Capítulo 2

[1] La idea de superveniencia fue introducida por Moore (1922). El término fue publicado por primera vez en Haré (1952). Davidson (1970) fue el primero en aplicar la noción al problema mente-cuerpo. Más recientemente, Kim (1978,1984,1993), Horgan (1982,1984c, 1993), Hellman y Thompson (1975), y otros desarrollaron una teoría sofisticada de la superveniencia. <<

[2] Utilizo «hecho A» como abreviatura de «instanciación de una propiedad A». La apelación a los hechos hace que la discusión sea menos difícil, pero todo discurso sobre hechos y sus relaciones puede finalmente traducirse en términos de patrones de constanciación de propiedades; daré los detalles en notas, cuando ello sea necesario. En particular, debe notarse que la identidad del individuo que instancia una propiedad A es irrelevante para un hecho A tal como lo interpreto; todo lo que importa es la instanciación de la propiedad. Si la identidad de un individuo fuese parcialmente constitutiva de un hecho A, entonces cualquier hecho A implicaría hechos acerca de las propiedades esenciales de ese individuo, en cuyo caso la definición de superveniencia llevaría a consecuencias contrarias a la intuición. <<

[3] Supongo, tal vez artificialmente, que los individuos tienen fronteras espaciotemporales precisas, de modo que sus propiedades físicas consisten en las propiedades instanciadas en esa región del espacio-tiempo. Si debemos considerar que los objetos espacialmente distintos son físicamente idénticos para los propósitos de la superveniencia local, entonces cualquier propiedad que involucre a la posición espaciotemporal absoluta debe omitirse de la base de superveniencia (aunque podríamos evitar la necesidad de recurrir a objetos espacialmente distintos si sólo consideramos objetos posibles con la misma posición). También, siempre hablo como si el mismo tipo de individuo instanciase propiedades de bajo nivel y de alto nivel, de modo que una mesa, por ejemplo, instancia propiedades microfísicas en virtud de estar caracterizada por una distribución de dichas propiedades. Tal vez fuese más estrictamente correcto hablar de que las propiedades microfísicas son instanciadas sólo por entidades microfísicas, pero mi forma de expresión simplifica las cosas. De cualquier forma, las cuestiones verdaderamente centrales involucrarán la superveniencia global más que la local. <<

[4] Existen diversos modos de especificar precisamente qué significa que dos mundos sean idénticos respecto de un conjunto de propiedades; esto no importará mucho para el análisis. Quizá lo mejor sea decir que dos mundos son idénticos respecto de sus propiedades A si existe una aplicación biunívoca entre las clases de individuos que instancian propiedades A en ambos mundos, tal que dos individuos correspondientes cualesquiera instancian las mismas propiedades A. Para los propósitos de la superveniencia global necesitamos entonces estipular que las aplicaciones mediante las cuales dos mundos se consideran A y B indiscernibles son compatibles entre sí; es decir, ningún individuo se vincula con su contraparte bajo la aplicación A pero con otro bajo la aplicación B. La definición de superveniencia global adopta la siguiente forma. Dos mundos cualesquiera que son A idénticos (bajo una aplicación) son B idénticos (bajo una extensión de esa aplicación).

Un modo más común de hacer esto es estipular que los mundos A idénticos deben contener exactamente los mismos individuos que instancian las mismas propiedades, pero como McLaughlin (1995) señala, esto es irrazonablemente fuerte: asegura que cosas como la cardinalidad del mundo y las propiedades esenciales de los individuos supervengan a cualquier propiedad. La definición que propongo evita este problema, ya que hace que sólo patrones de propiedades A y ninguna otra cosa participen de la relación de determinación. <<

[5] Con una excepción: Dios no podría haber creado un mundo que no fuese creado por Dios, ¡aun cuando podemos suponer que un mundo no creado por Dios es lógicamente posible! Ignoraré este tipo de complicación. <<

[6] La relación de este tipo de posibilidad con la deducibilidad en los sistemas formales es sutil. Puede sostenerse que los axiomas y las reglas de inferencia de sistemas formales específicos se justifican precisamente en términos de una noción previa de posibilidad y necesidad lógica. <<

