CAPÍTULO III

Deshacer la maleta le llevó menos tiempo del que calculó, aún faltaba bastante para que se anunciara la hora de la cena y lo que menos le apetecía a Cinthya era socializar con su madre y con Karla más de lo estrictamente necesario, así que se escabulló a la cocina en busca de la señora Gertrudis.

—¡Gertru! —gritó emocionada.

—¡Santísima virgen de Guadalupe! Dichosos los ojos que te ven, cría. ¡Mira nada más cómo has crecido! Ven y dale un abrazo a esta vieja que te ha echado de menos como un coyote a la luna.

El fuerte abrazo que le dio la regordeta mujer la devolvió a sus días de infancia, en los cuales solía refugiarse bajo las faldas de esa amable señora que era como una madre para ella.

—¿Ya comiste? ¿Quieres que te prepare algo? No me vayas a decir que estás como la remilgada de Karla, ¿eh?: «Yo, sólo ensalada y agua natural, gracias».

Gertru alargó de forma graciosa la cara e imitó con exacto tono de voz el empleado por la aludida, que Cinthya no pudo evitar reír a carcajada suelta ante tan magistral interpretación.

—¡Eres tremenda, Gertru!, pero tienes razón, yo jamás podría conformarme solo con ensalada. De hecho, si no es mucha molestia, me apetecen mucho esas deliciosas enchiladas que te quedan para chuparse los dedos.

—¡Faltaba más! Ahora mismo te las preparo, mi niña.

Minutos después, Cinthya estaba sentada en el desayunador de la cocina con un plato rebosante de enchiladas, acompañado con un vaso de agua de limón con chía6.

—¡Dios! No sabes cómo he extrañado esto. ¡No cabe duda que como mi México no hay dos! —expresó sobándose la barriga después de devorar su platillo.

—¡Sí, cómo no! —Puso las manos en las caderas—. Como dicen en mi pueblo: «Más sabe el diablo por viejo que por diablo», y a mí no me la pegas, niña, sé que solo porque a tu hermano le echaron el lazo al cuello es que estás aquí sentada llenado la barriga, de lo contrario, estoy segura de que no te veríamos ni la sombra.

—Una vez más tienes razón, la verdad es que no pensaba regresar. —Hizo una pausa—. Pero ahora que estoy aquí no sé si pueda marcharme, es muy difícil dejar atrás a mi México querido por segunda vez.

—¡Un cuerno! Pues no te vayas y ya, asunto arreglado, y como dicen en mi pueblo: «Que se hagan al caldo».

—Tú sabes que no es tan sencillo, Gertru, tengo mi vida hecha en Nueva York, y por lo visto, aquí sigo sin ser bien recibida. —No pudo evitar que la tristeza se escurriera a través de las grietas de su coraza, pero se recompuso de inmediato.

—¿Por qué dices eso, mi niña? ¿Acaso tu madre volvió a…?

—Déjalo, por favor, no digas más, no tiene caso.

—Aquí es donde torció el rabo la marrana, ¿cómo me pides que lo deje estar?

—Olvídalo, la cuestión es que mientras esté aquí pienso disfrutarlo. Por cierto y cambiando de tema, ¿todavía está el padre David a cargo de la parroquia? Quiero llevarle todos esos vejestorios que descansaban en paz en la soledad de mi armario —dijo refiriéndose a todo su antiguo guarda ropa, y se puso en pie.

—Sí, estoy segura de que más de una de las jovencitas del refugio estará encantada de usar tus vestidos.

—Yo lo dudo, son demasiado remilgados y aburridos, pero espero que sirvan de algo. Mañana mismo pasaré a dejárselos.

Después del sustancioso refrigerio que le diera Gertru, le apetecía un cigarro. Se dirigió a la terraza donde era la costumbre familiar tomar el café, estaba segura de que estaría vacía porque aún no era la hora de tan aburrido evento. Su madre era tan rígida y predecible en sus horarios y costumbres, que podría apostar a que no había cambiado en absoluto.

