Agradezco a Dios por haberme permitido terminar este libro.
Eclipse de Navidad
Juan Manuel Rodríguez Caamaño
Ciudad de México, 17 de diciembre de 2015
—¿Cuál es tu época favorita del año?
—La Navidad
—¿Por los regalos, la nieve o por ser el nacimiento de Cristo?
—No, por el color lila en que se tornan las blancas bugambilias en invierno
—¿Solo por esa razón?
—Sí, solo por eso
—¿Y los intercambios de regalos?, ¿la nieve decorando los techos y los jardines de las casas?, ¿el nacimiento de nuestro señor?
—No me gusta la nieve, no me gustan los regalos, nunca me dieron uno, ni cuando era niño. El color de las bugambilias nace justo cuando nace Dios, ellas anuncian su llegada, muy probablemente por eso tienen esa belleza divina.
—Entonces, ¿te gustan las bugambilias?
—No, solo me gusta su color en diciembre
—Hay otras flores muy hermosas con ese mismo color
—No me interesa ninguna otra, ¿no lo entiende?
—Si claro, discúlpeme. ¿Qué hace un día normal en su vida?
—Esperar la Navidad, ver como desde finales de octubre los comercios se llenan de adornos navideñas es señal de que ya viene diciembre, eso me hace inmensamente feliz.
—¿Por qué no admirar otras cosas hermosas de la naturaleza como las montañas, los ríos, las praderas?
—No me interesa
—Entonces, ¿contemplar las bugambilias en Navidad sería la mayor dicha de su vida?
—No me vea con esa cara, con ese burlón gesto de estar hablando con un retrasado mental
—No disculpe yo no interpreté nada, solo necesito hacer un diagnóstico
—¿Para qué? ¿Para quién?
—Para usted, ese es mi trabajo
—Yo no se lo he pedido
—Tiene razón, pero por qué no me cuenta más de su afición por esas flores
—No son unas simples flores, tienen la esencia de mi vida impregnada en cada pétalo.
—Eso es lo quiero que usted me describa, quiero disfrutar tanto como usted lo hace al verlas, por favor dígame ¿qué encuentra en cada pétalo de ellas?
—No tiene gran ciencia, todo en la vida es esperar, yo espero un año completo por esos días en que esa conjunción de eventos hacen un eclipse.
—¿Cuáles son esos eventos que se conjuntan?
—¿Conoce usted El Pedregal?
—Por supuesto, estudié en la Universidad Nacional Autónoma de México
—Precisamente ahí, sucede ese eclipse en la Navidad, yo creo que es el lugar ideal para las bugambilias, ahí confluye el inigualable color lila que poseen a partir del 25 de diciembre, la luz de la luna llena, la noche fresca de invierno que relaja, la vasta iluminación artificial que hay por ese lugar y ese brillo único.
—¿Cuál brillo único?
—El brillo tenue de la mirada profunda de Valeria
—¿Quién es Valeria?
—Mmm, digamos que pudiera ser cualquiera de los miles de millones de mujeres que existen en el mundo, pero a mí me tocó enamorarme de ella
—Me suena a una frase adaptada de El Principito
—A mí me suena a la realidad de cada persona
—Totalmente de acuerdo pero dígame ¿cuál es su relación con Valeria?
—Digamos que la relación no es importante, a lo mejor yo para ella soy nada y ella para mí lo es todo, qué más da, dígame si su mirada vuelve a aparecer cada Navidad reflejada en cada pétalo color lila acompañada de la luz de la luna llena y ese viento gélido que hacen mi eclipse una realidad, y mejor aún cuando se combina con un poco de vino que logra el efecto de fantasear.
—Y ¿por qué recuerda solamente su mirada sobre las bugambilias?
—Es algo difícil de explicar pero lo intentaré….