[7] La noción intuitiva de posibilidad natural es conceptualmente previa a la definición en términos de leyes naturales: puede considerarse que una regularidad es una ley sólo en el caso de que es válida en todas las situaciones que puedan surgir en la naturaleza; es decir, en todas la situaciones que son naturalmente posibles en el sentido intuitivo. Tal como a veces se lo formula, para que algo pueda ser considerado una ley debe ser válido no sólo en las situaciones reales sino también en las contrafácticas; se requiere la noción más básica de posibilidad natural para determinar qué situaciones contrafácticas son pertinentes. <<

[8] Los términos «necesidad física» y «necesidad causal» suelen utilizarse también para seleccionar aproximadamente este tipo de necesidad, pero no deseo presuponer que todas las leyes de la naturaleza son físicas o causales. <<

[9] La importante distinción entre la superveniencia lógica y natural suele ocultarse o ignorarse en la literatura, donde es frecuente que no se especifique la modalidad de las relaciones de superveniencia. La superveniencia natural (o nomológica) sin superveniencia lógica es analizada en Van Cleve (1990), quien la utiliza para explicitar una variedad de emergencia. Seager (1991) expone una distinción relacionada entre lo que llama superveniencia constitutiva y correlativa. Estas corresponden de un modo directo a la superveniencia lógica y natural, aunque Seager no analiza las nociones del mismo modo. <<

[10] La superveniencia débil sólo requiere que «ninguna diferencia B sin una diferencia A» sea válida dentro de un mundo, no a través de mundos (véase Kim [1984] para los detalles). La falta de fuerza modal en esta relación la hace demasiado débil para la mayoría de los propósitos. En el mejor de los casos, podría tener un papel en la expresión de las restricciones conceptuales sobre el discurso no fáctico (como en Haré, 1984), aunque como Horgan (1993) señala, aún estas restricciones parecen involucrar la dependencia a través de mundos. Seager (1988) apela a la superveniencia débil para expresar un tipo de correlación sistemática intramundo que no es estrictamente necesaria, pero la superveniencia natural sirve a este propósito mucho mejor. <<

[11] La superveniencia natural global sin regularidad localizada es una noción coherente en una concepción no humeana de las leyes, aunque quizá no en una concepción humeana (basada en regularidades). Aun en una concepción no humeana, sin embargo, es difícil ver en qué podría consistir la evidencia en favor de este tipo de relación. <<

[12] Horgan (1982), Jackson (1994) y Lewis (1983b) estudian un problema relacionado en el contexto de definir el materialismo. <<

[13] La definición revisada puede detallarse más precisamente según las líneas de la nota 4. Sea B(W) la clase de individuos con propiedades B en un mundo W. Podemos decir que W’ es B-superior a W si existe una aplicación inyectiva f:B(W) → B(W’) (esto es, una aplicación biunívoca de B(W) en un subconjunto de B(W’) tal que para todo a ∈ B(W), f(a) instancia toda propiedad B que a instancia. Entonces, las propiedades B supervienen lógicamente a las propiedades A en W si todo mundo que es A-indiscernible de W es B-superior a W, donde las aplicaciones B pertinentes están nuevamente constreñidas a ser extensiones de las aplicaciones A.

Para ver que la restricción es necesaria, imagínese que nuestro mundo tenga un número infinito numerable de mentes psicológicamente idénticas, de las cuales una está realizada en ectoplasma y el resto están físicamente realizadas. Intuitivamente, lo psicológico no superviene a lo físico en este mundo, pero todo mundo físicamente indiscernible es psicológicamente superior. Aunque esperamos que el mundo libre de ectoplasma contradiga la superveniencia, existe una aplicación biunívoca entre las psicologías en ese mundo y en nuestro mundo. El problema es que esta aplicación no respeta la correspondencia física, ya que aplica una entidad física en una entidad ectoplasmática; por eso necesitamos la nueva restricción. <<

