CAPÍTULO 4
Estaban todos atareados. Unos preparando la cena, los entrantes, el plato fuerte y por supuesto, algo que no podía faltar, los turrones y las doce uvas para cada uno. Otros poniendo y decorando la mesa; otros encargándose de poner las bebidas en el frigorífico o en el congelador, para que estuvieran frías para la noche, sin olvidarse de las copas para brindar.
Así, se tiraron casi una hora, ambientados con música de fondo, bailando, tonteando, tomándose alguna copa de vino o cerveza, riendo y disfrutando de los preparativos.
Cuando parecía todo listo e iban a ir a ducharse y cambiarse, Sonia se acordó que faltaba un detalle.
—¡Chicos! ¡Chicos! Falta una cosa. Nosotras siempre hemos tenido una tradición, y ya que hoy vamos a pasar esta noche con vosotros, nos gustaría que la compartierais también —hizo una pequeña pausa mirando a Manu—. Sé que algunos no creéis en la magia y en ciertos rituales, pero podéis tomarlo como un juego para esta noche tan especial en la que cerramos un año y damos paso a otro, a nuevas ilusiones y esperanzas. Se trata de lo siguiente. En estos papelitos dorados, —mostró los que llevaba en la mano—, cada uno tiene que escribir un deseo, bonito, por supuesto, se supone que tiene que ser lo que uno desearía para sí, pero se lo vamos a desear a los demás. Luego liarlo en cuatro partes iguales y lo guardamos en esta bolsita. Es un único deseo por persona y no vale eso de salud, dinero y amor. Ser algo más específicos y creativos, así cuando después de las uvas brindemos y cada uno abra un papelito será mucho más divertido e interesante ver que nos ha tocado para el siguiente año. Eso es todo, ¿qué os parece? ¿Os animáis?
—Claro, por supuesto, me encanta —comentó una de las chicas a las que acababan de conocer ese día, que era la pareja de uno de los amigos mientras cogía uno de los papelitos.
Todos asintieron divertidos, esa noche todo valía. Cada uno concentrado pensaba en el mensaje que escribir.
Manu, mirando a Sonia y sonriendo de medio lado escribía divertido, haciendo a esta ponerse nerviosa.
Conforme fueron acabando, los iban introduciendo en la bolsita hasta que estaban todos y la cerraron. La dejaron junto con la bandeja de dulces, los boles de uva y las copas donde después se serviría el champán.
Ya con todo listo, cada uno fue a sus habitaciones a ducharse y cambiarse. No iban a ponerse de gala ni ponerse de tiros largos, pero les apetecía no llevar la ropa con la que habían estado trasteando todo el día. Seguirían con la vestimenta cómoda, como habían hablado, pero algo más presentables.
Pasó bastante tiempo antes de que los primeros hicieran su aparición en el salón. Fueron los chicos, a pesar de que tuvieron que esperarlas a ellas para ducharse. Luego todas, inclusive las que tenían pareja, se juntaron en la habitación común para acabar con los retoques.
Cuando por fin aparecieron ellas, bajando por la escalera en plan pase de modelo, presentadas una por una por Sonia, bajo las risas y la atenta mirada de ellos que no daban crédito a lo locas y guapísimas que estaban.
Manu no podía apartar la vista de esa morenita que igual estaba buscando guerra, que preparando rituales románticos, que haciendo de anfitriona de la fiesta. Era una caja de sorpresas y cuanto más conocía de ella, más le gustaba. Eso sin contar como podía estar tan guapa con tan poco. Otras mujeres con las que había salido, hubieran necesitado para estar la mitad de guapas que ella, ropa perfecta, al igual que su pelo y pintura; y ella, con su melena suelta, un vestidito mini sin ningún detalle solo que se ajustaba como un guante a su cuerpo y unos tacones, no muy altos, iba preciosa. Quizás ayudaba esa sonrisa que le iluminaba la cara y que provocaba en él un deseo que le encendía.
—¡Y por supuesto! —Gritó Sonia sacándolo de su ensoñación—, el colofón de la fiesta lo llevan donde no se ve. Porque..., como hoy no podía ser de otra forma, y todas queremos tener un año rodeadas de amor y pasión... —hizo una pausa ante las risas de ellas y para crear expectación—, su ropa interior es la adecuada para que ese deseo se cumpla, roja, y muy, pero que muy sexy. Pero..., eso solamente algunos lo comprobaréis esta noche —sonrió mirando a las parejas—, y otros... —volvió a sonreír, pero ahora con picardía—, depende, porque yo no soy quién para decidir lo que quieren enseñar las demás y a quien —soltó una carcajada al oír las quejas de unos y la euforia de otros.
