Capítulo 8
Alexa gimió sorprendida. Estaba a punto de apartarse cuando Ryan la besó de forma posesiva. Todos sus pensamientos desaparecieron de inmediato, y se dejó llevar de nuevo por la pasión que ardía entre ellos. Pasó las manos alrededor de su cuello, acariciando sus hombros y suspirando contra su boca, en una dulce rendición. El beso se hizo entonces más profundo, y cuando por fin se alejó de ella, ambos respiraban con dificultad.
—Me prometí a mí mismo que no volvería a pedírtelo, que dejaría que fueras tú —dijo él—. Pero todas mis buenas intenciones se han ido al infierno. No te lo pido, te ruego que… Alexa, déjame que me quede contigo esta noche.
Alexa deseaba contestar afirmativamente. No había razón para que no pudiera pasar una sola noche con ella. Pero con anterioridad ya había cedido, y había acabado con él en la cama.
—¡No!
Se apartó de él. Mantener una relación con Ryan la conduciría al desastre. Era consciente de ello, con absoluta claridad.
—No puedo. No te amo, Ryan —insistió.
Para ella era muy importante recordárselo. No estaba dispuesta a compartir una pasión con un hombre que no amaba, ni siquiera una sola vez.
—El amor está basado en la confianza y yo no confío en ti. ¿Cómo podría hacerlo, Ryan? Me arrojaste mi amor a la cara y te marchaste. Has estado dos años lejos de mí. Y habrías seguido sin mi el resto de tu vida si el accidente de Kelsey no nos hubiera unido de nuevo.
—No estaba bien sin ti. Me sentía solo, sin alegrías, sin motivos para vivir. No habría podido pasar el resto de mi vida de ese modo. Cariño, sé que habría vuelto contigo aunque a Kelsey no le hubiera sucedido nada. Puede que hubiera tardado más tiempo en darme cuenta, pero…
—Es un cuento muy bonito y estoy segura de que lo crees, pero no es posible, Ryan —dijo con voz rota.
—Tiene que serlo, Alexa, es cierto. ¡Te amo!
Su declaración la tomó por sorpresa.
—Ésta es la primera vez que me dices algo así.
Alexa recordó lo mucho que había deseado escuchar aquellas palabras en el pasado, las veces que había soñado oírlas. Era una lamentable broma del destino que las escuchara ahora, cuando ya nada importaba. Tenía ganas de llorar.
Ryan se movió, incómodo. Ciertas palabras eran difíciles de pronunciar, por bien que se hablara.
—Supuse que lo sabías. Hay ciertas cosas que se saben sin necesidad de decirlas —murmuró.
Su incomodidad la irritó aún más.
—Es cierto, no lo dijiste nunca. Ni siquiera cuando estábamos en la cama. Ni siquiera esta noche.
—Bueno, pero ahora lo estoy diciendo. Te amo.
—No es cierto.
—Primero te quejas de que no lo digo, y ahora me contradices.
—No creo que me ames. No puedo creerlo.
—En ese caso tendré que convencerte.
Pero no sabía cómo. Tenía una profunda sensación de pérdida. Esperaba que aquella noche sirviera para facilitar las cosas, si acababan haciendo el amor. Sin embargo, y a pesar de haberlo hecho, no había conseguido nada.
—No pienso rendirme —declaró—. Puedes decir que no me amas, pero me deseas. Esta noche lo has demostrado.
Alexa vacilo. No podía negar el deseo que sentía por él, después de haber sucumbido a su atracción. Pero no estaba dispuesta a confundir sexo con amor después de lo sucedido.
—No es cierto.
Ambos se miraron durante varios segundos.
—Podría demostrarte lo cierto que es. Podría tomarte en mis brazos y en poco tiempo estaríamos de nuevo en la cama, porque lo deseas tanto como yo.
Alexa no contestó. Los dos sabían que era cierto.
—Pero la señorita insiste en decir que no es cierto —continuó Ryan con un suspiró—. Por duro que sea de aceptar, tendré que hacerlo.
Salió por la puerta antes de que Alexa pudiera parpadear. Después miró hacia el pasillo vacío durante varios minutos, antes de cerrar la puerta.
No podía creer que Ryan Cassidy hubiera cedido a sus deseos, cuando ambos sabían lo fácil que le habría resultado seducirla. Algo había cambiado en él y estaba asombrada. Ya no se parecía tanto a aquel hombre que quería que todo saliera según sus apetencias.