Ciudad de México, 04 de noviembre 2011
Fue un día bastante difícil lo recuerdo como si hubiera ocurrido ayer, jamás había sentido tanta rabia por alguien como aquel momento en que terminé de leer aquella columna del periódico de mayor circulación nacional donde destrozaban en unos cuantos renglones mi carrera como escritor.
Cualquiera estallaría en ira al ver su nombre difamado de manera pública, lo primero que me pasó por la mente fue ir a golpear a ese tal Valentín Gerbera, autor de la estúpida columna esa, erróneamente considerada crítica literaria.
De seguro el tipo era un fracasado escritor y por eso deseaba lo mismo de mi carrera, de seguro ni siquiera había pasado por la universidad el idiota ese.
Traté de controlar el enorme coraje que ocasionaban aquellas palabras publicadas y olvidar el asunto, pero quien ha sentido una calumnia pública sabe lo hiriente que es, imperdonable.
Pedí un café en la esquina mientras releía esa columna una y otra vez tratando de encontrar un poco de justificación, pero no, no la tenía.
Fue entonces que encolericé más y no pude contenerme por más que lo intenté, pagué la cuenta y pedí un taxi que me llevara directo al edificio sede de aquel medio de comunicación impreso.
Me las ingenié para disimular el motivo real de mi visita a ese pseudocolumnista.
En cuestión de segundos mi habilidad para las relaciones públicas me tenía esperando afuera de la oficina de aquel tipejo, obvio cambié mi nombre por el de Luis Suárez como el nombre del futbolista uruguayo y el asunto de mi visita era entregarle una obra mía para su crítica.
Pasaron 20 minutos mientras esperaba sentado en un sofá leyendo algunas de sus columnas que tenía sobre la mesa de la sala de espera, en la mayoría hablaba maravillas de los escritores no sé qué habría visto en mi obra como para hacer comentarios tan denigrantes, como que mi escrito no podía considerarse una novela. Por fin vi salir a alguien de esa oficina, señal de que ya se había desocupado, la hermosísima secretaria del lugar me hizo saber que ya podía pasar, entré y mi coraje volvió a incrementarse al estar cerca del autor de aquel oprobio sobre mi creación literaria, mínimo un derecho de réplica debía yo obtener sino es que una golpiza le propinaría.
Era una oficina con un diseño muy hermoso en color lila, todo estaba impecablemente ordenado, la silla principal del escritorio estaba volteada, al parecer estaba ocupado en una conversación telefónica que recién terminó al instante en que me senté frente al escritorio, su silla giró lentamente y yo esperaba ver ese rostro que quizá al más mínimo gesto de burla haría que me abalanzara a los golpes encima de él, el golpe fue directo mirada a mirada, sus ojos eran café extremadamente claro, fue lo único que vi y mi ira fue sucumbiendo con esa pequeña silueta de cabello largo y con una minifalda negra.
—Disculpe señorita quiero hablar con Valentín Gerbera, ¿me podría hacer el favor de comunicarme con él?
—Está usted hablando con él, ¿cuál es la obra que me quiere usted mostrar señor Luis Suárez?- en un principio su tono era de ironía pero al verme, cambió al final por un tono suave y amigable
Estaba atónito, Valentín Gerbera era el pseudónimo de una linda y fina dama que entre más platicaba con ella menos podía pensar que era inculta o que había escrito sobre mí de mala fe, ella era una mujer culta y conocía de todo.
Como pude salí del paso inventando que le haría llegar a su casa la obra porque no la traía conmigo, que básicamente lo que pretendía era conocerla y mientras me preguntaba sobre el tema repasamos mil autores durante gran parte de la tarde, hasta que llegamos a mí.
-Esperemos señor Suárez que usted no caiga en el error de la mayoría de los autores en el inicio de su carrera, que creen que adornando todo con bonitos adjetivos pueden hacer que su obra se lea, como la novela cuya crítica sale publicada el día hoy, no sé cómo puede ese Ignacio Campuzano creer que es escritor.
