5. El estado de presencia
No es lo que usted cree que es
Usted habla continuamente del estado de presencia como la clave. Creo que lo entiendo intelectualmente, pero no sé si lo he experimentado verdaderamente alguna vez. Me pregunto: ¿Es lo que pienso que es o es algo completamente diferente?
¡No es lo que usted piensa que es! Usted no puede pensar en la presencia y la mente no puede comprenderla. Comprender la presencia es estar presente.
Intente un pequeño experimento. Cierre los ojos y dígase a sí mismo: «Me pregunto cuál va a ser mi próximo pensamiento». Luego, póngase muy alerta y espere por el próximo pensamiento. Compórtese como un gato, observando la guarida de un ratón. ¿Qué pensamiento va a salir de la guarida del ratón? Inténtelo ahora.
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¿Bien?
Tuve que esperar un buen rato antes de que el pensamiento llegara.
Exactamente. Mientras esté en un estado de intensa presencia, usted está libre del pensamiento. Usted está quieto y sin embargo muy alerta. En el instante en que su atención consciente cae por debajo de cierto nivel, el pensamiento se apresura a aparecer. El ruido mental regresa; la quietud se pierde. Usted vuelve al tiempo.
Para probar su grado de presencia, se sabe que algunos maestros de Zen se acercaban sigilosamente a sus estudiantes desde atrás y los golpeaban súbitamente con un bastón. ¡Todo un shock! Si el estudiante estaba completamente presente y en estado de alerta, si tenía «los riñones ceñidos y la lámpara ardiendo», que es una de las analogías que usa Jesús para la presencia, notaría la llegada del maestro desde atrás y lo detendría o se apartaría. Pero si se dejaba golpear, eso significaba que estaba inmerso en sus pensamientos, es decir, ausente, inconsciente.
Para estar presente en la vida diaria, ayuda estar firmemente arraigado en su interior; de otro modo, la mente, que tiene una inercia increíble, lo arrastrará como un río salvaje.
¿Qué quiere usted decir con «arraigado en su interior»?
Significa habitar su cuerpo completamente. Tener siempre algo de su atención en el campo de energía interior de su cuerpo. Sentir el cuerpo desde adentro, por decirlo así. La conciencia del cuerpo lo mantiene presente. Lo ancla en el Ahora (vea el capítulo seis).
El significado esotérico de «esperar»
En cierto sentido, el estado de presencia podría compararse con esperar. Jesús usó la analogía de la espera en algunas de sus parábolas. Este no es el tipo habitual de espera aburrido o inquieto que es una negación del presente y del que ya he hablado. No es un esperar en el que su atención está concentrada en algún punto en el futuro y en el que el presente se percibe como un obstáculo indeseable que le impide tener lo que quiere. Hay un tipo de espera cualitativamente diferente, que requiere su alerta total. Podría suceder algo en cualquier momento y si usted no está completamente despierto, completamente quieto, se lo perderá. Este es el tipo de espera del que Jesús habla. En ese estado, toda su atención está en el Ahora. No queda nada para soñar despierto, pensar, recordar, anticipar. No hay tensión en ella, ni miedo, sólo presencia alerta. Usted está presente con todo su Ser, con cada célula de su cuerpo. En ese estado, el «yo» que tiene pasado y futuro, la personalidad, si usted quiere, casi que no está. Y sin embargo, nada de valor se ha perdido. Usted es todavía esencialmente usted mismo. De hecho, usted es más plenamente usted mismo de lo que nunca fue, o más bien sólo ahora usted es verdaderamente usted mismo.
«Sean como un sirviente que espera el regreso del amo», dice Jesús. El sirviente no sabe a qué hora va a llegar el amo. Así que permanece despierto, alerta, sereno, quieto, no sea que se pierda su llegada. En otra parábola, Jesús habla de las cinco mujeres descuidadas (inconscientes) que no tienen suficiente aceite (conciencia) para mantener sus lámparas encendidas (mantenerse presentes) y, por ello, se pierden la llegada del novio (el Ahora) y no llegan a la fiesta de bodas (la iluminación). Estas se contraponen a las cinco mujeres sensatas que sí tienen suficiente aceite (permanecen conscientes).
Incluso los hombres que escribieron los Evangelios no entendieron el significado de estas parábolas, así que introdujeron en ellos las primeras interpretaciones erróneas y distorsiones cuando fueron escritos. Con aquellas interpretaciones erróneas, el sentido real se perdió completamente. Estas no son parábolas sobre el fin del mundo, sino sobre el fin del tiempo psicológico. Apuntan a una trascendencia de la mente egotista y a la posibilidad de vivir en un estado de conciencia enteramente nuevo.