No sabía qué pensar. Ni siquiera tenía una idea clara de lo que estaba sucediendo. Deseaba hablar con su hermana sobre ello, y cuando el teléfono sonó media hora más tarde no le sorprendió oír la voz de Carrie.
Siempre adivinaban lo que ocurría. No era la primera vez que se producía una casualidad así entre ellas.
—Alexa, ¿es cierto? —preguntó con incredulidad.
—¿Qué? —preguntó asombrada.
No sabía cómo iba a ser capaz de explicar a su hermana lo de Ryan Cassidy cuando ni siquiera era capaz de explicárselo a sí misma. Pero tendría que hacerlo.
—Nathaniel ha llamado a Tyler hace unos minutos, por un mensaje que le dejaste en el contestador. Algo acerca de una cena mañana. Dijo que había conseguido atraparte por fin. Y usó esas mismas palabras. Alexa, sé que a Ben le parecería muy ventajoso económicamente que tuvieras una relación con Nathaniel, pero no lo hagas, por favor. Nathaniel es…
—Lo sé, lo sé, un cretino y un playboy. No te preocupes, no tengo ninguna pasión secreta por tu cuñado.
—¿Y el mensaje del contestador? Dice que tiene muy buena memoria para las voces y asegura que eras tú aunque no dejaste tu nombre.
—Es un egocéntrico. Pero se lo diré si me llama.
Carrie rió.
—Le dije a Tyler que era una tontería. Tú con Nathaniel Tremaine, es tan absurdo como si volvieras a estar con Ryan Cassidy de nuevo.
—Altamente improbable —dijo—. De hecho, es imposible.
Le alegraba hablar con Carrie. Se sentía con más fuerzas.
—Sé que es tan difícil que hayas llamado a Nathaniel como que le pidieras a Ryan que volviera contigo. Tan imposible de creer como si te dijera que Ben va a casarse para tener cuatrillizos.
—Es el diablo en persona, la oveja descarriada —bromeó Alexa—. Pero sé lo que quieres decir.
Una nueva relación con Cassidy, por mucho mejor que fueran las cosas, era algo tan absurdo que no merecía considerarse. Y mucho más arriesgado de lo que se podía permitir.
—Te deseo buena suerte hoy, querida —dijo Gloria cuando Alexa entró a la mañana siguiente.
La anciana parecía desesperada. Alexa se puso en tensión. Desde el momento en que despertó al alba, después de haber pasado una noche terrible, había estado nerviosa ante la perspectiva de ver a Ryan de nuevo. Se preguntó si aún seguiría declarando que la amaba o si por el contrario habría cambiado de opinión. No sabía que podía decir en ninguno de los casos. Pero no había considerado la posibilidad de que Ryan hubiera contado a alguien lo sucedido. Por un momento sospechó que Gloria estaba al tanto.
—¿Por qué lo dices? ¿Voy a necesitarla? —preguntó, nerviosa.
—Sí, desde luego —sonrió Gloria—. Todos están de uñas esta mañana. Melissa llegó en mitad del desayuno porque tenía que trabajar en el restaurante. Trajo a su hijo, y Ryan estaba de muy mal humor porque le destrozaron el coche ayer por la noche.
—¿Se lo destrozaron? —preguntó, pensando en el viejo deportivo—. ¿Qué coche?
—El negro, creo. No los distingo muy bien. Puede que para él sean objetos de coleccionista, pero para mí sólo son coches viejos. Lo sacó anoche y aparcó por ahí. Al parecer se lo rallaron y pintaron todo tipo de cosas encima.
—¿Ha quedado muy mal?
—No tanto. Tendrá que pintarlo, pero se puede arreglar. Le dije a Ryan que no se preocupara. Hace un par de años alguien echó azúcar en el depósito de uno de sus coches y le destrozaron el motor. Lo de anoche no fue tan grave.
Alexa recordó la expresión triunfante de Ben, dos años atrás, cuando le dijo lo que había hecho con el azúcar y el coche de Ryan. Fue una especie de venganza por lo que le había hecho, pero ya entonces le pareció algo horrible, y tuvo miedo de que lo descubrieran.
