DUODÉCIMA ENTREGA
… fue el centinela
de mi promesa de amor…
ALFREDO LE PERA
POLICÍA DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES
Comisaría o Seccional: Coronel Vallejos
Destino de expediente: Juzgado en Primera Instancia del Ministerio de Justicia de la Provincia de Buenos Aires y Archivo local
Fecha: 17 de junio de 1939
ACTA INICIAL (Extractos)
A los dieciocho días del mes de junio del año mil novecientos treinta y nueve, el funcionario que suscribe comisario Celedonio Gorostiaga, con la actuación del Sub-Comisario Benito Jaime García que refrenda a los efectos legales hace constar que en este acto se constituye sumario correspondiente al hecho de sangre en que perdiera la vida el Sub-oficial de Policía Francisco Catalino Páez, exfuncionario de esta Comisaría.
El suceso fue perpetrado en la madrugada del día diecisiete del presente mes de Junio, como atestiguado por el Cabo de Guardia Domingo Lonati, quien oyó gritos hallándose en la cocina de la Comisaría, situada en el patio trasero del edificio. Dichos gritos provenían de un solar vecino, pero no se pudo precisar en ese mismo momento, porque al salir el Cabo al patio, ya que tenía las ventanas cerradas debido a la baja temperatura reinante en todo el Partido de Coronel Vallejos en los últimos días, pero cuando salió al patio, los gritos habían cesado y se oía apenas un quejido que también cesó. El cabo se subió al tapial aprovechando que se encontraba una escalera colocada contra la pared, y miró hacia el patio del solar ocupado por la vivienda del convecino señor Antonio Sáenz. En dicho patio hay una gran higuera que le ocultaba la vista total, pero creyó ver bultos en movimiento junto a la puerta del lavadero de dicha vivienda. El Cabo Lonati pensó que podría tratarse de una pelea de animales tales como perros y gatos y pese a la baja temperatura se quedó apostado como vigía en el tapial. A los pocos minutos vio encenderse luces en el lavadero. Vio movimiento de varias personas y entonces el Cabo a voz en cuello ofreció su socorro pero nadie le contestó porque ya la puerta del lavadero estaba evidentemente cerrada. El Cabo Lonati pensó que lo mejor era volver a la oficina de guardia por si el teléfono llamaba y en efecto antes de llegar a la oficina ya estaba sonando la campanilla. Se trataba del Señor Sáenz, convocando la ayuda policial pues el Suboficial Páez yacía en la vivienda del Sr. Sáenz, ya definitivamente sin vida como después lo constató el médico forense Dr. Juan José Malbrán.
A continuación el que suscribe, Comisario Celedonio Gorostiaga, residente en el piso alto del edificio de la Comisaría, fue convocado por el Cabo Lonati y juntos se dirigieron al domicilio del Sr. Sáenz. Este los esperaba ataviado con su ropa interior de dormir y una robe de chambre, lo mismo que su esposa, Doña Agustina Barraza de Sáenz y su hija, señorita María Mabel Sáenz. Durante el sueño habían sido sacudidos por los gritos del Suboficial Páez, herido en el jardín por la sirvienta de la casa Antonia Josefa Ramírez, a la que ahora pasaremos a nombrar como la «imputada».]
[…constató que el cuerpo ya estaba sin vida, y lo declaró occiso a los efectos de la ley. El enfermero con ayuda del Cabo trasladaron la camilla contenida en la ambulancia hasta el nombrado jardín. Antes de mover el cadáver, el que suscribe debió imponer su autoridad porque el médico forense insistía en levantar el cadáver sin antes permitir al que suscribe tomar todas las precauciones del caso, tales como relevar en suscintas anotaciones la posición del cadáver en el preciso lugar de su caída y también tomar nota del estado en que se encontraban las plantas circundantes, que para el caso eran rosales. El enfermero Launero, en actitud casi de desacato a la autoridad, dejó caer la camilla sobre el cantero dañando las plantas, pero como ya había sido observado por el que suscribe los rosales que bordeaban el camino a la mano izquierda estaban intactos, antes de la intervención del enfermero, mientras que los de la derecha estaban dañados por la caída del occiso. De eso se deduce que no hubo lucha que se diga, el Suboficial fue atacado de frente pero de sorpresa porque no se explica de otro modo que no haya alcanzado a sacar el revólver de su cartuchera, aunque su mano derecha estaba aferrada al mango del revólver, que por causas fortuitas no pudo alcanzar a desenvainar.]
