LIBRO VII SOBRE LA AMISTAD[*]
SOBRE LA AMISTAD
1. Naturaleza de la amistad
Qué es la amistad, cuáles son sus cualidades, qué es un amigo, si la amistad tiene uno o varios significa1234b20dos, y en este caso, cuántos significados, y, asimismo, cómo hay que tratar a un amigo y qué es lo justo[76] en la amistad, todas estas cuestiones exigen una investigación no menor que lo que es bello y deseable en lo referente a los caracteres.
En efecto, la tarea de la política consiste, sobre todo, según parece, en promover la amistad; y, por eso, 25se dice que la virtud es útil, pues es imposible que sean amigos entre sí los que son recíprocamente injustos[77]. Además, todos decimos que la justicia y la injusticia se manifiestan especialmente en relación con los amigos; y se reconoce que el mismo hombre es a la vez bueno y amigo, y la amistad una cierta propiedad moral; y si uno desea hacer que los hombres no se traten injustamente, basta con hacerlos amigos, pues los verdade30ros amigos no cometen injusticias uno contra otro. Pero, igualmente, si son justos, tampoco se perjudicarán; por consiguiente, la justicia y la amistad son lo mismo o casi lo mismo. Además de esto, consideramos que el amigo es uno de los mayores bienes, y que la carencia 1235ade amistades y la soledad es lo más terrible, porque toda la vida y el trato voluntario con los demás tienen lugar con los amigos; pasamos, en efecto, nuestros días con nuestro familiares, parientes y amigos, o con los hijos, padres y esposa[78], y los actos privados de justicia para con los amigos dependen solamente de nosotros, mientras que las acciones justas respecto de los demás hombres están determinadas por la ley y no dependen de nosotros.
Muchas son las cuestiones que surgen en torno a la 5amistad. Ante todo, se la considera desde el exterior y se le da al término demasiada extensión. En efecto, algunos pretenden que el semejante es amigo del semejante, de donde se dice:
La divinidad conduce siempre al semejante hacia el semejante,
al grajo hacia el grajo…
el ladrón conoce al ladrón y el lobo al lobo[79].
10Y los filósofos de la naturaleza ordenan toda la naturaleza tomando como principio que lo igual va hacia lo igual, debido a lo cual Empédocles dijo que el perro se sienta sobre la teja por ser lo más semejante a él[80].
Algunos, pues, llaman así al amigo. Otros, en cambio, dicen que lo contrario es amigo de lo contrario, 15pues, lo que es amado y deseado es amigo de todos, y lo seco no desea lo seco, sino lo húmedo, de donde se dice:
la tierra ama la lluvia
y
El cambio de todas las cosas es agradable[81],
y el cambio tiende hacia su contrario. Pero lo semejante es enemigo de lo semejante, ya que
el alfarero tiene inquina del alfarero[82]
y los animales que se alimentan de las mismas cosas 20son enemigos entre sí. Así pues, estas opiniones discrepan ampliamente, pues también algunos piensan que lo semejante es amigo y lo contrario, enemigo:
el menos se alza siempre como enemigo del más
y da comienzo a los días de odio[83],
y, además, los lugares de los contrarios son separados, mientras que la amistad parece reunir a los hombres. Otros, en cambio, (piensan que) los contrarios son 25amigos, y Heráclito censura al poeta que escribió:
Ojalá que la discordia desaparezca de entre los dioses y los hombres[84],
pues no existiría armonía sin los sonidos agudos y graves, ni los animales sin los correspondientes contrarios que son el macho y la hembra.
Éstas son, pues, dos opiniones acerca de la amistad, 30demasiado generales y entre sí alejadas. Pero hay otras que están más cerca de los hechos observados y son más pertinentes al caso. En efecto, algunas personas creen que no es posible que los malos sean amigos, sino sólo los buenos; a otros les parece extraño que las madres no quieran a sus hijos (pues salta a la vista que esta amistad existe incluso entre los animales; al menos 35mueren deliberadamente por sus hijos). Otros sostienen que sólo lo útil es amigo: prueba de ello es que todos buscan lo útil y rechazan lo inútil incluso en sus propias personas (como acostumbraba a decir Sócrates, el Viejo, poniendo como ejemplo la saliva, el pelo y las uñas[85]), y que eliminamos las partes del cuerpo que son inútiles, y, al final, el cuerpo mismo cuando muere, pues el cadáver es inútil. En cambio, aquellos para quie1235bnes es útil lo conservan, como en Egipto[86].
Ciertamente, todas estas cosas parecen opuestas unas a otras, porque lo semejante es inútil para lo semejante, y la contrariedad es lo más alejado de la semejanza, y lo contrario es lo más inútil para su contrario, porque 5un contrario destruye a otro contrario. Además, a unos les parece fácil conseguir un amigo, a otros rarísimo reconocerlo e imposible sin una desgracia, ya que todos desean parecer amigos de los afortunados; otros juzgan indignos de confianza incluso a los que están a su lado en las desgracias, como si les estuvieran engañando y 10fingiendo su actitud para obtener, gracias a su compañía en las desgracias, su amistad cuando de nuevo consigan la prosperidad.
2. Los fundamentos de la amistad
Debemos, pues, encontrar una definición que, al mis15mo tiempo, nos explique, lo mejor posible, los puntos de vista sobre estas materias y resuelva las dificultades y contradicciones. Esto se obtendrá si las opiniones tienen manifiestamente un fundamento razonable, pues tal definición estará completamente de acuerdo con los hechos observados; pero, a la postre, las posiciones contrarias permanecerán, si lo que se ha dicho es verdad en un sentido pero no en el otro.
Existe también una dificultad: si lo querido es lo agradable o lo bueno. Admitamos, en efecto, que amamos 20lo que apetecemos (esto ocurre con el amor, pues «no es amante el que no ama siempre»[87]), y que el apetito tiende a lo agradable; en este caso, lo querido es lo agradable; si, al contrario, lo que amamos es lo que deseamos, <entonces lo querido es> lo bueno. Pero lo agradable y lo bueno son diferentes. Debemos, pues, intentar definir estas cuestiones y otras conexas con ellas to25mando el siguiente punto de partida: la cosa deseada y objeto de volición es un bien o un bien aparente. Por eso, lo agradable es deseado, porque es un bien aparente; pues unos opinan que es un bien; otros se lo imaginan así sin ser de esta opinión (porque la imaginación y la opinión no se encuentran en la misma parte del alma). Es, pues, evidente que tanto el bien como lo agradable son objeto de amistad.
Una vez definido esto, hemos de tomar otra hipóte30sis. Ciertos bienes son buenos absolutamente; otros, buenos para ciertos hombres, pero no absolutamente; y las mismas cosas son absolutamente buenas y absolutamente agradables. En efecto, las cosas que son convenientes a un cuerpo sano, decimos que son absolutamente buenas para el cuerpo, pero no las que son convenientes a un cuerpo enfermo, como las medicinas y las amputaciones. Igualmente, las cosas agradables para un cuer35po sano e íntegro son absolutamente agradables para el cuerpo, por ejemplo, el vivir en la luz y no en la oscuridad, aunque sea lo contrario para el que padece oftalmía. Y el vino más agradable no es el que place al hombre cuya lengua ha sido estropeada por la borrachera, pues los borrachos añaden vinagre <al vino>, sino el 1236aque agrada al hombre que conserva el sentido intacto. Lo mismo ocurre con el alma: lo agradable no es lo que place a los niños y a los animales, sino a los adultos; al menos son estas cosas las que elegimos cuando recordamos unas y otras. Y la misma relación que hay entre un niño o un animal y un adulto es la que hay entre 5un hombre malo o necio y el hombre bueno y sabio; para éstos, lo agradable es lo que está de acuerdo con su modo de ser, y esto es lo que es bueno y bello.
Así pues, dado que el término «bueno» tiene varios significados (en efecto, llamamos buena una cosa por tal cualidad, a otra porque es útil y provechosa), y, además, lo agradable es, por una parte, lo absolutamente agradable y absolutamente bueno, y, por otra, lo que es agradable para unos y aparentemente bueno, es posi10ble escoger y amar objetos inanimados por cada una de estas razones, y lo mismo con respecto al hombre; pues amamos a uno por sus cualidades y su virtud, a otro porque es útil y nos sirve, a otro porque es agradable y nos causa placer. Un hombre llega a ser amigo 15cuando, siendo amado, ama a su vez, y esta correspondencia no escapa a ninguno de los dos.
