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Lo cierto es que el lugar es inquietante, y a pesar de que intentas no perder de vista los confines del bosque, la lúgubre presencia de la frondosidad que os rodea impide que puedas tener un punto de referencia, por lo que temes perder el sentido de la orientación en cualquier momento.
Después de andar un rato, cuando pensabais que resultaba imposible avanzar, se abre un camino entre la espesura sin previo aviso. A vuestra derecha veis un ligero declive que baja hacia un arroyo. A vuestra izquierda, un pequeño prado que despide un aroma penetrante y dulzón. La chiquilla se acerca al arroyo para saciar su sed y al hacerlo, se alzan desde la orilla destellos diminutos de varios colores, entre los cuales predomina el verde. A los brillos fosforescentes se les une un sutil zumbido, parecido al de un canturreo, que rodea a la muchacha. Son luznagos, contribuyendo a darle al extraño lugar un aspecto todavía más fantasmagórico. Tú también te acercas para beber y juntas las manos para tomar agua del regato.