II. LAS CUALIDADES DEL ATOMO
El poseer cualidades se contradice con el concepto de átomo, porque, como dice Epicuro, toda cualidad es variable, mientras que los átomos no se modifican[94]. Sin embargo, es una consecuencia necesaria de dicho concepto atribuírselas. Pues la pluralidad de los átomos del rechazo, que son separados por el espacio sensible, deben por necesidad diferenciarse inmediatamente entre sí y de su esencia pura, es decir, tener cualidades.
En el desarrollo siguiente no tomaré para nada en cuenta la afirmación de Schneider y de Nürnberg, según la cual Epicuro no ha atribuido cualidades a los átomos y que los parágrafos 44 y 54, de la carta a Herodoto, en Diógenes Laercio, son interpolados. Si ello fuese cierto, ¿cómo quitar todo valor a los testimonios de Lucrecio, Plutarco y de todos los autores que hablan de Epicuro? Además, no es sólo en esos dos parágrafos donde Diógenes Laercio menciona las cualidades del átomo; lo hace en diez, que son: 42, 43, 44, 54, 55, 56, 57, 58, 59 y 61. La razón que hacen valer aquellos críticos: «que no consiguen concordar las cualidades del átomo con su concepto», es muy superficial. Spinoza dice que la ignorancia no es argumento. ¡Si cada uno quisiese eliminar en los antiguos los pasajes que no comprende qué pronto se llegaría a la tabula rasa!
A través de las cualidades el átomo adquiere una existencia que se opone a su concepto, es puesto como ser alienado, diferente de su esencia. Esta contradicción constituye el interés supremo de Epicuro. Tan pronto como él ha puesto una cualidad y ha extraído así la consecuencia de la naturaleza material del átomo, contrapone al mismo tiempo las determinaciones que aniquilan de nuevo esta cualidad en su propia esfera y hacen valer, al contrario, el concepto de átomo. El determina por tanto todas las cualidades de tal forma que ellas se contradicen entre sí. Demócrito, en cambio, no considera en ninguna parte las cualidades con relación al átomo mismo y no objetiva tampoco la contradicción entre el concepto y la existencia que yace en ellas. Todo su interés apunta más bien a representar las cualidades con referencia a la naturaleza concreta que con aquéllas debe ser formada. Ellas son para él simplemente hipótesis para el esclarecimiento de la multiplicación fenoménica. El concepto de átomo nada tiene que Ver, en efecto, con las cualidades.
Para demostrar nuestra afirmación es necesario, ante todo, que nos entendamos sobre las fuentes que parecen contradecirse aquí.
En el tratado De placitis philosophorum se dice: «Epicuro afirma que los átomos tienen tres cualidades: magnitud, forma y peso. Demócrito no admitía más que dos: magnitud y forma; Epicuro le agrega la tercera; el peso[95]». El mismo pasaje figura reproducido, palabra por palabra en la Praeparatio evangelice, de Eusebio[96].
Esto se halla confirmado por el testimonio de Simplicio[97], y Filópono[98], según el cual Demócrito sólo atribuyó a los átomos las diferencias de magnitud y forma. Directamente opuesto se presenta Aristóteles, quien en su obra Generatione et Corruptione asigna diferencia de peso[99] a los átomos de Demócrito. En otro texto (primer libro del tratado De caelo) Aristóteles deja sin resolver la cuestión de si Demócrito atribuía peso a los átomos. Dice, en efecto: «Así, ninguno de los cuerpos será absolutamente liviano, si todos tienen peso; pero si todos son livianos ninguno poseerá peso[100]». Ritter, en su Historia de la filosofía antigua, rechaza, apoyándose en la autoridad de Aristóteles, las opiniones de Plutarco, de Eusebio y de Estobeo[101]; en cuanto a los testimonios de Simplicio y de Filópono no se ocupa de ellos.
Veamos si estos pasajes son realmente tan contradictorios. En los textos citados Aristóteles no habla ex-profeso de las cualidades de los átomos. Expresa, por el contrario, en el libro VII de la Metafísica: «Demócrito establece tres diferencias en los átomos. Para él, el cuerpo fundamental es, según la materia, uno e idéntico a sí mismo; mas se diferencia por el rythmós, es decir, la figura; por la tropé, la posición, y por la diathigé, que significa el orden[102]».
De este texto resulta, sin duda, que el peso no es mencionado como cualidad de los átomos de Demócrito. Las partículas esparcidas de la materia, que se mantienen separadas entre sí por el vacío, deben tener formas particulares y éstas les advienen absolutamente del exterior por la gravitación del espacio. Esto surge aún con más claridad del siguiente pasaje de Aristóteles: «Leucipo y su contemporáneo Demócrito afirman que los elementos son lo lleno y lo vacío… Para ellos éstos son el fundamento del ser como materia. Así como aquellos que admiten una sola sustancia fundamental hacen nacer lo demás de sus modificaciones, y suponen lo raro y lo denso como principios de las cualidades; del mismo modo éstos enseñan que las diferencias en los átomos constituyen las causas de los otros seres. Por tanto, el ser fundamental sólo se diferencia por la figura, la posición y el orden… De este modo, por ejemplo, A se distingue de N por la forma, AN de NA por el orden, Z de N por la posición»)[103].