Discretamente habló con un amigo abogado, que le dijo que una acción así podría denunciarse ante los tribunales, y que podrían presentar cargos de cierta importancia contra él. Sabía lo mucho que Ryan quería a sus coches, y pensó que era capaz de denunciarlo.
Tanto ella como su hermana tuvieron miedo durante meses de que Ben se lo dijera a Ryan. Pero no lo hizo.
De repente se le ocurrió pensar que lo sucedido la noche anterior también podía ser obra suya. Pero no era posible. Si hubiera sido así, lo habría sabido. Ben no guardaba las cosas en secreto. La habría llamado a ella o a Carrie.
Recordó que dos años atrás les contó que había, metido seis palomas en la casa de Ryan. Seis palomas que estuvieron todo un fin de semana solas, poniéndolo todo perdido.
Gloria continuó hablando.
—El hijo de Melissa pilló un berrinche y se puso a llorar. Ryan hizo un comentario acerca de que íbamos a necesitar orejeras para soportarlo y Melissa saltó de inmediato. Siempre está a la defensiva. El pobre Ryan no pudo hacer nada. Sólo bromeaba comparándolo con las sirenas de los coches de bomberos.
—Un desayuno con los Cassidy. Maravilloso.
—Por si fuera poco, en mitad de la trifulca apareció la nueva profesora particular enviada por el colegio. A Kelsey le desagradó de entrada y le dijo a su hermanito que le tirara un bote de mermelada. Nadie habría pensado que un niño de dos años era capaz de hacer tal cosa, pero el bote la golpeó en el estómago, y acabó cubierta de mermelada. Melissa y Ryan recriminaron a Kelsey su actitud y la muy canalla se vengó tirando del mantel y haciendo que todo lo que había en la mesa terminara en el suelo. La comida, los zumos, el café… todo.
—Y supongo que la profesora huyó para salvar la vida.
—¿Quién no lo haría? Era como una casa de locos. Lo comenté y empezaron a discutir de nuevo.
—¿Dónde están ahora?
—Melissa y Kyle se han marchado. Ryan esta encerrado en su despacho, y Kelsey está en su habitación. Pensé que debía advertirte, porque la tensión se mastica en el ambiente. ¿Seguro que quieres quedarte?
—Me quedaré. No pienso huir.
—Muy bien. Esta casa necesita alguien como tú. Una persona equilibrada, de buen temperamento, que no se deje llevar por sus emociones.
—Yo no diría que Ryan es temperamental. Es más bien frío.
Siempre lo había pensado, hasta la noche anterior. El calor de sus besos indicaba lo contrario.
—Ésa es la imagen que pretende dar. Pero los que le conocemos bien sabemos que se preocupa mucho por la gente que quiere. Puede que parezca frío, pero no lo es. ¿Cómo iba a serlo, teniendo como tiene sangre española e irlandesa? Dos pueblos apasionados, nuestro abuelo emigró de España y la familia acabó en Miami, que fue donde Isabel conoció a Ronald Cassidy. Estaban muy enamorados, y muy contentos con Ryan. La muerte de Isabel fue algo trágico. Ron perdió la razón. Se convirtió en un hombre completamente distinto y empezó a salir con montones de mujeres, Fue deteriorándose poco a poco.
Gloria se estremeció antes de continuar con el relato.
—Pobre Ryan. Era un niño encantador y sensible, y se convirtió en un joven cerrado, cínico e introvertido. Y Melissa… ¿Qué puedo decir? No debieron casarse. Su madre era serbia y su padre croata. En sí misma es una guerra civil ambulante.
—Ya, y supongo que Kelsey es una mezcla de todas esas cosas. Sinceramente, no creo que la nacionalidad afecte a la personalidad —dijo Alexa.
—Eso es lo que dicen todos los anglosajones, que no se han mezclado con nadie —rió con indulgencia y sabiduría—. En fin, supongo que no necesitas que te desee buena suerte.
—Digamos que las razones étnicas no variaran mis acciones.
De todas formas, le habría gustado poder echar la culpa de lo sucedido la noche anterior a la sangre de sus antepasados.
Caminó hacia el dormitorio de Kelsey. Una muñeca pasó volando junto a ella en cuanto entró. Alexa se agachó y la muñeca acabó golpeando una pared antes de caer al suelo.
La recogió y dijo:
—Por lo que he oído, Kyle no habría fallado. Es un gran tirador, sobre todo con los botes de mermelada y los tutores.
