Notas

[1] Las fechas entre paréntesis remiten a los trabajos citados en la bibliografía. <<

* Me permito aquí la libertad de acuñar el término (cinestesia), más todos sus derivados, para referirme al sentido por el cual percibimos el movimiento muscular, el peso, la posición, etc., de los miembros de nuestro cuerpo. La vieja idea aristotélica de que los sentidos son cinco (vista, oído, olfato, gusto y tacto) está totalmente superada; hoy en día, los especialistas conciben la piel humana como un órgano que participa en diversas modalidades de sentidos (por ej., calor, frío, presión y dolor); se reconocen, asimismo, otros sentidos como la cinestesia, que acabamos de definir, o el sentido del equilibrio. [N. del T.] <<

[2] El término explosión combinatoria proviene de las ciencias de la computación y la informática, aunque el fenómeno es conocido desde mucho antes de la invención de los ordenadores, como queda demostrado en la fábula del emperador que accedió a recompensar a un campesino que le había salvado la vida con un grano de arroz en el primer cuadro de un tablero de ajedrez, dos granos en el segundo, cuatro en el tercero, y así sucesivamente, doblando la cantidad para cada uno de los sesenta y cuatro cuadros. El emperador acaba por adeudar al astuto campesino miles de millones de granos de arroz (2M-1, para ser exactos). Más próximo a nuestro ejemplo es el caso de los novelistas «aleatorios» franceses que intentaron escribir novelas en las que, después de leer el capítulo 1, el lector debía lanzar una moneda para leer el capítulo 2a o 2b en función del resultado, repitiendo la operación para leer los capítulos 3aa, 3ab, 3ba o 3bb y así hasta terminar el libro. Estos novelistas pronto se percataron de que era necesario reducir el número de elecciones aleatorias, a fin de no provocar una explosión de ficción novelística que incluso impediría a los lectores transportar el «libro» desde la librería hasta su casa.

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* Seymour R. Cray, ingeniero electrónico e informático, es el diseñador de los superordenadores Cray-1 y Cray-2, que son los más rápidos construidos hasta el momento. [N. del T.] <<

[3] Hoy en día vivimos el boom del desarrollo de sistemas de «realidad virtual» para el ocio y la investigación. El nivel de sofisticación alcanzado es impresionante: con guantes electrónicos que constituyen una interficie bastante convincente para «manipular» objetos virtuales, y cascos-pantalla que permiten explorar espacios virtuales de una complejidad considerable. No obstante, las limitaciones de estos sistemas son aparentes y corroboran mis observaciones: la robustez de estas ilusiones sólo puede mantenerse gracias a la repetida combinación de réplicas físicas y a la esquematización (una representación relativamente tosca). Además, incluso en los mejores casos, son experiencias de subrealidad virtual y no algo que uno pueda confundir con la realidad por mucho tiempo. Si usted quiere hacerle creer a alguien que está encerrado en una jaula con un gorila, contratar los servicios de un actor disfrazado de gorila va a ser su apuesta más segura durante mucho tiempo. <<

[4] Para un análisis más detallado de los problemas del libre albedrío, el control, la lectura de la mente y la anticipación, véase mí libro La libertad de acción. Un análisis de las exigencias del libre albedrío, 1984a, especialmente los capítulos 3 y 4. <<

[5] Tras numerosos ensayos, se ha llegado a la conclusión de que el juego produce una historia mejor si se favorecen ligeramente las respuestas afirmativas, fijando en p/q la linea divisoria entre el sí y el no. <<

* Traducción castellana de Luis Echávarri, Alianza, Madrid, 1951 [1988]. <<

** Traducción castellana de Santiago Corugedo y José Luis Chamosa en William Wordsworth y Samuel Coleridge, Baladas Líricas. Cátedra, Madrid, 1990. <<

* Traducción castellana de Manuel García Morente, Espasa Calpe Mexicana (Selecciones Austral), México, 1976, pág. 62. <<

[1] Véase mi libro La libertad de acción (1984a), capítulo 4, para una amplia discusión de este asunto. <<

* Literalmente, «The buck stops here». [N. del T.] <<

[2] Algunas almas valerosas (y no cabe duda de que ninguno de ellos rechazaría tal calificativo) han opuesto alguna resistencia: tanto el trabajo de Arthur Koestler, con el desafiante título de The Ghost in the Machine (1967), como el de Popper y Eccles The Self and Its Brain (1977) han sido escritos por autores de una eminencia incuestionable; otras dos defensas, iconoclastas y penetrantes, del dualismo son los trabajos de Zeno Vendler Res Cogitans (1972) y The Matter of Minds (1984). <<

[3] Véase «Murmurs in the Cathedral» (Dennett, 1989c), mi reseña de su libro. <<

[4] Eccles ha propuesto que la mente no física está compuesta por millones de «psicones», que interactúan con millones de «dendrones» (regiones de las células piramidales) en el córtex; cada psicón se corresponde aproximadamente con lo que Descartes o Hume llamarían una idea —como la idea de rojo, la idea de redondo o la de caliente—, pero aparte de esta descomposición mínima, Eccles no tiene nada que añadir sobre las partes, actividades, principios de acción u otras propiedades de la mente no física. <<

[5] El filósofo C. L. Hardin, en un apéndice de su libro Color for Philosophers: Unweaving the Rainbow (1988), lleva a cabo una excelente revisión sobre la vigencia de la teoría de Land. <<

[1] El propio Descartes tenía una concepción parecida sobre los animales. Sostenía que estos no eran más que complejas máquinas. También los cuerpos humanos, e incluso los cerebros humanos, no eran más que máquinas. Es sólo gracias a nuestras mentes no mecánicas y no físicas que los seres humanos (y sólo los seres humanos) son inteligentes y conscientes. Era esta tina idea bastante sutil, la mayor parte de la cual seria adoptada sin problemas por muchos zoólogos hoy en día, pero era demasiado revolucionaria para los contemporáneos de Descartes, quienes, como pueden ustedes imaginarse, se dedicaron a caricaturizarla y después se mofaron de la caricatura. Siglos después, estas calumnias contra Descartes siguen siendo propagadas alegremente por los que encuentran inconcebible —o al menos intolerable— la idea de una explicación mecanicista de la conciencia. Para un análisis bastante esclarecedor, véase Leiber (1988). <<

[2] Esta pregunta retórica implica, para algunos, una única y rotunda respuesta: ¡nada! Por ejemplo, McGinn (1989) defiende su derrotista respuesta considerando una serie de opciones posibles, aunque consigue ignorar precisamente aquellas posibilidades que desarrollaremos en capítulos posteriores. <<

[3] ¿Por qué un la por debajo del do medio y un la por encima del mismo do (una octava más alto) suenan igual? ¿Qué es lo que hace que ambos sean las? ¿Qué propiedad inefable, el timbre de un la, comparten? Cuando dos tonos están separados por una octava (y, por tanto, nos suenan «igual, pero diferente»), la frecuencia fundamental de uno es exactamente el doble de la frecuencia fundamental del otro. La frecuencia típica de un la por debajo del do es de 220 ciclos por segundo; la de un la una octava más alto (el «la de concierto») es de 440 ciclos por segundo. Cuando ambas notas suenan a la vez, las notas que están separadas de ellas por una octava o más estarán en fase. ¿Será esta la explicación del misterio del inefable parentesco de estos sonidos? «De ningún modo. ¿Por qué motivo deberían sonar así unas notas en fase?» Las notas que no están en fase no suenan así, pero suenan iguales desde otros puntos de vista (el del timbre, por ejemplo), cuya explicación es distinta en función de las relaciones existentes entre las frecuencias de vibración que producen. Una vez hemos descrito las diversas maneras en que dos notas pueden sonar igual y diferente, las hemos correlacionado con sus propiedades físicas y con los efectos que producen en nuestro aparato auditivo, podemos incluso predecir, con cierta precisión, cómo nos sonarán nuevas notas (por ejemplo, las producidas por un sintetizador electrónico). Si todo esto no explica ese parentesco inefable, ¿qué nos queda por explicar? (Abordaremos con detalle este asunto tan conocido en el capitulo 12.) <<

[4] El desarrollo clásico de esta idea, junto a nuevos argumentos más o menos efectivos, lo hallamos en las Investigaciones filosóficas (1953) de Wittgenstein. <<

* En inglés el error es más evidente, pues el hablante confunde blushy (sonrojado, colorado) con blurry (borroso, difuminado). [N. del T.] <<

[5] Un neurocirujano me contó una vez la operación que realizó a un hombre joven con epilepsia. Como es costumbre en estos casos, el paciente estaba despierto, sólo bajo los efectos de una anestesia local, mientras el cirujano exploraba con sumo cuidado su córtex expuesto, asegurándose de que las partes que quizá debían ser extirpadas no eran absolutamente vitales mediante estimulación eléctrica y preguntando al paciente qué sentía. Algunas estimulaciones provocaban destellos visuales o el alzamiento de una mano, otras provocaban como una especie de zumbido, pero hubo un punto que produjo una reacción de placer en el paciente: «Anda, ¡pero si esto es “Outta Get Me”, de Guns'N'Roses, mi banda favorita de heavy»!

Le pregunté al neurocirujano si le pidió al paciente que cantara o tarareara con la música que oía, pues seria fascinante saber el grado de «alta fidelidad» que alcanzó el recuerdo provocado. ¿Seria exactamente en el mismo tono y tiempo que en el disco? Este tipo de canciones (a diferencia de «Noche de paz») tienen una versión canónica, así que podríamos haber superpuesto una grabación del paciente cantando a la grabación estándar para comparar los resultados. Desgraciadamente, aunque hubiera habido una grabadora en marcha durante la operación, el cirujano no le pidió al paciente que cantara. «¿Por qué?» le pregunté, y él me contestó: «¡ No soporto la música rock!».

Más adelante, durante la misma conversación, el neurocirujano comentó que tenía que volver a operar al mismo paciente, con lo que me apresuré a expresarle mis esperanzas de que en esta ocasión comprobara si podía volver a estimular la música rock y le pidiera al paciente que cantara. «No puedo hacerlo», me contestó el neurocirujano, «porque extirpé aquella parte.» «¿Era parte del foco epiléptico?», le pregunté, y él me contestó, «No, ya te lo he dicho, no soporto la música rock».