Le estaba costando mantener el tipo y mostrarse natural encima de la escalera. Al principio, había pensado mientras estaban en la habitación, que podría ser divertido el pase de modelos cuando la eligieron a ella para ponerle el punto pícaro y cachondo, porque era la que tenía más desparpajo y menos vergüenza de todas. Pero ahora, viendo como la observaba Manu desde abajo, no sabía si había sido buena idea. La estaba devorando con la mirada al tiempo que con esa sonrisa de medio lado parecía que le estaba analizando su interior, y eso la estaba poniendo muy nerviosa, notaba como se le aflojaban las piernas y su cuerpo se activaba ante el repaso, por lo que, cuando consiguió con éxito acabar, soltó la indirecta, por si alguien se sentía aludido.
La cena fue genial, lo estaban pasando mucho mejor que ningún año, al ser más gente, con buena armonía y como único propósito disfrutar de una noche divertida entre amigos, parecía que todo fluía perfectamente.
Manu y Sonia aprovechaban cualquier ocasión para mirarse, sonreírse o rozarse.
Estaban recogiendo la mesa para poner los cafés, los dulces y las copas cuando Manu pasó muy cerca de Sonia, pero esta vez ya no pudo resistirse a ese olor que lo embriagaba, se volvió y por detrás, le apartó un poco el pelo y le dio un beso suave en el cuello, bajo el lóbulo de la oreja.
Ella que lo había visto pasar no esperó ese arrebato que le estremeció, pero prefirió aparentar solo sorpresa cuando se giró con una sonrisa algo burlona y mirándolo a los ojos se acercó un poco para que solo lo oyera él.
—Si quieres comprobar cómo es mi ropa interior cuando acabe la noche, lo llevas claro, tienes que ganártelo y hacer muchos más méritos para que se me olvide al capullo que conocí el primer día, y eso en unas horas lo tienes difícil —se separó un poco de él, le guiñó un ojo y le sonrió con picardía.
Manu, sin poder evitarlo, soltó una carcajada. No solo era una morenita guerrillera, también era una provocadora.
Llegó el momento tan esperado de la noche, y como era tradición, todos estaban atentos delante del televisor preparados para oír las campanadas y tomarse las uvas.
Cuando finalizaron, algunos con las bocas todavía llenas, otros muertos de risa intentando no atragantarse, comenzaron a felicitarse, besándose, abrazándose y deseándose un feliz año.
Manu cogió a Sonia de la cintura por la espalda, le dio la vuelta, dejándola prácticamente pegada a él, mirándole con una mezcla de deseo y ternura. Bajó lentamente su boca hacia los labios de ella y comenzó a besarla suavemente hasta que ella subió sus brazos y los pasó por detrás de su nuca dándole acceso total a su boca . El beso al principio contenido, fue devastador. Después de unos segundos, se separaron mientras se miraban con cierta picardía y, aún pegados, se sonrieron.
—Feliz año —su voz sonaba ronca y algo burlona.
—Igual te digo —intentaba aparentar tranquilidad cuando estaba hecha un flan.
—¡Vamos chicos! Coged las copas, a brindar y ver que nos desean los astros para este año —Carlos les ofreció una copa a cada uno con cara socarrona.
Iban cogiendo papelitos uno tras otro, los abrían y los leían en voz alta ante las risas y comentarios de todos. Había de todo tipo, unos algo más ñoños como "Deseo que todos sus sueños se hagan realidad" y algunos más subidos de tono "Deseo que este año tengas tanto sexo que tu cuerpo pida descanso".
Llegó el turno a Sonia, lo abrió y lo leyó en alto, sin poder evitar mirar a Manu. "Deseo disfrutar de ti, en cuerpo y alma". En otra ocasión se hubiera reído de lo profundo y romántico del deseo, pero esta vez, se estremeció sin poder evitarlo y para que no notarán lo que le había afectado, decidió quitarle hierro, bromeando.
—¡Me encanta! Solo que ahora tengo que encontrar a ese hombre con el que poder disfrutar —todos rieron y siguieron sacando. Ella ya no prestaba tanta atención, hasta que llegó el turno de Manu.
—Bueno, vamos a ver si tengo suerte para el próximo año —soltó con cierto sarcasmo y miró a Sonia.
Abrió lentamente el papelito mientras estaban expectantes para darle más emoción. Todos estaban interesados, pero, había unos cuantos ojos más pendientes que otros, Carlos y Mar, se apretaron la mano que tenían cogida, y Sonia no podía dejar de mirarlo.