No pudo evitar admirar el paisaje, la residencia de sus padres estaba ubicada en un exclusivo fraccionamiento que contaba con su propio campo de golf. La vista era magnifica desde ahí, se podían apreciar los verdes prados llenos de carritos de golf y uno que otro jugador. Los árboles llorones, con sus frondosas ramas, acariciaban las mansas aguas de un lago artificial, el cual tenía tres fuentes distribuidas en el centro, la de en medio se alzaba más de diez metros de alto impregnando el aire de una sutil briza fresca con olor a tierra mojada. En él nadaban elegantes patos y gansos seguidos de sus crías.

Estaba por terminarse el cigarrillo cuando una voz bastante conocida la sacó de sus pensamientos.

—¿Se puede saber desde cuándo fumas? —Alex evidenció su desagrado, repelía el cigarro, pues ese «maldito vicio», como él lo llamaba, terminó de forma prematura con la vida de su padre.

—¿Se puede saber desde cuándo te metes en lo que no te importa? —respondió sin girarse ni apartarse de la barandilla.

—¿Y desde cuándo eres tan brabucona? —Sonrió y se colocó junto a ella.

Cinthya no pudo evitar estremecerse y se odió por eso, ese hombre seguía teniendo dominio absoluto sobre su cuerpo. Por fortuna, ya no ejercía ese poderío sobre su mente, «al menos, no como antes», se dijo.

—¡Cielo, por fin te encuentro! —exclamó Karla con fingida dulzura, tomó a Alex del brazo y le dedicó a Cinthya una fría mirada—. Perdón, no sabía que estabas ocupado, cariño —recalcó.

Cinthya se giró para enfrentar a la recién llegada, puso cara de fastidio y dijo:

—No lo está, solo estaba reprendiéndome porque fumo. —Dio una última calada, tiró la colilla en el cenicero y se volvió para mirar los patos—. La verdad es que agradezco tu oportuna intervención, Karla, acabas de librarme de escuchar su aburrido sermón sobre el tema.

—Cinthya, Gertru me dijo que estarías aquí —dijo Lizzy uniéndose al grupo—. Te recuerdo que mañana temprano tenemos la visita con Arenzzo para la prueba de tus vestidos, aunque enviaste las medidas por internet, no hay nada como hacerlo en persona.

—¿Has dicho Arenzzo? —preguntó Karla estupefacta—. ¿Cómo han conseguido una cita? Yo llevo meses insistiendo y no he logrado nada, es más, ninguna de mis amigas lo ha conseguido, tiene su agenda apretadísima.

—Fácil, Arenzzo es muy amigo de Cinthya —respondió Lizzy en tono casual.

—¡No puedo creerlo! —exclamó Karla con los ojos como platos.

—¿Qué no puedes creer, Karla? ¿Que vaya a diseñar mis vestidos para la ceremonia y el brindis, o que sea mi amigo? —Cinthya la cuestionó tratando de controlar su enfado, esa estirada mujer tenía la cualidad de sacarla de quicio desde que era una niña, siempre queriendo hacerla menos y recalcándole sus errores.

—Para que te quede claro, Cinthya no ha estado perdiendo el tiempo todos estos años que ha estado lejos de casa, ahora es una fotógrafa de renombre y muchos se pelean por su trabajo, Arenzzo es uno de ellos —comentó Dante con presunción mientras se unía a ellos, se inclinó para besar a su prometida y tomó asiento a su lado para disfrutar del aire fresco.

Cinthya se sintió observada y giró el rostro para encarar al enemigo, se sorprendió al encontrar los ojos índigo profundo llenos de admiración por ella, por sus logros. Siempre había existido una extraña comunicación entre ellos, no hacían falta las palabras para entenderse, a veces un gesto o una mirada era suficiente, como en esta ocasión, en la que él dejó en claro que estaba enterado de sus alcances profesionales.

Desde que Alex había llegado a su casa para quedarse a vivir con ellos, cuando ella era una niña, ese entendimiento mutuo los unió de forma especial, sobre todo sirvió de apoyo para que él pudiera superar la muerte de sus padres.

Javier, el padre de Alex, murió de forma prematura por complicaciones propias del tabaquismo, cuando él tenía solo nueve años. Carmen, su madre, y hermana de Isabel, la difunta esposa de don José de Anda, quedó devastada por la pérdida de su amado esposo, entró en fuertes depresiones y con frecuencia abusaba de los fármacos.