Se sigue de esto, necesariamente, que hay tres clases de amistad, y que no se nombra en conjunto según un solo sentido, ni como las especies de un solo género ni de una manera del todo equívoca[88]. En efecto, se nombran en relación con una clase de amistad que es 20la primera, como ocurre con la palabra «medicinal»: aplicamos este término al alma, al cuerpo, al instrumento, a la obra, pero, propiamente hablando, a lo que es primero. Y lo primero es aquello cuya definición se encuentra en todos, por ejemplo, instrumento medicinal es aquel del que se sirve el médico, pero la definición de instrumento no se encuentra en la del médico. Por eso, en todas partes se busca lo primero, y puesto que lo universal es lo primero, se cree que lo primero es lo 25universal. Pero esto es un error. Por consiguiente, en el caso de la amistad, no puede uno tener en cuenta todos los hechos observados, porque, cuando no encaja una definición, se piensa que las otras amistades no existen. Sin embargo, existen, aunque no de la misma manera. Pero cuando la amistad primera no cuadra (en la idea de que siendo universal debería ser primera), se dice que las otras no son en manera alguna amistad. 30Con todo, existen muchas clases de amistad: esto ha sido dicho ya antes, puesto que hemos definido tres sentidos en el término amistad: uno lo hemos definido por la virtud, otro por la utilidad y el tercero, por el placer.
La amistad fundada en la utilidad es la de los más. Éstos, en efecto, aman a los otros porque les son útiles 35y en la medida en que lo son, como dice el proverbio:
Glauco, un auxiliar, es un amigo en tanto en cuanto combate a nuestro lado
y
los atenienses no conocen a los megarenses.
La amistad fundada en el placer es propia de los jóvenes, pues ellos tienen el sentido del placer. Por eso, la 1236bamistad de los jóvenes cambia fácilmente, porque, al cambiar de carácter con la edad, cambia también el placer. Pero la amistad según la virtud es la amistad de los mejores.
De estas consideraciones resulta evidente que la amistad primera, la de los buenos, es una amistad recíproca y una elección mutua, pues lo amado es amable para el que ama, y el mismo que ama es amable para el que es amado. Esta amistad sólo se encuentra en el hombre, porque sólo él percibe la elección.5
Las demás clases de amistad, en cambio, se dan también entre los animales, pues la utilidad se encuentra, evidentemente, en cierto grado entre los hombres y los animales domésticos, y entre los mismos animales. Por ejemplo, la amistad entre el pájaro reyezuelo y el 10cocodrilo, según dice Heródoto[89], y la manera como hablan los adivinos del agrupamiento y dispersión de los pájaros. Pero los malos pueden ser amigos unos de otros por utilidad y por placer; sin embargo, niegan algunos que sean amigos, porque no poseen la amistad primera. El malo, en efecto, agraviará al malo y los agraviados no se aman entre ellos. Con todo, aman, pero no con la amistad primera, porque, al menos según las 15otras amistades, nada les impide amar, pues a causa del placer y a pesar del daño que se causan se soportan mutuamente, hasta que dejan de ser continentes. Parece que, cuando se considera la cuestión cuidadosamente, tampoco los que se aman unos a otros por placer son amigos, porque tampoco se da la amistad primera, pues ésta es estable, mientras que aquélla es inestable. 20Sin embargo, es amistad, como se ha dicho, pero no amistad primera, sino una forma derivada de ella. Por consiguiente, hablar de la amistad solamente en el primer sentido es forzar los hechos observados y decir necesariamente paradojas; es imposible hablar de todas las amistades según una sola definición. Resta, pues, lo siguiente: la primera amistad es, en cierto sentido, la única, pero, en otro sentido, lo son todas, no como 25homónimas unidas por azar unas a otras, ni como si pertenecieran a una sola especie, sino, más bien, como referidas a una especie única.
Pero, puesto que lo que es absolutamente bueno y lo que es absolutamente agradable se identifican, si nada se opone, y el verdadero amigo en sentido absoluto es el amigo primero, y éste es aquel que se escoge por 30sí mismo (pues es necesario que sea tal, ya que aquel para quien uno desea el bien por sí mismo debe, necesariamente, ser elegido por sí mismo), el verdadero amigo es también, en sentido absoluto, agradable. Pero todavía hemos de distinguir esto más, porque este problema exige reflexión: ¿es querido lo que es bueno para 35uno mismo o lo que es bueno absolutamente? ¿La actividad de amar va acompañada de placer, de suerte que incluso lo digno de afecto sea o no agradable? Es preciso conducir las dos cuestiones a una sola, porque las cosas que no son absolutamente buenas, sino posiblemente malas, deben ser evitadas, y lo que no es bueno para una persona no es nada para ella; pero esto es lo que se busca, que las cosas absolutamente buenas sean buenas de esta manera. Pues el bien, en sentido absoluto, es deseable, pero, para una persona, es lo bueno para ella, y las dos cosas deben armonizarse. Esto es lo 1237aque hace la virtud, y la ciencia política existe para producir esta armonía entre los que todavía no la tienen. Y el ser humano está bien dispuesto para ello y en este camino (pues, por naturaleza, las cosas que son absolutamente buenas son buenas para él), y esto es así para 5el hombre más que para la mujer, y para un bien dotado más que para los ineptos; pero el camino va a través de lo agradable y, por eso, es necesario que las cosas bellas sean agradables. Sin embargo, cuando estas cosas están en desacuerdo, es que uno todavía no es perfectamente bueno, pues puede surgir una incontinencia, ya que la incontinencia consiste en un desacuerdo entre el bien y lo agradable en el dominio de las pasiones.
Por consiguiente, puesto que la amistad primera 10está de acuerdo con la virtud, tales amigos serán buenos en sentido absoluto, y esto, no por ser útiles, sino de otra manera. En efecto, lo bueno para una persona y lo bueno en sentido absoluto son cosas distintas; y como en el caso de lo útil, igualmente también en lo que atañe a los modos de ser, ya que lo que es útil en sentido absoluto es distinto de lo que es útil para alguien (de la misma manera que practicar ejercicios corporales es distinto que tomar medicamentos). Así, el 15modo de ser al que llamamos virtud del hombre <es doble> (admitamos, en efecto, que el hombre es por naturaleza bueno): la virtud de un ser naturalmente bueno es un bien absoluto, pero la de un ser que no lo es, sólo es buena para él solo.
Igualmente ocurre con la agradable. Pues hemos de detenernos aquí, y considerar si hay amistad sin placer, y en qué difieren, y en cuál de los dos se encuentra el 20amar; ¿acaso porque uno sea bueno, aunque no resulte agradable, pero no por esto último?, y como el amar se dice en dos sentidos[90], ¿acaso porque lo bueno en acto no parece <que pueda darse> en esto sin placer? Es evidente que, como en la ciencia los estudios y conocimientos recientes son más perceptibles a causa de su agrado, así también ocurre con el reconocimiento de las cosas que son familiares, y la razón es la misma en am25bas circunstancias. En todo caso, por naturaleza, lo absolutamente bueno es absolutamente agradable, y lo que es bueno para unos es agradable para ellos. Así, lo semejante place de inmediato a lo semejante, y el hombre es el más agradable para el hombre; de manera que, puesto que esto es así con las cosas imperfectas, es evidente que también con las perfectas, y el hombre bueno 30es perfecto. Pero si la amistad en acto es una elección recíproca, acompañada de placer, del conocimiento mutuo, es evidente que, en general, la amistad primera es la elección recíproca de seres absolutamente buenos y agradables, precisamente por ser buenos y agradables, y la amistad es este modo de ser del cual nace tal elec35ción. Pues su función es una actividad, que no es exterior sino interior en aquel que ama, mientras que la función de toda facultad es exterior, pues se encuentra o en otro o en el mismo ser en tanto que otro. Por eso, amar es alegrarse, pero no ser amado; porque ser amado no es una actividad del objeto amado, sino que el acto es propio de la amistad; y amar se encuentra en los seres animados, pero ser amado también en los seres inanimados, ya que también las cosas inanimadas son amadas.
Pero, puesto que amar en acto consiste en usar del ob40jeto amado en cuanto amado (así, el amigo es objeto 1237bde amor para su amigo en tanto que amigo, y no en tanto que músico o médico), el placer de la amistad es el que dimana de la misma persona en cuanto es ella misma, pues su amigo la ama por ella misma, no porque sea otra persona. Por consiguiente, si no se alegra de su amigo en tanto que es bueno, no es la amistad primera, y ninguna circunstancia accidental debe producirle más 5estorbo que deleite le causa el bien. ¿Qué pues? Si una persona huele mal, es apartada; ella debe contentarse con nuestra benevolencia sin vivir en nuestra compañía.