En la quietud de su presencia surge la belleza
Lo que usted acaba de describir es algo que experimento ocasionalmente durante breves momentos cuando estoy solo y rodeado por la naturaleza.
Sí. Los maestros del Zen utilizan la palabra satori para describir un relámpago de comprensión, un momento de no-mente y de presencia total. Aunque el satori no es una transformación duradera, siéntase agradecido cuando llegue, porque le da a probar la iluminación. De hecho, usted puede haberlo experimentado muchas veces sin saber qué es y sin darse cuenta de su importancia. Se necesita presencia para ser consciente de la belleza, la majestad, la sacralidad de la naturaleza. ¿Alguna vez ha contemplado la infinitud del espacio en una noche clara, sobrecogido por su absoluta quietud y su vastedad inconcebible? ¿Alguna vez ha escuchado, escuchado verdaderamente, el sonido de una quebrada en el bosque? ¿O el canto de un mirlo en un tranquilo atardecer de verano? Para ser consciente de tales cosas, la mente debe estar quieta. Usted tiene que dejar por un momento su equipaje personal de problemas, de pasado y de futuro, así como todo su conocimiento; de lo contrario, usted verá sin ver, oirá sin oír. Se requiere su total presencia.
Más allá de la belleza de las formas externas, hay algo más ahí: algo innombrable, algo inefable, una esencia profunda, interior, santa. Siempre y dondequiera que haya belleza, esta esencia interior resplandece de alguna manera. Sólo se le revela cuando usted está presente. ¿Podría ser que esa esencia innombrable y su presencia fueran una y la misma cosa? ¿Podría estar allá sin su presencia? Profundice en ello. Descúbralo por su cuenta.
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Cuando usted experimentó esos momentos de presencia, probablemente no se dio cuenta de que estuvo brevemente en un estado de no-mente. Eso se debe a que la brecha entre ese estado y el flujo interno de pensamiento fue demasiado breve. Su satori puede haber durado sólo unos segundos antes de que la mente apareciera, pero estuvo ahí; si no, usted no habría experimentado la belleza. La mente no puede reconocer ni crear belleza. Sólo durante unos segundos, mientras usted estaba completamente presente, estuvo allá esa belleza o sacralidad. Debido a la brevedad de esa brecha y a la falta de vigilancia y atención de su parte, usted fue probablemente incapaz de notar la diferencia fundamental entre la percepción, la conciencia de belleza sin pensamiento y su interpretación como un pensamiento: la brecha en el tiempo fue tan corta que pareció que era un solo proceso. Sin embargo, la verdad es que en el momento en que llegó el pensamiento, todo lo que usted tenía era un recuerdo de ello.
Cuanto más amplia sea la brecha entre la percepción y el pensamiento, más profundidad tiene usted como ser humano, es decir, más consciente es.
Muchas personas son tan prisioneras de sus mentes que la belleza de la naturaleza no existe realmente para ellas. Puede que digan «qué flor tan bonita», pero eso es solamente una etiqueta mental mecánica. Porque no están quietos, presentes, no ven realmente la flor, no sienten su esencia, su santidad, lo mismo que no se conocen a sí mismos, no sienten su propia esencia, su santidad.
Como vivimos en una cultura tan dominada por la mente, la mayor parte del arte moderno, la arquitectura, la música y la literatura están privadas de belleza, de esencia interior, con muy pocas excepciones. La razón es que las personas que crean este arte no pueden —ni siquiera por un momento— liberarse de sus mentes. Así que nunca están en contacto con ese lugar donde la verdadera creatividad y belleza surgen. La mente abandonada a sí misma crea monstruosidades, y no sólo en las galerías de arte. Miren nuestros paisajes urbanos y nuestros desiertos industriales. Ninguna civilización ha producido tanta fealdad.
Realizar la conciencia pura
¿La presencia es lo mismo que el Ser?
Cuando usted se vuelve consciente del Ser, lo que ocurre realmente es que el Ser se vuelve consciente de sí mismo. Cuando el Ser se vuelve consciente de sí mismo, eso es presencia. Puesto que Ser, conciencia y vida son sinónimos, podríamos decir que presencia significa la conciencia, dándose cuenta de sí misma o la vida alcanzando la autoconciencia. Pero no se quede aferrado a las palabras y no haga un esfuerzo para entender esto. No necesita entender nada antes de que pueda volverse presente.
