1 Transitoriedad
¿Has visto alguna vez un cerezo en flor? Hay pocas cosas tan bellas, y ello es así porque es un fenómeno transitorio.
En nuestra sociedad hay un gran temor al cambio, el cambio es sinónimo de desazón, de desequilibrio. No tiene por qué ser así.
Los cambios de estado son la magia de la vida. Un estado en el cual nos sentimos felices ha llegado tras muchos sinsabores y amarguras. Si somos conscientes de ello, adquiriremos una capacidad infinita y un potencial enorme para gestionar las situaciones menos agradables.
Si estamos en un mal momento, solo hemos de recordar que sencillamente pasará, como pasa todo en esta vida, lo malo y lo bueno.
Pero ahí podemos establecer una diferencia. Tenemos la capacidad para decretar que nos pasen cosas buenas, situaciones agradables. Para que nos pasen cosas bonitas, hemos de soltar lo que nos está pasando ahora, da igual si es bonito o feo; sencillamente, suéltate.
Estamos trabajando para conseguir aquello que queremos ser. Nos esforzamos para destapar la luz innata de nuestro ser. Estamos comprometidos con prácticas que nos hacen mejorar nuestra visión interior, nuestras relaciones; todo está mejorando.
Ahora debemos comprometernos para poder transmutar las situaciones. Aceptemos aquello que nos ha pasado y que no podemos cambiar, pero, no obstante, echemos una mirada rápida a aquello que nos pasó y que no nos gustó. ¿Realmente pasó algo objetivamente malo? ¿O tal vez fue nuestra visión del hecho, nuestra interpretación, lo que nos hizo sentirnos mal? Que cada cual reflexione sobre ello con honestidad.
Tenemos que empezar a aceptar que hay cosas que no podemos cambiar; sin embargo, podemos aprender de las experiencias ajenas, a fin de disfrutar de nuestro estado de salud, de nuestra larga vida, de nuestra situación familiar, laboral, etcétera. Pero debes creerme: siempre hay un motivo que celebrar.
Hay un refrán que dice: «Más vale malo conocido que bueno por conocer».
¡Lamentable!
El refranero está lleno de grandes verdades ¡y de mentiras monumentales!
La vida es bella porque es limitada. Si fuésemos eternos, nada tendría sentido. Aunque, en muchos casos, he visto a gente aferrarse a una existencia lamentable. Vivamos celebrando, seamos felices porque podemos serlo. Dejemos que la vida nos envuelva, cada segundo cuenta. Siempre hay algo maravilloso a la vuelta de la esquina. Dejemos a la vida cambiar, mutar, disfrazarse y jugar. Sencillamente, adaptémonos a los cambios. Creemos los cambios, ya que se van a producir, provoquemos lo que deseamos.
Conocemos muchos casos de personas que se han enfrentado a experiencias cercanas a la muerte y, la mayoría de ellas, han experimentado un profundo cambio en su vida, un despertar espiritual.
Damos un paso, levantando una pierna, quedamos en desequilibrio; apoyamos el pie y levantamos el otro, siempre en equilibrio gracias al riesgo de quedar levemente desequilibrados.
Suelta las cosas para que puedan suceder, créales un espacio; deja al universo actuar y déjate llevar. Adáptate a los cambios, disfrútalos. Normalmente, son para mejorar.
Echemos la vista atrás por un momento: seguro que podemos recordar algo que pasó una vez, algo que no nos gustó, una situación desagradable. Mirémonos ahora. ¿Nos alegramos de que pasara así? Probablemente recuerdes alguna situación en la que esto es así.
Lo único que pasa es que tenemos miedo al cambio, pero no por algo tangible, sino debido a nuestra educación. Todo pequeño acontecimiento tiene sentido y da sentido a tu vida.
Aquello que no cambia, se estanca, se pudre y apesta a corrupto. No te quedes bloqueado.
Me parece apropiado compartir la conocida Oración de la Serenidad: «Dios me otorga serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, valentía para cambiar las cosas que sí puedo cambiar y sabiduría para ver la diferencia entre unas y otras».4
Desde luego, es posible que compartas esto que voy a decir: «Entender lo que ocurre aquí y ahora será más sencillo mañana, en cualquier parte».