Ésta es, pues, la amistad primera que todos reconocen. Las otras se consideran amistades por referencia a ella y también son discutidas, pues la amistad se tie10ne por estable, pero sólo la primera es estable; en efecto, un juicio ya formado es estable, y el no hacer las cosas repentinas y fácilmente crea un juicio recto. No hay, además, amistad estable sin confianza, y no hay confianza sin tiempo. Es preciso, en efecto, someterla a prueba, como dice Teognis[91]:
No puedes conocer la mentalidad de un hombre o una mujer
antes de ponerlos a prueba como a una bestia de carga.15
No hay amigos sin tiempo, sino sólo un deseo de ser amigos. Y a menudo un determinado modo de ser se toma por amistad; pues personas deseosas de ser amigas, por el hecho de hacerse unas a otras todos los servicios de la amistad, creen, no que desean ser amigas, sino que ya lo son. Pero con la amistad ocurre como con las otras cosas: la gente no está sana simplemente 20por desear estar sana, de suerte que no es por desear ser amigo por lo que uno ya es amigo. He aquí una señal: hay fácilmente desacuerdo entre los que, sin prueba, se encuentran en esta disposición, pero en los casos en que han permitido recíprocamente ser puestos a prueba no discrepan con facilidad, mientras que en los ca25sos en que no lo han hecho así, serán fácilmente persuadidos cuando los que quieren desunirlos aporten pruebas. Al mismo tiempo, es evidente que esta amistad no existe entre los malos, porque el malo es desconfiado y malévolo con todos, ya que mide a los otros por sí mismo. Por esto, los buenos son fáciles de engañar, si 30no se vuelven desconfiados por experiencia. Pero los malos prefieren los bienes naturales a un amigo: ninguno de ellos ama a las personas más que a las cosas. Y, así, no son amigos, porque no tiene realidad el proverbio, «las cosas de los amigos son comunes»; el amigo resulta ser un accesorio de las cosas, y no las cosas un accesorio de los amigos.
Por eso, la amistad primera no se encuentra entre muchos hombres, porque es difícil someter a prueba a 35muchos: sería preciso convivir con cada uno. No se debe escoger a un amigo como se escoge a un vestido. Ciertamente, en todo parece ser propio del hombre sensato escoger lo mejor entre dos cosas; por ejemplo, si durante mucho tiempo uno ha estado llevando el peor 40vestido y todavía no se ha puesto el mejor, deberá es1238acoger este último; pero, en lugar de un antiguo amigo, no se debe escoger al que se ignora sí es mejor. Porque no hay amigo sin prueba y de un solo día, sino que se precisa tiempo. Por eso ha llegado a ser proverbial: «el medimno de sal». Al mismo tiempo, si un amigo tiene que ser realmente tu amigo, debe ser no sólo bueno de 5manera absoluta, sino también bueno para ti; en efecto, es bueno absolutamente por ser bueno, pero es amigo por ser bueno para otro; pero es bueno y amigo absolutamente, cuando estas dos cualidades se armonizan, de manera que lo que es absolutamente bueno es también bueno para otro; o bien puede no ser absolutamente bueno y ser, sin embargo, bueno para otro, por ser útil. Pero el hecho de amar impide ser amigo de muchos al mismo tiempo, pues no es posible ser activo respecto 10de muchos al mismo tiempo.
De estas consideraciones se deduce claramente la exactitud en la afirmación de que la amistad forma parte de las cosas estables, de la misma manera que la felicidad se basta a sí misma. Y se ha dicho con razón:
la naturaleza es estable, pero no las riquezas[92],15
pero es mucho más bello decir «la virtud» que la naturaleza. También se dice que el tiempo revela al amigo, y las desgracias más que la buena suerte. Pues entonces es evidente que «los bienes de los amigos son comunes», porque sólo éstos escogen, en lugar de los bienes o males naturales sometidos a la buena y a la mala suerte, al ser humano con preferencia a la existencia de unos y a la ausencia de otros. Y la desgracia pone de ma20nifiesto quiénes no son realmente amigos, sino que lo son por alguna utilidad fortuita. Y el tiempo manifiesta ambas cosas, pues ni siquiera el amigo útil se revela rápidamente, sino, más bien, el agradable, a excepción, sin embargo, del que es absolutamente agradable, que tampoco se revela rápidamente. Los hombres, en efecto, son semejantes a los vinos y a los alimentos: lo agradable de estas cosas se manifiesta rápidamente, pero 25cuando el tiempo se prolonga, se hacen desagradables y no dulces, y lo mismo ocurre con los hombres. En efecto, lo que es agradable de manera absoluta debe definirse por el fin y por el tiempo. La mayoría estaría de acuerdo en juzgar no sólo a partir de los resultados, sino como ocurre con la bebida que llaman más dulce, porque la bebida deja de ser agradable no a causa del resultado inmediato, sino porque su agrado no es continuo, aun cuando al principio nos haya engañado completamente.
30En conclusión, la amistad primera, por la cual se nombran las otras, está basada en la virtud y aparece gracias al placer de la virtud, como se ha dicho antes. Las otras formas de amistad tienen lugar entre los niños, los animales y los malos. De ahí los proverbios: «cada edad se complace con los de su edad», y «el malo se une con el malo por placer»[93]. Asimismo, los malos 35pueden ser agradables entre sí, no por ser malos o neutrales, sino en tanto que todos tienen algo bueno y, así, concuerdan unos con otros (por ejemplo, en el caso de dos músicos que uno es aficionado a la música y el otro es músico). Además, pueden ser útiles y beneficiosos 1238bunos para otros (no absolutamente, sino con vistas a una intención particular), no en cuanto que son malos o neutrales. Es también posible que un hombre malo sea amigo de un hombre bueno, pues pueden prestarse servicio según sus intenciones: el malo puede serle útil al bueno según la intención actual de este último, y el bueno puede serlo para el incontinente según su intención y para el malo según la intención conforme a la 5naturaleza. Y le deseará buenas cosas: absolutamente, las que son absolutamente buenas; condicionalmente, las que son buenas para el amigo, en tanto que puedan ser beneficiosas en la pobreza y la enfermedad, y estas últimas a causa de los bienes absolutos; por ejemplo, tomar un medicamento, que no lo desea en sí mismo, sino a causa de un fin particular. Además, estas relaciones de amistad pueden establecerse según la manera como son amigos entre sí los que no son buenos; el malo 10puede ser agradable no en tanto que es malo, sino en cuanto que participa de alguna característica común con el otro, por ejemplo, si es músico, o incluso en cuanto que hay algo equitativo en todos (por esto, algunos son sociables, aun cuando no sean buenos), o en cuanto que concuerdan, ya que todos tienen algo de bueno.
3. Amistad e igualdad
Éstas son, pues, tres especies de amistad. En todas 15ellas, la amistad indica de alguna manera igualdad, pues, incluso los amigos según la virtud, lo son entre sí en una cierta igualdad de virtud.
Pero hay otra variedad en las amistades: la que se funda en la superioridad, como la de un dios hacia el hombre, pues ésta es otra especie de amistad, y, glo20balmente, la del gobernante y la del gobernado. También es diferente la justicia, ya que es por analogía por lo que es igual, no por el número. En esta clase se encuentra la del padre hacia su hijo y la del bienhechor hacia su favorecido. Y entre estas mismas clases de amistad hay variedades: la del padre hacia el hijo difiere de la del hombre hacia su mujer: ésta se parece a la del gobernante hacia su súbdito, mientras que la prime25ra a la del bienhechor hacia su favorecido. Pero en estas clases de amistad no existe, o no existe de la misma manera, la correspondencia en el amor. Sería, en efecto, ridículo reprochar a la divinidad no amar, a su vez, de la misma manera que es amada, o que el gobernado reprochara al gobernante, pues es propio del gobernante ser amado, no amar, o amar de otra manera. El pla30cer también es diferente: el placer que proporciona a un hombre que se basta a sí mismo su propiedad o su hijo no es idéntico al del hombre en la necesidad espera de lo que le llegue. Así, también, en el caso de los amigos por utilidad o por placer: la amistad de los primeros se funda en la igualdad, la de los otros en la supe35rioridad. Por esta razón, los que piensan estar en el primer caso se duelen, si no pueden ser útiles o beneficiosos de la misma manera, y lo mismo ocurre con el placer. Y esto es evidente entre los enamorados, ya que a menudo es la causa de contiendas recíprocas; en efecto, el amante no ve que la proporción no es la misma para ellos en lo que concierne al deseo. Por eso, dijo Enico[94]:
Un amado, no amante, podría hablar así.
Sin embargo, ellos piensan que la proporción es la misma.