Entiendo lo que usted acaba de decir, pero parece implicar que el Ser, la última realidad trascendente, no está todavía completa, que está experimentando un proceso de desarrollo. ¿Necesita Dios tiempo para el crecimiento personal?
Sí, pero sólo visto desde la perspectiva limitada del universo manifiesto. En la Biblia, Dios declara: «Soy el Alfa y el Omega y soy el Viviente». En el reino atemporal en el que Dios mora, que es también su hogar, el principio y el fin, el Alfa y el Omega, son uno y la esencia de todo, lo que siempre ha sido y siempre será, es eternamente presente en un estado no manifiesto de unidad y perfección, totalmente más allá de lo que la mente humana pueda nunca imaginar o comprender. En nuestro mundo de formas aparentemente separadas, sin embargo, la perfección atemporal es un concepto inconcebible. Aquí, incluso la conciencia, que es la luz que emana de la fuente eterna, parece estar sujeta a un proceso de desarrollo, pero esto es debido a nuestra percepción limitada. No es así en términos absolutos. Sin embargo, permítame continuar hablando por un momento sobre la evolución de la conciencia en este mundo.
Todo lo que existe tiene Ser, tiene esencia divina, tiene algún grado de conciencia. Incluso una piedra tiene conciencia rudimentaria; de lo contrario, no sería y sus átomos y moléculas se dispersarían. Todo está vivo. El sol, la tierra, las plantas, los animales, los seres humanos, todos son expresiones de conciencia en diferentes grados, la conciencia que se manifiesta como forma.
El mundo surge cuando la conciencia toma formas, formas de pensamiento y formas materiales. Observe los millones de formas de vida sólo en este planeta. En el mar, en la tierra, en el aire, y después cada forma de vida se replica millones de veces. ¿Con qué fin? ¿Alguien o algo está jugando un juego, un juego con la forma? Esto fue lo que los antiguos videntes de la India se preguntaron a sí mismos. Vieron el mundo como lila, una especie de juego divino que Dios está jugando. Las formas de vida individual obviamente no son muy importantes en este juego. En el mar, la mayoría de formas de vida no sobreviven más de unos minutos después de nacer. Incluso la forma humana vuelve al polvo bastante rápidamente y cuando se ha ido es como si nunca hubiera sido. ¿Es esto trágico o cruel? Sólo si usted crea una identidad separada para cada forma, si usted olvida que su conciencia es esencia divina, expresándose a sí misma en la forma. Pero usted no sabe realmente eso hasta que realiza su propia esencia divina como pura conciencia.
Si nace un pez en su acuario y usted lo llama John, escribe un certificado de nacimiento, le cuenta sobre su historia familiar y dos minutos más tarde se lo come otro pez; eso es trágico. Pero solamente es trágico porque usted proyectó un ser separado donde no lo había. Usted agarró una fracción de un proceso dinámico, una danza molecular y la convirtió en una entidad separada.
La conciencia toma el disfraz de las formas hasta que estas alcanzan tal complejidad que se pierde completamente en ellas. En los seres humanos actuales, la conciencia está completamente identificada con su disfraz. Sólo se conoce a sí misma como forma y, por lo tanto, vive en el temor de la aniquilación de su forma física o psicológica. Esta es la mente egotista, y este es el punto en el que se establece una disfunción considerable. Ahora parece como si algo hubiera salido muy mal en algún punto a lo largo de la línea de la evolución. Pero incluso esto es parte de lila, el juego divino. Finalmente, la presión del sufrimiento creado por esta disfunción aparente fuerza a la conciencia a desidentificarse de la forma y la despierta de su sueño de forma: vuelve a recuperar autoconciencia, pero a un nivel mucho más profundo que cuando la perdió.
Este proceso lo explica Jesús en su parábola del hijo pródigo, que deja el hogar de su padre, dilapida su fortuna, se convierte en un mendigo, y después es forzado por su sufrimiento a volver a casa. Cuando lo hace, su padre lo ama más que antes. El estado del hijo es el mismo que antes; sin embargo, no es el mismo. Tiene añadida una dimensión de profundidad. La parábola describe un viaje desde la perfección inconsciente, a través de la imperfección y del «mal» aparentes, hacia la perfección consciente.