[14] Para los propósitos de esta definición, la relación de contención entre mundos puede considerarse primitiva. Lewis (1983a) y Jackson (1993) notaron que es infructuoso analizar este tipo de noción para siempre. Algo debe considerarse primitivo, y la relación de contención parece tan clara como cualquiera. Algunos podrían preferir hablar no de mundos que contienen a W como una parte propia, sino de mundos que contienen un duplicado cualitativo de W como una parte propia; esto funciona igualmente bien. <<

[15] Nótese que según esta definición, existen hechos positivos que no son instanciaciones de propiedades positivas. Piénsese en las instanciaciones de la propiedad «no tener hijos o ser un canguro», por ejemplo. Tal vez los hechos positivos deberían definirse más estrictamente como instanciaciones de propiedades positivas, pero hasta donde puedo decirlo la definición más débil no tiene efectos perjudiciales. <<

[16] Supuestamente, la superveniencia lógica de propiedades en nuestro mundo debería ser una tesis legaliforme. Si fuese el caso de que hubiera habido ángeles vivientes no físicos si las cosas se hubiesen desarrollado en forma un poco diferente en nuestro mundo (quizás unas pocas fluctuaciones aleatorias diferentes), aun cuando las leyes de la naturaleza se hubiesen respetado, entonces habría sido un mero accidente de la historia que las propiedades biológicas fueran lógicamente supervenientes a las propiedades físicas. Se obtiene una tesis metafísica más fuerte e interesante si reemplazamos las referencias a nuestro mundo y a los individuos reales en las definiciones de la superveniencia lógica por una referencia a mundos e individuos naturalmente posibles. Esto permite desechar escenarios como el de más arriba. Como bonificación, permite además decidir si las propiedades no instanciadas, como la de ser un rascacielos de dos kilómetros de alto, son lógicamente supervenientes o no. Según la definición previa, estas propiedades supervendrían en forma vacía.

Esto produce la siguiente definición: Las propiedades B son lógicamente supervenientes a las propiedades A si para cualquier situación naturalmente posible X y cualquier situación lógicamente posible Y, si X e Y son A-indiscernibles entonces Y es B-superior a X (con la restricción usual). O más brevemente: para cualquier situación naturalmente posible, los hechos B acerca de esa situación están implicados por los hechos A. Esta modificación no hace ninguna diferencia significativa para el análisis en el texto, de modo que la omitiré en beneficio de la simplicidad. La exposición puede fácilmente reformularse en términos de la definición más estricta sólo reemplazando las referencias pertinentes a «nuestro mundo» por referencias a «todos los mundos naturalmente posibles» a través del texto sin, por lo general, ninguna pérdida en la plausibilidad de las aseveraciones asociadas.

El resultado se parece a la definición estándar de superveniencia local «fuerte» (Kim, 1984), en la cual hay dos operadores modales. Según esa definición, las propiedades B supervienen a las propiedades A si necesariamente, para todo x y toda propiedad-B F, si x posee F, entonces existe una propiedad-A G tal que x posee G, y necesariamente si cualquier y posee G también posee F. (Si es necesario, las propiedades-A G pueden pensarse como complejos de propiedades A más simples). La cuestión de los ángeles deja en claro que el primer operador modal debería siempre interpretarse como necesidad natural, aun cuando el segundo sea de necesidad lógica. La definición estándar de superveniencia global (que los mundos A-indiscemibles son B-indiscernibles) no resulta tan bien, y debe ser modificada en la forma que sugerí. De ser necesario, puede formularse una definición paralela de superveniencia «metafísica». Por supuesto, los problemas con los ángeles no surgen en el caso de la superveniencia natural, ya que no hay ninguna razón para creer que el ectoplasma sea naturalmente posible, de modo que la definición directa de superveniencia natural es satisfactoria. <<