4. Amistad y desigualdad
Como hemos dicho, hay tres especies de amistad: se1239agún la virtud, según la utilidad y según el placer. Éstas se dividen, a su vez, en dos: las que se basan en la igualdad y las que se basan en la superioridad. Ambas son, ciertamente, amistades, pero los verdaderos amigos son 5aquellos entre los cuales existe la igualdad, pues sería extraño que un hombre fuera amigo de un niño, aun cuando lo ame y sea amado. A veces es necesario que el superior sea amado, pero si ama, se le reprochará amar a un ser indigno, pues el amor se mide por la dignidad de los que aman y por una cierta igualdad. Así, en ciertos casos, a causa de la insuficiencia de edad, 10uno no merece ser amado como ama; en otros, a causa de una superioridad en virtud, en nacimiento o en cualquier otra cosa semejante. Pues se debe esperar que el superior juzgue bien amar menos o no amar en la amistad, ya esté fundada en la utilidad, en el placer o la virtud. Así, surgen disputas entre aquellos que son ligeramente superiores (en efecto, lo que es pequeño, en 15ciertos casos, no tiene importancia, como en el peso de la madera, mas sí la tiene en el peso del oro; pero lo pequeño se juzga mal, pues un bien propio parece grande por su proximidad, pero el ajeno parece pequeño, debido a su lejanía). En cambio, cuando la superioridad es excesiva, ni las mismas partes se preguntan si debe haber correspondencia en el amor o ser amado como se ama; por ejemplo, si se reclamara a la divinidad la reciprocidad de amor.
Es evidente, pues, que los hombres son amigos cuan20do se hallan en un plan de igualdad, pero se puede amar recíprocamente sin ser amigos. Y es evidente, también, por qué los hombres buscan más la amistad basada en la superioridad, que la basada en la igualdad, porque así consiguen dos cosas: ser amados y ser superiores. Por esta razón, algunos juzgan más digno al adulador que al amigo, ya que la persona adulada parece poseer 25ambas ventajas. Tales son, sobre todo, los amigos de honores, ya que el ser admirado implica superioridad. Por naturaleza, unos nacen amorosos, otros ambiciosos. El que se complace en amar más que en ser amado es amoroso; pero el que goza siendo amado es ambicioso. De modo que el que se complace en ser admirado y 30amado es amigo de la superioridad, mientras que el que ama el placer de amar es amoroso, ya que <este sentimiento> está en él necesariamente por el hecho de su actividad; ser amado, en efecto, es accidental, puesto que uno puede ser amado sin saberlo, pero no amar. Y corresponde a la amistad amar más que ser amado, 35pero ser amado se refiere, más bien, al objeto del amor. Y he aquí la prueba: un amigo elegiría, si ambas cosas no fueran posibles, conocer más que ser conocido, como hacen las mujeres en el caso de adopción, por ejemplo, Andrómaca en la tragedia de Antifonte[95]. Pues el querer ser conocido parece ser un sentimiento egoísta 40y estar motivado por un deseó de recibir algún bien, pero no de hacerlo, mientras que uno quiere conocer para obrar y amar. Por esta razón, alabamos a los que conti1239bnúan amando a sus muertos, pues conocen sin ser conocidos.
5. Amistad y semejanza
Se ha dicho, pues, que existen varias clases de amistad y cuántas, es decir, tres, y que hay una diferencia entre ser amado y ser correspondido en el amor, y en qué difieren los amigos que tienen una relación de igual5dad y los que tienen una relación de superioridad.
Pero, puesto que la palabra «amigo» se emplea en un sentido más universal, como se ha dicho al principio, por aquellos que hacen intervenir consideraciones exteriores al tema (unos dicen que es lo semejante, otros, que lo contrario), hemos de hablar de estas amistades 10y de sus relaciones con las ya estudiadas. La semejanza se relaciona con el placer y también con el bien, pues éste es simple, pero el mal polimorfo. El hombre bueno es siempre semejante a sí mismo y no cambia de carácter; el malo y el insensato no se parecen en nada por la tarde a lo que eran por la mañana. Por esto, los 15malos, si no se ponen de acuerdo, no son amigos entre ellos, sino que se separan; y una amistad inestable no es amistad. Por consiguiente, es así como el semejante es amigo, porque el bien es semejante. Pero, por otra parte, es también querido bajo el punto de vista del placer, pues para los semejantes son agradables las mismas cosas, y cada uno es agradable a sí mismo por naturaleza. Por esta razón, las voces, los modos de ser 20y la compañía de los miembros de la misma familia son lo más agradable entre sí, y lo mismo ocurre con los animales. En este sentido, es posible que también los malos se amen unos a otros:
el malo se une con el malo por placer[96].
Ahora bien, lo contrario es amigo de lo contrario en lo que respecta a la utilidad, porque lo semejante es 25inútil a sí mismo; así, el señor necesita del esclavo, y el esclavo del señor, y la mujer y el hombre se necesitan el uno al otro; y lo contrario es agradable y apetecible en cuanto útil, no por estar contenido en el fin, sino como un medio para el fin. En efecto, cuando alcanza lo que apetece, ha alcanzado el fin, y no desea lo contrario; por ejemplo, el calor no desea al frío, ni lo seco desea a lo húmedo.
Pero, en un sentido, la amistad del contrario es tam30bién la del bien. En efecto, los contrarios se desean unos a otros a causa del término medio, como las dos partes de una contraseña[97] se «desean» una a otra, pues nace así, a partir de los dos, una realidad que es el término medio. Por eso, accidentalmente es también la amistad del contrario, pero en sí es la amistad del término medio, porque los contrarios no se desean uno a otro, sino al término medio. En efecto, cuando los hombres tie35nen mucho frío, si se calientan, se sitúan en el término medio, y cuando tienen demasiado calor, lo consiguen enfriándose, y así en otras cosas. De otro modo, estarían siempre en un estado de apetencia, no en el justo medio. Pero el que está en el medio se alegra sin apetito de las cosas agradables por naturaleza, mientras que los otros gozan con todo lo que les saca de su estado natural. Esta especie de relación se encuentra también entre los seres inanimados; pero la amistad surge cuan40do se trata de los seres vivos. Por eso, a veces, las gentes se alegran con las personas que no son semejantes 1240aa ellas; por ejemplo, los austeros se complacen con los joviales, y los activos con los perezosos, porque unos y otros se sitúan en el justo medio. Es por accidente, pues, como se dijo, por lo que los contrarios son amigos, y esto a causa del bien.
Se ha tratado, pues, de cuántas especies de amistad 5hay y de cuáles son los diferentes sentidos en que se habla de amistad, de los que aman y de los que son amados, y de las condiciones en que son amigos y de aquellas en que no lo son.
6. El amor a sí mismo
La cuestión de saber si uno es o no su propio amigo requiere mucho examen. En efecto, algunos creen que 10cada uno es, ante todo, amigo de sí mismo, y sirviéndose de esta amistad como de una norma, juzgan la amistad con respecto a los otros amigos. Según los argumentos y los rasgos característicos de los amigos, hay oposición o evidente semejanza entre los dos casos, pues esta amistad existe de una cierta manera analógica y no de una manera absoluta, porque ser amado y amar 15exigen dos elementos distintos. Por eso, más bien, un hombre es un amigo de sí mismo a la manera de lo que sucede con el incontinente y con el continente: se ha dicho de qué modo esto sucede, voluntaria o involuntariamente, por estar las partes del alma relacionadas entre sí de una cierta manera. Y todas estas cuestiones son semejantes: si uno puede ser su propio amigo o enemigo, y si uno puede tratarse injustamente; pues todas 20estas relaciones implican dos elementos distintos, ya que en cuanto que el alma es en cierto sentido doble, estas relaciones pueden existir, pero en cuanto que esos elementos no son distintos, ellas no pueden existir.
A partir de este modo de ser para consigo mismo, se distinguen los restantes modos de amistad, los cuales en los argumentos acostumbrábamos a examinar[98]. En efecto, se considera que un amigo es aquel que le desea a alguien cosas buenas o que cree que son bue25nas, no por causa de sí mismo, sino por causa del otro; y, en otro sentido, lo es también aquel que desea la existencia de alguien por causa de este otro y no por sí mismo; incluso si no reparte los bienes, sino que sólo <desea> la existencia, se juzgará que es, por encima de todo, amigo del otro; en un tercer sentido, es amigo aquel que elige convivir con alguien por causa de su 30compañía y no por razón de otra cosa: así, los padres desean la existencia de sus hijos, pero conviven con otras personas. Todas estas clases de amistad están en conflicto unas con otras, pues los hombres no creen que son amados, a no ser que se desee, para unos, bienes, para otros, la existencia, para otros, la convivencia con ellos. Además, consideramos amistad al hecho de sufrir con el que sufre, no por una razón ajena, como los esclavos respecto de sus señores, que simpatizan con ellos, porque éstos son duros cuando sufren y no por causa 35de sus mismos señores, como las madres con sus hijos y los pájaros que comparten el dolor de sus semejantes. Pues, por encima de todo, el amigo desea compartir no sólo el dolor con su amigo, sino también el mismo dolor (por ejemplo, si está sediento, compartir la sed), si esto es posible, y si no lo es, experimentar el dolor más próximo. El mismo argumento vale para la alegría: es un 1240brasgo de amistad alegrarse por la única razón de que el otro se alegra.