En otro momento la hubiera golpeado de inmediato aun antes de terminar de pronunciar las últimas palabras, pero casi suelto una carcajada en el momento que lo dijo, su inteligencia y feminidad me desarmaron, sin contar que su gracia era universal, podía agradar a quien fuera de manera estrepitosa con solo escuchar su voz.
—¿Cómo te llamas?
—Valeria Zelaya
—¿Y por qué usar un pseudónimo masculino?
—Vivimos en un mundo machista señor Suárez, usar mi nombre para la mayoría, como el autor que te decía que critiqué hoy, podría ser una excusa a mi género para pensar que no sé nada de literatura.
Después de conversar por media hora con ella que se esfumó en un abrir y cerrar de ojos, tenía que marcharse a atender otros compromisos y yo tan solo le dije y creo que lo hice involuntariamente.
-¿Podemos cenar el fin de semana y así mostrarte lo que estoy escribiendo?
Ella me miró fijamente con esa mirada que jamás podría olvidar y aceptó.
Cenamos todos los días de la semana y en cada encuentro le presentaba nuevos trabajos que había realizado para que no se enterara de mi verdadera identidad.
Cada instante con ella me encantaba porque era como si nos conociéramos de años atrás, de mi mente surgían mil planes por hacer, el primer día que cenamos cayó en martes, elegí un romántico lugar en la torre más alta de la ciudad, con una vista panorámica espectacular, a la luz de las velas, fue un inicio soñado.
Planeaba mil cosas y detalles para hacer con ella pero al final de cuentas nos veíamos y nos enganchábamos en una plática eterna de miles de cosas que hacía que el tiempo se esfumara rápidamente y cada vez queríamos vernos más, nuestra conversación se hizo inagotable.
El miércoles cenamos en la que ella consideraba la mejor taquería de la ciudad y que yo extrañamente como gran aficionado a la comida mexicana no conocía. Los tacos fueron una delicia, no hubo velas, el ambiente cambió, hubo una cerveza y unos tequilas que forjaron una plática de grandes amigos, de los que se confían todo.
La dejé en su casa un poco mareada, al despedirme le di un fuerte abrazo y le di un beso rápido en la boca, en el que apenas y toqué un instante sus labios, ella no dijo nada sólo entró a su casa.
El jueves sentía miedo de haberla aburrido con mi plática y mis cenas a la misma hora, pero contrario a eso ella fue la que me mandó un mensaje donde me preguntaba en qué lugar cenaríamos esa noche, lo cual me hizo vibrar de emoción por el interés que tenía en mí, que ironía de la vida antes la consideraba la peor crítica de arte y después de conocerla la consideraba una erudita en la materia.
La noche era fría y lluviosa, así que optamos por un lugar donde pudiéramos observar la lluvia y la luna sin mojarnos, bueno sólo fue mientras cenábamos porque al terminar me jaló al jardín donde la lluvia nos empapó en segundos y ella me besó con un beso tierno, lento, apenas rozando sus gruesos labios, creo que estaba enamorándome de una manera inusual, de una manera muy rápida, de una manera perfecta, como si conociera a la persona con quien encajo en todo.
El viernes no hablamos en todo el día, quería poner a prueba si su corazón sentía lo mismo que el mío, parecía que no pues no me marcó, así que decidí armarme de valor y esperarla al salir de su trabajo para ver que excusa tendría para no verla ese día, salió por la puerta principal, bajó las escaleras y se dirigió a mi sacando de su bolsa el manuscrito que le había entregado la noche anterior y me dijo, no pude mensajearte hoy, estuve muy ocupada disfrutando de esta bella novela, es perfecta, me fascinó, sus palabras me derritieron en un instante y ella lo notó. Cada vez se sentía más segura conmigo, me tomó de la mano y me condujo a su auto para llevarme al cine. A pesar de que ambos amábamos ver películas de arte en el cine, no me enteré de que trató aquel film, cuando prendieron la luz mis labios estaban devorando los de ella y mis manos estaban debajo de ese vestido blanco que le quedaba perfecto.
