Capítulo 8

 

EL TELÉFONO móvil sonó cuando estaba a punto de entrar en la galería. Era su madre. Le aseguró varias veces que se encontraba perfectamente y que había dormido bien. Y sí, asistiría a la cena de caridad del jueves por la noche.

-Puedes venir con Nikos. Os reservaremos un sitio en nuestra mesa.

Michelle colgó el teléfono y entró en la galería. La mañana resultó especialmente ajetreada.

Un envío que se suponía debía ser recogido en el puerto, se quedó allí, porque los trabajadores se habían puesto en huelga. Tuvo que remover cielo y tierra para solucionar el problema.

Luego, había trabajo de gestión, papeleos varios, datos que meter en el ordenador y varias llamadas de teléfono para confirmar entregas.

El teléfono no había parado de sonar, así que, una vez más, lo agarró y respondió eficiente y profesionalmente.

-Michelle, soy Nikos.

Su acento, que parecía todavía más fuerte al teléfono, y su voz profunda y sensual le provocaron un cosquilleo en el estómago.

 

-He concertado una cita con mi abogado hoy a las doce y media.

-Bien, cambiaré mi turno de comida.

-Te pasaré a buscar y te llevaré a la oficina de Paul dijo Nikos.

Michelle se apoyó en el respaldo del asiento y se quedó unos segundos en silencio.

-No creo que sea necesario, puedo ir...

-Pasaré a las doce y cuarto, Michelle.

Colgó antes de que ella tuviera la oportunidad de replicar.

-¿Algún problema?

Michelle se volvió y miró a Emilio.

-Nada que no pueda solucionar -le dijo, más para auto convencerse que para convencer a su colega.

Estaba claro que Nikos era un hombre imposible de manipular... a menos que el quisiera ser manipulado.

-Te marchaste muy pronto anoche.

Michelle alzó la vista y miró a su amigo.

-Me entró dolor de cabeza -respondió ella.

Él apoyó las dos manos sobre el escritorio. -Soy Emilio, ¿recuerdas?

Michelle lo miró fijamente y se fue poniendo pálida, muy pálida. .

-¿ Vamos a jugar a las adivinanzas o me lo cuentas, Michelle?

Hubo un breve silencio que, por fin, rompió ella.

-De acuerdo -dijo ella-. Nikos me llevó a casa e hicimos el amor apasionadamente durante toda la noche.

Los ojos del italiano se encendieron jocosos.

-¡Brava! -dijo-. Me parece estupendo. Y supongo que Jeremy fue el catalizador. Todo está claro ahora. No ha sido tan difícil encajar las piezas del rompecabezas. De pronto desapareciste, Jeremy estaba por allí, luego Nikos también desapareció... ¡Si le viera le partiría el cuello!

-¿A Jeremy o a Nikos?

-No juegues conmigo, cara. Si tienes problemas, para eso estoy aquí. Soy mucho más que tu socio, soy tu amigo.

Michelle pasaba la mayor parte del día en la galería y empezó a considerar que Emilio tenía derecho a saber que Jeremy podía resultar un verdadero problema.

-Nikos insiste en que pida una orden judicial para mantenerlo alejado de mí.

Emilio abrió los ojos sorprendido.

-Sigue.

-El de ayer fue el tercer... ataque en setenta y dos horas.

-¡Hijo de perra! -las palabras salieron categóricas y directas ¡No le voy a permitir que ponga los pies otra vez en esta galería! Tu apartamento es seguro, pero no se te ocurra ir a ninguna parte sola, ¿comprende?

-¡Me encanta cuando me hablas en italiano! -dijo ella en tono burlón.

-Michelle, te hablo en serio.

Ella inclinó la cabeza hacia un lado.

-Ya soy mayorcito, Emilio. Sé defenderme sola

¿recuerdas?

Habían ido juntos a la misma clase de defensa personal, y sí, era muy buena. Pero eso no quería decir que en .una situación complicada tuviera la opción de defenderse.

-Levántate -le pidió.

-Emilio.

-Hazlo.

-Esto no es necesario.

-Sí, lo es.

En ese momento, sonó el intercomunicador. En la pequeña pantalla apareció Nikos.

¿ Ya eran las doce y cuarto?

-Continuaremos luego.

-¿Qué es lo que continuaréis luego? –preguntó Nikos desde el vano de la puerta abierta.

Su figura, alta y potente, casi rellenaba el hueco. Parecía que la habitación encogía cada vez que él entraba.

