica de una mente perturbada, hasta que llegó el día y como indicaba el mensaje fueron a su encuentro en la calle Balcarce a las 2 de la mañana. 

Un hombre de negro esperaba en la puerta de un sótano, fumaba lentamente mientras observaba a los chicos trastear sus instrumentos. Ellos mostraron sus teléfonos como prueba de la invitación.

—Un momento. —Dijo el hombre y se incorporó, era más alto de lo que parecía. —No van a entrar ningún instrumento.

—¿Y entonces? —Dijo Charlie, el líder del grupo. Un rubio, acuerpado y de mal carácter.

—Todo lo que necesiten está dentro.

los chicos dejaron las cosas a guardar en el primer nivel de la vivienda, luego, siguieron al sótano que el hombre de negro vigilaba para ser requisados exhaustivamente. 

Después de atravesar el sótano, al final, se encontraba una escalera que ascendía de nivel y daba a un amplio recinto con poca ventilación y luces, estaba lleno de personas en trance con la música electrónica.

La banda de Cristobal amenizó un recinto mas pequeño junto al gran salón que recibía pequeños grupos de personas quienes realizaban encuentros sexuales abiertamente frente a ellos. Todos los asistentes llevaban antifaces negros menos ellos, los chicos y chicas de entretención, pero Cristobal logró reconocer al controvertido senador Luis Pardo. El lugar estaba lleno de altos políticos que no se cohibían en consumir drogas frente al resto de asistentes. 

El senador Pardo se quedó observando a Cristobal que al notar sus ojos inquisitivos trató de disuadirlos mirando para todos lados. Se puso nervioso, no quería meterse en problemas y sabía que estaba en una posición muy peligrosa. El sujeto tenía mucho poder en la ciudad y además se rumoraba que manejaba una gran red de contrabando de armas para grupos de limpieza. Su nerviosismo lo hacía sudar y la ansiedad solo la podría calmar con un fuerte porro. 

Cristobal no llevaba marihuana con sigo pues las requisas eran exhaustivas y además sabía que se enfrentaría a perros rabiosos sin decirlo literalmente, se metía en la boca del lobo si se le ocurría llevar un gramo de droga.

Él observó una chica rubia, traviesa y hermosa que había estado complaciendo a un hombre mayor posiblemente otro político de poder. Seguía tocando con su banda mientras ella se relajaba fumando y lo miraba de manera provocativa.

Cuando Cristobal se apoderaba del escenario era como estar en el cielo y el infierno a la vez. En el cielo porque era como un ángel y en el infierno porque no lo podías poseer.

Él se desesperó, necesitaba fumar con urgencia, más que el sensual cuerpo de la chica, necesitaba el humo perturbador de ese blunt.

Apenas tuvieron un brake alrededor de las 5 am Cristobal se escabulló a un pequeño cuarto tras el bar del salón donde se encontraba y ella lo siguió. Allí almacenaban algunas botellas de vino y champagne. La puerta no cerraba por completo, no había luz al interior pero entraba poca luz del salón, la suficiente para ver. 

Ella tenía lo que él quería y él lo que ella quería. Parecía un intercambio justo. Cristobal se colocó finalmente y pudo regresar a su anhelado ánimo de irrealidad y ensoñación. 

Todo era felicidad y risas, pero ella necesitaba su pago. Cristobal, extrañamente, no estaba excitado, se sentía demasiado drogado y la imagen de Bianca no se le salía de la cabeza. La chica era una experta en el arte del sexo y pudo complacerlo y complacerse en la incomodidad de la pequeña bodega. Él quedó ligeramente extasiado pero no era igual que antes. Algo había cambiado, algo no lo dejó disfrutar ni excitarse como antes, sabía que era... ella no era Bianca. Rápidamente, al irse la chica sintió asco de si mismo. Jamás se había sentido así. Él tenía sexo con desconocidas todo el tiempo, disfrutaba del placer y del cuerpo de una mujer sin resentimientos. Era experto en rapiditos de una noche, pero esa vez era diferente, todo su mundo se venia encima mientras sentía como se hundía en el suelo de gelatina y todo su cuerpo sudado le daba asco. Era tanta la impresión que quería arrancarse la piel, gritó y se revolcó en el suelo tratando de liberarse de su entorno que quería comérselo vivo rompiendo algunas botellas de alcohol. 

—¿¡Cristos, que mierda metiste?! —Gritó Charlie sosteniendo los brazos arañados de Cristobal. 

Su cabeza le daba vueltas, sintió como le echaban agua de manera violenta en el rostro y lo levantaban para arrastrarlo sostenido de los hombros de alguien. 

La fiesta se acabó temprano para él y gracias a las habilidades conciliadoras de Charlie pudieron salir del lugar con una promesa por cumplir. 

Cuando Cristobal recobró el conocimiento estaba en el sillón de la casa de Charlie y los demás chicos dormían en frazadas en el suelo. 

Recostó su cabeza suavemente pues le dolía y trató de despejar la mente. Ella estaba hasta en sus peores pesadillas. Rondaba su esencia y su espíritu como un demonio, lo había domado como a una bestia salvaje y eso le daba tanta rabia que quería verla otra vez, quería verla y poseerla, tenerla entre sus brazos y hacerla suya con tanta fuerza que le hiciera daño. Cristobal no se reconocía a si mismo. Jamás había sentido algo así y entre más lo evitaba, más crecía.  

 

 

Pasaron los días y Bianca no quería saber de él, aunque por dentro se muriera por hablarle. Habló con Liana por chat, su confidente y quien conocía su corazón, y ella le dijo que se había equivocado con él por demostrarle tanto tan rápido.