157

El médico se le acerca muy despacio, le pasa la última correa por el esternón y la tensa. A Saga le quema la mano izquierda por los golpes desesperados que ha dado. Él se queda unos segundos mirándola otra vez y luego la rodea hasta colocarse a los pies de la cama. Le sangran la nariz y los labios. Saga oye la respiración acelerada y nerviosa del joven médico. Sin prisa alguna, empieza a tensar las correas de los tobillos para separarle más los muslos. Ella lo mira a los ojos y piensa que no puede dejar que esto pase.

Él le acaricia los gemelos con manos temblorosas y la mira entre las piernas.

—No lo hagas —intenta decir ella con voz serena.

—Que te calles… —responde él y se quita la bata blanca sin apartar los ojos de Saga.

Ella aparta la cara, no quiere verlo, no puede creer lo que está pasando.

Cierra los ojos y busca, desesperada, una vía de escape.

De repente, oye que la cama rechina de forma extraña. Abre los ojos e intuye un movimiento reflejado en el acero inoxidable del lavabo.

—Deberías irte de aquí —dice entre jadeos.

El médico coge las bragas de encima de la cama y se las mete a la fuerza en la boca. Saga intenta gritar cuando entiende lo que ha visto reflejado en el metal pulido de la pila.

Es Jurek Walter.

Se ha escondido debajo de su cama mientras ella buscaba los somníferos de Bernie.

Cada vez con más pánico, lucha por soltarse.

Oye cómo los botones de la camisa de Jurek raspan los listones del somier cuando se mueve hacia un lado.

Un botón salta y sale disparado. El médico observa consternado cómo el botón dibuja un gran círculo hasta que se detiene.

—Jurek —murmura en el mismo instante en que una mano le rodea las piernas y lo tira al suelo de un barrido.

Anders Rönn cae de bruces, se golpea la nuca en el suelo y suelta un gemido, pero rueda hasta tumbarse boca abajo, patalea un poco y se aleja arrastrándose.

«Huye —piensa Saga—. Cierra la puerta, avisa a la policía».

Jurek también rueda por el suelo hasta que consigue salir de debajo de la cama y ponerse de pie al mismo tiempo que el médico, quien intenta alcanzar la puerta primero. Pero Jurek ya está allí.

Saga lucha por escupir las bragas, tose, toma aire y le entran arcadas.

Anders Rönn se hace a un lado, choca con la mesa de plástico, retrocede y mira al envejecido paciente.

—No me hagas daño —pide.

—¿Que no?

—Por favor, haré cualquier cosa.

Jurek se acerca sin que su cara arrugada muestre ningún tipo de expresión.

—Voy a matarte, chiquillo —dice—, pero primero experimentarás un dolor terrible.

Saga grita a través de la atenuante tela y tira de las correas.

No logra entender qué ha pasado, por qué Jurek se ha escondido en su celda, por qué ha cambiado los planes de fugarse juntos.

La silla de plástico cae al suelo.

El médico niega con la cabeza, retrocede y trata de mantener a Jurek alejado con una mano.

Tiene los ojos como platos.

El sudor le cae por las mejillas.

Jurek lo sigue despacio y, de repente, lo agarra de la mano y lo derriba. Con una energía inaudita le aplasta fríamente el hombro de una coz. Se oye un crujido y el joven médico grita presa del pánico. Con precisión militar, Jurek tira del brazo en sentido contrario y lo retuerce. Ahora la extremidad sólo cuelga del tejido muscular y la piel.

Jurek levanta al médico del suelo, lo mantiene de pie contra la pared y le da unos cuantos bofetones para que no pierda el conocimiento.

El brazo suelto oscurece rápidamente por los hematomas internos.

Saga tose, le cuesta respirar.

El médico llora como un niño cansado.

Saga consigue cambiar un poco el ángulo de su cuerpo y tira con tanta fuerza con la mano izquierda que se le nubla la mirada, pero de pronto consigue soltarse.

Se saca las bragas de la boca, luego intenta recuperar el aliento y vuelve a toser.

—No podemos fugarnos ahora, no había somníferos en la celda de Bernie —le dice a Jurek.

Siente un terrible dolor en la mano que ha conseguido soltar. No puede ver en qué estado la tiene. Los dedos le queman como el fuego.

Jurek empieza a registrar la ropa del médico, encuentra las llaves de la celda y se las guarda en el bolsillo.

—¿Quieres ver cómo le corto la cabeza? —pregunta echando un vistazo rápido a Saga.

—No lo hagas, por favor… No hace falta, ¿no?

—Nada hace falta —responde Jurek y agarra al médico del cuello.

—Espera.

—Espero… dos minutos, por ti, señorita policía.

—¿Qué quieres decir?

—Tu único error fue romperle sólo un meñique a Bernie —dice Jurek mientras le cierra el paso al médico.

—Iba a matarlo poco a poco —argumenta Saga a pesar de saber que ya no tiene sentido.

Jurek le da otra bofetada al médico.

—Necesito los dos códigos —dice.

—Los códigos —murmura el médico—. No me acuerdo, he…

Saga intenta desatar las demás correas, pero tiene los dedos de la mano izquierda tan heridos que le resulta imposible.

—¿Cómo lo has sabido? —pregunta Saga.

—Conseguí sacar una carta.

—No —gimotea el médico.

—Como Mikael Kohler-Frost escapó y fue encontrado con vida…, supuse que la policía mandaría a alguien.

Jurek encuentra el teléfono del médico, lo tira al suelo y lo pisotea hasta destrozarlo.

—Pero ¿por qué…?

—No tengo tiempo —la interrumpe—. Tengo que matar a Joona Linna.

Saga ve cómo Jurek Walter sale de la celda de aislamiento con el médico por delante. Oye sus pasos en el pasillo, luego la tarjeta de identificación deslizándose por el lector, el ruido de los botones al introducir el código y, por último, el zumbido eléctrico de la cerradura.

El hombre de arena
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