La técnica quirúrgica a la que aquí se hace referencia fue desarrollada por Wilder Penfield hace muchos años y se describe muy gráficamente en el libro de Penfield The Excitable Cortex in Conscious Man (1958). <<

[6] La bibliografía sobre la justificación evolutiva del dolor está plagada de argumentos sorprendentemente miopes. Un autor arguye que no puede existir una explicación evolutiva del dolor porque algunos dolores muy agudos, como el producido por los cálculos biliares, hacen sonar una alarma ante la cual nadie podía hacer nada hasta el desarrollo de la medicina moderna. Ningún hombre de las cavernas obtenía beneficio reproductivo alguno por el dolor provocado por unos cálculos biliares, así que el dolor —o cierto tipo de dolores— es un misterio evolutivo. Lo que ignora este autor es el simple hecho de que a fin de tener un sistema de dolor capaz de advertirnos adecuadamente de crisis tan evitables como una garra o un colmillo clavados en el estómago, es bastante razonable suponer que recibiéramos la bonificación —que sólo seriamos capaces de apreciar mucho más tarde— de un sistema que nos avisara de crisis que no fuéramos capaces de resolver. Por el mismo motivo, hay un buen número de estados internos que hoy en día seria de gran utilidad que nos provocaran dolor (el inicio de un cáncer, por ejemplo), y de los que no somos conscientes, quizá porque nuestro pasado evolutivo no incluía ninguna ventaja de supervivencia que fomentara la aparición de las conexiones necesarias (en caso de que emergiera por mutación). <<

* Como habrá comprobado el lector, en inglés el campo semántico de sympathy abarca lo que en castellano, y en alemán, se expresaría con más precisión con palabras como compasión (o Mitleid). Difícilmente diríamos que la situación descrita en el texto es un caso de «simpatía». [N. del T.] <<

[7] «¿Qué pensaría un visitante del espacio exterior al ver reír a un ser humano? Le debería parecer realmente espantoso: la visión de esos gestos furiosos, esas extremidades agitándose sin control y el tórax afectado de esas horribles convulsiones» Minsky, 1985, pág. 280. [Pág. 290 de la traducción castellana. Galápago, Buenos Aires, 1986; N. del T.] <<

[8] En la última obra de Molière, la clásica comedia Le malade imaginaire (1673), Argan, el hipocondríaco del titulo, al final resuelve lodos sus problemas «convirtiéndose» en médico y así puede tratarse a si mismo. No le hace falta estudiar, basta con chapurrear un poco el latín. En un examen oral burlesco, se le somete a prueba. «¿Por qué», pregunta el examinador, «el opio hace dormir a la gente?» «Porque posee una virtus dormitiva (giro latino que significa “propiedad-de-provocar-el-sueño”)», responde el candidato. Bene, bene, bene, bene responderé», entona el coro. Muy bien dicho: ¡Qué profundo! ¡Qué preclaro! Y con un espíritu algo más contemporáneo, nos podríamos preguntar qué tiene Michelle Pfeiffer, que sale tan bien en las fotos. Pues, porque es fotogénica. ¡He ahí el porqué! (siempre me lo había preguntado.) En el capitulo 12 consideramos con más detalle la falta de contenido explicativo que tienen aquellas hipótesis que recurren a una virtus dormitiva. <<

[1] Para el fenómeno de la mancha roja y verde, véanse Crane y Piantanida (1983) y Hardin (1988); sobre la desaparición de la frontera entre colores, el llamado efecto Liebmann (1927), véase Spillman y Werner (1990); para el polo auditivo del barbero, véase Shepard (1964); sobre el efecto Pinocho, véase Lackner (1988). Sobre la prosopagnosia, pueden consultarse Damasio, Damasio y Van Hoesen (1982); Tranel y Damasio (1988); y Tranel, Damasio y Damasio (1988). <<

[2] El contenido de esta sección y la siguiente se basa en mis anteriores análisis de los fundamentos metodológicos de la heterofenomenologia: Dennett (1978c, 1982a). <<

[3] Hace algunos años, Wade Davis, un joven antropólogo educado en Harvard, anunció haber desvelado el misterio de los zombis vudú. En su libro The Serpentaria the Rainbow (1985) describía la poción neurofarmacológica que preparan los practicantes del vudú y que aparentemente tiene la propiedad de hacer caer a un ser humano en un estado parecido a la muerte; después de haber permanecido enterrados vivos durante algunos días, estas pobres personas a veces son exhumadas para poder suministrarles un alucinógeno que provoca desorientación y amnesia. Sea a causa del alucinógeno, sea a causa de las lesiones cerebrales producidas por la falta de oxigeno durante el periodo en que permanecieron enterrados, estos individuos realmente se convierten en seres errantes como los zombis de las películas y, ocasionalmente, pueden acabar esclavizados. A causa del carácter un tanto sensacionalista de las afirmaciones de Davis (así como de la película basada en su libro novelado), sus descubrimientos chocaron en un principio con una sólida barrera de escepticismo en algunos medios, pero esas criticas pronto se vieron acalladas tras la aparición de un segundo libro, mucho más serio en el plano científico, Passage of Darkness: The Ethnobiology of the Haitian Zombie (1988). Véanse también Booth (1988) y Davis (1988b). <<

* Traduzco por «denotabilidad» la voz inglesa aboutness. Creo que el término se justifica por el hecho de que el concepto de “intencionalidad”, tal y como se usa en el texto, hace referencia al carácter representacional de las actitudes proposicionales (creencias y deseos). Los rasgos intencionales o representacionales son rasgos semánticos: las creencias son ciertas o falsas; entrañan o implican otras creencias, es decir, su intencionalidad debe entenderse como una capacidad para referir (o denotar). [N. del T.] <<

[4] En «How to change your mind», en Brainstorms (1978a), adopto un uso convencional del término «opinión» que me permite establecer una distinción entre las creencias propiamente dichas y otros estados más influidos por el lenguaje, que llamo opiniones. Los animales sin lenguaje pueden tener creencias, pero no opiniones. Las personas pueden tener ambas cosas, pero si usted cree que mañana es viernes, ello deberá ser considerado, de acuerdo con mi definición, su opinión de que mañana es viernes. No es el tipo de estado cognitivo que uno pueda tener sin lenguaje. Aunque no presupongo familiaridad con esta distinción, mi intención es que mis afirmaciones en el texto sean aplicables a ambas categorías. <<

[1] Este problema tiene una cierta semejanza con las dificultades que encuentran los físicos cuando se enfrentan a una singularidad, un punto en el que, precisamente por carecer de dimensiones, muchas magnitudes adoptan valores infinitos (dada su definición). Esto es lo que pasa con los agujeros negros, pero también afecta a la interpretación de entidades más mundanas.

Roger Penrose comenta el caso de cómo aplicar las ecuaciones de Lorentz y las ecuaciones de Maxwell a las partículas. «Lo que las ecuaciones de Lorentz nos dicen que debemos hacer es examinar el campo electromagnético en el punto exacto en el que está localizada la partícula (y, en efecto, nos proporcionan una fuerza en dicho punto). ¿Qué punto debe tomarse si la partícula tiene un tamaño finito? ¿Debemos tomar el centro de la partícula, o debemos promediar el campo (de la fuerza) sobre todos los puntos de la superficie? (…) Quizá sea mejor considerar la partícula como un punto determinado. Pero esto lleva a otro tipo de problemas, pues entonces el propio campo eléctrico de la partícula se hace infinito en su inmediata vecindad.» (Penrose, 1989, págs. 189-190 [245-246 de la edición española; N. del T]). <<

[2] Negar que la cabeza es el cuartel general sería una locura, pero no una locura sin precedentes. Phillippe Pinel relata en 1800 el curioso caso de un hombre que cayó en «un verdadero delirio producto de los terrores de la revolución». El trastorno de la razón en este hombre estaba marcado por un hecho singular: creía haber sido guillotinado y que su cabeza había ido a parar a un montón de cabezas de otras víctimas. Después, al arrepentirse los jueces demasiado tarde de sus crueles actos, ordenaron devolver las cabezas a sus respectivos cuerpos. Sin embargo, a causa de un error, pusieron sobre los hombros de este hombre la cabeza de otro desgraciado.

Esta idea de que su cabeza había sido cambiada le ocupaba noche y día… «¡miren mis dientes!, repetía sin cesar, ¡eran perfectos, y ahora están todos podridos! ¡Mi boca estaba sana, pero esta está infectada! ¡Qué diferencia entre este pelo y el pelo que tenía antes de que me cambiaran la cabeza!» Traité médico-philosophique sur l'aliénation mentale, ou la Manie. París: Chez Richard, Caille et Ravier, 1800, págs. 66-67 (debo agradecer a Dora Weiner el haber puesto en mi conocimiento este caso tan fascinante). <<

* Página 63 de la edición castellana (Galápago, 1986). [N. del T.] <<

[3] Un ejemplo aún más sorprendente es aquel experimento en que se hace creer al sujeto, mediante un juego de espejos, que es su propia mano la que está dibujando una línea, cuando la verdad es que lo que está viendo es la mano de un ayudante del investigador. En este caso «los ojos ganan» hasta tal punto que el proceso de edición en el cerebro es inducido a concluir que la mano del sujeto está siendo movida a la fuerza; este afirma sentir la «presión» que le impide mover «su» mano en la dirección deseada (Nielsen, 1963). <<

[4] El operacionalismo es (aproximadamente) la idea o principio según el cual «si no se puede descubrir ninguna diferencia, entonces es que no hay diferencias», o, como a menudo se dice, «si grazna como un pato y anda como un pato, entonces es un pato». Para una reconsideración de los puntos débiles y los puntos fuertes del operacionalismo, véase Dennett (1985a). <<