Nos despedimos al llegar a la puerta de su casa, de la bolsa de mi camisa saqué un pequeño papel doblado que contenía una poesía para ella, era acerca de nuestro primer beso, ella la leyó me abrazó fuerte y se metió a su casa no sin antes decirme que pasara por ella saliendo de su trabajo para cenar donde yo quisiera.
Era sábado e inútilmente intenté hacer reservación en varios lugares que le agradarían pero todo estaba lleno, entonces renté la suite presidencial de un nuevo hotel en Santa Fe, preparé la pasta que me dijo era su favorita, llené de flores el lugar, imprimí en un edredón que puse sobre la cama, la segunda parte de la poesía que le había dado la noche anterior y que hablaba de lo mágico que sería hacerle el amor, tenía como fondo una foto de ella con su infinita sonrisa.
La suculenta cena se quedó servida, el vino se calentó al derretirse el hielo que le había puesto, las velas se consumieron hasta que se apagaron solas, la música sonó toda la noche, pero desde que ella entró en la habitación y vio el edredón con su sonrisa no nos separamos de ahí ni un solo instante, la besé toda la noche, en todas partes…
No dormimos ni un segundo.
Era la primer noche que pasábamos juntos, inolvidable en todos los sentidos.
El domingo hicimos de todo, fuimos a los toros donde no entendimos nada pero reímos a carcajadas todo el tiempo, saliendo cruzamos la calle para ver el fútbol en el estadio azul, gritamos gol y no supimos ni que equipos jugaban ese día pero todo nos emocionaba estando juntos.
Fuimos a la Arena Ciudad de México a ver si había algún concierto que nos agradara. Ese día había un grupo de música banda el cual desconocíamos, era el estilo que menos nos agradaba pero compramos boletos y disfrutamos juntos hasta de la música que nos desagradaba.
El lunes batallé para levantarme temprano, no sé si fue por la desvelada del día anterior o si fue porque no quería despertar sin ella a lado.
El trabajo se me hizo ligero, las horas pasaron volando y una vez más la hora de vernos llegó. Comenzaba a estresarme de sobre manera seguir ocultando mi verdadera identidad, buscaba la forma de poder decírselo sin que se molestara y fuera a dejar de verme.
Ella me invitó a cenar en su casa esa noche, realmente la cocina no era su fuerte, algún defecto debía tener porque en todo lo demás era perfecta, incluso hasta para hacer el amor en condiciones adversas como lo fue al terminar de cenar en la estrecha sala de su casa, para ser más explícito sobre la alfombra que quedaba entre los pequeños sillones.
El martes decidí decirle la verdad y le rogué que pidiera el día libre para pasar por ella muy temprano y pasar todo el día juntos.
A las 5:30 am pasé por ella a su casa y nos dirigimos a Teotihuacán, ella no tenía idea de cuál era el plan de ese día, pero estando en el aire ella y yo con una copa de champagne y viendo la arqueología del lugar, el paisaje infinito de vastos matices alrededor, mientras viajábamos en un globo, olvidó cualquier cosa estresante de su mente, tenía una sonrisa que le vibraba como queriendo llorar a la vez de la emoción.
En una semana se había convertido en el amor de mi vida, en la mujer que más había querido pero sobre todo con la que pasaba momentos inigualables y sentía una empatía total, con quien me entendía a la perfección.
El martes comimos a las afueras de la ciudad y cenamos en la terraza del zócalo, terminamos en su casa una vez más, ahora ya la conocía de principio a fin.
El miércoles ambos salimos tarde de trabajar, pero aun así nos vimos, intenté otra vez decirle la verdad pero no pude, y cada vez que mis sentimientos se hacían más grandes hacia ella, me atormentaba más estar engañándola por el temor a perderla.
