19
—¿Se está haciendo tarde para usted, Hermana? —me preguntó Watanuki—. ¿Le importa que sigamos hablando un poco más?
—No —dije—. No tengo inconveniente.
—Entonces volvamos por el mismo camino, ¿le parece?
Dimos la vuelta en Kitahama y empezamos a dirigirnos hacia el Sur, por la misma calle.
—Es evidente que Mitsuko nos ha convertido en enemigos y yo soy el que va a perder la partida.
—No puedo creerlo —dije yo—. Aun cuando Mitsuko y yo estuviéramos apasionadamente enamoradas, la gente diría que no es natural, por lo que sería a mí a quien dejaría plantada, si llegara el caso. Incluso su familia sentiría compasión por usted, pero nadie la sentiría por mí.
—Pero un amor no natural es una ventaja para usted, Hermana. Ella puede encontrar toda clase de parejas del sexo opuesto, mientras que no hay nadie que pueda substituirla a usted, por lo que podría abandonarme en cualquier momento, pero no la dejaría plantada a usted.
(…) Sí y me dijo que Mitsuko podía seguir con un amor lesbiano, independientemente de con quién se casara. Podía pasar de un marido a otro sin que la afectara lo más mínimo. Nuestro amor, el de Mitsu y yo, sobreviviría a cualquier amor de marido y mujer.
—¡Ah, qué mala suerte tengo! —dijo suspirando, una vez más con aquel estilo melodramático. Después se quedó pensando un momento y prosiguió con calma—: Por favor, Hermana, sea sincera conmigo. ¿Preferiría que Mitsu me aceptara a mí como marido o que lo hiciera con otro hombre?
Desde mi punto de vista, era evidente que, si Mitsuko se casaba con alguien, yo preferiría que lo hiciese con Watanuki, que ya conocía nuestra relación. Eso fue lo que le dije.
—Entonces, no hay razón para que seamos enemigos, ¿verdad?
Dijo que en adelante debíamos combinar nuestras fuerzas. Si dejábamos de sentir celos y colaborábamos, ninguno de los dos acabaría siendo víctima… Solo porque habíamos sido rivales, había podido Mitsuko manipularnos como le apeteciera. ¿Por qué no nos veíamos en secreto de vez en cuando para mantenernos en contacto? Naturalmente, eso significaba que debíamos llegar a un entendimiento completo; si interpretábamos equivocadamente nuestras posiciones mutuas, no podría ser. Según me aseguró, no estaba simplemente repitiendo como un lorito las excusas de Mitsuko, pero, si se pensaba en lo diferente que era el amor homosexual del heterosexual, parecía absurdo sentir celos. Sería un error fatal intentar monopolizar el amor de una mujer tan deslumbrantemente hermosa. Incluso compartirla entre nosotros era un lujo, cuando no costaba nada imaginar que tuviese cinco o diez admiradores que la idolatraran. Si él era el único hombre y yo la única mujer, ¿acaso no seríamos las personas más felices del mundo? Eso era algo en lo que debíamos estar de acuerdo y aferrarnos a esa felicidad para nosotros y para siempre, antes de que cualquier otro se la quedara.
—¿Qué le parece, Hermana? —preguntó.
—Si eso es lo que usted desea sinceramente, prometo que lo aceptaré —le dije.
—Siento un gran alivio al oírla decir eso. De lo contrario, habría dado a conocer públicamente todo el asunto y eso habría arruinado todo: no solo para mí, ¡sino también para usted! Pero usted es como una hermana mayor para Mitsu y puede serlo también para mí. Yo no tengo una hermana de verdad, por lo que la cuidaré a usted como si fuera de mi familia. Considéreme su propio hermano menor y no vacile en confiar en mí, si algo la preocupa. Alguien como yo sería un enemigo despiadado, pero, si estoy de su parte, daré la vida por usted, Hermana. Si usted hace posible que me case con Mitsu, haré lo que usted desee, aun cuando signifique renunciar a mis derechos conyugales.
—¿Sería usted de verdad capaz de hacer eso por mí?
—¡Desde luego que sí! Por mi honor de hombre. Mientras viva, no olvidaré mi deuda con usted.
Conque volvimos hasta Umezono, nos dimos un fuerte apretón de manos y nos separamos, tras quedar en reunirnos allí siempre que ocurriera algo importante.