—"Deseo estar junto a ti" —sonrió a Sonia y, por no ser menos, no queriendo mostrar su debilidad bromeó sobre el tema—. Muy ambiguo, tendría que especificar quién es esa mujer con la que deseo estar.
Cuando acabaron con el juego, Manu y Sonia se fueron a preparar unas cuantas copas. Estaban concentrados en silencio, elaborando sus gin-tónic, uno al lado del otro, en la barra de la cocina, echando las medidas y condimentos adecuados.
—¿Qué tal estás pasando la noche? Supongo que no es la idea que teníais, pero con la relación de Carlos y Mar os han cambiado los planes —comentó Manu para romper el hielo, no estaba acostumbrado a verla tan callada.
—Genial. No me gusta ir a fiestas donde hay aglomeraciones, pero da gusto que estemos más gente, eso sin contar, que el ambiente es muy bueno, sois muy agradables y el lugar es una pasada. ¿Y tú?
—Me alegro mucho, porque yo también me lo estoy pasando muy bien. Lo único que me preocupa es que últimamente estamos en demasiadas cosas de acuerdo —le sonrió con esa mirada pícara que para ella, y cualquier mujer que se tercie, tendría que estar prohibida para así poder preservar su integridad física.
—No te hagas ilusiones, que estamos de acuerdo porque no hemos nombrado el tema de los deseos.
—Pues..., cuando quieras, yo tengo curiosidad por saber qué piensas de lo que nos ha salido.
—Vamos..., que te gusta que te dé caña —intentó esquivar el tema. No tenía ganas de oír algo que enturbiara la noche tan buena que estaba pasando.
—Me gustas de todas formas —dijo tajante y mirándola esta vez serio.
—¡Jajajaja! Solo falta ahora que me digas que crees en las casualidades.
—Pues..., si te soy sincero, nunca he creído, pero en estos momentos ya no sé en qué creer. Para mí las Navidades, después de las pasadas, iban a ser la peor época del año, y estas, al final, son las mejores de mi vida y, han sido así gracias a un montón de casualidades o como quieras llamarlas, que me han hecho conocerte.
Sonia que en ese momento tenía los ojos como platos y lo miraba alucinada, no sabía si lo estaba entendiendo bien.
—¿No dices nada? Eso es más raro todavía.
—Me has dejado sin palabras. Creo que no te he entendido bien.
Manu se acercó le pasó una mano por la cintura, otra por detrás de la nuca y la atrajo hacia él. Le atrapó suavemente el labio inferior entre sus dientes y con la mirada le pidió permiso. Ella giró un poco la cabeza y atrapó su boca. Con la cercanía, pudo notar como su cuerpo estaba endureciéndose y sus manos comenzaron a descender hasta su culo atrayéndola más hacia él. De repente, fueron conscientes de donde se encontraban y de golpe se separaron mirando a su alrededor y se encontraron con la mirada de guasa de Mar y Carlos que acababan de entrar.
—¡Sin comentarios! Como alguno abra esa boquita suya se la gana —soltó Sonia cogiendo su bebida y saliendo hacia el porche.
Carlos hizo el gesto de cerrarse la boca, pero no pudo evitar soltar una carcajada cuando miró cierta parte de la anatomía de su amigo que parecía quería escapar de la presión de sus pantalones.
—¡Qué gracioso! Ya la has oído, calladito estás mejor —dijo al tiempo que iba en busca de Sonia.
La estuvo buscando por el salón, y al no verla subió al dormitorio pensando que igual estaba allí, pero tampoco la encontró. Entonces volvió a la planta baja y salió a la calle, y allí la vio. Sola y demasiado pensativa. Algo le pasaba.
Necesitaba tomar aire y aclarar sus ideas. Estaba confusa y dudaba de hacer lo correcto. Aunque en la terraza estaban las cristaleras cerradas, nada más salir notó el cambio de temperatura, algo que la reconfortó. Se sentó en unos de los sofás y se echó una de las mantas que había sobre este por encima.
Se estaba enganchando demasiado de Manu, y eso no le hacía ninguna gracia. No le importaba tener rollos de una noche con alguien desconocido, pero en este caso, le estaba gustando demasiado, pero estaba segura que él solo la quería para eso. Luego sufriría las consecuencias cuando ya no le volviera a hacer caso. Encima estaba el inconveniente que tendría que seguir viéndolo y sería todavía más difícil.
Sumida en sus pensamientos no se dio cuenta que él había salido hasta que se plantó a su lado y le tendió la mano para levantarla.