Estaba realmente atractivo. Llevaba unos pantalones de sastre, una camisa azul oscuro abrochada hasta el cuello, y la chaqueta, quitada, sobre el hombro.

-Un examen de autodefensa -dijo Emilio. -Así es que Michelle te ha contado lo sucedido. -Sí.

-Espero que no te importe que hoy tenga un poco más de tiempo del habitual para comer.

-Lo que haga falta -respondió Emilio, complacido.

-Me la llevo a mi apartamento.

Michelle acercó la silla a la mesa y miró primero a un hombre y luego al otro.

-Perdón, ¿qué vas a hacer qué?

-Te mudas temporalmente a mi apartamento respondió él con calma infinita

 

Los ojos de Michelle se inflamaron de rabia. -¡De eso nada!

-Entonces, me mudo yo al tuyo. Me da lo mismo.

.-¡Pues a mí no me da lo mismo!

-Entonces, elige.

-¿ Quién demonios te ha erigido en mi protector universal? -preguntó ella, furiosa.

-Yo mismo -dijo Nikos-. ¿Tu apartamento o el mió cariño

-¡No me llames «cariño»! Nikos sonrió.

-¿Por qué?

Emilio observaba entretenido el intercambio eléctrico entre los dos. Sin duda, si observaba con detenimiento, acabaría viendo las chispas saltar. Sonrió, a pesar de que no era el momento. Estaba claro que, por primera vez, Michelle había encontrado un contrincante adecuado.

-Prefiero irme a casa de mis padres. Nikos se negó. .

-Debido a la cantidad de compromisos sociales que tienen tus padres, nunca están en casa y no tienen servicio interno. Eso supondría un doble riesgo.

-Mientras que tú piensas esta de guardia todo el día -dijo ella con cierto rencor.

-y toda la noche -le aseguró él, con una mirada inflexible, autoritaria e invencible.

-No -se negó ella.

-¿No?

-Me buscaré un hotel.

-Al que Jeremy podría acceder todavía más fácilmente.

-¿No crees que te estás pasando un poco con todo esto?

-Tengo el beneplácito de tus padres.

-Eso es un truco sucio.

-No, simplemente están tan preocupados por ti como lo estoy yo. Michelle estaba realmente indignada por el modo en que él trataba de controlar su vida.

-No dudo de que así sea. Pero no necesito una . niñera, puedo cuidar de mí misma.

. Nikos habría deseado agarrarla y zarandearla, para lograr que entrara en razón. Pero en lugar de una estrategia física, utilizó un argumento irrefutable. . -Jeremy tiene un largo historial de violencia, : que, en este caso, tiene, además, una base en los celos. Piensa que por mi causa tú te has alejado de él . lo que me hace, en gran medida, responsable de lo que está sucediendo -la miró fijamente-o ¿Qué habría sucedido el domingo cuando te atacó en la calle, si no llego a estar ahí? ¿Y anoche? ¿Alguien se dio cuenta de lo que estaba sucediendo? No, nadie. Michelle bajó los ojos y no respondió.

-¿Te has planteado lo que habría ocurrido si no llego a ir a ver lo que sucedía? -preguntó él finalmente. Michelle abrió la boca para responder, pero no halló las palabras.

-Te ha atacado ya tres veces -dijo Emilio-.

¿Quieres darle la cuarta oportunidad?

Nikos insistió, por última vez, con una táctica más sutil.

-¿No crees que estás protestando demasiado después de lo acontecido esta noche?

Era, sin duda, un extraordinario estratega y, una vez más, había vencido... eso sí, con excesiva temeridad.

-Vamos a llegar tarde a la cita -dijo ella.

., Llamaré a Paul para decirle que llegaremos tarde.

-Si no te importa, iré primero a empolvarme la nariz -dijo ella en un tono burlón.

Nikos Alessandros tenía muchas respuestas que darle después de todo aquello. En aquel momento, sus sentimientos eran tremendamente contradictorios.

¿Por qué se negaba? Aquel amante de primera le estaba tendiendo la alfombra roja para un montón de noches de primera. ¿Por qué no disfrutar de ellas?

La noche pasada había visitado el cielo. ¿Acaso era un pecado disfrutar un poco?

Pero el verdadero problema era hacia dónde conduciría todo aquello. Porque al final de la diversión, no quedaría nada....

-Por favor, dame un respiro -le dijo ella mientras entraba al baño.

Se retocó los labios y salió de nuevo.

-¿Lista? -le preguntó Nikos.

-Tomaos todo el tiempo que necesitéis -dijo

Emilio mientras los acompañaba a la puerta principal.