[…y a esto el Subcomisario que refrenda el presente sumario desea agregar que eso comprueba que la primera herida fue la del abdomen, mientras que la del corazón le fue aplicada cuando ya estaba por tierra…]
[… un corte de cuchilla de cocina de hoja afilada de veintiocho centímetros de largo, que le penetró entre las costillas derecho al corazón, golpe este que una mujer no podría haber dado estando la víctima en posición vertical pero sí en posición horizontal, lo que permitía a la mujer hundir la cuchilla de arriba para abajo en un cuerpo ya para entonces indefenso.]
[…y allí estaba tendida en la cama sin conocimiento. A su vera se hallaba la señorita Sáenz. La imputada estaba vestida solamente con una enagua y su ropa interior, la enagua presentaba restos de manchas de sangre lavadas con agua pero según explicó la señorita Sáenz cuando oyeron los gritos la encontraron a la imputada junto al occiso, de pie, blandiendo el arma y balbuceando. A renglón seguido se desmayó y fue conducida a su lecho por la señorita Sáenz quien para entonces ya contaba con el auxilio de sus señores padres. Colocaron a la imputada en la cama y lavaron sus manchas de sangre con una esponja. Como estaba fría la taparon con las cobijas y procedieron inmediatamente a llamar al Médico y luego a la Policía, después de lo cual…]
[Según declaración de la Srta. Sáenz, la imputada se le quejó días atrás de que el occiso (quien no le había dirigido la palabra desde que supo del embarazo) la había interpelado en la calle ordenándole que dejara la puerta abierta del patio para entrar de noche a visitarla, a lo cual la imputada reaccionó con desprecio pues debido al desinterés del occiso por su hijo le había tomado gran rencor. Lo sucedido esa noche no se podía en cambio detallar porque la imputada fue encontrada en el jardín en estado de sacudón nervioso y no había explicado nada.
A renglón seguido, requerida su actuación, el Dr. Malbrán revisó a la imputada y la halló sin rastros de violencia sexual, pero recomendó no despertarla, para que volviera en sí naturalmente. Se decidió entonces que quedara en la pieza el Cabo Lonati, mientras la Srta. Sáenz velaría también por la imputada, sentada junto al lecho.
Fue menester a continuación inspeccionar la disposición de las habitaciones, de lo que se colacionó que al patio grande se tiene acceso por una sola puerta, a los lados de la cual hay dos ventanas: a la derecha la ventana de la habitación de la Srta. Sáenz y a la izquierda la ventana del lavadero de la casa, ambas ventanas con vista al jardín que después termina contra el tapial lindante con la Comisaría. Según el Sr. Sáenz dicha puerta de acceso al patio grande era costumbre dejarla cerrada con pasador pero en más de una ocasión quedaba abierta, sobre todo desde que había sido inaugurado el edificio de la Comisaría nueva, lo cual otorgaba sensación de seguridad a los ocupantes de la vivienda.]
[Recién a las ocho y treinta de la mañana de ayer, es decir del día dieciséis, la imputada se despertó y fue atendida por la Srta. Sáenz. A las nueve y cuarenta y cinco el Dr. Malbrán consideró que la imputada podía responder al cuestionario policial. Del mismo surgieron las siguientes declaraciones.