[17] Posiblemente, deberíamos utilizar la definición más fuerte de superveniencia lógica, de modo que el materialismo es verdad si todos los hechos positivos acerca de los mundos naturalmente posibles están implicados por los hechos físicos acerca de esos mundos. Tómese un mundo libre de ectoplasma en el cual, sin embargo, el ectoplasma no físico es una posibilidad natural; tal vez hubiese podido evolucionar si algunas pocas fluctuaciones aleatorias hubieran sido diferentes. Parece razonable decir que el materialismo es falso en un mundo así o, al menos, que es verdad sólo en un sentido débil. <<

[18] Para obtener la equivalencia, necesitamos el principio plausible de que si un mundo A es una parte propia de un mundo B, entonces existe algún hecho positivo que vale en B pero que no vale en A; es decir, existe algún hecho que vale en B y en todos los mundos mayores pero que no vale en A. <<

[19] También se reduce a algo similar a las definiciones de Horgan (1982) y Lewis (1983b) pero, a diferencia de estas, no se basa en la noción algo oscura de «propiedad foránea» para descartar los mundos ectoplasmáticos del dominio de mundos posibles pertinentes. <<

[20] En la literatura filosófica suele señalarse la realizabilidad múltiple como el principal obstáculo para la «reducción» pero, como Brooks (1994) argumenta, esto parece relativamente irrelevante para el modo como se utilizan las explicaciones reductivas en las ciencias. Fenómenos biológicos como las alas pueden realizarse de muchos modos diferentes, por ejemplo, pero los biólogos, de todas formas, formulan explicaciones reductivas. Como lo señalaron Wilson (1985) y Churchland (1986), muchos fenómenos físicos que suelen considerarse paradigmas de reducibilidad (por ejemplo, la temperatura) son, de hecho, múltiplemente realizables. <<

[21] Algunos dirían que no deberíamos hablar de a qué podría referirse «agua» si el mundo XYZ resultase real porque, en ese caso, ¡la palabra que suena como «agua» sería una palabra totalmente diferente! Si esto nos preocupa, podemos simplemente hablar de a qué se referiría la palabra homófona; o mejor, podríamos considerar estos escenarios como posibilidades epistémicas (en un sentido amplio) y los condicionales como condicionales epistémicos, para evitar las preocupaciones acerca de las propiedades esenciales de las palabras. En cualquier caso, la cuestión general de que la referencia en el mundo real depende de cómo este resulta es clara independientemente de cómo describamos el escenario. En el texto, en general ignoraré esta sutileza. <<

[22] No todos están convencidos de que Kripke y Putnam estén en lo correcto en su afirmación de que el agua es necesariamente H20 y que XYZ no es agua; para algunas dudas, véase Lewis, 1994. Parecería que la mayoría de nuestras prácticas lingüísticas serían exactamente las mismas aun si usásemos el término «agua» para seleccionar la sustancia acuosa en mundos contrafácticos. El hecho de que es fácil inclinarse en cualquiera de los dos sentidos respecto de esta cuestión sugiere que nada realmente importante para la explicación de un fenómeno como el agua gira en torno de la naturaleza de la intensión secundaria. El hecho de que siempre podemos utilizar términos como «sustancia acuosa» en lugar de «agua» en estas cuestiones es un indicio de que es improbable que la necesidad a posteriori pueda cambiar algo que sea realmente importante en temas como los de la explicación, el fisicalismo y similares. Siewert (1994) evita de este modo las cuestiones acerca de la necesidad a posteriori. Yo también estuve tentado de hacerlo, pero al fin de cuentas creo que el marco bidimensional es interesante independientemente. <<

[23] Por supuesto pueden existir casos limítrofes en los cuales es indeterminado si un concepto se referiría a un cierto objeto si un mundo dado resultase ser real. Esto no es ningún problema: podemos permitir indeterminaciones en una intensión primaria, así como a veces permitimos indeterminaciones en la referencia en nuestro propio mundo. Siempre puede haber casos en los que haya más de un candidato igualmente bueno para el referente de un concepto en un mundo (como tal vez sucede con la «masa» en un mundo relativista, que podría referirse a la masa en reposo o a la masa relativista); así como toleramos la referencia dividida en esos casos reales, ocasionalmente deberíamos esperar referencias divididas en el valor de una intensión primaria.