Descendieron las escaleras. .

-Si a las cinco no habéis regresado, nos veremos en el restaurante a las seis.

-Volveré a eso de las tres -le aseguró Michelle y se inclinó para besar a Emilio en la mejilla.

Nikos abrió el BMW y ella se metió en el asiento del pasajero. Permaneció en absoluto silencio mientras Nikos conducía.

-Estás muy callada.

-Me estoy reservando para luego -le aseguró-.

Si no estuvieras conduciendo, ya te habría propinado una bofetada.

En pocos minutos llegaron al edificio del despacho de Paul. Nikos aparcó el coche en un aparcamiento para clientes y subieron a la oficina.

El abogado le hizo una serie de preguntas y fue rellenando un formulario que le serviría para elaborar la petición de una orden judicial contra Jeremy. . Le contó lo que eso suponía y le dio algunos consejos.

Tras esto, la citó a las cuatro del día siguiente . para que fuera a firmar los papeles.

Era sólo la una y media cuando salieron del edificio.

Nikos arrancó el coche y se puso rumbo a Main Beach.

-¿A dónde vamos? -preguntó Michelle al ver que se detenía en el hotel Sheraton.

-Te voy a invitar a comer.

-No tengo hambre.

-Tienen un buffet de marisco que seguro que te abre el apetito.

-Nikos...

-Nunca antes había conocido a una mujer que protestara tanto -dijo él en tono burlón.

-¡Pues tú eres el hombre más dominante que jamás he conocido!

Nikos apagó el motor, se quitó el cinturón de seguridad y se inclinó sobre ella. Lentamente, descendió hasta besada, con tal habilidad, que Michelle se olvidó de sus quejas.

Incapaz de decir una palabra, dejó que él la llevara al cielo una vez más. Le acarició suavemente el labio inferior.

-Hablas demasiado -le dijo mientras le quitaba el cinturón de seguridad.

Salieron del coche y se dirigieron hacia el restaurante.

Era un lugar muy agradable con mesas en una terraza que daba a la piscina. .

Efectivamente, la deliciosa selección de pescados y mariscos resultó absolutamente irresistible.

-¿Te sientes mejor? -le preguntó Nikos, después de que pidieran el café.

-Sí -respondió Michelle.

-Necesitamos decidir en cuál de los dos apartamentos nos vamos a quedar.

-No creo que...

-¿El tuyo o el mío?

-¿Eres siempre tan autoritario?

-Sí, es una parte de mi personalidad -el camarero llevó la tarjeta de crédito. Nikos firmó el papel, dejó la propina correspondiente y le dio un último sorbo a su café-o ¿Nos vamos?

Pronto llegaron a los bloques de apartamentos que los dos compartían.

Michelle empezó a protestar al ver que aparcaba en el suyo.

-Sube conmigo. Voy a recoger algo de ropa Se volvió hacia él con ira.

-No me gusta que la gente tome decisiones por mí.

 

La expresión de Nikos fue absoluta e inflexible. -Pues tendrás que ir acostumbrándote.

. Michelle subió con él, sin dejar que el tema se agotara ahí.

-Vamos a tener que establecer una serie de reglas insistió ella mientras entraban en el ático.

Era un precioso apartamento, con suelo de mármol, alfombras orientales y bellos muebles que alternaban el diseño más atrevido con las antigüedades.

-Ponte cómoda -le dijo Nikos-. No tardaré. Había algunas fotografías sobre una mesa de caoba. Sin duda era su familia. En una, aparecía una pareja, ya mayor, mientras en otras había familias con niños;

¡Sabía tan poco sobre él! Nada sobre su pasado... Se preguntó por qué, si su familia residía en Europa, él había decidido pasar parte de su tiempo en Australia. La pregunta la llevó, inevitablemente a otra pregunta: ¿Cuánto tiempo pensaría permanecer allí en aquella ocasión? Estaba claro que, teniendo negocios en todas partes del mundo, su interés en Australia sería sólo pasajero.

Nikos volvió al salón con una bolsa de viaje en una mano y un montón de ropa en la otra.

-Tengo dos hermanas, las dos casadas. Una vive en Atenas, la otra en Londres. Mis padres viven en Santorini.

-Mientras que tú, no tienes residencia fija -podía imaginarse una vida de lujo y poder. Siempre de un lado para otro, vuelos internacionales, importantes reuniones en los cinco continentes...

-Tengo casas en varios países

-¿ y una mujer en cada ciudad?

-Tengo muchas amigas -respondió él con una

sonrisa burlona.