—Ven, quiero hablar contigo en privado y aquí hay demasiados oídos —le pasó la manta por la espalda y salieron al exterior los dos abrazados bajo ella, en silencio.
Una vez se alejaron un poco de la casa, se paró bajo un árbol, se apoyó en el, se giró y se quedó de frente a ella, un poco separado para poderla ver bien, pero cubiertos los dos por la misma manta.
—No entiendo porque te ha afectado que nos vean juntos, no creo que sea nada malo para que lo tengamos que ocultar. Tampoco entiendo porque parece que huyas de mí, creo que lo del beso estábamos los dos deseándolo y por lo menos por mi parte ha estado genial.
Ella no dejaba de mirarlo sin decir palabra.
—Y ahora esto. No hablas de nuevo.
—¿Qué quieres que te diga?
—No sé, algo de lo que piensas. Yo creo que estoy siendo bastante sincero y abriéndome bastante y desde ese instante, parece que a ti te ha pasado lo contrario. Ya ni opinas, de golpe te has vuelto cobarde —la pinchó para que reaccionara.
—No es cobardía. ¿De verdad quieres saber lo que pienso? Pues..., atente a las consecuencias.
—Sea lo que sea quiero saberlo.
—Lo estás haciendo genial, si no es porque no tenemos un dormitorio para nosotros, has conseguido que me olvide del capullo que conocí el primer día y hubiera estado encantada de enseñarte mi ropa interior.
—Y..., ¿eso es malo? Porque suena como si lo fuera. Y la verdad, me encantaría, y si estás dispuesta sé de varios sitios.
—Ahí está el problema, yo no me acuesto con alguien que me guste sin tener una relación, algo que contigo no va a pasar, y no pongas esa cara.
—La cara es porque ahora sí que me he perdido. Si no te gustara, si te acostarías conmigo.
—Siií.
—¿No es mejor acostarte con alguien que te gusta?
—No. Si no te conociera, si fueras alguien que simplemente me has atraído, no gustado, solo serías para un rollo momentáneo, y luego, si te he visto, no me acuerdo. Pero..., contigo..., es diferente. Por desgracia, me gustas, y bastante, a eso súmale que luego tendremos que seguir coincidiendo y viéndonos, ya que nuestros mejores amigos son pareja, por lo que no quiero pasarlo mal.
—Perfecto, me alegro de que se haya aclarado, porque estaba convencido de que, aunque me daba la sensación de que te atraía, he llegado a pensar que no te gustaba. Ahora no hay problema.
—¿Nooo?
—No, porque a mí me gustas y mucho. Aunque no sé porqué, tú has dado por sentado que yo solo quiero una noche, resulta, que nunca he sentido nada igual por ninguna chica y eso que he estado a punto de casarme, ¡cómo me alegro ahora de que acabara! Creo que desde el día que te conocí, me di cuenta que no hubiera sido feliz en mí matrimonio, porque nunca con ella, en todo el tiempo que llevábamos, vibré como lo hago por ti. Me hiciste enfadar, pero me hirvió la sangre como nunca antes me había hervido y no me quedaron dudas cuando te vi en la tienda. Desde ese momento no he podido dejar de pensar en ti ni un momento, me encantó la idea de estar juntos estas fiestas y, por supuesto, me encantaría, no solo ver esa ropa roja y sexy que llevas, sino también quitártela y deleitarme con tu cuerpo pero; ten por seguro, que algún día te la pondrás para mí y la disfrutaremos, porque si tú estás de acuerdo, me gustaría seguir viéndote, y si piensas que es tan solo para un revolcón, prefiero esperar a que tengas claras mis intenciones, quiero más.
Sonia no salía de su asombro, conforme él hablaba ella lo tenía más claro, igual luego se arrepentía, no lo conocía tanto como para estar segura, pero lo intentaría, porque lo que sí sabía seguro, es lo que sentía por ese hombre, que no era un capullo en absoluto, y en tan poco tiempo, se había metido bajo su piel.
Se lanzó hacia él, besándolo, metiendo sus manos por debajo de su jersey y juntándolo a su cuerpo que necesitaba de su cercanía.
—Creo, que aunque me lo ponga en otras ocasiones, hoy es el día adecuado para que lo veas. Hoy es el día que se cumplen los deseos.
Manu soltó una carcajada y volvió a besarla. Separándose un poco se quedó mirándola.
—¿Estás segura? Aunque es lo que más deseo, por ti espero lo que haga falta.
—Creo que estás hablando demasiado —le volvió a besar para que se callara.