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Ésos son, ésos son los claros ojos
que me daban la alegre bienvenida;
ésos son, ésos son los labios rojos
que endulzaban mi vida.
Ésa es la blanda voz que el alma absorta
oyó en sueños de vago idëalismo;
pero ¿qué importa ¡ay mísero! qué importa,
si yo no soy el mismo?
Aún son dulces y tiernos sus abrazos,
aún me encadena su flexible nudo;
pero yo estoy inmóvil en sus brazos,
inmóvil, hosco y mudo.