CAPÍTULO XI

 

Habíamos vuelto a Williamsburg tras interrogar a Lobo para intentar descansar un poco antes del amanecer.  Estaba acostada en mi cama, abrazada a Robb, pero no conseguía conciliar el sueño. Él dormía plácidamente y  yo tenía mi cabeza recostada en su pecho, oyendo el rítmico latir de su corazón. Si bien amaba este sonido porque solía calmarme, hoy no conseguía tranquilizarme lo suficiente como para poder dormir. Quedaban escasas horas para el alba y aún no teníamos noticias de Miguel y de Christine y estaba empezando a preocuparme de veras por ellos. Robb me había explicado que el tiempo no transcurría igual ahí arriba que aquí en la Tierra y que más tarde o más temprano Miguel volvería, pero yo no lo creería hasta que no le viera de nuevo sano y salvo ante mí. Y por supuesto necesitaba que él me trajera también de vuelta a Christine. Se llevaban fatal, pero confiaba que Miguel a pesar de todo cuidaría de ella como había hecho siempre conmigo porque al fin y al cabo Christine se había arriesgado mucho yendo con él.

De pronto sentí una moto acercándose por la avenida y tuve un presentimiento. Me levanté con cuidado de no despertar a Robb y me asomé por la ventana de mi habitación al tiempo que oí accionarse la puerta automática del garaje. ¡Tenían que ser ellos! Me apresuré a ponerme un camisón y salí a toda velocidad hacia las escaleras. Casi me choqué con Cloe que bajaba delante de mí, también al encuentro de su hermano. Cuando llegamos al salón, Miguel y Christine acababan de entrar por el garaje y aparentemente estaban en perfectas condiciones, lo cual me tranquilizó.

Cloe se lanzó de un salto al cuello de su hermano, que la cogió al vuelo y la hizo girar como si se tratara de una niña pequeña. Yo por mi parte me acerqué a Christine que les observaba sonriente y la estreché en mis brazos.

–Me alegro de verte de vuelta–dije emocionada.

–Y yo a ti–dijo ella tirando de mi pelo con cariño.

–¿Qué tal os ha ido?–pregunté.

–Bueno, hemos vuelto ¿no?–explicó Christine.

–Sí, no podemos quejarnos. La verdad es que me esperaba algo bastante peor–dijo Miguel mirándome.

Me volví hacia él y sin poder evitarlo me acerqué y le abracé. Él me rodeó con sus brazos y me besó la coronilla con cariño.

–Estaba muy preocupada por vosotros–le confesé.

–Lo sé, pero no por eso voy a olvidar que estoy bastante enfadado contigo. Christine me dijo que intentaste venir conmigo a pesar de que te pedí que volvieras al club. Tienes que dejar de correr riesgos así, Emma. Imagínate lo que habría sucedido si hubieras venido conmigo, ahora que he descubierto que mi padre te está buscando–me explicó Miguel.

–La puedes regañar tanto como quieras, pero es como luchar contra los elementos–dijo Robb acercándose y dando un toque con el puño en el hombro a Miguel a modo de bienvenida.

Liberé a Miguel y me acerqué a Robb, rodeando  su cintura con mis brazos.

–Vosotros habríais hecho lo mismo si se hubiera tratado de mí–les dije–De todos modos en este caso lo mío fue sólo un intento, puesto que Christine ha sido más valiente y no ha dejado a Miguel solo. Muchas gracias–le dije con una sonrisa.

–Sí, muchas gracias–dijo también Cloe acercándose y abrazándola.

Christine que no estaba acostumbrada a muchas atenciones parecía incómoda e incluso se sonrojó ligeramente.

–Sí, esta señorita tampoco se va a librar de una regañina por acompañarme sin ser invitada–dijo Miguel.

–¿Y qué vas a hacer? ¿Me darás azotes?–le respondió Christine provocándole.

–No me des ideas–dijo Miguel levantando una ceja.

Miguel avanzó hasta el sofá y se dejó caer, exhausto.