¿Puede ver ahora el significado más profundo y más amplio de volverse presente como el observador de su mente? Siempre que usted observa la mente, retira la conciencia de las formas mentales, entonces, se convierte en lo que llamamos el observador o el testigo. En consecuencia, el observador —pura conciencia más allá de la forma— se vuelve más fuerte y las formaciones mentales se vuelven más débiles. Cuando hablamos de observar la mente, estamos personalizando un evento que es de significación cósmica: a través de usted, la conciencia está despertando de su sueño de identificación con la forma y retirándose de ella.
Esto prefigura y al tiempo forma parte de un evento que está probablemente todavía en el futuro lejano, en lo que concierne al tiempo cronológico. El evento es llamado el fin del mundo.
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Cuando la conciencia se libera de su identificación con las formas físicas y mentales, se vuelve lo que podemos llamar conciencia pura o iluminada, o presencia. Esto ha ocurrido ya en algunos individuos y parece destinado a ocurrir pronto en una escala mucho mayor, aunque no hay garantía absoluta de que ocurrirá. La mayoría de los seres humanos están todavía en las garras del modo egótico de conciencia: identificados con su mente y dominados por ella. Si no se liberan de su mente a tiempo, serán destruidos por ella. Experimentarán confusión, conflicto, violencia, enfermedad, desesperación y locura cada vez mayores. La mente egotista se ha vuelto como un barco que se hunde. Si usted no lo abandona, se hundirá con él. La mente egotista colectiva es la entidad más peligrosamente demente y destructiva que jamás habitó este planeta. ¿Qué cree que pasará en este planeta si la conciencia humana no cambia?
Para la mayoría de los humanos, el único respiro de sus mentes que encuentran ya es pasar ocasionalmente a un nivel de conciencia por debajo del pensamiento. Todo el mundo lo alcanza todas las noches durante el sueño. Pero también ocurre hasta cierto punto a través del sexo, el alcohol y otras drogas que suprimen la actividad mental excesiva. Si no fuera por el alcohol, los tranquilizantes, los antidepresivos, así como las drogas ilegales, que son todos consumidos en grandes cantidades, la demencia de la mente humana sería aún mucho más evidente de lo que lo es ya. Creo que si fuera privada de sus drogas, una gran parte de la población se convertiría en un peligro para ella misma y para los demás. Estas drogas, por supuesto, simplemente mantienen atascadas a las personas en la disfunción. Su uso extendido sólo dilata la quiebra de las viejas estructuras mentales y la emergencia de una conciencia más alta. Aunque los consumidores individuales pueden encontrar cierto alivio de la tortura diaria que les inflige su mente, la droga les impide generar suficiente presencia consciente para elevarse por encima del pensamiento y encontrar así la verdadera liberación.
Volver a caer en un nivel de conciencia por debajo de la mente, que es el nivel de prepensamiento de nuestros ancestros distantes y de los animales y las plantas, no es una opción para nosotros. No hay forma de dar marcha atrás. Si la raza humana ha de sobrevivir, tendrá que avanzar al siguiente nivel. La conciencia está evolucionando en todo el universo en billones de formas. Así, incluso si no lo lográramos, no importaría en una escala cósmica. Nunca se pierde una ganancia en conciencia, así que simplemente se expresaría a través de alguna otra forma. Pero el mismo hecho de que yo esté hablando aquí y usted esté escuchando o leyendo esto es un signo claro de que la nueva conciencia está ganado terreno en el planeta.
No hay nada personal en esto: yo no estoy enseñándole. Usted es conciencia y se está escuchando a sí mismo. Hay un dicho oriental: «El que enseña y el enseñado crean la enseñanza juntos». De cualquier forma, las palabras por sí mismas no son importantes. No son la verdad; sólo señalan hacia ella. Yo hablo desde la presencia y según hablo, usted puede ser capaz de unirse conmigo en ese estado. Aunque toda palabra que uso tiene una historia, por supuesto, y viene del pasado, como todo el lenguaje, las palabras que le dirijo ahora son portadoras de la energía de alta frecuencia de la presencia, aparte del significado que transmiten como palabras.
El silencio es un portador aún más potente, así que cuando lea esto o me oiga hablar, hágase consciente del silencio que hay entre y bajo las palabras. Sea consciente de las brechas. Oír el silencio, dondequiera que esté, es una forma fácil y directa de hacerse presente. Incluso si hay ruido, hay siempre silencio bajo y entre los sonidos. Oír el silencio crea inmediatamente quietud dentro de usted. Sólo la quietud que hay dentro de usted puede percibir el silencio exterior. ¿Y qué es la quietud sino presencia, conciencia liberada de las formas de pensamiento? Aquí está la realización viviente de lo que hemos estado hablando.