Una mañana, cuando Carmen lo llevaba a la escuela, ella conducía en estado inconveniente, estrelló el auto contra un árbol al quedarse dormida al volante y murió. Por fortuna, Alex llevaba el cinturón puesto y no sufrió más que sólo rasguños, pero la imagen de su madre muerta en el asiento de al lado lo mantuvo despierto y alterado muchas noches a lo largo de su infancia.

José, el padre de Cinthya, se hizo cargo de las terapias psicológicas y la manutención de su sobrino político, que al no tener familiares más cercanos, quedó bajo su tutela legal; por ese motivo Alex vivía en su casa y la amistad que surgió entre ellos fue fortaleciéndose a lo largo de los años, hasta el momento en el que a ella se le ocurrió complicarlo todo al enamorarse del primo de su hermano.

—¿Crees que Arenzzo quisiera hacer una excepción conmigo? Quizá si tú se lo pides…

Decía Karla cuando Cinthya regresó de su viaje mental. La miró sorprendida, no le había puesto la más mínima atención y por eso no tenía ni idea de qué rayos estaba hablando la flauta. Rio en su interior, por fin había encontrado el apodo perfecto para esa estirada mujer: doña Flauta.

—Karla, ya te he dicho que Arenzzo no diseña vestidos de novias —intervino Lizzy, salvando la situación y mirándola a ella con gran consternación.

Cinthya comprendió que había llegado el momento de fingir ignorancia sobre la boda de Alex y hacer su mejor representación de indiferencia al respecto. Se mentalizó e imaginó que interpretaba un papel actoral.

—¿Quieres que Arenzzo diseñe un vestido de novia? Suerte con ello. —Sonrió con burla—. Mi amigo es muy estricto y no creo que quiera hacer una excepción por mucho que yo se lo pida, aunque he de reconocer que tampoco había diseñado vestidos folklóricos antes que el mío para la boda de Lizzy.

—Karla, deberías dejar el tema —sugirió Alex, y eso encendió la rabia en Cinthya.

«Así que no quieres hablar de tu boda, ¿eh? ¡Pues no cuentes con ello!», pensó irónica.

—Déjala, es normal que después de tantos años de tortuosa espera, tu prometida quiera celebrar con un bonito vestido el haber cazado, por fin, a su presa. —Le hizo a Alex un giño como signo de complicidad, lo cual lo dejó desconcertado, su rostro lo delató, y ella soltó una carcajada que se alargó al ver la cara de perplejidad de las mujeres.

—¿Lo sabias? —preguntó Lizzy después de reponerse a la sorpresa.

—¿Saber qué? ¿Qué van a casarse? No, pero no se necesita ser un genio para atar cabos; Karla quiere un bonito vestido de novia y el anillo en su dedo es más que obvio. El enorme diamante parece gritar: «¡Mírenme, por fin lo he conseguido!» —Sonrió con picardía—. Por tratarse de ustedes y de su feliz acontecimiento, le comentaré a Arenzzo tu deseo, Karla, aunque no te garantizo que tenga éxito, como ya te dije, mi amigo es todo un excéntrico, sin embargo, ¿quién sabe?, quizá me sorprenda. Acá entre nos, él esta medio cucú. —Hizo la típica seña con el dedo índice girando en la sien para indicar locura.

—¿En verdad harías eso por… mí? —Karla no cabía en su asombro.

—¿Por qué no habría de hacerlo? Nada me cuesta preguntárselo. —Sabia con exactitud que ese round lo había ganado con amplia ventaja. «1—0, favor Cinthya». Se felicitó por su memorable actuación, con un poco de suerte hasta ella misma se lo creería—. ¿Para cuándo tienen pensado ahorcarse?

—¿Ahorcarnos? —preguntó Karla confundida.

—Se refiere a la boda, ella quiso decir «casarse». Es una manera ordinaria de expresión que utilizan algunas personas —corrigió Alex con semblante serio y los labios en una fina línea.

Cinthya lo miró divertida, era obvio que algo le molestaba, «ojalá sea mi indiferencia respecto a tu absurda boda», pensó. Jamás le dejaría saber lo mucho que le afectaba saberlo más ajeno que nunca y a punto de ser endosado como propiedad de doña Flauta. Haciendo gala de su amargura comentó:

—Uy, perdón por mi manera tan coloquial de expresarme —se mofó—. Demos gracias don Catedrático, por esta lección de la RAE7.