–Bueno, como os decía mi padre se ha enterado de la existencia de Emma por los rumores que circulan por la ciudad. Hasta ahora teníamos contenidos a los mensajeros mediante sobornos, pero yo no contaba con que mi padre enviara a Daríus directamente. Debió sospechar algo y Daríus se movió por la ciudad y escuchó lo que se comenta sobre la existencia del Equilibrio y su supuesta intervención en la muerte de James–explicó.

–Eso es un problema–dijo Robb– ¿Conoce la identidad de Emma?–.

–No, Daríus no ha llegado a ese nivel de detalle. Sólo sabe que el Equilibrio es una chica híbrido y poco más y por eso mi padre me ha encargado a mí encontrarla personalmente y llevarla a su presencia. Para eso me requirió ni más ni menos –nos explicó.

–Entonces no hay nada que temer, ¿no?–dijo Cloe– Basta con hacer tiempo y decirle que no la encuentras–.

–¿Crees que nuestro padre se conformará con eso? Ha enviado a Daríus una vez, ¿quién te dice que no le mandará de nuevo para tenerme vigilado?–insinuó Miguel.

–Miguel tiene razón–intervino Robb–Y justo por eso y por lo que hemos averiguado por Lobo, creo que es hora de que Emma y yo nos marchemos–.

Todos se quedaron en silencio y se volvieron a mirarnos. Miguel se incorporó del sofá y se acercó, situándose frente a Robb.

–¿Qué es exactamente lo que habéis averiguado?–preguntó preocupado.

–Lobo nos ha confirmado que James sobrevivió a nuestro ataque. Le recogió moribundo en las cloacas, pero se ha recuperado–explicó Robb.

–Pero ¿cómo es posible? ¡Le atravesasteis con la daga celestial!–exclamó Miguel contrariado.

–No atravesamos su corazón, la daga se desvió y de algún modo James sabía que la sangre de Emma le regeneraría los tejidos, de modo que cuando Lobo nos atacó el día del concierto su único objetivo era hacerse con su sangre–continuó Robb.

–Y lo consiguió–admití–Me pilló desprevenida y me apuñaló y, aunque no fue una lesión importante, debió bastarle para lo que necesitaba. Por eso fue un ataque tan extraño: atacó y se dio a la fuga. El caso es que James está de nuevo merodeando por ahí gracias a mí–.

–¡Maldita sea!–dijo Miguel mordiéndose el puño con fuerza.

–¿Y dónde se supone que vais a ir?–preguntó de pronto Christine.

–Creo que Lian nos ha dado la solución–dijo Robb.

–¿Lian?, ¿mi Lian?–preguntó Christine sorprendida.

–Sí, este muchacho nos ha vuelto a sorprender–explicó Robb– Lian es hijo de Dragón y se unió a los pacificadores por órdenes de su padre, de modo que le sirviera de enlace con nosotros–.

–Pero ¿qué pinta aquí Dragón?–preguntó Miguel confundido.

–Dragón tiene un papel importante en la historia –admití–¿Recuerdas cuando le pedimos que nos ayudara contra James y se negó, pero me ofreció la oportunidad de que huyera con él?–.

–Sí, recuerdo que no quiso meterse en las guerras entre bandos. De hecho no tenía ningún interés en que se llegara una tregua porque él no podría seguir con sus saqueos–dijo Miguel con desdén.

–Bueno, pues creo que lo que nos dijo no era cierto. No sé cuál es el motivo por el que está metido en esto, pero es él quién está haciendo resurgir el movimiento que crearon mis padres. Era el mejor amigo de mi madre y la amaba, sé que le dolió mucho su condena y su muerte y de algún modo parece que quiere ayudarme, quizás sólo porque soy su hija y se siente en la obligación de hacerlo, pero confío en él–expliqué– El otro día tuve un sueño y él estaba allí y me pidió que me reuniera con él cuando estuviera preparada y creo que es el momento–.

–¿Dónde os espera?–preguntó Miguel.

–En realidad no sé dónde está exactamente, sólo sé que se trata de algún lugar de Asia. Lian considera que es mejor no revelar a nadie nuestro destino para evitar que nos puedan localizar–admití.

–¿Y vas a ir a su encuentro así sin más? ¿Cómo vamos a confiar en él si nos ha mentido antes?–estalló Miguel.