[5] Existe una región en el córtex denominada MT, que responde al movimiento (y al movimiento aparente). Supóngase entonces que una cierta actividad en MT es la conclusión del cerebro de que hubo movimiento intermedio. Desde el punto de vista del modelo de Versiones Múltiples no tiene sentido preguntarse si esa es una conclusión pre o postexperiencial. En otras palabras, sería un error preguntarse si la actividad en MT fue una «reacción a la experiencia consciente» (por parte de un historiador orwelliano) o si, por el contrario, fue una «decisión de representar el movimiento» (por parte del editor estaliniano). <<

* Trad. cast. de Carlos Mellizo, Alianza, Madrid, 1989, págs. 19-20. [N. del T.] <<

[6] De hecho, el propio Hobbes era consciente de los problemas que comporta esta idea: «Porque si esos colores y sonidos estuvieran en los cuerpos u objetos que los causan, no podrían separarse de ellos como de hecho vemos que pueden separarse mediante lentes, o, en el caso del eco, por reflexión. Y aunque a cierta distancia el mismo objeto real parece estar investido de la fantasía que él engendra en nosotros, el objeto siempre será una cosa, y la imaginación o fantasía será otra» (Leviatán, mismo capítulo [pág. 20 de la edición castellana; N. del T.]). Sin embargo, este pasaje es susceptible de diferentes interpretaciones. <<

[7] Smythies (1954). Esta pieza heroica es una buena demostración de cuán difícil era pensar sobre estas cosas hace tan sólo treinta y siete años. Smythies refuta enérgicamente una versión del manual de la teoría de la proyección; en la conclusión cita aprobatoriamente un párrafo de Bertrand Russell en el que se rechaza la misma idea: «Aquel que acepte la teoría causal de la percepción se verá abocado a concluir que los perceptos se hallan en nuestras cabezas, ya que llegan al término de una cadena causal de eventos físicos conducentes, espacialmente, del objeto al cerebro del que percibe. No podemos suponer que, al final de este proceso, el último efecto salte repentinamente hacia atrás hasta el punto de partida como cuando soltamos una cuerda elástica en tensión» (Russell, 1927). <<

[8] «Es como si nuestro fenhominista, convertido ahora en fenhominólogo, se aferrara, en su confusión, a la estratagema desesperada de inventar un espacio de los dioses, un cielo, para que su amado Fenhomo pueda residir en él, un espacio que sea lo bastante real como para satisfacer al que cree en él, pero lo bastante remoto y misterioso como para ocultar al Fenhomo de los escépticos. El espacio fenoménico es el cielo de las imágenes mentales, pero si las imágenes mentales resultan ser reales, podrán residir fácilmente en el espacio físico de nuestros cerebros, y si, por el contrario, resultan no ser reales, podrán residir, con Papá Noel, en el espacio lógico de la ficción.» Dennett (1978a), pág. 186. <<

* Como podrá observar el lector, en este capítulo y el siguiente se introduce una distinción fundamental en el modelo de Dennett: la distinción entre vehículo y contenido. El autor, intencionadamente, evita utilizar el término «representación» cuando se refiere al vehículo de un contenido y utiliza en cambio la palabra inglesa representing. A fin de mantener tal distinción hemos optado por utilizar las palabras «representante» y «representado» para referirnos al vehículo y al contenido, respectivamente; de este modo capturamos el evidente paralelismo que existe entre la concepción defendida por Dennett y la concepción del signo lingüístico como la unión de un significante y un significado, que, en un plano ligeramente distinto, defendió el lingüista suizo F. de Saussure. Queremos agradecer al profesor Dennett el habernos ayudado a aclarar este punto. [N. del T.] <<

[9] El filósofo Jay Rosenberg me ha hecho notar que Kant considera acertada esta concepción, al afirmar que, en la experiencia, el für mich (el «por mí») y el an sich (el «en sí») son una misma cosa. <<

[10] El filósofo Ned Block me contó una vez su experiencia como sujeto en un test de «lateralización». Tenía que fijar en línea recta la vista en un punto y de vez en cuando se encendía una palabra (o una no palabra como GHRPE) a la izquierda o a la derecha de ese punto. Su tarea consistía en presionar un botón si el estímulo era una palabra. Sus tiempos de reacción eran significativamente más largos para las palabras que aparecían en el área izquierda (y que, por tanto, accedían primero al hemisferio izquierdo), lo cual no hacía más que confirmar la hipótesis de que él, como la mayoría de las personas, tenía una fuerte lateralización para el lenguaje en el hemisferio izquierdo. Tampoco fue una sorpresa para el propio Block; lo que le pareció interesante fue «la fenomenología: las palabras que se encendían a la izquierda aparecían un poco borrosas». Le pregunté si creía que las palabras eran más difíciles de identificar porque eran borrosas, o si parecían borrosas porque eran más difíciles de identificar. Block admitió no encontrar una manera de distinguir entre estas dos explicaciones causales «opuestas» de su juicio. <<

[11] Esta manera de pensar me vino a la mente después de leer a Snyder (1988), aunque su manera de enfocar los problemas difiere ligeramente de la mía. <<

* Critica de la razón pura I, Primera parte: Estética trascendental. Sección 2.* El tiempo, §7, A37-B54, Nota 2. Traducción al castellano de Pedro Ribas, Alfaguara (Clásicos Alfaguara), Madrid, 1978. [N. del T].<<

[1] Los argumentos y análisis presentados en este capítulo (y parte, también, de los desarrollados en el anterior) provienen de los trabajos descritos en Dennett y Kinsbourne (1992). <<

[2] Lo cual no significa que el cerebro nunca utilice «buffers de memoria» para amortiguar la interficie entre los procesos internos del cerebro y el asincrónico mundo exterior. La «memoria ecoica» donde se mantienen durante un tiempo ciertos patrones de estímulo mientras el cerebro empieza a procesarlos sería un buen ejemplo de ello (Sperling, 1960; Neisser, 1967; véase también Newell, Rosenbloom y Laird, 1989, pág. 107). <<

[3] Me apresuro a añadir que estoy introduciendo algunos adornos históricos. Francis Rawdon-Hastings, el primer marqués de Hastings y segundo conde de Moira, era el gobernador de Bengala y comandante en jefe de la India en 1815, pero no tengo ni la más remota idea de cómo y cuándo fue informado del resultado de la batalla de Nueva Orleans. <<

[4] Dicho «matasellos» podría, en principio, añadirse al vehículo de contenido en cualquier instante durante el viaje; si todo lo que llega a un punto determinado viene del mismo sitio, a través de la misma ruta y a la misma velocidad, el «tiempo de salida» del destino original puede marcarse retroactivamente, mediante la simple operación de restar una constante al tiempo de llegada al apeadero. Desde el punto de vista de la ingeniería, esta es una posibilidad que el cerebro probablemente utiliza para efectuar ciertos ajustes automáticos en tiempos de viaje estándar. <<

[5] Como señala Uttal (1979), dicha distinción es tenida en cuenta por los investigadores del cerebro: «La esencia de la mayor parte de las investigaciones que se han llevado a cabo en el campo de la codificación sensorial puede resumirse en una única idea particularmente importante: cualquier código posible es capaz de representar cualquier dimensión perceptiva; no es necesario que exista una relación isomórfica entre los datos neurológicos y psicofísicos. El espacio puede representar el tiempo, el tiempo puede representar el espacio, la localización puede representar la cualidad y, sin duda, las funciones neurológicas no lineales pueden representar con la misma precisión las funciones psicofísicas lineales y no lineales» (pág. 286). Sin embargo, pese a que la idea es conocida, enseguida veremos que algunos teóricos la comprenden comprendiéndola mal, la manera de «otorgarle un sentido» pasa por la reintroducción tácita de ese «isomorfismo» innecesario a través de un confuso proceso imaginario de traducción o «proyección» que se supone que tiene lugar en la conciencia. <<

[6] Véase Pylyshyn (1979, pág. 278): «Nadie … está dispuesto a hablar literalmente de propiedades físicas de eventos mentales tales como el color, el tamaño, la masa, etc… aunque hablamos de ellas como representaciones (o como poseedoras del contenido experiencial) de dichas propiedades. Por ejemplo, hablando con propiedad, nadie podría decir que un pensamiento (o una imagen) es grande o rojo, sino que es un pensamiento sobre algo grande o rojo (o que es la imagen de algo grande o rojo) (…). Por tanto, debería resultar sorprendente que hablemos con tanta libertad de la duración de un evento mental». <<

[7] Como señala el psicólogo Robert Efron: «Cuando observamos por primera vez un objeto con visión central, no experimentamos súbitamente el objeto como nos aparecería con la visión más periférica, y después como nos aparecería con una visión menos periférica (…). Similarmente, cuando cambiamos nuestra atención de un objeto de conciencia a otro, no hay experiencia de especificidad “creciente” del nuevo objeto de conciencia; simplemente percibimos un nuevo objeto» (1967, pág. 721). <<

* EST: Eastern Standard Time, la hora oficial en los Estados del Este de los EE.UU. [N. del T.] <<

* Página 409 de la edición española. [N. del T.] <<

[8] Véase también el rechazo que expresa Libet ante la sugerencia de MacKay para una lectura más moderada (1981, pág. 195; 1985b, pág. 568). Por otra parte, su conclusión final en 1981 es todo menos concluyente: «Mi visión personal… ha sido la de que la discrepancia temporal crea ciertas dificultades para la teoría de la identidad, pero que estas dificultades no son insuperables» (pág. 196). Presumiblemente serían totalmente insuperables en la interpretación que comporta una proyección hacia atrás, ya que esta presupone precognición o causalidad retroactiva u otro mecanismo igualmente extraño y desconocido. Además, más tarde Libet (1985b, pág. 569) describe estas dificultades superables de un modo que parece invitar a una lectura más moderada: «Aunque la hipótesis del retraso-más-anticipación no separa el tiempo real de la experiencia del tiempo de su producción neuronal, no elimina sin embargo la necesidad de apelar a la simultaneidad entre la organización temporal subjetiva de la experiencia y el tiempo real objetivo de la experiencia». Es posible que la vehemente defensa que sir John Eccles ha llevado a cabo de la interpretación radical y dualista de estos hallazgos haya desviado la atención de Libet (y de sus críticos) de las tesis moderadas que él mismo a veces mantiene. <<