Se dicen, además, sobre la amistad afirmaciones como: «la amistad es igualdad», «los verdaderos amigos tienen una sola alma». Todas estas afirmaciones se refieren al individuo, pues ésta es la manera como el indi5viduo se desea el bien a sí mismo. Efectivamente, nadie se hace un bien a sí mismo por un motivo ajeno o para ganarse el favor de alguien, ni nadie dice, en cuanto individuo, que se beneficia; pues aquel que evidencia su amor desea parecer amar, pero no amar. Y desear, principalmente, la existencia, el convivir, el compartir la alegría y el dolor y ser, por tanto, una sola 10alma, y no poder vivir el uno sin el otro, sino desear morir juntos, tal es la situación del individuo, y él es así su propio compañero. Todos estos sentimientos pertenecen al hombre bueno en su relación consigo mismo; en el malo, es decir en el incontinente, están disociados, y por esto parece posible que un hombre sea su propio enemigo, pero, en tanto en cuanto que es uno 15e indivisible, se desea a sí mismo. Tal es el hombre bueno, el amigo según la virtud, porque el hombre perverso, sin duda, no es uno, sino múltiple, y en el mismo día es otra persona e inconstante. Por consiguiente, también la amistad de un hombre hacia sí mismo nos lleva de nuevo a la amistad del hombre bueno. En efecto, en la misma medida en que un hombre, de algún modo, 20es semejante a sí mismo, y uno y bueno para sí mismo, en esa misma medida es amigo de sí mismo y el objeto de su deseo, y este tal lo es por naturaleza, mientras que el malo lo es contra la naturaleza.
Ahora bien, el hombre bueno no se reprocha a sí mismo, como el incontinente, ni el hombre de hoy hace reproches al de ayer, como el arrepentido, ni el hombre del pasado al de mañana, como el mentiroso, y, globalmente, si hay que hacer distinciones, como hacen los sofistas, él está relacionado consigo mismo, como «Coriseo» y «Coriseo bueno»; pues es evidente que, en cier25ta manera, es el mismo ser, bueno para sí mismo; porque cuando los hombres se acusan a sí mismos, se matan; sin embargo, toda persona se cree buena para sí misma. Y el hombre absolutamente bueno busca ser amigo de sí mismo, como se ha dicho, porque posee dentro de sí dos partes que, por naturaleza, desean ser amigas y que es imposible separar. Por tanto, en el caso 30del hombre, parece que cada uno es amigo de sí mismo, pero no en el caso de los demás animales, por ejemplo, el caballo no es objeto de deseo para sí mismo y, así, no es amigo de sí mismo. Tampoco los niños, sino solamente cuando poseen ya la capacidad de elección, pues entonces su entendimiento discrepa de su apetito.
La amistad hacia uno mismo se parece a la de los 35miembros de una familia, pues no está en nuestro poder romper ni una ni otra; sino que, incluso si discrepan, los parientes no dejarán de ser parientes, y el individuo permanecerá uno mientras viva.
Así pues, de todo lo dicho resultan evidentes los diferentes sentidos de la palabra «amar», y la relación de todas las amistades con la primera.
7. Concordia, benevolencia y amistad
También es apropiado a nuestra investigación con1241atemplar la concordia y la benevolencia: unos creen que ambas se identifican con la amistad, pero otros piensan que son correlativas. La benevolencia no difiere enteramente de la amistad ni es idéntica. En efecto, dividida la amistad según tres modos, la benevolencia no se en5cuentra ni en la amistad fundada en la utilidad ni en la amistad fundada en el placer. Pues si un hombre por su utilidad personal desea el bien de otro, no es por éste sino por sí mismo por lo que lo desea; pero parece que, como la amistad fundada en la virtud, la benevolencia no tiene como fin la persona que la experimenta, sino aquella a la cual va dirigida. Y si la benevolencia se encontrara también en la amistad fundada en el placer, entonces se tendría, incluso, benevolencia hacia los objetos inanimados. De manera que es evidente que la 10benevolencia hace referencia a la amistad ética. Pero aquel que es benévolo sólo desea, mientras que es propio del amigo hacer también lo que desea. La benevolencia, en efecto, es el principio de la amistad, puesto que todo amigo es benévolo, pero no todo benévolo es amigo, pues aquel que es sólo benévolo se parece al que está empezando algo; por esta razón, la benevolencia 15es el principio de la amistad, pero no es la amistad.
Se cree, en efecto, que los amigos están de acuerdo y que los que concuerdan son amigos. Pero la concordia basada en el sentimiento amoroso no se extiende a todo, sino a los actos de las personas concordes y a las cosas que tienden a la vida en común; y no es solamen20te un acuerdo en el pensamiento y en el deseo (porque es posible pensar y desear cosas contrarias, como vemos que existe esta discordancia en el incontinente), y si uno está de acuerdo en la elección no tiene por qué estarlo también en el apetito. Entre los buenos existe la armonía; siendo así, por cierto, que los malos eligen y desean las mismas cosas y se perjudican unos a otros.
Y la concordia, al igual que la amistad, parece que no 25se dice de una manera simple, sino que la primera es también por naturaleza buena, por lo cual no es posible que los malos estén así de acuerdo; pero hay otra clase, según la cual, incluso los malos concuerdan, cuando eligen y desean las mismas cosas. Pero deben desear lo mismo, de manera que ambos puedan poseer lo que desean, pues si el objeto del deseo es tal que no es posible que pertenezca a ambos, se pelearán; en cambio, los que 30están de acuerdo no se pelean.
Hay, pues, concordia cuando la elección es la misma tanto en lo que concierne al mandar como al obedecer, cada uno no escogiéndose a sí mismo, sino ambos escogiendo a la misma persona. En suma, la concordia es la amistad política.
Baste con lo dicho sobre la concordia y la benevolencia.
8. Bienhechor y favorecido
Se discute por qué los bienhechores aman más a 35los favorecidos que éstos a aquéllos. Parece, en cambio, que lo justo es lo contrario. Se podría creer que esto ocurre por utilidad y provecho personal, pues al bienhechor se le debe el favor, mientras que el favorecido debe restituir la deuda. Sin embargo, no es esto sólo, sino también una ley natural, porque la actividad es preferible; y la relación es la misma que existe entre obra 40 y actividad, siendo, de alguna manera, el favorecido obra del bienhechor. Ésta es la razón de por qué, incluso 1241ben los animales, existe un impulso hacia los hijos, para engendrarlos y protegerlos, una vez nacidos. De hecho, los padres (y las madres más que los padres) aman a sus hijos más de lo que son amados, y éstos, a su vez, 5aman a sus hijos más que a sus padres, porque la actividad es lo mejor. Y las madres aman <a sus hijos> más que los padres, porque creen que los hijos son más obra suya; efectivamente, se juzga la obra por la dificultad, y la madre sufre más en el nacimiento del hijo.
10De esta manera queda definida la amistad hacia uno mismo y la amistad entre muchos.
9. Amistad, justicia y comunidad
Se cree que la justicia es igualdad y que la amistad se encuentra en la igualdad, si no es en vano como se dice: «la amistad es igualdad». Todas las constituciones políticas son una especie de justicia, pues son comuni15dades[99], y todo lo común se funda en la justicia. Por consiguiente, hay tantas especies de amistad como de justicia y de comunidad; y todas estas especies lindan unas con otras y tiene diferencias apenas perceptibles. Pero las relaciones de semejanza entre el alma y el cuerpo, el artesano y el instrumento, el señor y el esclavo, 20no dan lugar a una comunidad, pues no son dos seres distintos, sino que el primero es uno, pero el otro forma parte de éste y no es uno. Tampoco el bien es divisible entre ellos, sino que el bien de ambos pertenece a uno solo por cuya causa existe. El cuerpo, en efecto, es un instrumento congènito, y el esclavo es como una parte y un instrumento separables del señor, siendo el instrumento una especie de esclavo inanimado.
25La otras comunidades son una parte de las comunidades de la ciudad; por ejemplo, la de las fratrías o de las cofradías religiosas, o las comunidades financieras. Y todos los regímenes políticos, tanto los correctos como los desviados, se encuentran en la familia (pues en los regímenes ocurre lo mismo que en las armonías mu30sicales)[100]. Monarquía es la relación del padre con sus hijos; aristocracia, la del hombre con su mujer; república, la de los hermanos entre sí. Las desviaciones son: la tiranía, la oligarquía y la democracia[101]. Éstas son las formas de justicia.