El jueves fuimos al teatro, otra vez no pusimos nada atención por estar platicando de cualquier niñería mientras pasaba la función, pero a diferencia del cine aquí no podía besarla intensamente.
El viernes me acompañó a la UNAM a mi examen profesional, un día imborrable, único, mágico…
Jamás olvidaré ese sábado 24 de diciembre, solo esperaba el momento de salir de trabajar para esperarla a la entrada del lugar donde ella laboraba, me sentía un adolescente enamorado, estaba desesperado por verla y pasar otra noche increíble a su lado.
Vi salir a casi todo el personal del edificio del periódico, después de cuarenta y cinco minutos de infructífera espera decidí marcar a su número móvil para saber la razón de su demora en salir, marque más de diez veces y en todas me mandó al buzón.
Entré hasta su oficina para hablar con su asistente, de la cual ni siquiera recordaba su nombre, y saber si se encontraba Valeria en su oficina.
Me miró fugazmente y me abrazó estallando en llanto, un frío estremecedor me rodeó todo el cuerpo, mientras ella con palabras entre cortadas me daba la fatal noticia.
—¡Valeria falleció!
—NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!
Ciudad de México, Domingo 25 de diciembre de 2011
Desperté en la sala de un hospital y no sabía si todo había sido una horrenda pesadilla o realmente ella se había ido.
Asistí al funeral bajo una torrencial lluvia de invierno, era la peor Navidad de mi vida. Algunas versiones decían que se había suicidado, que ella había cruzado la calle intencionalmente para ser arrollada por aquella camioneta repartidora de paquetería.
Ciudad de México, 24 de diciembre 2015
—Y ¿qué pasó el primer día que la besaste?
—Inventé una poesía para ella
—¿Una poesía? ¿En ese breve momento? Debes tener mucho talento para escribir y poder crear una poesía en un santiamén
—Con esa mirada fija sobre mí y su sonrisa enigmática, cualquiera podría hacer poesía. Es la combinación perfecta.
—¿Tan especial es esa combinación de su sonrisa y su mirada?
—Esa combinación no es especial, es simplemente mágica. Hasta ese momento pensaba que no podría existir nada más inmenso en el mundo, pero me equivoqué.
Había algo mejor que eso pero lo descubrí aquella extremadamente gélida Navidad en el DF.
Aquella tarde presentaba mi examen final en la facultad de filosofía de la UNAM, ella quedó de llegar puntual a tan importante evento para mí, minutos antes de entrar en el auditorio de la facultad comenzó a granizar y eso hizo que todos entráramos al recinto y el examen comenzara puntual, me sentía muy seguro, había estudiado demasiado pero me hacía falta ella ahí por eso me sentía algo nervioso mientras disertaba, hasta que por fin después de cinco minutos de haber comenzado mi exposición la vi entrar por la puerta principal y lucir majestuosa en un vestido blanco que enaltecía su mirada y su sonrisa. Su arribo provocó un leve titubeo en mi disertación pero a partir de ahí todo fue perfecto, me sentí confiado e invencible con ella presente y mi calificación final fue la más alta: mención honorífica.
Ella se había convertido en poco tiempo en mi única familia después de haber perdido a todos mis seres queridos con el tiempo. Salimos caminando de la mano, airosos de este gran triunfo que habíamos realizado juntos, ella era parte de todos mis éxitos. Recorrimos cientos de metros de la ciudad universitaria, un lugar hermoso, con el clima templado que había, totalmente agradable, y con una arquitectura que era una obra de arte.
No había notado la belleza de la naturaleza alrededor, quizá porque siempre pasaba agobiado por ahí debido al estudio y el trabajo.