—¡Dame mi muñeca!
—¿Para que la tires de nuevo? Ni lo pienses.
—Hay más cosas que puedo tirarte.
Junto a la cama tenía una gran caja con más muñecas. Sus movimientos eran nerviosos. Hasta tal punto que acabó cayéndose de la cama. Se puso a llorar, pero no tanto por el dolor como por la frustración que sentía. La moqueta era demasiado ancha, y la cama era demasiado baja como para que se hubiera hecho daño.
—¡Te odio! Márchate de mi casa.
Sus gritos atrajeron a Ryan y a Gloria. Gloria echó un vistazo al interior de la habitación, se cruzó de brazos y se marchó. Ryan entró, recogió a la niña y la dejó sobre la cama, enfadado.
—¡Te odio, papá! Te odio a ti y a mamá y a Gloria y a Alexa y a la doctora Ellender y a esa estúpida profesora y…
—Kelsey, cálmate —dijo él, con sorprendente ternura.
Kelsey dudo y lo miró.
—Puedo hacer lo que quiera. No tengo por qué escucharte. Te odio a ti y a mamá y…
—¿Hay alguien a quien no odies? —preguntó Alexa con firmeza.
Evitó mirar a Ryan. Su corazón se había acelerado en cuanto entró en la habitación, recordando lo que habían estado haciendo la noche anterior.
Los tres quedaron en silencio. Alexa se puso aún más nerviosa, excitada por la presencia de Ryan, y se ruborizó. De modo que clavó los ojos en la niña intentando no fijarse en él. Pero resultaba imposible.
—Sí. A mi hermanito —contestó después de pensarlo.
—Pues no podrás jugar con él si te pasas la vida en esa cama —comentó Alexa.
Ryan respiró profundamente. Lo miró. Sus ojos denotaban un profundo dolor y un enfado igualmente intenso, pero no dijo nada. Alexa intentó concentrarse en Kelsey.
La niña miró a los dos adultos.
—No pienso pasarme la vida en esta cama. Voy a ponerme mejor y entonces podré correr con Kyle. Huiremos y nadie podrá encontramos jamás.
—Una buena venganza puede convertirse en un magnífico motivo —declaró Alexa—. ¿Sabes lo que quiero decir?
—No.
—Significa que si quieres mejorar tendrás que hacer tus ejercicios. Ahora mismo. Vamos.
Alexa se volvió, pero no miró a Ryan.
—Si nos perdonas, tenemos trabajo —añadió.
Resultaba humillante admitir ante sí misma que no podía concentrarse en la rehabilitación si él se encontraba presente, pero debía reconocer la verdad.
—Me pondré bien y me escaparé —insistió la niña, con una sonrisa maliciosa—. Y no podrás detenerme, Ryan.
La niña dijo el nombre de su padre como insultándolo. Ryan fue a decir algo, pero se marchó de la habitación sin abrir la boca.
—¿Ryan, eh? —preguntó Alexa—. Estás enfadada con tu padre, ¿verdad?
Empezó a darle un masaje en el pie izquierdo.
—Me gritó durante el desayuno. Quiero que Jack sea mi padre.
—¿Jack no te grita nunca?
Kelsey le lanzó una mirada de intenso odio.
—Hoy no me ha gritado —contestó.
—Ya veo. De modo que hoy has decidido ser Kelsey Webber. ¿He pronunciado bien el apellido?
—Sí. ¡Ay, eso duele!
—Tienes contraído el músculo —explicó, mientras continuaba con el masaje—. Sé que duele, pero es un buen síntoma. Muy bueno, de hecho eso quiere decir que se ha reducido la presión sobre los músculos. ¿Comprendes lo que significa?
—No —contestó la niña—. ¿Es bueno de verdad?
—Muy muy bueno. ¿Puedes sentir lo que te estoy haciendo?
Kelsey abrió los ojos.
—¡Puedo sentirlo! No me duele, pero lo siento.
—Es como una presión, ¿verdad? Ahora cierra los ojos y dime si notas los pellizcos.
Kelsey cerró los ojos y fue contestando alternativamente si o no cuando Alexa pinzaba su pierna. Lo intentaron con la otra pierna, con resultados similares.
—Kelsey, es maravilloso. Significa que estás recobrando la sensibilidad, y con un poco de suerte también el movimiento. Tendremos que trabajar más duro, pero lo conseguiremos, cariño.