No sé por qué, una vez que me encontré camino de casa, el corazón empezó a latirme como loco de puro gozo. ¿Tanto me amaba Mitsuko? ¿Mucho más que a Watanuki? ¡Ay! ¿Estaría soñando?… El día anterior, sin ir más lejos, había estado convencida de que me estaban utilizando como un juguete y ahora, de repente, todo había cambiado. Me sentí casi hechizada. Pensando en lo que me había dicho Watanuki, había de reconocer que no era posible que Mitsuko hubiese hecho aquella escena, si no me amaba. ¿Por qué había de querer verme, si ya tenía a un hombre?… Y otra cosa: volviendo a la época en que todo empezó, cuando circularon aquellos maliciosos rumores sobre el modelo para mi retrato de mi Kannon, la propia Mitsuko debía de haber comprendido por mi comportamiento lo mucho que sentía por ella. Tal vez cuando se cruzaba conmigo en la calle pensara: «¡A esa chica le gusto!». Debía de esperar una ocasión para darme esperanzas. Naturalmente, yo estaba deseosa de trabar conversación con ella, pero, aunque ella mantenía la distancia, su radiante sonrisa fue un señuelo para que yo me acercara a ella y la primera vez que la vi desnuda fui yo la que tomó la iniciativa, pero solo tras haberme sentido tentada por su seductora actitud… En resumidas cuentas, por mucho que yo la adorara, cuando me preguntaba cómo había entrado en aquella relación, no podía por menos de pensar que me había visto afectada por aquellos rumores en la escuela, justo cuando me sentía insatisfecha con mi marido. Mitsuko podía haber advertido esa debilidad en mí y haberme sugestionado antes de que me diera cuenta. En realidad, incluso las conversaciones sobre el casamiento con la familia de M. parecían haber sido un pretexto…
El caso es que tuve la sensación de haber quedado presa en mi propia trampa, colocada en la tesitura de ser siempre quien tomara la iniciativa. Naturalmente, no podía creer todo lo que me había dicho Watanuki, pero tal vez no fuera él quien aconsejaba a Mitsuko lo que debía hacer la noche en que les robaron la ropa; tal vez encargara ella a alguna otra persona que fingiese llamar desde el Hospital SK por ella, si la voz del hombre no era la de Watanuki… una vez que empecé a abrigar esas dudas, ya no podía frenarlas, y, sin embargo y por encima de todo, ¿por qué había de ocultarme su embarazo? Mostrarse tan insensible, después de haberme preocupado tanto… seguro que eso significaba que lo único que sentía por mí era desprecio. ¿O podía ser que él hubiese revelado su secreto con la intención de separarnos? ¿Se propondría ser solo un aliado temporal mío, a fin de que yo no constituyera un obstáculo para sus planes, y después dejarme tirada en cuanto se hubiesen casado?
Cuanto más lo pensaba, más desconfiaba de él, pero, cuatro o cinco días después, me encontré a Watanuki esperándome otra vez fuera de la posada.
—Un momentito, por favor —dijo—. Tengo algo de lo que hablar con usted hoy, Hermana. ¿Quiere acompañarme a ese salón de té?
Conque fui a Umezono con él, hasta un cuarto tranquilo del segundo piso y escuché lo que quería decirme.
—Si no ponemos por escrito nuestra promesa de ser hermano y hermana, temo que usted nunca confíe en mí —empezó a decir—. Yo también me siento intranquilo al respecto, conque, ¿por qué no acabamos con todas las sospechas firmando un juramento por escrito? De hecho, ya he preparado un documento con esa intención.
Mientras hablaba, se sacó del bolsillo lo que parecía un par de contratos legales.
(…) Mire esto, por favor. Es una de las promesas que firmamos aquel día.
(Nota del autor: Parece que vale la pena ofrecer el texto completo del documento que la señora Kakiuchi me mostró no solo para presentar su contenido en esta fase de su relato, sino también porque servirá para indicar algo del carácter del hombre que lo redactó, el señor Watanuki).
PROMESA JURADA
Kakiuchi Sonoko, nacida el 8 de mayo de 1904. Domicilio: n.º XX, Koroen, Nishinomiya, distrito de Hyogo. Esposa de Kakiuchi Kotaro, abogado.
Watanuki Eijiro, nacido el 21 de octubre de 1901, Domicilio: n.º XX, 5.º, Awajicho, Higashi-ku, Osaka. Segundo hijo de Watanuki Chosaburo, empleado de una empresa.
Los antes citados, Kakiuchi Sonoko y Watanuki Eijiro, en consideración del intenso interés mutuo que tienen los dos en Tokumitsu Mitsuko, han prometido que de hoy, 18 de julio de 1927, en adelante mantendrán el vínculo de hermano y hermana, en ningún sentido diferente del de parientes de sangre, de conformidad con las siguientes condiciones:
1. Kakiuchi Sonoko será considerada la hermana mayor y Watanuki Eijiro el hermano menor. Se debe a que Eijiro, pese a ser mayor que ella, llegará a ser el marido de la hermana menor de Sonoko.
2. La hermana mayor reconoce la condición de amante de Tokumitsu Mitsuko de su hermano menor y el hermano menor reconoce el amor fraterno entre la hermana mayor y Tokumitsu Mitsuko.
3. Los dos, la hermana y el hermano, estarán unidos por siempre jamás con el objetivo de impedir que el amor de Tokumitsu Mitsuko pase a una tercera persona. La hermana mayor hará todos los esfuerzos posibles para que su hermano y Mitsuko queden unidos en matrimonio legal. Su hermano, aun después de la boda, no pondrá objeción alguna a la relación existente entre su hermana y Mitsuko.
4. Si alguno de los dos firmantes resulta abandonado por Mitsuko, el otro adoptará las medidas correspondientes, es decir, si el hermano es abandonado, su hermana romperá relaciones con Mitsuko y, si la hermana es abandonada, su hermano romperá su compromiso con Mitsuko. Si ya se ha celebrado el matrimonio, se divorciará de ella.