[9] En un artículo anterior, Libet considera la posibilidad de procesos orwellianos y supone que podría haber una diferencia significativa entre eventos mentales inconscientes y eventos mentales conscientes pero efímeros: «Podría muy bien ser que hubiera un tipo inmediato pero efímero de experiencia consciente que no es retenida para el recuerdo en los niveles conscientes de la experiencia. Sin embargo, si tales experiencias existen, su contenido deberá tener una significación directa tan sólo en procesos mentales inconscientes tardíos, aunque, al igual que otras experiencias inconscientes, podrían jugar un papel indirecto en experiencias conscientes posteriores» (1965, pág. 78). <<

[10] Harnad (1989) percibe un problema de medición irresoluble, pero niega precisamente lo que yo estoy afirmando: que no hay tal hecho verdadero: «La introspección sólo puede decirnos en qué momento pareció producirse un evento determinado, o cuál de los dos eventos pareció producirse el primero. No hay un modo independiente de confirmar que la organización temporal real fuese realmente como pareció que era. La inconmensurabilidad es un problema metodológico, no metafísico» (pág. 183). <<

[1] Usted puede inferir que yo pienso que todo lo que utilizo en mi historia es correcto —o que va por el buen camino—, pero no puede inferir, del hecho de que no me ocupe de alguna teoría o de algún detalle de una teoría, que piense que es incorrecta. Tampoco puede usted inferir que yo piense que una teoría determinada es defendible, del hecho de que utilice algunos detalles de esta teoría. Lo dicho se aplica también a mis escritos anteriores sobre este asunto, de los cuales extraigo algunas ideas. <<

[2] John Maynard Smith es el principal teórico que se ha ocupado de estos asuntos y, además de su clásico The Evolution of Sex (1978), el lector hallará muchos artículos brillantes que tratan los problemas conceptuales de la teoría en la recopilación Sex, Games, and Evolution (1989). Véase también R. Dawkins (1976), págs. 46-48 [págs. 55-57 de la edición castellana; N. del T], para un breve repaso de estos temas, otras formas simples de vida, pero podemos reconocer en sus mecánicas y aparentemente gozosas rutinas de reproducción los fundamentos y los principios de nuestro, mucho más apasionante, mundo del sexo. De forma similar, no hay nada particularmente egoico (si se me permite acuñar el término) en los primitivos precursores de los yos humanos conscientes, aunque sientan las bases a partir de las que se han desarrollado las innovaciones y complejidades humanas* El diseño de nuestras mentes conscientes es el resultado de tres procesos evolutivos sucesivos, apilados el uno sobre el otro, y, a fin de poder comprender esta pirámide de procesos, tenemos que empezar por el principio. <<

* En la traducción de los términos «sexy» y «selfy» que utiliza Dennett, me permito la libertad de tomar prestados del traductor francés de esta obra Pascal Engel (que, a su vez, los toma del italiano Lauro Colasanti) los términos «erótico» y «egoico». <<

[3] La idea de las neuronas multifuncionales no es nueva, pero sólo recientemente ha empezado a ganar adeptos:

Son las concatenaciones más o menos simultáneas de salidas o señales neuronales las que son ambiguas, y no las salidas de neuronas individuales. La convergencia de diversas concatenaciones de señales ambiguas en cada nivel sucesivo resolvería la ambigüedad de la misma manera que la convergencia de definiciones ambiguas determina una única solución (o casi única) en un crucigrama (Dennett, 1969, pág. 56).

…no hay una estructura o combinación de grupos única correspondiente a una categoría o patrón de salida dado. Por el contrario, más de una combinación de grupos neuronales puede dar lugar a una salida determinada, y un único grupo determinado puede participar en más de un tipo de función señaladora. Esta propiedad de los grupos neuronales en repertorio, denominada degenerando, constituye uno de los fundamentos de las capacidades generalizadoras de los mapas de reentrada (Edelman, 1989, pág. 50).

Sobre este rasgo arquitectónico, en el que cada nodo contribuye a muchos contenidos diferentes, ya había insistido Hebb en su trabajo pionero The Organization of Behavior: A Neuropsychological Theory (1949). Es la base del «procesamiento paralelo distribuido» o «conexionismo». Pero hay algo más sobre la multiplicidad de funciones: en un nivel de análisis más burdo, veremos sistemas enteros con funciones especializadas, pero también capaces de participar en proyectos más generales.

<<

[4] Esta analogía entre la ascidia y el catedrático fue observada por primera vez, creo, por el investigador del cerebro Rodolfo Llinás. <<

[5] Esta configuración recuerda vagamente a la manera, no totalmente infalible, que tenía Shakey de distinguir cajas de pirámides. Así que Shakey no es totalmente antibiológico después de todo; la biosfera posee muchos artilugios como estos. También es verdad, sin embargo, que el sistema «visual» de Shakey no es un modelo particularmente bueno de la visión de ninguna especie viviente. No era este su objetivo. <<

[6] Las ideas básicas ya pueden hallarse en los escritos del propio Darwin y de sus primeros discípulos (Richards, 1987). El neuroanatomista J. Z. Young (1965a, 1965b) fue el primero en proponer una teoría seleccionista de la memoria (véase también Young, 1979). Yo mismo me he ocupado de desarrollar una versión filosófica del mismo argumento, con un pequeño esbozo de los detalles relevantes, en mi tesis doctoral defendida en Oxford en 1965, una versión mejorada de la cual es «Evolution in the Brain», el capítulo 3 de Contení and Consciousness, 1969. John Holland (1975) y otros dedicados a la inteligencia artificial han desarrollado «algoritmos genéticos» para sistemas de aprendizaje o de autorrediseño (véanse también Holland, Holyoak, Nisbett y Thagard, 1986), y Jean-Pierre Changeux (Changeux y Danchin, 1976; Changeux y Dehaene, 1989), desarrollaron un modelo neuronal bastante detallada El neurobiólogo William Calvin (1987, 1989a) aporta una perspectiva diferente (y más fácilmente accesible) sobre el asunto en sus propias teorías de la evolución en el cerebro. Véase también su clara y penetrante reseña (Calvin, 1989b) del libro Neural Darwinism de Gerald Edelman (1987). Recientemente, Edelman ha publicado The Remembered Present: A Biological Theory of Consciousness (1989). <<

* Trad. cast, de A. Domínguez, Madrid, Alianza, 1988 (§31, págs. 86-87). [N. del T.] <<

* Aquí procuro ser fiel al estilo desenfadado del autor intentando adaptar al castellano la pequeña frivolidad que este se permite en el texto original. EN. del T.] <<

[7] Este es el problema, fundamental en la filosofía de la mente, del contenido mental o de la intencionalidad, para el cual se han propuesto numerosas soluciones, todas ellas controvertidas. La mía se desarrolla en La actitud intencional (1987a). <<

[8] Algunos osados teóricos afirman lo contrario. Jerry Fodor (1975), por ejemplo, sostiene que todos los conceptos que uno puede llegar a poseer son innatos, aunque sólo se activan o podemos acceder a ellos a través de determinadas experiencias «de aprendizaje». Así, Aristóteles poseía en su cerebro el concepto de avión, y también el de bicicleta, pero nunca tuvo ocasión de utilizarlos. A todos aquellos que se echan a reír ante semejante idea tan descabellada, Fodor replica que los inmunólogos solían reírse de la idea de que las personas —Aristóteles, por ejemplo— nacen con millones de anticuerpos distintos, incluidos los anticuerpos para determinados compuestos que han surgido en la naturaleza sólo en el siglo XX, pero ya no se ríen. El problema con esta idea, en su aplicación tanto a la inmunología como a la psicología, es que en sus versiones más radicales es claramente falsa y que las versiones más moderadas son difíciles de distinguir de la tesis opuesta. En el sistema inmunológico, hay una reacción combinatoria —no toda respuesta inmunológica entre tipos de anticuerpos preexistentes es biunívoca; igualmente, quizás Aristóteles poseyera un concepto innato de avión, pero ¿poseía también el concepto innato de jumbo-jet? ¿Y qué podemos decir del concepto de billete de ida y vuelta con tarifa APEX de Boston a Londres? Una vez se empieza a encontrar una respuesta para este tipo de preguntas, en ambos campos, resulta que parece que es preciso apelar al aprendizaje en mayor o en menor grado, y apelar al innatismo de ciertos conceptos. <<

* Con el nombre genérico de mono verde se designa en castellano una especie de monos del género Cercopithecus muy común en África Central. Los zoólogos distinguen tres subespecies de mono verde: el Cercopithecus pygerythrus («vervet monkey» en inglés), el Cercopithecus aethiops («grivet monkey» en inglés) y el Cercopithecus sabaeus («green monkey» en inglés). [N. del T,] <<

[9] Evidentemente, estoy haciendo alusión a la teoría del significado no natural de Paul Grice (Grice, 1957, 1969), pero para una teoría de la comunicación que elimina algunos de los aspectos más débiles y menos verosímiles de las teorías griceanas, véase Sperber y Wilson (1986). <<

[10] ¿Qué derecho tengo a hablar de creencias y deseos al referirme a estos antepasados nuestros todavía no completamente conscientes? Mi propia teoría de las creencias y los deseos, expuesta en La actitud intencional, defiende la visión de que no hay ninguna razón de peso para escribir estos términos entre comillas: la conducta de los animales «inferiores» (incluso las ranas) es un dominio de explicación tan bueno para la actitud intencional, con su atribución de creencias y deseos, como lo es la conducta de los seres humanos. En cualquier caso, los lectores que no estén de acuerdo con esta teoría pueden interpretar el uso que aquí se hace de estos términos como un uso metafórico y ampliado de los mismos. <<

[11] Sobre la comunicación en los primates y sobre ciertos aspectos todavía no resueltos acerca de la presunta capacidad de engañar deliberadamente en los simios y los monos, véanse Dennett (1983, 1988c, 1988d, 1989a); Byrne y Whiten (1988); Whiten y Byrne (1988). <<