Sin embargo, puesto que la igualdad puede ser numérica y proporcional, habrá también diferentes especies de justicia, de amistad y de comunidad. La comunidad democrática se basa en la igualdad numérica, y también la amistad entre compañeros (pues se mide por la misma norma); en cambio, la comunidad aristocráti35ca (que es la mejor comunidad) y la monárquica se basan en la igualdad proporcional (pues lo justo no es lo mismo para el superior y para el inferior, sino que es algo proporcional a cada uno); tal es, igualmente, la amistad del padre y del hijo, y lo mismo ocurre en las co40munidades.
10. Amistad política o cívica
Se habla, pues, de amistad entre parientes, entre 1242acompañeros, entre miembros de una comunidad, siendo esta última la llamada amistad política. La amistad entre parientes tiene varias especies: una entre hermanos, otra entre padres e hijos, pues una se funda sobre la igualdad proporcional, por ejemplo, la paterna; otra, sobre la numérica, como la amistad entre hermanos; ésta está cerca de la amistad entre compañeros, puesto 5que también allí cuentan los privilegios que dimanan de la edad.
A su vez, la amistad política está constituida principalmente en función de la utilidad, puesto que parece que los hombres, al no bastarse a sí mismos, se han reunido, aunque se hayan reunido también para vivir juntos. Sin embargo, sólo la amistad cívica y su desvía10ción no son simplemente amistades, sino también comunidades a título de amigos; las otras se fundan en la superioridad. Lo justo se encuentra, en mayor grado, en la amistad por utilidad, ya que esto es lo que constituye la justicia cívica. De otra clase es, en efecto, la asociación de la sierra con el arte: no se hace por causa de un fin común (pues son como el instrumento y el 15alma), sino por causa del interés del que la usa. Sucede, en efecto, que el instrumento mismo recibe la atención que merece de acuerdo con su función, pues existe por ella; y la naturaleza esencial del taladro es doble, siendo la principal su actividad, que es la perforación. Es en esta especie en la que se encuentra el cuerpo y el esclavo, como se ha dicho antes.
20Por consiguiente, buscar cómo hay que comportarse con el amigo es buscar una cierta justicia, pues, en general, toda la justicia está en relación con un amigo, porque lo justo lo es para ciertas personas y comunidades, y un amigo es un miembro de la comunidad, o en la familia o en la vida. En efecto, el hombre no es solamente un animal social, sino también familiar, y, al revés que los otros animales, no se aparean ocasionalmente 25hombre y mujer; en un sentido particular, pues, el hombre no es un animal solitario, sino hecho para la asociación con aquellos que son naturalmente sus parientes. Habrá, pues, una cierta comunidad y una cierta justicia, aun cuando no exista la ciudad, pues la familia es una amistad. A su vez, la relación entre el señor y el esclavo es la del arte y los instrumentos, del alma y 30el cuerpo, relaciones éstas que no son amistades ni formas de justicia[102], sino algo análogo, como tampoco la salud no es justicia, sino algo análogo. La amistad de la mujer y del hombre existe en la medida de su utilidad y es una comunidad; la del padre y del hijo es la misma que la de la divinidad hacia el hombre, del bienhechor hacia el favorecido, y, en general, la del que naturalmente gobierna hacia el naturalmente gobernado. La de los hermanos entre sí es, sobre todo, la amis35tad entre compañeros, fundada en la igualdad:
palabras, en efecto, que se aplican a gentes que buscan 40la igualdad. Es por esto por lo que en la casa se encuentran, ante todo, los principios y las fuentes de la amis1242btad, de la organización política y de la justicia.
Ahora bien, puesto que hay tres especies de amistad fundadas sobre la virtud, la utilidad y el placer, y dos variedades en cada una de ellas (pues cada una de ellas se considera en relación con la superioridad y la igualdad), es evidente que la justicia en estas amistades 5resulta de las discusiones precedentes. En la amistad basada en la superioridad, se reclama la proporcionalidad, pero no de la misma manera, sino que el superior invierte la proporcionalidad: su relación con el inferior es como la que existe entre los servicios prestados por el inferior y los suyos propios, siendo su situación como la del gobernante respecto del súbdito; y si esto no 10es así, reclama al menos la igualdad numérica. Así, precisamente, sucede también en otras comunidades en las que los amigos participan según una igualdad numérica o proporcional: si las partes contribuyen con una suma de dinero numéricamente igual, se reparten los beneficios según una igualdad numérica, pero si la suma de 15dinero es desigual, se los reparten proporcionalmente. El inferior, por el contrario, invierte la proporcionalidad y cruza las relaciones[104]. Pero, de esta manera, podría parecer que el superior sale perjudicado, y que la amistad y la comunidad son un servicio. Es preciso, pues, restablecer la igualdad por otros medios y asegurar la proporcionalidad; esto se consigue con el honor que pertenece por naturaleza al gobernante y a la divi20nidad en relación con el súbdito. Así hay que igualar el provecho al honor.
La amistad basada en la igualdad es la amistad cívica. Ésta, de una parte, se basa en la utilidad, y las ciudades son amigas entre sí de la misma manera que los 25ciudadanos; e, igualmente, se dice: «los atenienses no conocen ya a los de Mégara»; tampoco son amigos los ciudadanos cuando no son útiles unos para otros, sino que la amistad es un intercambio de mano a mano. Hay, por otra parte, una relación de gobernante a gobernado que no es ni la natural ni la real, sino la que hace que, 30sucesivamente, uno gobierne y sea gobernado; y esto, no para hacer el bien como la divinidad, sino para igualar el bien recibido y el servicio prestado. Así pues, la amistad cívica desea estar basada en la igualdad. Pero existen dos especies de amistad basada en la utilidad: la legal y la ética. La amistad cívica mira a la igualdad y a la cosa, como hacen los vendedores y los compradores, por eso se dice:
un salario para el amigo[105].
Cuando, pues, se basa en un acuerdo, esta amistad es 35cívica y legal; pero cuando confían unos en otros, la amistad pretende ser ética y de compañero. Por eso, en esta amistad hay más reclamaciones; la razón es que ésta es contraria a la naturaleza. En efecto, las amistades difieren según que estén basadas en la utilidad o en la virtud, pero las personas desean tener ambas, a 40la vez, y se unen por causa de la utilidad, pero pretenden hacer de ella una amistad ética, como entre hombres buenos; por esto, obran a la manera de los que 1243aconfían, y no crean una amistad legal.
En general, de entre las tres clases de amistad, las reclamaciones tienen lugar, sobre todo, en la amistad basada en la utilidad (porque la virtud es irreprochable, y los amigos por placer, después de haber recibido y dado su parte, se separan; pero los amigos por utili5dad no se separan tan pronto, si se comportan también como compañeros y no sólo de una manera legal). Sin embargo, la amistad por utilidad, la que es legal, es irreprochable. La separación legal es una cuestión de dinero (ya que con éste se mide la igualdad), mientras que la separación ética es voluntaria. Por esto, en ciertos lugares una ley prohíbe a los amistosamente asociados los procesos por contratos voluntarios, y con razón, porque los buenos por naturaleza no recurren a la jus10ticia, y estos hombres establecen sus contratos como hombres buenos y de confianza. Pero en esta amistad las reclamaciones de uno y otro son dudosas por ambas partes: ¿cómo podría cada uno hacer reproches al otro cuando la confianza se apoya en el carácter moral y no en la ley?
Existe una dificultad: ¿cómo hay que juzgar lo justo? ¿Mirando la cantidad o la calidad del servicio prestado, o mirando, más bien, al favorecido? En efecto, puede ocurrir lo que dice Teognis[106]:
para ti, oh diosa, esto es pequeño, pero para mí grande,
aunque es posible que lo contrario también suceda, co20mo en la sentencia: «esto es un juego para ti, pero para mí es la muerte». De ahí, surgen las reclamaciones, como se ha dicho. Efectivamente, el primero juzga digna la recompensa, como quien ha prestado un gran servicio, porque lo hizo al que se lo pedía o por alguna otra razón, considerando cuánto su servicio representaba para el otro y no lo que representaba para él mismo; el segundo, al contrario, insiste sobre cuánto significaba 25aquello para el dador, pero no para sí mismo. A veces se cambia la situación: uno dice cuán poco provecho ha sacado de ello, mientras que el bienhechor insiste sobre cuánto le ha costado. Por ejemplo, si corriendo un riesgo le prestó un servicio del valor de un dracma: uno habla de la magnitud del riesgo, el otro de la del dinero, como en la restitución de una deuda; en este caso, en efecto, la disputa versa sobre lo siguiente: 30uno exige el valor de la moneda de entonces, el otro su valor actual, a no ser que hubiesen llegado a un acuerdo en el contrato.
