Poema recogido de la basura para comprobar después que no soy poeta

 

 

 

 

Había días de febrero para cubrir con mantas como campos de hierba en primavera

Porque cambian soles, y estrellas con lluvias de tormenta.

Sobre todo, había días de granizo con lunas sin fin

Y el mundo empezaba y terminaba en el tiempo de ser

libres,

y tan felices.

Ese tiempo de jarrones con girasoles enormes

en los que crujían las puertas y el frío obligaba abrazos.

Ese tiempo de migas en el mantel que fueron besos

 

Incluso

había mañanas enteras de Janis Joplin en la cocina, y el ritmo del chup-chup de los caldos

porque era el tiempo de pintar los labios en el ascensor

y los espejos como eclipses en los que besarnos del revés.

 

Aquellos días libres, felices, y pobres en los que el mundo se comía con las manos.

 

Entonces los espíritus vivos de la noche soñaban futuros inmensos

y mañanas azules y blancas para morder en mundos de luz.

Entonces se llevaban katiuskas y se chapoteaba en los charcos

y el viento del oeste secaba los colores que quedaban de tanto reír

en un camino brillante

(de baldosas amarillas).

Entonces el aire del mar movía el pelo

y las islas al fondo dibujaban tantos horizontes

 

Aquellos días libres y felices en los que el mundo se comía con las manos

 

Había vestidos blancos a los pies donde aún campaban las manchas

de mi parto

después de soñar contigo

Después de soñar contigo,

yo quería, otra vez, la noche del espíritu,

vivo como un girasol abierto

con el que almorzar dos veces

y pintar paredes verdes con ventanas abiertas a cielos salpicados de cerezas

y nubes, soles, el olor de conserveras de mañana

contigo

mi amor.

 

Aquellos días libres en los que el mundo se comía con las manos.

 

Si fuese yo poeta, no serían cosas que me faltaron cada día

y se me escriben en cada lado contrario del cerebro.

Allí Aquí en la cárcel