[12] En «El jardín de senderos que se bifurcan», Jorge Luis Borges (1941) idea una diabólica e inteligente versión de esta estrategia, que me voy a abstener de describir por no privar al lector de un gran final. <<

[13] Este apartado se basa en gran medida en mi artículo «Memes and the exploitation of imagination» (1990a). <<

[14] Para un excelente y reciente repaso de todas las controversias suscitadas en la bibliografía sobre la evolución del lenguaje, véase Pinker y Bloora (1990), y los comentarios que siguen. <<

* Página 251 de la edición castellana (Salvat, 1993). [N. del T.] <<

* Página 251 de la edición castellana (Salvat, 1993). En esta ocasión, no soy totalmente fiel al texto de la traducción pues estoy en total desacuerdo con la manera en que se ha traducido la voz «meme» del inglés. Los traductores de El gen egoísta traducen «meme» (en inglés pronunciado «mi:m») por «meme» en castellano. Sin embargo, el castellano posee el sufijo -ema propio de palabras cuyo significado es «unidad lingüística en el plano de una descripción idealizada»; es el que encontramos en palabras como fonema o morfema. Me parece, por tanto, más apropiado traducir «meme» por mema, generalizando el significado del sufijo -ema a «unidad mínima en el plano de una descripción idealizada»; por otra parte, así respetamos el patrón de traducción ya establecido, ya que fonema y morfema se corresponden con las palabras inglesas «phoneme» y «morpheme», respectivamente. [N. del T.] <<

* Página 260 de la traducción castellana (Salvat, 1993). [N. del T.] <<

* Página 260 de la traducción castellana (Salvat, 1993). [N. del T.] <<

* El título de la marcha podría traducirse aproximadamente como «Gloria al Señor, Gran Ejecutor», aunque presumiblemente los problemas con el título a que se refiere el autor se deban al hecho de que la palabra executioner («ejecutor») significa también «verdugo». [N. del T.] <<

* Véase más adelante para una definición del término y para una justificación de que no lo traduzcamos. [N. del T.] <<

[15] Los puristas podrían objetar que mi uso del término máquina virtual tiene un significado un poco más amplio de lo que recomienda el uso en ciencias de la computación e informática. Mi respuesta no puede ser más que, como la Madre Naturaleza, cuando tengo algo útil a mano que puedo «pillar» y utilizar ampliando sus funciones (Gould, 1980), no tengo ningún reparo en hacerlo. <<

[16] E incluso podría no ser una máquina virtual. Podría ser una máquina real hecha por encargo preconfigurada con un propósito específico, como una máquina Lisp, que es una descendiente directa de las máquinas Lisp virtuales, y que ha sido diseñada directamente en sus chips de silicio para funcionar con el lenguaje de programación Lisp. <<

* Un shell es precisamente ese espacio virtual que queda entre dos máquinas virtuales, como el estrecho espacio que queda entre dos cajas chinas anidadas. Desde un shell podemos «observar» o «utilizar» una máquina virtual desde otra que esté por encima o por debajo de ella. Mantenemos la palabra inglesa «shell», porque es esta la más comúnmente utilizada por los informáticos hispanohablantes; sólo ocasionalmente se utiliza «concha» en textos escritos. [N. del T.] <<

[17] Las «neuronas lógicas» de McCulloch y Pitts (1943) se desarrollaron contemporáneamente a la invención del ordenador serial e influyeron en el pensamiento del propio von Neumann, y dieron lugar a los perceptrones de los años cincuenta, los antepasados del conexionismo actual. Para una breve reseña histórica de estos temas, véase Papert (1988). <<

[18] Para más detalles sobre las implicaciones de la velocidad real, y las implicaciones para la inteligencia artificial, véase el artículo «Fast thinking» en mi libro La actitud intencional (1987a). <<

* Traducción castellana de A. Vallejo Campos en el volumen V de los Diálogos, Madrid, Gredos (Biblioteca Clásica Gredos, 117), 1988, págs. 288-289. [N. del T.] <<

[19] Para una interesante discusión sobre el (aparente) desacuerdo entre dos escuelas de pensamiento en el seno de la inteligencia artificial, razonamiento frente a búsqueda, véase Simon y Kaplan, 1989, págs. 18-19. <<

* En este párrafo tan lleno de juegos de palabras, me resisto a traducir más de lo traducible y mantengo aquellos términos, como «hacker» y «hack», que, por lo que he podido comprobar, han sido adoptados directamente en la jerga informática. Un «hacker» es un programador poco elegante, que no duda en utilizar cualquier «hack» para que su programa funcione. En cuanto a la palabra «stooge» (que rima con «kludge») designa en inglés coloquial a un ayudante o un subalterno. <<

* Traducción castellana de Wenceslao Roces, Barcelona, Critica <<

** Traducción castellana de Pedro González Blanco, Olañeta, Palma de Mallorca, 1979. <<

* Altero ligeramente el ejemplo para adecuarlo al orden de palabras castellano, ya que el fenómeno de corrimiento del acento (más claramente apreciable en inglés que en castellano) se produce cuando la palabra siguiente va acentuada en la primera silaba, como ocurre con el nombre del estado de Arkansas (pronúnciese ARkansas). El ejemplo original debía traducirse «conduje desde Nashville, Tennessee, hasta la frontera de Tennessee» («I drove from Nashville, Tennessee, to the Tennessee border»), en cuyo caso «Tennessee» pasaba a ocupar la posición final y mantendría el acento agudo. [N. del T.] <<

* De unos versos de Quevedo. [N. del T.] <<

[1] Dan Sperber y Deirdre Wilson (1986) abren una nueva perspectiva sobre cómo componemos nuestras comunicaciones, insistiendo en modelos de cómo funcionan realmente las cosas, en el hablante y en el oyente, contrariamente a la práctica habitual entre filósofos y lingüistas, que se limitan a hacer vagas alusiones a los mecanismos, al tiempo que apelan a reconstrucciones racionales de las supuestas tareas y sus requisitos. Ello permite a Sperber y Wilson hacer algunas consideraciones sobre la practicalidad y la eficiencia: principios del mínimo esfuerzo e interés por la organización temporal y la probabilidad. Demuestran, a continuación, cómo desde esta nueva perspectiva ciertos «problemas» tradicionales desaparecen, en particular el problema de cómo da el oyente con la interpretación «correcta» de las intenciones del hablante. Aunque no elevan su modelo al nivel de procesos evolutivos como los que hemos estado considerando aquí, sin duda invitan a llevar a cabo este desarrollo. <<

[2] Como señala Levelt, «Si se pudiera demostrar, por ejemplo, que la generación de mensajes se ve afectada directamente por la accesibilidad de los lemas o lexemas, dispondríamos de evidencias en favor de la idea de la realímentacíón desde el formulador al conceptualizador. Esta hipótesis puede ser evaluada empíricamente… Hasta ahora, la evidencia en favor de dicho proceso de realimentación ha sido negativa» (pág. 16). La evidencia que Levelt reseña proviene de experimentos muy controlados en los que se solicita al hablante que realice una tarea muy especifica, como por ejemplo, describir la imagen de la pantalla tan deprisa como pueda (págs. 276-282). Como evidencia negativa es excelente —yo mismo me sorprendí ante la ausencia de efectos en estos experimentos—, pero, como el propio Levelt reconoce, es inconcluyente. No se puede sostener realmente que sea una afirmación ad hoc el decir que la artificialidad de estas situaciones experimentales ahogaba por completo la dimensión creativa/oportunista del lenguaje. Pero quizá Levelt esté en lo cierto; quizá la única realimentación entre el formulador y el conceptualizador sea indirecta: el tipo de realimentación que una persona puede producir solamente cuando se habla explícitamente a sí misma, formándose después una opinión sobre lo que se oye decir. <<

* Página 244 de la traducción castellana (Galápago, 1986). [N. del T.] <<

[3] Levelt me ha confesado ser un buscador empedernido de juegos de palabras (en holandés, su lengua materna) y, además, sabe cómo lo hace: «Gracias a muchos años de práctica, le doy vueltas prácticamente a cada palabra que oigo. Y después (de forma plenamente consciente), me fijo en el resultado para ver si significa algo. El 99,9 por ciento de las veces no surge nada que sea divertido; pero en el tino por mil restante salen cosas bastante buenas y me falta tiempo para decirlas» (comunicación personal). Este es un perfecto ejemplo de resolución de problemas von neumanniana: serial, controlada… ¡y consciente! La pregunta es si hay otras maneras, más pandemónicas», de generar gracias inconscientemente. <<

[4] Según el Oxford Dictionary of Quotations (segunda edición, 1953), también se atribuye esta famosa frase a Phineas T. Barnum. Ya que Barnum es un ilustre alumno y generoso benefactor de mi universidad, me veo en la obligación de señalar que Lincoln podría no ser el originador de este mema de grandes capacidades replicativas. <<

* Traduzco por «linea del conocimiento» la forma inglesa «awareness Une», donde Dennett utiliza un sinónimo de «consciousness», a fin de mantener la diferencia de matiz que el autor busca. Utilizo «conocimiento» porque «awareness» en determinados contextos puede poseer este significado. [ N. del T.] <<

[5] Esto recuerda la visión de Freud sobre cómo funciona el «preconsciente»: «Así pues, la pregunta de cómo se hace algo consciente deberá ser sustituida por la de cómo se hace algo preconsciente, y la respuesta seria que por su enlace con las representaciones verbales correspondientes». (El yo y el ello, en la versión castellana de Luis López Ballesteros, Ramón Rey y Gustavo Dessal que aparece en el volumen Los textos fundamentales del psicoanálisis, Alianza, Madrid, 1988, pág. 555. [N. del T.]) <<

[6] Levelt me informa de que recientes investigaciones que se están llevando a cabo en el Instituto Max Planck de Psicolingüística en Nimega ponen en duda esta afirmación, la tradicionalmente aceptada hasta ahora. Las investigaciones de Heeschen indican que, en un determinado nivel, los pacientes con afasia de jerga o de Wernicke sí sienten ansiedad por su déficit y parecen adoptar una estrategia de repetición con la esperanza de comunicarse. <<

