El tiempo ha pasado, y pese a que tú no estás,
ha llegado este febrero con nuevas mimosas.
Tanto uno como otras sólo tienen en común,
con aquellas de ayer, el nombre, la apariencia;
también cierta luz que se desvanece a cierta hora,
un color semejante, los manotazos de aroma.
En febreros anteriores, lo que hoy
es desolación fue incertidumbre, y estas flores
vinieron a tu mano como un homenaje distraído
de la vida que tanto apurabas. Nunca te dije
que eran como tú: espléndidas y desordenadas,
y que también como tú, me gustaban
hasta el hartazgo, hasta desear convertirme,
silenciosamente, en ellas. Ser para siempre
este ramo de inútil belleza cortada, casi muerta,
que hoy arrojo con dolor sobre esta tumba
que no te mereces.