–Miguel, creo que Dragón es una buena solución. Yo también confío en él y estoy convencido de que sabrá cómo guiar a Emma–intervino Robb–Además nos dará un lugar para refugiarnos, quitando a Emma de escena mientras que el movimiento acabe de cuajar y nos dará el tiempo necesario para constituir el ejército que necesitamos para respaldarla. Piénsalo, facilita mucho los planes que habíamos estado discutiendo juntos–.

–Pero eso significaría seguir adelante y aún no sabemos nada acerca del riesgo que correría Emma si sigue con su misión–añadió Miguel.

–Quizás también pueda ayudarnos Dragón a investigar esa parte–respondió Robb.

–Creo que esto podrá aclararos algo más sobre el tema–intervino Christine ofreciéndonos un pergamino que acababa de sacar de su camiseta– Está en sánscrito, pero he podido descifrar algún trozo y sin duda habla del sacrificio del Equilibrio. Según esto con el derramamiento de su sangre se logrará instaurar la paz–.

Robb cogió el pergamino y me miró con muestras de dolor en sus ojos. Quise consolarle asegurándole que se trataba sólo de una leyenda y que no debía hacer caso, pero mi propia inseguridad me hizo guardar silencio y desviar la mirada.

–¿Dónde lo has conseguido?–preguntó Robb.

–Digamos que lo tomé prestado de la biblioteca del arcángel–aclaró Christine con una mirada traviesa–Quizás Dragón os pueda dar una interpretación más clara de su contenido–.

–Gracias Christine–añadió Robb–Creo que será mejor que descansemos un poco ahora que sabemos que estamos todos bien, hemos tenido una noche un tanto movida–.

–Robb–interrumpió Miguel–¿Irás tú solo con Emma?–

–He pensado que eso sería lo mejor, pero Lian por supuesto va a venir. Creo que los demás deberíais seguir agrupando a nuestro ejército, Miguel. Tú podrás liderarlos y rencontrarte con nosotros cuando sea el momento– explicó Robb.

–Sí, no es mala idea. Sólo me gustaría que no tuviéramos que separarnos, pero estoy de acuerdo contigo en que ahora es la mejor solución–admitió.

–Yo iré con vosotros, Robb–intervino Tom que se nos había unido durante la conversación, pero no había intervenido hasta el momento.

–¿Estás seguro?–preguntó Robb.

–Sí, totalmente. Rick sin embargo debería quedarse, su sitio está aquí con Cloe y además él servirá de enlace para agrupar a nuestra gente al movimiento–contestó.

–De acuerdo, eres bienvenido–dijo Robb.

Y nos quedamos todos mirándonos los unos a los otros sabiendo que en este momento era cuando nuestro grupo se escindía para seguir distintos caminos y yo no podía evitar pensar cuán larga sería nuestra separación.

 

Tenía que despedirme de todos y no tenía ningunas ganas de hacerlo. En realidad no quería irme de allí, me encantaba nuestro edificio de Williamsburg, donde habíamos sido como una familia, unidos incluso en los peores momentos. Extrañaría todo y a todos de ese lugar, pero añoraría especialmente a Miguel. Estaba terminando de hacer mi maleta cuando de pronto Cloe apareció por la puerta del cuarto de baño que compartíamos.

–Hola, ¿quieres que te ayude?–se ofreció.

–Me encantaría–dije agradecida–No me voy a llevar muchas cosas, pero no logro decidirme sobre qué llevar–.

–Tranquila, yo me ocupo–dijo decidida y revisó lo que había puesto en la maleta hasta el momento.

–Cloe, te voy a echar mucho de menos–admití–No sé cómo me las podré arreglar ahora sin una mejor amiga con quien compartir todas mis movidas–.

–No te preocupes, nos conectaremos a diario por Skype. No voy a permitir que la distancia nos separe con las tecnologías que tenemos a nuestro alcance. Será como si nos viéramos a diario, tú me contarás qué tal por donde quiera que estés y yo te mantendré al día de nuestros avances en Nueva York–me propuso sonriendo.

–No estaría nada mal, pero no tengo claro si tendré acceso a internet allí donde voy–admití.