Kelsey la abrazó.
—Ahora puedo sentir. Y dentro de poco podré caminar y correr. Odio estar paralizada.
—Lo sé, Kelsey.
—A veces me enfado mucho, porque no puedo hacer las cosas que hacía antes.
—Comprendo que estés furiosa y triste.
Kelsey asintió.
—A veces mi madre también me pone furiosa, y entonces quiero escaparme de verdad.
—¿Te gustaría que volvieran a estar juntos? He oído que muchos hijos de padres divorciados quieren que sus padres se unan de nuevo.
—No recuerdo haber vivido nunca con los dos. Sólo era una niña cuando se divorciaron, y no se gustaban mucho. No creo que fuera bueno que vivieran en la misma casa. No me los imagino casados. Estarían peleando todo el tiempo. Ojalá mi madre se casara con Jack…
—¿Y tu padre? —preguntó—. ¿También quieres que se case?
Alexa se ruborizó. El interés por su padre era algo que sobrepasaba con mucho el caso de Kelsey.
—¿Con quién?
—Oh, con nadie en particular. No importa. Sigamos con el trabajo en el gimnasio, para que puedas utilizar el equipo. Tenemos mucho que hacer.
—Nunca he conocido a ninguna de las amigas de mi padre. No creo que tenga ninguna, pero mamá dice que…
Alexa la interrumpió. No quería escuchar lo que Melissa opinara. No quería escuchar nada más sobre Ryan Cassidy.
—Vamos, te pondré en la silla de ruedas.
Poco después de mediodía Alexa dejó a la niña con Gloria, declinó la invitación para quedarse a comer y se marchó de allí, caminando hacia su coche. Intentó convencerse de que no estaba huyendo de Ryan, pero cuando él apareció como materializándose de repente quiso que la tierra se la tragase.
El sol brillaba por encima de las hojas rojas, anaranjadas y doradas de los árboles, iluminando con suavidad los vaqueros y la chaqueta de Ryan. Alexa se cerró el abrigo en un gesto protector.
—Kelsey hace muchos progresos —dijo con rapidez, antes de que él pudiera decir nada—. Te daré un informe detallado a finales de semana. Pero te aseguro que es prometedor.
El viento lanzó un mechón de cabello sobre su cara, que Ryan se apresuró a apartar.
—Sólo quería darte las gracias por haberte quedado con Kelsey después de lo sucedido esta mañana.
—Estaba trabajando.
—¿Siempre trabajas con niñas mimadas como mi hija?
Alexa se sorprendió. Pocos días antes se había ofendido por haber llamado mimada a Kelsey.
—Kelsey es brillante, tiene carácter y puede ser dulce cuando quiere —dijo con diplomacia—. Pero desde luego tiene un problema que nada tiene que ver con su accidente.
—Lo sé, empiezo a darme cuenta. En parte es tan manipuladora como yo, pero me negaba a admitirlo porque habría significado que no he sido tan buen padre. Después de haber sufrido a mi propio padre, quería ser perfecto. Quería que mi hija me adorase con todo su corazón.
—Creo que Kelsey te quiere de verdad, pero Melissa y tú sois un peligro para su salud. Le dais demasiado poder. No quiere que estéis peleando todo el tiempo, pero os empuja a ello para salirse con la suya.
—Eso es fácil de decir. Melissa tiene la mala costumbre de…
Alexa lo detuvo con una simple mirada.
—En fin, supongo que es más fácil culparla a ella —añadió.
—Melissa quiere mucho a Kelsey, Ryan. Y Kelsey la adora.
—Ya, pero no se acerca a lo que yo considero una buena madre. No es ni paciente ni tranquila. Es nerviosa, irritante, melodramática y…
—La descripción que ella hace de ti no es mucho mejor —espetó—. Los dos os comportáis de manera muy negativa, nunca comentáis nada bueno entre vosotros. Os miráis desde una perspectiva poco razonable. Pero al menos tú deberías admitir que hay una parte buena en ella, una parte respetable y encantadora.
—Pues no lo demuestra nunca. Pero entiendo lo que quieres decir. Ojalá pudiera entenderlo también la madre de Kelsey. Podrías hablar con ella.
—Hablaré con ella si me prometes que no intentarás quitarle la custodia. Si no estuviera tan asustada se comportaría de forma más razonable.
