Álvar Núñez Cabeza de Vaca, gobernador del Río de la Plata

Retomando la historia de Cabeza de Vaca diremos que, tras su aventura en Norteamérica, regresó a España en 1537 dispuesto a solicitar la concesión de capitulaciones para nuevos retos en América, y tuvo suerte, pues el Consejo de Indias, ante el caos administrativo del que se tenía noticia en el Río de la Plata, le nombró gobernador de la región. A finales de 1540 zarpó de Cádiz con una importante flota para organizar y colonizar definitivamente la provincia del Plata. Los vientos y las tormentas hicieron que la maltrecha escuadra tuviera que refugiarse en el sur de Brasil, así que Alvar Núñez decidió dividir el grupo en dos: una expedición terrestre con el grueso de los colonos y el ganado dirigida por él mismo, y otra marítima con los bastimentos más pesados.

Las excelentes dotes de vaquero de Cabeza de Vaca lograron lo que parecía casi imposible: atravesó el territorio guaraní —al tiempo que era el primer europeo en contemplar las maravillosas cataratas de Iguazú— y llegó a la ciudad de Asunción en marzo de 1542, con escasas pérdidas de hombres y ganado. De hecho este gaditano andariego había abierto una nueva vía de comunicación que pronto iba a tener suma importancia, pues gracias a él se asentaron las bases de la futura y fabulosa cabaña ganadera de los países bañados por el Río de la Plata.

Aunque lo cierto es que en la futura capital de Paraguay no fue muy bien recibido por el antiguo preboste Martínez de Irala y el grupo de encomenderos y funcionarios reales que controlaban el poder. Alvar, ajeno a cualquier conspiración, comenzó por colonizar y poblar las tierras adscritas a su gobernación, suspendiendo las expediciones a la mítica sierra de la Plata que tanto obsesionaban a Irala. Se enfrentó a los indios guaraníes y a los indios chiquitos que le causaron diversos estragos. Su intento de poner orden de forma autoritaria en el corrupto maremágnum administrativo acabó con la paciencia de sus enemigos, los cuales tejieron una conjura encarnada en la figura del veedor real Alonso de Cabrera, hombre de paja de Martínez de Irala, y que consiguió mediante malas artes destituir y apresar al gobernador.

Tras casi un año de cárcel, Alvar Núñez fue enviado a España en 1545 cubierto de cadenas. El Consejo de Indias lo enjuició y durante varios años se estuvo debatiendo sobre el futuro del insólito aventurero que acabó siendo político. Finalmente se le sentenció al destierro en la norteafricana plaza de Orán, aunque la pena no llegó a cumplirse en sus términos, pues el bravo andaluz recibió el indulto por parte de la corona, si bien nunca llegó a ver rehabilitada su imagen social y lo único que pudo obtener por su valía fue un cargo como juez del Tribunal Supremo en Sevilla.

En 1555 publicó en Valladolid Naufragios, una obra en la que quedó reflejada su particular odisea americana. En el libro, al margen de su valor literario como relato de aventuras, se compendian interesantes descripciones etnográficas sobre los pueblos nativos del norte de México y el sur de los actuales Estados Unidos. Sobre su muerte mucho se ha elucubrado, algunos aseguran que aconteció en Sevilla en 1560, aunque el Inca Garcilaso de la Vega dejó escrito que el óbito del singular explorador se dio en Valladolid entre los años 1556 y 1559. Sea como fuere, Álvar Núñez Cabeza de Vaca representa a la perfección el paradigma del caballero español con ansia de aventuras, riquezas y emociones, un fiel reflejo de la época que le tocó vivir.