CAPITULO X

 

EL CABALLO DELATOR

 

En efecto, el que acompañaba a Kranz en la mesa era Steve Stinson, encargado de investigar en el poblado la posible presencia de su enemigo.

Había llegado dos días antes y una vez instalado en la posada, lo primero que hizo fue averiguar quiénes estaban alojados en ella, pero pronto comprobó que Ryan no estaba allí, pues sólo había tres viajeros.

Luego, discretamente hizo preguntas al posadero. Andaba buscando a un amigo que tenía que moverse por aquellas latitudes y quería saber si había pasado por allí. Pero aunque dio el nombre y las señas, no consiguió obtener informe alguno. Si Ryan estaba escondido por allí las precauciones que habían tomado para camuflarle habían sido férreas.

Y se hubiese marchado sin proseguir sus gestiones, de no esperar la llegada de Cordell, encargado de investigar en la propiedad de los padres de Dean.

Esto le obligó a quedarse y para matar el tiempo, se dedicó a dar paseos por el poblado y por sus inmediaciones.

Hasta que el día anterior, al pasar por delante del corral donde los vecinos solían dejar sus monturas cuando salían de viaje, descubrió algo que le envaró.

El dueño se encontraba limpiando un precioso caballo, cuya lámina no podía despistar al indeseable, pues para su desgracia le conocía bastante bien.

Se trataba del caballo de Ryan y esto le produjo una alegría salvaje, pues si el caballo estaba allí, su dueño no podía estar muy lejos.

Y decidió apelar a toda su astucia para sonsacar al dueño del corral y por él saber dónde podría dar con Ryan.

Dejó el caballo propio junto a la cerca y penetró en el corral.

El dueño levantó la cabeza le miró y preguntó:

—¿Qué desea, forastero?

—Quisiera dejar aquí mi caballo un par de días para que se ocupe de él con cariño. He observado que en la posada no hacen aprecio de estas cosas y quiero que mi caballo esté bien atendido.

—Si es por eso, no se preocupe. Mi misión y mi negocio son eso; cuidar bien a mis «huéspedes».

—Pues, se lo dejaré hasta mi marcha.

Tomó el caballo y lo introdujo en el corral. La montura de Cordel sin ser una maravilla, era un buen caballo.

El rufián admirando el de Ryan, exclamó:

—¡Magnífico caballo, amigo!...  ¿Es de algún vecino?

—No. Me lo han dejado como usted para que lo cuide.

—Oiga, me gustaría conocer al dueño. Hace, tiempo que sueño con un caballo como éste y no he tenido oportunidad de encontrarlo. Si se pusiese en razón, se lo compraría.

—No sé si lo venderá. Si fuese mío, yo no lo vendería.

—Ni yo tampoco, pero hay gente que no aprecia como es debido a estos animales. ¿Me podría decir dónde se encuentra su dueño para tratar de convencerle de que me lo ceda?

—Lo siento, amigo, pero no conozco al dueño.

—¿Qué dice?  ¿Cómo es posible que admita un caballo así y lo esté cuidando sin saber de quién es?

—Pues repito que no le he visto la punta de la oreja al dueño de este equino.

—No me dirá que cayó aquí de una nube y usted le cuida a ver si el dueño cae de otra nube también.

—Claro que no. Me lo trajeron en nombre de su dueño para que le cuidase. El dueño ha tenido que salir en diligencia para resolver unos asuntos y se lo confió a unos amigos para que ellos me lo trajesen aquí.

—Eso es distinto. Entonces, esos amigos del dueño son del poblado,  ¿no es así?

 —Lo son y no lo son. Me lo trajo una muchacha hija de un colono, a quien mataron hace poco. El caballo es de un amigo de su padre y ella se cuidó de que el animal estuviese bien atendido.

Steve sonrió de un modo extraño. No necesitó que el dueño del corral le diese el nombre de la persona que le había confiado el caballo, para saber que se trataba de Marian.

Y quedó un poco perplejo, pues si era verdad lo que ella había dicho, Ryan no estaba por aquellos alrededores y había abandonado su refugio para dirigirse a algún lugar lejano. Quizá a Butte con intención de investigar por allí.

Pero aunque así fuese y Ryan no se encontrase por allí, en algún momento tendría que volver, pues no se desprendería del caballo caprichosamente. Todo lo que les quedaría por hacer, era montar una constante vigilancia en tomo al corral, para sorprender a la persona que fuese en busca del caballo.