Fue como encontrar un tesoro perdido, uno que había estado siempre frente a mí, pero que esa tarde se combinaba con la perfección de ella y todo se convertía en un eclipse indescriptible de ese lila intenso alfombrando todo el camino con los pétalos de las bugambilias reflejando su sonrisa más amplia y expresiva, y su mirada recibiendo a la vez un brillo violeta fusionado con el café claro de sus ojos. A partir de ese momento a los pétalos de esa flor los llamé Valeria, para así referirme a ese eclipse de tenues tonalidades, sentimientos y emociones que llevaban su nombre.
No podía bautizar ese óleo divino con otro nombre, la belleza más vasta que podía en algún momento tener ese jardín era cuando ella estaba cerca irradiando esa sonrisa con su mirada fija. En cada pétalo se observaba el brillo de sus ojos. Un eclipse que aparecía en la víspera de la Navidad.
25 de diciembre de 2015, 9:00 am
-¿Cómo le fue hoy en su trabajo?
—Genial doctor
—Noto que está usted muy contento
—No es para menos, ¿ya vio el calendario? Estamos en Navidad
—Es cierto y es el momento más feliz en vida, no lo he olvidado, y ¿siente usted la misma emoción que el primer año?
—No soy de esos que olvida fácilmente y menos sin razón.
Un aficionado de fútbol espera toda una vida para ver a su equipo campeón, el mío por ejemplo, los Tiburones Rojos del Veracruz la última vez que ganaron fue en 1950, no había yo nacido, ni mis padres, probablemente solo mis abuelos. La espera es parte de la felicidad, es aguantar durante mucho tiempo el júbilo enclaustrado para en segundos desbordarlo todo. Entre más escasa es la victoria esta se disfruta más. Una orquídea espera siete largos años en florecer, antes es un objeto sin forma, sin belleza alguna, después de pasar tanto tiempo es la flor más hermosa que existe sobre la faz de la tierra, una belleza que solo dura impecable a lo sumo una semana.
¿Siete años de espera por una belleza perfecta de unos días?
Y usted me pregunta si no es aburrido esperar casi 300 días para estar con ella. Es un abrir y cerrar de ojos doctor, un leve parpadeo de una fracción de segundo, mientras no la veo tengo 270 días para leer cualquier cantidad de libros para contárselos a ella, para visitar muchos lugares y decirle que la extrañé en cada rincón de ellos en todo momento, en la montaña, en la nieve, en el majestuoso sol reflejado en el mar o en el desierto de algún país. Tengo tiempo suficiente para escribirle una cantidad infinita de versos para que cuando ella esté frente a mí poder declamarle uno a uno.
La espera es hermosa cuando el final del camino es increíblemente más hermoso.
-Y ¿cree usted que ella vendrá todos los años?
—Por supuesto que sí
—Y ¿qué pasaría si en algún momento deja de venir o su mente ya no la recuerda?
—JAJAJA, eso es imposible doctor.
—He estudiado la mente toda mi vida y es un ente tan complejo e impredecible que nadie puede asegurarnos lo que puede crear, borrar o deformar, es tan poderosa que puede incluso hacer que se olvide el dolor en un instante.
Lo miré fijamente con coraje aclarándole.
-Si usted piensa que me olvidaré de ella porque es lo que usted desea para ganarse unos pesos y decir que hace bien su trabajo, no lo logrará doctor, no lo logrará, pierde su tiempo, se lo garantizo, pierde usted su miserable tiempo
—No se moleste, yo no soy quien piensa que su estado emocional puede ser peligroso para la sociedad, es el gobierno quien me da órdenes.
Ciudad de México, 25 de diciembre de 2015, 18:00 pm
Las calles de El Pedregal lucían vacías, el toque perfecto navideño llegó una vez más después de aquel 11 de enero de 1967, última vez que nevó aquí, señal de que esta sería una Navidad diferente.
Una vez más caminé como cada año por ese hermoso parque sintiendo su mano adherida a la mía, casi por acto reflejo mi mano, que para cualquier paseante por el lugar no sostenía nada, sudaba levemente aun cuando hacía frío, que mejor prueba científica de que ella estaba ahí conmigo tomándome de la mano también.
