Nota de la autora
Cuando escribía Corazón comanche, mi madre me confesó que desciendo en parte de los shoshones, lo que explica mi interés por el pueblo comanche y mi afinidad con ellos, ya que en realidad los shoshones dejaron la tribu de sus padres en busca de un clima más cálido y mejores extensiones de terreno para la caza. A los shoshones se les conocía en ocasiones como los «indios snake» porque vivían en Idaho, una palabra shoshone que significa «tierra fría como el hielo», y solían viajar por las orillas del río Snake hasta el centro de Oregón para cazar. Yo ahora vivo en el centro de Oregón y tengo contacto directo con la tierra que a menudo visitaban mis antepasados de origen nativo.
Después de dejar la tribu de sus padres, los comanches se hicieron llamar Los Snakes Que Regresaron. Asumieron este nombre porque periódicamente volvían a visitar Idaho para ver a los seres queridos que habían dejado atrás. Cuando se encontraban con extraños, hacían honor a este nombre poniendo las palmas de las manos hacia abajo, a la altura de la cintura, y moviéndolas hacia atrás como si los brazos fueran el cuerpo de una serpiente deslizándose.
Este libro es un tributo a Los Snakes Que Regresaron, un pueblo grande y noble que aún conmueve a los que leen sobre su historia y las duras pruebas que tuvieron que superar. Hacia el final, justo antes de la caída de la nación comanche, la tribu solía decir suvate, que significa, «todo se ha cumplido». Esta palabra sobrecogedora encarna una trágica historia que aún hoy nos tiene atrapados a muchos de nosotros.
Tengo la esperanza de que nunca se cumpla de esta forma para ninguno de nosotros, porque si no somos capaces de aprender de los errores del pasado, volveremos a repetirlos.