300 Heisenberg ha analizado así el enfoque platónico: «Los átomos de Platón no eran estrictamente materiales, sino que los concebía como formas geométricas, los sólidos regulares de los matemáticos. Estos cuerpos, de acuerdo con el punto de partida de su filosofía idealista, eran en algún sentido las Ideas subyacentes a la estructura de la materia y características del comportamiento físico de los elementos a que pertenecen. El cubo, por ejemplo, era la mínima partícula del elemento tierra, simbolizando al mismo tiempo la estabilidad de la misma. El tetraedro, de agudas aristas, representaba la mínima partícula del elemento fuego. El icosaedro, el más cercano a la esfera entre los sólidos regulares, se prestaba mejor para encarnar la movilidad del elemento agua. De esta forma, los sólidos regulares venían a servir como símbolos de determinadas tendencias en el comportamiento físico de la materia. Pero no eran en sentido estricto átomos, unidades básicas indivisibles como las de la filosofía materialista. Platón los consideraba compuestos de los triángulos que formaban sus superficies; por lo cual, por un adecuado intercambio de triángulos estas partículas mínimas podían transmutarse las unas en las otras. Dos átomos de aire, por ejemplo, y uno de fuego podían componerse entre sí para formar un átomo de agua. De este modo pudo Platón escapar del problema de la indefinida divisibilidad de la materia. Porque, en cuanto a superficies bidimensionales, los triángulos no eran cuerpos propiamente tales, ni tampoco materia; por lo cual la materia no podía dividirse ad infinitum. Por consiguiente, en el extremo inferior, esto es, en el campo de las mínimas dimensiones espaciales, el concepto materia se resolvía de forma matemática. Esta forma determina el comportamiento, en primer lugar de las mínimas porciones de materia, y luego, de la materia como tal. En cierta medida viene a suponer lo que la ley natural en la física posterior; pues, sin referirse explícitamente al transcurso del tiempo, caracteriza las tendencias en el comportamiento de la materia. Toda esta descripción encaja perfectamente con las ideas centrales de la filosofía idealista de Platón. La estructura subyacente a los fenómenos no se compone de objetos materiales, como son los átomos de Demócrito, sino que viene dada por la forma configuradora de tales objetos materiales. Las Ideas son más fundamentales que los objetos. Y mientras que las mínimas porciones de materia tienen que ser aquellos objetos que pongan de manifiesto la simplicidad del mundo y nos permitan aproximarnos a lo ‘uno’, a la ‘unidad’ del mundo, las Ideas admiten una descripción matemática, son simples fórmulas matemáticas. La expresión ‘Dios es un matemático’, que así formulada ciertamente proviene de un período filosófico posterior, encuentra así su origen en este pasaje de la filosofía platónica. La importancia de este paso en el pensamiento filosófico apenas puede ser excesivamente valorada. Puede considerarse como el inicio decisivo de la ciencia matemática de la naturaleza, y responsable por tanto de las ulteriores aplicaciones técnicas que han transformado toda la imagen del mundo». K. Wilber, (ed.): Cuestiones cuánticas, cit., pp. 81-83.<<