–Lo tengo todo previsto, toma–dijo extrayendo un dispositivo del bolsillo–Es una conexión a internet, la podrás usar desde cualquier sitio del planeta. Debería funcionarte incluso en el triángulo de las Bermudas, con lo cual no tienes excusa para conectarte todos los días conmigo durante cinco minutos–.

–¡Siempre estás en todo!, ¡eres genial!–le dije abrazándola– Espera, yo también tengo una cosa para ti–.

Me acerqué a mi mesilla y saqué unas llaves del primer cajón y las deposité en la palma de su mano.

–¿Qué es esto?–preguntó sorprendida.

–Son las llaves del apartamento de Robb. Ese lugar es muy especial para nosotros dos y ¡ya te imaginarás por qué!–dije sonrojándome–Robb y yo hemos pensado que en nuestra ausencia podría ser también un buen lugar para Rick y para ti. Tendréis intimidad y ¿quién sabe?, quizás os guste como escenario para vincularos, como fue el caso de nosotros dos. Es un sitio increíble, te encantará de veras–.

–Emma, no sé cómo agradecértelo–dijo Cloe emocionada–Es fantástico poder tener un lugar para nosotros. ¡Muchas gracias!–.

–De nada, no te olvides de llamarme por Skype y contarme qué te parece–le pedí.

–Dalo por hecho. Ya eres como una hermana para mí, te voy a extrañar mucho–me confesó.

–Yo también te considero como una hermana, Cloe–le aseguré– Y justo por eso quiero pedirte algo más antes de irme–.

–Pues claro, lo que sea–accedió.

–Cuida de Miguel ¿vale? Y por favor, intenta hacerte amiga de Christine. Ella es muy buena persona aunque se empeñe en parecer desagradable. Creo que podríais ser grandes amigas–le pedí.

–¡Dalo por hecho!–respondió– Y ahora déjame a mí, yo seguiré con tu maleta, creo que Christine anda en su habitación y supongo que también te querrás despedir de ella ¿no?–.

–Sí,  gracias Cloe–dije abrazándola de nuevo.

Salí de mi habitación y me dirigí a la habitación de enfrente, el antiguo cuarto de Robb que ahora ocupaba Christine. Antes de llamar a la puerta, Christine la abrió y se me quedó mirando satisfecha.

–Te he sentido–me aclaró–No sabía si vendrías a despedirte o me tocaría ir a mí en tu busca–.

–¿Dudabas de que viniera a verte?–pregunté sorprendida–Sabes que no me iría sin hacerlo. Bastante me cuesta ya asimilar que no sé cuánto tiempo estaré sin verte después de que acabábamos de reunirnos de nuevo–.

–¿Qué tal estás?–preguntó–Supongo que no te hará ninguna gracia irte, ¿no?–.

–Pues en realidad estoy muerta de miedo. Si Robb no me acompañara no estaría dispuesta a irme así, pero confío en él y sé que si él está convencido de que debo ocultarme es porque debo hacerlo–le expliqué.

–¿Sabes?, desde que estoy aquí y he sido testigo de lo que hay entre tú y Robb y me he dado cuenta de que tenías razón y que es increíble poder tener una relación así, en la que darías todo por el otro. Te envidio y ahora sí que siento deseos de que algún día yo pueda tener una relación tan plena con alguien–admitió.

–La tendrás Christine, estoy segura de ello. Eres una chica estupenda, noble, leal y valiente y tienes un cuerpo de infarto, cualquier chico se volvería loco por ti–admití–Tan sólo tienes que abrir tu corazón para que puedan verte tal y como eres. Estoy convencida de que cuando encuentres al chico perfecto, conseguirás que él se enamore plenamente de di–.

–Me estás sugiriendo que no me comporte como lo hago con Miguel, ¿no?–bromeó–Es que él consigue crisparme los nervios, tiene algo que no sé qué es que despierta mi lado más violento–.

–Sí, lo sé, pero como él siempre dice, eso le hace aún más encantador–le advertí.

–Yo creo que el verdadero peligro de tenerle cerca es que es condenadamente guapo–admitió sonrojándose.