* En esta traducción literal se pierde casi todo el interés de esta preferencia, que se compone de una serie de palabras con una cierta similitud fonética con la palabra «nailfile» (lima de uñas). La preferencia original es la siguiente: «That is a knife, a knife tail, a knife, stale, stale knife». <<

[7] Otro fenómeno lingüístico anómalo es ese conocido síntoma de la esquizofrenia: el «oír voces». Hoy en día es un hecho prácticamente establecido que la voz que “oye” el esquizofrénico es la suya propia; está hablando en silencio consigo mismo sin darse cuenta. Un obstáculo tan simple como hacer que el paciente se aguante la boca cerrada basta para que las voces callen (Bick y Kinsbourne, 1987). Véase también Hoffman (1986), y el comentario de Akins y Dennett, «Who may I say is calling?» (1986). <<

* No confundir los memas con los nemas; estos últimos los define Minsky, en La sociedad de la mente, como «agentes cuyas salidas afectan a otros agentes en maneras que cada uno aprende independientemente. El “contexto” dentro del cual trabaja un agente típico está determinado en gran parte por la actividad de los nemas que llegan a él». (Minsky, 1985, trad. cast., pág. 346; N. del T.) <<

* Página 267 de la traducción castellana (Galápago, 1986). [N. del T.] <<

[1] Edelman (1989) es uno de esos teóricos que ha intentado tenerlo todo en cuenta, desde los detalles de la neuroanatomía a la psicología cognitiva, pasando por los modelos computacionales y las más abstrusas polémicas filosóficas. El resultado constituye un fracaso instructivo. Muestra con gran detalle de qué manera diferentes tipos de preguntas deben ser respondidas antes de poder afirmar que disponemos de una teoría completa de la conciencia, pero también muestra que ningún teórico puede apreciar las muchas sutilezas que presentan los diferentes problemas, en los diferentes campos. Edelman ha interpretado mal, y después ha rechazado con dureza, el trabajo de muchos aliados potenciales, de modo que ha aislado a su teoría del tipo de atención, informada y comprensiva, que necesita si quiere verla libre de sus errores y sus defectos. Estas observaciones traen a colación la cuestión paralela de que yo también podría haber subestimado algunos de los trabajos con los que me he mostrado en desacuerdo en estas páginas; sin duda así habrá sido, y espero que aquellos que hayan visto tratados injustamente a los retoños de su cerebro intentarán (otra vez) explicar aquello que yo no he entendido. <<

[2] Los funcionalistas han convertido la «cajolología» en un hábito, dibujando diagramas que sitúan los diversos componentes funcionales en cajas separadas, al tiempo que niegan explícitamente que estas tengan ninguna significación anatómica. (Yo mismo me confieso culpable de haber practicado, y de haber fomentado, esta práctica; véanse las figuras en Brainstorms, capítulos 7, 9 y 11.) Todavía pienso que «en principio» esta es una buena táctica, aunque en la práctica tiende a privar al funcionalista de la visión de descomposiciones alternativas de las funciones y, en particular, de la idea de funciones múltiples superpuestas. La imagen de la separación espacial entre la memoria de trabajo y la memoria a largo plazo —una imagen tan antigua como el aviario de Platón— juega un papel nada baladí en la manera en que los teóricos interpretan las tareas cognitivas. Un ejemplo sorprendente: «La necesidad de los símbolos surge porque no es posible que toda la estructura que interviene en una computación esté ensamblada con anterioridad en la localización física donde se produce esa computación. Así pues, es necesario viajar hacia otras partes (distales) de la memoria a fin de obtener la estructura adicional» (Newell, Rosenbloom y Laird, 1989, pág. 105). Ello lleva directamente a la imagen de los símbolos en movimiento, y de ahí (especialmente en aquellos que son fervientes admiradores de esta idea), al escepticismo frente a las arquitecturas conexionistas, sobre la base de que los elementos que en estas arquitecturas se parecen más a los símbolos —los nodos que de una manera u otra fijan la semántica del sistema— son inamovibles dentro de su red de interconexiones. Véase, por ejemplo, Fodor y Pylyshyn (1988). El problema de los elementos semánticos fijos frente a los elementos semánticos en movimiento es una manera de observar un problema fundamental todavía no resuelto dentro de la ciencia cognitiva. Probablemente no es la mejor manera de abordarlo, pero no desaparecerá hasta que lo hayamos sustituido por una versión mejor, anclada en una aceptación positiva —por oposición a un rechazo histérico— de los hechos fundacionales de la neuroanatomía funcional. <<

[3] En otras palabras, los atractivos de una «teoría causal de la referencia» son tan evidentes para los investigadores en ciencia cognitiva como para los filósofos. <<

[4] Fodor nota una variante de este problema en su discusión de «alojar un concepto» (1990, págs. 80-81). <<

[5] Las teorías de la atención basadas en la idea del reflector han sido muy populares durante años. Las teorías más toscas cometen el error de ser demasiado literales al suponer que lo que el reflector ilumina o ensalza en un determinado momento es una región de espacio visual exactamente igual que un foco de teatro que ilumina tina región del escenario. Las teorías del reflector más defendibles, aunque por el momento también las más impresionistas, insisten en señalar que es una porción de espacio conceptual o semántico la que se ve ensalzada (imagine usted, si puede, un foco de teatro capaz de iluminar solamente a los Capuletos, o solamente a los amantes). Véase Allport (1989) para las dificultades que presentan las teorías del reflector. <<

[6] Distinciones próximas a esta son mi trinidad formada por la estrategia intencional, la estrategia del diseño y la estrategia física (Dennett, 1971), y la identificación por parte de Allen Newell (1982) del «nivel del conocimiento» por encima del «nivel del sistema de símbolos físicos». Véanse Dennett (1987a, 1988e), y Newell (1988). <<

[7] Como señaló Marr, «Al separar la explicación en diferentes niveles, se abre la posibilidad de hacer afirmaciones explícitas sobre qué se está computando y por qué, y construir teorías capaces de declarar que lo que se computa es, en cierto sentido, óptimo o que ofrece la garantía de un funcionamiento correcto» (pág. 151 en Dennett (1971, 1983,1987a, 1988d) se presentan nuevos argumentos sobre las ventajas y los inconvenientes de esta ingeniería inversa; véase también Ramachandran (1985). <<

[8] En Minimal Rationality (1986), el filósofo Christopher Cherniak analiza las perspectivas y las limitaciones de procesos deductivos como los que posibilitan la existencia de un foro abierto. Véase también Stalnaker (1984). <<

[9] Jackendoff (1987) adopta una táctica ligeramente distinta. Divide el problema de la mente y el cuerpo en dos subproblemas, y dirige su teoría hacia la pregunta de cómo encaja en el cuerpo la mente computacional, de este modo, le queda por resolver un «problema de la mente y la mente», es decir, cuál es la relación entre la mente fenomenológica y la mente computacional. En lugar de aceptar esto como un misterio residual, yo me propongo demostrar de qué modo el modelo de las Versiones Múltiples, junto al método de la heterofenomenologia, elimina ambos problemas a la vez. <<

[1] Esta útil simplificación es uno de los muchos detalles que posteriormente fueron objeto de estudio por parte de otros investigadores. Hoy se dispone de suficientes datos que evidencian la presencia de efectos de «inercia» y de «momento» en la transformación de imágenes. Véase Freyd (1989). <<

[2] La impresionante, aunque un tanto desigual, animación del popular programa «Flight Simulator» para IBM-PC, es una buena muestra de los limites de la animación en tiempo real en pequeños ordenadores de escenas tridimensionales bastante complejas. <<

[3] Denomino Vorsetzer a este dispositivo porque me recuerda a un maravilloso pianista-robot alemán que también se llamaba así, que constaba de una unidad separada con ochenta y ocho «dedos» y que se podía «sentar ante» un piano ordinario, presionando las teclas y los pedales desde el exterior, igual que un pianista humano. (Es importante caer en la cuenta de que este dispositivo es un Vorsetzer —uno que se sienta ante algo— pero no un Vorsitzer —un presidente.) <<

[4] Una vez tenemos etiquetas, podemos explicar cualquier propiedad de un objeto, no sólo propiedades espaciales o propiedades visibles; como en los viejos chistes de los cuadernos para colorear: «Ahí está mi jefe, píntalo bien feo». <<

[5] Véase Kosslyn (1980) para algunas observaciones sobre los formatos. Jackendoff (1989) tiene un análisis parecido de lo que él denomina la forma de las estructuras de información. <<

[6] Kosslyn (1980) no sólo presenta tina defensa detallada de sus propias respuestas para estas preguntas, sino que también presenta un detallado examen de otros trabajos experimentales y teóricos sobre la imaginería. Farah (1988), y Finke, Pinker y Farah (1989) constituyen dos buenos repasos de los trabajos realizados durante la siguiente década. <<

[7] En palabras de Marvin Minsky, «La idea de percibir sucesos internos del cerebro no tiene nada de singular. Los agentes son agentes, y es tan sencillo para uno de ellos estar conectado para detectar un suceso cerebral causado por el cerebro, como estarlo para captar un suceso cerebral causado por el mundo» (1985, pág. 151) [pág. 156 de la traducción castellana; N. del T.]. <<

* No tengo noticia de que esta obra haya sido traducida al castellano. Existe, sin embargo, una traducción francesa. La défense Loujine, publicada por Gallímard/Folio, y tina traducción inglesa (la citada por Dennett), The Defense, edición de G. P. Putnam, publicada por Popular Library en 1964 (aparecida originalmente en The New Yorker). [N. del T.] <<

* Las páginas remiten a la edición inglesa de 1964. [N. del T.] <<

[8] En el capitulo 7 (pág. 236), me preguntaba, «¿hacer llegar los fragmentos adecuados de información hasta la superficie de qué?» y prometí dar una respuesta más adelante. La superficie (metafórica) viene determinada por el formato de las interacciones entre partes. <<

