ROSCOE Y LA MÚSICA SILENCIOSA

Roscoe vio a Jack Diamond, que esperaba un trolebús, y le pidió a Mac que parase y lo recogiera. Jack llevaba una pistolera sin pistola colgada del hombro, desarmado en la muerte. No saludó a Mac, pero no puedes culparle. Avanzando por la atemporalidad de sus vergonzosos recuerdos, Jack había comprendido el destino de Roscoe.

—El caos te aguarda, Roscoe —le dijo—. ¿Cómo le harás frente?

—Me alegro de que me lo preguntes, Jack —respondió Roscoe—. Le haré frente por medio de la virtud, y lograré la virtud por medio de la armonía. La escala musical, que siempre ha sido una de mis cosas favoritas, se expresa en números armoniosos: la octava, la quinta y otros intervalos fijos, que reflejan un orden heredado por esta tierra. Un orden celestial calibrado de manera equivalente guía a los planetas y las estrellas en sus armoniosas trayectorias, generando la música de las esferas, que, aunque silenciosa, es matemáticamente registrable, y siempre satisface a las masas. ¿Estás de acuerdo, Jack?

—Lo intento —contestó Jack.

—La virtud es el resultado de tener en cuenta esos números invisibles, esa música silenciosa, así como del ejercicio juicioso del poder; el desprecio de la riqueza y una dieta prudente. El guerrero virtuoso que hereda la púrpura debe expulsar la disonancia mediante el fuego y la espada, amputar la enfermedad del cuerpo, la ignorancia del alma, el lujo del vientre, la sedición de la ciudad y la discordia de la familia, poniendo así fin a todas las guerras y restaurando la música en el cosmos de Dios. Éste es mi plan de ataque, Jack. ¿Qué te parece?

—La virtud siempre ha sido una idea formidable —respondió Jack—. Déjame en la esquina.