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Cristo: la realidad de la presencia divina que hay en usted
No se quede apegado a ninguna palabra. Usted puede sustituir Cristo por presencia, si eso es más significativo para usted. Cristo es la esencia divina que hay en usted o el Ser, como se le llama a veces en Oriente. La única diferencia entre Cristo y presencia es que Cristo se refiere a la divinidad que mora en usted, independientemente de que sea consciente de ello o no, mientras que presencia significa su divinidad o esencia de Dios ya despierta.
Se aclararán muchos malentendidos y falsas creencias sobre Cristo si usted se da cuenta de que en Cristo no hay pasado ni futuro. Decir que Cristo fue o será es una contradicción de términos. Jesús fue. Fue un hombre que vivió hace dos mil años y realizó la presencia divina, su verdadera naturaleza. Y por lo tanto, dijo: «Antes de que Abraham fuera, yo soy». No dijo: «Yo ya existía antes de que Abraham hubiera nacido». Eso hubiera significado que estaba todavía en la dimensión de la identidad con el tiempo y la forma. Las palabras yo soy, usadas en una frase que empieza en pasado, indican un cambio radical, una discontinuidad en la dimensión temporal. Es una afirmación de tipo Zen de gran profundidad. Jesús intentó comunicar directamente, no a través del pensamiento discursivo, el significado de la presencia, de la autorrealización. Había ido más allá de la dimensión de la conciencia gobernada por el tiempo, al reino de lo intemporal. La dimensión de la eternidad había venido a este mundo. Eternidad, por supuesto, no significa tiempo sin fin, sino negación del tiempo. Así pues, el hombre Jesús se convirtió en Cristo, un vehículo para la conciencia pura. ¿Y cuál es la definición de sí mismo que hace Dios en la Biblia? ¿Dijo Dios: «Yo siempre he sido y siempre seré»? Por supuesto que no. Eso habría dado realidad al presente y al pasado. Dios dijo: «Yo soy el que soy». No hay tiempo aquí, sólo presencia.
La «segunda venida» de Cristo es una transformación de la conciencia divina, un cambio del tiempo a la presencia, del pensamiento a la conciencia pura, no la llegada de un hombre o una mujer. Si «Cristo» fuera a volver mañana en forma externa, no podría decirle sino: «Yo soy la Verdad. Soy presencia divina. Soy vida eterna. Soy en ti. Soy aquí. Soy Ahora».
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Nunca personalice a Cristo. No convierta a Cristo en una identidad con forma. Los avatares, las madres divinas, los maestros iluminados, los poquísimos que son reales, no son especiales como personas. Sin un falso yo que sostener, que defender y que alimentar, son más sencillos, más ordinarios que el hombre o mujer ordinarios. Alguien con un ego fuerte los consideraría insignificantes o, más probablemente, no los vería en absoluto. Si usted es atraído por un maestro iluminado, es porque hay en usted ya suficiente presencia para reconocer la presencia en otro. Hubo muchas personas que no reconocieron a Jesús o al Buda, así como hay y siempre ha habido muchas personas que son atraídas por los falsos maestros. Los egos son atraídos por egos mayores. La oscuridad no puede reconocer la luz. Así pues, no crea que la luz está fuera de usted o que sólo puede llegar a través de una forma particular. Si sólo su maestro es una encarnación de Dios, ¿entonces quién es usted? Cualquier tipo de exclusividad es identificación con la forma y la identificación con la forma significa ego, no importa lo bien disfrazada que esté. Use la presencia del maestro para reflejar de nuevo hacia usted su identidad más allá del nombre y de la forma y volverse más intensamente presente. La presencia es una. El trabajo de grupo puede ser también útil para intensificar la luz de su presencia. Un grupo de gente que se reúne en un estado de presencia genera un campo de energía colectiva de gran intensidad. No sólo eleva el grado de presencia de cada miembro del grupo, sino que también ayuda a liberar la conciencia colectiva humana de su estado habitual de dominio de la mente. Eso hará el estado de presencia cada vez más accesible a los individuos. Sin embargo, a menos de que por lo menos un individuo del grupo esté ya firmemente establecido en ella y pueda así sostener la frecuencia de energía de ese estado, la mente egotista puede fácilmente reafirmarse y sabotear los esfuerzos del grupo. Aunque el trabajo del grupo es invaluable, no es suficiente, y usted no debe llegar a depender de él. Tampoco debe llegar a depender de un profesor o un maestro, excepto durante el periodo de transición, cuando está aprendiendo el significado y la práctica de la presencia.