La noticia de la profanación apareció en el Diario de la Emancipación Intelectual del que
Fortuné y Víctor Jacotot habían retomado la llama. Pero no se
substituye la voz de un solitario, aunque se haya sostenido su
pluma durante varios lustros. De número en número, se ve cómo
crecen en el Diario los informes que el
Señor Devaureix, reconocido procurador judicial en el tribunal de
Lyon, hacía de la actividad del Instituto del
Verbo encarnado que el Señor Louis Guillard, nos acordamos de
él, dirigía en Lyon según los principios que él mismo aprendió de
su viaje a Lovaina: la enseñanza debía fundarse sobre el Conócete a ti mismo. Así, el examen de conciencia
cotidiano practicado por las jóvenes almas del internado le daba la
fuerza moral que coronaba el éxito de sus aprendizajes
intelectuales.
Los panecásticos puros y duros se resintieron, en el número
de septiembre de 1842, a esta curiosa aplicación de la doctrina
emancipadora. Pero ya no era tiempo de debatir. Dos meses después,
el Diario de la Emancipación Intelectual
entraba a su vez en el silencio.
El Fundador ya lo había predicho: la enseñanza universal no
crecerá. Sin embargo, había añadido: es verdad, pero no
morirá.

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03/09/2008
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Mikhail Sharonov, 2006; msh-tools.com/ebook/