Ryan la miró en silencio durante un buen rato. Al final, su rostro denotó cierta ironía.
—Bueno, esta mañana Melissa se enfadó con Kelsey cuando tiró el bote de mermelada al profesor. Pensaba que iba a echarme la culpa a mí por recriminarle su actitud. Pero no lo hizo.
—¿Lo ves? Podéis estar de acuerdo en algo. Por ejemplo, en que no se deben lanzar botes de mermelada a la gente. Es un buen comienzo.
Respiró profundamente mientras la observaba.
Ryan se encontraba entre ella y la puerta del coche, bloqueando cualquier posible huida. La sensación de intimidad la puso muy nerviosa.
—De acuerdo, no intentaré quitarle la custodia —dijo al fin—. Puedes decírselo a Melissa.
Alexa lo miró, incrédula. Lo había dicho para que lo considerara, pero no esperaba una respuesta tan rápida. No podía creer que hubiera tomado una decisión basándose en su consejo.
Se sintió tan feliz y contenta como cuando sus pacientes hacían algún progreso notorio. Profesionalmente conseguía pequeños logros similares casi todos los días, pero nunca habría sonado en llegar a compartir tal afinidad con Ryan, salvo en el terreno del sexo.
No podía creerlo. Ryan había compartido con ella el amor que sentía por su hija, admitiendo que se había equivocado y que se había comportado de forma egoísta. Y ahora hablaban de manera franca y abierta.
Aquella conversación fue más importante y emocionante que todas las que habían mantenido a lo largo de su relación. Ciertamente, en el pasado bromeaban y compartían muchas cosas, pero nunca habían llegado a tal grado de comunión.
De repente le pareció que todo aquello era demasiado intenso. Tuvo miedo y sintió pánico. El hombre que la había traicionado empezaba a parecerle un individuo mucho menos peligroso que aquel hombre que tenía frente a ella, sincero y abierto.
—Creo que deberías decírselo tú.
Miró hacia una ardilla que había en el árbol. Cualquier cosa con tal de no mirarlo a él. Tenía que recobrar su equilibrio emocional. Sabía que si se dejaba llevar por aquella mirada caería en un pozo sin fondo.
—Probablemente no me creería, —dijo con ironía—. Me acusaría de estar intentando engañarla o de tranquilizarla para atacarla después a traición.
—No si le hablas en serio, como un padre preocupado a una madre preocupada, sin tu habitual actitud insolente.
Ryan arqueó las cejas y sonrió.
—Me conoces muy bien.
—No, no te conozco en absoluto.
Se preguntó si habría cambiado de verdad, o si por el contrario estaría jugando a representar varios papeles, En cualquier caso ya no lo amaba. Deseaba escapar de él, huir antes de golpearlo o besarlo, porque temía estar a punto de hacer una de las dos cosas. De manera involuntaria, recordó la noche anterior. Provocaba en ella reacciones peligrosas, apasionadas.
Alexa miró su reloj. Sus defensas funcionaban de nuevo.
—Tengo que marcharme. Llego tarde. Tengo que trabajar en el centro de rehabilitación infantil. Mi agenda está llena hoy.
—No tienes que huir de mí. No tienes que tener miedo de mí, Alexa.
Alexa ya se había sentado en el interior del vehículo.
—No estoy huyendo. Y te aseguro que no te temo.
—Demuéstralo —la retó—, cena conmigo esta noche.
Una cita con Ryan. Sintió un ligero mareo. Salir con él le parecía una rendición casi más clamorosa que haber hecho el amor. Era dar un paso en una dirección que no estaba dispuesta a tomar.
—Lo siento, pero tengo otros planes —dijo.
—¿Planes que incluyen a tu novio, Nathaniel Tremaine?
Su sonrisa insolente estaba otra vez allí. Ya no quedaba nada del hombre encantador con el que había estado hablando apenas unos minutos antes.
Alexa frunció el ceño.
—Desde luego, no te incluyen a ti.
Subió la ventanilla, arrancó el motor y se marchó antes de que Ryan pudiera contestar. No quería arriesgarse, porque sabía que podía cambiar de opinión.
Al ver un coche de policía en la distancia redujo la velocidad. Las luces rojas y azules también le recordaron, por alguna razón, que necesitaba encontrar una forma de resistirse a los encantos de Ryan. Pero no parecía existir.