5. Ninguna de las dos partes, sin el consentimiento expreso de la otra, cometerá acción alguna consistente en escapar con Mitsuko, ocultar su paradero o cometer un doble suicidio junto con ella.
6. En vista del peligro de provocar una acción adversa de Mitsuko, las dos partes mantendrán secreto este pacto, mientras no se vean obligadas por la necesidad de hacerlo público. Queda acordado que, si alguna de las dos partes deseara revelárselo a Mitsuko o a cualquier tercera persona, estará obligada a consultar a la otra parte por adelantado.
7. Si una parte violare este juramento, será de esperar que la otra inflija una severa represalia por cualquier medio.
8. Este juramento seguirá vigente, mientras ninguna de las dos partes haya roto voluntariamente las relaciones con Tokumitsu Mitsuko.
18 de julio de 1927
Hermana mayor: Kakiuchi Sonoko (sello)
Hermano menor: Watanuki Eijiro (sello)
(Nota del autor: todo el texto principal del acuerdo estaba escrito con pincel en caracteres diminutos y meticulosamente formados, muy cuidadosamente espaciados, sin una sola corrección de un punto ni de un trazo, en dos hojas de fino papel japonés blanco atado con un cordel de papel retorcido. Como más de una cuarta parte de la hoja de papel de tamaño regular había quedado en blanco, no era necesario escribir con caracteres tan pequeños, pero sin duda el señor Watanuki estaba acostumbrado a escribir de aquel modo tan peculiar. Para tratarse de un joven actual, no acostumbrado a escribir con pincel, la caligrafía era correcta, pero apenas si superaba la competencia vulgar de un escribiente comercial. Las dos firmas al final estaban escritas con pluma estilográfica, en aquella habitación del segundo piso de Umezono, y la firma de la viuda Kakiuchi resultaba desproporcionadamente grande. Lo que resultaba particularmente repelente eran las dos manchas parduzcas y penetrantes que parecían unos pétalos de florecillas impresos bajo las firmas; dos manchas del mismo tipo estaban dispersas por las costuras del papel, donde deberían haberse aplicado los sellos. El relato de la propia viuda bastará para explicarlas).
—¿Qué le parece, Hermana? —me preguntó—. ¿Son de su agrado esas condiciones? De ser así, ¿tendría usted a bien firmar y sellar el documento? Naturalmente, si le parece que falta algo, no vacile en decirlo.
—Un acuerdo así está bien, pero no basta —dije—. ¿Y si naciera un niño? ¿No estarían usted y Mitsu más preocupados por su familia? Me gustaría que tuviese eso en cuenta.
—Queda incluido en la tercera estipulación: «Su hermano, aun después de la boda, no pondrá objeción alguna a la relación existente entre su hermana y Mitsuko». Como ve, no tengo la menor intención de sacrificarla en pro de nuestra familia, pero, si aún le preocupa ese detalle, añadiré lo que usted desee para tranquilizarla. ¿Qué propone usted?
—Como Mitsu debe mantener el embarazo hasta casarse, supongo que no tiene remedio, pero quiero que prometa que no tendrán más hijos.
Se quedó pensando un momento.
—Muy bien —dijo—. A ver cómo debería formularlo… Hay diversas circunstancias…
Estaba teniendo en cuenta toda clase de cosas que ni siquiera se me habían ocurrido a mí: mire lo que está escrito con pluma en el reverso de la segunda hoja. Esas son las condiciones que añadió en aquel momento.
(Nota del autor: En el reverso de la hoja de la promesa antes reproducida iba adjunto el siguiente texto, bajo el epígrafe «Estipulación suplementaria»:
El hermano, después de casarse con Mitsuko, adoptará toda clase de precauciones para no dejarla embarazada. En caso de que hubiera alguna sospecha de embarazo, actuará al respecto de conformidad con las instrucciones de su hermana).
Y parecían haberse añadido dos estipulaciones más concebidas tardíamente:
Aun en el caso de que exista embarazo en el momento de la boda, se adoptarán todas las medidas para cortarlo, de ser posible, después de la ceremonia.
Si el hermano no pudiera garantizar que su esposa y él cooperarían fielmente para el cumplimiento de estas estipulaciones suplementarias, no podrá casarse con Mitsuko.
(También ahí un par de manchas parduzcas salpicaban el papel).
Cuando acabó de escribirlo, Watanuki dijo:
—Ahora que ya es definitivo, los dos podemos sentirnos aliviados. Al releerlo, veo que es mucho más ventajoso para usted que para mí, Hermana. Con eso ha de quedarle a usted claro lo sincero que soy.
Y me pidió que firmara.
—No tengo inconveniente en firmarlo —dije—, pero no tengo aquí mi sello.
—Para una promesa como hermano y hermana, un sello corriente no basta. Me temo que tendré que pedirle que soporte un poco de dolor.
Después, con una sonrisita de complicidad, se sacó algo del bolsillo.