[9] Es interesante comparar los diferentes vestigios de esta idea del usuario en el cerebro en el trabajo de los más variados pensadores. Aquí están las palabras de Minsky (1985): «Exagerando un poco, lo que denominamos [conciencia] consiste poco más que en listados que se encienden, periódicamente, en pantallas mentales utilizadas por otros sistemas» [pág. 57; pág. 59 de la tr. cast. (N. del T.)]… Dividamos el cerebro en dos partes, A y B. Conectemos las entradas y salidas del cerebro A al mundo real, para que pueda percibir lo que ocurre allí. Pero no vinculemos el cerebro B con el mundo exterior; ¡efectuemos, en cambio, conexiones para que el cerebro A sea el mundo del cerebro B! [pág, 59; pág. 61 de la tr. cast. (N. del T.)]. Con muy buen criterio, Minsky evita postular lineas divisorias anatómicas, aunque otros estudiosos se han apresurado a proponer algunas. Cuando Kosslyn especuló por primera vez sobre la conciencia en tanto que máquina virtual, se inclinó por situar al usuario en los lóbulos frontales (véase también Kosslyn, 1980, pág. 21), y, más recientemente, Edelman, siguiendo su propia linea de argumentación, ha llegado a la misma conclusión, planteada en términos de su “memoria de yo/no yo dominada por valores” que él sitúa en los lóbulos frontales y a la cual asigna la tarea de interpretar las producciones del resto del cerebro (Edelman, 1989, págs. 102 y sigs.). <<

[10] Esto es, cuando menos, un pariente cercano del tema central de los trabajos últimos de Wittgenstein, aunque el propio Wittgenstein renunció a desarrollar una explicación positiva o modelo de la relación entre aquello que decimos y aquello de lo que estamos hablando cuando referimos (aparentemente) nuestros estados mentales. La filósofa Elizabeth Anscombe, en su clásico y frustrantemente oscuro libro, Intention (1957), intentó llenar este vacío dejado por Wittgenstein, argumentando que es erróneo asegurar que sabemos cuáles son nuestras intenciones; por el contrarío, sólo podemos decir cuáles son nuestras intenciones. También intentó caracterizar la categoría de las cosas que podemos conocer sin observación. En mi libro Content and Consciousness (1969), capítulos 8 y 9, se desarrolla una discusión bastante imperfecta de estas afirmaciones de Anscombe. Siempre he creído, sin embargo, que ahí había algo de razón, oculta en aquellos pasajes. Mi segundo intento se halla en «Toward a cognitive theory of consciousness» (1978) reimpreso en Brainstorms, especialmente las secciones IV y V (págs. 164-171). Este apartado es mí actual intento de aclarar estas ideas y constituye, además, una orientación radicalmente diferente de las versiones anteriores. <<

[11] En Brainstorms, exploté este rasgo de la psicología del sentido común en mi examen de «las multiplicidades-P de creencias fenomenológicas» (1978a, págs. 177 y sigs.) <<

[1] Tim Shallice, en From Neuropsychology to Mental Structure (1988), presenta una discusión puesta al día y bien argumentada del razonamiento implicado en el análisis de estos experimentos de la naturaleza. Muchos libros recientes incluyen presentaciones accesibles de algunos de estos casos tan fascinantes: Howard Gardner, The Shattered Mind (1975), y Oliver Sacks, The Man Who Mistook His Wife for His Hat (1985). <<

[2] Nótese que los detalles de la lesión neurológica en si mismos (sin las negativas) no probarían nada; es sólo al contrastar la lesión neurológica con los testimonios (creíbles) y la evidencia comportamental, que podemos construir hipótesis sobre qué partes del cerebro son esenciales para qué fenómenos conscientes. <<

[3] Sin los exámenes del cerebro que muestran la lesión cortical, no cabe duda de que también habría mucho escepticismo sobre los escotomas de los sujetos con visión ciega. Véanse, por ejemplo, Campion, Latto y Smith (1983), y Weiskrantz (1988). <<

[4] El filósofo Colín McGinn (1991) dice de un paciente con visión ciega imaginaria: «Desde el punto de vista comportamental, puede funcionar casi igual que tina persona que puede ver; desde el punto de vista fenomenológico, se considera ciega» (pág. 111). Esto es falso; desde el punto de vista comportamental no puede funcionar como una persona que puede ver. McGinn abunda en esta afirmación suya tan sorprendente: «Además, adoptando una actitud inocente, ¿acaso los pacientes con visión ciega no parecen tener experiencias visuales cuando llevan a cabo esas discriminaciones tan increíbles? (…) No parecen personas comportándose como si no hubiera nada que experimentar» (pág. 112). Esto también es falso. De hecho parece que no están teniendo experiencias visuales, porque necesitan indicaciones. Si no las necesitaran, parecería que estuvieran teniendo experiencias visuales, y nosotros no creeríamos sus negativas. <<

[5] «Si pudiera oír su propia respuesta galvánica sobre la piel, estaría en mejor forma». (Larry Weiskrantz, hablando sobre uno de sus pacientes con visión ciega. ZIF, Bieiefeld, mayo de 1990.) <<

* El término «biofeedback» podría equivaler, en español, a «biorrealimentación», término con el cual se denota una serie de técnicas que consisten en desarrollar la capacidad de poder controlar de forma voluntaria, aunque sea temporalmente, cualquier sistema neuronal. Dichas técnicas utilizan un procedimiento muy parecido al descrito en el texto, es decir, un observador externo produce una señal cada vez que el sistema neuronal está activo, de modo que el sujeto se hace consciente de la actividad del sistema y puede, así, llegar a controlarlo. |N. del T.] <<

[6] Mi respuesta a esta pregunta es mi libro The Intentional Stance (1987). <<

[7] ¿Es la identificación del dedal un efecto posterior a la conciencia, o una causa anterior a ella? Este es el tipo de pregunta —¿orwelliano o estaliniano?— que el modelo de las Versiones Múltiples no enseña a no hacer. <<

[8] En condiciones normales, la localización («detectarlo») y la identificación van muy unidas; detectar el objeto que queremos identificar es una condición previa para su identificación. Sin embargo, esta coincidencia oculta un hecho sorprendente: los mecanismo de identificación y los mecanismos de detección son, en gran medida, independientes en el cerebro, situados en regiones diferentes del córtex (Mishkin, Ungerleider y Macko, 1983), y es por tanto posible desactivarlos de forma independiente. Existen algunas patologías bastante raras en las que el sujeto puede identificar fácilmente qué está viendo sin poder localizarlo dentro de su espacio personal, y unas patologías complementarias en las que los sujetos pueden localizar un estimulo visual —pueden señalar en la dirección correcta, por ejemplo— y, sin embargo, apenas son capaces de identificar el objeto, a pesar de que, por lo demás, su visión es perfectamente normal. La psicóloga Anne Treisman (1988; Treisman y Gelade, 1980; Treisman y Sato, 1990; Treisman y Souther, 1985) ha llevado a cabo una serie de importantes experimentos que evidencian su hipótesis de que ver debe distinguirse de identificar. Cuando se ve algo, en su modelo, el cerebro elabora una «muestra» del objeto. Estas muestras son «representaciones episódicas temporales separadas», cuya creación es el necesario preámbulo de la identificación, algo que se consigue realizando tina búsqueda en la memoria semántica utilizando un proceso parecido al que modelizan los sistemas de producción. Sin embargo, y si he comprendido bien el modelo de Treisman, una muestra no tiene por qué ir acompañada por tina localización definitiva en el espacio personal, y, precisamente por este motivo, no seria de extrañar que aquellos sujetos que se encuentren en el mismo estado que Betsy (antes de encontrar el dedal) mostraran un elevado nivel de aciertos si se les pidiera que hicieran una conjetura de elección forzada sobre si el dedal se hallaba dentro de su campo de visión o no. Para algunos experimentos relacionados con este asunto, véanse Pollatsek, Rayner y Henderson (1990). <<

[9] Por ejemplo, la latencia de respuesta para algunas de estas tareas perceptivas, incluso con sujetos muy entrenados, es bastante alta: de ocho a quince segundos para diversas identificaciones simples, por ejemplo (Bach-y-Rita, pág. 103). Ello demuestra por sí mismo que el flujo de la información en la visión protésica es, comparado con la visión normal, bastante lento. <<

[10] El «nivel de baudios» es el término estándar para medir el flujo de información digital (significa, aproximadamente, bits por segundo). Por ejemplo, si su ordenador se comunica con otros ordenadores a través de la linea telefónica, puede transmitir cadenas de bits a 1.200 baudios o 2.400 baudios o incluso a niveles superiores. Se necesita un nivel de baudios aproximadamente cuatro veces más rápido para transmitir en tiempo real imágenes animadas en alta resolución —la situación típica en que una imagen vale más que mil palabras. Las señales de televisión son analógicas, como las de tina grabación fonográfica, y no digitales, como las de un disco compacto, de modo que su flujo de información se mide en ancho de banda, en vez de en nivel de baudios. El término es anterior a la era de los ordenadores; el código Baudot, así llamado por su inventor (igual que el código Morse), fue el código telegráfico internacional estándar adoptado en 1880, y el nivel de baudios era el número de unidades de código transmitidas por segundo. Al utilizar el término “nivel de baudios” en vez de «ancho de banda» no pretendo sugerir que el tratamiento de la información llevado a cabo por el cerebro deba concebirse en términos digitales. <<

* Edición bilingüe con traducción castellana de Alfonso García Suárez y Ulises Moulines, Instituto de Investigaciones Filosóficas (Universidad Nacional Autónoma de México) y Editorial Critica, México y Barcelona, 1986 y 1988. [N. del T.] <<

* Tomo el término «repleción» del artículo «El problema de la consciencia» de Francis Crick y Christof Koch, publicado en el volumen monográfico de Investigación y Ciencia titulado Mente y Cerebro. [N. del T.] <<

* El autor hace un juego de palabras intraducibie entre «pigment» (“pigmento”) y «figment» (“quimera”). [N. del T.] <<

[11] Existen algoritmos de compresión que no se basan en la división del dibujo en regiones del mismo color, pero no voy a ocuparme de ellos aquí. <<