Antonia Josefa Ramírez, de veinticuatro años de edad, confesó haber dado muerte al Suboficial de Policía Francisco Catalino Páez con una cuchilla de cocina. La confesión fue interrumpida varias veces por crisis de llanto y a cada rato la Srta. Sáenz debió sujetar a la imputada en su intento repetido de golpearse la cabeza contra la pared. La Srta. Sáenz, a quien ya la imputada había referido los sucesos ni bien se despertara, la ayudó a colmar las lagunas que su memoria presentaba a cada momento. Los hechos se precipitaron en la madrugada del día dieciséis al ver entrar la imputada al occiso en su habitación, vistiendo su uniforme de suboficial. Éste la amenazó con su revólver y dijo que se le entregara allí mismo, pese a la proximidad de los patrones. La imputada, plena de rencor por haber sido abandonada con un hijo natural después de haber sido seducida en base a vanas promesas, se resistió y alegó tener miedo de despertar a los patrones, y como oportunamente acotó la Srta. Sáenz, era costumbre de la Sra. Sáenz levantarse en medio de la noche atacada de acidez y dirigirse a la cocina. Detalle: dicha cocina comunica con el cuarto de la sirvienta sin puerta, sólo una cortina de género negro las separa, pues dicho cuarto estaba construido como despensa originariamente. Con ese argumento la imputada convenció al occiso a salir al patio donde haría lo que él le ordenara. Él no aceptaba pero la imputada finalmente lo amenazó con gritar. Entonces el occiso, pese a la borrachera —detalle éste revelado en la autopsia— accedió y juntos se dirigieron al patio. Pero antes debieron pasar por la cocina y fue allí que la imputada subrepticiamente tomó de pasada la cuchilla y la ocultó. El occiso la quería conducir hasta el fondo de la casa, con el propósito de vejarla una vez más. Cuando la imputada creyó llegado el momento oportuno, ya en el patio, le mostró la cuchilla para ahuyentarlo, pero Páez, ebrio, no dio importancia a la amenaza, por el contrario…]
[…se procedió a investigar el acta de nacimiento del niño Francisco Ramírez, nacido el día 28 de enero de 1938 en el Hospital Regional de Coronel Vallejos, y en él figura como de padre desconocido. A renglón seguido fue convocada la tía de la imputada, señorita Augusta Ramírez, de cuarenta y un años, de profesión lavandera. Ésta bajo juramento declaró haber recibido dinero de Páez para mantenimiento del niño en más de una oportunidad, y agregó que en más de una ocasión, es decir siempre que lo veía al occiso, le llevaba a la criatura para que lo viera bajo la condición, impuesta por el occiso, de que no dijera nada a la madre del niño que él lo veía. Según la citada lavandera, el mismo era muy cariñoso con el hijo pues se le parece mucho, y se encontraban de mañana temprano en zonas alejadas de la población, puesto que el occiso temía ser visto con el niño. Dicho occiso amenazaba a la lavandera con no darle más dinero si le contaba a la imputada que él veía al niño. En una oportunidad el occiso se presentó con una pelota de goma de regalo para el niño, a condición de que la lavandera dijese que la había comprado ella con el dinero dado por él, pero la lavandera prefirió decir a la imputada que la había encontrado por la calle en una alcantarilla pues la imputada habría visto de mal grado ese gasto.]
[…en casa de vecinos de la lavandera y fue conducido, junto con la pelota de goma, al edificio de la Comisaría para ser observado por el Oficial que refrenda y por el que suscribe. Se declaró el parecido con el occiso como contundente. En cuanto a la pelota, tras urgente pesquisa, se comprobó que fue adquirida en el Bar-Almacén La Criolla por el occiso en fecha no determinada, entre el mes de diciembre y enero próximo pasados, tal vez en ocasión del Día de los Reyes Magos, según declaró bajo juramento el dueño del comercio, Sr. Camilo Pons.
Se procedió a continuación a pedir datos a ciertos convecinos sobre la moralidad de la imputada, y sus anteriores patrones, la Maestra Normal señora…]
[En cambio una curiosa observación del Cabo Lonati arroja dudas sobre la no premeditación del hecho sangriento: recuerda haber visto al exsuboficial Páez saltar el tapial en dirección al solar propiedad del Sr. Sáenz otra noche, pocos días atrás, así como recuerda ciertas bromas o chistes del ex-Suboficial sobre unas presuntas diversiones secretas en horas de guardia, bromas que nunca terminaba de aclarar y nadie dilucidaba. De ello se deduce que el occiso podría haber ya visitado a la imputada otras veces, lo cual destruiría la coartada de la misma, aunque también se puede inferir que el occiso saltó el tapial pero se encontró siempre cerrada la puerta de acceso a los cuartos, hasta que, para su brutal castigo, la encontrara abierta en la madrugada de ayer.
Tampoco fue posible hallar en las dependencias de la comisaría el recipiente de la bebida alcohólica ingerida por el occiso, al cual…]
[Con estos datos consideramos completa la información recogida referente al caso que nos ocupa. La imputada se halla actualmente bajo cuidado médico en la Celda N.° 8 de esta Comisaría, con carácter de incomunicada a no ser por las necesarias entradas y salidas del médico forense.