Con algunos casos limítrofes puede ocurrir incluso que la consideración de que un objeto pertenezca o no a la extensión de un concepto dependa de diversos factores históricos accidentales. Un artículo estimulante de Wilson (1982) analiza casos como estos incluyendo, por ejemplo, un caso hipotético en el cual los druidas podrían llegar a clasificar a los aviones como «pájaros» si los viesen por primera vez volando encima de sus cabezas, pero no si la primera vez hubiesen encontrado uno que se estrelló en la jungla. Podríamos tratar de clasificar estos dos escenarios diferentes como modos distintos en los que podría resultar el mundo real y, por lo tanto, conservar una intensión primaria fija y detallada; o podríamos considerar casos de este tipo como indeterminados respecto de su intensión primaria nuclear. De cualquier forma, un poco de tolerancia en torno de los límites de una intensión primaria es totalmente compatible con mis aplicaciones del marco conceptual. <<

[24] Véase Field, 1973. Creo que un análisis en términos de intensiones primarias puede proporcionar una forma de considerar que el «cambio de significado» es mucho menos frecuente de lo que por lo general se supone. El caso de la relatividad no nos da ninguna razón para creer que la intensión primaria de «masa» haya cambiado desde el siglo pasado a este, por ejemplo, aunque nuestras creencias acerca del mundo real ciertamente se modificaron. (Por razones vinculadas, podríamos intentar utilizar un análisis en términos de intensiones primarias para resistir al «holismo de significado» acerca del pensamiento). Es probable que cualquier «desarrollo» en las intensiones primarias sea, en el mejor de los casos, del tipo más sutil sugerido por los ejemplos en Wilson (1982), en los que el núcleo permanece fijo, pero accidentes históricos pueden producir diferencias en las prácticas de clasificación en torno de los límites. Pero todo esto merece un desarrollo mucho más extenso. <<

[25] Algunas diferencias: 1) El contenido de Kaplan corresponde muy estrechamente a una intensión secundaria, pero él presenta el carácter como una función del contexto en el contenido, mientras que una intensión primaria es una función del contexto en la extensión. Dada la rigidificación, sin embargo, una intensión primaria es directamente derivable de un carácter y viceversa. Utilizo la primera por razones de simetría y simpleza. 2) Kaplan utiliza su concepción para tratar con los términos indicativos y demostrativos como «yo» y «ese», pero no la extiende para tratar con términos de tipos naturales como «agua», ya que considera que «agua» selecciona al H2O en todos los contextos (la palabra con sonido similar en Tierra Gemela es simplemente una palabra diferente), y considera que el proceso de determinación de la referencia es aquí una parte de la «metasemántica», en lugar de la semántica. Como antes, el hecho de que sea parte de la metasemántica o de la semántica tiene poca importancia para nuestros propósitos; todo lo que importa es que la determinación de la referencia depende de cómo resulta el mundo real. <<

[26] Podría parecer que la intensión primaria sólo está bien definida sobre mundos posibles centrados en individuos que piensan un pensamiento apropiado o realizan una emisión apropiada. Creo que la intensión primaria es naturalmente extensible a una clase más amplia de mundos: podemos mantener el concepto de nuestro propio mundo y determinar cómo se aplica a otros mundos considerados reales (véase Chalmers 1994c), aunque en algunos su referencia podría estar indeterminada. Pero esto no hará mucha diferencia en lo que sigue. <<

[27] Nótese que estrictamente hablando la intensión primaria selecciona el líquido en nuestro ambiente histórico: si viajo a Tierra Gemela y digo «agua», todavía hago referencia al H2O. <<

[28] La relación entre la segunda y la tercera consideración en este apartado —esto es, entre la revisabilidad empírica de Quine y la necesidad a posteriori de Kripke— es compleja e interesante. Como observa Kripke, el marco que él desarrolla da cuenta de algunos pero no de todos los problemas planteados por Quine. El análisis de Kripke da cuenta de las revisiones a posteriori de las intensiones y, por lo tanto, de cambios en un cierto sentido del «significado». Sin embargo, el análisis bidimensional concuerda con la concepción de intensión única acerca de los valores de verdad que asigna al mundo real, de modo que no da cuenta de la posibilidad quineana de ciertas supuestas verdades conceptuales a priori que resultan ser falsas en el mundo real ante suficiente evidencia empírica. Me parece que estas supuestas verdades conceptuales simplemente no son en absoluto verdades conceptuales, aunque podrían ser aproximaciones cercanas. <<