Esta no podría ser otra que Marian, ya que ella había sido la que llevase allí el caballo.

Claro era, que también podía suceder que el viaje de Ryan fuese una cosa inventada y que el motivo de llevar allí su montura, podía radicar en que el caballo tan visible, podría denunciar la presencia de su enemigo en las inmediaciones y para evitar esta pista, lo habían llevado al corral con la casi seguridad de que ellos no lo descubrirían.

Estas ideas cruzaron por su mente como un relámpago y para no llamar más la atención y dejar todo en su simple comentario, repuso:

—Bueno, la verdad es que, estoy seguro de que el dueño de ese bonito ejemplar no se desprendería de él por nada del mundo y renunció a un intento de compra. Después de todo, mi caballo tampoco es malo.

—Creo que es lo mejor que puede usted hacer.

Stinson abandonó el corral y regresó a la posada, pero el inesperado descubrimiento le tenía ahora muy preocupado.

El hecho de que hubiese sido Marian quien llevase el caballo al corral y la fecha aproximada de la entrega, denunciaba a las claras que la muchacha y Ryan se habían puesto en contacto hacía muchos días y esto le llevaba a la conclusión de que ella le había dado asilo el día que le estaban persiguiendo y le había ocultado en algún lugar que ellos no acertaron a descubrir.

Y si así había ocurrido, ahora no les cabía duda de que Ryan, Dean y la muchacha, estaban de acuerdo no sólo en defender el filón, sino en estar alerta para pelear y acabar con ellos.

Ahora no estarían dos mujeres solas y un perseguido aislado en algún sitio; ahora, formaban un pequeño frente más difícil de destruir.

Pero al mismo tiempo, sabían que Ryan estaba por allí y que con astucia y decisión, podían acabar con él y vencer a las dos mujeres.

En cuanto Cordel llegase al poblado y se uniese a él como habían acordado, regresaría uno de los dos al monte para denunciar lo que habían descubierto y el otro se quedaría vigilando el corral, hasta que alguien fuese en busca del caballo.

Lleno de ansiedad, tuvo que esperar día y medio hasta que Cordel apareció en la posada. Cuando Stinson le vio llegar, exclamó:

—¡Gracias al diablo que llegas! Me tienes en ascuas hace casi dos días.

—¿Yo? No me he retrasado en nada de lo acordado.

—Lo sé, pero yo tengo noticias muy interesantes que van a servir para cazar a ese coyote y liquidar este asunto y no me he podido mover de aquí esperando tu llegada.

—¿Dices que has descubierto algo? Lo celebro, porque yo, fracasé en mis gestiones. En la cabaña de los padres del novio de la chica no descubrí nada.

—Yo he descubierto mucho.

—¿Sí? Cuenta.

—¿Tú recuerdas del caballo que montaba ese buharro?

—Sí, un ruano de pelo muy brillante, con un anillo gris en la pata derecha.

—Pues bien, he descubierto el caballo.

—¿Dónde?

—Aquí, en el poblado.

—Entonces, ese tipo está aquí...

—No, no está aquí.

—¿No dices que has descubierto su caballo?

—Sí, pero eso no quiere decir que haya descubierto a Ryan. El caballo está depositado en un corral donde el dueño es el encargado de cuidarle.

—Entonces, ha dejado el caballo y se ha largado.

—Esto es lo que hay que averiguar y vamos a intentarlo. Por lo que me ha dicho el dueño del corral cuando le sorprendí lavando al caballo, éste se lo ha confiado Marian, la chica del filón de cobre, diciendo que pertenece a un amigo de su padre que tuvo que salir en diligencia y le dejó confiada su montura. Ella lo trajo al corral para sacarlo de sus sembrados y que lo descubriésemos.

—¿Y eso, cuándo sucedió?

—Por lo que me dijo quién lo cuida, fue a raíz de habernos burlado aquella tarde.

—Y esto demuestra que se refugió en la cabaña de esas dos mujeres, que contó su historia y que se han confabulado para burlamos y evitar que diésemos con Ryan. Es indudable que estaba herido y por eso se vieron obligados a deshacerse del caballo.

 

 

—Pero nosotros registramos la cabaña y no descubrimos a ese tipo. 

—Estaría escondido en algún escondrijo del monte conocido por ellos.

—También registramos el monte.