Su comentario me sorprendió porque el otro día había dejado claro que Miguel no era en absoluto su tipo. La miré alzando una ceja con suma curiosidad.

–Christine, ¿te gusta Miguel?–le pregunté.

Y entonces ella enrojeció violentamente confirmando mi suposición. No sabía cómo tomármelo. A mi amiga le gustaba Miguel, cosa que no era de extrañar porque él era el chico ideal, a pesar de sus aires y su descaro fingidos, pero me sentía como extraña por lo que yo había sentido también por él. Y justo por eso, comprendí en ese mismo instante que si Christine estaba interesada por Miguel, quizás podría llegar a existir algo entre los dos. Christine era una oportunidad para que Miguel pudiera encontrar de nuevo el amor, ser feliz y ser correspondido tal y como se merecía. Si se decidía por ella tendría una compañera maravillosa y ella también le merecía a él, a mi gran amigo.

–Ve a por él–le aconsejé–Miguel es increíble y si le conquistas, le tendrás para siempre–.

–Emma, no sé si tengo alguna posibilidad con él. Creo que sigue muy enamorado de ti–me dijo Christine.

–Me olvidará, Christine. Tú le ayudarás a hacerlo. Y si quieres un consejo, no le des tregua. Miguel necesita acción–le aconsejé.

–Lo sé, al menos en eso nos parecemos–admitió sonrojándose de nuevo– ¿De veras que no te importa que lo intente con él?–.

–Christine, todo lo contario. Ambos os merecéis ser felices y seguro que juntos lo seríais y además así yo podría teneros cerca a los dos–le aseguré.

–Gracias, me siento mejor habiéndotelo contado–admitió–Cuídate Emma, te echaré mucho de menos–.

–Y yo a ti–dije abrazándola con cariño.

 

Volví a mi habitación y Robb me esperaba ya allí. También él estaba preparando sus cosas para la partida.

–Hola preciosa–me saludó acercándose a mí.

–Hola–dije animada al verle sonreír.

Cuando estuvo a mi alcance me abracé a su cuello y poniéndome de puntillas le besé en los labios. Me rodeó la cintura con sus brazos y me miró intensamente con sus increíbles ojos verdes. Era tan guapo que me podría pasar horas contemplándole y admirando cada uno de sus rasgos.

–Veo que tú ya tienes todo preparado–dijo observando que mi maleta estaba cerrada.

–Sí, Cloe me ha estado echando una mano con el equipaje–dije acariciando su nuca con suavidad.

–Siento que tengamos que salir huyendo de nuevo. Estás triste por separarte del grupo ¿no?–dijo preocupado.

–Lo estoy, pero te tengo a ti Robb y mientras sea así podré seguir adelante–le aseguré sosteniendo su rostro entre mis manos.

–Estaré contigo siempre, no lo dudes. Además te prometo que haré todo lo posible para que volvamos a reunirnos todos lo antes posible–me ofreció, como siempre intentando hacerme sentir mejor.

–Sé que lo harás. Te quiero, eres el mejor–admití enamorada.

Robb inclinó su rostro hacia el mío y me besó. Sus labios presionaban los míos abrasándolos y empecé a hiperventilar. Cuando me besaba con esa pasión la cabeza comenzaba a darme vueltas y me sentía como flotando, como si viajara en una nube.

–¿Te encuentras mejor?–me susurró Robb al oído.

–Sí, mucho más tranquila–admití–Eres mi antídoto para cualquier mal–.

–Pues tú señorita has conseguido crearme adicción, nunca tengo bastante de ti. De hecho si no tuviéramos que irnos en menos de una hora te demostraría exactamente a qué me refiero–dijo acariciando mi espalda con sus dedos.

Esto me hizo reaccionar, no esperaba que tuviéramos que irnos tan pronto.

–En ese caso voy a buscar a Miguel, aún no me he despedido de él–dije.

–No sé si aún estará por aquí, se iba a adelantar al aeropuerto para cerciorarse de que todo estaba en regla para el despegue–dijo Robb.

Le miré contrariada y le di un beso rápido antes de alejarme hacia la puerta de la habitación.

–Emma–me llamó Robb.