[29] Un tema sutil que surge al utilizar el marco bidimensional para capturar el contenido del pensamiento es que, a veces, un pensamiento puede avalar un mundo centrado como un ambiente potencial aunque no contenga una copia del propio pensamiento. Por ejemplo, si pienso «Estoy en coma», avalo esos mundos centrados en los cuales el individuo en el centro está en coma, tenga o no pensamientos. De modo que debemos tener cuidado cuando definimos las intensiones primarias y las proposiciones primarias para los pensamientos; más cuidado del que tuvimos en el caso del lenguaje. <<

[30] Los mundos deberían considerarse prelingüísticamente, tal vez como distribuciones de cualidades básicas. Es probable que sea mejor no considerarlos colecciones de enunciados, ya que estos describen un mundo, y hemos visto que lo pueden hacer de más de un modo. Considerar un mundo como una colección de enunciados sería perder esta distinción. Tal vez los mundos puedan considerarse colecciones de proposiciones (Adams, 1974), si se entiende a las mismas de un modo apropiado, propiedades maximales (Stalnaker, 1976), estados de cosas (Plantinga, 1976), universales estructurales (Forrest, 1986) u objetos análogos a nuestro propio mundo (Lewis, 1986a). Quizá la noción pueda simplemente considerarse primitiva. En cualquier caso, el discurso de mundos posibles estará tan bien o tan pobremente fundado como el discurso sobre la posibilidad y la necesidad en general. Como sucede con las nociones matemáticas, es posible desplegar estas nociones modales de un modo útil aun antes de que tengamos un análisis ontológico satisfactorio.

Siempre consideraré los mundos de una manera «cualitativa», y haré abstracción de las cuestiones de «individualidad». Es decir, consideraré que dos mundos cualitativamente idénticos son idénticos y no me ocuparé de cuestiones acerca de si los individuos en esos mundos podrían tener «identidades» diferentes (algunos argumentaron que podrían). Estas cuestiones de la identidad a través de mundos plantean muchos problemas interesantes, pero son básicamente irrelevantes para mi utilización del marco conceptual de los mundos posibles. <<

[31] En particular, algunos podrían negar la equiparación del significado y la intensión en el caso de los términos matemáticos. Suele sostenerse que enunciados como «Existe un número infinito de números primos» no son verdaderos en virtud de su significado, a pesar de que son verdaderos en todos los mundos posibles; puede suponerse que los que hacen esta afirmación se resisten a una equiparación del significado con la intensión.

Otros podrían oponerse a la tesis de que la intensión primaria de un término como «agua» es parte de su significado; quizá piensen que el significado del término se agota en su referencia, y que la intensión primaria es parte de la pragmática más que de la semántica. Aún otros podrían resistirse a la afirmación de que la intensión secundaria es parte de su significado. En cualquier caso, nada depende del uso de la palabra «significado». Aquí estamos interesados en la verdad en virtud de la intensión, sean o no significados las intensiones. <<

[32] Esta definición de la conceptibilidad se relaciona con la enunciada por Yablo (1993), según la cual, P es concebible si podemos imaginar un mundo que permita verificar P. La diferencia es que la cláusula «que permita verificar» de Yablo deja espacio para una descripción errónea de situaciones concebidas, de modo que esta variedad de conceptibilidad es, cuanto más, una guía revocable de la posibilidad. En mi definición se elimina esta fuente de revocabilidad. Por supuesto, reaparece en la forma de una brecha mayor entre lo que encontramos concebible a primera vista y lo que es realmente concebible; de modo que debemos ser más reflexivos al hacer juicios de conceptibilidad. <<