—Pero,  ¿le conocemos como esa gente? Tenía que estar escondido en algún sitio, pues no irás a suponer que se le tragó la tierra.

—¿Acaso en la cabaña del novio de la chica?

—No sé. Este es un misterio que en algún momento tendrá que aclararse.

—Lo cierto es, que Ryan tiene que estar por aquí escondido. Él no se separaría de su caballo sabiendo lo útil que le es y por lo tanto, hay que suponer acertadamente que en algún lugar en torno a los sembrados y al pueblo tiene que estar.

—¿Cómo crees que podemos descubrirlo?

—Por medio de su caballo. En algún momento tendrá que venir en su busca y si así es, celando el corral le podemos descubrir sin mucho esfuerzo.

—¿Crees que vendrá él en persona a recogerlo? Lo seguro es que venga la muchacha a por él.

—¿Qué más da? Ella tendrá que llevarlo a algún sitio y Ryan tendrá que recogerlo. No perdiéndoles de vista llegará el momento en que no podrá escapar de nosotros.

—Bien, Stinson, veo que has hecho un buen trabajo y has tenido suerte. Ahora,  ¿qué hay que hacer?

—Quedarnos uno aquí vigilando el caballo, mientras otro va al monte a dar cuenta a Merrill y a los demás de lo descubierto. Tendrán que estar preparados para en el momento oportuno caer sobre ese buharro.

—¿Quién se quedará?

—Yo, que conozco el caballo y lo he descubierto. Tú irás al monte, darás cuenta de lo que sucede y si Merrill tiene algún plan de ataque, vendrás a darme cuenta de él.

Kranz que había terminado de almorzar, dijo:

—Está bien, pero por si hace falta, llévame a ver el caballo. Quiero conocerle bien.

—No irás a pedirme que vuelva a insistir con el dueño del corral para que me diga quién es el dueño. Levantaríamos sospechas que ahora no nos convienen.

—Pasaremos de largo. Si el caballo está a la vista, me lo muestras y si no... Ya le veré en otra ocasión.

Ambos abandonaron la posada para dirigirse al corral y Dean que había permanecido medio oculto en un sombrajo fronterizo, decidió seguirles discretamente para averiguar dónde iban.

Cuando tomaron la dirección del corral y más tarde se detuvieron junto a la cerca para examinar el caballo que había quedado suelto en el interior para que estirase las patas, Dean comprendió lo que sucedía. La casualidad les había llevado a descubrir la montura de Ryan y esto les ponía sobre la pista de su enemigo.

Todo lo oculto que le fue posible, les estuvo observando hasta que una vez examinado el caballo, regresaron a la posada.

Dean no perdió el tiempo. Cuando se vio libre de la presencia de los dos rufianes, se dirigió al corral. El muchacho era harto conocido en el poblado y el dueño al verle, le saludó preguntando:

—Hola, Dean,  ¿qué haces tú por aquí?

—Quisiera hacerle un par de preguntas.

—Tú dirás cuáles son.

—Mi novia Marian le trajo a usted un caballo para que lo cuidase en tanto su dueño volvía a recogerlo.

—En efecto. Es aquél que ves allí.

—¿Ha venido alguien a interesarse por esa montura?

—Pues... en parte sí. Ayer, un forastero que para en la posada, vino a traerme su caballo para que lo atendiese hasta su marcha, pues dice que en la posada cuidan mal los caballos y al ver ese bonito ejemplar, se interesó por él. Dijo que andaba tras encontrar una montura como esa y preguntó quién era el dueño para tratar con él y comprárselo.

—Le dije que no conocía al dueño, pues se trataba de un amigo del padre de tu novia que estaba de viaje y Marian me lo había confiado.

—¡Comprendo!

—¿Qué comprendes?  ¿Es que sucede algo con ese caballo?

—Pueden suceder muchas cosas y una es, que traten de robarlo. Andan por aquí unos cuatreros que han robado ya varios caballos y ése podía ser una buena presa. Le ruego que lo guarde bien y vigile por si acaso. Si volviesen para hablar de él, dígale que ya se lo han llevado.

—Seguramente esta noche o mañana vendremos Marian y yo a recogerlo por si acaso.

—Me alegro que me hayas advertido para estar alerta. No quiero cargar con la responsabilidad de perder el caballo y tener que abonar lo que vale.