El vasto lugar se encontraba lleno de bugambilias que ya poseían el color de ella, ya evocaban su nombre, eran también un indicio, nos sentamos de manera idéntica a como lo hicimos la última noche que nos vimos siendo humanos en la banca de aquel parque cuya vista de frente mío era una barda tapizada de bugambilias en plenitud de ese lila intenso, ella estaba sentada en la banca, con ese fondo lucía divina, y una vez más volví a disfrutar el momento más placentero de mi vida, ese instante en que ella gira su cabeza a la izquierda para ver esa imagen de flores detrás de ella, fue como si todo sucediera en cámara lenta mientras yo me acerco y le robó un beso, al momento en que sentí sus labios, mis ojos se abrieron y vi su mirada radiante color café claro combinado con el morado de las bugambilias y al separarme un milímetro mirar su sonrisa, su mirada y el paisaje al mismo tiempo, una experiencia inefable. Lo mejor que me ha pasado en la vida, que todas las cosas que más amo coincidan en tiempo y espacio.
- Me prometiste que esta vez no nos separaríamos
- Lo sé, he venido por ti
- Hoy es el mejor día de mi vida
- Y eso que aún no conoces el lugar a donde vamos, es el lugar más hermoso del mundo.
- Me lo imagino
- Ni siquiera lo imaginas es algo más hermoso de lo que la mente humana puede crear o imaginar, algunos lo llaman el cielo pero tienen conceptos limitados de la inmensa felicidad que hay ahí.
Al ritmo de las vibraciones del exterior mi cuerpo va fundiéndose lentamente en el caudal del sonido de las aves y de las hojas que caen sobre el césped. Retumba en todos los rincones de mi cabeza, estimulando cada uno de los sentidos que tiene mi cuerpo. Empiezo a caer profundamente en mis sensaciones y empiezo a sentirme ahí, habitante de mi cuerpo. Ahí donde nunca estoy conscientemente, esta es mi casa, nuestra casa, de Valeria y mía. Cada sonido es diferente y resuena en mi interior, algunos más agradables que otros. Y mueven mil cosas que no logro distinguir. Es una vibración que sube y baja, entra por mis oídos y choca en el interior, implota y explota, impensablemente al mismo tiempo, se expande, se llena de energía, que me activa pero me lleva cada vez más profundo. Empiezo a sentir la electricidad que recorre mi cuerpo, se erizan mis vellos con una sensación inexplicable de placer. Es un placer distinto a cualquier placer que haya sentido jamás. Mi mente empieza a desdoblarse y de pronto siento como mis brazos se empiezan a abrir, mis manos con las palmas hacia el universo. Estoy recibiendo algo que está ahí para mí, que siempre ha estado ahí, pero no lo sabía. Me invade. Siento que cada célula vibra con los sonidos, es como pasar de una estación a otra.
Mi cuerpo se arquea, son olas que vienen y van, una meseta de placer que tiene a mi cuerpo poseído. Siento esa energía atravesarme, expandirme, chocar, acariciarme, todo al mismo tiempo. Siento que me embriaga y me permite fluir. Me siento por un momento fuera de mí, y empiezo a flotar.