–¿Sí?– dije mientras me volvía de nuevo hacia él, con mi mano ya agarrando el tirador de la puerta.

–Cuando os despidáis, no dejes que Miguel se ponga muy cariñoso ¿vale? Intento ser comprensivo, pero me siguen pudiendo los celos– me dijo vacilante.

–No seas bobo Robb, sólo somos amigos–respondí y le saqué la lengua.

Él me lanzó un beso y se dejó caer en la cama.

 

Busqué a Miguel por toda la casa, pero no había ni rastro de él. En otro tiempo, cuando estábamos vinculados, habría sido fácil localizarle pues sólo teníamos que acudir a nuestros pensamientos para ponernos en contacto, pero ahora no me quedaba más remedio que usar algo más ordinario, el móvil. Llamé a su número y esperé impaciente la respuesta. Al segundo tono Miguel lo cogió.

–Emma, ¿qué ocurre?–preguntó.

–Necesito verte, ¿dónde estás?–le pregunté.

–Voy de camino al aeropuerto, te veré allí ¿de acuerdo?–dijo.

–De acuerdo, hasta luego–me despedí desilusionada.

Me dirigí de vuelta a mi habitación y me crucé con Robb que ya estaba bajando nuestras maletas hacia el garaje. Me miró con curiosidad.

–He llegado tarde, ya se había ido–le expliqué.

–Bueno, tendrás oportunidad de despedirte de él en el aeropuerto–me consoló.

Cargamos las maletas en la furgoneta de Jacob y nos despedimos de todos de nuevo. Prefería que no vinieran con nosotros al aeropuerto porque sabía que si venían me costaría aún más decir adiós. Jacob partió en primer lugar con Lian y Tom, y Robb y yo les seguimos en la Harley. Robb tenía claro que esta vez se llevaría su moto allá donde fuéramos y como Jacob no puso objeciones para transportarla en el avión, se salió con la suya. Sabía el apego que tenía a su moto y me supo bien que pudiera darse ese capricho, desde que le conocía rara vez había deseado algo para sí mismo.

Nos dirigimos al pequeño aeropuerto privado que Miguel solía alquilar para sus operaciones en Nueva York. Según me había contado Miguel era propiedad de un tipo bastante rico que tenía declarado el aeropuerto para uso particular, pero en realidad era una tapadera para un negocio ilegal. Garantizaba la confidencialidad de sus clientes y no exigía demasiadas informaciones sobre la propiedad de los aviones ni sobre los destinos y aunque rozara la ilegalidad, en nuestro caso la privacidad era algo indispensable, en especial para ocultar nuestra naturaleza a los humanos.

Todos se apresuraron a llevar el equipaje hacia el avión que ya nos esperaba en la pista calentando turbinas. Jacob sería nuestro piloto, nos dejaría en el destino y luego regresaría a Nueva York. Él y Miguel serían los únicos que conocerían el aeropuerto al que nos dirigíamos y lo mantendrían en secreto para evitar que se filtrara esa información entre los oficiales. Además Lian era el único que sabía realmente la ubicación de nuestro destino final y ni siquiera lo había compartido con nosotros, a petición de Dragón.

Busqué a Miguel con la mirada y le divisé a pie de pista, hablando con los técnicos de mantenimiento sobre el chequeo del avión. Me acerqué y esperé a que diera el visto bueno a la revisión previa al despegue para atraer su atención. Él se volvió y al encontrarse con mi mirada, suspiró.

–¿Qué ocurre? ¿Es que no quieres despedirte de mí?–le pregunté mosqueada.

–Esperaba esconderme detrás de una turbina y que no me vieras. La verdad es que no me gustan demasiado las despedidas empalagosas, con lágrimas y lamentos–dijo con su tono borde habitual.

–De acuerdo, pues te lo haré simple. ¡Que te vaya bien!–dije enfadada y me giré alejándome de él.

–¡Emma!–me llamó–¡Emma! Detente, estaba bromeando–.

Me alcanzó y agarrándome del brazo me giró hacia él. Le miré con cara de pocos amigos, pero él estaba sonriendo de medio lado e ignorando mi rabieta me revolvió el pelo con su mano.

