El camino del autocontrol
Ésta disciplina fortalece el alma, por otro lado, también muestra el uso de la cortesía y nos enseña a ahorrar a los demás la visión de nuestra tristeza y sufrimiento para no alterar su alegría o bienestar. Estos dos sentimientos se combinan para templar, forjar, un carácter. Para un Samurái el reflejar en su semblante sus emociones era considerado como falta de virilidad, al respecto, Kempachi siempre me decía: “No dejes ver ningún signo de alegría ni de cólera en tú rostro”, éstas eran las palabras justas para describir un gran carácter.
La calma en la manera de ser de un samurái le definía como hombre y la paz de su alma, nunca turbada por pasiones de ninguna clase, le conferían el equilibrio necesario para alcanzar el autocontrol deseado para ser reconocido como un buen samurái.
Recuerdo una vez decir a mí padre: “Aprende a sufrir sin quejarte”, frase que resume cómo debía ser nuestra educación sobre la vía del autocontrol.
Los clásicos chinos dicen al respecto: “En cada virtud hay que saber distinguir lo que su bondad tiene de positivo, y tratar de alcanzar el objeto positivo de su ideal, y el ideal del dominio de sí mismo es, el guardar el equilibrio del espíritu”. El control de sí mismo, en Japón, para un samurái estaba consagrado a la reparación de los “agravios”, una vez más y ya son dos debo referirme al seppuku, al suicidio como acto de reparación del honor y clave del dominio de sí mismo.