La amistad política mira, pues, al acuerdo y a la cosa, mientras que la ética considera la intención; por ello, ésta es más justa, es una justicia amistosa. La causa del conflicto está en que la amistad ética es más noble, 35pero la amistad útil más necesaria. Los hombres empiezan como amigos éticos, o sea amigos por virtud, pero cuando se llega a chocar con algún interés privado, resulta evidente que eran diferentes. Pues es en la abun1243bdancia donde la mayoría persigue lo que es bello y, por eso, también la amistad más bella.
Se ven, así, claramente las distinciones que hay que hacer sobre esta materia. Si son amigos en sentido ético, hay que considerar si su intención es igual y ninguno de los dos debe reclamar algo más digno del otro; si son amigos útiles y políticos, hay que considerar có5mo habrían podido sacar provecho de su acuerdo. Pero si uno afirma que son amigos de una manera y el otro que de otra, no es honroso, cuando se debe una correspondencia activa, hacer meramente bellos discursos; y lo mismo, también, en el otro caso[107]. Pero cuando no han previsto la situación en un contrato, con el pretexto de que se trataba de una amistad ética, conviene que alguien juzgue, y que ninguna de las partes intente engañar bajo un falso pretexto, de manera que cada uno 10debe contentarse con su suerte. Es evidente que la amistad ética se basa en la intención, pues si alguien, después de haber recibido grandes beneficios, sólo corresponde a ellos en la medida de sus posibilidades por no poder más, obra correctamente; así, también, la divinidad se contenta con recibir sacrificios proporcionados a nuestros recursos. Pero un vendedor no estará satisfecho, si uno le dice que no le puede dar más, como tampoco lo estará el prestamista.
Muchas reclamaciones surgen en las amistades por 15parte de aquellos que no son amigos según una reciprocidad directa, y no es fácil de ver lo que es justo. En efecto, es difícil de medir con un criterio único lo que no es directamente recíproco, como ocurre con los enamoradizos, pues uno busca al otro como alguien con quien es agradable vivir, mientras que el segundo busca, a veces, al primero como alguien útil. Pero cuando cesa el amor, al cambiar uno cambia el otro, y, enton20ces, calculan lo que les toca a cada uno y disputan como Pitón y Pammenes[108], y en general como el maestro y el discípulo (pues la ciencia y el dinero no tienen medida común), y como el médico Heródico con el paciente que le pagaba poco y como el citarista y el rey: el primero estaba en relación con el rey porque le era 25agradable, y éste con aquél porque le era útil; pero el rey, cuando llegó el momento de pagar, se consideró a sí mismo como un asociado agradable, y dijo que, así como el citarista lo había alegrado con sus cantos, también él había alegrado al citarista con sus promesas[109]. Ahora bien, también en este caso resulta evidente cómo hay que distinguir: también aquí hay que medir con un solo criterio, no numéricamente, sino proporcionalmen30te. Hemos de medir, en efecto, según una proporción, como se mide la comunidad política. Pues, ¿cómo un zapatero se asociaría con un agricultor, si sus trabajos no se igualan por medio de una proporción? Así pues, la medida para las comunidades no directamente recíprocas es la proporción, por ejemplo, si una parte se queja de que ha dado la sabiduría y la otra el dinero, hay que examinar qué es la sabiduría en relación con 35el dinero, y luego qué ha dado cada uno. Pues si uno ha dado la mitad de una cantidad pequeña y el otro ni la ínfima parte de una mayor, es evidente que éste comete una injusticia. Pero también aquí hay ambigüedad en el principio, si uno dice que su relación se basa en la amistad de utilidad, y el otro lo niega y dice que se basa en otro tipo cualquiera de amistad.
11. Algunos problemas particulares de la amistad
1244aAcerca del hombre bueno y del amigo basado en la virtud, hemos de considerar si uno debe prestarle servicios útiles y ayudarle, o debe hacerlo al que es capaz de corresponder en igual medida. Es el mismo problema que saber a quién, preferentemente, se ha de hacer el bien, si al amigo o al hombre bueno. Si el amigo es también bueno, quizá no resulte demasiado difícil, con 5tal de que no se exagere un aspecto y se rebaje el otro, haciéndolo muy amigo pero moderadamente bueno. Si no es así, surgen muchos problemas; por ejemplo, si uno era amigo, pero no va a serlo más, y el otro todavía no lo es, pero lo será, o bien si uno lo fue, pero ya no lo es, y el otro lo es, pero no lo fue ni lo será. Con 10todo, el primer problema es más difícil. Quizá, en efecto, Eurípides tiene razón cuando dice:
Tus palabras son una justa recompensa a tus palabras, pero una obra para aquel que ha realizado una obra[110],
y no hay que darlo todo al padre, sino que hay otras cosas que uno debe dar a su madre, aunque el padre sea superior, pues tampoco se sacrifica todo a Zeus, ni 15recibe todos los honores, sino sólo algunos. Quizá, pues, haya servicios que deban prestarse al amigo útil, y otros al amigo bueno; por ejemplo, si alguien te da comida y lo necesario, no estás obligado a convivir con él; tampoco el convivir con alguien te obliga a darle las cosas que has recibido, no de él, sino del amigo útil; pero los que, obrando así, lo dan todo erróneamente al que aman, no se hacen merecedores de nada.
Todas las definiciones ya dadas de la amistad en los 20discursos son, en algún sentido, efectivamente, definiciones de la amistad, pero no de la misma clase de amistad. Realmente, <es una nota de amistad> desearle al amigo útil lo bueno para él, y también al bienhechor y, en definitiva, a cualquiera (pues esta definición de amistad no es distintiva); y <lo es también> desearle la existencia a otra clase de amigo, y con otro, <de25sear> convivir con él, y con el amigo según el placer, <desear> compartir sus dolores y sus alegrías. Todas estas definiciones se dicen de una cierta amistad, pero ninguna se refiere a una amistad única. Por eso existen muchas definiciones y se cree que cada una se aplica a una amistad única, no siéndolo; por ejemplo, el desear la existencia de alguien; en efecto, el amigo superior y el bienhechor desean la existencia de su propia obra (y se debe corresponder al que da la existencia), 30pero no desean convivir con ella, sino con el amigo agradable. En algunos casos, los amigos se ofenden recíprocamente, porque prefieren más a los objetos que al poseedor; y son amigos del poseedor de la misma manera que se elegiría el vino porque es agradable, y la riqueza 35porque es útil, pues él es más útil. Por eso se indigna, como si se hubiese preferido antes que a él un bien inferior; pero los otros se quejan, pues buscan ahora en él al amigo bueno, después de haber buscado al amigo agradable y útil.
12. Autarquía y amistad
1244bHay que investigar también acerca de la autarquía y de la amistad, y acerca de las relaciones que se establecen entre ambas significaciones. Pues se podría uno preguntar si alguien, suficiente en todo, tendrá algún amigo, o bien si se busca un amigo en la necesidad, o si el hombre bueno será el más suficiente. Si el hombre 5bueno es feliz, ¿en qué tendrá necesidad de un amigo? No corresponde al que se basta a sí mismo tener necesidad ni de amigos útiles ni de amigos que lo diviertan, ni de compañía, porque le basta vivir consigo mismo. Esto resulta evidente sobre todo para la divinidad: está claro que no teniendo necesidad de nada no necesitará un amigo ni lo tendrá, como tampoco tendrá nada de lo que necesita el señor. En consecuencia, el hombre 10más feliz no tendrá, de ningún modo, necesidad de amigos, salvo en la medida en que le sea imposible ser suficiente. Al que vive la vida mejor le es necesario, pues, tener muy pocos amigos, y que sean cada vez más reducidos, y no se esforzará por tenerlos; al contrario, se preocupará poco no sólo de amigos útiles, sino también de aquellos con los cuales elegiría convivir. Parece en15tonces, sin duda, evidente que no es por la utilidad o el provecho por lo que un amigo existe, sino que el amigo basado en la virtud es el único amigo. Pues cuando no tenemos necesidad de nada, todos buscamos gente que comparta nuestras alegrías, y bienhechores más que favorecidos. Y tenemos un mejor juicio en la suficiencia que en la necesidad, y es entonces, sobre todo, cuan20do necesitamos amigos dignos de convivir con nosotros.