[12] Otras criaturas poseen sólidos de colores distintos, o hipersólidos. Nosotros somos «tricrómatas»: tenemos tres tipos de células traductoras fotopigmentadas en los conos de nuestras retinas. Otras especies, como las palomas, son tetracrómatas; su espacio de colores subjetivo se representaría, numéricamente, como un hiperespacio en cuatro dimensiones. Otras especies son dicrómatas, y todas sus discriminaciones de colores podrían proyectarse sobre un único plano bidimensional. (Nótese que «blanco y negro» es un esquema de representación unidimensional, con una escala de todos los grises posibles representable como distancias diferentes en una linea entre 0 y 1.) Para algunas reflexiones sobre las implicaciones de la inconmensurabilidad de los sistemas de colores, véanse Hardin (1988) y Thompson, Palacios y Varela (en prensa). <<

[13] Como si fuera a propósito para responder a esta sugerencia, V. S. Ramachandran y R. L. Gregory (presentado para publicación) acaban de llevar a cabo tina serie de experimentos con lo que ellos denominan (equivocadamente, a mí modo de ver) escotomas artificialmente inducidos, según los cuales parece haber datos que evidencian un proceso de repleción gradual de las texturas y los detalles. Existe una diferencia fundamental entre sus circunstancias experimentales y las condiciones que he descrito; en sus experimentos hay una competencia entre dos fuentes de información, y tina va perdiendo terreno (gradualmente). El fenómeno de la repleción espacial gradual de texturas es un importante descubrimiento, pero no nos conduce más allá de un modelo en la linea del de la figura 11.11. Por otra parte, quedan todavía una serie de aspectos por resolver sobre los mencionados experimentos antes de poder otorgarles una interpretación definitiva. <<

[14] Por ejemplo, los primeros experimentos de Roger Shepard sobre la rotación mental de diagramas cúbicos demostraron que los sujetos parecían albergar representaciones toscamente continuas en rotación de las formas que estaban imaginando; se necesitaron nuevos experimentos, centrados en las propiedades temporales de las representaciones subyacentes, para confirmar (parcialmente) la hipótesis de que estaban haciendo lo que parecía que estaban haciendo. (Véase Shepard y Cooper, 1982.) <<

[15] En el Apéndice B, propondré algunos «experimentos con papel pintado» que podrían servir para verificar esta afirmación. <<

* Página 265 de la edición castellana, (Galápago, 1986). |N. del T.] <<

[16] Como comparación, puede consultarse Bisiach y otros (1986) y McGlynn y Schacter (1989), cuyos modelos de la anosognosia son similares, pero muy comprometidos con la «cajolologia» de sistemas separados, especialmente el modelo de McGlynn y Schacter, quienes proponen un sistema de conocimiento consciente que recibe información de entrada proveniente de módulos. <<

* Página 265 de la edición castellana (Galápago, 1986). [N. del T.] <<

* Pág. 160 de la edición castellana (Galápago, 1986). [N. del T. ] <<

[1] Podemos hallar variaciones sobre este mismo tema en Humphrey (1976, 1983a) y Thompson, Palacios y Varela (1992). <<

[2] Actualmente, los filósofos sienten cierta afición por el concepto de clase natural, reintreducido en la filosofía por Quine (1969), quien ahora lamentaría el que este se haya convertido en un sinónimo del dudoso, pero secretamente popular, concepto de esencia. «Las cosas verdes, o cuando menos las esmeraldas verdes, son una clase», observa Quine (pág. 116), manifestando su propio reconocimiento del hecho de que mientras las esmeraldas verdes pueden ser una clase natural, las cosas verdes probablemente no lo son. La presente discusión pretende anticiparse a cualquier tentación de caer en los errores del naturalismo de salón: la idea de que cualquier cosa que produce la naturaleza es una. clase natural. Los colores no son “clases naturales” precisamente porque son un producto de la evolución biológica, la cual tiene una tolerancia con los limites difusos cuando produce categorías que horrorizarían a cualquier filósofo amante de las definiciones buenas y claras. Si la vida de alguna criatura dependiera de reunir la luna, el queso azul y las bicicletas en una sola categoría, pueden estar seguros de que la Madre Naturaleza encontraría el modo de que esta criatura «viera» todas estas cosas «intuitivamente como la misma clase de cosas». <<

[3] La primatóloga Sue Savage-Rumbaugh me ha informado de que, al contrario que los chimpancés, los bonobos, o chimpancés enanos, que han crecido en cautividad no muestran un miedo innato a las serpientes. <<

* En España, la película se estrenó con el título de Proyecta Brainstorm. [N. del T.] <<

* Página 245 de la edición bilingüe (Crítica, 1988). [N. del T.] <<

[4] El carácter repentino del fenómeno seria importante, ya que si se produjera de forma gradual, usted podría no llegar a notarlo. Como señala Hardin (1990), con la edad, nuestros cristalinos se van amarilleando, lo cual altera nuestra manera de percibir los colores primarios; si se nos muestra una rueda de colores y se nos pide que señalemos el rojo puro (rojo sin naranja ni violeta), el punto del continuum al que señalemos depende en parte de la edad. <<

[5] «El solo hecho de que queramos decir “lo importante es esto” —indicando la sensación para nosotros mismos— muestra ya cuan inclinados estamos a decir algo que no constituye información alguna.» Wittgenstein (1953), §298. [De la edición bilingüe (Critica, 1986); N. del T.] <<

* El Diccionario de la lengua española de la Real Academia no recoge el término en su edición de 1984, aunque si aparece en el Diccionario de filosofía de J. Ferrater Mora con un significado muy próximo al que Dennett presenta más adelante. [N. del T.] <<

* El mercader de Venecia, de William Shakespeare, Acto III, Escena 1. Traducción castellana de Manuel Ángel Conejero, Juan Vicente Martínez Luciano y Jenaro Talens, Cátedra (Letras Universales 9), Madrid, 1984. [N. del T.] <<

[6] ¡Citar estas palabras fuera de contexto seria un acto de desesperada falta de honestidad intelectual! <<

[7] Véase Lockwood (1989): «¿Cómo se percibiría la conciencia sí se percibiera como miles de millones de átomos agitándose en su interior?» (págs. 15-16) <<

[8] Presenté mis ideas básicas sobre el asunto en mis reflexiones sobre Borges, en The Mind's I (Hofstadter y Dennett, 1981, págs. 348-352), y luego las reuní en el texto de una conferencia, «The Self as the Center of Narrative Gravity», pronunciada en el Houston Symposium en 1983. Mientras esperaba que se publicaran las actas de este simposio, publiqué una versión resumida de mi conferencia en el Times Literary Supplement, 16-22 de septiembre, 1988, bajo el aburridísimo titulo —que yo no escogí— de «Why everyone is a novelist». La versión original, titulada «The Self as the Center of Narrative Gravity» sigue sin haber aparecido hasta la fecha en F. Kessel, P. Colé y D. Johnson, comps., Self and Consciousness: Multiple Perspectives, Erlbaum, Hillsdale, NJ. [El texto apareció, finalmente, en 1992; N. del T] <<

* Monadología, §17. Traducción de E. de Olaso, en Escritos Filosóficos, Ed. Charcas, Buenos Aires, 1982, pág. 610. [N. del T.] <<

* Tratado de la naturaleza humana, Libro I: Del entendimiento. Parte IV: Del escepticismo y otros sistemas de filosofía. Sección VI: De la identidad personal Traducción y edición de Félix Duque, Editora Nacional, Madrid, 1980-1981 (2 vols.), págs. 399-400 y (revisada), Tecnos, Madrid, 1988, págs. 355-356. [N. del T.] <<

* Se pierde en la traducción de esta pregunta un juego de palabras con selftess (desinteresada/sin yo) y herself (si misma/su yo). [N. del T.] <<

[1] Es interesante observar que Nagel, en 1971, ya se enfrentaba explícitamente a esta pregunta (pág. 398), antes de derivar su atención hacia los murciélagos; un asunto que trataremos en el capítulo siguiente. <<

* Página 240 de la edición castellana (Galápago, 1986). [N. del T.] <<

[2] ¿Y cómo sabemos que somos nosotros quienes estamos haciendo algo? ¿Dónde obtenemos el autoconocimiento inicial necesario para aprovechar esta ventaja? Aparentemente, esta ha sido una pregunta de tina importancia fundamental para algunos filósofos (Castañeda, 1967, 1968; Lewis, 1979; Perry, 1979), lo que ha generado una bibliografía de una complejidad extrema. Si este es un problema filosófico sustancial, entonces debe de haber algo malo en la respuesta «trivial» (pero no sé qué): obtenemos nuestro autoconocimiento original básico de la misma manera que lo obtiene la langosta; estamos configurados de esta manera. <<

[1] Intenten imaginar cuál seria la impresión de Ji Hu-Min, uno de mis estudiantes de doctorado procedente de Beijing, cuya introducción a la filosofía de la mente angloamericana (cuando su inglés era todavía bastante rudimentario) consistió en asistir a un seminario donde los estudiantes y el profesor debatían con vehemencia sobre lo que ocurriría sí toda la población China se viera obligada a participar en la ejecución masiva de un programa de IA presuntamente consciente (el ejemplo de Block), pasando inmediatamente a discutir, con la misma falta de sensibilidad hacia el observador procedente de China, el experimento de la Habitación China de Searle. <<

[2] La refutación definitiva, y a la que Searle nunca ha respondido de forma adecuada, se debe a Douglas Hofstadter, en Hofstadter y Dennett (1981), págs. 373-382. A lo largo de los años han ido apareciendo muchas otras criticas. En «Fast thinking» (en Dennett, 1987a), yo mismo me ocupaba de hacer un nuevo diagnóstico del origen de los plintos más confusos de este experimento mental. La respuesta de Searle consistió en afirmar, sin ninguna argumentación que apoyara sus conclusiones, que todas mis observaciones son irrelevantes (Searle, 1988b). A ningún mago le gusta que se revelen sus trucos en público. <<

* Y yo lo he traducido del inglés al castellano. [N. del T.] <<

* Páginas 510/511 de la edición bilingüe (Crítica, 1988).<<

* De la edición bilingüe, Barcelona. Critica, 1988. <<