[33] Podemos posiblemente aplicar esta crítica al argumento de Descartes de que como él puede concebirse en estado incorpóreo, entonces es posible que sea incorpóreo, de modo que entonces es una entidad no física (ya que cualquier entidad física es necesariamente corpórea). «Yo soy incorpóreo» puede ser concebible-1 y por lo tanto posible-1, pero no se deduce que sea concebible-2 o posible-2. En contraste, el sentido en el cual «Yo soy corpóreo» sería necesario si él fuese un objeto físico es necesidad −2, no necesidad-1. (La intensión primaria de su concepto «yo» selecciona el individuo en el centro de cualquier mundo; la intensión secundaria selecciona a Descartes en todo mundo). <<

[34] Podríamos decir que no hay nada especialmente «metafísico» acerca de la necesidad metafísica. Visto de este modo, es meramente una marca de necesidad conceptual con un giro semántico a posteriori que surge de la naturaleza bidimensional de nuestros conceptos. Para más detalles sobre el tema de que la necesidad a posteriori refleja tanto convención como metafísica, véase Putnam (1983) y Sidelle (1989, 1992). <<

[35] Horgan (1984c) expone y argumenta en favor de la posición de que todos los hechos de alto nivel supervienen lógicamente a los hechos microfísicos. Tal como él lo formula, esos hechos están ligados a lo microfísico por «restricciones semánticas», de modo que todo lo que hay en el mundo es microfísica y «hermenéutica cósmica». Sin embargo, él evita visiblemente el problema de la experiencia consciente. Otros que proponen versiones de la tesis de superveniencia lógica incluyen a Jackson (1993), Kirk (1974) y Lewis (1994). <<

[36] Para argumentos de que los hechos acerca de entidades abstractas son lógicamente supervenientes a lo físico, véase Armstrong (1982). <<

[37] Posiblemente, la experiencia consciente contribuye a la intensión primaria, si se individualiza el agua en parte según el tipo de experiencia a la que da origen. La indicatividad ciertamente contribuye, como se ve en el «nuestro» de «el liquido bebible y claro en nuestro ambiente». Estos hechos no debilitan la superveniencia lógica módulo la experiencia consciente y la indicatividad. <<

[38] Como es familiar a partir del método del enunciado de Ramsey para la aplicación de términos teóricos; véase Lewis (1972). <<

[39] Un ejemplo propuesto como caso problemático por Ned Block. <<

[40] Jackson (1993) y Lewis (1994) formulan un punto similar acerca del requerimiento de analizabilidad para la superveniencia. <<

[41] Una concepción alternativa sostiene que para que algo sea rojo, debe ser el tipo de cosa que tiende a causar juicios de rojo. Esto eliminaría los problemas que aquí analizamos, ya que es plausible que los juicios sean lógicamente supervenientes a lo físico. <<

[42] Excepto, posiblemente, en el hecho de que cuando yo tengo una creencia acerca de Bill Clinton, mi duplicado tiene una creencia acerca del duplicado de Clinton. Como es usual, estas cuestiones acerca de la identidad a través de los mundos pueden dejarse de lado. <<

[43] Lo más cercano a un argumento de este tipo es el formulado por la versión de Wittgenstein enunciada por Kripke (1982), quien argumenta que no puede haber ninguna implicación de los hechos físicos y fenoménicos a los hechos intencionales, ya que la implicación no puede estar mediada por un análisis físico, funcional o fenoménico de los conceptos intencionales. Los argumentos (en particular aquellos en contra de un análisis funcional) son discutibles pero, de cualquier forma, como se hizo notar antes, la conclusión del argumento no es que los hechos intencionales sean hechos ulteriores, sino que estrictamente no son hechos en absoluto.