De pronto me veo acostado sobre esa banca del parque, como si estuviera de pie y a mis pies. De pronto, empiezo a sentir mi cuerpo fuerte, se contrae, empiezo a sentir un movimiento enérgico, mis extremidades se balancean al acecho, con agilidad y ligereza, mi cuerpo está lleno de cabellos muy suaves y en tonos café, siento músculos firmes y me muevo con destreza y seguridad. Paseo por un lugar hermoso, un pastizal en una planicie, de ahí logro ver una montaña pero a mí no me interesa la montaña, no me interesa nada, solo me siento, soy fuerte, ágil, seguro, tengo confianza en mí, pero siento ese instinto animal vibrar en cada uno de mis átomos. Soy un tigre grande y magnifico, poderoso. Mis facciones intensas, con la mirada penetrante. Siento cada uno de mis huesos sostenerme, firme. Así es, soy grande. Me voy desvaneciendo una vez más, hacia ese lugar que es resplandeciente. Una vez más empiezo a oír los sonidos vibratorios, algunos huecos, otros agudos, otros retumban, a veces separados, a veces al unísono. Pero todos están presentes contándonos historias que necesitamos escuchar. Historias del universo, historias de nuestros ancestros de donde nos viene la vida. Hasta que por fin llegamos al final de esa luz intensa, y mis palabras y mi mente no dan más.
- Hemos llegado Ignacio, aquí viviremos siempre
31 de diciembre de 2015
-¿Usted considera que se fue al cielo Padre?
—Estoy seguro hijo
—Pero Padre, el suicidio es un pecado mortal, no debería ir al cielo
—Y cómo sabes tú que se suicidó no hay evidencia alguna de ello.
—Pues todas sus alucinaciones de que ella vendría por él, son un indicio
—Y cómo sabes tú que no vino ella por él, el amor es un sentimiento de Dios
—Yo no lo creo así padre, su mente dañada alucinaba con ese gran amor por ella y al final lo orilló a quitarse la vida
—¿Así lo ves tú?
—Sí Padre definitivamente, es más también creo que ella pudo haberse suicidado, es demasiada casualidad que cuando fue arrollada en la calle llevaba su teléfono móvil en la mano, y casualmente la última página que tenía abierta era el Facebook de Ignacio Campuzano el hombre que hasta ese momento para ella era Luis Suarez.
—Yo veo por un lado un accidente, un descuido, quizá provocado por el dolor que mencionas de enterarse del engaño de quien más ama pero eso no asegura que ella lo haya hecho premeditadamente, por otro lado veo a un hombre de Dios que siempre fue un gran creyente y cuya excelsa fe quizá le redituó en la recompensa de volver a ver al amor de su vida, o aún más hermoso le concedió la dicha de que fuera ella transformada en un angel quien viniera a buscarlo, la fe en Dios concede siempre los deseos más complejos, los inimaginables, los imposibles.
03 de enero de 2015
-Padre creo que usted tenía razón
-¿Por qué lo dices hijo?
—Mire, mi curiosidad y también bueno mis ganas de investigar más para aprender más sobre la psiquiatría y todos estos eventos que tienen algo de sobrenatural, me hizo buscar a los padres de Valeria para obtener algunas impresiones del caso.
Me pareció totalmente extraño que no guardaran rencor hacia quien provocó la muerte de su hija. Por el contrario estaban totalmente resignados, antes de irme su madre me hizo una confesión, que a nadie había hecho ni siquiera a su marido, el padre de Valeria, me dijo que quizá eran alucinaciones suyas pero una semana antes de su muerte vio un retrato en el buró del cuarto de ella donde aparecían ellos dos en un parque repleto de árboles de bugambilias. Me contó que hace unos días que volvió a entrar al cuarto de Valeria y sacó de un cajón ese mismo retrato, aparecían en la misma posición ambos con una sonrisa más amplia, con la ropa que llevaba Valeria antes de morir y en lugar del fondo de árboles de bugambilias todo era un azul celeste irradiante.
-¿Qué más prueba quieres de que el amor es un sentimiento divino?
Lugar Desconocido, 10 de Enero de 2015
-De haber sabido como era este lugar desde el principio, hubiera venido justo después de que tú lo hiciste.
—Ese no es el caso, es una alterativa fácil para llegar acá pero por algo alguien creó el azar, que quizá se traduce en la justicia de actos que nadie más ve solo Dios, y él decide cuánto tiempo estará cada quien en el limbo de la vida...