Hemos de investigar esta dificultad, no sea que, aun cuando lo dicho esté bien, se nos escape algo a causa de la comparación. La cuestión resulta evidente si consideramos qué es la vida en acto y como fin: es patente 25que la vida consiste en percibir y conocer en común. Pero percibirse y conocerse constituyen lo más deseable para cada uno (y, por esto, el deseo de vivir es innato en todos, pues el vivir debe considerarse como un cierto conocimiento). Si, pues, uno lograra separarse e 30hiciera posible el conocerse a sí mismo por sí y con relación a otra cosa[111] (pero esto ha quedado oscuro tal como se ha descrito en el discurso[112], aunque en la realidad no puede permanecer oscuro) sería del todo indiferente que otro conociera en lugar de uno mismo, y esta situación se parecería a la de aquel que quisiera que otro viviese en su lugar[113]. Pero es racional pensar que percibirse y conocerse a sí mismo es más desea35ble. Hay que considerar, en efecto, dos cosas al mismo tiempo: que el vivir es deseable y también el bien y, en consecuencia, que es deseable que una tal naturaleza pertenezca a ambos <por la misma>. Si, por consi1245aguíente, una de estas series paralelas[114] se encuentra siempre en la posición de lo deseable, lo conocido y lo percibido existen, hablando globalmente, por participar de la naturaleza definida; de suerte que el desear percibir 5por sí mismo es desear existir de una cierta manera, puesto que, entonces, no somos cada una de estas cosa por nosotros mismos, sino por participar de estas facultades en el percibir y conocer (pues, al percibir, resulta un mismo percibido en el modo y en el aspecto en que uno lo ha percibido anteriormente y en tanto en cuanto percibe este objeto mismo; y, al conocer, resulta uno mismo conocido); así, es por esta razón por lo que uno desea vivir siempre, puesto que siempre desea conocer[115], es decir, puesto que uno mismo desea ser el objeto co10nocido. Por consiguiente, escoger vivir en compañía parecería ser, en cierto sentido, necio: en primer lugar, por lo que el hombre tiene de común con los otros animales, como el comer juntos o beber junios; pues, ¿qué diferencia hay en que estas cosas se realicen juntas o separadas, si se quita la palabra? Pero, incluso el parti15cipar de una conversación al azar, es algo indiferente, y además a los amigos que se bastan a sí mismos no les es posible ni enseñar ni aprender, pues el que aprende no tiene lo que debe, y el que enseña reconoce una deficiencia en el amigo, y la igualdad es la amistad. Sin embargo, según parece, todos encontramos más agradable compartir las cosas buenas con los amigos en la medida en que éstas le suceden a uno, y compartir el 20bien, lo mejor posible. Pero a uno de estos amigos le interesa el placer corporal, a otro los estudios artísticos, a otro la filosofía; y, así, hay que estar, pues, con el amigo. De ahí el proverbio: «los amigos distantes son una carga», de modo que hay que evitar el alejamiento en el caso de la amistad. Por esto, también el amor 25parece ser semejante a la amistad: pues el que ama desea vivir con el amado, aunque no de la manera como debería, sino según sus sentidos.
Así pues, el discurso, al desarrollar la dificultad, afirma estas cuestiones, pero los hechos parecen ir en un sentido tal que, evidentemente, aquel que ha suscitado la dificultad, en cierta manera, nos engaña. Por tanto, hemos de examinar la verdad partiendo de lo que sigue: el amigo quiere ser, como dice el proverbio, «otro Heracles», otro yo. Sin embargo, existe una separación y es 30difícil que surja la unidad. Pero, según la naturaleza, la semejanza es muy estrecha, y así, uno se parece a su amigo desde el punto de vista del cuerpo, otro desde el punto de vista del alma, y entre ellos, uno se parece según una parte, y otro, según otra. Con todo, y pese a ello, un amigo desea existir como un yo separado. 35Ahora bien, percibir y conocer a un amigo debe ser, en cierto modo, percibirse y conocerse a sí mismo. Por consiguiente, compartir incluso los placeres vulgares y vivirlos con un amigo es racionalmente agradable (pues la percepción de sí mismo se presenta siempre al mismo tiempo), pero más todavía compartir los placeres más divinos, y la causa de ello es que siempre es más agradable contemplarse a sí mismo en posesión del bien superior, ya sea esto una pasión, una acción, u otra cosa 1245bdistinta. Pero si se debe vivir bien y también el amigo, y vivir en común incluye el actuar en común, la comunidad se centrará principalmente en las cosas incluidas en el fin. Por esto, es conveniente estudiar juntos y de5leitarse juntos no en los placeres del alimento y las necesidades de la vida (ya que tales comunidades no parecen ser compañías, sino simples goces), sino que cada uno desea compartir con sus amigos el fin que él sea capaz de alcanzar, o, si esto no es posible, se prefiera principalmente hacer el bien a los amigos y recibirlo 10de ellos. Es, pues, evidente que hay que convivir, y que todos lo desean en gran manera, y que esto ocurre, sobre todo, en el hombre que es más feliz y mejor. Pero también es evidente que, de acuerdo con el argumento, no era esto lo que se manifestaba y que ello estaba rectamente deducido, siendo el tal argumento verdadero. En efecto, la solución se encuentra en la síntesis, siendo verdadera la comparación[116]. Pues del hecho de que la divinidad es de tal naturaleza que no tiene necesidad 15de amigo, el argumento postula que esto vale también para el hombre que es semejante. Sin embargo, según este argumento, el hombre bueno no pensará nada, pues no es así como la divinidad es feliz, ya que es demasiado buena para pensar en otra cosa que en sí misma. Y la razón está en que para nosotros el vivir bien depende de algo distinto de nosotros, mientras que, en su caso, la divinidad es en sí misma su vivir bien.
El buscar para nosotros y pedir muchos amigos, pe20ro decir, al mismo tiempo, que el que tiene muchos amigos no tiene ninguno, son dos afirmaciones correctas. En efecto, si es posible convivir con muchos y compartir las percepciones de muchos a la vez, es lo más deseable que ellos sean el mayor número posible; pero puesto que esto es muy difícil, la comunidad activa de percepción debe necesariamente reducirse a un número muy pequeño de personas, de manera que no sólo es 25difícil conseguir muchos amigos (pues es preciso someterlos a prueba), sino también servirse de ellos cuando se los posee[117].
A veces deseamos que el ser querido, si es feliz, esté lejos de nosotros; otras veces deseamos compartir la misma existencia. El desear estar juntos es un signo de amistad, pues todos escogen, si es posible, estar juntos y ser felices; pero si es imposible, entonces uno actuará 30como la madre de Heracles, que hubiera, sin duda, preferido que su hijo fuera un dios más que ser, en compañía de ella, servidor de Euristeo[118]. Pues uno podría expresarse como lo hizo irónicamente aquel lacedemonio, cuando alguien lo exhortó, en medio del temporal, a que invocara a los Dioscuros[119].
Parece que es propio del que ama impedir al amado 35que comparta sus dificultades, y del amado, desear compartirlas. Las dos cosas ocurren razonablemente, pues nada debe ser tan penoso para el amigo como no ver a su amigo; se admite, sin embargo, que no hay que escoger en función de sí mismo. Por eso, uno evita a sus amigos el compartir sus propias dificultades. Basta que uno mismo sufra, a fin de que no parezca, por con1246asideraciones egoístas, que prefiere su alegría a costa del dolor del amigo y, además, que se encuentra más aliviado al no soportar solo las desgracias. Y puesto que es deseable vivir bien y en compañía, es evidente que la convivencia, unida incluso a un bien más pequeño, es, de algún modo, más deseable que disfrutar separada5mente de un bien mayor. Pero, dado que no resulta claro cuánto vale la convivencia, los hombres difieren en este punto, y unos piensan que es un signo de amistad compartirlo todo juntamente, y dicen, por ejemplo, que es más agradable comer juntos los mismos alimentos; otros, sin embargo, no desean compartirlo todo, pues, si imaginamos los casos extremos, se admitirá que es más agradable ser desgraciados juntos que felices sepa10radamente. Y algo semejante a esto ocurre también en las desgracias: ya deseamos que los amigos estén ausentes y que no sufran cuando no están en condiciones de ayudamos, ya pensamos que es más agradable para ellos estar presentes. Y la existencia de esta contradicción es completamente racional, pues esta situación se presenta a consecuencia de lo que hemos dicho, y también 15porque evitamos generalmente contemplar al amigo que sufre o que está en una mala situación, como lo hacemos en nuestro propio caso; pues ver a un amigo es una de las cosas más agradables por la razón ya mencionada, e incluso verlo enfermo si uno también lo está. Por consiguiente, cualquiera que sea de estas dos cosas la más agradable, inclinará la balanza en el sentido de desear o no la presencia. Y esto ocurre también 20entre los peores y por la misma razón, pues ellos se esfuerzan, sobre todo, en que sus amigos no sean felices y no existan si ellos mismos han de ser desgraciados. Por eso, a veces, algunos se matan con aquellos que aman, pues piensan que van a sentir más su propia desgracia, del mismo modo que si uno, acordándose de que en otro tiempo ha sido feliz, sufriera más que si pensara que siempre ha sido desgraciado.25