—¡Oh!, comprendo. ¿Te han dicho que tienes una manera muy… popular de hablar? —Karla, volviendo a su habitual tono impersonal, evitó la palabra vulgar, aunque le parecía la más adecuada para describir a Cinthya.

—¿Entonces? —Ignoró lo que seguro pretendió ser una ofensa por parte de Karla—. Estoy segura de que Arenzzo me preguntará una fecha —inquirió alzando una ceja, observándolos alternativamente.

—Tres semanas —comentó Karla con orgullo.

Cinthya dio un trago a su bebida al tiempo que fingía sorpresa y rociaba con un abundante baño de limón con chía a una pasmada Karla que no podía creer lo sucedido.

—¿Pretendes que Arenzzo haga un elaborado vestido de novia en tres semanas? ¿Acaso estás loca? —habló con simulada incredulidad. Después soltó una carcajada al ver el pelo y la cara de Karla escurriendo agua de limón y llena de las semillitas de chía. «Un punto más a mí favor», pensó con satisfacción—. Lo siento tanto, no era mi intención…

—No importa, supongo que tienes razón. —Alzó el mentón con la dignidad de una reina mientras reprimía una mueca de asco y trataba de secarse con una servilleta que Lizzy le había extendido—. Tres semanas es muy poco tiempo para confeccionar un vestido de novia.

Entonces Cinthya sonrió de medio lado.

—¿Por qué la premura, Karlita? ¿Acaso tienen algún pecadillo que contar, uno por el cual tengamos que esperar unos meses para cantarle nanas?

—¿Qué? —El rostro de Karla evidenció su espanto ante la sola idea de saberse embarazada antes de casarse—. ¡Por Dios! ¡No! ¿Cómo puedes pensarlo?

—Bueno, no sería nada fuera de lo común. Créeme, no serían ni los primeros ni los últimos en casarse por tortazo8. Llevan muchos años de relación, lo más lógico es que no se hayan mantenido puros y castos todo ese tiempo, ¿verdad?

Notó la incomodidad de Alex. «Sufre, canalla», pensó complacida.

—Por fortuna, ese no es nuestro caso —alegó Karla indignada—. Alex, tengo que ir a casa a ducharme y mudarme de ropa. No puedo presentarme así a la cena, ¿me acompañas?

—Es una pena que no haya bebé, me encantaría ver un mini Alex corriendo por aquí y haciendo rabiar a mi madre con sus travesuras y ocurrencias. —En ese último respecto, Cinthya no mintió, si le gustaría ver un hijo de Alex, pero con ella como madre.

—¡Pues tendrán que esperar mucho tiempo para verlo! —soltó Alex enfadado, se levantó de su asiento y se marchó tras Karla.

—¿Qué le sucede? —preguntó Cinthya fingiendo inocencia.

Dante y Lizzy se dirigieron una mirada cómplice que ella no supo cómo interpretar, y eso la molestó, aunque decidió no quebrarse la cabeza con ello. Pensó en la forma extraña en que Alex la miró antes de partir. A diferencia suya, él no fingía, tenía un alma transparente, sus cristalinos ojos evidenciaban dudas y sospechas. ¿Acaso se había dado cuenta de que lo del agua de limón con chía no había sido accidental? Prefirió no torturarse con eso.

—Deben ser los nervios por la boda —indicó Lizzy tratando de suavizar el ambiente que de pronto se había vuelto tenso.

—Si tú lo dices —comentó Cinthya como si no le importara, y sacó otro cigarrillo.

6 El término agua de limón con chía pertenece al concepto aguas frescas, que es el nombre que se da en México a un tipo de bebidas no alcohólicas a base de agua, frutas o granos, semillas (como es el caso de la chía) y azúcar; son muy utilizadas en la gastronomía mexicana durante el almuerzo o comida. Las aguas frescas más populares son el agua de jamaica, de limón o limonada, de naranja o naranjada, de tamarindo y de horchata de arroz… Se beben frías y se consumen especialmente de primavera a otoño, aunque se las puede conseguir todo el año. Por ser favorecidas en clima caliente, es común que de las aguas frescas de frutas se deriven paletas congeladas.

7 Real Academia Española

8 Expresión utilizada en México para referirse a la unión matrimonial a causa de un embarazo. Alusivo o similar a la frase: se comió la torta antes del recreo.