Dean muy satisfecho de su actuación, se dispuso a regresar no a su cabaña, sino a la de Marian para advertir a Ryan de lo que acababa de descubrir y cuando había buscado su caballo y se preparaba para montar en él, vio como Kranz, el tipo que les había pedido el agua, salía de la posada y montando a caballo, abandonaba el pueblo. Con mucha discreción y a larga distancia, le fue siguiendo hasta descubrir que rodeando de largo los sembrados de su novia, se internaba por el monte desapareciendo entre sus accidentes.

Por un momento, estuvo tentado de seguirle para descubrir algo más, pero la prudencia le detuvo. Si se había internado en el monte, había que suponer que lo hacía para unirse al resto de la cuadrilla y meterse en la boca del lobo sin necesidad era una imprudencia temeraria.

Lo más prudente y práctico era ir en busca de Ryan, darle cuenta de lo que acababa de descubrir y que él trazase el plan, que estimase más conveniente.

Cuando se presentó en los sembrados, Marian se puso rígida y preguntó:

—¿Dónde vas a estas horas tan tempranas?

—¿Dónde está Ryan? Tengo que verle enseguida.

—¿Qué sucede? —preguntó Marian palideciendo.

—Muchas cosas muy interesantes. Llévame con él.

—Ven, está en la leñera como siempre.

Ryan se aburría durante el día y ya está madurando el plan de abandonar aquello y marchar a Butte.

Al ver a Dean, preguntó:

—¿Qué sucede?

—Algo muy importante. La cuadrilla anda escondida por aquí, creo que en el monte y han descubierto que usted también está.

—¿Cómo han podido descubrirlo?

—Por su caballo. Le contaré lo que ha sucedido: Hizo un relato de su gestión desde que concibió sospechas sobre el falso vaquero que les pidió agua, hasta que sorprendió a éste y a otro que le esperaba en la fonda, vigilando el corral donde estaba el caballo. También le dio cuenta de lo que le había dicho el dueño del corral y cómo había seguido de lejos al falso vaquero, hasta verle internarse por el monte.

Marian se sobresaltó, pero Ryan, dueño de sus nervios sonrió diciendo:

—Ha sido un trabajo magnífico, Dean y le felicito, pues con su descubrimiento creo que vamos a liquidar rápidamente este asunto.

—¿Cómo?

—Con audacia y usando de la sorpresa.

—Dice usted que ha quedado en la posada uno de ellos. Es fácil adivinar por qué. Habrá quedado para vigilar el corral en espera de que yo me presente a coger mi montura, o Marian la recoja y siguiéndola, les lleve hasta donde yo estoy.

—Pues bien, vamos a adelantarnos a los acontecimientos.  ¿Tiene usted mucha amistad con el posadero?

—Mucha. Me conoce desde muy pequeño.

—En ese caso, si le dice usted que ese tipo que alberga es un cuatrero ladrón de caballos muy peligroso y le pide que nos ayude a hacemos con él por sorpresa, ¿cree que lo hará?

—Harold es un hombre honrado y estoy seguro de que nos ayudará.

—En ese caso, cuando sea de noche venga a buscarme. Me llevará usted en su caballo hasta el poblado y ya le diré por el camino lo que tenemos que hacer.

Marian tembló al oír a Ryan.

—¡Por Dios! —Exclamó—, piensen bien lo que van a pacer. Esa gente ha demostrado ser más venenosa que un alacrán.

—No se preocupe por eso, Marian —repuso Ryan—. Vamos a proceder de tal forma, que la sorpresa que se va a llevar ese buharro va a ser formidable.

—Ahora, si quiere, vaya a su casa, dé cuenta de lo sucedido y advierta que esta noche tardará usted algo más en volver a su cabaña, para que sus padres no se alarmen.

—Puedo asegurarles que si todo marcha bien y marchará, esta noche tendremos en nuestras manos a ese tipo y por él sabremos dónde están los demás.

—Sí le apresamos como espero, éste habrá de cantar todo lo que necesito saber y le obligaré a que lo firme. Si lo consigo, la cabeza visible de la cuadrilla se habrá jugado la horca a una carta y seguramente que las autoridades me devolverán lo que esos granujas me robaron, aunque no puedan devolverme la vida de mi padre.

Dean no preguntó más. Tenía fe en la audacia y valentía de Ryan y se sentía muy contento de poner de su parte algo para solucionar la situación.

Por ello, muy alegre montó a caballo y se encaminó a los sembrados de su padre, a darles cuenta del resultado de su actuación.