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Mientras reptas por detrás de la tapia para tomar posición, murmuras la secuencia de letras y números con la que entras en Protahitéi, la primera aceleración. En ese instante sientes una tensión que carga tus riñones y un repentino acaloramiento invade todo tu cuerpo. Tienes la percepción de que todo se ha ralentizado a tu alrededor.
Al incorporarte, te da la sensación de que tu pequeña compañera se mueve pausadamente. Le haces la señal y cargas tu arco. Ella todavía te está mirando. Te incorporas por encima de la tapia y apuntas al que está más cerca de la cabaña. Reconoces al corpulento Taifos, que avanza espada en mano. Sueltas la cuerda. La flecha vuela hacia él. Recargas tu arco y apuntas a Merkar que también empuña el arco tensándolo desde la cintura mientras mira hacia los lados. Sueltas la flecha. Por el rabillo del ojo ves que ella ya tensa su arco y se dispone a disparar. Tu primera flecha se clava en la pantorilla de Taifos que grita al sentir el impacto. Te llevas el cuerno a la boca y soplas con todas tus fuerzas. La segunda flecha roza la nalga de Merkar, arrancándole un gemido de dolor. Se le dispara el arco y su flecha se pierde en el huerto vecino. Cargas una tercera flecha.
Apuntas de nuevo pero constatas que no todo se mueve con lentitud. Alguien corre hacia vosotros a toda velocidad. Es Deilos.