Juran la presente declaración a los efectos de la ley,
CELEDONIO GOROSTIAGA | BENITO JAIME GARCÍA |
Comisario | Sub-Comisario |
*
POLICÍA DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES
Comisaría o Seccional: Coronel Vallejos
Destino de expediente: Archivo local
Fecha: 19 de junio de 1939
Fueron detenidos los menores de edad Celestino Páez, de diecisiete años, y Romualdo Antonio Páez, de catorce, ambos hermanos del difunto ex-Suboficial de esta Comisaría Francisco Catalino Páez, por arrojar piedras contra la acusada de homicidio Antonia Josefa Ramírez en momentos en que ésta subía al tren con destino a la ciudad de Mercedes, donde la espera juicio por homicidio, acompañada por el agente Arsenio Linares. La acusada fue alcanzada por una piedra y herida en la base del cráneo, aunque no de gravedad, pero fue atendida enseguida por el servicio de primeros auxilios del mismo tren, el cual partió con atraso debido a haberse escondido los mencionados menores detrás de uno de los vagones. Tan pronto fueron aprehendidos partió el tren. Ambos menores quedan a disposición del Juez de Paz del Partido de Coronel Vallejos.
BENITO JAIME GARCÍA
Sub-Comisario a cargo
—¿Se puede? el estómago se me revuelve
—Sí, pase por favor. La estaba esperando, qué arreglada se vino la petisa
—Qué lindas tiene las plantas… pero la casa da asco
—Es lo único que me daría lástima dejar, si me voy de Vallejos… ¿qué mirás tanto los mosaicos rotos del piso? se vino impecable, la lana del tapado es cara, el sombrero de fieltro
—Qué frío hace ¿no? no tiene estufa, esta orillera
—Sí, perdone que esta casa es tan fría, venga por acá que pasamos a la sala. vas[3] a encontrar mugre si sos bruja… fijate qué limpieza.
—Mire, a mí no me importa ir a la cocina, si está más calentito… no tiene estufa, ya se le cayó la papada, debe tener cuarenta y cinco, y los ojos bolsudos
—Bueno, si no le importa vamos, está todo limpito, por suerte. te creías que me agarrabas con todo sucio ¡enana sos! ¡enana! por más que te pongas sombrero para alargarte
—¿Le traga mucha leña esta cocina?
—Y, bastante, pero como me la paso acá todo el día, no importa. sí, soy sencilla ¿y qué te importa?
—¿Recibió carta de su hija? la gorda
—Sí, está lo más bien, gracias. pescó marido, no como vos
—¿Dónde es que se fue a vivir, a Charlone? cuatro ranchos perdidos entre la tierra
—Sí, el muchacho tiene el negocio en Charlone. Tan chiquito Charlone, ¿no? pero casada, casada, no solterita como quien sabés…
—Usted hace bien en irse de Vallejos ¿qué va a hacer acá, sola? y remanyada
—Sí, la hija se me fue, qué voy a hacer acá sola. cuando se tiene un amor, a qué perder el tiempo sola…
—¿Cuántos años hace que se quedó viuda? ¿qué le habrá visto mi hermano? es ordinaria, mal vestida
—Van para doce años, ya. La nena tenía ocho años cuando él murió. Yo he sufrido mucho en la vida, señorita Celina. me llegó la hora de pasarla bien, que te pensás…
—¿Qué edad tenía usted al morir su esposo? confesá
—¿Qué le digo? La nena tenía ocho… no, no, no, no te voy a dar el gusto
—Mire, señora, como le mandé decir, tengo algo que hablar con usted muy importante. tenés un corte de pelo a la garçonne que da asco y esos aros de argolla no le faltan a ninguna chusma
—Sí, hable con toda confianza. ayudame Dios mío, que ésta es capaz de cualquier cosa
—Mire, ante todo quiero que usted me prometa no contárselo a nadie. orillera chusma, vas a sufrir sin contárselo a la vecina
—Se lo juro por lo más sagrado. ¿Dios no me castigará que estoy jurando?
—¿Por quién? si jurás por mi hermano te escupo
—por Juan Carlos no me animo Por la felicidad de mi hija.