–Anda, vamos a un sitio más privado. Sé que llorarás por mí y no estaría bien que los demás te vieran dando el espectáculo, en especial Robb que se moriría de celos–me sugirió.

Me le quedé mirando sorprendida por su fanfarronada, pero me limité a seguirle hasta el interior de uno de los hangares y una vez allí nos detuvimos uno frente al otro.

–No tienes que preocuparte por nada, Emma. Cumpliré mi misión aquí y cuando sea el momento nos reuniremos con vosotros respaldados por nuestro ejército–me aseguró ahora con una mirada sincera e intensa.

–No me he ido aún y estoy deseando de que llegue el momento de rencontrarnos–dije–Miguel, cuídate mucho y no seas demasiado temerario, por favor. Si no lo haces por ti mismo, hazlo por mí ¿vale?–.

–Emma, sabes haría cualquier cosa por ti–dijo con intensidad y su voz se quebró al final.

–Lo sé, pero eso tiene que cambiar. Creo que en el fondo esta separación nos conviene a los dos y especialmente a ti. He sido muy egoísta queriendo mantenerte a mi lado a pesar de todo sólo porque eres mi mejor amigo. No he sido justa contigo porque tú estás sufriendo por mi culpa. Espero que la distancia te ayude a olvidarme–le dije.

–Sé que llevas razón y que tengo que olvidarte, pero ahora mismo no le veo el punto. Creo que en el fondo te voy a extrañar mucho–dijo emocionado.

–Yo también te echaré mucho de menos, pero llevo parte de ti aquí–dije apoyando mi mano en mi corazón–Lo que compartimos tú y yo nunca se borrará de mi alma–.

–Ni de la mía. Cuídate mucho, Emma. Ya le he advertido a Robb de que si no te mantiene en perfecto estado se las verá conmigo, pero ahora quiero que seas tú quien me prometa que te cuidarás y que no harás las locuras de las que te creo bastante capaz–me pidió.

–Te prometo que me cuidaré–le aseguré.

–Me quedo más tranquilo–dijo Miguel colocando un mechón suelto de mi pelo detrás de mi oreja.

–Miguel, necesito que hagas algo más por mí– le pedí.

–Lo que quieras–dijo sin dejar de mirarme.

–Sé que no es necesario que te pida que cuides a Cloe porque lo harás de buena gana, pero me gustaría que cuidases también de Christine. Sé que no te cae muy bien, pero es mi amiga y ahora me vuelvo a alejar de ella y se quedará sola de nuevo. Es muy cabezota, pero sé que te respeta y que confiará en tu criterio ¿Lo harás en mi lugar?–.

–Sí, lo haré–dijo sonriendo– Es un tanto insoportable, pero es valiente y es cierto que está muy sola. Haré todo lo posible para que se integre en nuestro equipo–.

–Muchas gracias, no te arrepentirás. Ella es un cielo y aunque tu tipo sean las castañas, no deberías acotar tanto el campo. Las rubias peligrosas también crean adicción–le insinué.

Él soltó una carcajada y me cogió en sus brazos haciéndome girar, como hacía siempre con Cloe.

–Te quiero, nena. Espero verte pronto–me susurró al oído.

–Te quiero, rubiales. Yo también lo espero–dije emocionada.

Fuimos hasta el jet cogidos de la mano y Miguel se despidió de los demás a pie de pista. Me sorprendió que él y Robb se acercaran y se dieran un abrazo. Era el comportamiento más amistoso que había visto entre ellos desde que los conocía y me alegró que al fin empezaran a limar sus asperezas.

Y como Miguel preveía, cuando subíamos la escalinata del jet las lágrimas me desbordaron y me sentí sumamente triste de partir, dejando allí a uno de mis mejores amigos para enfrentarse solo a su padre, mientras que yo me dirigía a quién sabía dónde para enfrentarme a mi destino. Miguel se despidió de mí llevando su mano al pecho y después se volvió y se alejó de la pista. Robb, advirtiendo mi abatimiento, me rodeó con sus brazos para infundirme valor y yo me agarré con fuerza a él y entré en el avión. A partir de ahora volvíamos a estar él y yo solos frente a lo desconocido.