¿Por qué de pronto aquel comentario la decepcionó? ¿Es que, acaso, se había atrevido a sentirse diferente? Una pequeña voz interior le decía 'que recapacitara, que bajara a la tierra. Ella no era más que una simple y momentánea diversión.

Michelle miró al reloj.

¿Nos vamos ya? -preguntó, repentinamente inquieta-o Puedes dejarme en la galería Te daré una llave de mi apartamento Minutos después, detuvo el coche delante de la galería.

-Te recogeré a las cinco.

Michelle estuvo a punto de protestar una vez más, pero la mirada de Nikos fue suficiente para evitar que palabra alguna saliera de su boca.

Se limitó a sacar un segundo juego de llaves del bolso y se lo dio.

Salió del coche y, sin mirar atrás, llegó hasta la galería y entró.

Si Emilio se sorprendió al veda, no le dijo nada. Se limitó a saludarlo y se metió en la oficina.

El ordenador fue su único acompañante, hasta que Emilio entró y le anunció que Nikos estaba allí.

-Es hora de cerrar, cara.

Michelle salvó todo lo que había estado haciendo, cerró el programa y apagó la máquina. Sin decir nada, agarró su bolso y siguió a Nikos hasta su coche. .

Hacía una preciosa tarde verano. El sol calentaba con fuerza. Podría haber ido andado a su apartamento. Michelle no sabía qué le molestaba más, si que le hubieran coartado lo libertad de decidir o que Nikos se hubiera erigido a sí mismo como su protector.

Tal vez, lo que realmente la perturbaba era la idea de compartir apartamento con él. La noche anterior... ¡No quería ni pensar en la noche anterior!

Nikos aparcó el coche junto al de ella salieron entraron en el portal y subieron en el ascensor hasta el piso quince, sin mediar palabra.

Nikos abrió la puerta y ella pasó delante Ponte lo que quieras de beber, si es que te apetece algo -le sugirió Michelle educadamente, mientras dejaba las cosas sobre la mesa Voy adarme . una ducha y a cambiarme de ropa. Se metió en su habitación y se dirigió directamente al armario. ¡Si se había atrevido a invadir su espacio colgando su ropa allí, iba a saber.. No había nada. Michelle se aseguró a sí misma que se alegraba de que así fuera y decidió que lo mejor era una ducha cuanto antes.

Media hora después, agarró un pequeño bolso esmeralda y se miró en el espejo.

Se había decidido por un bonito traje de color esmeralda también, que combinaba con sus ojos y resaltaba sus facciones.

Michelle respiró profundamente para recabar fuerzas y salió en busca de Nikos.

Pero al vedo, lejos de sentirse fuerte para la batalla, se sintió desarmada.

Michelle preparó el ataque para no dejarse amedrentar por la debilidad que le provocaba su impresionante presencia.

-¿ Crees que estoy lo suficientemente arrebatadora como para vencer a Saska? -la pregunta estaba llena de dobles intenciones que ella trató de dejar bien patentes.

Pero Nikos, lejos de responder, se limitó a tomarla en sus brazos y a besarla sugerentemente.

-Así está mucho mejor -le dijo, mientras le pasaba levemente el dedo por los labios-o Así te queda mejor el carmín. Personalmente, prefiero una apariencia más natural.

-¡No sobreactúes! Dudo que a Saska la podamos engañar -dijo ella.

Ya eran las seis cuando llegaron al restaurante y en pocos minutos, aparecieron Emilio y Saska.

Tal y como Michelle había predicho, Saska parecía sacada de una portada del Vague. Llevaba un clásico vestido negro, que no pretendía, en absoluto, ser provocativo... o al menos eso era lo que parecía, hasta que se quitó la chaquetilla.

El vestido resultó ser más que insinuante. ¡Y aquellas curvas! Todo su cuerpo parecía esculpido para pedir a gritos que lo acariciara la mano de un hombre.

-Hace mucho calor aquí -dijo Saska.

Emilio la miró inevitablemente de arriba abajo y luego miró a Michelle con cierta sonrisa descarada.

Sí, estaba claro, que aquella iba a ser una velada interesante.

-Michelle -dijo Saska-, supongo que ya no tienes dolor de cabeza. .

La pregunta fue lo suficientemente ambigua como para recibir una respuesta maliciosa.

-Nikos se ocupó de quitármelo.

 

Saska sería lo suficientemente imaginativa como para hacerse una vívida idea de cómo se lo había quitado.

Por suerte, el maître eligió aquel preciso momento para presentarse y anunciarles que su mesa ya estaba lista.