Se advierte claramente en este pasaje que Demócrito considera las cualidades de los átomos sólo con respecto a la formación de las diferencias en el mundo de los fenómenos, y no por relación al átomo mismo. Se desprende, además, que Demócrito no designa el peso como una cualidad esencial de los átomos. Esta, para él, es una cualidad obvia, porque todo lo corporal es pesado. Igualmente la magnitud no resulta, según él, una cualidad fundamental; es una determinación accidental, que a los átomos les ha sido dada ya con la figura. Sólo las diferencias de las figuras —pues ninguna otra está contenida en la forma, el lugar y la posición— le interesan a Demócrito. La magnitud, la figura y el peso, combinadas como acontece en Epicuro, son las diferencias que el átomo posee en sí mismo; la figura, la posición y el orden son las diferencias que le corresponden con respecto a otro objeto. Mientras nosotros sólo encontramos en Demócrito simples determinaciones hipotéticas destinadas a explicar el mundo de los fenómenos, descubriremos en Epicuro la consecuencia del principio mismo. Consideremos, por tanto, en particular, las determinaciones de las cualidades del átomo.
En primer lugar, los átomos poseen magnitud[104]. Por otra parte, la magnitud es también negada. Ellos no tienen, en efecto, toda magnitud[105], pero es necesario concederles cierto cambio de tamaño[106]. En verdad, sólo se les debe atribuir la negación de la magnitud, es decir, lo pequeño[107], y no lo mínimo, pues esto sería no sólo una determinación meramente espacial sino también lo infinitamente pequeño que expresa la contradicción[108]. Rosinio, en sus anotaciones a los fragmentos de Epicuro, traduce entonces inexactamente un pasaje y subestima por completo otro cuando dice: «Pero de esta manera Epicuro demuestra la raridad de los átomos por su increíble pequeñez al sostener, según el testimonio de Diógenes Laercio, X, 44[109], que ellos no tenían ninguna magnitud».
No he de tener en cuenta que, según Eusebio, Epicuro fue el primero en atribuir[110] a los átomos una pequeñez infinita, mientras que Demócrito había admitido átomos más grandes (del tamaño del mundo, dice aún[111] Estobeo).
Por un lado, esto contradice el testimonio de Aristóteles[112] y por otro, Eusebio, o más bien, el obispo de Alejandría, Dionisio, a quien, aquél resume, se contradice a sí mismo; pues en el mismo libro se expresa que Demócrito suponía como principios de la naturaleza cuerpos indivisibles[113], sólo concebibles por la razón. Resulta claro entonces que Demócrito no es consciente de la contradicción; ésta no le preocupa mientras que para Epicuro constituye el interés principal.
La segunda propiedad de los átomos de Epicuro es la figura[114]. Mas también esta determinación contradice el concepto de átomo y debe ser admitido su contrario. La individualidad abstracta es lo abstracto igual-a-sí y por tanto carece de forma. Las diferencias de forma de los átomos son, pues, indeterminables[115], mas no absolutamente infinitas[116]. Por el contrario, los átomos se distinguen[117] por un número determinado y finito de formas. De esto surge con claridad que no hay[118] tantas figuras diversas como átomos existen[119], en tanto que Demócrito admite la infinitud de las figuras. Si todo átomo tuviese una figura particular debería haber[120] átomos de magnitud infinita, porque ellas poseerían en sí una diferencia infinita, la diferencia en sí frente a todos los demás, como las mónadas leibnizianas. La afirmación de Leibniz de que no existen dos objetos iguales es invertida y hay un número infinito de átomos de la misma figura[121], con lo que claramente se niega de nuevo la determinación de la figura, porque una figura que no se diferencia más de otra deja de ser tal.
Es, en fin, muy importante que Epicuro mencione como tercera cualidad el peso[122]; pues en el centro de gravedad la materia posee la individualidad ideal que constituye una determinación fundamental del átomo. Una vez que los átomos son transferidos al plano de la representación deben ser también pesados.
Mas el peso contradice asimismo directamente el concepto de átomo. Es la individualidad de la materia como un punto ideal que yace fuera de ella misma. Pero el átomo mismo es esta individualidad, el centro de gravedad, por así decir, representado como una existencia individual. Para Epicuro el peso existe, entonces sólo como peso diferenciado y los átomos mismos son centros sustanciales de gravedad, igual que los cuerpos celestes. Si se aplica esta consecuencia a lo concreto resulta naturalmente lo que el viejo Brucker halla tan extraño[123] y lo que Lucrecio nos asegura[124], es decir, que la tierra no tiene centro al que cada cosa tienda y que no existen las antípodas. Puesto que el peso, además, sólo pertenece a los átomos diferenciados del resto, es decir, alienados y dotados de cualidades, se entiende entonces que allá donde ellos no son pensados como múltiples en su diferencia mutua sino sólo con respecto al vacío, la determinación del peso desaparece. Los átomos, por diferentes que sean en cuanto a la masa y la forma, se mueven con la misma velocidad en el espacio vacío[125]. Epicuro, en consecuencia, hace intervenir el peso sólo en el rechazo (repulsión) y en las composiciones que de él resultan, lo que ha dado origen a la consideración de que únicamente los conglomerados de átomos tienen peso, mas no los átomos mismos[126].
Gassendi alaba a Epicuro porque éste, guiado exclusivamente por la razón, ha anticipado la experiencia según la cual todos los cuerpos, aunque muy diferentes en peso y en masa, conservan, sin embargo, la misma velocidad cuando caen de arriba hacia abajo[127].
El examen de las cualidades de los átomos nos da, pues, el mismo resultado que el de la desviación, es decir, que Epicuro ha objetivado la contradicción —en el concepto de átomo— entre la esencia y la existencia, y ha creado así la ciencia de la atomística, mientras que en Demócrito no hay realización del principio mismo sino que se subraya sólo el aspecto material y se han adelantado hipótesis con vistas al empirismo.