Si se acepta el argumento de Kripke-Wittgenstein en contra de la implicación, la intencionalidad se encuentra en una posición similar a la de la moralidad, que mencionaremos más abajo. En los dos casos, 1) posiblemente no haya ninguna implicación conceptual de los hechos A a los hechos B, pero 2) si hay hechos B en nuestro mundo, entonces son válidos en todo mundo concebible A-indiscernible. La única conclusión razonable es que estrictamente hablando no haya ningún hecho B, y las atribuciones B deben ser tratadas de algún modo deflacionario. La posibilidad de que los hechos B sean hechos ulteriores fundamentales queda descartada por consideraciones de conceptibilidad que muestran que debe haber un vínculo a priori de los hechos A a los hechos B si los hechos B están instanciados. <<

[44] Si existen hechos morales subjetivos, entonces las atribuciones morales tienen condiciones de verdad determinadas, pero estas son dependientes de quien hace la atribución. Si esto es así, entonces los conceptos morales tienen una intensión primaria indicativa, y existe indicatividad módulo superveniencia lógica. Este análisis es avalado por los defensores del «realismo moral subjetivista» (Sayre-McCord, 1989), que interpretan el «bien» como «bien para mí» o «bien según mi comunidad». La subjetividad involucrada hace que esto sea un tipo de realismo muy débil, sin embargo. Por ejemplo, según este enfoque resulta que dos personas que discuten sobre lo que es «bueno» podrían no discrepar en absoluto. <<

[45] Los argumentos de Kripke (1972), como aquellos que conciernen a la referencia de «Gódel» en diversas situaciones, sugieren que la intensión primaria asociada con el uso de un nombre no puede en general resumirse mediante una descripción breve. También pueden sugerir que la intensión primaria no puede resumirse mediante alguna descripción finita, aunque estoy menos seguro de esto (ciertamente, establecen que cualquier descripción de esta clase debe incluir un elemento metalingüístico y una condición que requiere una conexión causal apropiada con el agente). Pero nada en estos argumentos sugiere que un nombre (tal como se lo utiliza en cualquier ocasión particular) carece totalmente de una intensión primaria. Los propios argumentos de Kripke incluyen considerar cómo la referencia de un nombre depende del modo como el mundo real resulta; es decir, evalúa la intensión primaria del nombre en diversos mundos centrados. <<

[46] Para un lúcido análisis sobre esta cuestión, véase Nagel, 1986. <<

[47] ¿Cómo eluden los hechos negativos los argumentos en favor de la superveniencia lógica de más arriba? El argumento a partir de la conceptibilidad falla, como lo muestra el ejemplo de los ángeles. El argumento a partir de la epistemología falla ya que claramente existe un problema epistemológico acerca de cómo podemos conocer aseveraciones universales de alcance irrestricto (no podemos estar seguros de que no haya ángeles). El argumento a partir de la analizabilidad falla, ya que no existe ningún análisis de estos hechos negativos totalmente en términos de hechos positivos (a menos que incorporemos el hecho de segundo orden «eso es todo»). <<

[48] ¿Cómo evitan las leyes los argumentos en favor de la superveniencia lógica de más arriba? El argumento a partir de la conceptibilidad falla, como lo muestra el ejemplo de más arriba. El argumento a partir de la epistemología falla, ya que claramente hay problemas con la epistemología de las leyes y la causalidad, como lo atestigua el desafío escéptico de Hume. El argumento a partir del análisis falla, ya que la legalidad requiere una regularidad universal que sustente contrafácticos, y los contrafácticos pertinentes no pueden analizarse en términos de hechos particulares acerca de una historia de mundo (pace Lewis, 1973). Los hechos particulares acerca de la historia espaciotemporal del mundo son compatibles con la verdad de todo tipo de contrafácticos diferentes. <<

[49] Enfoques humeanos de las leyes y la causalidad pueden hallarse en Lewis (1986b), Mackie (1974) y Skyrms (1980). Para argumentos en contra de estos enfoques, véanse Armstrong (1982), Carroll (1994), Dretske (1977), Molnar (1969) y Tooley (1977). <<

[50] En cambio, entre los que parecen sostener que la superveniencia lógica es la regla y no la excepción se encuentran Armstrong (1982), Horgan (1984c), Jackson (1993), Lewis (1994) y Nagel (1974). <<

[51] Para más sobre esto, véase Horgan y Timmons (1992b). <<