—Bueno. Mire, yo recibí carta de mi hermano contándome lo que usted piensa hacer.
—¿Qué es lo que le cuenta? ¿con qué se vendrá ésta? ¿me amenazará con contárselo a mi nena?
—¿Para qué quiere que se lo repita? te embromé
—Y si por ahí le dice algo que no es todo verdad, no quiero decir que él sea mentiroso, pero por las dudas que no haya un malentendido. por las dudas
—Dice que usted supo que nosotras, mamá y yo, no vos, atorranta no podíamos más mandar tanto dinero a Córdoba para el tratamiento nuevo, y la pensión donde está no es buena, y la mejor cuesta un ojo de la cara, bueno, que usted le escribió diciéndole que quería vender esta casa y mudarse a Cosquín, para comprar una casita allá y tomarlo a él de pensionista. cómo te puede tolerar mi hermano, cascajo, siempre de taco alto y zoquetes
—Sí, es todo verdad, y si puedo voy a tomar algún pensionista de veras para que ayude en los gastos.
—Mi mamá está muy molesta con todo esto. de tratar con orilleras
—¿Por qué? ¿no es por el bien del hijo acaso? todas las copetudas tienen el corazón de hielo
—Sí, pero sufre al no poder ayudarlo como quisiera.
—mejor que le mandaras unos pesos, en vez de tanto tapado y sombrero. Y, pero no hay que ser tan orgullosa tampoco, eso está mal.
—Mi mamá no es orgullosa, eso no está bien que usted lo diga. Lo que pasa es que mi mamá fue educada para que nunca le faltara nada, y ahora le duele, ¿es natural, no? ¡abarájate ésa! ¡abarajátela!
—cómo tenés coraje de ofenderme, perra… Sí, las madres son así.
—Bueno, entonces mi mamá, y yo también, le queremos pedir una cosa.
—Dígame. ¿me arruinarán todo? ¿perderé a mi amor?
—¿Usted va a vender los muebles, los va a rematar?
—¿me salvé? No, porque no me dan nada, y después si tengo que comprar muebles nuevos en Cosquín va a ser carísimo. Para colmo que ahí no sé si habrá una mueblería ¿se imagina si los tengo que ir a comprar a la ciudad de Córdoba?
—Mi mamá y yo nos imaginamos que los iba a mandar de acá.
—Sí, los mando de acá. Y ya tengo oferta para la casa ¿sabe? nada, nada me va aparar
—Bueno, mi mamá, y yo también, le pedimos una cosa: usted no va a tener ninguna oposición de nuestra parte, pero le pedimos que no diga a nadie que se va a Cosquín. caradura, a juntarse con un muchacho más joven
—No se preocupe, yo tampoco pensaba decirle a nadie, y a mi hija tampoco todo. Usted sabe la lengua que tienen acá. Si no fíjese lo que dicen de la Mabel… tomá aguantátela, que es amiga tuya
—¿qué querés insinuar vos y la papada que tenés? Yo no lo creo. Una chica de familia como Mabel no se iba a meter con ese negro.
—son todas unas atorrantas y vos peor que ninguna Puede ser que sean inventos. Pero parece que en la declaración se contradijo.
—Estaría nerviosa… En fin, volviendo a nosotras, aunque usted no diga de Cosquín, la gente se va a dar cuenta si no anda con más cuidado. Por ejemplo los muebles, no los despache desde acá.
—¿Y cómo voy a hacer?
—Si usted los despacha por la compañía de mudanzas de acá, enseguida lo va a saber todo el mundo. Mande los muebles de acá a lo de su hija en Charlone, y de ahí a Cosquín. Y para todo tome las mismas precauciones.
—a Juan Carlos no me lo quitás ¿Qué más precauciones?
—Todo. Así nadie se entera de que usted está allá con mi hermano. Usted tiene que comprender que para nuestra familia es una vergüenza. te la dije
—no, vergüenza es robar Si Dios le mandó esa enfermedad a su hermano fue la voluntad de Dios, no gana nada con tener vergüenza.
—¿Pero me promete hacer eso con los muebles y con la escritura de la casa? Tiene que dar para todos los trámites la dirección de su hija en Charlone. ¿Me lo promete?
—Se lo prometo. y vos que te andás subiendo al auto de los viajantes, enana ¿qué derecho tenés a hablarme en ese tono?