Prólogo
A mis noventa años he vivido 1.092 meses; o sea, 4.732 semanas; o sea, 33.237 días; o sea, 797.688 horas; o sea, 47.861.280 minutos; o sea, 2.871.676.800 segundos.
Según la mentalidad y uso corriente, y aun el académico y científico, ni tan sólo dos segundos pueden pasar a la vez, ser simultáneos. Tienen que sucederse, pasar uno antes y otro después. A fortiori y a fortioríssime, respecto de años, meses… Nada de simultaneidad.
Ahora bien, es un dato evidente, consciente, que no vivimos nuestra vida segundo a segundo… año a año, distinguiendo un segundo de otro… una hora de otra…; si fuera, y tuviera que ser así, contando, jamás pasaríamos ni un minuto, o tendríamos que pasarnos años enteros contando, y que no se pierda ninguno. Lo mismo nos sucede, sea dicho en paréntesis, respecto de la luz. La luz real —de rojo violeta— se compone de cuatrocientos a ochocientos billones de vibraciones por segundo (del campo electromagnético). Si para ver rojo tuviéramos que contar, una a una, los cuatrocientos billones de ondulaciones por segundo, suponiendo que tuviéramos años y años disponibles para ir contando, sin perder una, preferiríamos, preferiría la vida no ver rojo —y a fortiori y a fortioríssime no ver violeta—, antes que estar sometida a tal tormento, inimaginable por El Atormentador más cruel y pertinaz. La vida, la vista, ve rojo o violeta y sus compuestos con un acto simple que dura menos de un segundo: con un golpe.
La vista, la Vida, simplifican, sin aniquilar o preterir nada, esa multitud in-contable, de la que con lodo tienen que partir el percebir y el vivir para ser reales: real acto de ver, realmente vivir 1092 meses…
Años, meses… minutos, segundos los vivimos en bloque. En simplificado. Simplificación, simplificar, es característica de la Vida real; y no lo son las demás definiciones abstractas, solemnes, convencionales de ella.
Advirtamos bien advertidos: nuestra vida real está siéndose en dos niveles, en dos pisos, simultáneamente.
Tal vez aligeren la explicación unos ejemplos de la aritmética más elemental.
1 + 1 + 1 = 3; 1 + 1 + 1 + 1 + 1 = 5, etc.
La parte izquierda declara la multiplicidad, unidad a unidad, sin perder ninguna; la derecha declara la totalidad en bloque. Y esas dos características son aritmética, científicamente, necesarias y simultáneas.
Pues bien, volviendo al tema estricto: la vida en su nivel profundo se rige, se realiza, por la multiplicidad justa, sin pérdidas u omisiones. En nivel o piso superior, la Vida se vive en bloques típicos, en actos simples. Los dos pisos son y se los vive simultáneamente.
A lo largo de la vida —vgr. de noventa años— las distinciones, por ejemplo, de niñez, adolescencia, plenitud, vejez, no dividen realmente nada, no rompen la continuidad; las diferencias —pongo por caso las entre filósofo, teólogo dogmático, moral… físico, matemático, lógico simbólico…: haber sido todo eso a lo largo de años a pesar de las diferencias esenciales entre filosofía, teología, ciencias físicas…— no han roto la unidad viviente; la diversidad, sirva de ejemplo, entre vigilia y sueño —estar siendo consciente, despierto, y estarse siendo dormido, con una quisiconciencia, si es admisible llamarla así— es equivalente realmente a estar siendo «ser» y «no ser». Diversidad parecida a la que en música rige entre sonidos y silencios; ser sonante y no ser: silencio. Maneras de «ser y no ser» el mismo ente real, la música y el músico, y el oyente y lo oído. Una vez más: tales diversidades «ontológicas» no diversifican la vida; no la hacen de especies y aun géneros diversos.
Distinciones, diferencias, diversidades, bien reales, cada una a su manera y grado —creciente desde dis-tinciones, di-ferencias, hasta di-versidades—, no destrozan la unidad: una vida, la del autor de estas CONFESIONES, ni la del lector de ellas.
De nacimiento a muerte se mantiene una.
La Astronomía actual estudia los dos extremos estados del universo: el de Grandiosa explosión (Big Bang) y el de Grandiosa implosión (Big Crunch).
Nacimiento es el equivalente, no sólo abstractamente sino realmente, de Explosión grandiosa de vida. Y muerte es implosión, grandiosa también, de vida. Explosión de ser, de realidad - implosión de no ser, de no real.
Corto con esto el Prólogo. El pleno, o al menos decoroso, desarrollo de los problemas o cuestiones que ellos exigirían a un filósofo desbordan las modestas dimensiones verbales, mentales, de CONFESIONES.